SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.14 número4Calidad de vida y trabajo: Algunas consideraciones sobre el ambiente laboral de la oficinaAnálisis métrico de la producción científica en comunicación social en Cuba índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


ACIMED

versión impresa ISSN 1024-9435

ACIMED v.14 n.4 Ciudad de La Habana jul.-ago. 2006

 

María Villar Buceta: la primera profesora de biblioteconomía en Cuba*

Lic. Martha Rodríguez Cruz,1 MsC. Zoia Rivera2

Resumen

Se realiza un breve esbozo de la vida y la obra de la destacada luchadora, poetisa, y bibliotecaria, María del Carmen Villar Buceta; se analizan sus aportes al campo de la bibliografía y al desarrollo de la actividad bibliotecaria en Cuba.

Palabras claves: Personajes, bibliografía, bibliotecarios, Cuba.

Abstract

A brief outline of the life and work of the famous fighter, poet and librarian, María del Carmen Villar Buceta is carried out; and some of her contributions to the bibliographical field and the development of the librarian's activity in Cuba are analyzed.

Key words: Personages, bibliography, librarians, Cuba.

Copyright: © ECIMED. Contribución de acceso abierto, distribuida bajo los términos de la Licencia Creative Commons Reconocimiento-No Comercial-Compartir Igual 2.0, que permite consultar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente y utilizar los resultados del trabajo en la práctica, así como todos sus derivados, sin propósitos comerciales y con licencia idéntica, siempre que se cite adecuadamente el autor o los autores y su fuente original.

Cita (Vancouver): Rodríguez Cruz M , Rivera Z. María Villar Buceta: la primera profesora de biblioteconomía en Cuba. Acimed 2006;14(4). Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/aci/vol14_4_06/aci06406.htm Consultado: día/mes/año.

  "…la voz femenina más pura, honda,
culta y rebelde de la generación de los nuevos…"
Raúl Roa

Luchadora, poetisa, bibliotecaria, María vivió una vida modesta y útil, consagrada al trabajo callado y a la ayuda de los demás.

María del Carmen Villar Buceta, nació el 25 de abril de 1899 en Corral Falso de Macuriges -actual Pedro Betancourt-, situado en la parte suroeste de la provincia de Matanzas. Era hija de Froilán Villar González, natural de Santander, España, y de Petra Buceta, natural de Colón, Cuba.1

Hasta la edad de 11 años, María logró cursar su enseñanza primaria en el Centro Escolar Varela, estos fueron los únicos estudios formales que realizó. La muerte temprana de su madre la obligó a abandonar la escuela y a enfrentar la crianza de sus hermanos menores, las labores rutinarias y extenuantes de ama de casa y la difícil conquista del pan en pleno inicio de la adolescencia. La pobreza imperante en el hogar y el atraso cultural predominante en el entorno provinciano, conspiraron contra sus apetencias de desarrollo intelectual.

Estos contratiempos habrían amilanado cualquier espíritu, mas no el suyo; María se convirtió en una verdadera autodidacta. Su afán por la lectura le ofreció nuevos horizontes a sus sueños e inquietudes líricas. Y así en un medio nada favorable, inició el cultivo de su poesía.

Poetisa, periodista y luchadora

Poesía y periodismo: comienzos del camino…

Alrededor de 1915, comenzaron a publicarse en algunos diarios los primeros poemas de María. El 3 de abril, su soneto titulado “Desilusión” , apareció en el Diario de la Marina. En 1916, decidió incursionar también en el campo periodístico. El 3 de octubre, apareció en el Heraldo de Cuba, su primer trabajo, “El hombre nuevo”, artículo que describía el triste modo de ser y de actuar de la burguesía, mediante un diálogo entre un burgués y un bohemio. Sin embargo, no es hasta su traslado a La Habana , en 1921, que María se convirtió oficialmente en periodista.

Mientras tanto, seguía con su obra poética. En 1917, María le dirigió una carta al director de la revista El Fígaro para ofrecerle su poesía. Esta carta, publicada con tres de sus poemas, el 14 de enero, sentó las bases de su colaboración con la revista hasta el año 1925. También, en otras revistas, comenzaron a aparecer los versos de la joven autora. Así, en 1918, tres de sus poemas –“Ascensión ”, “ Canto de redención ” y “Psiquis” – vieron la luz en la Revista Social, que publicó sus poesías hasta 1929.

En La Habana …

Hasta 1921, María colaboró, desde su localidad, en la revista habanera Castalia, dirigida por Roger de Lauria y Paulino G. Báez. Pero ese mismo año, se trasladó con su familia a La Habana , donde comenzó a trabajar como secretaria de redacción y como redactora del diario La Noche , que dirigía Leopoldo Ros. Más tarde, desempeñó los mismos cargos en El Heraldo de Cuba , órgano del liberalismo político, dirigido por Manuel Márquez Sterling.

El 24 de febrero de 1923, María publicó en La Noche el artículo titulado “El 24 de febrero y yo”, en conmemoración del aniversario de ese acontecimiento histórico. El artículo revelaba sus sentimientos revolucionarios de María y su inclinación hacia el internacionalismo. Estas ideas le propiciaron el primer encuentro con Rubén Martínez Villena. A partir de él se selló una amistad y comunión de ideales entre María y Rubén, que duraría por siempre.

Con los Minoristas…

El año 1923 resultó trascendente en el desarrollo histórico, político, social y cultural de Cuba, porque en él y a partir de él, se produjeron acontecimientos que cualitativamente marcaron para siempre el devenir de la isla. La creciente toma de conciencia del proletariado, la reforma universitaria en varios países latinoamericanos y el movimiento estudiantil sirvieron para abrir el camino; y en 1923, había en Cuba condiciones, tanto objetivas como subjetivas, para que se produjeran hechos como la “Protesta de los Trece”, la formación de “La falange de acción cubana” y “El movimiento de veteranos y patriotas”, en los que estuvieron involucrados jóvenes deseosos de darle un vuelco no solo a la cultura, sino a la chata vida nacional. Esos jóvenes, que no pertenecieron a ningún partido u organización política y que provenían, clasistamente, de la pequeña burguesía, alcanzaron un prestigio nacional e internacional porque, entre otras razones, impulsaron el rompimiento del atraso cultural que existía en Cuba, aunque supieron valorar el pasado y, a la vez, asimilar las más novedosas corrientes artísticas de su época.

En 1920, comenzaron a  reunirse, en el Café Martí, jóvenes con inquietudes intelectuales - Rubén Martínez Villena, Enrique Serpa, Juan Marinello, Regino Pedroso y Andrés Núñez Olano, entre otros- esencialmente poetas y críticos literarios que publicaban en revistas como Castalia . Su rebeldía en aquel momento era solo poética, pero se vislumbraba una actitud de ruptura total con todo lo establecido. Posteriormente, estos jóvenes trasladaron sus tertulias para la redacción de la revista El Fígaro (1885-1933) donde trabajaba José Antonio Fernández de Castro, gran amigo de Rubén Martínez Villena. Hacia finales de 1922, la tertulia desapareció, pero prosiguió una fraternal relación entre elos a la que se sumaron otros, como Emilio Roig de Leuchsenring, José Zacarías Tallet, Jorge Mañach, Félix Lisazo, Luis Gómez Wangüemert y varios más. El grupo, aún en gestación en aquellos tiempos, se caracterizaba por la inestabilidad de sus miembros y por la asistencia irregular a las reuniones, la mayoría de las cuales se realizaron en el restaurante Lafayette.

A partir de noviembre de 1923, los miembros del grupo empezaron a reunirse en los llamados almuerzos sabáticos . En ellos, participaban no sólo los jóvenes, sino también figuras como Fernando Ortiz y el narrador Alfonso Hernández Catá. Se sumaron al grupo, los pintores Antonio Gattorno, Jaime Valls y Eduardo Abela, el escultor Juan José Sicre, el entonces periodista y crítico, y futuro novelista, Alejo Carpentier y el médico Juan Antiga. Las únicas mujeres que formaban parte del grupo eran María Villar Buceta y Mariblanca Sabas Alomá.

“Los minoristas” - llamados así a partir de un trabajo de Jorge Mañach titulado “Los minoristas sabáticos escuchan al gran Titta ”, publicado en la Revista Social, correspondiente a febrero de 1924, acentuaron sus esfuerzos en la crítica política y literaria. Dos de sus miembros, Félix Lisazo y José Antonio Fernández de Castro, publicaron en 1926 una antología de poetas contemporáneos –“ La poesía moderna en Cuba (1882-1925)” - que constituyó una profunda revisión de la obra poética en ese período. Los versos de María Villar Buceta, Rafael Esténger, de Rubén Martínez Villena y de José Z. Tallet eran una reacción amarga e irónica frente a la gris circunstancia burguesa. En diciembre de 1926, el grupo redactó el manifiesto por la independencia de los pueblos contra el imperialismo norteamericano, dirigido a los intelectuales y hombres libres de los Estados Unidos. “A nuestros hermanos de la América Latina”,  en el que denunciaba la intervención norteamericana en Nicaragua.

“Los minoristas” constituyeron un grupo sin reglamento, sin presidente, sin secretario, sin cuota mensual, en fin, sin campanilla ni tapete, pero era ésta precisamente la más viable organización de un grupo de intelectuales. Mientras en diversos sitios, había fracasado grupos análogos, cuya actividad sí estaba subordinada a un reglamento, los minoristas perduraron y lograron una gran influencia en el desarrollo social y cultural de Cuba.

En el grupo, coincidieron escritores, pintores, escultores, músicos, médicos... de pensamiento diferente, pero todos poseídos de una creciente inquietud en favor de las corrientes más actuales de la política y de la creación artística. A partir de la diversidad de sus integrantes el grupo, se consolidó, aunque por breve tiempo, en un movimiento que encauzó pronunciamientos renovadores y hasta revolucionarios en la política y en el arte. Ellos rompieron con los moldes y acabaron con la pasividad en favor de tomar posiciones más radicales, ante los problemas que sumían a la sociedad cubana en el caos y la ignorancia.

La dispersión del grupo en 1928 fue un hecho condicionado por las circunstancias inherentes a conflictos individuales y generales y también por la radicalización política de algunas de sus figuras, cuyos ideales rebasaron la “medida” que sin acuerdo previo había asumido el grupo. Al respecto expresó Emilio Roig de Leuchsenring: “ Precisamente, la decadencia del Grupo Minorista vino cuando faltó en la mayor parte de sus componentes esa correspondencia entre la actitud de artistas y la actitud de ciudadanos y hombres de su época ”. 2

Y decía Raúl Roa: Algún día habrá que enjuiciar rigurosamente la significación y trascendencia de este movimiento, que se deshizo a los primeros ventarrones de la tormenta. Sus componentes más caracterizados enmudecieron unos, se acobardaron otros, se adaptaron los más y los menos como Roig de Leuchsenring, Maria Villar Buceta y Regino Pedroso, siguieron a su manera y en variada medida, el ejemplo de Rubén. Y precisaba: “María Villar Buceta, pura voz lírica en un ambiente impuro, se sumergió, como Martínez Villena, en la anónima y riesgosa gesta de la clase obrera”.3

Unanimismo: el único libro de poesía

En 1924, El Heraldo de Cuba, donde trabajaba María, se vendió a González Beauville y se convirtió en el periódico vocero del tirano Machado. María se quedó sin trabajo, pero sus amigos minoristas hicieron gestiones para que ella entrara a trabajar a la Biblioteca Nacional , donde laboró hasta marzo de 1933, según la nómina de la institución, con el cargo de oficial clase segunda.

El año 1925, cuando se instaló en el poder el tirano Machado, marcó la incorporación activa de María a la vida política del país. Ella tomó de inmediato un puesto entre los jóvenes que lo combatían clandestinamente y se convirtió en una de sus más fervientes opositoras.

Paralelamente, se desarrollaban sus actividades políticas y su obra poética. En 1927, se publicó su libro de poesías Unanimismo, considerado una verdadera joya de la lírica cubana. El libro fue subvencionado por Sarah Méndez Capote.

Unanimismo, dedicado a Sarah, fue el primero y único libro de poesía publicado por María Villar Buceta que supo, a base de inteligencia y tesón, abrirse camino entre la intelectualidad de su época. En todos los poemas que conforman este cuaderno, se destaca la espiritualidad de María. Enrique José Varona escribiría, en 1928, una carta a Sarah, para agradecerle por la impresión de Unanimismo: “Gracias a su amistad sin par, podemos leer impresas y bien impresas, las poesías exquisitas de María Villar Buceta … ”. 4 Más tarde, escribió personalmente a María para expresarle su admiración: “ Por primera vez me encuentro ante la poesía que surge de un corazón, como borbota el agua de un manantial”.5

La publicación de Unanimismo provocó admiración y elogios de críticos, compañeros de oficio y aun entre las capas menos adictas al disfrute de la poesía. El libro, según Helio Orovio, “produjo una sensación de cercanía espiritual, no excenta de cierta sorpresa ante una voz nueva, inmersa en lo más profundo de lo cotidiano, extraordinaria en su sencillez, que tocaba las fibras más profundas y eternas del hombre”.6

Unanimismo, situó a María para siempre en los predios de la poesía cubana y latinoamericana. “Un talento y una sensibilidad singulares se expresaban en aquel verso, que contrastaba con la sensiblería imperante en la llamada poesía femenina de la época. Una ternura y una reciedumbre de carácter alternaban en las puntas irónicas de su verso recio y desnudo ”.7

En las luchas políticas: con la palabra y la pluma…

Gran importancia en la vida de María ocupaban las actividades políticas. A principios de la década de los años treinta, comenzó a militar en el Partido Comunista de Cuba y, junto a Gaspar García Gall ó, fundó el Partido Comunista en Calabazar y en zonas cercanas como el Wajay.6

En el propio año 1930, María comenzó, en medio de una atmósfera de lucha, a escribir un pequeño libro que tituló Colillas , una especie de tirones a la conciencia del lector, que sería el proletario, el trabajador explotado. Breves prosas poéticas que con estilo irónico, desentrañaban de la manera más asequible, la raíz opresora y explotadora del sistema. Una buena parte del contenido se publicó en la Revista Social , pero el libro que se editaría en beneficio de la Sociedad de Torcedores de La Habana , desapareció presumiblemente en manos de la policía.

Eran días de batalla diaria contra la tiranía machadista y María prefirió acometer la acción y acallar de cierto modo el verso. Recorrió la provincia de La Habana con la propaganda, la proclama, la instrucción partidista - cosidas a sayas, blusas y refajos - que llamaban a la insurrección en plena calle habanera.

María se sumergió con Rubén Martínez Villena, su hermano de ideales, y otros, en la lucha política.

En 1932, un periodista de El Mundo visitó a María para entrevistarla en relación con una encuesta sobre el movimiento feminista en Cuba que se publicaría en el Anuario de ese periódico. A la pregunta: _ ¿cómo cree usted que será la mujer cubana del porvenir?, ella contestó: _ “simplemente comunista, como ha de serlo la sociedad del mañana. A quien quiera ahondar más en esta opinión le bastará con iniciarse en el credo político así nombrado”.8 Esta respuesta revelaba la identidad de la mujer y su conciencia de clase, su fidelidad a la causa de los trabajadores y a la organización a la que pertenecía. Para eso había que tener valor en tiempos de tiranía, de imperialismo y anticomunismo desenfrenado.

A pesar del derrocamiento del tirano por el pueblo, no advino, sin embargo, el pleno triunfo del programa revolucionario. Fuerzas de la oscura reacción, auspiciadas por el imperialismo yanqui, se opusieron a las más justas y profundas reivindicaciones. Comenzó una nueva etapa de lucha de los verdaderos revolucionarios, entre los cuales se encontraba María Villar Buceta. Ella quedó cesante de su trabajo en la Biblioteca Nacional y tuvo que enfrentar un nuevo ciclo de penuria económica.

En 1934, a pesar de las adversidades, María publicó, en el periódico Ahora, un ensayo biográfico “Vida y muerte de Rosa Luxemburgo”, en el que destacó facetas importantes de la personalidad de la luchadora alemana. Posteriormente, este trabajo, en forma de folleto, alcanzó tres ediciones consecutivas. Colaboró en la revista Masas, editada por la Liga Antimperialista de Cuba, con el artículo “La derogación de la Enmienda Platt : un error de cálculo diplomático” , en el que calificó este hecho como una maniobra de cancillería y manifestó que, a pesar de eso, “…los pueblos permanecerán en idéntica aptitud vigilante ante la inminencia del desenlace trágico, de las pugnas inter-imperialistas que han de tener por vasto escenario la América ”.9

Su labor periodística alcanzó su mejor expresión en la revista Adelante, desde la cual denunciaba el medio asfixiante en que se movían escritores y periodistas, así como la crisis general que restringía la expresión del pensamiento de carácter político y social. En esta misma revista, María se pronunció en contra de los prejuicios raciales, y planteó que “… lo negro ha asumido la categoría de provincia dentro de lo humano” , y establecía con versos de Rafael Alberti el camino hacia la integración humana: “blanco da la mano al negro/ negro da la mano al blanco”.10

En 1934, integró el grupo Gorki , la primera filial cubana de la Internacional de Escritores y Artistas Revolucionarios. El manifiesto inicial del grupo fue firmado por 24 escritores revolucionarios, entre los que María Villar Buceta era la única mujer. Con este grupo, iba en busca de trabajadores y campesinos para hablarles de la nueva sociedad formada en la Unión Soviética , y para señalarles la necesidad de la revolución. En cuanto al gran escritor proletario, cuyo nombre llevaba el grupo, María, en 1936, publicó en Mediodía un artículo titulado “Estampa en negro de Gorka” , donde exclamaba: “ Vive hoy más que siempre en el alma inconmensurable de sus camaradas de todo el mundo: ¡Gorki adorado, vengado, ruso, universal, inmortal! ”.11

En 1944, en el décimo aniversario de la muerte de Rubén Martínez Villena, María fue invitada por la FEU a pronunciar unas palabras en su condición de amiga y camarada muy querida del líder comunista desaparecido. En esta ocasión, ella dictó, en el Aula Magna de la Universidad de la Habana, una conferencia titulada: “Evocación a Rubén Martínez Villena” en la que afirmó valientemente:

Sí, he ahí mi cédula de identidad: la reconozco y no escatimo su precio. He sido, y podría seguir siéndolo sin claudicaciones ni sonrojos, compañera de luchas de Rubén Martínez Villena en las filas del proletariado revolucionario internacional: una lucha sin posibles compensaciones gubernamentales, en que todos renunciamos, lo primero, al nombre propio (…) para compartir santamente los trabajos, los peligros, persecuciones, cárceles, hambres, insultos, calumnias y negaciones. 8

Los finales de los años cuarenta y los primeros años de la década de los años cincuenta fueron fructíferos en la labor poética de María Villar Buceta. Algunos de sus trabajos poéticos fueron publicados en la revista Orígenes . Es el caso de “El Faro”, “Mar muerto” , “Muerte nueva ” y “Dureza, duración”.

El 13 de marzo de 1957, la Escuela Profesional de Periodismo ofreció a María Villar un merecido homenaje en la Asociación de Reporteros de Cuba.

Sería incompleto el enfoque de María Villar Buceta si se limita a analizar sus facetas profesionales o revolucionarias. Ante todo, era una mujer y supo compaginar sus deberes con la plena responsabilidad del hogar y la preocupación por su padre y hermanos. A María, le gustaba recibir visitas, cuidar de su jardín que aireaba la gracia en miniatura de su hogar en la calle Lucena. Allí le era posible satisfacer el afán de leer raros ejemplares y regodearse con grabados cubanos y antiguos, pomos de botica, rescatados de su natal Matanzas y óleos de firmas conocidas.

En el período posrevolucionario…

Luego del triunfo de la Revolución Cubana , por la que María había batallado, la mayoría de las veces desde el anonimato, cosa muy propia de su modo y carácter, se entregó con ánimo juvenil a toda clase de tareas. Fue llamada al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde realizó comentarios de libros en la revista Política Internacional, tradujo el prólogo de la obra “Ideología del colonialismo ” de Nelson Werneck Sodré, publicó una nota crítica sobre un texto del Congreso de Estados Unidos relacionado con la muerte de John Fitzgerald Kennedy. Entregó a El Mundo artículos sobre temas artísticos y políticos. Trabajó, hasta su retiro en 1968, en la Subdirección de la Biblioteca del Ministerio de Relaciones Exteriores.

En 1976, María publicó en la revista Bohemia el trabajo “ Rubén: un muerto inmortal”, en el que recordaba cómo conoció a Rubén Martínez Villena y hacía un bosquejo de la vida y obra del poeta revolucionario.

En los últimos meses de su vida María Villar Buceta, enferma de cuidado, estuvo recluida en los Hospitales “Salvador Allende” y “Calixto García”. María Villar Buceta murió el 29 de junio de 1977. La despedida de duelo estuvo a cargo de Ángel Augier, quien dijo:

Es un hecho de rara presencia en la historia general de nuestras letras. Sin parangón frecuente en el siglo pasado, menos lo tiene en lo que va de la centuria y cuando el dolor de su caída nos permite ver, no a través de las lagrimas, sino a la luz de la razón y el ponderado juicio, la obra de esta mujer, no podremos negarle sin ser injustos uno de los primeros sitios en la poesía lírica cubana.

¡Cuánto poder de síntesis no hay en sus versos, cuánto afán superior en la búsqueda de las causas y las consecuencias últimas! De ahí todo aquel dolor sellado, que pugnando por salir doblábase en ironía!

Una mujer excepcional, escritora insigne y revolucionaria ejemplar es a la que despedimos hoy aquí con tristeza. Pero su ejemplo y su recuerdo luminoso se nos queda para compensarnos de su pérdida. Y la certidumbre de que jamás será olvidada por su pueblo, a cuya cultura y redención dedicó vida y obra.7

La bibliotecaria y la maestra de los bibliotecarios

Aunque se sabe que la mayor parte de su vida laboral María Villar Buceta la pasó en el ámbito bibliotecario y que fue una profesional altamente calificada para este campo, existen pocos datos concretos sobre el trabajo realizado por ella en algunas bibliotecas. Las fuentes consultadas se limitan a señalar que trabajó en tal lugar o a que “organizó” esta o aquella biblioteca. La cantidad de años dedicados a esta labor sin poder resaltar los logros concretos evidencian lo invisible y poco reconocida que era (y es) la profesión de bibliotecario a pesar de toda su importancia social.

En la Biblioteca Nacional y en otras bibliotecas…bibliotecaria y administradora

Tal parece que la primera incorporación de María Villar al mundo bibliotecario se produjo en el año 1924, cuando mediante gestiones de sus amigos Emilio Roig de Leuchsenring, Enrique José Varona y Fernando Ortiz, ella comenzó a trabajar en la Biblioteca Nacional , situada en aquel entonces en la calle Chacón. Así, como ella misma diría, posteriormente, “… quedó centrada mi vida laboral en menesteres de bibliotecas de diversas índoles, quehacer que duró más de cuatro décadas entre pericias increíbles” (Villar Buceta M. El Consejo Nacional de Cultura y su sistema de organización de archivo. Observaciones no publicadas).

Su larga trayectoria como bibliotecaria estuvo siempre ligada a la pasión que profesaba por la lectura y por los libros, a lo que se sumaba una poderosa vocación de servicio. Solo una persona tan entregada a los nobles menesteres de ayudar, tanto en las búsquedas más difíciles y apremiantes, como en la orientación adecuada, podía llegar a ser la profesional que resultó ser María.

La situación de la Biblioteca Nacional , al igual que la de las otras, era precaria: contaba solo con la sala de lectura, un departamento dedicado a las labores de clasificación y catalogación, el depósito de los documentos y la dirección. No poseía los medios materiales, ni el personal adiestrado adecuadamente para desarrollar sus actividades.

María, con el amor al libro y al estudio que la caracterizaba, empezó a penetrar en los procesos internos del trabajo bibliotecario, a apropiarse de los conocimientos más modernos sobre la organización y desarrollo de estas instituciones en el mundo, a analizar las posibilidades de aplicación de los conceptos nuevos en Cuba. Junto al doctor Francisco de Paula Coronado, director de la institución desde el año 1920, realizó una valiosísima labor de catalogación y clasificación de los libros. Adem ás, atendía a los lectores que concurrían al arcaico caserón, todo eso sin dejar de leer ávidamente, ni de hacer su propia obra.

En el año 1929, la Biblioteca Nacional sufrió un desahucio: los estantes fueron trasladados al Capitolio y los libros, metidos en cajas, fueron llevados al presidio de la calle Prado. María los acompañó en este triste peregrinar y sufrió como si fueran suyos cuando, posteriormente, en un incendio se destruyó una gran parte de ellos.

Asunción Díaz Cuervo, directora de la Biblioteca del MINREX, recordaba los años en que ambas trabajaban en la Biblioteca Nacional y cómo desde su modestísimo empleo, “María logró realizar una labor en extremo eficaz, la cual contrastaba con la incapacidad e ignorancia de otros, que alcanzaron mayor categoría y devengaban sueldos más altos gracias a sus influencias políticas”.5,6

En general, la década de los años treinta fue muy azarosa para María desde el punto de vista laboral: en 1933, aún después de la caída de la dictadura, ella fue expulsada de la Biblioteca Nacional , a pesar del trabajo tan meritorio que había desempeñado allí. Para suerte suya, pronto apareció una ocupación similar en la Biblioteca Municipal de la Habana donde trabajaba su entrañable amigo Fermín Peraza. También se sabe que, en 1938, ella fue bibliotecaria de la Escuela Nocturna Popular del Cerro, y recibió allí, al igual que en sus anteriores empleos, un mísero sueldo, al aparecer en la nómina como Jornalera de los Fosos Municipales. Cinco años después, cuando María regresó a la Biblioteca Nacional , su cargo en la nómina decía algo igualmente raro: Jornalera en Construcciones Escolares.

A su enorme dedicación como bibliotecaria, se debe la organización de los fondos de la Biblioteca de “El Lyceum” , en el período 1936 -1938 y la catalogación de los libros de la colección del ilustre literato dominicano Max Henríquez Ureña quien había ofrecido al “El Lyceum” su biblioteca para su conservación.

Entre otras bibliotecas que organizó María, estaban la del Havana Yatch Club y la del Casino Español de La Habana. Esta última, que llevaba el nombre de Rafael María de Labra, fue encargada a María por el doctor Raúl de la Cerda, quien conocía su dominio de la profesión y la excelencia de su trabajo.

Cuando se fundó, en 1943, la Escuela Profesional de Periodismo “Manuel Márquez Sterling”, María entró a trabajar en ese centro, donde fundó y dirigió la biblioteca, con énfasis en la orientación de los usuarios. Ella volcó sus iniciativas e ímpetus en la formación de una biblioteca especializada para periodistas, para lo que convocó, mediante la prensa escrita, a hacer donaciones de libros sobre materias de interés para la profesión, así como de otros materiales de consulta y en general, cuanto sirviera de información. María siempre puso todo su empeño en que la biblioteca que dirigía estuviera a la altura de las prácticas más modernas de aquellos tiempos.

A finales de 1960, María fue llamada al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde entre otras actividades, le confiaron la organización primaria de la fabulosa documentación de la Organización de Naciones Unidas (ONU), a la que una mudanza sin método había convertido en un caos de papel impreso. En la biblioteca de esta institución, fue donde María trabajó hasta el retiro, mientras se dedicaba paralelamente a otras actividades de la profesión. Particularmente a una que tuvo mucho éxito : la organización de las bibliotecas para el Ejército Rebelde, trabajo que María realizó mediante la selección de las obras que contenían la esencia de la doctrina de los fundadores de la nacionalidad cubana; en este sentido, ella abogaba por bibliotecas verdaderamente organizadas en cada campamento del ejército.

María concebía a la biblioteca pública como una institución de mucho valor para el progreso económico y social de un país. Esa idea la anticipaba a su tiempo, en el que predominaba el desinterés total hacia esas cuestiones. Ella abogó por la utilización de los fondos bibliográficos en beneficio de toda la población, algo que logró materializar personalmente en la biblioteca popular de un barrio de La Habana con el proyecto “Bibliotecas y escuelas talleres”, que redactó como miembro de la “Asociación Protectora del Presos”.

María confirió al bibliotecario la misión de animador de inquietudes e intereses humanos y enfocó la biblioteca como un centro dinámico de cultura, donde no basta con servir al usuario el libro que busca. Sus ideas, al respecto, no dejó de expresarlas en las conferencias que dictó ante diferentes auditorios en su larga trayectoria como bibliotecaria. Basta señalar que una de sus frases favoritas para comprender el alcance que daba a la institución era: “Las bibliotecas no son campos de concentración de autores” (Villar Buceta M. Diario libre. 1959. Observaciones no publicadas).

Durante los años cuarenta y cincuenta, María recurría continuamente al tema, y alzó la voz en cuanta tribuna tuviera para denunciar las pésimas condiciones que tenían las bibliotecas públicas del país. Buen ejemplo de ello, fue su conferencia a propósito del Primer Festival del Libro donde expresó: “ Las bibliotecas luchan aún con un estado de 'colonialismo' y brindan a la estadística irrisorios servicios en relación con los porcentajes de habitantes de sus sedes” (Villar Buceta M. Camino de la riqueza. Observaciones no publicadas).

Toda su persona emanaba deseos de hacer por el libro. Los que querían divulgarlo, sabían que podían contar con ella, con sus iniciativas e interés para promover lo mejor de la literatura cubana y universal. Por eso, la Comisión de Cultura del Colegio Profesional de Periodistas de La Habana solicitó su cooperación, conjuntamente con la del doctor Fermín Peraza, en la organización de la Gran Exposición del Libro del Periodista en el marco del “Día del Libro”, celebrado el 7 de junio en 1957.

Eventos y conferencias

María no solo atendía y organizaba las bibliotecas, sino que asistía activamente a los cursos, conferencias y eventos relacionados con la especialidad. Tal es el caso de su participación como ponente en el Primer Congreso Internacional de Archiveros, Bibliotecarios y Conservadores de Museos del Caribe, celebrado en el Palacio Provincial de La Habana del 14 al 16 de octubre de 1942, entre los actos conmemorativos por el IX Cincuentenario del Descubrimiento de América. En el evento, tomaron parte representaciones oficiales de casi todos los países del Caribe y de un gran número de bibliotecas, archivos y museos cubanos. El congreso constituyó un acontecimiento sin precedentes en los anales históricos del continente y fue de suma importancia para el futuro progreso en la organización de estas instituciones.

En la mañana del día 15, comenzaron su trabajo las tres comisiones del congreso: Bibliotecas, Archivos y Museos. Entre las ponencias presentadas, se encontraba la de María, titulada “Bibliotecas públicas y servicios de guerra”. En su trabajo, la autora sugería el modo en que las bibliotecas, desde su función cultural, podían ayudar a los otros países en guerra: contribuir con consejos dietéticos, sustentar los planes de economía social, convocar a estudiosos de las ciencias, las artes y letras, a realizar propaganda antibelicista, organizar buroes de servicio de guerra en las grandes bibliotecas como si fueran bancos de reserva del patrimonio universal, para preservarlo de la destrucción que conllevaba la guerra. En la ponencia, todas esas medidas aparecían de forma muy detallada, acompañadas por un análisis de la importancia de las bibliotecas durante la contienda bélica. Muchos de estos conceptos mantienen su vigencia hasta hoy.

María, como se mencionó antes, no era amante de intervenciones públicas prefería la tranquilidad de su escritorio y la compañía de un fondo bibliotecario, no obstante su mutismo habitual, acometía con pasión cualquier empresa relacionada con la biblioteconomía.

Dictó importantes conferencias sobre la profesión, entre las que se destacan la impartida en el Capitolio Nacional, el 7 de julio de 1960, dedicada a los problemas de las bibliotecas. Y otra muy interesante, dictada el 3 de febrero de 1976, en el Centro de Documentación del Consejo Nacional de Cultura sobre “ Emilio Roig de Leuchsenring como documentalista” Esta conferencia fue publicada posteriormente por la revista Unión; en ella María hizo una amplia valoración del eminente historiador e intelectual en esta esfera del saber. Fue su “pago de admiración y respeto hacia el abogado al que la unieron fuertes lazos de amistad”.12

Compilando bibliografías…

No muy extenso, pero fructífero fue el trabajo bibliográfico de María. Conocedora de la importancia de las bibliografías, ella dedicó largas horas a la creación de estos repertorios. El primero, titulado “Contribución a la bibliografía de Rafael María de Labra” vio la luz en 1944.

En 1952, y como parte de su trabajo en la Escuela Profesional de Periodismo “Manuel Márquez Sterling”, María elaboró su Contribución a la bibliografía del periodismo”, la que, a pesar de no ser la más exhaustiva sobre el tema, aportaba valiosos elementos a las fuentes de referencia en esta especialidad.

En el período posrevolucionario, María, motivada por la situación política que vivía Cuba, amenazada constantemente por Estados Unidos y tras la Victoria de Playa Girón, editó, en 1963, un libro titulado: Cronología de las agresiones del imperialismo norteamericano a la América Latina. Este trabajo, si bien no es exactamente una compilación bibliográfica, sí constituye una lista cronológica de fechas y acontecimientos históricos, con el mismo valor referativo.

Pionera de métodos novedosos…

La aplicación de métodos novedosos en el trabajo bibliotecario fue una de las características que distinguía a María como una excelente profesional. Su gran vocación por servir a los lectores, su capacidad extraordinaria de localizar con los ojos cerrados casi todos los libros y su condición de enciclopedia viviente hicieron que su persona trascienda dentro de lo más selecto de la bibliotecología cubana.

Pero, el aporte más trascendental de María a esta profesión fue su manera apasionada de enfrentar y contribuir al desarrollo y aplicación de los estudios de organización científica de las bibliotecas. María siempre señalaba su apoyo a la idea de José Antonio Ramos, que apuntaba: “ La biblioteca como ciencia, descansa en el orden, en el método. Es imprescindible la necesidad e importancia de ordenar los libros, porque diariamente el bibliotecario atiende los reclamos de los usuarios y debe hacerlo mediante un acceso fácil ” .13

María fue pionera en la aplicación en las bibliotecas cubanas de la “Clasificación Decimal Dewey”, un sistema práctico, con una notación simple, extensible y clara, fácil de aplicar y con margen para que en él puedieran caber los nuevos descubrimientos científicos que se realizaran.

En la década de los años treinta, comenzaron los trabajos de María respecto a la introducción sistemática de la “Clasificación Dewey” en Cuba. Su utilización, en otras partes del mundo, produjo buenos resultados, a pesar de tener algunas deficiencias. Cualquier sistema de clasificación refleja las divergencias y los conflictos dentro de las sociedades en las que han surgido. Ninguna clasificación, en ningún campo, es independiente de una escala de valores determinada, y la de Melvil Dewey estaba impregnada de los valores que predominaban en los Estados Unidos en la época de su creación.

Era inminente crear una comprensión sobre la importancia de esta tarea, indispensable y permanente, si se considera que existía una urgencia impostergable de registrar y facilitar el acceso a la literatura publicada, que crecía rápidamente. Al ser diseñado para un país determinado, con una economía y sociedad específicas, la “Clasificación Dewey ” no se ajustaba en parte a la realidad nacional. Otro factor que conspiraba en su contra era que las tablas con las correspondientes referencias y notas estaban editadas sólo en inglés, y por consiguiente, esto conllevaba una serie de dificultades en su aplicación. Por eso, un pequeño grupo de bibliotecarios cubanos, que incluía a María, conocedores del idioma inglés, decidieron adoptar principios, métodos y clasificaciones, según las necesidades y posibilidades del país.

María contribuyó enormemente a la introducción del sistema en la clasificación de los fondos en las bibliotecas cubanas. A pesar de sus ventajas, ella siempre señalaba su rigidez y las insuficiencias de su principal nomenclatura clasificadora: el nacionalismo manifiesto, debido al lugar preponderante asignado a los temas relativos a los Estados Unidos; el carácter arbitrario de ciertas separaciones relacionadas con la lingüística y la literatura, mientras existían deficiencias en el tratamiento de las secciones dedicadas a las repúblicas de la América del Sur y de la literatura hispanoamericana. Además, las tablas contenían el error de señalar a las Islas Canarias, como una colonia o posesión africana, en lugar de una provincia española. María mencionaba también los problemas relacionados con la historia y las ciencias sociales, la parcialidad y prejuicios en la clasificación de las religiones, entre otros defectos.

Asunción Díaz señalaba también que María contribuyó, en el período de 1939 a 1948, a la introducción de los métodos de indización y recuperación de la información en Cuba, un tema muy discutido en el mundo en aquel momento.13

Actividad docente…

La evolución de las ideas concernientes a la biblioteca y los adelantos efectuados en los servicios de éstas, exigía la presencia de un personal técnicamente preparado, a su altura. En el mundo, la formación profesional de los bibliotecarios se realizaba en universidades y escuelas de biblioteconomía donde se enseñaban asignaturas de la profesión.

Muy distinta era la situación en Cuba. Vale recordar que en el año 1924, un 53 % de la población no sabía leer ni escribir, 14 y en 1933, con más de 3 millones de habitantes, solo matricularon 366 854 alumnos. 15 Las escuelas públicas, concentradas en su mayoría en las zonas urbanas, carecían de materiales, profesores y planes de estudio debidamente diseñados.

La situación alarmante de las bibliotecas era preocupación solo de las capas intelectuales y de grupos de la pequeña y mediana burguesía cubana. No en vano, en el año 1935, de las 117 bibliotecas existentes, 103 eran privadas, 16 es decir, pertenecían a distintas asociaciones como el Centro Asturiano, la Sociedad Cubana de Ingenieros, el Casino Español, el Instituto Edison u otras, cuyos miembros deseaban destinar los fondos bibliotecarios a la diseminación de la cultura.

Aunque la Constitución de 1940, en su artículo 214, inciso d, estableció que: “…el gobierno de cada municipio está obligado a satisfacer las siguientes medidas locales:...d) el funcionamiento por lo menos en la cabecera, de una escuela, una biblioteca...”, 17 esto no se cumplió cabalmente y las deficiencias del sistema educacional, crecieron con la escasa producción editorial y el deplorable estado de las bibliotecas.

Dos años después de encargarse de la Biblioteca “Gener y Del Monte” , Carlos Manuel Trelles señalaba la necesidad de la introducción en Cuba del enfoque anglosajón de biblioteca pública, el más avanzado de aquella época, y la necesidad de abandono de la noción española, mucho más restringida y atrasada. En su análisis, Trelles apuntaba: “Todavía en el ramo de las bibliotecas públicas estamos en mantilla y casi todas las ciudades de la isla se encuentran desprovistas de esos centros civilizadores...”.18

Además de las condiciones precarias materiales, la ausencia de locales apropiados y de los pobres fondos bibliográficos, las bibliotecas carecían de personal calificado. En la mayoría de los casos, este oficio se ejercía por personas sin conocimientos previos de bibliotecología o autodidactas. Solo un pequeño número de profesionales que existían en el país, había cursado estudios bibliotecológicos en universidades extranjeras.

La preparación del personal para realizar la labor bibliotecaria era, en aquel momento, un asunto de primer orden. En ese sentido, los bibliotecarios cubanos deben a María Villar Buceta el ser su primera profesora. Autodidacta, María obtuvo sus conocimientos profesionales a partir del quehacer diario y del estudio sistemático de las mejores experiencias aplicadas en otros países del mundo. Aunque la cantidad de cursos impartidos oficialmente por ella no es una cifra significativa, su labor en la formación de bibliotecarios fue constante. Señalaba Asunción Díaz que María: “… era una maestra nata, habilísima en toda clase de trabajos manuales, generosa hasta lo imposible, y deseosa de transmitir a todos los valiosos conocimientos que había adquirido por esfuerzo propio, pues era autodidacta”.5

Curso de iniciación biblioteconómica

El año 1936 est á marcado en la historia de la profesión como el año del inicio de los estudios bibliotecológicos en Cuba, aunque se tiene información de que, con anteriormnete, en el país se habíanr realizado varios intentos por organizar estudios especializados en el campo de la bibliotecología. Entre ellos, se encuentra el proyecto de un plantel para la preparación de bibliotecarios, concebido por el eminente bibliógrafo Carlos M. Trelles y por Luis Marino Pérez, en 1919; otro proyecto estuvo relacionado con la creación, en 1930, de la Diplomatura de Bibliotecario en el Instituto de Técnicas de Bibliotecas, adjunto a la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana ; el proyecto de Herminio Portell, que tenía previsto no solo fusionar los fondos de la Biblioteca Nacional y los de la Cámara de Representantes, para conformar la primera, sino también crear las carreras de Bibliotecario, Archivista y Conservador de Museo. Estos intentos, aunque no se materializaron por diversas razones, contribuyeron a la formación de la opinión pública sobre la necesidad de la preparación de un personal especializado en Cuba y sentaron las bases de esta labor.

Por eso, en 1936, la sociedad femenina “El Lyceum”, compenetrada con la insistencia de los sectores culturales progresistas por la creación de bibliotecas públicas y de escuelas de biblioteconomía que prepararan personal idóneo, decidió organizar el primer curso sobre biblioteconomía en Cuba, y encargó su realización a María Villar Buceta, quien trabajaba en la biblioteca de esta institución, y mostraba un alto dominio de los conocimientos necesarios para la organización de los fondos y el procesamiento de las colecciones.

En su artículo, “La enseñanza biblioteconómica en Cuba”, María realizó un detallado comentario de las peripecias de ese curso “…tendente a ganar la atención pública, tanto sobre la biblioteca como hecho social de relevante significado, como sobre la mera técnica de su manejo como instituto agente de una sana política educacional ”.19

Fue, en este curso, donde María introdujo, por primera vez en Cuba, la definición de Biblioteconomía. Si bien el concepto entró en circulación en el mundo a fines del siglo XIX y principios del XX, estas ideas no tuvieron aceptación en Cuba por el referido desinterés oficial hacia el desarrollo de esta esfera. María supo manejar el concepto en su justa medida, al definirlo como: “el conjunto de conocimientos teóricos y técnicos relativos a la organización, conservación y administración de una biblioteca”, 12 e insistió además, en la función de ésta como una institución cultural. En referencia a este aspecto, Julio Le Riverend, en su artículo “Vocación de María Villar Buceta” , señaló que para María... “las bibliotecas y los bibliotecarios no podían limitarse a un concepto de servicio profesional, sino que más allá, debían ser centro de promoción y difusión cultural ”.20

El curso de 1936, con un amplio y profundísimo programa de lecciones, reveló las excepcionales cualidades de María Villar Buceta para el desempeño de actividades docentes en el campo de la biblioteconomía. Descubrió un talento y una profundidad de conocimientos increíbles en una mujer de formación autodidacta, además de la perspectiva del futuro bibliotecario, que en aquella época, ella vislumbraba. Pero más que todo eso, el curso y su novel profesora sentaron las bases para la preparación y el desarrollo de cursos sucesivos a cargo de otros destacados profesionales, que serían patrocinados tanto por “El Lyceum” como por otras importantes instituciones culturales del país.

Curso de 1940

En 1938, se celebró en la Universidad de La Habana , la Asamblea Nacional Pro Bibliotecas, un suceso de gran importancia para el desarrollo de la profesión bibliotecaria en Cuba. En el marco de este evento, se fundó la Asociación de Bibliotecarios Cubanos , que decidió “… acometer la empresa de crear con miras a la permanencia de la enseñanza en Cuba, la Escuela de Servicios de Bibliotecas” (Lazcano Pinilla D. Lyceum Lawn Tennis Club en la bibliotecología cubana. [Tesis para optar por el título de Licenciado en Bibliotecología y Ciencia de la Información]. La Habana: Facultad de Comunicación, 2001).

La Escuela tuvo por misión… “echar las bases de una nueva orientación en estos asuntos, estableciendo, por primera vez, en Cuba un centro permanente de estudios en la materia, por su importancia fundamental para todos los tipos de bibliotecas” (Lazcano Pinilla D. Lyceum Lawn Tennis Club en la bibliotecología cubana. [Tesis para optar por el título de Licenciado en Bibliotecología y Ciencia de la Información ]. La Habana: Facultad de Comunicación, 2001).

También, en esta ocasión, fue la sociedad femenina Lyceum Lawn Tennis Club, la encargada de auspiciar en sus locales, el desarrollo del nuevo proyecto impulsor de la formación de profesionales de las bibliotecas.

Las actividades docentes correspondientes al primer curso, ofrecido por la Escuela de Servicios de Biblioteca , comenzaron el 4 de marzo de 1940, y se extendieron hasta el 31 de mayo de ese mismo año.

El cuerpo de profesores estuvo integrado por prestigiosos profesionales: José María Chacón y Calvo, Jorge Aguayo, Antonio Alemán Ruiz, Jenaro Artiles, Isaac T. Cabrera, María Teresa Freyre de Andrade, Fermín Peraza, José Antonio Ramos, Lorenzo Rodríguez Fuentes, Mar ía Villar Buceta y José María Zayas. De este grupo, solo cuatro profesores fungieron como principales y el resto, incluida María Villar, como auxiliares.

La corta duración del curso, no permitía más que trasmitir a los estudiantes nociones elementales de clasificación, catalogación, bibliografía y organización de bibliotecas en términos generales. La cantidad de graduados, por otro lado, era insuficiente para resolver los grandes problemas de organización de nuestras bibliotecas. Si duda, se requería hacer de la formación de bibliotecarios, una actividad constante, que cada día adquiriera un carácter más formal.

Curso de 1943. “Academia Bravo”

Entre 1940 y 1943, se prepararon e impartieron una cantidad considerable de cursos, que denota un creciente interés hacia las cuestiones de formación de personal capacitado para las labores bibliotecarias. Tal es el caso de la Escuela de Servicios de Biblioteca, que desarrolló su segundo curso, entre octubre de 1942 y marzo de 1943.

Tal parece que María Villar Buceta no formó parte del cuerpo de los docentes de este curso o que de igual modo solo fungió como auxiliar; los documentos consultados no consignan ningún detalle al respecto. Su nombre tampoco se encuentra entre los que impartieron el Seminario de Bibliografía Cubana, organizado en mayo de 1943 por Fermín Peraza en coordinación con la Cátedra de Historia de Cuba. Dirigida por el doctor Elías Entralgo, con vistas a corregir la anarquía de buena parte de los estudiantes cubanos en sus métodos de anotación de sus lecturas.

La presunta ausencia de María en los cursos mencionados se debía, tal vez, a su ocupación, en este período, en la organización de la biblioteca del Casino Español. Por otro lado, se sabe que en la etapa señalada, María se hallaba inmersa en la preparación de otro importante intento de contribución a la formación de profesionales de las bibliotecas. Al respecto, en su artículo sobre el desarrollo de la enseñanza biblioteconómica en Cuba, ella señalaba: “ Entretanto, elaborábamos nosotros un pretencioso programa de 96 lecciones para un curso teórico- práctico de biblioteconomía”.19

El curso referido tenía carácter privado. Se impartió en la “Academia Bravo”, situada entre las calles Neptuno y Lucena.

A pesar de la preparación minuciosa del curso, éste, en opinión de María, no resultó exitoso como los anteriores, debido al poco interés de los oyentes. Ella recordaba: “ Fue un rotundo fracaso: a los tres meses el vitalismo de la enseñanza puso en quiebra más de una vocación y la mayoría se resistió pasivamente a pagar por las clases un precio no mayor que el que se abonaba por las clases de corte y costura”.19

Fue una verdadera lástima, porque el curso constaba de 96 aspectos que iban desde los conocimientos de los primeros materiales escriptóreos hasta el procesamiento de los medios audiovisuales, todos permeados por las ideas de avanzada de María. Visto desde la actualidad eran temas muy sencillos, elementales dentro del trabajo bibliotecario, pero la introducción de aquellos nuevos métodos traía consigo nuevas expectativas y con ellas, el rechazo de los que estaban apegados a los viejos sistemas.

Por ejemplo, en cuanto a las ventajas de las fichas catalográficas movibles, María las asumió y logró trasmitir, con visión clara, su importancia para las necesidades bibliotecológicas, así como demostrar que eran más racionales, cómodas y duraderas. Ella subrayaba que el hecho de que los autores y títulos, según el caso, ocuparan un sitio exacto y preciso, era muy ventajoso para la recuperación de la información. Otras de las ventajas señaladas sobre las fichas móviles eran: su posibilidad de estar al alcance del usuario, la capacidad de reflejar fielmente los fondos existentes y su flexibilidad para incluir, las nuevas adquisiciones de la biblioteca. La necesidad de catálogos de fichas móviles, expresada por María, fue apoyada por José Antonio Ramos, quien afirmaba que…”el catálogo es la llave de la biblioteca. No puede abrirse ésta sin aquel. Es el índice indicador de los tesoros que guarda ...” .21

El aporte de María a esa labor consistió no solo en el impulso de la elaboración de esos catálogos, sino también en la formación de los técnicos capacitados para confeccionarlos.

María aprovechó el púlpito que le ofreció la Academia Bravo para nuevamente plantear sus criterios sobre la función social de las bibliotecas, y las definió en su verdadera acepción: “ N i cementerios ni presidios de libros, sino conservatorios del saber y viveros de la cultura”.22

Otro de sus planteamientos durante el curso, estuvieron relacionados con la necesidad de la creación de salas de exposiciones y conferencias en las bibliotecas. Ella reclamaba la protección del libro para que la biblioteca pudiera ser un verdadero instrumento de cultura general, insistía en la necesidad de la creación de cámaras del libro, institutos de las artes gráficas, círculos de lectores, mesas redondas, sociedades de amigos de las bibliotecas, entre otras. Con respecto al financiamiento de estas instituciones, María siempre subrayaba que esta debía ser una responsabilidad directa de los gobiernos.

Otro aspecto en el que María hizo hincapié en el curso, fue sobre la función del bibliotecario. Ella tenía criterios muy sólidos al respecto, acumulados durante años de ejercicio de la profesión. María decía que: Entre el bibliotecario consciente de su misión y los lectores que de él se valen suele establecerse una suerte de intimidad propia a la confidencia -dime lo que lees y sabré quién eres-; empieza por la tímida recomendación de un libro a un lector desorientado o por atenderle un ruego que a veces es una delicada sugestión y otras un descubrimiento, y se acaba por crear una recíproca función vital de vasos comunicantes. 22

Una idea en la que María hizo énfasis especial durante el curso fue la de la “Biblioteca sin paredes”, o como ella la denominaba, la “Expansión bibliotecaria ” , muy desarrollada por aquel entonces en los Estados Unidos y algunos países europeos.

Estos planteamientos muestran que el curso en la Academia Bravo fue, desde el punto de vista de las materias impartidas, uno de los más importantes organizados por María Villar además de ser “el primer intento de instaurar la enseñanza por modo formal en un centro privado de nivel secundario” .19

Después del triunfo de la Revolución , María prosiguió con algunas actividades formativas. Así, al conocer que los trabajadores de la Imprenta Nacional de Cuba, creada el 31 de marzo de 1960, no estaban vinculados al estudio y que era imprescindible adiestrarlos en las técnicas de producción editorial, ella diseñó para el Instituto Nacional de las Artes Gráficas, el llamado “Proyecto de creación”, consistente en clases nocturnas por cuatro cursos. El objetivo del proyecto era dotar al trabajador gráfico cubano de los recursos técnicos necesarios para desempeñar su labor.

Por otro lado, muchos funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores recibieron de María cursos de adiestramiento en el manejo de las fuentes documentales y en el trabajo con los catálogos. Asimismo, ella contribuyó a la formación cultural de muchos de ellos.

Resulta imposible precisar la cantidad de personas iniciadas por María en el trabajo de las bibliotecas o formados como profesionales a la sombra de su sabiduría. Por eso, en reconocimiento de sus méritos docentes, recientemente, la Asociación Cubana de Bibliotecarios tomó la decisión de instaurar, entre otros premios de la profesión, el de “María Villar Buceta,” correspondiente al campo de la enseñanza bibliotecológica.

Investigadores participantes

Arenaida Lefónst Sardiñas

Tamara G. Piñon

Julian R. Álvarez López

Magalis Hernández

Referencias bibliográficas

1. Rodríguez García D. María Villar Buceta, bibliotecaria. Disponible en: http://www.atenas.cult.cu/macorix/docum/personas/mariavb/artic/mvbibt.htm [Consultado: 20 de enero del 2005].

2. Roig de Leuchsenring E. El Grupo Minorista de intelectuales y artistas habaneros. La Habana: Oficina del Historiador de la Ciudad , 1961. p. 31.

3. Roa R. Retorno a la alborada. La Habana : Ciencias Sociales, 1977. p.223.

4. Varona EJ. Sobre Unanimismo de María Villar Buceta. Social 1928;13(6):14.

5. Chacón Nardi R. María Villar Buceta: momentos de su vida. Bohemia1977;69(31):24.

6. Orovio H (comp.) Poesía y carácter. La Habana : Arte y Literatura, 1978.

7. Augier A. Por la alta vida pura de María Villar Buceta. La Habana : Casa de las Américas 1977;18(104):151.

8. Medina W. Un sueño de tierra adentro: María Villar Buceta. Revolución y Cultura 1975; (34):56.

9. Villar Buceta M. La derogación de la Enmienda Platt : un error de cálculo diplomático. Masas 1934; 8 de agosto.

10. Villar Buceta M. Lo Negro, provincia humana. Adelante 1936;2(18):6.

11. Villar Buceta M. Estampa en negro de Gorki. Mediodía 1936;2(7):13 de junio.

12. Rodríguez García, Dania. María Villar Buceta: bibliotecaria. [en línea]. Disponible en: http://www.atenas.cult.cu/macorix/docum/personas/mariavb/artic/mvbibt.htm [Consultado: 6 de enero del 2004].

13. Ramos JA. Epítome de biblioteconomía. Revista Bimestre Cubana 1940; XL(3):343.

14. Ortíz F. La decadencia cubana. Revista Bimestre Cubana 1924;19(1):17.

15. Le Riverend J. Historia de Cuba. La Habana : Pueblo y Educación, 1977. t.4. p. 47.

16. Comitté France-Amérique de la Havane. Bibliotecas de Cuba. Comitté France-Amérique de la Havane. La Habana: Editorial Hermes, 1935.

17. Aguayo J. Consideraciones sobre las bibliotecas de Cuba. Revista Bimestre Cubana 1948;61(1-6):36.

18. Fernández Robaina T. Carlos Manuel Trelles y las bibliotecas. [s.l] : [s.n], 1987. p. 91.

19. Villar Buceta M. La enseñanza biblioteconómica en Cuba. Boletín de la Asociación Cubana de Bibliotecarios 1949; 1(3-4):93.

20. Le Riverend J. Vocación de María Villar Buceta. Revolución y Cultura 1978;(42):31.

21. Serís H. El arte de manejar los libros. Revista Bimestre Cubana 1937;39(1-6):178-96.

22. Villar Buceta M. Lectura y conversación. Revista Futura 1947;1(1):7.

Recibido: 25 de enero del 2006. Aprobado: 14 de febrero del 2006
MsC. Zoia Rivera. Departamento de Bibliotecología y Ciencia de la Información. Facultad de Comunicación. Universidad de La Habana. Calle G No.506 entre 21 y 23, El Vedado, Plaza de la Revolución. Ciudad de La Habana ,Cuba. CP 10 400. Correo electrónico: zoia@infomed.sld.cu

 

*Es una versión reducida del trabajo de diploma presentado en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana en el año 2004, por Martha Rodríguez Cruz , para optar por el título de Licenciada en Bibliotecología y Ciencia de la Información , titulado “María Villar Buceta: la primera profesora de Biblioteconomía  en Cuba”, realizada por el licenciado Rubén Cañedo Andalia. Su texto completo puede consultarse en la biblioteca de la citada institución.

1Licenciada en Bibliotecología y Ciencia de la Información.
2Master en Comunicación. Profesora Auxiliar. Bibliotecología y Ciencia de la Información. Facultad de Comunicación. Universidad de La Habana.

Ficha de procesamiento

Clasificación: Artículo histórico.

Términos sugeridos para la indización

Según DeCs1

PERSONAJES; BIBLIOTECAS; CUBA.
FAMOUS PERSONS; LIBRARIES; CUBA.

Según DeCI2

PERSONAJES; BIBLIOTECAS; CUBA.
FAMOUS PERSONS; LIBRARIES; CUBA.

1BIREME. Descriptores en Ciencias de la Salud (DeCS). Sao Paulo: BIREME, 2004.

Disponible en: http://decs.bvs.br/E/homepagee.htm

2Díaz del Campo S. Propuesta de términos para la indización en Ciencias de la Información. Descriptores en Ciencias de la Información (DeCI). Disponible en: http://cis.sld.cu/E/tesauro.pdf