Actualmente, el escenario de educación universitaria determina que la formación se articule en torno a la adquisición de competencias y en función de los diversos perfiles profesionales que existen. Sin embargo, en el caso específico de la traducción médica, apenas se han realizado investigaciones de este tipo. Los trabajos existentes se centran en describir las competencias o el perfil que debería tener el traductor médico, según la intuición o experiencia personal, pero no en datos empíricos que puedan corroborar de manera más objetiva cualquier valoración.1
La traducción médica es, sin dudas, una actividad fundamental para el desarrollo de la comunicación y el conocimiento médico en todas sus vertientes: la investigación clínica, el desarrollo de medicamentos, la educación del paciente, la promoción de salud y la atención sanitaria; de igual manera, el sector editorial también se revela como uno de los más fructíferos en este sentido. En organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se traducen anualmente un generoso volumen de documentos. Asimismo, otros sectores, como los centros de investigación, hospitales o universidades, generan diariamente gran cantidad de información médico-sanitaria que necesita traducirse por diversas razones.1
Desde un punto de vista disciplinario y por la relación que tiene con la traducción científico-técnica, la traducción médica ha quedado relegada a una subespecialidad. Sin embargo, la opinión de académicos y profesionales evidencia la pertinencia de conferir a la traducción médica una atención especial por disímiles motivos, entre los que se pueden mencionar: su complejidad, su demanda en el mercado o sus características específicas. Estas razones antes mencionadas ponen de manifiesto la necesidad de contar con profesionales cualificados y específicamente formados en estas tareas.1
Lo cierto es que en la mayoría de los casos las competencias del traductor médico emanan de una polémica dicotomía ampliamente debatida en la bibliografía revisada: qué profesional se ajusta mejor al ejercicio de esta actividad, el formado en Medicina o ciencias afines con conocimientos lingüísticos, o el formado en traducción o Filología con conocimientos médicos y científicos.2
Muchos son los que coinciden en que no se puede hablar de la definición de competencia aplicándola al ámbito de la traducción sino se tienen en cuenta estas tres cuestiones: el desarrollo de modelos psicológicos del proceso de traducción, la evaluación de la calidad de la traducción como producto y, muy especialmente, la formación de los traductores.
En el contexto universitario se añade a la definición el papel de reconocer y legitimar los conocimientos necesarios para la realización eficaz de una actividad, en este caso la operación traductora en un contexto profesional. De esta forma, la noción de competencia traductora se adapta al contexto educativo de enseñanza-aprendizaje de la traducción.2
Para los traductores cubanos, en especial para los traductores médicos, resultan referentes principales los estudios efectuados por el profesor cubano Rodolfo Alpízar Castillo, terminólogo por excelencia, y el Dr. Fernando A. Navarro, médico español, traductor, lexicógrafo y estudioso del lenguaje científico. Otros autores como Amparo Hurtado, traductora y académica española, considerada además referente obligado de la teoría de la traducción también han contribuido a su conceptualización.
De acuerdo con Hurtado: «la traducción se entiende como una habilidad, un saber hacer que consiste en saber recorrer el proceso traductor, lo que se adquiere fundamentalmente por la práctica (la competencia traductora)».3
A diferencia de lo que se suele creer, dominar uno o varios idiomas y tener cierto conocimiento básico de la lengua materna y del idioma al cual se va a traducir, no son condiciones suficientes para poder traducir un texto científico. Para ello, se necesita contar con una competencia traductora, entendida esta como: «el conjunto de capacidades, destrezas, conocimientos y actitudes necesarios»,4) y tener o adquirir diversas subcompetencias para que este proceso se realice con eficacia: subcompetencia bilingüe, extralingüística, de conocimientos sobre traducción, instrumental, estratégica y con componentes psicofisiológicos.4,5
Por la importancia de este modelo, se han confeccionado programas de estudios que buscan formar traductores cada vez más competentes y especializados en Medicina.
Ser traductor médico no es un asunto sencillo, va más allá de todos los conocimientos profesionales, de la competencia traductora o las subcompetencias. Esta labor demanda una superación y autopreparación constante y un interés tanto por el aspecto terminológico como también por el tema que se traduce.6
El traductor médico debe ser un profesional con un vasto dominio de la terminología y la fraseología médicas, tener una excelente capacidad de documentación (uso de bases de datos y consulta de textos paralelos), conocimientos de conceptos médicos básicos, capacidad de lidiar con la mala calidad en la redacción de los textos originales, trabajo en equipo y en colaboración, debe poseer conocimientos de más de una lengua y que en su haber tenga las competencias necesarias para comprender un texto de partida escrito en una lengua diferente a la materna, y las competencias de expresión en la lengua de llegada.1
Adicionalmente, el traductor debe poseer conocimientos extralingüísticos sobre las culturas de las lenguas involucradas en la traducción, en dependencia de la temática y el tipo de texto.1
De igual manera, un traductor también debe tener presentes estos elementos con el fin de garantizar el éxito en su labor: el conocimiento del mercado laboral, las estrategias para saber documentarse, el uso de herramientas informáticas y las habilidades suficientes para solucionar problemas de traducción.1
Tiene que equiparse con algunos recursos básicos de información: Diccionario de la Real Academia Española (http://www.rae.es/), Diccionarios Collins (https://diccionario.reverso.net/), Dicciomed (https://dicciomed.usal.es/), Wordreference (http://www.wordreference.com/), Glosario de anglicismos en el español médico (http://anglicismos.vcl.sld.cu/?mod=home), Diccionario Linguee con mil millones de traducciones disponibles (https://www.linguee.es/) y Glosario de palabras de traducción engañosa (http://www.cpicmha.sld.cu/bvs/ObrasReferencia/glosariopalabras/index.html), Glosario de Términos Farmacológicos (http://glosario.sld.cu/terminos-farmacologicos/) , Glosario Estomatológico Cubano (http://www.bvscuba.sld.cu/2017/11/20/glosario-estomatologico-cubano/) y Glosario de siglas y otras abreviaturas de las ciencias médicas (http://temas.sld.cu/traducciones/recursos-de-informacion-7/glosarios/). Tener acceso a herramientas de traducción como los traductores automáticos Opentrad (https://www.opentrad.com/), PROMT (https://www.online-translator.com/) y Reverso (https://www.reverso.net), pero fundamentalmente tiene que estar continuamente familiarizándose con algunos sitios de interés como los blogs: «El idioma y la medicina», «Laboratorio del Lenguaje», el Boletín «Fundación del español urgente», la Revista Panacea y Tremédica, y consultar textos paralelos en la lengua materna que aportan resultados más fiables y mejores que los propios diccionarios técnicos.7
La organización de todos estos elementos y su consecuente implementación en los procesos de traducción garantizan el aprovechamiento de recursos y de tiempo, lo cual se traduce en mejoras en la calidad del propio proceso de traducción con la presencia de resultados óptimos.