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Humanidades Médicas
versión On-line ISSN 1727-8120
Rev Hum Med v.5 n.2 Ciudad de Camaguey Mayo-ago. 2005
Reseña |
Una obra que todo humanista médico debe conocer: Vida y obra del sabio médico habanero Tomás Romay Chacón, por José López Sánchez. 2da. edición. La Habana: Editorial Científico-Técnica; 2004. 308 p. |
Autor |
Lic. José Antonio López Espinosa. Especialista en Información Científico-Técnica. Investigador Agregado. Sección de Humanidades Médicas de la Universidad Virtual de Salud de Cuba. Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas. |
Seleccionado, por su trascendencia en la investigación histórica, para formar parte de la colección Biografía de la Editorial Científico-Técnica, se presentó el pasado febrero en la Feria del Libro de La Habana la segunda edición de Vida y obra del sabio médico habanero Tomás Romay Chacón, obra que constituye una de las contribuciones más importantes del doctor José López Sánchez (1911-2004) a la historia de las ciencias.
Tomás Romay Chacón estuvo ligado de forma íntima a la historia de Cuba desde su nacimiento en 1764, coincidente con las primeras manifestaciones de civilización de la isla durante la segunda mitad del siglo XVIII, hasta su muerte en 1849, cuando habían ya surgido las ideas separatistas y la intención de lograr una república independiente. ¡Y qué decir de sus aportes a la Medicina cubana! A Romay le debe ésta el carácter científico de su estudio y ejercicio. Fue él el iniciador de la bibliografía médica nacional con la publicación en 1797 de su memoria Disertación sobre la fiebre maligna llamada vulgarmente vómito negro, enfermedad epidémica de las Indias Occidentales. También saneó el ambiente con la introducción de la enseñanza y práctica de la higiene pública y, en colaboración con el Obispo Espada, erradicó la perjudicial costumbre de enterrar los cadáveres en las iglesias, para lo cual orientó la construcción de un cementerio en La Habana. Por otra parte propagó las nuevas doctrinas médicas de su época y dio a conocer a sus colegas cubanos la obra de connotados autores médicos de otras partes del planeta. A fuerza de anhelo, de lucha y de constancia propagó también la vacuna antivariólica durante más de 30 años, lo que constituyó un episodio cimero en su vida de médico y lo convirtió en un gran higienista de América. Su abnegado tesón por traer la vacuna a la isla con su propio esfuerzo, revela claramente su protagonismo en la consolidación de los elementos forjadores de la nacionalidad cubana, a la vez que da fe de su condición de gran humanista médico. Ejerció una influencia fundamental en el mejoramiento de la enseñanza de la Medicina, al abogar por el estudio de la Anatomía en el cadáver y el de la Clínica en las salas de los hospitales y llevar a los estudiantes de la oscura y polvorienta Universidad escolástica a las aulas luminosas del anfiteatro, a las salas de los enfermos y a la morgue para practicar las autopsias.
Romay fue además periodista y, como tal, uno de los fundadores del Papel Periódico de La Habana, la primera publicación periódica cubana, en la cual escribió numerosos artículos de carácter científico y literario. Como hombre público desempeñó importantes cargos políticos. En sus características personales descollaron la modestia y la bondad, el desinterés y el agradecimiento, la virtud y el altruismo. Fue, en resumen, un hombre estudioso y culto que a fuerza de voluntad, supo siempre encontrar la forma para poder mirar más lejos, en busca siempre de mayor claridad en provecho del progreso de su patria y del bienestar de sus semejantes.
Todas estas facetas de Romay, y muchas otras, están caracterizadas en detalle y con gran belleza literaria a lo largo de las 308 páginas de que consta el libro objeto de este análisis. En él el doctor López Sánchez dio muestras de su personalidad orientada a la confianza en los valores humanos y consagrada a la historia de las ciencias en general y de la Medicina en particular. No por gusto se considera a este autor uno de los más brillantes investigadores históricos cubanos del siglo XX, en especial en lo que respecta a personajes y tópicos de la Medicina cubana. Es digno de encomio el modo con el que juzgó hechos para llegar a conclusiones demostrativas de que Romay fue uno de los grandes precursores de la nacionalidad cubana.
Los antecedentes de esta obra datan de más de medio siglo, pues en 1949 el doctor López Sánchez envió el manuscrito titulado Romay fue un iniciador -en esencia con el mismo contenido- a un concurso convocado por el Colegio Médico Nacional y obtuvo el Premio Federación Médica de Cuba, que ofrecía anualmente dicha organización a la mejor obra exaltadora de los médicos y la Medicina. En 1950 el autor recibió por el libro, ya con el título de Vida y obra del sabio médico habanero Tomás Romay Chacón, el Premio Francisco González del Valle, que otorgaba la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales al aporte más importante de cada año a la historia de Cuba.
En 1964 salió a la luz una edición de la misma obra, cuidadosamente revisada por el autor, quien para la ocasión introdujo algunos cambios en la ordenación del contenido, en la caracterización del período histórico en que inició Romay sus actividades y en lo relativo a las ideas filosóficas del sabio. Esta edición se publicó con el título de Tomás Romay y el origen de la ciencia en Cuba para conmemorar el centenario de su natalicio y promover interpretaciones histórico-materialistas más acabadas en cuanto al proceso de surgimiento de la nacionalidad cubana.
El contenido de esta edición de 2004 corresponde al de la publicada por la Editorial Librería Selecta en 1950. Los únicos cambios que presenta con respecto a aquella, se reducen a las indispensables correcciones propias del proceso editorial actual.
Como bien expresara el periodista Guillermo Gener, en un artículo que publicó en el diario Prensa Libre el 31 de enero de 1951: Al escribir su libro, López Sánchez no pudo sustraerse a la influencia de su especialidad en la Medicina (la Dermatología), pues hurgó en la vida y la obra de Tomás Romay con la misma acusiosidad y el propio interés científico con el que examinaba con la lupa un trozo de piel para confirmar un diagnóstico. Ello lo condujo a un logro antes insospechado, pues con datos precisos y clarividentes agregó mucho valor a la labor científica, literaria, patriótica y revolucionaria de este reputado médico cubano de la segunda mitad del siglo XVIII y primera del XIX.
Por eso, el lector que recorra los 18 capítulos y la extensa bibliografía de este libro, se dará cuenta que, por su contenido y por su prosa fácil y elegante, es una obra medular que todo humanista médico debe conocer, pues vino a llenar un espacio en blanco en las páginas de la historia de Cuba, el cual pertenecía justamente al fecundo quehacer del humanista médico Tomás Romay, y que vino a ser cubierto gracias a la habilidad, la perseverancia y la pluma de otro prolífico humanista médico como fue el doctor José López Sánchez.