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Revista Novedades en Población

versión On-line ISSN 1817-4078

Rev Nov Pob vol.13 no.26 La Habana jul.-dic. 2017

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Los estudios del trabajo en Cuba. Una sistematización teórico-metodológica

 

Studies of work in Cuba. A theoretical-methodological systematization

 

 

Dianné Griñan Bergara*
Teresa Muñoz Gutiérrez**

 

 

Recibido: 20 de agosto de 2017
Aceptado: 12 de octubre de 2017

 

 


RESUMEN

El trabajo en Cuba constituye una problemática central en el orden social y académico. Este artículo realiza un recorrido sociohistórico y teórico metodológico por el proceso de institucionalización de los estudios sociales del trabajo en Cuba como campo científico en el período 1959-2010. Partiendo de una concepción amplia de los estudios sociales del trabajo como fundamento teórico, y de la teoría de los campos de Pierre Bourdieu como fundamento metodológico, se presenta una autognosis sociológica desde la perspectiva de la Sociología del Conocimiento.

Los resultados de investigación permiten afirmar que durante la década de los 60 el pensamiento producido en el campo se caracterizó por una amplia gama de temáticas que respondían a las necesidades históricas de la construcción de una nueva sociedad. En la década de los 70, cuando comienza la institucionalización y la capacitación para la investigación, se produce un cambio temático a partir de las influencias teóricas y metodológicas de los países socialistas, por la inserción de Cuba en el CAME. En la década de los 80 se dan otros pasos en la institucionalización del campo de los estudios sociales del trabajo, que, acompañados de las demandas de las problemáticas socioeconómicas, permitieron el desarrollo del pensamiento para finales de la década. De 1990 en adelante es el período de consolidación de la institucionalización. Comienzan a abandonarse las categorías y métodos soviéticos, aparecen nuevos temas, se utilizan nuevos métodos de estudio, y se introducen elementos de conflicto y de cambio en el discurso.

Palabras clave: proceso de institucionalización, estudios sociales del trabajo, campo científico.


ABSTRACT

Work in Cuba is a central issue in the social and academic order. This article presents a socio historical and theoretical methodological journey through the process of institutionalization of social studies about work in Cuba as a scientific field in the period 1959-2010. Starting from a broad conception of social studies about work as a theoretical foundation, and from Pierre Bourdieu's field theory as a methodological foundation, a sociological self-diagnosis is presented from the perspective of the Sociology of Knowledge.

The research results allow affirming that during the 60s the thought produced in the field was characterized by a wide range of themes that responded to the historical needs of the construction of a new society. In the decade of the 70s, when the institutionalization and training for research began, a thematic change took place from the theoretical and methodological influences of the socialist countries, due to the insertion of Cuba in the CAME. In the 1980s, other steps were taken in the institutionalization of the field of social studies about work, which, together with the demands of socio-economic problems, allowed the development of thought by the end of the decade. From 1990 onwards is the period of consolidation of institutionalization. Soviet categories and methods begin to be abandoned, new themes appear, new methods of study are used, and elements of conflict and change in discourse are introduced.

Keywords: institutionalization process, social studies about work, scientific field.


 

“…el investigador social no tiene más remedio que preguntarse a sí mismo con qué instrumentos y datos cuenta, por qué los ha elegido (si ha tenido realmente oportunidad de elegir), y cómo ha sido su asunción de instrumentos y datos; qué prejuicios tiene frente a todo ese trabajo y a sus resultados probables, y qué espera de él el medio en que trabaja y vive. Esta autoinspección puede ser a veces dolorosa ―cuando lleva a abandonar la dulce morada de la inocencia―, pero significa, a la altura de las experiencias que ya hemos logrado, la probabilidad de alcanzar mayores y más profundos niveles en el trabajo de conocimiento social. Y la de hacer eficaz y mejor fundada la relación entre la conciencia del investigador y la actividad científica que realiza, una relación ineludible que ninguna “neutralidad científica” puede ocultar, y que más vale entonces tender a gobernar en vez de ser juguete en ella”

Fernando Martínez Heredia

 

 

INTRODUCCIÓN

El estudio de la naturaleza social de la ciencia (relación ciencia-sociedad) resulta relevante para valorar y determinar los procesos de avance y retroceso de los diferentes campos de producción científica. En Cuba la producción de conocimiento en Ciencias Sociales se ha caracterizado por un discurso que situó a la realidad cubana en el centro de sus reflexiones. Ello ha marcado la demanda de conocimientos y las respuestas que se organizan desde diferentes miradas disciplinares acerca de un tema o de una relación de fenómenos y procesos. Estas en su devenir histórico han privilegiado unas u otras problemáticas desde sus perspectivas de acercamiento a cada uno de los objetos y, por supuesto, un campo de conocimientos que se ha visto visitado e intervenido por varias disciplinas científicas.

En el caso de los estudios del trabajo se puede constatar su presencia desde los albores de la ciencia en el país. Los desarrollos disciplinares marcharon paralelamente en muchos casos, unos tienen mayor visibilidad en la construcción de los discursos, existen superposiciones entre las perspectivas analíticas, y se presenta cierta disparidad en los procesos de institucionalización.

La Sociología participa en la conformación de este arsenal temático, teórico-metodológico y práctico con características muy específicas, reconocido el hecho de que su ritmo y cualidad, en cuanto a aportaciones en el desarrollo del pensamiento y sobre todo la visibilidad de esos tributos, a partir del contexto histórico-político de producción del conocimiento, ha resultado bien particular, y por muchos años, sobremanera intermitente. El hecho de tener la capacidad, mediante la Sociología del Conocimiento, de hacer autognosis de lo producido en el campo de los estudios sociales, además de sus estudios sustantivos sobre el trabajo, justifica la pertinencia de estas aproximaciones.

No puede obviarse que las múltiples áreas de la investigación social se han ampliado o restringido en un estrecho vínculo con los procesos de toma de decisiones en el país y sus contextos. Entre otros factores la naturaleza y centralidad de la problemática del trabajo dentro de la construcción del socialismo en Cuba han favorecido, o entorpecido, la formación de este campo de estudios y las diversas disciplinas sociales dentro de él. Particularidades en cuanto a su configuración en relación con los procesos de institucionalización, y el espacio a su interior de la teoría y práctica sociológicas, es una de las problemáticas que se abordan en este artículo.

Dar respuesta al objetivo planteado no constituyó una tarea fácil, teniendo en cuenta la dificultad que representa en su tratamiento la necesidad de remisión a un contexto económico, político y social que descubre una realidad empírica inmersa en un proceso de actualización del modelo de desarrollo en el país, donde la problemática del trabajo y su organización han sido centro de los cambios económicos que se van produciendo, y denota impactos sociales negativos para determinados sectores de la población.

Por su protagonismo y aportes al conocimiento científico en el tema, se seleccionaron para realizar el estudio: el Instituto Nacional de Investigaciones Económicas, el Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana, el Instituto de Estudios e Investigaciones del Trabajo, y el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas.

 

LA DÉCADA DE 1960  

El triunfo revolucionario del primero de enero de 1959, transformación radical producida en todas las esferas de lo social, trajo consigo una etapa de formación masiva de profesionales, a raíz de la salida del país de muchos de estos, durante los primeros años de la Revolución. Entre las acciones realizadas en el campo de los estudios sociales del trabajo durante el período, se destaca su participación en dicho proceso, con la formación y adiestramiento de profesionales y técnicos en organización del trabajo, relaciones laborales y otras especialidades afines, como parte del Programa Nacional de la Economía de1962, para crear una base de conocimientos que permitiera en la década posterior, la formación de una cultura científica acerca de los procesos de trabajo y su organización.

A Cuba llegaron especialistas de los países de Europa del Este para impartir las diferentes materias y mostrar sus experiencias. Se puede decir que esta fue una de las primeras formas en las que se introdujo, no solo su literatura, sino también sus modelos organizativos. Por tanto, se priorizó la calificación del personal sin una simultaneidad con la creación hacia adentro de una base teórica, conceptual y metodológica, situación que se favoreció por la lectura de los manuales y no de los clásicos.

Por otra parte, la necesidad de impulsar y realizar cambios profundos en la estructura de las relaciones sociales, contribuyó al intercambio rápido y directo entre la investigación y la implementación de políticas (Martín, 1998-1999). El desarrollo e institucionalización hasta el momento de las diferentes disciplinas científicas que constituían el campo de los estudios sociales del trabajo, influyó en la presencia de unas más que otras en el proceso de intercambio entre la ciencia y la concreción de las políticas. Situación que vislumbraba la posición de las mismas en la estructura de las relaciones disciplinares en el campo para el momento.

 La Sociología fue una de las más afectadas en este sentido por el retraso en el proceso de su institucionalización.[1] Esto constituyó una limitación para el desarrollo temprano de la Sociología del Trabajo en el país, desde el punto de vista teórico, metodológico y práctico. Al mismo tiempo fue una contradicción, si se tiene en cuenta que las necesidades históricas desde el punto de vista del pensamiento, señalaban la escasez de profesionales y estudiosos, entre ellos los dedicados al trabajo, siendo este un momento de agitación investigativa.

La situación en América Latina con el proceso de institucionalización de los estudios sociales del trabajo y de la Sociología del Trabajo dentro de ellos por esta etapa, era de conformación en unos países y consolidación en otros. Pero de manera general, en el continente no puede hablarse de un proceso maduro. Se desarrollaron investigaciones empíricas y reflexiones teóricas sistemáticas en universidades e institutos de investigación, con un fundamento desde el punto de vista teórico general en el estructuralismo cepalino y la teoría de la modernización. Los estudios de la época se encaminaron hacia los temas de las actitudes, el comportamiento político-sindical, el nivel de conciencia de la clase trabajadora y la relación entre los sindicatos y el Estado, utilizando el herramental analítico de la Sociología Industrial Norteamericana y la Sociología del Trabajo de la escuela francesa.

Puede decirse que, para aquel período práctico e institucional de los estudios sobre el trabajo en Latinoamérica, Cuba era de los países más rezagados; pero al mismo tiempo las líneas de pensamiento e investigación más consolidadas en el continente latinoamericano eran incongruentes con las necesidades del país y las experiencias de transformación social. El mayor desarrollo se identificaba en Brasil, cuyos puntos de vista eran incompatibles con la plataforma programática de corte marxista con que se acometerían los cambios en Cuba.

El trabajo como problemática social dentro del campo en el país, llegó a los 60 desde el punto de vista teórico, como una reivindicación social obrero-campesina, aunque las temáticas fueron diversas desde sus primeros pensadores. La influencia de las teorías cepalinas se reflejó en las propuestas que abordaban la necesidad de industrializar el país para el desarrollo, y al mismo tiempo se proponía la ruptura de la dependencia de Cuba al capital extranjero y sobre todo al norteamericano.

El marxismo constituyó un enfoque teórico-práctico que refuerza la idea de la dependencia, y al interior de este sistema de ideas, se continúa la línea que se desarrollaba desde antes de 1959 (el análisis de la cuestión obrera, las contradicciones trabajo-capital y las contradicciones basadas en las relaciones de propiedad); sin embargo, no se estableció un vínculo estrecho entre estas problemáticas y el trabajo como un proceso de producción social de bienes materiales y espirituales, no se profundizó en las condiciones enajenantes del trabajo en Cuba a partir de un análisis profundo del proceso productivo.

No hubo un debate conceptual profundo alrededor de la teoría marxista, en concordancia con su necesidad para el momento y prevaleció su asunción para la práctica social transformadora que reclamaba la Revolución. Las urgencias prácticas sustituyeron el debate teórico, eran tiempos de experimentación y de búsqueda de caminos para la construcción de la nueva sociedad. La problemática del trabajo era un fundamento esencial en el diseño del futuro del país. Así, temas como el significado del trabajo como categoría de lo social, y como actividad vital que se configura en un proceso productivo con características específicas, relacionado con la estructura social de clases, fueron aceptados por una mayoría, pero fue escasa la reflexión crítica en este sentido.

La identificación de los problemas nacionales como una consecuencia de las estructuras del poder, para poner en el centro la importancia de la independencia económica y política del país, exigió desde el punto de vista teórico ir a la causa del problema: la dominación del imperialismo y la dependencia. Es por ello que esta etapa no se considera aún de institucionalización, sino de reconocimiento de las problemáticas relacionadas con el mundo del trabajo.

La aplicación práctica de los conocimientos durante los 60 fue una dimensión de la institucionalización del campo que se adelantó a la aparición de las instituciones, como una característica de la época en que la práctica se encontraba por encima de la producción teórica dado el contexto.[2] Esta peculiaridad del estado del campo para entonces refleja el espíritu de cambio que predominaba en el país, la voluntad política para vincular a la ciencia con el cambio social e incorporarla a los procesos de toma de decisiones, otorgando legitimidad a los temas en discusión. Dentro del análisis del proceso de institucionalización de la investigación científica bajo la perspectiva de los campos, estos elementos se consideran relevantes para comprender la historia de la formación del campo de los estudios sociales del trabajo en Cuba, pues a partir del período que se analiza, el intercambio ciencia-sociedad y ciencia-poder político van adquiriendo características muy específicas en cuanto a la búsqueda de consensos y a la cooperación. La necesidad de sostener esa relación en el tiempo y hacerla cada vez más constante y efectiva, será a partir de entonces una demanda de los actores del campo que estará caracterizando la construcción de intereses comunes.

La producción científica además tenía beneficiarios concretos: los ejecutores de las políticas, y la sociedad misma. Siendo así, la aplicación en la realidad empírica de los conocimientos producidos en el campo, estuvo caracterizada por una jerarquización de problemáticas a partir de los cambios a priorizar en aquel momento. Fueron las temáticas de mayor presencia durante el período precedente al triunfo revolucionario,[3] las que prevalecieron en el debate y los cambios de la década de los 60.

En la revista Cuba Socialista se reflejaron los principales debates de la época, y entre ellos los del trabajo. Se discutieron problemas macro sociales y se tomaron medidas que se consideraron centrales por la necesidad de salir del subdesarrollo, superar la dependencia económica y transformar las relaciones sociales capitalistas. Destacan la solución de problemas tales como: la vivienda; la educación; la cultura; las tarifas de los servicios públicos; los males sociales generados por el ejercicio legalizado de las apuestas, la lotería nacional y la prostitución; la socialización del espacio público, etcétera (Castro, 1975). Arrojados por el campo de los estudios sociales del trabajo, que además fueron enriquecidos por el carácter revolucionario de las medidas tomadas, y por la formación marxista de los líderes de la Revolución fueron: el desempleo, la industrialización, la propiedad sobre la tierra y la mano de obra, la remuneración del trabajo, la seguridad social del trabajador y la dependencia al capital norteamericano, temáticas rescatadas del pensamiento social cubano anterior a 1959 y de incidencia en la realidad social.[4]

Otros problemas abordados merecen un tratamiento independiente, porque constituyeron reflexiones medulares en la década de los 60, y quedaron sintetizadas en cómo dirigir la economía cubana para la construcción socialista.

Lo anterior suponía: superar los antagonismos de las relaciones sociales capitalistas y la enajenación del trabajo, así como impulsar el desarrollo del país. La búsqueda teórica para definir los caminos del socialismo en Cuba hacia dicha dirección, constituyó una exigencia político-económica que impulsó un salto cualitativo para el campo de los estudios del trabajo, y se perfiló en dos posturas: la del Cálculo Económico, representada por Carlos Rafael Rodríguez, y la del Sistema Presupuestario de Financiamiento, representada por Ernesto Guevara.[5]

Las ideas que giraban en torno a los sistemas de dirección de la economía mencionados se desarrollaron a partir de cinco ejes temáticos centrales:

1. El papel de la ley del valor en el socialismo.

2. Las funciones y espacios económicos entre el mercado y la planificación.

3. La ganancia o el costo de producción para medir la eficiencia económica.

4. La mayor o menor autonomía empresarial y si debían existir o no relaciones
mercantiles entre ellas.

5. El papel de los estímulos materiales y morales (Silva, 1998).

Estas reflexiones sobre cómo dirigir la economía cubana tenían estrecha relación con los procesos de trabajo, y con las relaciones que se establecen en torno a los mismos. Implicaban el cómo considerar el aporte del trabajador a la producción, su remuneración, qué criterios utilizar para estimular su aporte, es decir, cómo abordar el principio socialista de distribución. Pero, además, involucraban la delimitación de las relaciones y funciones de la futura empresa estatal socialista (cuyas bases se asentaban para su conformación con los cambios en la estructura de la propiedad industrial y agraria) y del Estado, en lo relacionado al funcionamiento de las empresas, su producción y productividad para el desarrollo socioeconómico del país.

La posición asumida por el Che pretendía salvar la dirección económica de Cuba del lastre de la racionalidad capitalista. Su postura se resumía en categorías encaminadas a la construcción del comunismo simultáneamente a su base económica. Fueron centrales desde su visión: el hombre nuevo, conciencia, moral de trabajo, actitud laboral, conducta laboral, disciplina del trabajo, etc., las cuales quedaron reflejadas en las investigaciones realizadas por el Ministerio de Industrias. Precisamente en dicho ministerio, otros estudios han identificado importantes investigaciones acerca del trabajo en la década (Martin, 1998-1999). El uso de las categorías mencionadas refleja el acompañamiento que la investigación social realizaba desde lo teórico-conceptual a las transformaciones de la época y al proyecto social en construcción, aunque no se debe desestimar que durante ese período los hacedores y ejecutores de políticas estaban inmersos en muchos de los procesos de investigación, en el diseño de ideas, en la generación de un pensamiento social. Los límites eran difusos entre políticos y actores del campo científico. 

El carácter público y abierto de estos debates permitió la difusión en sociedad de los principales temas que se abordaron para dirigir la economía del país, y al mismo tiempo socializaba el pensamiento científico en torno a los temas relacionados con el campo de los estudios sociales del trabajo, dándoles reconocimiento social y legitimidad. El protagonismo de Carlos Rafael y de Ernesto Guevara dentro del campo de los estudios sociales del trabajo en la época, y la identificación de las posturas en el debate a partir de estas figuras (que además tenían cargos en la estructura del campo del poder), es una particularidad del campo de los estudios sociales del trabajo de esta década que se sigue reconociendo a través de la historia. Esto ilustra dos características que definieron el estado del campo en la década de los 60:

1. la relación entre la autoridad científica de los actores y su relación con la estructura del campo del poder;

2. la legitimidad científica de los actores del campo como legitimadora de problemáticas de estudio.

La importancia de estas características que definen la estructura de las relaciones en este estado del campo de los estudios sociales del trabajo, radica en que lo definen como un campo legítimo de las Ciencias Sociales, con particularidades de funcionamiento y de expresión de determinado tipo de relaciones, cuando aún no se había institucionalizado. Ya en ese tiempo se manifestaban formas de reconocimiento de la autoridad científica de los actores del campo, y se van estableciendo criterios de fundamentación de la legitimidad de temas más que de disciplinas, dado el estado de institucionalización del campo que lo hace más difícil de distinguir.

 

LA DÉCADA DE 1970

Para comprender el lugar del trabajo y su concepción dentro del campo en este período, no puede obviarse el fracaso de la zafra de 1970. A partir de entonces sería de gran importancia no solo organizar la política socioeconómica del país de manera coherente, y la inserción en el mercado internacional, sino también penetrar al interior del proceso de trabajo, regularlo, normalizarlo, organizarlo, como una garantía de productividad y eficiencia.

En medio de estas necesidades tiene lugar la entrada de Cuba al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), lo que significó la consolidación y desarrollo de los intercambios con los países socialistas. Esto tuvo gran repercusión en el campo de los estudios sociales del trabajo, porque la concepción del trabajo cambia, o se amplía, en el plano teórico-práctico, y se comienzan a perfilar criterios teóricos y metodológicos, para abordarlo sistemáticamente desde la ciencia dentro de un proceso productivo y organizacional.

Se creó un instituto homólogo al existente en otros países socialistas, para realizar los primeros cambios al interior de las empresas y potenciar el intercambio académico. Es así que en el año 1973 surge el Centro de Normación Técnica, y se comienzan a adoptar los principios del CAME, reconociéndose de esta manera la legitimidad del campo para la transformación social.

En 1975 se celebra el I Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), para reorientar la dirección socioeconómica y política del país, y como parte de los acuerdos se instaura el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE).[6] Este contemplaba una serie de cambios socioeconómicos que demandaban un seguimiento desde la ciencia, y para ello en 1976 se funda el Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (INIE).

Como parte de los acuerdos del Congreso se determina implantar la Organización Científica del Trabajo (OCT), según el modelo de los países del CAME. De esta forma el Centro de Normación Técnica se renombra como Centro Nacional de Investigaciones Científicas del Trabajo (CNICT) con la misión de introducir el modelo en las empresas del país (Castro, 1975). Es así que, junto a la institucionalización de la nueva sociedad cubana, se comienza a institucionalizar el campo de los estudios del trabajo, estrechamente ligado a los cambios de aquel entonces.

Comenzó nuevamente la capacitación de profesionales en el ámbito científico para responder a las transformaciones empresariales. Se potencia la investigación para la aplicación práctica, con una audiencia específica: la empresa estatal socialista, pero no se enfatiza en la producción teórica, ya que esta fue una época de gran experimentación. Tal es así, que se destinaron un gran número de empresas-laboratorio para la aplicación de los experimentos necesarios antes de hacer extensivas las propuestas de cambios a todas las empresas del país.

Se elaboraron manuales que sirvieron de guía para implementar la OCT, y se realizaron numerosos estudios para evaluar su ejecución. A la par, se indagó en otros temas como la disciplina laboral, el impacto de determinadas políticas socioeconómicas, las condiciones de trabajo, la rotación del personal, la satisfacción laboral y el liderazgo.

En el CNICT, reconocido por los actores del campo como uno de los líderes en la investigación en aquella década, se fue conformando un equipo de investigación multidisciplinar. Aunque en la práctica existía poca compensación entre las disciplinas. Esto se explica por varios factores, entre ellos, la adopción de las categorías, dimensiones, instrumentos y metodologías del CAME, lo cual fue facilitado por la formación de consensos a través del desarrollo de investigaciones continuas de conjunto con los países socialistas. De esta forma se dificultaba la integración del conocimiento entre los propios especialistas cubanos para una producción propia a partir de la participación de todas las miradas disciplinares, pero la causa principal fue la propia adopción de OCT del CAME (con sus errores en la concepción) como criterio de organización del trabajo. Por otra parte, la estructura del sistema científico aún no respondía a las exigencias del desarrollo teórico-metodológico, porque no existían políticas científicas que implementaran mecanismos facilitadores para su potenciación y para defender la necesidad de que el campo de los estudios sociales del trabajo ideara un modelo de organización acorde con las características de la sociedad cubana.

La definición de OCT pretendía introducir cambios cuantitativos y cualitativos en el proceso de producción. Sin embargo, aunque quedara planteada como un sistema, operaba como un procedimiento cerrado con una concepción tecnificada del proceso y una marcada división del trabajo. En consecuencia, fue difícil lograr un verdadero salto cualitativo en la productividad. La idea de OCT era incompatible con el tipo de empresa que Cuba necesitaba, pero fue el resultado también de la inexperiencia teórica y práctica en ese campo, y de ahí la asistencia del modelo soviético, que además se configuró a partir de asesoramiento técnico desde los Estados Unidos, en pleno apogeo de los principios del taylorismo.

La fuerza de trabajo no era concebida como gestora ni impulsora determinante del proceso productivo, sino como un instrumento que debía ser calculado, y de ahí los enfoques ergonométricos que predominaron. Se utilizaron técnicas como las encuestas, cálculos de índices y el Gráfico de Gantt. Para los análisis ergonométricos y fisiológicos se realizaron observaciones y entrevistas, como un intento de integración del factor humano al proceso, a través de una relación entre la división del trabajo con las condiciones físicas y mentales del trabajador.

Los parámetros organizativos eran esquemáticos, con una programación centralizada y una marcada división del trabajo. Se manejaron criterios administrativos de la dirección y se enfatizó en la producción a gran escala. La relación hombre-trabajo que se establecía para llevar los estudios era limitada e insuficiente para lograr una visión sistémica e integral, y no se constató en el discurso la discusión sobre cómo considerar al trabajo como categoría. No obstante, se realizaron proyectos en los que figuró un cúmulo importante de investigaciones que contribuyeron a legitimar la actividad científica de la época.

Las dificultades fundamentales en los estudios de OCT, fueron reveladoras de la poca presencia del análisis sociológico de la realidad a estudiar, y de su pobre inserción en la concepción sobre la organización del trabajo.[7] Si bien se reconoció la disciplina en los marcos de la multidisciplinariedad de la comunidad científica, no hubo claridad en la comprensión de sus características epistemológicas. La superposición con la Psicología, y la escasez de sociólogos dentro del campo tuvo sus influencias en ello. El abordaje de los elementos sociales vinculados al proceso de trabajo cedía más terreno a la Psicología Organizacional.

Este es un período de relativa paridad en la institucionalización del campo de los estudios sociales del trabajo en el continente. Los desarrollos en Cuba forman parte de este proceso, con la particularidad de que estos comenzaban a instituirse, y en otros países de la región se consolidaban. No obstante, las diferencias desde la construcción del discurso y en relación a los temas de investigación, estuvieron asociadas al desarrollo del pensamiento al respecto, que en Cuba fue más lento y estaba muy vinculado al referente soviético, en el continente estuvo asociado a la radicalización de la teoría del desarrollo a través del enfoque de la dependencia.

El contexto socio político también incidió en la dirección de los estudios, siendo predominantes en los otros países latinoamericanos los referidos a la relación del movimiento sindical con las coyunturas políticas enmarcadas en los procesos de dictaduras. Se llevaron a cabo estudios de caso acerca de los conflictos y las huelgas obreras, considerando a los trabajadores como sujetos colectivos, aunque en algunos contextos hay un retorno a las fábricas para la investigación de las condiciones de trabajo. El mundo del trabajo empresarial, se comenzó a comprender desde el prisma de la radicalización como espacio politizado. En el contexto cubano se buscaban las formas adecuadas de organizar el trabajo en la empresa socialista, por eso la OCT fue un término de mucha presencia dentro del campo.

 

LA DÉCADA DE 1980

La nueva revisión de la dirección socio-económica del país tuvo lugar en esta etapa, concretándose con el II y III Congresos del PCC,[8] que fueron una respuesta a las problemáticas surgidas durante la década de 1970 y principios de 1980. Al tiempo que se produjo un crecimiento sostenido en la economía del país, contradictoriamente se presentaron fallas en el modelo económico y social.[9]

Este contexto exigió un redimensionamiento institucional del campo de los estudios del trabajo. A principios de la década se funda el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), que desde estos inicios contempló un Departamento de Estudios Socio-Laborales. El CNICT adquirió otras características como consecuencia de los acuerdos del II Congreso del Partido, en que se decide abandonar la aplicación de los principios de la OCT. A partir de 1981 se renombra como Instituto Nacional del Trabajo, y para finales de la década se queda (por el momento) como Instituto del Trabajo.

Según investigadores del propio instituto, los problemas detectados por las investigaciones en el entorno empresarial durante la implementación de los principios de OCT en la década de 1970, fueron interpretados como una lenta respuesta de los estudios a la inmediatez con que se esperaban los cambios. La salida a esta situación constituyó una regresión en cuanto a criterios de organización, y de OCT se transita a la Organización Básica del Trabajo, que respondía a un estado primario casi elemental del desarrollo del pensamiento, respecto a la OCT. Su expresión en la práctica fue una incongruencia para la época teniendo en cuenta que se estaba aplicando el Cálculo Económico, al que debían responder una estructura empresarial y organización del trabajo coherentes, que permitieran potenciar sus elementos positivos: la descentralización de funciones y el otorgamiento de una mayor autonomía empresarial. Los perfiles investigativos del Instituto del Trabajo, básicamente orientado al estudio de la organización del trabajo, permitirían establecer dichos criterios, pero no se potenció la investigación de nuevos métodos. 

No obstante, en el año 1981 llegan a tener una revista, Economía y Trabajo, que comenzó a comercializarse en 1985, y permitió no solo la difusión del conocimiento producido en el campo, sino también la categorización de muchos investigadores en este espacio de publicación. Estos constituían pasos de avance en el proceso de institucionalización del campo de los estudios sociales del trabajo, y en el reconocimiento social de sus aportes a partir de la existencia de beneficiarios explícitos de las producciones.

Hasta ese momento aún no existía una política científica acorde a los desarrollos que exigía la ciencia desde lo teórico y lo metodológico. Esta fue una de las causas de la escasez de intercambios académicos durante los primeros años. La Academia de Ciencias de Cuba lanzaba programas científico-técnicos que constituían paquetes temáticos para realizar investigaciones acerca de los principales problemas socio-económicos del país. Sin embargo, estos no funcionaban como mecanismos integradores de los actores, fueron aportes diseminados en las investigaciones que se llevaron a cabo en las distintas instituciones científicas, aunque sí impulsaban la investigación.

En América Latina por este entonces el impacto de la globalización neoliberal en los procesos de trabajo imponía retos teóricos y metodológicos, pero sobre todo políticos y de carácter emancipatorio. Este fue el período en que la filosofía de trabajo japonesa se convirtió en modelo de éxito a seguir en las sociedades capitalistas, y el just in time comenzó a desregular los espacios laborales y con ello las garantías de seguridad social.

El desarrollo del pensamiento sobre trabajo en los 80, desigual por países todavía (y que se vinculaba estrechamente con el estado y modelo de desarrollo empresarial), respondió de formas diversas a las nuevas transformaciones y paradigmas en boga, según la madurez propositiva lograda y el momento en que se encontraban en el proceso de institucionalización. Esta fue una etapa de viraje temático, y el centro del análisis serían ahora las empresas y los procesos de trabajo. En Cuba los temas de indagación no se abordaban bajo los mismos criterios teóricos que en el continente, entre otras razones, porque los intercambios científicos se desarrollaban mayormente con los países socialistas.

En la investigación durante la década se constatan como los principales problemas de estudio: la participación de los trabajadores en la dirección, el trabajo y la estimulación; el trabajo político-ideológico en el colectivo laboral; el desempeño de los jóvenes en los colectivos; la disciplina laboral; la fluctuación laboral; la reproducción de la fuerza de trabajo; la relación entre los factores vinculados al comportamiento colectivo de la fuerza de trabajo con las medidas económicas y técnico-organizativas de la empresa; la estructura social de la clase campesina; las condiciones de trabajo; la relación entre el movimiento cooperativista y los jóvenes; la necesidad de integración entre las estructuras de la empresa; los problemas de la esfera laboral y su relación con las condiciones extralaborales; y la planificación de la estructura socioclasista del colectivo laboral. Como se observa, las agendas de debate fueron el reflejo de los problemas existentes, pero el acercamiento casi siempre se produjo como tendencia hacia su forma expresiva y no hacia la esencia.

Luego del proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas se organiza la política científica en el país, y se materializa con la celebración de la primera edición del Programa Nacional de Ciencia y Técnica sobre la juventud, donde figuraba la temática de jóvenes trabajadores, y con la celebración del segundo de estos encuentros, referido a la dirección de empresas (Campos et al., 2008).

Desde el punto de vista temático, teórico y metodológico, esta etapa de rectificación marcó la producción de conocimientos en el campo, pues constituyó la confirmación de que los problemas planteados al inicio de la década permanecían y se manifestaban en mayores proporciones. Es así que los estudios más representativos del desarrollo del pensamiento en el campo de los estudios sociales del trabajo, se distinguieron en la segunda mitad de los 80. No fue hasta bien avanzado el período que comenzaron a formularse las preguntas sobre el trabajo en las organizaciones empresariales, pues durante toda la década de los 70 y la primera mitad de los 80, las investigaciones introdujeron algunos elementos de cambio, pero no en lo referido a la estructura y organización del trabajo.

Una característica del pensamiento producido fue la búsqueda de integralidad entre lo subjetivo y la configuración del proceso de trabajo como condición para el desarrollo del socialismo. Se constata en las investigaciones la importancia que adquieren los contextos grupales, comunitarios, territoriales o sociales más generales en que los trabajadores se desenvolvían, y ello se hacía relacionar con sus características demográficas. Estas preocupaciones de alguna manera están reflejadas en todas las investigaciones que fueron consultadas, lo cual constituye un paso de maduración respecto al período precedente, en el cual la fuerza de trabajo era estudiada como un elemento del proceso de trabajo, si bien subordinado a este; pero aún el componente técnico y el humano seguían tratándose de forma separada como tendencia. En la década anterior se priorizaban los elementos técnicos del proceso de trabajo y durante 1980 se priorizó lo humano. No obstante, se producen giros en algunas propuestas, que tienden a un reconocimiento paulatino y menos parcial de superarla. En estos casos es donde aparecen un conjunto de categorías (sistema laboral; organización de la producción, la dirección y el trabajo; sistema de relaciones de trabajo), expresión de un pensamiento científico que buscaba mayor alcance explicativo para las problemáticas objeto de estudio. A estas categorías, surgidas del análisis de las particularidades del contexto laboral cubano, subyacen fundamentos teóricos y metodológicos de carácter estructural, sistémico y relacional, encaminados a superar el fraccionamiento con que se concebía la organización del trabajo desde que se institucionalizaron los primeros criterios de organización en los 70.

 

LA DÉCADA DE 1990

Este período de profundas transformaciones socioeconómicas[10] tras la frustración del sistema socio-económico de los países socialistas de Europa del Este, le asestó un duro golpe a la construcción del socialismo cubano. Los años venideros impondrían retos de alto rango.[11] Fue una etapa de definición de las relaciones de los actores del campo con el campo del poder a partir de una contradicción expresa: al tiempo que este campo científico intentaba desarrollarse, sus posibilidades de incidencia en la práctica no se correspondieron apropiadamente con la necesidad de introducir los resultados de las investigaciones.

Un ejemplo ilustrativo de este fenómeno lo constituyeron los Encuentros de Estudios Sociales del Trabajo (I y II) que se desarrollaron en esta década. Este puede considerarse como uno de los logros más significativos alcanzados durante el proceso de institucionalización del campo, pues además de significar un intercambio académico, fue un intercambio sindical. Se debatieron disímiles problemas relacionados con el trabajo, y allí participaron investigadores, representantes de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y de sindicatos laborales.

Entre los resultados más importantes de esos encuentros se constata la conformación de un Consejo Científico Asesor, formado por muchos investigadores consagrados al estudio del trabajo, y el reflejo en los informes centrales de la CTC de las propuestas del consejo. Pero estos encuentros dejaron de celebrarse. Por una parte, estaba la necesidad de la ciencia de buscar las raíces de los problemas y las soluciones posibles, y por otra, la necesidad de la política del país de tomar las medidas que garantizaran con inmediatez la sobrevivencia al período de crisis. El reconocimiento (por los propios investigadores) de las dificultades para participar en los procesos decisorios es una muestra de que el campo de los estudios sociales del trabajo ya estaba institucionalizado, y buscaba mayores espacios de reconocimiento social. Además, aparecen publicaciones sistemáticas como la revista Cuba: investigación económica en 1995, del INIE, donde se reflejaban estas y otras preocupaciones investigativas.  

En la década de los 90 se produjo una explosión en el plano teórico, metodológico y temático, se perfeccionaron y enriquecieron categorías construidas en períodos anteriores, ya existían diversas instituciones conformadas por una comunidad científica relacionada con la investigación en el campo y con su profesionalización,[12] el Instituto del Trabajo se renombra de manera definitiva como Instituto de Estudios e Investigaciones del Trabajo en 1996,[13] y se dieron los pasos más estables en la búsqueda de un pensamiento propio.

El enriquecimiento del debate giró en torno a cinco grandes temas: organizaciones empresariales, políticas macro económicas y macro sociales, formas de producción agropecuaria, sector emergente de la economía, sector informal urbano.

El discurso fue más externalista en relación con el enfoque y la problemática a abordar, por la necesidad de investigar los problemas de la sociedad en general, y de la reestructuración de los mecanismos de funcionamiento de la economía, por lo cual el trabajador, el individuo, no estuvo en el foco de atención de la misma forma que en la etapa anterior. Fue notable un viraje en las perspectivas analíticas con la introducción de elementos de conflicto, y con la potenciación del cambio organizacional.

En el orden teórico-conceptual se utilizaron diversas categorías que relacionaban los procesos socioeconómicos y laborales para comprender la realidad social, lo cual implicaba una mayor sinergia de conceptos. Los enfoques de los estudios adquirieron nuevas cualidades, al tiempo que constituyó un resultado de las nuevas visiones incorporadas como parte del desarrollo del pensamiento y del grado superior de problematización del objeto.

Sería irresponsable desconocer la llegada de la Sociología al campo científico en el país, en un período en que los estudios del trabajo ya presentaban claros matices sociológicos, en unos como complemento, y en otros como sustancia, y que se ve reflejado en esa nueva capacidad relacional. No fue una coincidencia que mientras el empuje de la Sociología por institucionalizarse se hacía más fuerte, los estudios sociales del trabajo fueron incorporando a su arsenal conceptual categorías de carácter sociológico, elevaron su capacidad crítica y propositiva a partir de teorías del conflicto y del poder. 

La reelaboración sistemática de categorías formuladas a finales de la década de 1980, y su perfeccionamiento, significó un aporte al campo de manera general. Al mismo tiempo los actores del campo intentaban socializarlas e incorporarlas al cuerpo de conceptos de los estudios sociales del trabajo en todas sus vertientes. Fueron: sistema de relaciones sociales de trabajo, multiespacialidad económica; devaluación sistemática de las fuerzas productivas; organización del trabajo, la producción y la dirección; y sistema laboral. Este sistema de categorías se complejizó en tanto integraba un conjunto de elementos para concebir las realidades laborales como sistemas integrales. Son contemplados: la dirección de la producción, organización integral, autoridad, modelo organizativo, estructura organizativa de la dirección, jerarquización de funciones, mando y poder, gestión de personal, condiciones de trabajo, factor humano, responsabilidad y dinamismo, desempeño, organización social, relaciones sociales formales e informales, relaciones laborales, y proceso de producción, intercambio y consumo. A pesar de la importancia de cada uno de estos aportes no se distinguió su integración al campo de los estudios del trabajo. Esto los deja como intentos, importantes, pero particulares y aislados a pesar de su relevancia cualitativa.

Otros conceptos utilizados expresaron en sí mismos el factor de cambio como elemento central para el reordenamiento de la sociedad y del trabajo. Estuvieron en consonancia con el nuevo contexto histórico en el que todo estaba en remodelación. Formación para el cambio y cambio organizacional, estuvieron encaminados no solo a potenciar el cambio, sino también a hacer de este un proceso dirigido, consciente y planificado, tal como se ha intentado construir la sociedad cubana de 1959 en lo adelante. El contenido de su definición contempló no solo la dirección del cambio, sino también su agente principal: el factor humano. Con respecto a la década anterior se produjo un salto en la concepción del hombre dentro de las organizaciones laborales. Su papel activo antes era concebido más desde el punto de vista actitudinal, político y de capacidad de movilizarse ante las convocatorias. Sin embargo, esta temática del cambio organizacional y otras relacionadas con la participación no explicitaron el lugar de los sindicatos en estos procesos, salvo pocas excepciones, lo que constituyó una limitación dada la importancia de estos como una de las formas tradicionales de aglutinamiento de intereses y acción de los trabajadores.

El uso de determinadas categorías en el abordaje del ámbito empresarial distinguió la visión que se preponderaba desde diferentes perspectivas (aunque en este período es notable una mayor vinculación de los diferentes niveles analíticos). Desde la macroeconomía se utilizaron los conceptos de política de desarrollo industrial, planificación y descentralización; y desde los enfoques organizacionales se manejaron los conceptos de gestión; participación organizacional; organización del trabajo, la producción y la dirección; y autonomía empresarial. En la práctica, cada enfoque trata de incluir al otro, pero esta autosuficiencia es muy difícil de lograr. Por eso la importancia de potenciar investigaciones interdisciplinarias. Si bien existe una comunicación entre los distintos centros de investigación, que es al final donde se ponderan los enfoques específicos para realizar las investigaciones, como tendencia las diferentes perspectivas se polarizan en cada uno de ellos.

Persisten las dificultades para superar los análisis dicotómicos micro-macro. De manera general la balanza se inclinó hacia los microestudios, que predominaron en las investigaciones realizadas desde los Enfoques Organizacionales, la Psicología y la Sociología. Los enfoques cualitativo y cuantitativo se emplearon indistintamente en las investigaciones del período sin una presencia relevante de uno u otro. Hubo un equilibrio en ese sentido, e incluso algunos estudios lograron complementarlos.

Los estudios relacionados con la empresa y con las problemáticas macro-económicas y macrosociales van a tener gran representación; porque la empresa estatal constituía la forma de propiedad más extendida, y la intervención de las políticas macro sociales y macro económica urgían dada la vulnerabilidad del contexto. Comienzan cuestionamientos de nuevo tipo acerca de cómo concebir la empresa u organización laboral. El análisis de los elementos organizativos es objeto de crítica y búsqueda constante, lo cual no estuvo presente como tendencia con anterioridad. Ahora se estudia la empresa teniendo en cuenta la posibilidad y necesidad de un cambio estructural. De ahí la importancia que tiene la presencia de la temática de las Pequeñas y Medianas Empresas (PYME); de la descentralización de las estructuras y funciones a todos los niveles, de la diversificación de los tipos de propiedad; y de la transformación del sistema laboral. Todos estos tópicos implican una propuesta de cambio y la potenciación de la crítica a las realidades laborales.

Los estudios vinculados al análisis e implementación de las políticas macroeconómicas y sociales tuvieron una gran importancia en el momento por su relación con los procesos de trabajo, con el factor humano y con la gestión empresarial. Se encaminaron fundamentalmente hacia el análisis acerca de la planificación; la población en riesgo; las políticas industriales; la reproducción socioclasista; y, con mayor presencia entre todas las temáticas, el fenómeno del empleo y sus procesos adyacentes.

Los estudios agrario-rurales se abren paso en la década con diversas temáticas, relacionadas en su mayoría con las distintas formas de propiedad. Se trae al interior de los procesos asociados a las diferentes formas de producción, el debate acerca de la mujer trabajadora rural, el lugar del campesino en la estructura agraria, y se exponen los principales problemas en la organización del trabajo en la agroindustria azucarera. Estos también fueron de los más abordados en este período.

Las investigaciones sobre las cooperativas demostraron una evolución en la comprensión de esa forma de propiedad. Las definiciones conceptuales trascendieron los términos y condiciones de agrupamiento, para incorporar elementos relacionales vinculados a la producción, comercialización, intercambio, distribución, diversidad y sistema impositivo. Esta particularidad tuvo que ver con las transformaciones de la época en el tema de lo agrario-rural, que conllevaron a una complejización del sector con el involucramiento de nuevos actores, considerándose a la propia cooperativa como un actor social. Si bien esta característica fue más explícita y abordada en las investigaciones realizadas desde la Sociología, las múltiples visiones contribuyeron a caracterizar y comprender el funcionamiento de las cooperativas en su entorno socio económico.

El sector emergente de la economía fue una temática que se estudió fundamentalmente en el caso del turismo, que se erige como una fuente de empleo importante ante las condiciones excepcionales del período. Por su relativa nueva aparición como problemática de estudio, el turismo se investigó sobre todo atendiendo a los aspectos técnicos y económicos, y no hacia las implicaciones sociales. No se profundizó en la aparición de nuevos sujetos con características diferentes en relación con aquellos asociados a otros espacios laborales, en los nuevos agentes y mecanismos intervinientes en el acceso a dicho espacio, en la configuración de un nuevo modo de trabajar y sus consecuencias desde el punto de vista económico y subjetivo para un sector cualitativamente diferente que aparece en el escenario económico cubano.

Faltó una masa crítica de investigaciones que al menos describiera en el curso del nuevo funcionamiento de ese sector: las características demográficas, ocupacionales y la calificación de sus trabajadores; el funcionamiento de la comunicación organizacional, la participación en la gestión, la dirección y el trabajo; la estructura interna de esos espacios, la organización del trabajo; la relación con las instituciones y estructuras superiores. La escasez de estudios de este tipo implicó que no se le diera un seguimiento desde la ciencia a los cambios que se iban produciendo en esos espacios, como una forma de preparar el camino futuro, no solo para su eficiencia económica sino también social.

Otro de los nuevos temas en el período, el sector informal urbano (SIU), se concentró en la comprensión del debate teórico existente, y en la proyección hacia el futuro del sector, sus condiciones de posibilidad para desarrollarse y sus impactos sociales. La discusión conceptual giró alrededor de la definición del SIU, con el objetivo de que fuera representativa de las especificidades del caso cubano dadas las condiciones del momento, razón por la cual se asocia a la economía sumergida. Su tratamiento estuvo encaminado a ofrecer recomendaciones sobre cómo enfrentar el contrapunteo entre lo estatal y lo privado, la gestión y la autogestión, en los marcos de la economía territorial y popular.

Por el tradicional análisis que siempre ha existido entre la situación laboral y la estructura social y las desigualdades, el SIU fue caldo de cultivo a partir de los 90. Se hizo necesario el estudio de la sociedad cubana y las nuevas relaciones sociales que se configuraban a partir de las nuevas características, valores, percepciones sobre el trabajo y significados de los grupos asociados a dicho sector. Su influencia en la sociedad, los individuos, pero también en los espacios de convergencia entre lo estatal y lo privado fueron elementos centrales para emprender la posterior comprensión de sus especificidades.

No obstante, como problemática y tema de nueva aparición su tratamiento teórico tuvo algunas insuficiencias. Se distinguieron imprecisiones teóricas para definirlo con rigurosidad. En la construcción de algunos discursos se utilizaron indistintamente los conceptos SIU y cuentapropismo, lo que dificultó comprender con claridad si los identificaban mutuamente.

La temática del empleo fue particularmente debatida en la década. La discusión conceptual al respecto reflejó las complejidades del entorno cubano antes las nuevas condiciones, y se abordó a partir de la relación, diferenciación y equiparación entre las categorías empleo y trabajo, de tal forma que permitiera el acercamiento a realidades con comportamientos muy particulares, como el sector informal. No obstante, quedó reflejado como un debate conceptual abierto aún. Fue precisamente en este tema donde por primera vez en el campo se identifica una discusión científica profunda sobre cómo concebir el trabajo, qué lo caracteriza y qué lo define.

 

EL NUEVO MILENIO

Las dimensiones del proceso de institucionalización de los estudios sociales del trabajo como campo científico en esta etapa tuvieron el mismo comportamiento que en la década anterior. Esto muestra la consolidación del proceso, y al mismo tiempo sus debilidades en aquellos aspectos que aún no fueron superados: escasas publicaciones especializadas en la temática del trabajo que permitieran una mayor difusión del conocimiento, y dificultades para la aplicación práctica de las producciones. En esta década las contradicciones al interior del campo y a lo externo, así como la formación de consensos, demuestran relaciones claras y estables. Se evidencia un mayor grado de institucionalización, sin el cual esta relación confrontación-cooperación no sería legítima.

En las agendas de debate se produjeron importantes cambios en el orden teórico-metodológico. Comenzaron a utilizarse otros conceptos para el estudio de temáticas desarrolladas con anterioridad: la fuerza de trabajo se sustituye por recursos humanos y capital humano; para el estudio de aquellas problemáticas que se resumieron antes en disciplina laboral, actitud ante el trabajo, emulación socialista, fuerza de trabajo calificada, se emplea ahora el concepto de competencias; el estudio de lo que se concibió como aumento de la productividad, se complejiza y sintetiza sus dimensiones en la mejora continua.

Las organizaciones laborales comenzaron a ser pensadas como sistemas abiertos a partir de una concepción diferente de la gestión y la planificación, la organización del trabajo y la participación del factor humano. Ello es perceptible en las agendas de debate, con una orientación hacia la integración del trabajador en la organización, la dirección, la gestión, la producción y el trabajo, atendiendo además a la cali-cualificación. Esto fue propiciado no solo por la acumulación y desarrollo del pensamiento, los cambios y exigencias de la realidad social, sino también porque se favorecieron los intercambios académicos con los países de la región. Entre ellos estuvo la celebración en Cuba del IV Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología del Trabajo (ALAST) a mediados de la década.

Dicho tránsito conceptual no fue repentino. Fue fruto de un proceso en que, los derroteros sociohistóricos y teórico-metodológicos de las décadas precedentes, permitieron perfilar visiones para llegar a un estado de conceptualización de más estabilidad y consenso. Este es un nuevo momento de construcción científica, una nueva asunción de métodos y sistemas de conocimientos, y también demanda un análisis crítico de cómo se han aprehendido algunos de los conceptos más socializados, por qué se han adoptado, y cuánto se ha llegado a la esencia de los problemas en Cuba.

A la luz de la apertura hacia la comunidad científica internacional por la desaparición del CAME y sus concepciones, fueron “descubiertos” para Cuba otros conceptos y otra literatura. Se comenzó a encauzar el análisis y se actualizó el estado del conocimiento para la inserción paulatina en los estándares “universales” de producción, condición necesaria pero no suficiente si la discusión y el intercambio teórico-metodológico en el campo no se producen con sistematicidad en la búsqueda de un lenguaje propio y común. Aunque esta situación no es exclusiva del campo científico en Cuba.

 

CONCLUSIONES

Durante la década de los 60 el pensamiento producido en el campo se caracterizó por una amplia gama de temáticas que respondían a las necesidades históricas de la construcción de una nueva sociedad. En este período aún no se había institucionalizado el campo de los estudios sociales del trabajo, por lo que la inexistencia de una comunidad científica hacía difícil distinguir posiciones teórico-metodológicas definidas en relación al trabajo, aunque sí se identificaron algunas influencias del marxismo y de las teorías cepalinas.

En la década de los 70, cuando comienza la institucionalización y la capacitación para la investigación, se produce un cambio temático a partir de las influencias teóricas y metodológicas de los países socialistas, por la inserción de Cuba en el CAME. Se fundan los primeros institutos de investigación y se conforma una comunidad científica compuesta por varias disciplinas. Comenzaron a sistematizarse criterios de organización del trabajo en relación con la OCT, cuyos principios junto a la lectura soviética del marxismo, fueron el sustento teórico-metodológico principal de las investigaciones.

En la década de los 80 se dan otros pasos en la institucionalización del campo de los estudios sociales del trabajo, que, acompañados de las demandas de las problemáticas socioeconómicas, permitieron el desarrollo del pensamiento para finales de la década. Se fundaron nuevos institutos, aparece la primera revista especializada sobre el trabajo, se produjeron algunos encuentros entre los investigadores, y se impulsaron investigaciones desde la Academia de Ciencias de Cuba. La concepción acerca del trabajo cambia desde el punto de vista del pensamiento, se le da menos importancia a su organización y a lo técnico, tratando de elevar lo humano a diferencia de lo ocurrido durante los 70, pero constituyó nuevamente una separación entre ambos factores.

De 1990 en adelante es el período de consolidación de la institucionalización. Continúan apareciendo centros dedicados a la investigación del trabajo, desaparecen publicaciones y aparecen otras, se producen intercambios académicos, se imparte la docencia de todas las disciplinas que conforman el campo, existen políticas de investigación definidas, y se amplía la comunidad científica. Con el derrumbe del campo socialista comienzan a abandonarse las categorías y métodos soviéticos. Aparecen nuevos temas, se utilizan nuevos métodos de estudio, se introducen elementos de conflicto y de cambio en el discurso. Se producen intentos de relevancia por integrar dicotomías analíticas como lo micro-macro y lo cualitativo-cuantitativo. El trabajo comenzó a concebirse como un proceso complejo, de interrelaciones sociales, donde lo humano y lo técnico convergían en subsistemas integrados.

Entre los criterios para fundamentar la legitimidad científica de las diferentes disciplinas e instituciones del campo figuran: la masa crítica de investigaciones, los desarrollos teóricos y metodológicos, la introducción de sus resultados en determinados momentos, su impacto en los procesos de profesionalización, el seguimiento de líneas de estudios que permanecen con el desarrollo del campo, la demostración sistemática y en diferentes períodos de problemáticas a resolver desde lo político y que todavía subsisten. La posibilidad de incidencia en la práctica es una dimensión de la institucionalización que es reconocida entre las formas en las que se puede expresar la legitimidad científica de los actores del campo, y constituye al mismo tiempo una forma de conservarlo y reproducirlo.

Se ha reconocido que la autoridad científica se traduce en la posibilidad de los actores de incidir en la práctica, de aplicar los conocimientos en la realidad. La mayor o menor autoridad dentro del campo no está sujeta a la trayectoria de las instituciones científicas a través de la historia del campo y de su institucionalización. Este capital en todo caso depende de la posición de las dependencias ministeriales de estas instituciones científicas en el campo del poder.

Queda pendiente dar continuidad a esta investigación con otros matices, enfatizando en los fundamentos epistemológicos del conocimiento que se produce, y qué se ha estado tomando de los centros hegemónicos en el campo científico a nivel internacional. Caminos indispensables son las perspectivas de la colonialidad del saber y de la complejidad, que constituyen retos de carácter académico, científico y político.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Campos, Juan Carlos et al. (2008). Estudios sociales del trabajo y de las organizaciones. Avances y perspectivas. En Cuadernos del CIPS. Experiencias de Investigación Social en Cuba. Editorial Caminos, La Habana

Castro Ruz, F. (1975). Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba. Departamento de Orientación Revolucionaria, La Habana.

Díaz, I. y Echevarría, D. (2009) Análisis del proceso de Perfeccionamiento Empresarial: notas para un debate. Presentación al Evento XX Aniversario del Centro de Estudios de la Economía Cubana.

Ferriol, A. (1998). El empleo en Cuba 1980-1996. En Cuba: crisis, ajuste y situación  social 1990-1996. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana.

Martín, J. L. (1998-1999). La investigación social en Cuba (1959-1997). Temas (16/17).

Muñoz, T. (2005). Los caminos hacia una Sociología en Cuba. Avatares históricos, teóricos y profesionales. Sociología en América Latina, ALAS. Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas. Universidad de Río Grande do Sul. Porto Alegre.

Partido Comunista de Cuba (1982). Plataforma Programática del Partido Comunista de Cuba. Tesis y Resolución. Editora Política, La Habana.

Silva, A. (1998). La Revolución en el poder (1959-1995). Cuba y su Historia. Editorial Gente Nueva, La Habana.



* Lic. en Sociología. Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), Universidad de La Habana, Cuba. E-mail: dianne@cedem.uh.cu

** Dra. en Sociología. Departamento de Sociología, Universidad de La Habana, Cuba. E-mail: teresa@ffh.uh.cu

[1]En la década del 60 aún  no se reconocía la necesidad de institucionalizar la Sociología en el país. La apertura y el cierre con su primera promoción del Departamento de Sociología en la Universidad de Oriente, limitó los desarrollos académicos de la disciplina, otros intentos se realizaron posteriormente y no es hasta 1900 que comienza este proceso tiene un importante impulso y estabilidad (Muñoz, 2005).

[2]La política norteamericana contra Cuba se recrudecía, la lucha de clases se intensificaba por la sobrevivencia aún de sectores burgueses durante los primeros años, las masas que apoyaban la Revolución esperaban cambios radicales del estado de las relaciones sociales, pues la deformación estructural de la economía, heredada del período neocolonial, así como los gobiernos corruptos de dicho período, habían saqueado la riqueza nacional. En fin, era una situación social convulsa que se hacía acompañar de la intrusión de una política externa hostil y de condiciones socio-económicas difíciles de cambiar en poco tiempo (Silva, 1998). 

[3]La situación del empleo (desempleo y subempleo); la precariedad en los niveles de vida como consecuencia de la explotación de los trabajadores; la contradicción trabajo-capital; la dependencia económica al imperialismo norteamericano; la propiedad sobre la tierra; el papel del movimiento obrero en la defensa de los intereses de los trabajadores; y el mercado de trabajo.  

[4]Se crearon miles de empleos; se desarrolló un plan de obras públicas para emplear a miles de desocupados; se llevó a cabo la Reforma Agraria con un impacto radical con la segunda sobre la estructura de la propiedad y la estructura de clases; se nacionalizaron empresas, centrales y compañías de servicios; como parte de la propiedad privada quedaron pequeñas fincas trabajadas por sus propios dueños, y una parte del transporte de pasajeros y de carga de propiedad personal de quienes lo explotaban; el desempleo fue erradicado virtualmente; se elevaron los salarios; se dotó al trabajador de la protección necesaria ante enfermedades; y se aseguró una pensión adecuada para los jubilados (Silva, 1998).

[5]El sistema de Cálculo Económico, basado en la experiencia de los países soviéticos tenía un carácter más descentralizador, y el Sistema Presupuestario de Financiamiento abogaba por una centralización y control de funciones y de la dirección. A mediados de los 60 se aplica el Registro Económico, y con este se desencadenaron efectos negativos como el debilitamiento del papel del salario, por el establecimiento de gratuidades, situación que se alimentó por desconocer la importancia de los mecanismos de carácter financiero y de contabilidad, limitando las relaciones monetario-mercantiles en una errónea interpretación de estas (Díaz y Echevarría, 2009).

[6] Este sistema tuvo como antecedente en esta década al Sistema de Registro Modificado (se intenta vincular el salario con la norma, reducir las gratuidades, recuperar en alguna medida el control económico, y comenzar a dirigir la mirada hacia la contabilidad para evaluar los costos de producción, aunque no hubo necesariamente una integralidad en las medidas) que sentó las bases para la aplicación del SDPE. Este último instauró el cálculo económico al estilo soviético (Díaz y Echevarría, 2009; Castro, 1975).

[7] En el año 1968 la carrera de Sociología fue reabierta, pero vuelve a desaparecer del sistema a mediados de los 70. Esta intermitencia tuvo mucho que ver con sus dificultades para insertar su perspectiva de análisis en el campo de los estudios sociales del trabajo.

[8] El III reconocido como de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas.

[9] Desestimación de las categorías financieras, lentitud en la introducción de los resultados de la ciencia; involucramiento formal de los colectivos laborales en las decisiones; limitación para el ejercicio de la autonomía empresarial; disminución de la membrecía de las cooperativas generando así la elevación del control por parte del estado de la administración de estas actividades; el fondo de salario fue utilizado para ampliar el empleo y para pagar el incremento de la calificación de los trabajadores.; contradictoriamente la división del trabajo se acentuó, sin que existiera una demanda productiva en correspondencia, lo que desencadena una activa y centralizada política gubernamental; el número de trabajadores excedía las necesidades de la producción en las organizaciones laborales, y por otra parte el aumento de la fluctuación laboral y el rechazo a determinadas ofertas de trabajo se produjeron contradictoriamente a los problemas del empleo; disfuncionalidad de la planificación; etcétera (Partido Comunista de Cuba, 1982; Ferriol, 1998; Díaz y Echevarría, 2009).

[10] Los problemas que ya habían aparecido durante 1980 crecieron en intensidad y se unieron a otros de nueva aparición. De manera general el impacto social, económico y laboral puede resumirse en: contracción en los niveles de producción; descenso de la edad de retiro; estancamiento en la creación de puestos de trabajo nuevos; elevada fluctuación laboral; alto ausentismo; crecimiento de la liquidez monetaria acumulada en manos de la población; crecimiento de la denominada economía sumergida; disminución de las inversiones; bienes de capital en su mayoría poco competitivos a nivel internacional; auge de la economía sumergida; aumento progresivo del subempleo (Díaz y Echevarría, 2009).

[11] Impulso al sector turístico y a la inversión extranjera; reducción del aparato central del Estado y descentralización de la exportación hacia las empresas productoras; creación de la Unidades Básicas de Producción Agropecuaria (UBPC); establecimiento del mercado agropecuario; renacimiento del trabajo por cuenta propia; despenalización de la tenencia de divisa y apertura de un mercado en esa moneda; aplicación de un nuevo sistema tributario; aumento de precios en algunos rubros (Díaz y Echevarría, 2009).

[12] Fueron varios los centros encargados de la investigación de múltiples temáticas, y el trabajo figuraba como una de ellas. Pueden mencionarse: el Centro de Estudios de la Economía Cubana, el Centro de Estudios de Técnicas de Dirección, el Centro de Estudios de la Juventud, el Centro de Estudios Demográficos, y se inserta desde esta década e ininterrumpidamente el Departamento de Sociología de la Universidad de la Habana. En 1994 se realizó en el Departamento de Sociología un programa de postgrado titulado: Reorganización productiva y organización del trabajo en los países industriales centrales por el profesor Juan José Castillo de la Universidad Complutense de Madrid. En este curso participaron profesores del Departamento y de otras instituciones vinculadas con el área laboral. Este seminario permitió tener una actualización de los temas y los debates de la Sociología del Trabajo a nivel internacional y regional. Como resultado quedó constituido un taller presidido por el Departamento de Sociología que daba continuidad a los debates iniciados en el curso y a conocer otras investigaciones de los profesionales dedicados a la investigación en el área laboral. Después de algunas sesiones este dejó de funcionar. Resultó complicado mantener la disciplina y cooperación que algo como esto necesitaba.

[13]Es necesario señalar en este momento de reflexión, que este instituto durante el proceso de investigación realizado, estaba en proceso de desaparición, y al concluir el mismo solo quedó el centro de información científico-técnica. Esto no se sabía de antemano en el momento del diseño de investigación y selección de la muestra, sin embargo, fue un elemento que se tuvo en cuenta para enriquecer los análisis y la comprensión de los procesos objeto de estudio.

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