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Revista Novedades en Población

versión On-line ISSN 1817-4078

Rev Nov Pob vol.13 no.26 La Habana jul.-dic. 2017

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

La fecundidad de las hispanas en Estados Unidos. Una comparación con las cubanas en ese país

 

The fertility of hispanic and cuban women residing in the United State, a comparison

 

 

Daylín Rodríguez Javiqué*

 

 

Recibido: 14 de marzo de 2017
Aceptado: 1 de octubre de 2017

 

 


RESUMEN

El presente estudio realiza una comparación entre la fecundidad de las cubanas migrantes residentes en Estados Unidos, el resto de las hispanas y nativas en ese país, en el período 2000-2014. Para ello se utilizan los datos publicados en la base de datos IPUMS sobre la American Community Survey en los años seleccionados. A partir de esa información se calculan indicadores de fecundidad para las cubanas migrantes, para el resto de las hispanas y para las nativas en Estados Unidos. Estas comparaciones se realizan dividiendo la muestra en dos grupos: las residentes en la Florida y las residentes en el resto del país. El criterio utilizado para esta división territorial fue básicamente fundamentado en la concentración de los cubanos en la Florida, donde reside más del 75% de los cubanos en Estados Unidos. Si bien el trabajo es descriptivo, en la medida en la que se van observando los resultados se intenta relacionar la información con elementos de contexto para de alguna manera esbozar algunas teorías sobre el comportamiento entorno a la fecundidad de migrantes y nativas.

Palabras clave: migración, fecundidad, hispanas, cubanas, nativas.


ABSTRACT

The present study compares the fertility rate of Cuban migrants living in the United States with that of other Hispanics and natives in the country during the period of 2000-2014. The study includes data published in the IPUMS base from the American Community Survey during these years. With this information, the fertility rates are calculated for Cuban migrants, for Hispanics, and for the rest of the natives in the United States. These comparisons are divided into two samples groups: residents in Florida, and residents in the rest of the country. The criteria used for the land division is founded on the concentration of the Cubans in Florida, where more than 75% of Cubans in the United States live. If done well, the results will observe and intend to relate the information in context to sketch various theories about the internal behavior of the fertility rate of migrants and natives.

Key words: migration, fertility, Hispanics, Cubans, natives.


 

 

INTRODUCCIÓN

Cuba es un país en desarrollo, con índices de mortalidad y fecundidad comparables a los países europeos, sin embargo las tasas de saldo migratorio cubanas tienen una tendencia contraria a la de estos países. Esta isla del Caribe mostraba una tasa de mortalidad infantil de 4,8 por cada mil nacidos vivos para el año 2008 y una esperanza de vida al nacer de 77,97 años para ambos sexos en el período 2005-2007. Por otro lado la tasa global de fecundidad, habiendo caído por debajo del nivel de reemplazo (y manteniendo este comportamiento hasta la actualidad), para el año 2008 era de 1,59 hijos por mujer. No obstante, la variable migración sustenta valores negativos hace ya algunas décadas, con un monto de -3,3 por cada mil habitantes para el 2008. Con esta combinación en las variables demográficas, el país presenta un crecimiento medio anual negativo desde el año 2006, alcanzando un valor de -0,1 para 2008. Con estos indicadores, se podría decir que el país terminó la primera transición demográfica desde finales de la década de los años 80 (Rodríguez, 2006).

Siendo que Cuba ha sido clasificado como un ejemplo singular de segunda transición demográfica (Alfonso, 2008), el interés de este trabajo es estudiar la relación entre dos de las variables demográficas que pudieran estar reflejando características típicas del contexto cubano: la fecundidad y la migración internacional. Las evidencias indican que, efectivamente, Cuba ha estado experimentando elementos característicos descritos en las formulaciones de esta segunda transición, no obstante el camino transitado ha sido diferente al trazado por los países desarrollados, y no son pocas las singularidades en el proceso.

Si bien por un lado las mujeres cubanas están teniendo pocos hijos, por otro el proyecto de ser madre aún es un elemento importante en la vida de las mujeres cubanas. En este sentido, hay evidencias de que las mujeres cubanas están posponiendo su fecundidad como consecuencia de un proyecto futuro de migración internacional (Alfonso, 2008).

Analizando los destinos de los cubanos que salen de Cuba, encontramos en primer lugar Estados Unidos y en segundo España. Siendo que la fecundidad de las cubanas en Cuba es muy baja hace ya más de tres décadas y que el ideal de hijos de las cubanas excede el número real que éstas tienen, y que además la fecundidad puede estar siendo pospuesta como consecuencia de un proyecto migratorio, sería prudente saber cuál es el comportamiento reproductivo de las cubanas que salen de Cuba y residen en el exterior, especialmente en los dos países que concentran mayor cantidad de personas de esta nacionalidad.

 

REFERENTE TEÓRICO

Una primera hipótesis que podría explicar diferencias en el comportamiento de los migrantes enfatiza en el proceso de selección (Castro y Rosero-Bixby, 2011). Desde las teorías clásicas, el tema de la selectividad de los migrantes ha sido preocupación de los teóricos. Los trabajos de Ravenstein (1889) y Lee (1966) pueden ser considerados pioneros entre los estudios sobre migración. Ellos comienzan a ocuparse de un asunto que será recurrente en otros abordajes teóricos: la selectividad de los migrantes. Desde sus postulados iniciales, se ha intentado especificar cuáles son los atributos esenciales que determinan la selectividad "positiva" en la migración.

La hipótesis de la selectividad aborda cómo la población migrante ya trae consigo características que la diferencian de la población en el origen que no experimentó movimiento y por tanto las diferencias en el comportamiento no son exactamente una consecuencia del movimiento, sino que ya estaban predeterminadas antes de migrar. Existen determinados rasgos de las poblaciones migrantes tales como sexo, edad, nivel educacional, estatus laboral y disposición a correr riesgos que las diferencian de la población en el origen (UNFPA, 2006). Son precisamente estos rasgos los que pudieran marcar posibles diferencias entre migrantes y no migrantes. En el caso de la fecundidad, según esta teoría, probablemente estas personas que realizaron el movimiento también hubieran tenido un comportamiento de la variable diferente al de sus compatriotas, aun sin haber migrado.

En opinión de Alleman-Velez (2004), los principales diferenciales entre estos dos grupos (migrantes y no migrantes) son identificados en el nivel de escolaridad y en las aspiraciones de migrar. Tanto la primera como la segunda ejercen un elevado impacto sobre la fecundidad y son elementos que pueden ser importantes diferenciales en el comportamiento reproductivo. Mayor escolaridad tiende a generar menos cantidad de hijos, por tanto esta variable es inversamente proporcional al nivel de fecundidad. Por otra parte, la idea de migrar tiene una estrecha relación con el deseo de buscar un mejor estatus de vida; disminuir el tamaño de la familia ya es un indicador de un paso dado para alcanzar esa mejoría (Alleman-Velez, 2004).

De esta forma, el migrante no necesariamente es diferente de sus similares en la sociedad de origen por causa de una mayor socialización en el destino, sino porque las características de esos migrantes ya los diferenciaban del resto antes de migrar. Por tanto, según este postulado, el comportamiento después de la migración no es simplemente una consecuencia del movimiento y el hecho de migrar sería, tal vez, una consecuencia de actitudes y comportamientos diferentes y el sentido de la relación sería diferente al que se pudiera analizar.

Kahn (1988), al analizar la fecundidad de migrantes en los Estados Unidos, confirmó que existe una incidencia de la selectividad en el comportamiento reproductivo de las migrantes en el destino. Se observan características tales como: alto nivel de escolaridad, migración en edades jóvenes que permiten una mayor exposición a las condiciones en el destino, que inciden en la tasa bruta de reproducción, y el hecho es que estas características hubieran hecho que su comportamiento fuera diferente al de la población en el origen, aun cuando no se hubiera realizado el movimiento.

Una segunda hipótesis, llamada hipótesis de asimilación o adaptación (Abbasi-Shavazi & McDonald, 2000) supone que las personas siguen patrones de fecundidad aprendidos en la infancia y la adolescencia y, por tanto, los niveles de fecundidad de la población receptora solo serán alcanzados en la segunda generación de migrantes (Goldberg, 1959; citado en Zavala, Canales y Estrella, 1999). Esta teoría sugiere que se debería esperar que los migrantes absorban gradualmente las normas y valores culturales de la sociedad de destino (Bean, Swicegood y Berg, 2000). No obstante, existen evidencias divergentes al respecto. El proceso de adaptación está negativamente relacionado con la edad en la que las mujeres migran, existe una mayor probabilidad de que una persona se adapte mejor si el movimiento se realiza en edades más jóvenes (Kahn, 1988).

Esta teoría de la asimilación es la que mayor aceptación ha tenido por el amplio apoyo empírico (Castro y Rosero-Bixby, 2011). Por otro lado, la formulación asume que los migrantes antes del movimiento son impactados de la misma forma por las normas y valores en la sociedad de destino (Kahn, 1988, p. 112). Evidentemente esto puede no funcionar así en la realidad, pues obvia diferencias individuales y sociales entre las personas y los grupos, por ejemplo, en el caso de Cuba, incluso con acceso universal a determinados servicios a lo largo del país, las influencias culturales tanto internas como externas no funcionan de igual forma en todos los grupos sociales. Una muestra es el papel de las redes sociales de no migrantes con migrantes que están expuestos a otros atributos culturales y sociales; una persona que no ha experimentado ningún movimiento y forma parte de una red social que incluye migrantes o personas de otros contextos está expuesta a influencias a las que el resto de sus coterráneos no se exponen.

En este sentido, existe un modelo que analiza los diferentes factores que pueden influir en ese proceso de asimilación: segmentación de la asimilación. Esta teoría se centra fundamentalmente en la adaptación de los migrantes jóvenes, principalmente de la segunda generación, y considera factores exógenos que pueden ejercer alguna influencia en el proceso. Entre ellos se incluye el capital humano de los parientes, el contexto social que recibe el migrante y la composición familiar (Portes, Aparicio y Haller, 2009). Con esto, tendríamos una perspectiva un poco más amplia de la asimilación de la cultura en el destino que llenaría de alguna manera la deficiencia de la formulación inicial de asimilación.

La tercera perspectiva teórica focaliza más en los efectos de la migración en sí misma sobre la fecundidad y ha sido llamada de hipótesis de ruptura (Ritchey & Stokes, 1972; citados en Zavala, Canales y Estrella, 1999). Esta teoría alega que el simple hecho de migrar ya hace que las personas estén expuestas a factores que van a influir en el tempo y quantum de su fecundidad (Alleman-Velez, 2004).

La ruptura está más centrada en una visión de familia. Según esta perspectiva, en la familia, si son los hombres los que migran primero, la fecundidad de la esposa cae antes de la migración, y si es el caso contrario la fecundidad tiende a disminuir después del movimiento. En esta línea es importante analizar el proceso en un contexto microsocial, por ejemplo, considerar el estado civil antes y después de migrar. El movimiento interrumpe el proceso reproductivo si se considera que este puede implicar posposición en las uniones o separación de la pareja en caso de que la persona sea casada y migre sola, y, por otro lado, suponiendo que la pareja realice el movimiento junta, pudieran aparecer dificultades económicas y/o psicológicas que impliquen posposición de la fecundidad (Kahn, 1988). 

Esta perspectiva se torna más importante en los últimos años, cuando la tendencia de la migración está siendo, de modo general, a una disminución de los movimientos familiares y el predominio de movimientos individuales. Mientras históricamente los movimientos internacionales femeninos eran por motivos familiares, en la actualidad se observa un aumento de la migración laboral de este grupo, la mayoría de las veces sin compañía de otro miembro de la familia (UNFPA, 2006).

En contraposición a esta última postura teórica surge otra hipótesis que describe el efecto estimulador a corto plazo que puede tener la migración para las personas. Algunos colectivos inmigrantes tienen una elevada fecundidad poco después de llegar al país de destino, sobre todo si la migración está motivada por la formación de pareja o el reagrupamiento familiar, o si el tiempo de espera antes de la migración ha supuesto un aplazamiento deliberado de la maternidad que quiera compensarse al llegar a la sociedad de destino (Toulemon, 2004; Lindstrom y Saucedo, 2007). Aunque este fenómeno se ha documentado solo para algunos colectivos de inmigrantes, pone de relieve que el matrimonio puede constituir una variable intermedia clave entre migración y fecundidad (Hoem y Nedoluzhko, 2008; citados en Castro y Rosero-Bixby, 2011). 

Por último, se ha trabajado sobre una hipótesis que considera la fecundidad como una posibilidad para generar vínculos y propiciar un estatus legal en la sociedad de acogida; esta teoría ha sido llamada hipótesis de legitimación y asume que existe una relación entre contraer matrimonio y/o tener un hijo y el estatus legal y los derechos en el destino (Castro y Rosero-Bixby, 2011). En el caso de las cubanas en Estados Unidos probablemente esta formulación no influiría significativamente en el comportamiento reproductivo de las migrantes pues las ventajas en términos legales de ser cubanas en ese país facilitan el estatus legal, sin necesidad de afianzar vínculos de cualquier otro tipo.

"La evidencia empírica acumulada hasta el momento sugiere que la validez de estas hipótesis depende del país que estemos estudiando. Todas ellas han surgido de la experiencia de un país concreto en el que han sido verificadas, pero no siempre se han podido generalizar a otros contextos. Por ello, es más adecuado hablar de hipótesis complementarias que de hipótesis mutuamente excluyentes, y reconocer que el efecto de la migración en la fecundidad estará condicionado por el origen nacional y étnico de la población inmigrante, por el periodo histórico en el que se produce la migración, y por el contexto socioeconómico, la legislación y los mecanismos de integración en la sociedad de acogida" (Castro y Rosero-Bixby, 2011, p. 112).

En correspondencia con las teorías recogidas en la bibliografía los investigadores sobre el tema analizan variables en dependencia de los objetivos y de la disponibilidad de los datos. Los estudios realizados han hecho un amplio uso de variables tales como el tiempo de residencia en el destino, generación a la cual pertenece el migrante, así como la edad en el momento en que se realizó el movimiento (Devolder y Bueno, 2011; Castro y Rosero-Bixby, 2011; Rodríguez, 2013; Parrado y Morgan, 2008; Rumbaut y Weeks, 1986). Otros se han centrado en el estatus laboral y económico de las migrantes y en el idioma como formas de explorar el nivel de socialización y asimilación (Mayer y Riphahn, 2000; Jaffe y Cullen, 1975). Otras de las variables estudiadas han sido el nivel educacional y el estado civil (Parrado y Morgan, 2008; Mayer y Riphahn, 2000; Jaffe y Cullen, 1975).

Abbasi-Shavazi y McDonald (2000) comparan la fecundidad de inmigrantes en Australia en presencia de multiculturalismo, con la fecundidad de las mujeres no migrantes en los países de origen y con la de las nativas en el destino. El principal resultado sugiere una fuerte evidencia de adaptación de las migrantes a la fecundidad australiana, incluso en presencia de un intenso multiculturalismo.

Incluso en presencia de este resultado, la cuestión es todavía más compleja cuando se profundiza un poco en el asunto. Fueron encontradas fuertes evidencias relacionadas con la selectividad. Por ejemplo, hubo determinados grupos que presentaron características singulares que podrían haber hecho que su fecundidad fuera menos que la de sus similares en el origen, aun sin haber migrado (mayor escolaridad, por ejemplo).

Cada una de las investigaciones realizadas utiliza las variables para probar algunas de las hipótesis recogidas en la literatura, sin embargo, como ya habíamos dicho, los resultados dependen del contexto y del origen de las migrantes. En primer lugar, no siempre la brecha entre los contextos de fecundidad entre el origen y el destino es la misma, esto puede influir tanto en hipótesis relacionadas con la selectividad como en la adaptación y asimilación de las normas del destino. Por otro lado no todas las oleadas migratorias tienen las mismas características y evidentemente el tipo de migrante, el objetivo de la migración y el tipo de movimiento incide tanto en la socialización como en el tiempo antes de reanudar la vida "normal" en el destino, dígase formar familia, insertarse en la vida laboral, tener cierta independencia económica, tener acceso a servicios básicos, etcétera. Es por ello que se hace necesario conocer los contextos y los rasgos del proceso en los diferentes momentos.

  

FECUNDIDAD DE CUBANAS MIGRANTES RESIDENTES EN ESTADOS UNIDOS: UNA COMPARACIÓN CON EL RESTO DE LAS HISPANAS Y CON LAS NATIVAS EN ESE PAÍS

En los últimos años, varios han sido los trabajos que han estudiado la fecundidad de las hispanas (Parrado y Morgan, 2008; Lichter, Johnson, Turner y Churilla, 2012; Parrado, 2011) y los resultados apuntan a que esa población muestra una fecundidad superior a la de las nativas en Estados Unidos. Sin embargo, el caso de las cubanas es diferente, pues si se hace un análisis atendiendo a su nacionalidad, son ellas quienes muestran la menor fecundidad entre las hispanas, e incluso más baja que las nativas en muchos casos. Es obvio que se trata de mujeres que están transitando desde un contexto de fecundidad menor en el origen a uno de mayor nivel en el destino (en el caso de las cubanas), y otras que vienen de países de América Latina donde la fecundidad aún es mayor que en Estados Unidos.

Con la intención de ir hacia la búsqueda de puntos de contacto o ruptura entre la fecundidad de las cubanas y el resto de las hispanas migrantes, y entre estos dos grupos y las nativas en Estados Unidos, este epígrafe mostrará los valores de su nivel y estructura, edad media de la fecundidad y cómo estos comportamientos pueden ser diversos atendiendo a diferenciales como lugar de residencia, situación conyugal, escolaridad, participación en la actividad económica, color de la piel, años de residencia en Estados Unidos y edad de entrada a ese país. Un análisis en este sentido pudiera arrojar resultados en el orden de la adaptación a las normas reproductivas en el destino.

En lo referente al diferencial distribución espacial, se muestra un comportamiento de las nativas y las hispanas no cubanas muy semejante al de las cubanas en términos de distribución espacial. En la Florida se observan tasas de fecundidad más bajas que en el resto del país en todos los grupos. Como es lógico, en el caso de las hispanas no cubanas y las nativas los sesgos pudieran ser mayores, pues en el grupo "otros estados" pudieran estar confluyendo una gran diversidad de comportamientos al interior del país; no obstante, para fines comparativos es válido siempre que se tengan en consideración estos elementos.

Observando los resultados mostrados en la tabla 1, y recordando que la tasa global de fecundidad de Estados Unidos para el 2014 era de 2,0 hijos por mujer, es evidente que la fecundidad de los hispanos tiene un gran peso en la fecundidad total en ese país. Un análisis de la fecundidad de las nativas en Estados Unidos (que incluye la población de padres extranjeros y por tanto que pueden tener diversos orígenes) arroja como resultado un nivel de 1,8 hijos por mujer, valor este que es algo inferior a la fecundidad que muestra la población total, ambos valores por debajo del nivel de reemplazo.

En tanto, las hispanas no cubanas migrantes muestran niveles superiores de fecundidad, por encima del nivel de reemplazo. Ello se mantiene igual, tanto si se estudia de modo general, como si se hace una indagación por separado atendiendo a los lugares de residencia (Florida y otros estados, tal y como se ha venido trabajado a lo largo de la investigación).

El promedio de fecundidad en América Latina y el Caribe para el 2014 era de 2,2 hijos por mujer; sin embargo, países como Guatemala, Haití y Honduras mostraban un nivel superior a los tres hijos por mujer en el mismo año. El valor de la tasa global de fecundidad de las hispanas en Estados Unidos en el período 2000-2014 supera ligeramente a la cifra promedio de América Latina y el Caribe para el 2014. A pesar de ello, al interior de los grupos pudiera estarse cumpliendo la hipótesis de una fecundidad menor que en el origen, pero mayor que en el destino. Una desagregación atendiendo al país de origen podría arrojar resultados coherentes con la hipótesis planteada por Parrado y Morgan (2008), donde se muestra cómo la fecundidad de algunas migrantes se ubica en un nivel intermedio entre los valores observados en el origen y el destino.

El caso de las cubanas es diferente, pues proceden de una sociedad donde la fecundidad se ha ubicado por debajo del nivel de reemplazo por casi cuatro décadas y sería arriesgado afirmar que las tasas de fecundidad mostradas por las migrantes cubanas residentes en Estados Unidos muestran valores similares a los de las nativas, debido a una posible adaptación a normas reproductivas en el destino. En este sentido, vale recordar que la tasa global de fecundidad de las cubanas en Cuba en el período estudiado es de 1,6 hijos por mujer, valor muy semejante al de las cubanas migrantes de manera general y muy semejante además al valor de las nativas en Estados Unidos (1,7 y 1,8 respectivamente), todas por debajo del nivel de reemplazo.

Es significativo también que las cubanas en la Florida muestran un valor más cercano al de las nativas que al de las hispanas, pero fuera de la Florida el valor de la fecundidad se encuentra en un punto intermedio entre las nativas y el resto de las hispanas. Una posible causa de este hallazgo podría radicar en que las cubanas en la Florida, al encontrarse en un contexto de mayor concentración de cubanos, estén tendiendo a conservar las normas del origen y no a asumir los comportamientos reproductivos (en términos de nivel de la fecundidad) del destino. Esto tiene su origen en el hecho de que el enclave de origen cubano propicia un mejor y mayor proceso de inserción y adaptación de los inmigrantes en el lugar de asentamiento, el cual permite la reproducción de varios patrones de comportamiento social que son característicos de la sociedad de origen. En el resto del país, al estar fuera del enclave, las cubanas tienen una mayor socialización tanto con las nativas como con el resto de las hispanas y esto propicia que ellas estén de alguna manera "adaptando" su fecundidad en función de varios grupos de socialización (nativas, hispanas, otras migrantes).

La edad media de la fecundidad difiere entre los grupos y esto puede tener su origen en la estructura de la fecundidad de los grupos estudiados. La figura 1 muestra que la fecundidad de las cubanas en Cuba describe un patrón de fecundidad temprana, en la que el grupo de mujeres de 20 a 24 años aporta alrededor del 23% de la fecundidad total y el grupo de 20 a 29 un valor cercano al 60% en el período estudiado. Las cubanas migrantes en Estados Unidos, por su parte, tienen un patrón de fecundidad tardía, en el que el protagonismo de las mujeres que se encuentran en las edades entre 20 y 29 años oscila alrededor del 50%.

Comparando a las migrantes cubanas con el resto de las hispanas y las nativas en Estados Unidos, se observa que el patrón descrito por las primeras es muy semejante al de las últimas; no obstante, son las cubanas las que tienen una mayor edad media de la fecundidad dentro de los tres grupos (cubanas, hispanas no cubanas y nativas).

El estudio de la fecundidad en las edades adolescentes aporta elementos que tributan a la comprensión del comportamiento reproductivo de una población, siendo así resulta importante estudiar el tema, en especial en el caso de las cubanas migrantes, pues este ha sido un indicador estudiado con amplitud en Cuba en los últimos años. El interés por el tema radica en el hecho de que Cuba muestra tasas de fecundidad adolescente que, aunque han disminuido con relación a la década de los ochenta, aún continúan siendo altas respecto a contextos de fecundidad similares al de la fecundidad cubana.

En la figura 1 se observa con claridad cómo cambian los valores de fecundidad adolescente entre los grupos de mujeres estudiados. En Estados Unidos, son justo las cubanas migrantes las que muestran la menor tasa de fecundidad adolescente frente a las hispanas no cubanas y las nativas (11,1; 42,9 y 24,5 hijos por cada mil mujeres entre 15 y 19 años respectivamente). Si bien en Estados Unidos son las cubanas migrantes las de menor fecundidad adolescente, las cubanas residentes en Cuba muestran el mayor valor en este indicador, por encima incluso de las migrantes hispanas, de las cubanas y las nativas en Estados Unidos, con 50,4 hijos por cada mil mujeres entre 15-19 años, cifra casi cinco veces mayor que la observada en sus coterráneas migrantes.

Este resultado es coherente con los datos publicados en el reporte de estadísticas vitales de Estados Unidos referido a los nacimientos en el 2014, lo que confirma que, en efecto, entre todas las mujeres en Estados Unidos, son las cubanas las de menor fecundidad adolescente, con 14,9 hijos por cada mil mujeres entre 15 y 19 años. Esta cifra experimentó una disminución de casi tres hijos desde el 2010. Dicho valor es muy semejante al de las mujeres blancas no hispanas, que es de 17,3 hijos por cada mil mujeres en edades entre 15 y 19, para ese mismo año (National Vital Statistics Report, 2015).

Sería entonces importante preguntarse qué condiciona que las cubanas al migrar hacia Estados Unidos muestren un nivel semejante de fecundidad con una estructura tan diferente. En términos de nivel, el proceso de adaptación no es tan evidente, puesto que la fecundidad en el origen es muy semejante a la de las nativas en el destino. Sin embargo, fuera de la Florida podría existir cierta preferencia a "acomodar" la fecundidad a la del resto de las hispanas de modo general. Pero, como ya se ha mencionado en capítulos anteriores, las cubanas en Cuba han mostrado síntomas de una posposición de su fecundidad por planes futuros de migración. Entonces existe una dicotomía entre creer que pudiera existir una adaptación a la fecundidad en el destino y pensar que hay un grupo de cubanas migrantes que están completando una fecundidad pospuesta. Para tener un mayor acercamiento a este tema sería imprescindible para futuras investigaciones un análisis cualitativo del proceso y un estudio longitudinal que permitiera descubrir si esta fecundidad está sufriendo un efecto de período.

Con relación a la estructura de la fecundidad pareciera que las cubanas migrantes sí están asumiendo patrones reproductivos de la sociedad de destino, pues tanto el patrón de la fecundidad de manera general (fecundidad tardía)1 como la fecundidad adolescente, muestran valores muy alejados de los observados en el origen (Cuba) y bastante similares a las nativas en Estados Unidos. En este sentido, entonces tal vez sí se pudiera hablar de una posible adaptación que tiene que ver con la estructura y no con el nivel de la fecundidad.

Las hispanas, por su parte, tienen un patrón de fecundidad tardía con tendencia a ser dilatada,2 con valores en la fecundidad adolescente que superan tanto a las cubanas migrantes como a las nativas en Estados Unidos. Para el 2013 la fecundidad adolescente en América Latina y el Caribe era 84 hijos por cada mil mujeres entre 15 y 19 años (UNFPA, 2013), valor que es casi el doble del observado en las hispanas no cubanas en Estados unidos. Efectivamente, las adolescentes hispanas han alcanzado una fecundidad adolescente que muestra un valor intermedio entre la fecundidad del origen y la del destino; sin embargo, este indicador (fecundidad adolescente) es mucho más cercano a los valores del destino que a los valores del origen.

En la región de América Latina y el Caribe, la edad media de la fecundidad para el período 2010-2015 mostraba un valor cercano a los 27 años (Cabella y Pardo, 2014), un año menor que la observada en las migrantes residentes en Estados Unidos. En esta región se ha visto en las últimas décadas una reducción de la fecundidad en todos los países, unos con mayor intensidad que otros; empero, se ha observado un fenómeno singular/peculiar/sugerente en el patrón de la fecundidad, un comportamiento que ya se había encontrado en Europa cuando comienzan a bajar los niveles de fecundidad. Al inicio una caída en el número de hijos implica una disminución de los nacimientos de orden superior (hijos de terceros, cuartos, quintos o sextos nacimientos), por ello disminuyen los nacimientos en edades avanzadas de la mujer y como consecuencia la edad media de la fecundidad disminuye.

Es por ello que el descenso en este indicador no debe ser interpretado como un cambio radical en la estructura de la fecundidad. Después de algún tiempo y de que los niveles de las tasas de fecundidad se acercan al reemplazo o se ubican por debajo de este nivel, la Edad Media de la Fecundidad se detiene y en ocasiones comienza un ligero incremento, esta vez sí producto de una posposición (Cabella y Pardo, 2014).

Este comportamiento no ha sido homogéneo en todos los países de la región; no obstante, es probable que, de manera general, una edad media de la fecundidad para las migrantes hispanas en Estados Unidos que sea un año mayor que la media en la región pueda ser producto de una posposición. Como se observa en la figura 1, la estructura de las migrantes hispanas en Estados Unidos es de cúspide dilatada, y en América Latina y el Caribe como comportamiento general la fecundidad continúa siendo joven, donde inciden además de manera importante las tasas de fecundidad adolescente (Rodríguez, G., Quintana y Molina, 2015; Cabella y Pardo, 2014). Sin embargo, como ya se observó, las tasas de fecundidad adolescente registradas por las hispanas tanto cubanas como no cubanas es mucho menor en las migrantes que las registradas en el origen.

Una vez más, los resultados podrían apuntar a una adaptación, al menos en la fecundidad adolescente de las migrantes hispanas no cubanas, comportamiento que es semejante al de las cubanas con la diferencia de que estas últimas ya han alcanzado valores que están por debajo incluso de la población nativa. Por otro lado, pudiera pensarse también en una posible influencia de la selectividad, pues altos niveles de fecundidad adolescente muchas veces están relacionados con características asociadas a la pobreza, baja escolaridad, residencia en zonas rurales (Vignoli, 2014).

Las adolescentes migrantes en Estados Unidos, entraron en edades inferiores a los 20 años, y es probable que se hayan insertado de alguna manera en el sistema educativo estadounidense. Existe evidencia de la efectividad de la aplicación de programas de educación sexual y el uso de métodos anticonceptivos de larga duración en las adolescentes, elementos que han tenido un impacto importante a corto plazo tanto en la disminución de las tasas de fecundidad adolescente como en la reducción de los diferenciales en este indicador (Oman, Vesely, Green, Fluhr, y William, 2016).

En este sentido, más allá de que, en efecto, el cambio en el comportamiento de la fecundidad adolescente de las migrantes pudiera estar relacionado con una adaptación a las normas en el destino, es real que existe una intención de disminuir este indicador en Estados Unidos y que las políticas aplicadas han tenido un resultado positivo, que ha impactado de manera importante tanto a migrantes como a nativas.

En el tránsito hacia un régimen de baja fecundidad, la polarización social sigue caracterizando el comportamiento reproductivo de la población latinoamericana y caribeña (Cabella y Pardo, 2014). Se puede pensar que, en la sociedad de origen, las adolescentes con características semejantes a las de sus coetáneas migrantes, también ubican su fecundidad en niveles similares y no es la socialización y la adaptación lo que hace que las migrantes experimenten menores niveles de fecundidad que los observados en el origen, sino un proceso de selectividad de esas muchachas.

Según Lichter, Johnson, Turner y Churilla (2012), algunas de las diferencias entre la fecundidad de las hispanas y las nativas se pudieran explicar por la persistencia de características de inequidad (escolaridad, empleo), y el hecho de que esta fecundidad de las migrantes se vaya acercando de manera paulatina a los valores de las nativas puede estar explicado en algunas sociedades por la atenuación de las diferencias y no por una adaptación al medio. A continuación se analizará la fecundidad de las cubanas migrantes en Estados Unidos comparándola con la fecundidad de las hispanas migrantes no cubanas y las nativas desde algunos de sus principales diferenciales.

 

SITUACIÓN CONYUGAL

La tabla 2 muestra los resultados para los tres grupos. Un primer elemento que salta a la vista es que tanto en las nativas como en las hispanas no cubanas en Estados Unidos se observa una diferencia notable entre las casadas con esposo ausente y las casadas con esposo presente, superando estas últimas a las primeras en al menos un hijo (1 hijo de diferencia en las hispanas y 1,5 hijos de diferencia en las nativas). En las cubanas, estas variables se comportan de manera diferente, pues las mujeres con vínculo conyugal, ya sea con ausencia o presencia del esposo, muestran valores muy similares. Sin embargo, son las cubanas que viven fuera de la Florida quienes muestran un diferencial mayor entre las casadas con esposo presente y las casadas con esposo ausente (2,3 hijos más en las casadas con esposo presente).

Una vez más este resultado parece reflejar la influencia del enclave, donde las mujeres que viven fuera de la Florida están siguiendo patrones culturales en los que existen elementos culturales y prácticos que son menos favorecedores para las madres en ausencia del esposo. Esto tiene que ver con que tal vez, en términos culturales, sea menos aceptado ser madre sin esposo y, por otro lado, fuera de la Florida las redes sociales son más débiles, y por tanto colocan a las madres cubanas en una situación más vulnerable.

Las mujeres sin vínculo conyugal (separadas, divorciadas, viudas, solteras) muestran niveles de fecundidad mucho menores que los observados en las mujeres sin vínculo. Es este un comportamiento esperado, pues de manera general las con vínculo conyugal tienen niveles de fecundidad mayores que las que carecen de este vínculo. Por otro lado, se está trabajando con fecundidad reciente, hijos en los últimos doce meses, por tanto las que se declaran casadas en el momento de la entrevista tienen mayor probabilidad de haber tenido hijos en los últimos doce meses que las que se encontraban sin pareja.

En todas las categorías los mayores niveles de fecundidad son observados en las hispanas no cubanas y los menores en las cubanas migrantes. Las nativas y las hispanas migrantes muestran valores de fecundidad por encima del reemplazo, aun en las separadas. Esto pudiera ser un reflejo de la reproducción de patrones reproductivos del origen, en ambos casos.

Es de interés además el hecho de que, pese a que las tasas son muy bajas, en las solteras se observa que las nativas muestran una tasa global de fecundidad más baja que el resto de las mujeres, seguidas por las cubanas y por último las hispanas no cubanas migrantes con la mayor fecundidad. Este hallazgo puede ser, por una parte, producto de condiciones de desventaja social de las migrantes, sin embargo es imprescindible recordar que esta información es recogida según declaración y tal vez declararse madre soltera facilita la inclusión en algún programa de ayuda social en el país, lo cual no se desarrolla de la misma manera en todo el país, por tanto el análisis y las hipótesis se elaboran de manera general; sin embargo, un análisis desagregado podría arrojar otros resultados.

Se pudiera pensar también que la maternidad en soltería es más aceptada entre las migrantes o en las sociedades de origen que en el destino, en cambio se sabe que tanto en Cuba como en América Latina en general, tener hijos en presencia del padre es aún importante. Es por ello que la opción más probable sea que los valores de las tasas de fecundidad en soltería de las migrantes, sobre todo en las hispanas no cubanas, sean producto de las desventajas sociales que pueden estar experimentando las mujeres migrantes.

 

ESCOLARIDAD

A las migrantes les ha sido atribuida una fecundidad mayor, principalmente por la hipótesis referida a las características sociales, la que describe cómo las migrantes tienen menores niveles de escolaridad, estatus migratorio, etcétera (Bean y Tienda, 1987). Tomando en consideración esta propuesta, es imprescindible analizar la relación entre escolaridad y fecundidad en las migrantes en estudio y las nativas en Estados Unidos.

El comportamiento de las cubanas migrantes es un tanto diferente al de las hispanas y las nativas. Mientras que las tasas de fecundidad en las hispanas y las nativas en Estados Unidos muestran una relación negativa con la escolaridad, las cubanas migrantes experimentan un comportamiento más homogéneo. En todas las categorías las cubanas en ese país ubican su fecundidad por debajo del nivel de reemplazo, siendo las que se encuentran en un nivel intermedio de escolaridad (entre 10 y 12 grados de escolaridad) las que muestran una fecundidad más cercana al reemplazo, mientras que las de menor nivel de escolaridad son las que menos hijos promedio tuvieron en el período. Sin embargo, las cubanas fuera de la Florida sí siguen el mismo patrón de sus colegas hispanas y nativas, con un comportamiento más parecido a las primeras que a las segundas.

El diferencial por nivel de escolaridad en las cubanas de modo general, es un comportamiento que ya había sido observado en Cuba, pero son las cubanas en la Florida las que siguen esta conducta, pues en el resto del país se observa un comportamiento diferente. Vale recordar que la mayor concentración de cubanos migrantes se encuentra en la Florida, es por ello que existe una mayor probabilidad de que las cubanas en ese Estado muestren un comportamiento semejante al de sus coterráneas en Cuba, y las que viven en el resto del país muestren una mayor adaptación y por tanto más cercano al comportamiento reproductivo de las estadounidenses.

La edad media de la fecundidad de las cubanas migrantes sí muestra una relación directa y proporcional con el nivel de escolaridad, las que tienen entre cero y nueve grados de escolaridad ubican este indicador más de tres años por debajo de las que tienen nivel superior. Este es el mayor diferencial observado en los tres grupos (hispanas y cubanas migrantes, y nativas). Esto quiere decir que el nivel de escolaridad en las cubanas migrantes influye mucho más en el patrón que en la intensidad de la fecundidad. Este comportamiento es típico de las mujeres nacidas en Cuba, pues en el caso de las hispanas, la escolaridad influye tanto en el nivel como en la estructura (fecundidad que disminuye con el aumento del nivel de escolaridad y edad media de la fecundidad que aumenta en la medida que se amplían los años de escolaridad).

En las nacidas en Estados Unidos la heterogeneidad en el nivel de fecundidad según años de escolaridad es menor que en las hispanas migrantes (tabla 3), aunque la relación es la misma (relación inversa entre escolaridad y fecundidad). En lo que respecta a la estructura, también los diferenciales son menores, incluso las edades medias de las dos primeras categorías (0-9 años y entre 10 y 12 años de escolaridad) son muy semejantes.

Se pudiera decir entonces que las cubanas en Estados Unidos de modo general muestran un comportamiento que apunta más a un mantenimiento de la conducta observada en el origen; sin embargo, en las cubanas residentes fuera de la Florida se observa un comportamiento semejante al del resto de las hispanas. Pareciera que en otros estados (fuera de la Florida) las cubanas pudieran experimentar una cierta asimilación en términos reproductivos de las normas de fecundidad del resto de las hispanas.

Una de las explicaciones tanto para el nivel como para la estructura de las hispanas en Estados Unidos, tiene su fundamento en la relación que existe entre la edad y la formación de familia (Parrado, 2011). Por lo general la migración no es un hecho aleatorio en la vida de las personas; la mayoría de los migrantes, en especial los latinos, realizan el movimiento motivados por un deseo de reunificación familiar (Cerruti y Massey, 2001), incluso los que viajan solos tienden a unirse con mucha rapidez una vez que arriban al destino (Parrado y Flippen, 2005; citado en Parrado, 2011). Habría entonces que considerar este aspecto en futuras investigaciones en el caso de las cubanas.

 

PARTICIPACIÓN EN LA ACTIVIDAD ECONÓMICA

La inserción de la mujer en el mercado laboral es un hecho que, con frecuencia, se vincula con la maternidad. Sin embargo, en el caso de las migrantes existen varios elementos que pueden mediar en esta relación. Un trabajo realizado por Castro y Rosero-Bixby en el 2011 refiere que existe una diferencia sustancial dependiendo de los motivos de la migración, por ejemplo, las mujeres que migran por cuestiones de trabajo tienden a tener una fecundidad mucho menor que las que lo hacen por reunificación familiar.

Es por ello que en el análisis de la fecundidad por situación laboral es importante considerar que dentro de todas las migrantes existen diferencias, aunque, a pesar de la disponibilidad de los datos, no pueden ahora ser trabajadas con el detalle que requieren. No obstante, es válido llamar la atención de la necesidad de atender el tema en detalle en estudios futuros. El siguiente análisis se realiza sobre la base de la fecundidad de manera general para aportar elementos primarios de acercamiento al fenómeno.

En la Tabla 4 se observa la relación inversa entre participación en la actividad económica y fecundidad en los tres grupos de mujeres estudiados (hispanas no cubanas y cubanas migrantes, y nativas en Estados Unidos). En todos ocurre que en las desempleadas y en las que se encuentran fuera de la fuerza de trabajo la fecundidad se ubican por encima del nivel de reemplazo, mientras que en las mujeres empleadas este indicador se ubica por debajo de dicho nivel.

Una vez más cabría preguntarse en qué dirección está funcionando el efecto de la variable participación en la actividad económica sobre la fecundidad. Si bien tener más hijos pudiera dificultar de alguna manera la inserción de la mujer en el mercado de trabajo, también pudiera pensarse que es el desempleo lo que genera una situación de vulnerabilidad para la mujer y como consecuencia su fecundidad aumenta.

Nótese que son las hispanas no cubanas las que muestran la mayor diferencia en los niveles de fecundidad en las tres categorías (empleadas, desempleadas, fuera de la fuerza de trabajo), pues las empleadas muestran una tasa de 1.8 hijos menor que la de sus coterráneas que se encuentran fuera de la fuerza de trabajo, lo cual confirma que son estas las mujeres que con cierta probabilidad experimenten mayores niveles de desigualdad social.

Volviendo a los postulados de Lichter, Johnson, Turner y Churilla (2012), los resultados muestran que, en efecto, pudiera ser que la diferencia entre el comportamiento reproductivo de las migrantes no sería una consecuencia del movimiento, sino de diferencias sociales evidentes entre migrantes y nativas. En este sentido se observa cómo en iguales condiciones las diferencias entre migrantes y nativas se van reduciendo, y esto destaca en la fecundidad de las empleadas y desempleadas en los tres grupos, pues las tasas son 1,5, 1, y 1,3 para las nativas, las hispanas no cubanas y las cubanas migrantes empleadas, respectivamente, y 2,1, 2,4 y 2,0 para las desempleadas, respectivamente.

Es importante aclarar además que estas altas tasas en las mujeres que se encuentran tanto desempleadas como fuera de la fuerza de trabajo pudieran estar sufriendo el efecto que puede tener la fecundidad de período. Recuérdese que se está trabajando con los hijos tenidos en los últimos doce meses; es probable que, en el momento de la entrevista, teniendo un hijo pequeño, haya muchas mujeres que se han quedado sin trabajo o que decidieron alejarse del mercado laboral producto del nacimiento de un hijo.

Atendiendo al lugar de residencia, el comportamiento de la fecundidad sigue las conductas observadas anteriormente: las mayores tasas son experimentadas por las que viven fuera de la Florida, y la relación entre empleo y fecundidad es la misma que la observada de modo general en el país.

Llama la atención que los menores valores en la edad media de la fecundidad se observan en las mujeres desempleadas. Por otro lado, como era de esperarse, son las empleadas las que muestran un mayor valor de este indicador. La inserción en el mercado laboral de las mujeres hace que su fecundidad sea de cierta forma pospuesta y esto podría explicar una estructura de la fecundidad un poco menos joven que la del resto de las mujeres.

Estudios recientes en Europa muestran cómo en los últimos años ha existido en algunos países una tendencia a revertir el efecto del empleo femenino en la fecundidad (Luci y Thévenon, 2014; Fox, Klusener y Myrskyla, 2015). Estos autores observan en algunos países de Europa que, en presencia de desarrollo económico y determinadas condiciones de igualdad de género, son las mujeres empleadas las que más aportan a la fecundidad total. Evidentemente en nuestro continente aún existen desigualdades importantes atendiendo a la inserción de la mujer en el mercado de trabajo, las cuales impactan de modo negativo en la fecundidad y son el reflejo de inequidades sociales y diferencia de oportunidades aún latentes en la región que existen con independencia del estatus migratorio.

La homogenización de la fecundidad en la categoría empleadas en las migrantes cubanas, no obstante, no parece ser atribuible a un proceso de adaptación de la fecundidad sino a una reducción en las diferencias en las condiciones de vida y las oportunidades de migrantes y residentes en el origen. Sin embargo, para tener una idea clara de cómo funciona el fenómeno sería imprescindible realizar otro tipo de análisis que controle otras variables, así como un estudio cualitativo que aporte datos a nivel individual y grupal.

 

COLOR DE LA PIEL 

El color de la piel es un diferencial que debe ser considerado en el estudio de cualquier variable demográfica. Este es en sí mismo el reflejo de diferencias sociales y culturales que pueden impactar en el comportamiento de los diferentes grupos. Es por ello que la fecundidad en Estados Unidos también será analizada desde esta perspectiva.

En los últimos años ha existido una tendencia al descenso de la fecundidad de las afroamericanas en Estados Unidos, el cual no ha sido observado en las hispanas de manera general (Bogue, 2011). En el presente estudio se constata este hecho, la fecundidad de las blancas y no blancas en Estados Unidos muestra los mismos valores, los cuales se ubican por debajo de los resultados observados en las hispanas no cubanas migrantes en ese país (tabla 5).

Resulta destacable, además, el hecho de que la fecundidad de blancas y no blancas hispanas en Estados Unidos sea muy semejante y que las cubanas muestren el mayor diferencial por color de la piel.

Es muy probable que las diferencias no estén relacionadas con en el color de la piel en el caso de las nativas y las hispanas, sino que sean características socioeconómicas las que estén marcando diferencias importantes. Se pudieran identificar dos elementos que estarían explicando de alguna manera este comportamiento de las nativas e hispanas migrantes. En primer lugar, la condición de migrante en las hispanas pude marcar ciertas desventajas sobre las afroamericanas. La escolaridad, la situación conyugal, los ingresos y el empleo son varios de los factores que pueden marcar las diferencias entre el comportamiento reproductivo de estos dos grupo (afroamericanas e hispanas) (Bogue, 2011).

La anticoncepción y el aborto fueron determinantes próximos de la fecundidad estudiados por Bogue y que en su estudio parecían proporcionar una explicación parcial al fenómeno. Fueron justo las afroamericanas las que refirieron mayor uso de la anticoncepción y el aborto, sobre todo en las primeras edades del período reproductivo. Por último, existe un componente cultural, donde las hispanas refieren un mayor deseo de ser madres, en especial en las primeras edades del período reproductivo, actitud que no es compartida por las afroamericanas (Bogue, 2011).

Las cubanas migrantes, por su parte, muestran un diferencial por color de la piel que no se corresponde con el diferencial observado en las cubanas en Cuba, donde la fecundidad por color de la piel es bastante homogénea. Los resultados obtenidos aquí sugieren un peculiar comportamiento de la fecundidad por color de la piel de las cubanas migrantes, pues tanto las hispanas como las nativas muestran una fecundidad bien homogénea por color de la piel. Es en las cubanas migrantes blancas donde se observa una fecundidad más cercana a las nativas en Estados Unidos.

Atendiendo al lugar de residencia, en las hispanas y afroamericanas el comportamiento del diferencial por color de la piel es muy semejante, siendo igualmente homogéneo. Sin embargo, son las cubanas residentes fuera de la Florida las protagonistas de esta fecundidad diferencial por color de la piel. Mientras que las cubanas en la Florida experimentan los mismos valores de fecundidad, la diferencia entre las cubanas blancas y no blancas fuera de este estado es de casi un hijo, ubicando a las no blancas en una fecundidad por encima del reemplazo.

Habría que preguntarse entonces si las cubanas no blancas fuera de la Florida son el reflejo de determinadas diferencias sociales, o si las mismas están adquiriendo normas reproductivas de algún otro grupo cultural. Es probable que este sea un efecto de período o de las características de la muestra; de cualquier modo, este es un tema que sería importante incluir en próximas investigaciones.

 

IDIOMA

El idioma tiene implicaciones en el comportamiento de los migrantes en varias áreas de la vida y su inserción social en el destino puede estar fuertemente influenciada por el hecho de hablar o no el idioma del país receptor. Para Connor y Massey (2011), las habilidades en idioma inglés de los migrantes tienen un efecto sobre todo en la educación y en consecuencia, en los salarios que reciben los migrantes. Es por ello que el proceso de inserción de las mujeres en la sociedad de destino está estrechamente ligado al idioma.

Es importante entender que, si bien es válido estudiar el idioma como diferencial importante de la fecundidad, también se debe pensar que su efecto puede estar siendo indirecto, pues es posible que no sea el idioma en sí lo que influye en el comportamiento reproductivo, sino otras variables como el nivel educacional, el salario y la inserción en el mercado de trabajo, las que pueden marcar diferencias entre las migrantes.

La tabla 6 muestra el nivel y la estructura de la fecundidad de las migrantes cubanas e hispanas migrantes según el dominio del idioma inglés. Pareciera que, si se está trabajando con mujeres nacidas fuera de Estados Unidos, la categoría "solo habla inglés" no tiene sentido, pero se debe tener en cuenta que estas personas pueden haber entrado al país de destino a edades muy tempranas. Por otro lado, también hay un número de mujeres que no hablan inglés y sin embargo nacieron en Estados Unidos, estas muy probablemente son hijas de padres extranjeros y mantienen su lengua natal.

Como ya se analizó en el capítulo 2, de modo general para las cubanas el idioma no resulta un diferencial importante; en cambio, según lugar de residencia el comportamiento es diferente. Mientras que en la Florida son las cubanas que solo hablan inglés las que muestran una mayor fecundidad, en el resto del país las cubanas que no hablan inglés son las de mayor nivel en su fecundidad. En las hispanas migrantes y las nativas, las mayores tasas de fecundidad son observadas en las mujeres que no hablan inglés, todas por encima del reemplazo. Es importante señalar que en el caso de las hispanas se está refiriendo a las mujeres nacidas fuera de Estados Unidos pero en el caso de las nativas quizás sean segunda generación de migrantes, y estas últimas tienen un hijo menos que las primeras. Siendo así, podría pensarse que ha existido una adaptación de la fecundidad de una generación a otra. Es importante también saber que dentro de estas nativas que no hablan el idioma inglés, no solo puede haber segunda generación de hispanas, estas podrían ser de orígenes muy diversos, por tanto, no se podría hacer un análisis muy profundo del comportamiento sin controlar el origen de estas nativas.

Según el lugar de residencia el comportamiento sigue siendo el mismo; las nativas e hispanas migrantes muestran mayores tasas de fecundidad tanto en la Florida como en el resto del país. Esta conducta, frente a la de las migrantes cubanas, parece sugerir que estas, en un contexto en el que hay menor concentración de cubanos y en consecuencia una menor socialización con personas de su misma nacionalidad, tienden a adaptar su comportamiento reproductivo al de otras mujeres.

El patrón de la fecundidad sí parece tener un comportamiento homogéneo, donde las mujeres que no hablan inglés parecen tener una estructura más joven que las demás, tanto para las nativas como para las cubanas e hispanas migrantes a excepción de las cubanas en la Florida, en las cuales la edad media de la fecundidad entre las que no hablan inglés y las que solo hablan inglés es muy semejante (28,4 y 28,0 respectivamente).

De manera general el idioma marca diferencias para las hispanas y nativas, pues se muestran valores de fecundidad superiores a la media nacional en las que no hablan inglés y por encima además de los valores observados en las nativas en general (ver primera parte de este capítulo). Pareciera que el dominio del idioma es un elemento que marca un proceso de asimilación de normas reproductivas, donde las mujeres que continúan arraigadas a su idioma natal, también lo hacen de alguna manera a modelos y rasgos culturales de la sociedad de origen. En opinión de Portes y Rumbaut (2011), cuando se olvida un idioma se pierde también una parte de la persona ligada a su propia identidad y su herencia cultural, es evidente que no abandonar este idioma marca una intención de mantener esta identidad.

El caso de las cubanas migrantes es otro ejemplo de una posible adaptación; las cubanas en la Florida, por razones ya explicadas, mantienen un mayor vínculo con sus coterráneos y las posibilidades de inserción en otros grupos étnicos son menores que en el resto del país, donde la concentración de cubanos es menor. Este hecho hace que, si bien de manera general el idioma no es un diferencial importante, al separar por lugar de residencia, las cubanas residentes fuera de la Florida sí muestran una diferencia entre las que no hablan inglés y las que sí lo hablan, donde las primeras exhiben un comportamiento de la fecundidad más semejante al de las nativas y las hispanas en esta categoría que al de las cubanas en general.

 

AÑOS EN ESTADOS UNIDOS

El tiempo de residencia en el destino es también una variable que puede marcar diferencias en el comportamiento reproductivo. Ford (1990) observó en las hispanas en Estados Unidos un patrón donde la fecundidad de período era mayor en los primeros años después de la migración, mientras que luego las tasas de fecundidad descendían pasados los primeros cinco años de residencia. 

Como ya se ha mencionado, el comportamiento de la fecundidad luego de la migración depende mucho de los motivos de las migrantes, los datos con los que contamos no nos permiten evaluar este aspecto, por tanto, esta sección analiza la fecundidad de las cubanas e hispanas migrantes en Estados Unidos atendiendo al tiempo de residencia en este país de modo general. Se incluye también en los resultados la fecundidad de las nativas, para tener un patrón de comparación y observar si hay alguna propensión a que las migrantes adapten de alguna manera su fecundidad a la observada en las nativas. 

El comportamiento de la fecundidad según años de residencia en las hispanas no cubanas migrantes sigue la conducta descrita por Ford, donde la tasa de fecundidad alcanza su mayor valor inmediatamente después de la llegada a Estados Unidos y luego el indicador comienza a disminuir hasta alcanzar el menor valor en el grupo de mujeres que viven en Estados Unidos hace más de 21 años. Estas mujeres vienen de un contexto de fecundidad alta y el hecho de que esta fecundidad se mantenga así en los primeros años y luego los niveles disminuyan acercándose de manera gradual a los valores observados en las nativas, parece ser una señal de cierta adaptación a las normas reproductivas en el destino.

Se podría pensar entonces que las protagonistas de estas altas tasas de fecundidad en el momento inicial de la residencia en el destino sean mujeres que viajan por motivo de reunificación familiar y que tal vez habían pospuesto su fecundidad, de manera que una vez alcanzado su objetivo (migrar) vienen a materializar su deseo de ser madres.

En la interpretación sobre la posterior disminución de la fecundidad de las hispanas migrantes se puede incluir la adaptación a las normas en el destino, normas relacionadas con el tipo de familias y el comportamiento reproductivo del lugar donde se asentó la migrante. No obstante, es importante pensar que las diferencias entre los niveles de fecundidad pueden ser el reflejo de diferencias sociales que no favorecen a las migrantes. Estas diferencias pueden atenuarse en la medida en que aumenta el tiempo de residencia en Estados Unidos, como consecuencia del cual disminuyen las diferencias en la fecundidad.

Por otro lado, el grupo de las mujeres que residen en Estados Unidos hace más de 21 años, está compuesto por mujeres que probablemente llegaron al país en edades muy tempranas y cuya vida reproductiva, en su mayor parte, ha transcurrido en un contexto de fecundidad baja, por tanto, han sido más propensas a asimilar las normas reproductivas de la sociedad de destino.

El comportamiento de la fecundidad en las cubanas migrantes difiere del de sus colegas hispanas. Hay que considerar que, a diferencia de las hispanas, las cubanas provienen de un contexto de fecundidad menor que el de Estados Unidos. Vale recordar que en el discurso de las cubanas parece existir una posposición de la fecundidad por futuros planes de migración, por tanto se podría esperar un aumento en las tasas de las cubanas después de la migración. Lo observable es que son las mujeres cubanas migrantes que llevan residiendo en Estados Unidos entre 6 y 10 años las que muestran un mayor valor en la tasa global de fecundidad. Luego de este momento de cúspide en dicho período entre el sexto y el quinto año de residencia, las cubanas migrantes mantienen un comportamiento oscilatorio del indicador, siempre con valores por debajo del reemplazo.

Los resultados encontrados de las cubanas migrantes en relación con su fecundidad pueden tener varios matices. En un inicio se podría pensar que la tasa en los primeros cinco años es un reflejo de la fecundidad en la sociedad de origen y luego en el siguiente período existe un aumento de la fecundidad como resultado de un proceso de adaptación de las normas reproductivas a la sociedad de destino. Ello recordando que la adaptación en el caso de las cubanas es atípica, pues son mujeres que se mueven de un contexto de fecundidad más baja a uno de fecundidad mayor.

Por otro lado, es importante considerar que los cubanos en Estados Unidos tienen determinadas ventajas con respecto al resto de las migrantes. Los mecanismos derivados tanto de la Ley de Ajuste Cubano como de los Acuerdos Migratorios de 1994, facilitan la inserción de todos los cubanos llegados a Estados Unidos, en dependencia de la vía de entrada. Los tiempos para alcanzar la residencia difieren; no obstante, su situación es más ventajosa que la del resto de los migrantes y en cualquier caso la residencia es posible recibirla como máximo al año de haber llegado al país. Cinco años después de haber adquirido residencia permanente, los migrantes en Estados Unidos tienen derecho a solicitar la nacionalidad de ese país, a excepción de las casadas con ciudadanos que pueden solicitarla a los tres años de residencia permanente.3 Mirando el fenómeno desde este punto de vista es probable que las mujeres cubanas, al llegar a Estados Unidos, esperen a adquirir la nacionalidad para después materializar sus planes reproductivos.

Sin embargo, en esta clasificación por tiempo de residencia hay muchos factores y otras variables que pueden estar afectando el resultado, entre ellos la edad de las migrantes, el motivo de la migración, la situación conyugal, los años de entrada y las características de las oleadas migratorias. Controlar estos factores podría enriquecer mucho más la investigación y levantar hipótesis más cercanas a la realidad; sin embargo, no se cuenta con datos para aislar el efecto de estas variables.

Debido a este déficit de información se hace imposible trabajar bajo la hipótesis de ruptura. La disminución de la fecundidad en el primer momento después de la migración es diferencial, en especial por motivos familiares y económicos, los cuales pueden incluir problemas de inserción en la sociedad de destino. En las hispanas, por ejemplo, que muestran una fecundidad mayor en los primeros años de residencia en Estados Unidos, no se puede constatar un proceso de ruptura en el proceso reproductivo, pero este puede ser un reflejo del tipo de migración. Es posible que en el período estudiado exista un mayor número de hispanas que migraron en compañía de la familia, o que viajaron por reunificación familiar. Por otro lado, habría que estudiar el año de entrada y las características de las migrantes, pues es probable que estas hispanas estén teniendo los hijos pospuestos en un momento anterior al movimiento.

En las cubanas, el hecho de mostrar una fecundidad que aumenta después de los primeros cinco años de residencia en Estados Unidos, pudiera sugerir una caída de su fecundidad en los primeros años en el destino; sin embargo, es importante tener en cuenta que probablemente esto no es producto de un proceso de ruptura sino de continuidad de una fecundidad que ya traían del origen.

Es por ello que, más que intentar explicar el comportamiento reproductivo de las cubanas a partir de esta hipótesis, lo sugerente/significativo/llamativo es que estas migrantes entran al país y mantienen una fecundidad semejante a la observada en el origen y luego aumenta el valor de la variable, en lo que pareciera un proceso de adaptación a la fecundidad en el destino o la materialización de una fecundidad pospuesta.

 

EDAD AL MIGRAR

En opinión de Mayer y Riphahn (2000), más que los años viviendo en el destino, son extremadamente importante los años dentro del período reproductivo, es decir, el tiempo dentro del período reproducido que la mujer haya permanecido en la sociedad receptora es lo que en realidad influye en su comportamiento reproductivo. Es por ello que haber entrado antes o después de comenzar la edad fértil es vital para estudiar posibles cambios en la fecundidad de las migrantes.

Relacionando la edad de entrada con el tiempo de residencia en Estados Unidos se observaron resultados que podrían ser producto de la aleatoriedad del tamaño de la muestra. Es por ello que se trabaja solamente separando las mujeres por edad de entrada en Estados Unidos. Al clasificar a la población femenina migrante considerando el movimiento migratorio, si lo realizó antes o después de haber entrado en el período reproductivo, se pudo tener una idea de cuánto puede estar influyendo que una mujer comience su socialización en el contexto receptor antes o después de haber entrado en el período reproductivo.

Las hispanas no cubanas migrantes muestran un comportamiento que parece sugerir una relación positiva entre fecundidad y edad de entrada a Estados Unidos, donde las que entraron antes de comenzar su período reproductivo experimentan una fecundidad menor que la observada en las que migraron después de cumplir 15 años. En el caso de las cubanas migrantes, el comportamiento es diferente, aunque la relación entre edad de entrada y fecundidad sigue la misma tendencia, donde las que migran después de los 15 años muestran una fecundidad ligeramente mayor que las que lo hacen antes de esta edad. Dicho comportamiento es diferencial por lugar de residencia, pues, aunque la conducta es la misma, la diferencia entre los valores experimentados, considerando la edad al migrar, es mayor en las que viven fuera de la Florida que entre las que viven en estos Estados.

Llama la atención cómo, en ambos casos (cubanas e hispanas migrantes) las mujeres que migraron después de los 15 años han tenido una fecundidad mayor que las que llegaron al país antes de esa edad. En las hispanas puede ser un signo de adaptación a las normas de fecundidad de la sociedad receptora, mujeres que llegan en edades más tempranas comenzarían entonces su período reproductivo aprendiendo las normas de la sociedad de destino mientras que las que ya han comenzado este período en otro régimen de fecundidad tal vez experimentan este proceso de adaptación a una menor velocidad.

En las cubanas, por otra parte, podría esperarse que las que migraron en edades más tempranas tuvieran una mayor fecundidad que las que comenzaron su período reproductivo en Cuba, pues la sociedad emisora ha mostrado valores de fecundidad por debajo del nivel de reemplazo por casi cuatro décadas; sin embargo, este no es el comportamiento observado. Es importante entender que, si bien es cierto que los niveles de fecundidad observados en Estados Unidos son un poco mayores que los de Cuba, ambos países tienen una fecundidad baja. En caso de que se produjera un aumento en la fecundidad de las mujeres después de migrar para adaptar su comportamiento al de las estadounidenses, quizás este cambio no implique un aumento muy marcado en los niveles de fecundidad.

Asimismo, los niveles de fecundidad observados en Estados Unidos están sustentados en gran medida en la fecundidad de las hispanas, pues las nativas en ese país muestran una fecundidad semejante a la de las cubanas en Cuba. Es por ello que un aumento en el nivel de la fecundidad de las cubanas después de la migración sería más una adaptación al comportamiento de las hispanas migrantes que al de las nativas en Estados Unidos.

Cubanas que migran con menos edad, es de suponer que se socializan con jóvenes norteamericanas y con hispanas que a su vez también están socializándose con estas nativas. La fecundidad de las nativas en Estados Unidos es muy semejante a la de las cubanas en Cuba, esto quiere decir que, más que un cambio en el comportamiento reproductivo de las cubanas por adaptación habría que pensar en que esa adaptación tal vez se hace en un contexto donde las normas reproductivas son muy semejantes a las del origen, por tanto, migrar con más o menos edad no necesariamente implica un cambio en su comportamiento reproductivo. En este sentido, esta ligera diferencia a favor de las que migran con más de 15 años, pudiera sugerir una materialización de una fecundidad pospuesta y no un aumento del número de hijos con posterioridad a la migración por una posible adaptación.

En lo referente a la edad media de la fecundidad, las hispanas que llegan a Estados Unidos en edades más jóvenes, muestran una Edad Media de la Fecundidad menos joven que las que lo hacen luego de haber cumplido 15 años. Este puede ser otro indicio de adaptación, pues esta edad media de las hispanas que migran antes de los 15 años es más semejante a la de las nativas. Las cubanas una vez más muestran un comportamiento muy semejante del indicador atendiendo a la edad de entrada, donde la Edad Media de la Fecundidad muestra casi el mismo valor en las que migraron antes de comenzar su período reproductivo que en las que lo hicieron después.

Nuevamente hay que considerar que esta edad al entrar en Estados Unidos, unida a algunas otras variables como tiempo de residencia, motivos de la migración, pertenencia a determinada oleada migratoria, escolaridad, continuidad de estudios, etcétera, podrían explicar una posible diferencia por edad de entrada.

 

CONCLUSIONES

De manera general, el comportamiento de la fecundidad de las cubanas migrantes en Estados Unidos es mucho más cercano al de las nativas que al de sus colegas hispanas en ese país. Un primer elemento a subrayar es el hecho de que, a pesar de que las cubanas no cambian de modo significativo su nivel de fecundidad después de migrar, la estructura de su fecundidad sí experimenta un cambio importante. Este cambio, más allá de ser un efecto de una posible adaptación al patrón norteamericano, podría ser un producto de mudanzas en los proyectos de vida de las cubanas, unido a una posposición de la fecundidad en espera del momento de migrar.

Al diferenciar según el lugar de residencia, resulta llamativo el hecho de que las cubanas fuera de la Florida muestren un comportamiento más cercano al de las hispanas no cubanas que al de las nativas, mientras que en la Florida se observa una tendencia contraria con una mayor semejanza de las cubanas migrantes con las nativas que con las hispanas. Puede ser que esta última conducta no forme parte de un proceso de adaptación de las cubanas en la Florida, sino que podría ser una tendencia al mantenimiento de las normas reproductivas del origen, siendo en la Florida donde hay mayor concentración de cubanos y por tanto donde más posibilidades existen de conservar las normas del contexto emisor.

Otro hallazgo importante, y tal vez el que mayor cambio haya implicado en la fecundidad de las cubanas luego de la migración, es la fecundidad adolescente. Las cubanas migrantes entre 15 y 19 años muestran una fecundidad cinco veces menor que las cubanas en Cuba, lo sorprendente es que en Estados Unidos las tasas de fecundidad adolescente de las cubanas son aún menores que la de las nativas en ese país. Son justo las cubanas las que menor fecundidad muestran de los tres grupos estudiados. Lógicamente se debe pensar que dentro de esas nativas en Estados Unidos se incluyen las segundas y terceras generaciones de hispanas, las cuales es plausible que en algunos casos aún conserven normas reproductivas de su origen.

En general las cubanas muestran un nivel de fecundidad bajo, muy semejante al de las nativas en Estados Unidos, con una estructura que describe un patrón tardío, semejante también al de las nativas, pero con una edad media de la fecundidad incluso menor que estas últimas. Sin embargo, analizando por lugar de residencia, encontramos que las cubanas que viven fuera de la Florida tienen una tasa global de fecundidad y una edad media de la fecundidad más próxima a la observada en las hispanas migrantes que a las nativas.

El comportamiento reproductivo de las cubanas migrantes por diferenciales, al compararlo con las hispanas y nativas en Estados Unidos, resulta bien heterogéneo. Mientras que las hispanas parecen experimentar un proceso de adaptación a las normas reproductivas del destino, marcado en especial por las variables idioma, edad de entrada, tiempo de residencia, educación y empleo, en las cubanas migrantes este proceso no se comporta de la misma manera.

Algunos indicios de adaptación del comportamiento de las cubanas en términos de nivel se pudieran deducir de variables como: participación en la actividad económica y tiempo de residencia, donde las empleadas y las que llevan residiendo entre 6 y 10 años en Estados Unidos muestran un comportamiento más cercano a las nativas en este país. Sin embargo, otras pueden ser las explicaciones a estos valores y no necesariamente una adaptación o una apropiación de normas de fecundidad en el destino. Es probable que las cubanas empleadas tengan características que en sí mismas marquen una preferencia por tener menos hijos. Por otro lado, un aumento de la fecundidad después de los primeros cinco años residiendo en Estados Unidos pudiera ser producto de una posposición en espera de la ciudadanía, la cual le garantizaría determinados derechos que favorecen su situación. Esta explicación pareciera más sensata a la luz del comportamiento en las categorías posteriores, donde al aumentar el número de años de residencia en Estados Unidos la fecundidad de las cubanas se mantiene oscilando entre 1,1 y 1,6, valores menores incluso que en el contexto de origen (Cuba).

Atendiendo también al tiempo de residencia, no se observa en las cubanas un proceso de ruptura en su fecundidad inmediatamente después de la migración, pues si bien la tasa global de fecundidad en los primeros cinco años de residencia en Estados Unidos es más baja que en los cuatro años posteriores, este resultado puede ser simplemente un mantenimiento de la fecundidad del origen. Es importante recordar que las cubanas pasan de un régimen de fecundidad baja, por debajo del reemplazo hace ya casi cuatro décadas, hacia una sociedad donde la fecundidad es un poco más alta; sin embargo, en este valor de la fecundidad total del país son las hispanas las tienen un peso importante y no las nativas.

 

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* Dra. en Ciencias Demográficas. Profesora Asistente. Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), Universidad de La Habana, Cuba. E-mail: daylin@cedem.uh.cu

1El mayor peso de la fecundidad lo tienen las mujeres del grupo de 25 a 29 años.

2 El peso de la fecundidad de las mujeres de 20 a 24 y de 25 a 29 años es igual o muy semejante.

3Existen otros requisitos para la obtención de la ciudadanía, pero son estos los que pudieran impactar en el comportamiento reproductivo de las migrantes con mayor intensidad.

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