Introducción
La educación ocupa un lugar primordial en la Agenda 2030 de la Organización de Naciones Unidas (2015) para el Desarrollo Sostenible y es esencial para el logro de todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Ciertamente, la educación puede desde su proceso pedagógico acelerar los avances orientados a conseguir todos los ODS y, por ende, debe formar parte de las estrategias para alcanzar cada uno de ellos. En el logro de estos objetivos se reconoce el papel que desempeña las instituciones educativas.
La Agenda 2030 menciona que el desarrollo de los países de la región requiere de nuevas generaciones con destrezas básicas que les permitan, tener una vida productiva. Sin embargo, la perspectiva en América Latina exhibe un alto grado de deserción escolar en la básica secundaria, que, aunque puede ser originado por múltiples causas, ha sido demostrado que en ello incide de una manera significativa el clima escolar.
Desde esta perspectiva se piensa que, en Colombia, la actual inconsistencia entre lo que se espera del proceso educativo y lo que en la realidad se constata parece acentuarse cada día más. Esta discrepancia alcanza su máxima expresión a nivel de educación secundaria, que es justamente donde la sociedad espera que la juventud adquiera las destrezas y actitudes que harán de él o ella un buen ciudadano y un miembro productivo de la sociedad. La discusión sobre la educación secundaria reviste un indiscutible interés, tanto por las falencias que los distintos estudios le atribuyen como por el consenso sobre su importancia dentro de los procesos de modernización y desarrollo.
Al comparar la educación de América Latina con otros países del mundo, se puede observar que las diferencias detectadas son más marcadas a nivel de educación secundaria que a ningún otro. Esta tendencia ha despertado en gran parte de estos países un gran interés por reformular la estructura, orientación y función de los sistemas de educación secundaria, para formar al ciudadano; crítico, humanista y participativo.
En los estudios revisados (Estévez, 2008; Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, 2011; Aron, 2012), relacionados con la adolescencia se reconoce que en Iberoamérica apuntan a la temática del clima escolar como un tema polémico, enfatizan en que su organización inadecuada es una de las causas fundamentales de la violencia. No obstante, existen pocos estudios de investigación educativa que aborden la problemática en su complejidad, ocupándose con mayor regularidad de:
exponer en algunos casos su etiología, en otros, las distintas modalidades que adopta y las consecuencias que tiene en los sistemas educativos.
enfatizar en el incremento de la violencia en todos los sentidos.
Se considera como resultado de estos estudios que no se aprecia una información teórica sobre la articulación causales y valorativas del clima escolar, que permita propiciar una correcta planificación de influencias educativas articuladas en los tres contextos: institución educativa, familia y comunidad; es necesario enfocar la acciones para poder ordenar, articular y priorizar el tratamiento según consecuencias y contexto en que se produce. Al hilo de estas ideas se precisa que el proceso pedagógico se enfrenta al enorme reto de organizar el clima escolar en y desde los contextos cercanos al estudiante: la institución, la familia y la comunidad.
En este interés la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), con el proyecto “Metas Educativas 2021 (Marchesi, 2009), insiste en reforzar, ampliar la participación de la sociedad en la acción educativa y elevar la participación de los diferentes sectores sociales: familia y organizaciones públicas y privadas, en actividades que se relacionan con servicios de salud y promoción del desarrollo económico y cultural, mediante la coordinación en programas de gestión educativa desde la familia y la comunidad. El objetivo es ofrecer respuestas satisfactorias a demandas inaplazables: lograr que los escolares estudien durante más tiempo, con una oferta de calidad que se reconozca, sea equitativa e inclusiva y así participen la gran mayoría de las instituciones y sectores de la sociedad.
En este artículo se pretende abordar el clima escolar desde la concepción articulada de la institución con el entorno familiar y comunitario
Desarrollo
En los estudios realizados se aprecia una apertura al tema clima escolar como una vía que nutre el proceso pedagógico, encaminado al logro de ciudadanos creativos, solidarios, participativos, humanistas, se afirma que es clave en la formación de una cultura de paz tan necesaria para el desarrollo actual en los países de Latinoamérica, pero en este sentido es necesario cambios en la organización del clima escolar en el proceso pedagógico. La pregunta que subyace a este planteamiento es: ¿Qué necesita ser cambiado, para estas proyecciones?
Este tema se aborda desde diferentes puntos de vista como parte de la teorización que desarrollan autores como: Gimeno (1988; Pozo, 1998; Jiménez Martínez, 1999; LLivinia, 2001; Silvestre Oramas & Zilberstein Toruncha, 2002; Braslavsky, 2004; Addine, 2004; Rico, 2006; Tedesco, 2009; Coll, 2009; Arias Beatón, 2009; Guirado, 2011; Alfonso, 2012; Núñez, 2016).
En sus reflexiones, estos autores refieren que en la formación de la personalidad se debe tener en cuenta a todos los sujetos que participan en el proceso pedagógico: el escolar, el grupo, el maestro, otros docentes y trabajadores de la escuela, familiares y representantes de la comunidad, porque de su relación se deriva la coherencia y coordinación de las actuaciones en función de alcanzar resultados positivos a partir de planteamientos y metas que sean comunes. Además, destacan que la función de la escuela va más allá de la transmisión de los contenidos por el maestro para abarcar un proyecto global que centre la atención en la articulación de los contextos: institucional, familiar y comunitario, en la estimulación del proceso pedagógico y esta condición es la que otorga importancia a este en la formación del estudiante.
En esta dirección, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (2011), ofrece variados estudios en Iberoamérica que constituyen indudablemente un valioso aporte para el análisis de los modos en que la violencia repercute en los centros escolares, ofrece instrumentos y acciones para la identificación de conflictos que se generan en el clima escolar que crea la propia institución, los que invitan a la reflexión sobre los índices de desajuste en la formación de la personalidad del adolescente, y aportan un grupo de acciones para tratar este fenómeno, sin embargo, las enfocan desde dos perspectivas diferentes: clima escolar (qué hacer la institución) y clima familiar (qué hacer la familia); en este estudio se piensa la articulación de estos contextos para la eficiencia en sus resultados.
En Colombia se distingue la Ley General de Educación 115 (Colombia. Ministerio de Educación Nacional, 1994), que legisla todo lo relacionado con la educación en Colombia. La Ley señala las normas generales para regular el Servicio Público de la Educación que cumple una función social acorde con las necesidades e intereses de las personas, de la familia y de la sociedad. Se fundamenta en los principios de la Constitución Política sobre el derecho a la educación que tiene toda persona, en las libertades de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra y en su carácter de servicio público.
El Ministerio de Educación Nacional en Colombia legisla orientaciones metodológicas, llamadas guías para directivos, docentes y estudiantes, en ellas se precisa los aspectos fundamentales para el logro de la esperada calidad de la enseñanza y del desarrollo social pero no explicita, de forma precisa, el procedimiento metodológico desde una perspectiva pedagógica que articule los tres contextos de influencias educativas para la organización del clima escolar, en el proceso pedagógico.
Para formular políticas educativas desde la organización del clima escolar, que permitan trabajar preventivamente en la convivencia, se requiere clarificar los conceptos: educación, proceso pedagógico y clima escolar, analizar los componentes del clima escolar, para su comprensión, determinando sus particularidades o singularidades desde el nivel macro hasta los tres contextos de influencia educativa. Posición que exige que el docente debe ser un conocedor de las características no solo de la institución educativa, sino del educando, la familia y su contexto comunitario, como determinantes en el desarrollo del estudiante y en el progreso social.
La escuela representa una institución educativa que supone, en la mayoría de las ocasiones, el primer contacto directo y prolongado del niño y adolescente con un contexto de relaciones sociales organizadas desde una autoridad jerárquica formalmente establecida (Molpeceres, Lucas & Pons, 2000), donde, tiene lugar el proceso de enseñanza aprendizaje en torno a determinados contenidos y actividades que conforman el currículo, así como interacciones sociales significativas con iguales y otros educadores (Pinto, 1996).
Desde esta visión la organización del proceso pedagógico reclama trabajar los flagelos que se manifiestan en el clima escolar.
El análisis presentado precisa las siguientes ideas:
Es insuficiente el tratamiento teórico y metodológico a la organización del clima escolar en el proceso pedagógico desde los tres contextos de influencias educativas, y en determinar causales y valorativas.
La ineficiencia en la organización del clima escolar es determinada como una de las causas fundamentales del alto índice de deserción escolar y violencia juvenil, entre otros indicadores, que muestran tendencias de comportamientos negativos de los estudiantes en los países de Latinoamérica, y particularmente en Colombia
Es insuficiente la determinación de vías en que se pueden concretar las tareas para orientar el cumplimiento de la función educativa de los familiares y representantes de la comunidad en la organización del clima escolar en el proceso pedagógico.
Se entiende que la política trazada por el gobierno define con claridad el derecho a la educación de todos, sin embargo, no precisa la obligatoriedad de continuar estudios hasta determinado nivel, lo que pondría a la familia en un plano decisivo y responsable con la educación de sus hijos, y de esta forma se convertiría en un baluarte en la estimulación y el acompañamiento en el proceso pedagógico.
Las instituciones educativas en Colombia abarcan en su espacio físico diferentes niveles educativos y deben relacionarse con el entorno familiar y comunitario lo que complejiza su dirección administrativa y docente, las posibilidades de organizar un clima escolar entre los tres contextos educativos favorece este propósito.
(Ospina, 2015), esclarece que “las relaciones en el plano pedagógico, posibilitan el reconocimiento de unos y otros, donde los que participan en el acto educativo, favorecen la convivencia cotidiana y la dinámica de aprendizaje para la vida, de modo que actúan en un proceso de interacciones entre el conjunto de personas, que marcan la singularidad de la escuela, el contexto social y cultural de la misma”.
Freire (2002); Huergo (2005); De Alba (2006), consideran la articulación como el encuentro de la diferencia y la apertura al diálogo. Juliá & Fabelo (2012), plantean que la articulación, tiene como punto de partida el establecimiento de condiciones duraderas, en un acercamiento entre los actores claves, al identificar las características del contexto que pueden influir en su desarrollo y generar espacios para el trabajo colectivo, como premisa para responsabilizarse de manera conjunta.
En Cuba, autores como: Bonne (2009); Alfonso (2012); Núñez (2016), toman como referente la articulación en el proceso pedagógico, y la asumen como el nivel superior de las relaciones. En principio es preciso aclarar que articular es enlace, unión, por tanto, la articulación se sustenta en la búsqueda de la coherencia en la orientación de la participación, en la cual la intervención de los sujetos no se restringe a las funciones que se le asignan, sino tiende a enriquecer las tareas y acciones dentro de estas, guiadas por el docente a partir de un objetivo común que oriente la toma de decisiones didáctico-metodológicas acerca de cómo interviene cada uno en el proceso (Alfonso, 2012; Núñez, 2016).
Es importante en ese sentido tomar en consideración que la vida del sujeto se desarrolla en dos contextos diferentes, aunque relacionados entre sí:
el entorno comunitario propiamente dicho: que comprende las condiciones de la infraestructura social donde los individuos satisfacen sus necesidades vitales y reciben las influencias derivadas de las costumbres, tradiciones e intereses comunes.
el entorno familiar: entendido como substrato del entorno comunitario, incluye las condiciones que permiten al sujeto resguardarse del medio social para proteger su educarse y formar los valores que lo identificarán como ser humano.
Entre estas dos esferas de la vida del sujeto existe una indisoluble relación, no exenta de contradicciones. Cuanto mayor es la articulación entre ambos contextos, se establece de manera más sólida y estable el sentimiento de pertenencia del sujeto al seno del hogar y al contexto comunitario, la identificación con los intereses comunes y la participación en las actividades de beneficio colectivo. Así, por ejemplo, es común la existencia de sólidos sentimientos de identidad en las comunidades vecinales constituidas alrededor de las instituciones educativas, en que la mayoría de los residentes están también unidos por relaciones familiares y de trabajo.
En segundo lugar, debe tenerse en cuenta que la vida del sujeto se desarrolla en dos planos diferentes de socialización, en que se establece su pertenencia a diversos grupos, cada uno de ellos distinto en cuanto a su composición, objetivos y forma de organización. La institución educativa en Colombia está obligada articular las influencias educativas en el lugar en que se asienta, que constituye su entorno social concreto, cuestión a tener presente en la organización del clima escolar.
Para algunos resulta más conveniente, tomando en consideración estas realidades, formular un concepto especial: comunidad escolar, educativa o pedagógica, en el que incluyen a los maestros y trabajadores, alumnos y padres, así como las personalidades representativas de la comunidad en que se asienta la institución educativa. En cualquier caso, ateniéndonos a los propósitos articular las influencias educativas, será de suma utilidad, reconocer los factores que impulsan la articulación entre la institución, la familia y la comunidad, que parten de explotar las potencialidades educativas y reguladoras de esta última.Estos factores deben ser tratados en la organización del clima escolar:
Factores didáctico-organizativos:
Factores sociopedagógicos:
Factores económicos:
Factores demográficos:
La articulación óptima entre la institución, la familia y la comunidad tomaría como punto de partida un esquema básico en el que la comunidad actúa como contexto social, entorno físico y factor participante del proceso pedagógico, en tanto la institución y la familia actúan como agentes educativos de transformación y desarrollo de la comunidad.
La familia junto a la escuela son las instituciones que inician la socialización del ser humano. Ambas están abiertas a sus influencias recíprocas y necesitan cooperar entre sí. A continuación, se detallan los elementos que aseguran el rol educativo de la familia:
En la vida cotidiana de cada hogar la familia educa a sus miembros en las tradiciones de la cultura y los familiares.
Asegura el aprendizaje y afirma los más perdurables hábitos de vida.
Cultiva el amor, el reconocimiento de sí mismo y de los demás, su identidad y sus preferencias.
Estimula los procesos de desarrollo de la inteligencia y creatividad de los pequeños.
La familia incide en las motivaciones y orientaciones valorativas de sus hijos adolescentes. Todo esto es posible cuando se educa en estrechas relaciones afectivas.
Cada función (biológica, económica y educativa) en sí misma permite que los miembros de la familia se involucren en acciones educativas, en cada actividad se plantean normas, formas de actuación que permiten que se formen patrones de conducta y en tal sentido la función educativa o formativa está presente y es consecuencia de las restantes.
Esta posición teórica requiere de una familia conocedora de los avances o limitaciones de su hijo en el proceso de enseñanza aprendizaje y de su comportamiento social. La práctica educativa en el hogar, en consecuencia, debe estar guiada por una familia orientada para que convoque a su hijo o hija al estudio, la lectura, la escritura, estimule el pensamiento crítico, el análisis y la reflexión sobre los problemas familiares, les permita participar en las decisiones del hogar.
En el contexto educativo, ya en la segunda década del siglo XXI, reclama que la familia esté presente en las valoraciones y decisiones del colectivo pedagógico, que comienza con el análisis de los problemas educativos desde el diagnóstico, asimismo en la valoración de los resultados de las acciones educativas que se acuerden, lo que significa su influencia en la organización del clima escolar de manera participativa. Se requiere democratizar la vida de la institución y desarrollar un nuevo sistema de relaciones que asegure la participación. La comunidad también tiene un papel importante en esta relación que se analiza, es por ello que se hace necesario, conocer las particularidades de la función reguladora de la comunidad que a continuación se precisan.
Las ciencias pedagógicas reconocen el papel que desempeña la comunidad en el proceso de socialización y educación de los niños, adolescentes y jóvenes, lo que se puede resumir en que:
A través de ella se reciben, simultánea y sistematizan las influencias sociales inmediatas.
En su seno el sujeto actúa tanto individual como colectivamente, asimilando y reflejando los condicionamientos sociales más generales.
En su entorno se encuentran grandes potencialidades educativas en cuanto a la autotransformación y el desarrollo de los sujetos.
Conclusiones
Las reflexiones permiten concluir que necesita: ser cambiado, dos aspectos esenciales:
La visión de la institución educativa representada por el directivo, (que dirige el proceso pedagógico, por tanto, diagnóstica, planifica, coordina, evalúa las acciones de dicho proceso y asegura la preparación de los sujetos que intervienen en su desarrollo), para que oriente, guíe los pasos y procedimientos de la comunidad educativa encaminada a construir entre todos, la organización del clima escolar.
Las relaciones institución educativa, familia y comunidad, necesitan articularse como un conjunto de elementos que guardan estrechas relaciones entre sí y mantenerse unidas a favor de lograr influencias educativas positivas sobre el educando.