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Revista Universidad y Sociedad

versión On-line ISSN 2218-3620

Universidad y Sociedad vol.11 no.3 Cienfuegos jul.-set. 2019  Epub 01-Sep-2019

 

Artículo Original

LA TRANSFORMACIÓN SOCIALISTA DE LA UNIVERSIDAD CUBANA EN CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ Y OSVALDO DORTICÓS TORRADO

THE SOCIALIST TRANSFORMATION OF THE CUBAN UNIVERSITY IN CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ AND OSVALDO DORTICÓS TORRADO

0000-0002-7994-0753Rafael Ángel Borges Betancourt1  , 0000-0001-6271-6926Liliana Alarcón Vázquez2 

1Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. Cuba. E-mail: rborges@uo.edu.cu

2Universidad de Granma. Bayamo. Cuba. E-mail: lalarconvazquez@udg.co.cu

RESUMEN

Las profundas transformaciones educacionales acometidas por la Revolución Cubana, esbozadas por Fidel desde La Historia me Absolverá, también abarcaron la enseñanza superior. La reforma universitaria iniciada en Cuba a partir de 1962, tuvo entre sus objetivos primigenios y uno de los fundamentales: dotar al país de los profesionales y técnicos revolucionarios que contribuirían con su labor a la difícil tarea de rebasar el estado de subdesarrollo y construir la nueva sociedad socialista. Para ello, se necesitaba transitar hacia la universidad socialista, y basar la formación del profesional universitario en el humanismo socialista. Ese proceso tuvo en Carlos Rafael Rodríguez y Osvaldo Dorticós Torrado a dos de sus más fervientes partidarios. En el centenario de la reforma universitaria de Córdova, nos proponemos mostrar la visión marxista de estos dos revolucionarios cienfuegueros acerca de estas problemáticas, a través del análisis de las ideas y conceptos que aparecen en sus discursos.

Palabras-clave: Revolución Cubana; reforma universitaria; humanismo socialista; Carlos Rafael Rodríguez; Osvaldo Dorticós Torrado

ABSTRACT

The profound educational transformations undertaken by the Cuban Revolution, outlined by Fidel from La Historia me absolverá, also included higher education. The university reform initiated in Cuba since 1962, had among its prime objectives and one of the fundamental: to provide the country with revolutionary professionals and technicians who would contribute with their work to the difficult task of overcoming the state of underdevelopment and build the new socialist society. For this, it was necessary to move towards the socialist university, and to base the formation of the university professional in the socialist humanism. That process had in Carlos Rafael Rodríguez and Osvaldo Dorticós Torrado, two of its most fervent supporters. In the centenary of the university reform of Cordova, we propose to show the Marxist vision of these two Cienfuegos revolutionaries about this problem through the analysis of their ideas contained in some of their speeches and written texts.

Key words: Cuban Revolution; university reform; socialist humanism; Carlos Rafael Rodríguez; Osvaldo Dorticós Torrado

INTRODUCCIÓN

En el contexto actual en que tienen lugar nuevas transformaciones en todos los niveles de la educación cubana, incluyendo la educación superior, no sólo es lícito, sino necesario, acercarse a quienes desde una perspectiva marxista y en plena concordancia con la máxima dirección de la Revolución, dieron su visión acerca de problemáticas tales como: la reforma universitaria, el papel de la universidad y la formación universitaria en el socialismo. Es el caso de Carlos Rafael Rodríguez y Osvaldo Dorticós Torrado, dos revolucionarios cienfuegueros, que, desde sus responsabilidades y altos cargos en la esfera estatal y gubernamental, fueron sostenedores e impulsores del proceso de Reforma Universitaria desde sus primeros momentos.

En el análisis de algunos escritos y discursos de Carlos Rafael Rodríguez entre las décadas del sesenta y ochenta del siglo pasado, compilados en el tercer volumen de Letra con Filo, y de un discurso poco conocido de Osvaldo Dorticós Torrado en la Universidad de Oriente el 24 de febrero de 1963, se aprecian ideas y conceptos comunes a veces, contentivos de la profunda visión marxista que tenían estos dos revolucionarios cienfuegueros en torno a dichas problemáticas, la que nos proponemos mostrar en estas páginas dedicadas al centenario de la reforma universitaria de Córdova y al bicentenario de la ciudad de Cienfuegos.

Desarrollo

En el preámbulo de “Las Bases Fundamentales de la Reforma de la Educación Superior en Cuba” al caracterizar el panorama de la enseñanza universitaria al triunfo de la Revolución se expresa: una honda crisis, incluyendo la propia definición de Educación Superior, prácticamente inexistente, desvertebrado, donde primaba la corrupción, un sistema que no estaba en función de los fines de la renovación y el desarrollo económico, político y moral del país. El sistema universitario estaba de espaldas a las necesidades inmediatas y profundas de la nación. Las carreras universitarias eran un ejemplo de cómo la enseñanza superior permanecía sujeta a las tradiciones negativas de una sociedad semifeudalizada, estancada en su desarrollo social. Cuba, país de recursos minerales, no contaba con estudios de Geología y aunque se había iniciado en la Universidad de Oriente la Carrera de Ingeniería en Minas, ésta se desarrollaba con muchas limitaciones. Siendo un país de economía fundamentalmente agrícola, los estudios de Agronomía tenían un nivel docente pobre y su enseñanza se realizaba sin contacto con la práctica. El mayor número de graduados correspondía a médicos; abogados y pedagogos. La rama tecnológica proporcionaba un nivel ínfimo de graduados, evidencia ésta de nuestro subdesarrollo industrial. Las futuras promociones deberían guardar relación con las necesidades del desarrollo social y la orientación de los altos estudios, debería responder, no a objetivos mercantilistas, sino a propósitos de utilidad social colectiva. En esas circunstancias, el objetivo fundamental de la Reforma Universitaria era retribuirle a la enseñanza superior su categoría, no una fábrica de títulos para aquellos que tenían recursos. Los intentos realizados por superar esas deficiencias, tanto en la Universidad de Oriente, como por la acción de ciertos grupos en las Universidades de Las Villas y La Habana, no habían tenido el peso suficiente para producir un cambio de profundidad en la situación descrita.

Desde los primeros días de la Revolución de enero de 1959, el Ministro Dr. Armando Hart Dávalos, tuvo a su cargo la aplicación del programa revolucionario esbozado por Fidel en La Historia me Absolverá en el Ministerio de Educación, lo cual significó extender los servicios educativos a toda la población cubana. Con ello dio continuidad a la labor iniciada en las montañas por el Ejército Rebelde, a partir de la Orden Militar N° 50 de la Ley Orgánica del Departamento de Educación del Segundo Frente Oriental Frank País (Carreras, 2015). El 23 de diciembre de 1959, el Dr. Hart firmó la Ley que contiene una Reforma Integral de la Enseñanza; el 26 de septiembre de 1960, en el discurso pronunciado en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Fidel, primer ministro del Gobierno Revolucionario, anunció al mundo que el año próximo sería el “Año de la Educación”, y que el pueblo entero se movilizaría para liquidar el analfabetismo en Cuba mediante la realización de la Campaña de Alfabetización en 1961; el 10 de enero de 1962, en memoria de Julio Antonio Mella, pionero de la reforma universitaria en nuestro país, se publicó en la Gaceta Oficial de la República de Cuba las Bases Fundamentales de la Reforma de la Enseñanza Superior elaboradas por el Consejo Superior de Universidades.

En la elaboración y puesta en marcha de todos esos hitos del proceso de transformación radical de la educación cubana, el Ministerio de Educación con la dirección del Dr. Hart se apoyó en los conocimientos de los mejores pedagogos y especialistas que existían en el país al triunfo de la Revolución, y de toda la población en general. Asimismo, contó con el resuelto apoyo y colaboración de las principales autoridades políticas y gubernamentales del país, entre quienes nos interesa resaltar a los revolucionarios cienfuegueros: Carlos Rafael Rodríguez y Osvaldo Dorticós Torrado. Quienes se interesen por documentarse conceptualmente de sus ideas en cuanto al contenido y carácter de la reforma universitaria iniciada en Cuba a partir de 1962, el papel de la universidad y la formación universitaria en el socialismo que se empezó a edificar en nuestro país durante la década del sesenta del siglo pasado, pueden encontrar respuestas a algunas de sus interrogantes mediante la lectura crítica de algunos de sus escritos y discursos.

Las inquietudes políticas de Carlos Rafael Rodríguez comenzaron a forjarse en 1929, al calor de las luchas estudiantiles contra la tiranía de Gerardo Machado. En 1930 formó parte del Directorio Estudiantil, motivado fundamentalmente por la muerte del joven estudiante universitario Rafael Trejo, el 30 de septiembre. En 1934, matriculó en la Escuela de Derecho y en la de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de La Habana, donde se incorporó inmediatamente al Ala Izquierda Estudiantil. Posteriormente, en 1935, integró el Primer Partido Comunista de Cuba, y continuó militando en él a través de Unión Revolucionaria Comunista y el Partido Socialista Popular hasta su disolución en las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), en 1960, en 1965 fue fundador del actual Partido Comunista de Cuba e integró sus órganos de dirección hasta su muerte. Su dedicación infatigable al estudio, unido a su memoria prodigiosa y cultura enciclopédica le permitió hacer gala en numerosas ocasiones de una gran capacidad para la polémica e indudable rigurosidad en todo lo que escribía. Se le catalogó en su momento como un erudito, en el sentido exacto del término: “Instruido en varias ciencias, artes y otras materias”, (García, 2013). Ángel Augier, señala como una característica de las más importantes de la personalidad de Carlos Rafael su lealtad al socialismo, a la Revolución cubana y a Fidel.

Este destacado intelectual cienfueguero dijo con gran acierto que fue la revolución triunfante en Cuba en enero de 1959, la que puso en vigor la tesis enarbolada por Julio Antonio Mella, al comenzar la década del veinte, como condición sine qua non para que se produjera una verdadera reforma de la enseñanza universitaria: hacer primero la revolución social para poder lograr una revolución universitaria. Al respecto Rafael afirma que “la historia ha confirmado esa predicción. La primera Reforma Universitaria de América se produce en el país que ha llevado a la práctica la primera revolución americana”. (Rodríguez, 1962, p. 495)

Al argumentar esta afirmación, Carlos Rafael hace una valoración histórica del camino recorrido en Cuba antes de 1959, para crear una universidad que fuera a la vez científica y humanista, y las causas de su fracaso en cada período: “Si los intentos de Varela, Saco y Luz fallaron, fue porque la revolución burguesa cubana no se realizó en ese instante… Tampoco las ideas de Martí y de Varona habrían podido imponerse… La Reforma de 1923 tenía también que fracasar”, y concluye afirmativamente “Julio Antonio Mella comprendió enseguida que la lucha dentro y fuera de la Universidad eran inseparables y partes de una misma causa. No habría reforma integral de la enseñanza mientras el imperialismo dominase nuestro país y regímenes pro yanquis gobernaran en Cuba” (p. 500). Esa situación cambió con la revolución triunfante en enero de 1959 y las transformaciones radicales que llevó a cabo en todos los órdenes. De ahí, su opinión de que no fue casual que la Reforma Universitaria cubana haya cuajado en el momento en que la revolución dejaba atrás su etapa inicial -democrática, liberadora, antimperialista y agraria- y tomaba el rumbo del socialismo, premisa indispensable para la realización de lo que Mella denominó Reforma total de la universidad.

Al analizar las causas que generaron la Reforma Universitaria en Cuba, Carlos Rafael expone el estado vegetativo y de crisis que caracterizaba a la universidad antes de 1959, como centro para la promoción de las llamadas profesiones liberales y la proliferación de titulares con diploma que representaban una verdadera estafa intelectual. A modo de ilustración, refiere que la mayoría de las carreras acuciaban una gran falta de rigor científico o profesional, o que eran inexistentes a pesar de la necesidad de satisfacer las demandas de la economía nacional, cuyos estudios eran obstaculizados por los mismos explotadores imperialistas quienes “tenían sus fuentes propias para nutrirse de técnicos”. (p. 502)

En uno de sus más importantes discursos acerca de estos asuntos, pronunciado veinte años después del texto que venimos comentando, Carlos Rafael en un empleo formidable del método dialéctico de análisis marxista, reflexionaba “la Universidad que heredamos y que queremos cambiar había entrado en crisis casi cuarenta años antes de la victoria revolucionaria”, todavía vigente en muchos países en los años ochenta, de la que no escapaba nadie en particular, en el entendido de que sus causas más profundas eran de carácter clasista. Por ello, considera oportuno hacer la precisión teórica siguiente: “Lo que parece una mera contienda de cultura, una querella entre concepciones educacionales, es en el fondo un episodio de la contienda histórica de clases cuya resonancia llega hasta nuestras aulas socialistas”. (Rodríguez, 1962, p. 564)

En su análisis sobre el carácter de la Reforma Universitaria en Cuba, vuelve sobre la mejor tradición reformista cubana en materia universitaria de Varela a Mella, para afirmar que esta era de ese carácter profundo. Considera a José de la Luz y Caballero, un anticipador de aquellos días, y dice que postulaba que “en la preferencia que se dé a unas materias sobre otras, ha de consultarse siempre las necesidades del país”, abriendo nuevas carreras a la juventud de nuestra patria, condenada a consagrarse exclusivamente, al foro, a la medicina o a la holganza. En una reflexión crítica acerca de los méritos y limitaciones del fundador silencioso como llamó el Apóstol de la independencia de Cuba a este evangelio vivo, expresa “Y él, a quién le faltó el aliento necesario para vincularse al pueblo…postuló hace ya más de siglo y medio la fundación de una biblioteca que fuera útil al pueblo”. (Rodríguez, 1962, p. 181).

Carlos Rafael aprecia que, en su momento inicial, la Reforma que ya entonces era posible hacer, puso en práctica como lo pedía Luz y Caballero, los programas y materias de las universidades cubanas que más se ajustaban a las necesidades inmediatas y previsibles de nuestro desarrollo material y cultural. Todavía no había estudios para la Ingeniería de Minas ni la Ingeniería Química, la Zootecnia y a la enseñanza de la Agronomía estaba en un plano de inferioridad incompatible con la importancia de la agricultura en la economía nacional. Por ello -que revela el profundo reflejo de la revolución universitaria en marcha-, además de ese crecimiento cuantitativo indispensable es la orientación de los estudios mismos. Otro ejemplo de ello fue que la enseñanza de la Economía como carrera universitaria comenzó con la Revolución.

Para él, resultaba claro que tal desarrollo de la técnica no podría echar adelante si, al mismo tiempo, no se establecían las bases para el fomento de la ciencia de que aquella se nutre. De tal manera, habría que fomentar la formación de matemáticos, físicos y químicos universitarios, y de igual modo, los profesores de esas materias encargados de darle el nivel adecuado a los estudiantes secundarios que aspiraban a ingresar en la Universidad.

En cuanto a las ciencias médicas, comentaba que la Reforma se propuso crear un nuevo tipo de médico capaz de resolver los problemas que plantea una medicina preventiva-curativa integral, conocedor de la relación que existe entre la salud, y el subdesarrollo económico y consciente de su papel en una sociedad socialista, lo que a su juicio significaba eliminar la enseñanza verbalista por un modo activo y coordinado, que significa que el alumno ha de aprender no asignaturas separadas, sino los aspectos totales de su ciencia, menos en el libro que ante los enfermos.

En el texto donde Carlos Rafael analiza específicamente la reforma, este considera que, para entender el contenido y alcance de la misma, habría que formular tres preguntas: ¿Qué se va a estudiar? ¿Cómo se va estudiar? ¿Quiénes van a estudiar?

Al responder estas interrogantes, la cuales mantienen toda su actualidad en nuestros días, este señala que, en virtud de la composición de carreras universitarias en 1959, se comprende que el primer gran vuelco de la Reforma Universitaria consistió en cambiar la estructura de las carreras que se dispensaban en la enseñanza superior cubana. Al respecto advertía que “surgirán en pocos años los ingenieros químicos, industriales, geólogos, los de minas y los metalúrgicos. La gama de nuevos estudios corresponde al proceso de crecimiento impetuoso de nuestro país… no basta contar para ello con el concurso eficacísimo de los geólogos del campo socialista, sino que se hace preciso crear en breve tiempo nuestros propios especialistas”. (Rodríguez, 1978, p. 503).

Asimismo, Carlos Rafael ponderó la aparición de la Economía -que tuvo sus inicios en la Universidad de Oriente- entre los estudios universitarios, debido al atraso que presentaba Cuba en esa materia con respecto al resto de los países de América Latina. Destacaba que persigue un objetivo mucho más alto y amplio que al que le asignan en otros países: “El economista tendrá que conocer la tecnología general; deberá poseer el nivel matemático que le permita familiarizarse con las modernas técnicas que se valen de las matemáticas como auxiliar, y ha de especializarse hacia la industria, la agricultura, el comercio, las finanzas, la planificación, el transporte, el trabajo”. De igual modo, apreció la aparición por las mismas vías de la necesidad apremiante de los estudios de ramas como la Geografía, Psicología, esta última con “una sólida fundamentación materialista” También rebate a quienes le achacan a esta Reforma un carácter antihumanista, pues a lo largo de varias décadas, los controladores reaccionarios de esa docencia habían bloqueado todo intento de renovación, con el pretexto de defender el contenido humanista de los estudios universitarios, y recalca que es ahora cuando podrán florecer en las universidades cubanas los estudios humanísticos, empezando por crear la Facultad de Humanidades (Rodríguez, 1962).

Antes había dicho de Varona a propósito de esa misma cuestión: “No busca la formación de minorías cultas a expensas del pueblo” y añadía “a Cuba le basta con dos o tres literatos, pero necesitaba centenares de ingenieros” Y a continuación precisaba “En nombre de Horacio y de Virgilio, en defensa hipócrita de una cultura humanística que les era indiferente, combatieron y derrotaron los planes educacionales de Varona quienes jamás habían leído ni leerían a Virgilio o a Horacio, los que abrieron las puerta al capital invasor y preferían el ingeniero yanqui al técnico criollo; quienes gobernaron durante seis décadas por encargo de Washington, los “generales y doctores” que veían a la Universidad, lo mismo que antes los capitanes generales de España, como forjadora de rebeldes a quienes era necesario intimidar o asesinar”. (Rodríguez, 1978)

Aunque en las bases de la Reforma se introdujo la enseñanza del Materialismo dialéctico e histórico en todas las carreras, se postergó la instrumentación de la carrera de Filosofía. Acerca de este aspecto, Carlos Rafael defendía el criterio que “la filosofía que la Universidad socialista ha de enseñar tiene que ser materialista, marxista-leninista, para lo cual había que preparar el profesorado indispensable y los textos adecuados” (Rodríguez, 1962, p.503). Esto se correspondería con el proceso revolucionario que estaba viviendo el país, sin pretender que la transformación ideológica de los estudiantes tendría como única solución la enseñanza de esta materia, pues “nuestros jóvenes se harán marxistas en el proceso mismo de la vida, bajo la influencia de las transformaciones económico-sociales, como resultado conjunto tanto de los cambios, como de las clases y los libros. Pero es preciso, sin embargo, facilitarles a los alumnos la comprensión más adecuada de una interpretación científica de la naturaleza y la historia, suministrándoles los elementos de juicio, ponerlos en el camino del marxismo. Ese es el propósito que la asignatura tiene en los planes de estudio”. (p. 507)

Para Carlos Rafael, el ingreso a la Universidad debe representar el ascenso a una cúspide, la ruptura del cordón umbilical, del tránsito de la adolescencia a la primera juventud, el que considera un principio pedagógico básico, modelado por el desgajarse de sobreprotección y paternalismo. Es el momento -precisa él- de asumir, con plena responsabilidad, el desafío del estudio independiente, libre de la sujeción de los manuales, aunque el maestro preserve su papel de guía y orientador. El aprendizaje tiene un eje primordial en los libros. Pero no solo en ellos. La experimentación, la investigación, los estudios de campo en las ciencias sociales integran y estimulan el proceso de aprendizaje, animado siempre por la necesidad de replantear interrogantes. Además, de que el estudiante tiene ante sí, en esta época de la revolución científico-técnica, la posibilidad de entregarse a la conquista de la naturaleza a través de la ciencia, para lo cual considera necesario, sin embargo, lograr, ese nuevo tipo de estudiante que sólo el socialismo puede empezar a dar y constituye el anticipo del hombre nuevo que madurará en el proceso de creación de la futura sociedad comunista. Reclama de nuestra juventud, a la vez, la independencia alegre y creativa y la responsabilidad militante, y rechaza el intelectualismo.

Plantea que Martí estaba en contra del intelectualismo en la Universidad, y Luz y Caballero planteaba la necesidad de abandonar la formación puramente literaria para ir a una educación técnica, a la formación de técnicos, de ingenieros, a los famosos humanistas no los desdeña, pero los quiere enlazados a una posición experimental y técnica, y radica en esto su debate con los reaccionarios. Insiste en que este tiene mucho que decir en la Universidad de hoy, pues se aspira a que “el quehacer de los intelectuales estuviera muy unido al quehacer de su momento, de su tiempo y de las fuerzas revolucionarias a las que el intelectual estuviera unido”. (Rodríguez, 1962)

Sobre la segunda pregunta, esclarece que se ha de proscribir la enseñanza verbalista e impulsar la activa, práctica y dinámica. Para Carlos Rafael, “en el centro del sistema de estudio y trabajo, que tiene una raíz a la vez marxista y martiana y que por iniciativa y con la colaboración personal del propio Fidel constituye una de las claves de nuestro sistema educacional, se encuentra la necesidad de impedir que nuestros jóvenes estudiantes surjan tarados de un intelectualismo infecundo que los aleje del pueblo y les impida conocer la riqueza de la realidad económica y social”. Considera la exhortación hecha por Fidel Castro a la juventud “cree”, sino “lee” la divisa que caracterice a nuestros centros de estudios superiores, porque es allí, donde la lectura profunda, el examen abierto de los problemas, el debate crítico, adquiere su mayor importancia”. Al mismo tiempo considera que no hay una ciencia burguesa y una ciencia proletaria, en lo que respecta a las ciencias de la naturaleza, pero sí hay una filosofía burguesa, una sociología y una economía política burguesas, que influyen aún en los más altos científicos ajenos al marxismo y que permea sus obras. De ahí, que en su criterio “el modo mejor de concertar la necesidad de una apertura intelectual libre de dogmatismo, y a la vez librarnos del veneno sutil del enemigo, consiste en ser cada día mejores y más completos marxista-leninista”. (Rodríguez, 1978, p.192).

Si se toma en cuenta, como dijera Lenin, que no es sólo ni principalmente en los libros donde se aprende a ser marxista-leninista, sino, en la práctica, el trabajo científico, el debate político; debe comprenderse la importancia de las actividades sociales con las masas de estudiantes y trabajadores, como elementos probatorios de lo que se aprende en los textos, y sentencia “no hay marxismo más peligroso que aquel que no llega a ser marxismo del todo”. (Rodríguez, 1978, p.193)

En todo esto, precisa que la calidad de los claustros desempeña un papel decisivo. El profesor, subraya, nunca debe estar aprisionado en una metodología homogeneizante. Dejará una impronta en la medida en que se haga reconocible su perfil original y en la autenticidad del diálogo con los estudiantes, fundamento de una comunidad universitaria caracterizada por el diálogo intergeneracional, dialéctica entre experiencia e impulso juvenil, entre memoria y ansias renovadoras de reinventarlo todo, apertura necesaria hacia la confianza mutua.

Considera que “la Universidad es un centro de selección revolucionaria…” que conlleva peligros si no se hace con un espíritu auténticamente revolucionario. Esta selección tiene que partir de un mínimo y no de un máximo. Argumenta que aquellos que pretendan recibir en la universidad a gentes de conciencia revolucionaria ya formada, cometen un grave error, pues hacer revolucionarios es una tarea de todos, los que están fuera de la universidad, de la sociedad en su conjunto, y de la universidad”. (Rodríguez, 1978, p.242)

Para él, la renovación universitaria era sin duda la obra colectiva de la Revolución, pero destaca que nadie había aportado de manera más concreta, directa y sistemática a las instituciones creadas, a las perspectivas trazadas que Fidel, todas las cuales llevan, en primer término, la huella de sus desvelos y de su audacia creativa.

A Osvaldo Dorticós Torrado, otro ilustre hijo de la ciudad de Cienfuegos, también la muerte de Rafael Trejo y los sucesos posteriores lo impactaron profundamente, al punto de que según confesaría muchos años después le ayudó a obtener un nuevo universo de comprensión para los problemas sociales y humanos, a partir de ahí le nació la inquietud revolucionaria. A la caída de la dictadura de Gerardo Machado, en agosto de 1933, con sólo con catorce años de edad, se encontraba colaborando abiertamente con el Directorio Estudiantil. Tras una corta militancia en la Juventud Socialista Popular, se sintió frustrado en sus aspiraciones revolucionarias y se consagró a los estudios. Siendo estudiante de la carrera de Derecho y Filosofía en la colina habanera se integró a la lucha estudiantil, sin llegar a ocupar un lugar relevante. El 19 de agosto de 1941, con excelentes resultados académicos se graduó de abogado en la Universidad de La Habana, tal vez (por) un natural sentimiento polémico y una especial vocación, diría en 1959. Comenzó a ejercer su profesión alcanzando un enorme prestigio entre sus colegas de profesión que, lo llevó a ocupar altos cargos dirigentes en el Colegio de Abogados local y nacional. Tuvo una destacada y activa participación en la lucha contra la dictadura batistiana instaurada después del golpe militar del 10 de marzo de 1952, actuando como coordinador del Movimiento de Resistencia Civil en su ciudad natal. Después de la huelga de abril de 1958, asumió el cargo de coordinador del Movimiento 26 de Julio en Cienfuegos, sin dejar de colaborar y participar como un simple combatiente en tareas riesgosas. Por tal motivo, sufrió detenciones, vejaciones y torturas que lo llevaron a partir hacia el exilio en México, donde permaneció hasta el triunfo de la revolución en 1959.

Tras el triunfo de la Revolución Cubana, Dorticós regresó a Cuba y con la aprobación unánime de los demás miembros del gabinete fue nombrado Ministro de Ponencias y Estudios de Leyes Revolucionarias del Gobierno Revolucionario, desempeñando un papel importante en la redacción de la legislación revolucionaria, como la Ley de Reforma Agraria y la Ley Fundamental Orgánica. A raíz de la renuncia del presidente Manuel Urrutia, este fue nombrado jefe de Estado por el Consejo de Ministros el 17 de julio de 1959 (Buch & Suárez, 2004). Experimentó un rápido proceso de profundización ideológica, coincidente con la radicalización vertiginosa de la Revolución, y del magisterio de Fidel Castro pronto abrazó el marxismo-leninismo, transformándose en uno de sus principales ideólogos y un educador social, pues utilizó con maestría sus discursos y comparecencias públicas para educar políticamente a las masas. Integró la Dirección Nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas desde su creación hasta su disolución y fue fundador del actual Partido Comunista de Cuba, simultáneamente, con sus obligaciones presidenciales, el 21 de julio de 1964, pasó a dirigir la Junta Central de Planificación.

Como estadista comprometido con los más agudos problemas de su pueblo, en varios de sus escritos y discursos abordó el problema de la educación en general, y de la educación superior en particular. En un breve pero conceptual discurso pronunciado en el acto celebrado en el Palacio de la Revolución el 25 de noviembre, al declararse dicho institución de trabajo Libre de Analfabetismo expresó: “la revolución está en marcha, y un país que puede exhibir en tan corto plazo la obra admirable de la alfabetización total, es un país salvado, un país ejemplar” (Dorticós, 1961, p. 1) Al mismo tiempo que exhortaba a todos los jóvenes cubanos a estudiar en virtud de que la Revolución había puesto 20 mil becas a disposición de los estudiantes de 5to y 6to grado, entre los 11 y 17 años de edad y que vivan en centrales azucareros o poblaciones que no tengan Secundaria Básica. De igual modo, informaba que atendiendo a la solicitud hecha por los bachilleres que se encontraban alfabetizando en toda la República, los responsables del Plan de Ayuda para la formación de Técnicos acordaron que estos puedan optar por las becas que ofrece dicho Plan, por lo que más de 2 mil 500 planillas ya han sido presentadas en las oficinas de las ORI.

El presidente Dorticós tuvo una clara comprensión y manifestó su apoyo a la posición sostenida por el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana en los fuertes debates y polémicas de la época en torno a la problemática de la enseñanza del marxismo. En un discurso pronunciado en el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, 23 de enero de 1964 expresó: “desde el mismo inicio de este empeño intervine personalmente, a través de los compañeros que entonces tenían la responsabilidad de formar el Departamento en la Universidad y de impulsar los estudios de filosofía marxista, para ofrecer algún apoyo estatal a esa iniciativa”

(Martínez, 2013, p. 1). Además, el insigne intelectual cubano Fernando Martínez Heredia, ofrece un testimonio que nos permitimos citar “in extenso”, por su incalculable valor para comprender el pensamiento del doctor Osvaldo Dorticós, en materia de la filosofía de educación a seguir en la enseñanza superior cubana: “A finales de 1963, Juan Marinello debió salir de la Rectoría universitaria, y sacaron a Arana -que era ajeno a lo que sucedía- de la dirección de Filosofía. Pero nombraron a una persona que nosotros nos negamos a aceptar, y así estuvimos hasta el 23 de enero, en que vino a traerlo el propio Presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós Torrado, acompañado por Armando Hart. Pero no fue una imposición. El presidente escuchó un buen número de preguntas y algunas opiniones de los jóvenes profesores, y desarrolló en sus intervenciones una revisión profunda y detallada prácticamente de todas las cuestiones importantes que enfrentábamos en aquel momento o aparecerían en un futuro cercano. Siempre en tono persuasivo y coloquial, la combinó con un conjunto de afirmaciones claras que nos orientaron en unos casos y nos reafirmaron en otros acerca de los objetivos y la posición que debíamos sostener”.

Cito algunos fragmentos de esas afirmaciones: “Ha habido sin lugar a dudas un estancamiento del desarrollo del marxismo durante muchos años en el mundo… Nosotros debemos conformar la enseñanza del marxismo-leninismo fundamentalmente -sin perder de vista, desde luego, la realidad universal-, por nuestra realidad histórico-social concreta, a la cubana. Y para eso no existe ningún manual… Es un deber fundamental de ustedes procurar dar una enseñanza muy viva, muy vinculada a la realidad cubana, a la historia cubana… Lo más importante es que ustedes enseñen a pensar a los alumnos, a crear en los alumnos la capacidad de pensar y de razonar por sí mismos, con un sentido crítico… Yo les digo que hay que incendiar el Atlántico, ¡y ustedes miren a ver cómo lo incendian!”.

La exposición de Dorticós fue una muestra formidable del desarrollo del pensamiento socialista cubano en la Revolución. Nos ganó y nos entusiasmó con sus palabras, y con la meta tremenda que nos fijó. Aunque no nos fuera posible sacarle de inmediato todo el provecho a las implicaciones que tenían para el desarrollo de la teoría marxista, sus planteamientos constituyeron una guía y un acicate para la actuación de aquel joven colectivo.

Un discurso poco conocido del doctor Osvaldo Dorticós, presidente del Gobierno Revolucionario, que fue pronunciado el 24 de febrero de 1963, pronunciado en la inauguración del curso académico en la Ciudad Universitaria “Antonio Maceo” de Santiago de Cuba, contiene una serie de ideas y criterios similares a los comentados anteriormente, al tiempo que analiza algunos problemas que ya comenzaban a presentarse en la práctica con la aplicación de la Reforma Universitaria de 1962.

Ningún escenario mejor que la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba, la cual se inauguró en acto solemne el 10 de octubre de 1947, en presencia de la campana de Demajagua. De acuerdo con el doctor José Antonio Portuondo, su creación se debió a las nuevas urgencias emanadas del cambio sustancial experimentado por la estructura económica de la provincia de la que se nutre y sustenta, de ahí que no fue casualidad que con ella surgiera en el cuadro de las profesiones insulares una nueva carrera, la de Ingeniería Química Industrial, ni que los primeros graduados de la misma fueran a prestar sus servicios a importantes empresas recién surgidas en Oriente, y es que existe una relación entrañable entre la industria gradual de la provincia y el desarrollo académico de la misma, relación que se manifiesta asimismo en la renovada visión de la realidad de la realidad que expresan otras facultades no específicamente técnicas, como las Filosofía y Ciencias o la de Educación, en las cuales se labora aceptando de modo expreso la necesidad de apoyar las especulaciones académicas en el medio peculiar en que se desenvuelve, o sea, empleando términos martianos, en el estudio “de los factores reales del país” (Portuondo, 1959). Al tiempo que las investigaciones científicas eran prueba elocuente de que la Universidad de Oriente tenía una plena conciencia de su función peculiar y de su provincialidad Varios preceptos de la Reforma de 1962 se enunciarían ya en sus primeros Estatutos, de ahí que en opinión de la doctora Pogolotti (2009), “el modelo adoptado conjugaba la experiencia de la universidad norteamericana, la cubana de la Universidad de Oriente con algunos otros elementos de la tradición nacional” (p.25). La Universidad de Oriente hizo una contribución significativa al martirologio de la Patria.

A la elaboración de las bases de la Reforma contribuyeron los representantes de las tres Universidades Oficiales, y estas se aplicaron de acuerdo con las especificaciones particulares de cada uno de dichos centros. En 1963, cuando se produjo la visita del primer mandatario de la nación a la casa de altos estudios oriental, esta se encontraba inmersa en el proceso de reestructuración de algunas Facultades y la creación de otras nuevas como la Facultad de Ciencias Médicas, segunda del país, con énfasis en las carreras de Ingeniería. Al mismo tiempo, otras carreras entraron en plan liquidación o se desplazaron a la Universidad de La Habana, como la de Derecho. Se formaron los nuevos Departamentos con carácter técnico-docente. Se abrió el plan de becas. Se inició la enseñanza del marxismo-leninismo en todas las carreras, entre otras transformaciones. Posteriormente, vendrían otros desarrollos.

Al abordar las causas que generaron la Reforma Universitaria en Cuba, el doctor Osvaldo Dorticós señala que además de aquellas esencialmente académicas que estaban a la vista de todos, habría que resaltar, antes que nada, la precaria realidad profesional y técnica de nuestro país; de un país sumido en una situación de total subdesarrollo económico; un país agrario, con una agricultura limitada por el monocultivo; un país sin industrialización y circunscrita, la pobre industrialización que registrábamos antes, al predominio de la industria azucarera, no era por cierto un país que exigiera una reforma como la que vamos desenvolviendo actualmente. A esa apreciación, añade otros argumentos para ilustrar la alarmante penuria técnica y profesional del país en 1959, en comparación con otros países extraídos del continente de acuerdo con un estudio de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) sobre la estructura de la mano de obra, en que contaba con sólo más de tres y menos de cuatro ingenieros y arquitectos por cada diez mil habitantes. Dorticós precisa que lo fundamental es la necesidad de instrumentar los medios académicos universitarios indispensables para proveer a la nación, en tránsito de apresurado desarrollo, de los profesionales y tecnólogos que las exigencias naturales de ese desarrollo demandan y demandarán cada día en forma más presionante y creciente (Dorticós, 1963).

En el discurso se puede apreciar el criterio sostenido por Dorticós en cuanto a que el carácter marxista de la Reforma Universitaria radicaba, ante todo, en saber ajustarse a las circunstancias históricas y no darla por acabada de una vez y por todas, lo que es igual, a observar el curso de su movimiento durante su aplicación. De esa forma Dorticós expresó: “Lo primero que nosotros debemos recordar en un acto como este, proclamarlo una vez más, es la necesidad de tomar conciencia de que la Reforma Universitaria constituye, antes que nada, un proceso dinámico, es decir, algo que no está consumado con la mera formulación de su estructura ni el planteamiento inicial de sus proyecciones y directivas fundamentales de la misma” (Dorticós, 1963). A continuación, ampliaba su razonamiento de la manera siguiente: “Pero un país, que fundamentalmente se propone -como ocurre se propone desde el triunfo mismo de la Revolución- superar esa etapa de subdesarrollo, transformándose en pocos años en un país agrario-industrial, y aspirar en sus últimos planes perspectivos de desarrollo a ser en el futuro un país industrializado, con una agricultura, como base, diversificada y tecnificada, es un país que exige esta Reforma Universitaria, que exigirá cada día más, adecuar la Reforma originalmente planteada a las nuevas exigencias, algunas todavía inéditas para nosotros, y a las experiencias que emerjan del proceso mismo de aplicación de la Reforma”. (Dorticós, 1963)

Para él, era fundamental que a los dirigentes universitarios debía preocuparles la evaluación y el análisis cotidiano de la aplicación de la Reforma y la promoción de iniciativas, para adaptarlas a la realidad, tal vez vista con alguna hipertrofia de idealismo cuando la Reforma se estructuró, a las exigencias de un proceso de desarrollo económico, cuyas proyecciones y directivas fundamentales aún no habían sido formuladas por el Gobierno Revolucionario cuando la Reforma se implantó, y al acopio de experiencias que en los grandes lineamientos de la dirección universitaria y en la práctica diaria de las aulas debe ser el material capaz de enriquecer el proceso de la Revolución (Dorticós, 1963).

En su análisis, alertaba sobre un problema práctico: “Si no logramos, en la medida en que el ritmo de desarrollo lo demanda, la provisión de profesionales y técnicos necesaria, desde ahora tendríamos que anticipar el fracaso de nuestros propósitos”. (Dorticós, 1963, p.4). Para él, había dos factores que estaban influyendo, por una parte, el déficit el déficit no era sólo de profesores capacitados para ostentar las cátedras respectivas, sino además -y reconoce esto como un factor que no evaluamos oportunamente en toda su dimensión- con el déficit de alumnos con preparación bastante y en número suficiente para engrosar las filas universitarias; además de los pocos que acudían a la matrícula universitaria, sin el nivel -en su inmensa mayoría- de preparación indispensable para cursos universitarios con exigente rigor científico. Todo lo anterior, le permite concluir. De ahí que estemos todavía en una etapa inicial de tanteo y de exploraciones, dirigidos al hallazgo de las fórmulas audaces y revolucionarias, sin desatención a ese rigor científico, capaces de ser vehículos idóneos para superar esta situación deficitaria de profesores y de alumnos. Y para superar, además, el conflicto entre la necesidad de mantener a altura universitaria el nivel de la enseñanza y acomodar, al mismo tiempo, la enseñanza al nivel deficiente del estudiantado pre-universitario que ingresa en las Universidades (Dorticós, 1963).

Refiriéndose a un fenómeno asociado a todo lo anterior, la deserción estudiantil, reclama de los profesores, las dirigencias y organizaciones estudiantiles y políticas de los universitarios que pongan sumo cuidado en una rigurosa política de preservación de la masa estudiantil existente, luchando contra la deserción, contra la llamada mortalidad académica, evitando que algunos factores objetivos, que no podemos soslayar y debemos de encarar con sentido realista, sean capaces de motivar la deserción académica. Asimismo, reclama actuar desde la cátedra con rigor, pero sin impaciencia, incluso, recomienda marginar algunas reglamentaciones académicas, teóricamente óptimas, pero que fueron formuladas originalmente con ausencia de visión de nuestra realidad económica y llevar esta política a través de una aplicación casuística, que permita indagar en la causa de esa deserción, esforzándose por superarla y por lograr la reincorporación al centro. Tomando en cuenta todo lo anterior, recomienda: “Cuidar del estudiantado cubano como de la preciosa materia prima con que hasta ahora contamos para esos ambiciosos planes de desarrollo de la tecnología y de la ciencia en nuestro país”. (Dorticós, 1963)

En su análisis, Dorticós razona que ningún estudiante cubano tiene el derecho de proclamarse a sí mismo revolucionario, si no es un buen estudiante, y este principio debía operar no sólo para los profesores, sino para los estudiantes, cuya condición de buen estudiante debía ser el más alto galardón y más real motivo de orgullo personal, de satisfacción personal.

En cuanto a los profesores, señala que estos tienen deberes, deberes de asiduidad, deberes de superación continua, tienen que responder de esos deberes. Al mismo tiempo, precisa que desde el triunfo mismo de la Revolución los deberes dejaron de ser unilaterales, para ser deberes tanto de profesores como de estudiantes.

Dorticós critica algunos vicios del pasado que perduraban, contra los cuales exhorta a tener una acción militante, y apela a la fe de los revolucionarios para que no falte la disciplina y el amor al estudio. Y considera que algo fundamental, que debe ser atendida con el mayor rigor científico, es y debe ser la formación política y revolucionaria del estudiantado, al respecto expresa la necesidad de desarrollar mediante audaces ideas y métodos adaptados a nuestra realidad, los profesores y orientadores políticos del estudiantado; impulsar la superación política-revolucionaria de los propios profesores, para reiterar que resultaba indispensable formar muchos técnicos, muchos profesionales y muchos profesores universitarios.

CONCLUSIONES

Las concepciones de Carlos Rafael Rodríguez y Osvaldo Dorticós Torrado acerca de la Reforma Universitaria, la esencia de la universidad y la formación del profesional universitario en el socialismo, comprendidas en algunos de sus discursos y escritos entre los años sesenta y ochenta del siglo pasado, contribuyeron al conocimiento y aplicación del marxismo en las circunstancias históricas en que desenvolvía la naciente revolución socialista en Cuba, específicamente, al proceso de transformación de la universidad burguesa en socialista.

De Carlos Rafael Rodríguez hemos podido consultar un mayor número de textos, donde se advierte un notable conocimiento histórico y teórico sobre estas problemáticas, así como una mirada crítica a la praxis mundial y socialista en esa materia. No así en el caso de Osvaldo Dorticós Torrado, del cual no hemos podido consultar todos los discursos y textos escritos sobre el tema, por lo que queda pendiente una mayor indagación al respecto. No obstante, en el discurso comentado sin pretensiones academicistas, se pueden apreciar algunos elementos conceptuales acerca del tema analizado.

En los textos analizados se aprecian ideas concordantes entre ambos revolucionarios, y con las del pensamiento de la máxima dirección revolucionaria, particularmente, las de Fidel, en quienes ambos reconocen su magisterio revolucionario. Para ellos, existían principios y objetivos cardinales que la reforma emprendida no debía ni podía soslayar si de verdad se pretendía transitar hacia la universidad socialista, fiel al rumbo emprendido meses antes, entre los cuales se pueden subrayar que este debía ser un proceso dinámico, tendría que dotar al país de los profesionales y técnicos revolucionarios que contribuyeran con su labor a la difícil meta de superar el subdesarrollo y construir la nueva sociedad socialista, la preferencia que se dé a unas carreras y materias sobre otras, descansaría siempre en las necesidades del país; la formación del profesional universitario estaría encaminada a crear ese nuevo tipo de estudiante que sólo el socialismo puede empezar a darnos y constituye el anticipo del hombre nuevo del que hablaba el Che, y por tal motivo, estaría sustentada en el humanismo socialista que sólo es posible, siendo cada día mejores y más completos marxista-leninista; en la consecución de esos procesos, le corresponde a los profesores y los estudiantes ser sus co-protagonistas, aunque la calidad de los claustros desempeña un papel decisivo.

Estas ideas debidamente contextualizadas, deben y pueden servir de innegable utilidad en los nuevos empeños renovadores que se realizan en la actualidad en la enseñanza superior cubana.

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Recibido: 01 de Enero de 2019; Aprobado: 01 de Marzo de 2019

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