INTRODUCCIÓN
Las profesiones son campos sociales y como tal obedecen a las leyes generales de los campos, tienen la singularidad de que todos sus miembros desempeñan la misma actividad profesional. En los campos profesionales se configura el habitus -concepto bourdieuano- del profesional, que viene a ser luego ente configurador de actitudes y conductas del propio profesional -no necesariamente idénticas a las condiciones de origen que le dieron inicio. Además, los campos se conforman a partir de la lucha entre los agentes por validar el tipo de capital que poseen y por adquirir nuevas formas de capital, así como por la puja entre 'lo viejo' y 'lo nuevo'. Los campos se construyen a partir de la red de relaciones que los conforman y de la lucha interna de fuerzas que se da al establecer esta red de relaciones.
Coincidiendo con su autor, el sociólogo francés Pierre Bourdieu: “El concepto de campo es una herramienta de investigación, de la cual su función principal es habilitar la construcción científica de objetos sociales” (Bourdieu, 2005, p. 30 -traducción de la autora1). Por tanto, emplear la noción de campo para el estudio de un campo profesional, permite extender las posibilidades analíticas e interpretativas sobre los mismos, evidenciándose las profundas raíces de las aportaciones de Bourdieu al estudio de las profesiones.
El ejercicio de la Comunicación Social como actividad profesional antecede a su existencia en los otros campos. Las prácticas científica y educativa surgieron a partir del ejercicio profesional y adecuándose a las demandas que este imponía. Para la profesora de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia, Ana María Lalinde:
En el caso de la comunicación, es claro que la profesión es anterior al campo educativo que se conforma a su alrededor. La profesión de periodista es más vieja que la carrera de periodismo. Esto nos remite al hecho de que un campo educativo, o sea, el conjunto de prácticas educativas que buscan difundir el conocimiento sobre una profesión, se ha conformado a partir de lo que la sociedad ha ido definiendo como prácticas profesionales legítimas, objetivables o no; es decir, enseñables en currículos explícitos, pero también, aprendidas en términos de generalización de lo que llamaríamos, los «intangibles» de la profesión, o sea, las ideologías que la envuelven. (Lalinde, 1989, p. 8)
Lo que Lalinde llama “los «intangibles» de la profesión, o sea, las ideologías que la envuelven” viene a ser en términos de Bourdieu el habitus del profesional. Es decir, que el habitus del comunicador tiene anclas en los procesos formativos, pero su origen está en las prácticas que socialmente se han reconocido como legítimas para esta profesión y que no necesariamente están recogidas en los currículos oficiales.
El campo de la Comunicación Social es de reciente configuración, especialmente en Cuba, donde ha tenido un devenir zigzagueante tanto en su vertiente profesional como en la académica y la científica. Está conformado por una multiplicidad de especializaciones profesionales, lo que “indica una constelación de prácticas sociales, en sí misma testigo de importantes variaciones en el sentido del término comunicación, que aunque estén supuestamente ligadas de manera más o menos coherente, difícilmente se dejan sintetizar en un concepto unívoco y en todo caso poco formalizado” (Martino, 2001, p. 84). Se evidencia así el carácter procesual de la configuración del apasionante campo profesional de la Comunicación Social, a sus múltiples puntos emergentes, a sus numerosas zonas de disenso. Se trata de un campo en plena ebullición.
Uno de los retos que enfrenta la comunicación es que padece una triple marginación: la de Ciencia dentro de las prioridades sociales; la de las Ciencias Sociales en el ámbito de la Ciencia -dicotomía “ciencias duras” para las exactas, “ciencias blandas” para las sociales según el modelo positivista-; y la de la Comunicación Social al interior de las Ciencias Sociales -en tanto Ciencia de reciente configuración se habla de falta de legitimidad y de ausencia de objeto de estudio específico (Fuentes-Navarro, 1995; Muñoz, 2008).
Mas el acercamiento al campo de estudios de la comunicación desde otras Ciencias Sociales no es sinónimo de falta de legitimidad, sino viene a justificar la transdisciplinariedad del campo de la comunicación. La comunicación como disciplina posee un objeto de estudio propio, y unos campos académico, científico y profesional que se enriquecen, pero no se agotan, en la mirada desde esas otras ciencias.
Sostenemos el carácter de la comunicación como disciplina que, en tanto fenómeno social, existe en un espacio que en ocasiones resulta común a diferentes ciencias. Lo cual se entiende si tenemos en cuenta la frágil -académica- escisión al interior de las Ciencias Sociales.
Dada nuestra formación de pregrado en el área de la Comunicación Social, y nuestra incursión de postgrado en el campo de la Sociología, sentimos que hemos adquirido no sólo una situación favorable para realizar una inmersión de este tipo, sino además, el compromiso profesional de acometerla.
1. SOCIOLOGÍA DE LAS PROFESIONES. CONTRIBUCIÓN DE LA TEORÍA GENERAL DE LOS CAMPOS SOCIALES
Como parte de la vida en sociedad históricamente los individuos han realizado determinadas funciones sociales, ya sean asignadas por el conjunto social donde se insertan, heredadas o escogidas. El desempeño reiterado de esas tareas ha llevado hacia la especialización en variadas ramas del conocimiento o, como en los tiempos más recientes, a una concentración en el conocimiento cada vez más especializado.
La especialización dio pie al surgimiento de las profesiones. El abordaje teórico de las condiciones sociales de las mismas se ha sistematizado en una rama de estudios denominada Sociología de las Profesiones, a partir de la Sociología del Trabajo, que se ocupa de “(…) la organización social de las actividades del trabajo; la significación subjetiva de las mismas; y, las formas de estructuración de los mercados de trabajo” (Real, 2002, p. 17).
Bucher y Strauss (1961, p. 326 -traducción de la autora2) afirman que las profesiones se asemejan a “(…) amalgamas sueltas de segmentos que persiguen diferentes objetivos de diferentes maneras y más o menos se mantienen unidas sutilmente bajo un nombre común en un período particular de la historia”. Es decir, el fundamento de las actividades profesionales permanece en el tiempo, pero el concepto de lo que es un profesional determinado no es invariable, sino que está estrechamente ligado al período histórico concreto en el que se desarrolla, y a los conocimientos disponibles en la época.
En línea con esta misma idea el investigador mexicano Pablo Latapí (1979, p. 200) hace énfasis en el carácter holístico y de renovación continua de las profesiones, al señalar que son “(…) un conjunto de relaciones estables entre hombres con necesidades y hombres con la capacidad de satisfacerlas. Por esto las profesiones adquieren modos de funcionamiento acordes con la formación social en que están insertas. Por esto son estructuras sociales”.
Las profesiones son un tipo de campo social y se adhieren a la forma más ortodoxa de la definición bourdieuana de los campos. En otras palabras, son “…espacios estructurados de posiciones (o de puestos) cuyas propiedades dependen de su posición en estos espacios y que pueden ser analizadas independientemente de las características de sus ocupantes (que en parte está determinada por las posiciones)” (Bourdieu, 2000, p. 112).
En tanto campo, pueden ser estudiadas a partir de leyes generales y los resultados de investigación sobre una profesión en particular pueden ser utilizados para analizar otras. Ello pues según Bourdieu, los campos funcionan según regulaciones o leyes comunes para todos, de ahí que se refiera a que “el proyecto de una Teoría General sobre los campos sociales; no sea insensato” (Bourdieu, 2000, p. 112). No se excluye aquí el hecho de que cada campo tiene características, lógicas y conflictos específicos, entonces no es de extrañar que las profesiones no sean conjuntos homogéneos.
A lo interno de las profesiones existen grupos en posiciones más privilegiadas con respecto al acceso al poder y al reconocimiento social; y otros en posiciones secundarias con estrategias de seguimiento o de subversión. Bourdieu explica cómo este fenómeno es común a todos los campos sociales, en los que siempre existen intereses en juego, posiciones conseguidas, valores jerarquizados, luchas internas. Suceden contradicciones entre los recién ingresados al campo que, o denotan estrategias de aceptación y seguimiento, o vienen a cuestionar, modificar y/o subvertir lo establecido según los esquemas de pensamiento propios, y los sujetos que se encontraban desde antes con estados consolidados y legitimados, y que obviamente, no quieren renunciar a ellos, sino perpetuarlos.
Sobre estos últimos plantea Bourdieu (1974, p. 3):
(…) los poseedores de la legitimidad, es decir, los que ocupan la posición dominante, utilizarán siempre el discurso vago y grandilocuente del inefable «cae por su propio peso»; al igual que los dominantes en el campo de las relaciones entre clases, poseen estrategias conservadoras, defensivas, que pueden permanecer silenciosas, tácitas, ya que solo tienen que ser como son para ser como hay que ser.
Es decir, que en estas pujas al interior de los campos sociales las figuras de más prestigio poseen el “deber ser”, lo ya probado, lo legitimado, la meta a conseguir y defienden sus conquistas en pos de la pureza del campo; y los nuevos que llegan vienen a trazar estrategias de seguimiento o de cuestionamiento del orden de cosas preestablecido.
Muy articulado con la idea de las luchas intestinas en los campos sociales, están sus dimensiones de estructuración, dígase, 'lo viejo' - 'lo nuevo' y las luchas por los diferentes tipos de capital. La dicotomía que se establece entre 'lo viejo' -lo consolidado, lo legitimado- y 'lo nuevo' -lo recién llegado- en los campos sociales, se configura como un núcleo estructurante de los mismos. La lucha por el acceso al capital específico del campo, se da entre los que tienen posiciones de mayor poder que quieren mantener y los recién llegados, de los que se espera que asuman el estado de cosas existente, pero que regularmente van a pujar por hacer valer aquellos capitales de los que son portadores y por una mayor participación en cuanto a los objetos en juego. No es que siempre los recién llegados a un campo delimiten estrategias de subversión -pueden trazar estrategias de seguimiento-, ni que sean los únicos que se enfrenten a las condiciones del campo, pero este par 'lo viejo' - 'lo nuevo' encarna una de las mayores, más comunes, y hasta naturales, contradicciones en los campos sociales.
Entre las principales pugnas que se establecen en los campos sociales se encuentra la lucha en pos del capital. Bourdieu (1987, s.p.) define la existencia de diferentes manifestaciones del capital, especificando que este “puede presentarse de tres maneras fundamentales: capital económico, capital cultural y capital social”. El capital económico está marcado por los bienes materiales y directamente relacionado con el dinero; el capital cultural hace referencia a los conocimientos (capital cultural incorporado), caudales culturales (capital cultural objetivado) y títulos académicos (capital cultural institucionalizado) que posea un individuo; y el capital social se evidencia en la red de relaciones duraderas que establece el sujeto. Existen además otros tipos de capital como el simbólico, que “es un capital de base cognitiva, que se basa en el conocimiento y el reconocimiento” (Bourdieu, 1997, p. 151; citado en Sánchez, 2009, p. 63) a partir de la acumulación de alguno de los capitales anteriores.
Entre las tipologías de capital se establecen nexos y algunas formas de capital es posible convertirlas en otras. “Los campos son espacios de lucha en los que individuos y organizaciones compiten, consciente e inconscientemente, para valorizar aquellas formas de capital que ellos poseen (…) De hecho, las organizaciones y los individuos que dominan un campo son generalmente aquellos que han convertido exitosamente una forma de capital en la otra, y haciéndolo, han acumulado capital social -nexos profesionales y personales- y capital simbólico, a través de los cuales su dominación es legitimada” (Benson & Neveu, 2005, p. 4 -traducción de la autora3).
Lo que en la definición de algunos autores clásicos de la Sociología de las Profesiones viene a ser relación entre la teoría y la práctica (Wilensky, 1964; Broman, 1995), coincide con lo que Bourdieu define como capital cultural. Los primeros se refieren a la ejecución de actividades basadas en conocimientos sistematizados y adquiridos mediante un entrenamiento extenso y formal; Broman esgrime que: “No es solamente que los miembros de una profesión tienen «educación especializada y avanzada» (…) las profesiones claman que exista en su educación un cuerpo coherente de doctrina teórica que ellos aplican en su trabajo” (Broman, 1995, p. 836 -traducción de la autora4).
Al respecto Bourdieu (1987, s.p.) aporta el concepto de capital cultural institucionalizado, al que define como “la objetivación del capital cultural incorporado en forma de títulos académicos y se puede establecer la diferencia con el autodidacta, siempre sujeto a la demostración de su conocimiento”. Ese es justamente uno de los objetos en juego en los campos profesionales, el acceso a conocimiento teórico refrendado en la obtención de títulos académicos, lo que permite la ascensión de posiciones en el campo.
Otro de los objetos en juego en el caso de los campos profesionales es la legitimación social. Para Everett Hughes este es el aspecto más importante en la definición de las profesiones pues se trata de un pacto en el cual los profesionales brindan un servicio a la sociedad, y a cambio les es concedido un monopolio sobre esa área del conocimiento, lo que trae reconocimiento y estatus. Afirma que “La profesión no es más que la etiqueta simbólica de un estatus deseado” (Hughes, s.a.; citado por Real, 2002, p. 17). Sobre este tema, Bourdieu aporta el concepto del capital simbólico, en tanto legitimidad ganada por un sujeto atendiendo al reconocimiento de sus competencias, trayectoria y/o autoridad.
Asimismo resulta relevante para definir conceptualmente los campos sociales, y en consecuencia las profesiones como campo, es su dimensión relacional. Bourdieu plantea que:
Un campo es un campo de fuerzas, que estadísticamente determinan las posiciones que los agentes toman respecto al campo; esta toma de posiciones es importante para la conservación o transformación de la estructura de relaciones de fuerza que constituyen el campo. (2005, p. 30 -traducción de la autora5).
Es decir, que la puja interna y el estado de la relación de fuerzas a su interior en pos de la distribución del capital específico es lo que conforma el campo. Y es ello lo que motiva a los actores: el mantenimiento o la subversión de la distribución del capital específico del campo.
Por supuesto que aquellos sujetos que posean posiciones privilegiadas en el campo y de mayor acceso al capital específico, delimitarán una estrategia de conservación de la situación existente, buscando legitimarse mediante un discurso donde predomine un enfoque de naturalización -la segmentación actual del poder de acuerdo a los objetos en juego es producto de un proceso natural y no fruto de luchas intestinas donde se han impuesto unas visiones y negado, omitido y/o relegado otras.
En tanto, la estrategia más general de aquellos menos favorecidos en cuanto a las cuotas de poder y de acceso al capital específico, será la del cuestionamiento, la ruptura y la subversión, la de la “herejía” -al decir de Bourdieu. Este grupo se identifica generalmente con los recién llegados al campo, los más jóvenes; de los que se espera que acaten las cosas del modo en que están dispuestas como garantía de la no anomia.
Muy vinculado al tema de las relaciones de los agentes en los campos profesionales, los estudiosos de la Sociología de las Profesiones aportan su visión sobre las relaciones que se establecen entre las profesiones y las llamadas ocupaciones -lo que viene a ser uno de los ejes temáticos más recurrentes en la bibliografía para definir a las profesiones. Según el consenso más generalizado, estas últimas se pueden entender como actividades no profesionalizadas, y entre unas y otras emerge el proceso de “profesionalización”. Para el profesor de la Universidad de Alicante Mariano Real (2002, p. 29), la profesionalización consiste en “(…) la serie de etapas marcadas por los cambios en la estructura formal de una ocupación a medida que aspira a conseguir un estatus profesional”.
Harold Wilensky, catedrático de la Universidad de California, publicó en 1964 el artículo “The professionalization of everyone?”, donde formula las etapas del proceso de profesionalización que enunciamos seguidamente:
“(…) dedicación a tiempo completo a la actividad que se necesita hacer. (…) En este primer paso se puede necesitar de la colaboración de determinadas ocupaciones.
(…) establecimiento de un centro de entrenamiento. (…) Si estos centros de entrenamiento no inician sus estudios con nivel universitario (…) es común la búsqueda de contactos con universidades, y que ocurra un desarrollo continuado de los términos estándares de estudio, grados académicos y programas de investigación para ampliar la base de conocimientos.
(…) formación de una asociación profesional. (…) Ello deberá ir acompañado de la definición de las tareas esenciales de la profesión, del desarrollo de conflictos internos entre practicantes de diversas formaciones, y de la competencia con personas externas que hacen un trabajo similar.
(…) agitación política para obtener amparo legal con el fin de proteger el territorio profesional y la consecución del código de ética.
Reglas para eliminar a los no calificados e inescrupulosos, para reducir la competencia interna, y para proteger a los clientes, serán materializadas en un código formal de ética”. (Wilensky, 1964, pp. 142-145 -traduccion de la autora6).
Según Wilensky, el paso por estas etapas es lo que da la medida de cuándo una ocupación u oficio deja de serlo y se eleva al estatus de profesión. Ello viene a ser importante para tener una idea más clara de cuándo hablamos de profesiones y cuándo de actividades menos valoradas socialmente, según el punto de vista de algunos autores7.
Fuere cual fuere la estrategia del sujeto en su gremio, todos los miembros de un campo profesional tienen en común la asunción y valoración de los principios conformadores del grupo, que es uno de los parámetros para definir un campo social: la existencia de objetos en juego e intereses particulares relacionados con esos objetos dentro del campo. Para alguien que no pertenezca ni desee pertenecer a un campo determinado, los objetos en juego de ese campo resultan carentes de sentido, irrelevantes. “La lucha presupone un acuerdo entre los antagonistas sobre aquello por lo que vale la pena luchar (…) Los que participan en la lucha contribuyen a la reproducción del juego al reproducir la creencia en el valor de los objetos en juego” (Bourdieu, 2000, p. 114).
Al respecto abunda el propio Bourdieu:
Estas luchas se basan en el hecho de que los adversarios más irreductibles tienen en común su aceptación de determinadas presuposiciones que hacen funcionar el campo”. Y afirma más adelante que esas complicidades “(…) engendran conflictos que tienen el efecto de ocultar el principio de esos conflictos. (2005, p. 36-traducción de la autora8)
La puja interna dinamiza el campo y la aceptación de los objetos en juego permite su existencia y mantiene intacta su estructura:
La lucha permanente dentro del campo es el motor de éste. (…) Los que luchan por la dominación hacen que el campo se transforme, que se reestructure constantemente. La oposición entre la derecha y la izquierda, la vanguardia y la retaguardia, lo consagrado y lo hereje, la ortodoxia y la heterodoxia, cambia todo el tiempo de contenido sustancial pero permanece estructuralmente idéntica. (Bourdieu, 1974, p. 4)
Así, lo que se producen en el campo son revoluciones parciales, cambios de facciones, de intereses específicos, redistribución del poder y de los sujetos en posiciones primaria/subalterna; pero la esencia misma del campo se mantiene.
Entonces es imprescindible la presencia de sujetos para los cuales esos objetos en juego sean portadores de valor, esto es, motivo de interés. Estas personas tienen que estar “dotadas con los habitus que implican el conocimiento y el reconocimiento de las leyes inmanentes del juego, de los objetos en juego (enjeux)” (Bourdieu, 2000, p. 113).
En los postulados de Bourdieu la noción de habitus tiene un papel central, en tanto “(…) es ese principio generador y unificador que retraduce las características intrínsecas y relacionales de una posesión en un estilo de vida unitario, es decir, un conjunto unitario de elección de personas, de bienes, de prácticas” (Bourdieu, 1998, p. 9). En otro texto suyo Bourdieu (2000, p. 119) agrega: “(…) las personas no tienen más que dejar actuar a su habitus para obedecer a la necesidad inmanente del campo y satisfacer las exigencias en él inscritas (…)”
Habitus y profesiones van de la mano, el habitus es lo que le permite al profesional comportarse como tal dentro de su campo de acción. Para Bourdieu (1988, p. 99), el “habitus (capital) + campo = práctica”. Al tener la cualidad de ser estructurado y estructurante, el habitus puede no reproducir de forma inequívoca las condiciones que le dieron origen.
Hasta aquí hemos analizado los principales rasgos de las profesiones en tanto campos sociales nucleados alrededor de una actividad profesional, y desarrolladas en un período histórico concreto. Sus miembros son sujetos profesionales que cumplen una función social brindando un servicio determinado a la sociedad, que se dedican de modo si bien no exclusivo, al menos primario a esa actividad. Los profesionales tienen como base una formación extensa y formalizada en su campo profesional o una larga experiencia en un campo otro en el cual se desempeñan profesionalmente.
2. LA COMUNICACIÓN SOCIAL COMO CAMPO PROFESIONAL
La comunicación es, al decir de las autoras latinoamericanas Estela Zalba y Jorgelina Bustos (2001, p. 37)
Un concepto que atraviesa los múltiples campos de lo social y lo cultural. La comunicación es un proceso humano fundamental, que preside y enmarca la vida del hombre, tanto en su construcción como individuo como en su inmersión en lo social. Lo comunicativo está en la base de la mayoría de las prácticas sociales y es el proceso que posibilita la vida de relación. En tal sentido, toda práctica social involucra, en diversos grados, una forma de práctica comunicativa.
En tanto término polisémico y proceso sustantivo de la vida en sociedad, la comunicación ha devenido también “espacio profesional, campo académico y objeto de estudio transdisciplinar” (Alonso y Saladrigas, 2006, p. 12).
El campo profesional de la comunicación puede ser definido como el escenario donde tiene lugar el ejercicio profesional de la comunicación y donde intervienen e interactúan individuos e instituciones especializados en esta actividad profesional. Como todos los campos también se organiza a partir del grado de autonomía con que cuentan los agentes e instituciones que lo componen.
La configuración del campo profesional de la Comunicación Social tuvo sus orígenes en el surgimiento de algunas prácticas profesionales. Su aparición fue paulatina en diferentes estadios de complejización de la estructura social.
Variadas especializaciones profesionales se tipifican en el ejercicio profesional del campo de la Comunicación Social. En muchas ocasiones, son las que dan la denominación reconocida socialmente o con la que el profesional se identifica, y no la denominación paraguas de 'comunicador’. La diversidad de actividades profesionales es tal que, en ocasiones, causa dudas que se trate de un mismo profesional.
Sobre este aspecto resulta clarificadora la siguiente idea de la Profesora Restrepo:
La comunicación como profesión cobija multiplicidad de campos. Si bien es cierto que la sociedad ha legitimado algunos, como el Periodismo de manera privilegiada y otros, como la Publicidad, la Producción Audiovisual, la Comunicación de las Organizaciones, entre otros, el espectro cada día se abre más. Es frecuente encontrar la relación explícita de la comunicación con la educación, la salud, la administración, el desarrollo económico, la ecología, la política, la religión, las artes, la técnica por solo mencionar algunos campos. Basta con volver sobre la comunicación como constitutiva de lo humano en comunidad para descubrir que cualquier actividad humana está cruzada por ella; no es que todo sea comunicación, sino que esta es condición necesaria del desarrollo humano. (Restrepo, 1995, p. 82)
Teniendo en cuenta que el surgimiento del campo educativo de la comunicación fue posterior a la práctica profesional y no surgió al unísono en todos los países, y que existe una multiplicidad de esferas de actuación de la figura profesional del comunicador, se entiende que un gran número de comunicadores no posean la certificación universitaria correspondiente para el ejercicio profesional. No obstante, su práctica no es necesariamente diferente de la de aquellos que sí poseen la titulación. Esta práctica no titulada surgió como respuesta a la demanda del mercado de trabajo y ante la carencia de un campo educativo o de un campo educativo articulado que cubriera todas las esferas de actuación de la comunicación.
También a lo interno del propio campo existen diferentes niveles de legitimación entre los ejercicios profesionales que lo conforman. Incluso aquellas actividades más reconocidas son polémicas, ahí tenemos la Publicidad en la mira de los cuestionamientos por fomentar el mercado de consumo y altos niveles de exposición que saturan orbes e individuos. Asimismo encontramos las Relaciones Públicas y la discusión sobre sus fronteras con otras actividades del propio campo de la comunicación.
A modo de cierre de este apartado, concluimos que entendemos por comunicación al proceso humano en el cual los sujetos entran en contacto mediante la interacción de significados. Proceso -al menos idealmente- dialógico donde se intercambian constantemente los roles de emisor y receptor. Puede ser un fenómeno directo, el conocido como `cara a cara´, o puede estar soportado por plataformas tecnológicas como los medios de comunicación masiva o las redes sociales.
3. LA TEORÍA DE LOS CAMPOS SOCIALES EN EL ESTUDIO DEL CAMPO PROFESIONAL DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL
El campo de las Ciencias Sociales está formado a su vez por un amplio universo de campos, entre los que se encuentra el de la Comunicación Social. La división disciplinar de las Ciencias Sociales hace que existan en su interior diversas profesiones -comunicadores, filósofos, historiadores, sociólogos, etc.- que tiene en común que “luchan, desde su propio universo, para imponer sus principios de visión y división, y para que estos sean reconocidos como categorías legítimas de construcción del mundo social” (Bourdieu, 2005, p. 37 -traducción de la autora9).
En el caso de los campos profesionales, por ejemplo, sus practicantes atraviesan un entrenamiento extenso, formalizado y sistemático para adquirir los conocimientos o doctrinas propios del campo. Aquí no sólo obtienen la especialización sino además aprehenden el modus operandi para moverse en el campo: los códigos, el conocimiento de los personajes ilustres y encumbrados, el esbozo del orden existente, la identificación de los objetos en juego, etc. Al respecto Bourdieu (2000, p. 118) plantea una frase muy interesante por la veracidad de la que es portadora: “Ser filósofo es dominar lo que hay que dominar de la historia de la filosofía para saber comportarse como filósofo en un campo filosófico”. Y esto ocurre no sólo porque el sujeto lo considere el deber ser, sino además porque es lo que espera de él la sociedad -la conducta deseada-, que actúe en correspondencia con los cánones pautados para -o imaginados sobre- ese campo.
La anterior es una de las formas sociales de influencia sobre los campos profesionales. En particular el grado de autonomía del campo de la comunicación está mediado por las demandas del mercado laboral, por lo que pauta la formación en los currículos oficiales y por la actividad regulatoria de agentes internos (como el código de ética del gremio profesional) y externos (como las políticas y regulaciones nacionales de comunicación).
Bourdieu analizó con especial énfasis en diversas obras el campo del Periodismo, que pertenece al campo mucho más amplio de la Comunicación Social. Se dice que este es altamente heterónomo, esto es, determinado por fuerzas externas, carente de independencia.
Las transformaciones a su interior comportan una importancia central por la posición que ocupa en la construcción del mundo social a nivel masivo, lo que le otorga un puesto privilegiado en relación al poder -recuérdese que la prensa es llamada el “cuarto poder”, en franca alusión a los tres poderes oficiales del Estado, el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Aunque vale señalar que existen otras actividades profesionales del campo de la Comunicación Social que también operan a nivel masivo, como la Publicidad y la Gestión de Comunicación con Medios.
El concepto bourdieuano de habitus tiene una gran importancia para el estudio de los campos profesionales, ya que da luces de la aceptación y habituación de los agentes profesionales a los ceremoniales e intereses en juego en el campo.
El habitus del comunicador pasa por una serie de saberes necesarios para el ejercicio de la profesión. Englobamos aquí un tipo de conocimiento humanista, de cultura integral, de nociones generales sobre la historia y el contexto donde se inserta; así como pautas técnicas específicas de la profesión. La academia y la experiencia profesional señalan esos conocimientos necesarios para la práctica en el campo, y se van identificando otros como los referentes teóricos y los metodológicos, y los espacios profesionales más reconocidos de socialización del conocimiento (eventos y publicaciones). También se aprende a valorizar cierto tipo de formación, determinadas instituciones educativas, y algunas modalidades de estudio por encima de otras.
Partiendo del criterio de que existen competencias innatas y cultivadas que facilitan el desempeño profesional, hay un tipo determinado de competencias que vienen a formar parte del habitus del comunicador, asumimos que la creatividad y la extroversión son ejemplos de ello que nos sirven para clarificar a lo que nos referimos.
El habitus también tiene un componente ético, que pasa por las normas morales y de conducta que existen en el imaginario colectivo para esa profesión, lo políticamente correcto desde el punto de vista de la relación con la sociedad.
La incorporación del habitus es a su vez la incorporación de los objetos en juego, es decir, la apropiación de cuál es el capital específico del campo por el que vale la pena luchar: la identificación de las gratificaciones, las metas profesionales y los grados académicos que se pueden obtener.
Coincidiendo con Bourdieu en la existencia de leyes generales comunes a todos los campos sociales, afirmamos que el campo profesional de la Comunicación Social en su dimensión estructural está caracterizado por la puja de intereses entre los agentes que llevan más tiempo en el campo y desarrollan estrategias de mantenimiento, y los recién ingresados que elaboran estrategias de subversión.
Dada la reciente constitución del campo académico de la comunicación, esta puja entre la experiencia y lo novel ha dado lugar a dos polos muy marcados en el campo profesional. De una parte los profesionales con más experiencia generalmente no poseen titulación en el campo de la comunicación, sino que han obtenido su especialización a través de la práctica y de sucesivas aproximaciones por cursos de postgrado. Su habitus como entes profesionales de la comunicación se ha formado después y no en los niveles básicos de formación profesional. Del otro lado de la cuerda están los más jóvenes practicantes, titulados en las academias creadas para tal efecto y habituados a la comunicación en primera instancia, aún sin capital específico en el campo. Unos y otros, participando en el mismo juego y pujando por los mismos intereses, vienen a ser opuestos en pos de detentar mayor capital específico en el campo.
Las facciones tampoco son homogéneas, al interior de cada una pugnan los representantes de los diferentes perfiles profesionales de la comunicación (publicitarios, relacionistas públicos, investigadores, comunicadores para el desarrollo, comunicadores en medios, etc.). También la institución en la que se obtiene la titulación -incluso la modalidad de estudios- viene a ser fuente de legitimidad.
El campo profesional de la Comunicación Social -obedeciendo a las pautas comunes a todos los campos- es un espacio atravesado por la existencia de diferentes tipos de capital que se evidencian en el ejercicio profesional de los agentes del campo. Si superponemos las formas de capital al tiempo de pertenencia de los agentes en el campo profesional de la Comunicación Social, obtendremos que aquellos profesionales con una mayor trayectoria son los que han acumulado mayores dosis de todos los tipos de capital. Asimismo podemos suponer que los comunicadores enfocados en especializaciones profesionales como la Docencia y la Investigación, y la Comunicación para el Desarrollo ostenten mayores cuotas de capital cultural, mientras que los agentes del perfil de la Comunicación Institucional tengan mayores dosis de capital económico. Inferimos que unos y otros luchen además por acumular capital social y simbólico.
Como todo campo social, el campo profesional de la Comunicación Social también posee una dimensión relacional. Las posiciones de los miembros del campo van a configurar una red de relaciones entre ellos, las cuales están fuertemente marcadas por las luchas inherentes a los campos. Dicha red de relaciones se manifiesta en el tipo de vínculo que establecen los profesionales con la asociación gremial y las dinámicas que se establecen entre ellos, al reconocerse o no como parte del gremio profesional. Su dimensión relacional queda evidenciada además en los nexos existentes entre los representantes de las diferentes actividades profesionales que conforman el campo y entre los graduados de distintas matrices formativas.
Sobre esta línea emerge nuevamente el debate entre los comunicadores orientados hacia el mercado, que entienden la profesión como una serie de saberes instrumentales; y los comunicólogos, que conciben la comunicación como una ciencia y son los que hacen avanzar el campo investigativo. Al respecto nos confirma la destacada investigadora peruana Teresa Quiroz (1991, s.p.):
Grave problema pues -al parecer- existiría una oposición irreconciliable entre propuestas que enfatizan la formación teórica y la necesidad de absorber los retos profesionales que el mercado demanda. (…) las tentaciones no dejan de hacerse presentes: desde el énfasis en los práctico y o eficaz hasta el refugio en la formación generalista y principista.
CONCLUSIONES
La Teoría de los Campos Sociales es una valiosa herramienta de investigación que permite entender y operacionalizar objetos de estudio, al acercarnos a diferentes dimensiones de análisis de los mismos.
Existe una imbricación conceptual entre la Sociología de las Profesiones y los postulados bourdieuanos de los campos sociales. Para el estudio de los campos profesionales es sumamente enriquecedor tener en cuenta los aportes de cada una de estos fundamentos sociológicos.
Las profesiones constituyen campos sociales que se adscriben a lo que Bourdieu enuncia como leyes generales para todos los campos sociales. Tienen la peculiaridad de que sus miembros desempeñan la misma actividad profesional.
Aunque analizado a partir de una serie de inferencias10, cuando se examina el campo profesional de la Comunicación Social a la luz de la teoría de los campos sociales y sus imbricaciones con la Sociología de las Profesiones, se entrevén importantes aspectos que conforman y dinamizan el campo.
Además un trabajo de este tipo fomenta la transdisciplinariedad, tan necesaria para salirse de los compartimentos estancos de las disciplinas científicas, que tan cómodos resultan, pero que necesitan abrirse en pos de entender mejor a los sujetos y a los fenómenos sociales.