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Revista Médica Electrónica

versión On-line ISSN 1684-1824

Rev.Med.Electrón. vol.38 no.1 Matanzas ene.-feb. 2016

 

RESEÑA

 

Doctor Manuel García Suárez: tributo mínimo en su 101 aniversario

 

Doctor Manuel García Suárez: minimal tribute in his 101 aniversary

 

 

Dr. Víctor G. Ferreira Moreno

Hospital Provincial Pediátrico Docente Eliseo Noel Caamaño. Matanzas, Cuba.

 

 

El 4 de febrero se conmemora el 101 aniversario de nacimiento del doctor Manuel García Suárez (Matanzas, 1915-2001) —a quien conocí a finales de los setenta a través del doctor Silvio Alberto Blanco Quesada—, con la satisfacción de saber que sus discípulos pretenden conservar su legado y son fieles a su ejemplo.

Nuevamente el espíritu de un hombre inspiró los sueños de muchos y de quien entonces no alcanzaba a imaginar su futuro como su par, pero que tuvo el oportuno privilegio de compartir con el predecesor; y la simpatía fue absoluta. Apenas pasa un día sin rememorarlo, pues el repaso de lo anterior —infortunado el que no vea en la historia el pedestal del futuro— diseña y sostiene nuestra imagen del mundo. Manuel García Suárez —médico y personalidad eminente— fue uno de los precursores de la Radiología Pediátrica en Cuba y fundador del servicio de esa especialidad en el Hospital Pediátrico de Matanzas. Su ejemplo resurge en cada contribución al diagnóstico, a la terapéutica, a la enseñanza (aún en las menos convencionales de sus formas), a la investigación, a la difusión del conocimiento adquirido y del caso interesante o poco frecuente, en la conducta cabal alejada de toda envidia —en su primera acepción— y proceder malsano, en cada gesto creador de sus alumnos, así como en la preocupación y el llamado de atención por el niño que no ha tenido el curso; conformado por los elementos diagnóstico, tratamiento y evolución, esperados.

Lo vemos aún, y para siempre, insertado en el Servicio del Centro Médico, sin provocar ni buscar admiración, en la Sociedad de Historia como uno de sus más trascendentales contribuyentes o como su Presidente de Honor; en la ciudad (en sus piedras y su gente), como colaborador del Museo Provincial Palacio de Junco y la Biblioteca Provincial Gener y del Monte, o desde su condición de Hijo Ilustre. Su figura fue reconocida por la Universidad de Matanzas, por la Escuela de Medicina, por los ministerios de Educación Superior y de Salud Pública.

Es el cálido maestro, el mediador hábil; recordado desde la revista Médica, o desde la presidencia del Consejo Científico Provincial, o desde el Comité contra la guerra nuclear. Asimismo, lo recordamos por haber sido detenido por su oposición al dictador Gerardo Machado, o desde su posición de principios y no plegamiento durante el gobierno de Fulgencio Batista.

Este hombre, que no hacía concesiones de principios en ningún contexto, establecía con firmeza el límite donde la bondad pudiera confundirse con la tolerancia de lo mal hecho. De vasta cultura universal, unía a su saber científico una formación humanista acrecida en el ejercicio apasionado de su profesión, a la que se mantuvo ligado con total independencia del paso del tiempo, dedicándole más de medio siglo de su relevante existencia y renovando diariamente sus votos. Al final de cualquier madrugada se le podía encontrar en el hospital estudiando o releyendo, lo que con seguridad podía reescribir de memoria.

Él es como lo familiar: aquello que acompaña inadvertido todo lo que no comprendimos una vez, y que de pronto vuelve con los edificios, las calles, las quintas, los versos, los hombres y la historia, que durante mucho tiempo creíamos que no eran nuestros y finalmente resultaron ser de los mejores que tuvimos.

Pero entre las cosas que más llamó la atención en la mayoría de nosotros, está su arte para manejar la clínica como radiólogo pediátrico y su habilidad diagnóstica, a pesar de las limitaciones de la tecnología disponible entonces. Su conocimiento en todas las áreas era extenso, pero era verdaderamente enciclopédico en el reino de las afecciones pediátricas. Eximio educador, más que instruir educaba y, por demás, supo aprender enseñando uno de los actos más sublimes del magisterio. Revisar casos con él, era, a la vez que informativo, divertido y formador. En el único momento en que se podría pensar que uno estaba en problemas mientras discutía un caso, era cuando inclinaba la cabeza y te miraba por encima de aquellos espejuelos de gruesa armadura; en ese momento sabías que debías redireccionar tu análisis. Otras veces, sin embargo, era una fina broma o solo una anécdota, las que sugerían buscar otras probabilidades. Era simplemente inspirador respirar aquel ambiente entusiasta y creador.

Cuando se disiparon los médicos y profesores en los años sesenta del siglo pasado, se quedó junto a algunos otros, y como en una ocasión expresó este autor “entre el San Juan y el Yumurí”, con los que se convertiría en los nuevos primeros, con un pensamiento que era el mismo y era otro, con una voz que no podría ser de otro lugar ni de otro tiempo.

Con el profesor García Suárez ha acontecido un hecho similar a lo ocurrido con el doctor Ángel Arturo Aballí Arellano, de quien era un ferviente admirador, erigido además en su biógrafo, en el seno de la Sociedad de Historia; en cuanto a la situación lamentable de que publicó relativamente poco y no pudo conceder el texto de pediatría que todos esperaban del egregio pediatra. El profesor García Suárez no legó, a pesar de sus incontables notas y observaciones sobre Radiología Pediátrica, resultados de su estupenda inteligencia y sabiduría médica. Pero si bien, cuando se mira en el contexto de las contribuciones duraderas, Manuel García no fue un escritor muy prolífico, sus escritos son extraordinariamente detallados, sus observaciones y deducciones sagaces, y su estilo de redacción singularmente pulcro.

Cuando la tercera de las Parcas llegó a cortar sus hilos, reconoce la estatura del hombre y le concede una digna muerte; se preparaba para otra jornada en el hospital.

Con la modestia y la sencillez de los que valen, será siempre el profesor Manolo, ejemplo de capacidad creadora y de voluntad inquebrantable. Solo pagamos una deuda de necesaria gratitud al intentar prolongar en el tiempo la lucidez y el ejemplo del respetado médico, profesor, historiador y ser humano, que ha sido inexorable defensor de lo cubano y nuestra historia, cultivador de la amistad, hombre profundamente respetuoso de las ideas de los demás, brújula y pilastra al obrar.

 

 

Recibido: 5 de febrero del 2015.
Aceptado: 11 de febrero del 2015.

 

 

Víctor G. Ferreira Moreno. Hospital Provincial Pediátrico Docente Eliseo Noel Caamaño. Calle Santa Isabel % Dos de Mayo y Compostela. Matanzas, Cuba. Correo electrónico: victorf.mtz@infomed.sld.cu

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