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La anemia es un mal endémico en el mundo que afecta a 1620 millones de personas equivalente a 24,8 % de la población, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que afecta más a niños en edad preescolar (47 %).1) El Perú no es ajeno a esta realidad, en el 2018, el 46,6 % de niños menores de 3 años padecía de anemia según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES).2
La causa principal de anemia ferropenica es la falta de hierro el cual produce efectos negativos en el desarrollo cerebral, motriz, cognitivo y conductual del infante.
La anemia es un problema multidimensional que se agudiza en la infancia por las desigualdades e inequidades económicas, sociales y culturales, representadas a través de la pobreza, precariedad de la vivienda, higiene deficiente, desconocimiento de una alimentación saludable, estos aspectos repercuten en su desarrollo integral y vulnera sus derechos.3
Ante este panorama el estado peruano incluyó el desarrollo infantil temprano en las cuatro prioridades de la política social aprobadas en el 2016 por la Comisión Interministerial de Asuntos Sociales (CIAS), sumado al Plan multisectorial de lucha contra la anemia, el cual plantea la articulación intersectorial e intergubernamental de intervenciones efectivas dentro de las cuales se encuentra el Plan Nacional para la Reducción y Control de la Anemia Materno Infantil y la Desnutrición Crónica Infantil en el Perú.4 El principal objetivo de este Plan Nacional es la reducción de la anemia a 19 % en el 2021 a través de la ligadura tardía del cordón umbilical durante el parto, suplementación preventiva de hierro y ácido fólico a niños/as a partir de los 4 meses, una alimentación complementaria rica en hierro de origen animal, tamizaje o descarte de anemia a los 6 meses, control de crecimiento y desarrollo y atención de salud de calidad y oportuna, entre otros.
En general, a pesar de las diferentes políticas en nutrición infantil instauradas en la agenda peruana, aún existe un largo camino para su adecuada implementación nacional, además de considerar las diferencias culturales de cada lugar, ya que la anemia es más frecuente en el ámbito rural y es necesario buscar la adaptación de los servicios de salud a sus necesidades e idioma.
La evolución de la anemia en infantes de 6 a 35 meses muestra que en el año 2010 el porcentaje fue de 50,3 % y disminuyó 6,8 puntos porcentuales en el 2018 (43,5 %). (Fig.1)
La prevalencia de anemia es más frecuente en el área rural (50,9 %) en contraste con la urbana (40,9 %) y en el quintil inferior (53,6 %), que es casi el doble del quintil superior, lo cual ejemplifica las particularidades de esta enfermedad y su relación con los determinantes sociales. (Fig. 2)
Si bien es cierto la prevalencia de anemia infantil en Perú ha venido disminuyendo en comparación con años anteriores. Sin embargo, aún los indicadores son preocupantes en relación con países de la región. Para enfrentar la anemia infantil, esta no solo debe enfocarse bajo el modelo biomédico tradicional, es necesario abordarlo teniendo en cuenta los factores socioeconómicos, geográficos y étnicos afectan el desarrollo y nutrición del niño, con énfasis en la prevención sustentada en políticas públicas basadas en intervenciones costo-efectivas en favor de la infancia.5