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Cuadernos de Historia de la Salud Pública
versión impresa ISSN 0045-9178
Cuad Hist Salud Pública n.95 Ciudad de la Habana ene.-jun. 2004
Algunas notas históricas sobre vacunas y otros productos preventivos y curativos*
El hombre ante la dura realidad de que nada había que detuviese la viruela optó por inocularse de ella para pasarla o morirse. La variolización o contaminación con la propia viruela era el único procedimiento.
Los chinos, desde tiempos inmemoriales, en períodos de grandes epidemias practicaban la variolización introduciendo en las fosas nasales de las personas sanas las costras de los variolosos. Cuando las epidemias eran benignas lo hacían para preservarse de las grandes epidemias.
En la India con tal propósito se colocaba a las personas sanas cerca de los variolosos para que contrajeran la enfermedad, se les tapaba con las ropas de los enfermos que estaban impregnadas de las materias contenidas en las pústulas variolosas, se cubrían con las mismas ropas las heridas, fundándose en la observación de que la infección provocada solía seguir curso más benigno que la adquirida accidentalmente, pero la más practicada lo era por inoculación debajo de la piel o en la dermis. La misma se realizaba por punción o por incisión, introduciendo la sustancia inoculada debajo del dermis o se extendía el contenido de las pústulas sobre la dermis denudado mediante un vejigatorio.
En Turquía se practicaba la variolización de esta forma y fue conocida en Europa principalmente por una comunicación del médico italiano Timoni e introducida en 1717 por Lady Montagne, esposa del Embajador Inglés en Constantinopla, que hizo variolizar a sus hijos. Este método tuvo sus prosélitos en Inglaterra y Francia aunque fue prohibido, como también los otros mencionados, pues se comprobó que habían sido el punto de partida de grandes epidemias de viruela.
Edward Jenner, genial médico inglés, en el año 1776 hizo la observación de que inoculando al hombre el virus de la vacuna (cow-pox), enfermedad cutánea del ganado, lograba inmunidad contra la viruela.
Esto que al principio fue muy combatido, le permitió introducir en 1798 un método práctico de profilaxis de la viruela, mediante la inoculación al hombre del producto de la pústula de la vacuna, comenzando con ello la práctica de la vacunación en todo el mundo. El primer vacunado lo había sido el niño de ocho años James Phips el 14 de mayo de 1796.
No se sabe con exactitud cuando y por quién se introdujo en Cuba el método de inoculación, pero sí se puede afirmar que ya en 1795 era conocido, pues una duda acerca de la eficacia del mismo se planteó en el Papel Periódico de La Habana en ese año y fue contestada por el doctor Tomás Romay.
El 4 de febrero de 1802 la Real Sociedad Patriótica de La Habana encargó al propio doctor Romay que emitiera su opinión sobre el inmortal trabajo en el que Edward Jenner en 1798 anunció al mundo el descubrimiento de la eficaz inoculación preventiva contra la viruela. El informe favorable del doctor Romay dio inicio a activas acciones de éste que permitieron en febrero de 1804, a partir de pus vaccinoso de unos niños vacunados procedentes de Puerto Rico, comenzar su aplicación en La Habana y su distribución a distintas poblaciones de la Isla.
Por eso al llegar a La Habana el 26 de mayo de ese año la expedición mandada por el Rey Carlos IV a traer la vacuna a sus colonias de América, a cuyo frente venía el Cirujano de Cámara Real Francisco Xavier y Balmis, éste quedó gratamente sorprendido al encontrar propagada la vacuna en la Isla.
El 13 de julio de 1804 se estableció en La Habana, a propuesta de Balmis, la Junta Central de Vacunación de la que fue nombrado el doctor Romay secretario facultativo y figura principal durante toda la existencia de la institución.
Desde su fundación contó para conservar el virus vacuno con Juntas Subalternas en algunas de las principales ciudades del país y con vacunadores en casi todos los pueblos menores. A la muerte del doctor Romay en 1849 quedaron disueltas las mismas y sus funciones pasaron a las Juntas Superior, Provinciales y Municipales de Sanidad, las que nombraban y supervisaban a los vacunadores hasta el final de la dominación colonial española en Cuba.
Durante la primera intervención norteamericana se estableció (1900) el Servicio de Vacuna y el 24 de junio de 1901 por la Orden Militar No.165 se dispuso y reglamentó la vacunación antivariólica obligatoria en Cuba y fijó los deberes de las autoridades para que cooperaran, cada una en la medida de sus fuerzas, a la práctica de la vacunación. Al Servicio de Vacuna, integrado en sus inicios por el médico norteamericano doctor Havard y por los cubanos doctores Juan Guiteras, Dámaso Lainé, Vicente la Guardia y Luis M. Cowley, todos figuras de gran prestigio científico, se le unieron otras vacunaciones durante el período republicano burgués.
En 1881 lleva a cabo Louis Pasteur su audaz y brillante experimento público en comprobación de la efectividad de la vacuna antiantráxica ideada por él, en la granja, hoy histórica, de Pouilly-le-Fort. El desarrollo del experimento fue como sigue:
"El 5 de mayo inyecta 24 carneros, 1 chivo y 6 vacas con 58 gotas de un cultivo atenuado de Bacillus anthracis. En mayo 17, estos mismos animales fueron inoculados nuevamente con la misma cantidad de un cultivo menos atenuado, o sea más virulento.
En mayo 31 se realizó la prueba suprema. Se inyectaron con cultivos muy virulentos, todos los animales ya vacunados, y además, 24 carneros, 1 chivo y 4 vacas no vacunados, que sirvieron como grupo testigo a la prueba.
En junio 2, una selecta y nutrida concurrencia apreció los resultados, que fueron los siguientes:
Todos los carneros vacunados estaban bien. De los no vacunados, 21 habían muerto ya, 2 más murieron durante la exhibición ante la propia concurrencia y el último al caer de la tarde de ese día. De las vacas, las 6 vacunadas se encontraban bien, mientras que las 4 no vacunadas mostraban todos los síntomas de la enfermedad y una intensa reacción febril".
Al comunicar estos resultados, fue que introdujo Pasteur los términos de vacuna y vacunación en la terminología médica como homenaje a Jenner, su ilustre predecesor.
La noticia de estos acontecimientos conmovió al mundo civilizado y ha sido uno de los descubrimientos más notables del investigador francés, quien por su obra total puede ser considerado como el más grande Benefactor de la Humanidad.
El propio Pasteur en 1884 en el Congreso Internacional de Medicina de Copenhague da cuenta de su descubrimiento de la vacunación antirrábica en el perro, lo que fue confirmado por una comisión nombrada al efecto y constituida por Bert, Villemin y Vulpian. El 5 de julio del siguiente año (1885) tiene Pasteur la brillante oportunidad de probar su método profiláctico de la rabia en el hombre en el caso del niño José Meister, de Alsacias, gravemente mordido por un perro rabioso. Puede poco después repetir el ensayo en el heroico joven Juan Bautista Jupille. En ambos casos obtiene un éxito favorable que consagran el método y así, desde esa época, es aplicado.
En 1886 el Gobernador General de Cuba designó una comisión de médicos cubanos integrada por los doctores Diego Tamayo, Francisco J. Vildósola y Pedro Albarrán, a la que se unió el doctor Andrés Valdespino, para que estudiaran la vacunación antirrábica con Pasteur en París y la aplicaran en Cuba. La comisión estudió dicho proceder y trajo la vacuna, que introdujo también en Barcelona, la cual aplicó por primera vez en humanos en la Isla, en el Laboratorio Histobacteriológico e Instituto Antirrábico de la Crónica Médico Quirúrgica de La Habana del doctor Juan Santos Fernández, el 25 de abril de 1887, trece días antes de la inauguración oficial del laboratorio.
Emile Roux y Alexandre Yersin, discípulos de Pasteur, descubren en 1889 la toxina diftérica, señalando el mecanismo etiopatogénico de esta enfermedad y Karl Faber, el propio año, señala el mismo mecanismo patogénico para el tétanos.
En 1890 se descubre por los investigadores Emil von Behring y Shibasaburo Kitasato el principio general que rige la preparación de las anti-toxinas. Este principio fue desarrollado a punto de partida de sus estudios del tétanos y la difteria.
A ello contribuyó poderosamente Emile Roux. Dicho trabajo, por su utilidad práctica y sus conmovedores resultados, tuvo una repercusión mundial.
En 1893 culmina en un clamoroso éxito la seroterapia antitóxica, ya en una extensa experiencia, dejando definitivamente incluidos entre los inmortales de la ciencia los nombres de: von Behring, Kitasato, Loeffler, Roux, Yersin, Parker y otros.
En 1923 el veterinario Gastón Ramón, del Instituto Pateur de París, descubre la preparación de las anatoxinas (toxoides), su poder antigénico y la aplicación de estos conocimientos a las prácticas profilácticas del tétanos y la difteria.
Los trabajos de perfección de la vacuna antitífica daban ya resultados positivos en la primera década del presente siglo realizados por Wright, Pfeiffer, Kolle, Beredska, Russell y otros investigadores en distintas partes del mundo. El doctor Horacio Ferrer estudioso de dichas investigaciones las divulgó entre nosotros, estimulando con ello al doctor Mario García Lebredo, quien desde el Laboratorio Nacional hizo que el doctor Alberto Recio diera comienzo al estudio y preparación de la vacuna. En 1911 el doctor Juan Guiteras, Director Nacional de Sanidad, envió al doctor Recio a los Estados Unidos a que estudiara con Russell la vacuna preparada por éste. El 9 de febrero de 1912 comenzaba la vacunación en el Ejército Nacional dirigida por el doctor Ferrer. Ese año en el Congreso de Higiene celebrado en Washington se hacía constar que Cuba era el único país de América Latina que había emprendido estos trabajos y en 1913 presentaba el doctor Ferrer ante la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana su famoso trabajo "Vacunación antitífica. Observación sobre dos mil vacunados". En 1917 el doctor Alberto Recio organizaba la preparación en gran escala de la vacuna antitífica en Cuba.
Fig.14. Dr. Horacio Ferrer Díaz (1876-1960).
Casi inmediatamente después del descubrimiento por Robert Koch del bacilo productor de la tuberculosis (1882) muchos investigadores famosos en el mundo se impusieron la tarea de descubrir una vacuna capaz de evitar dicha enfermedad.
En 1908 los doctores Albert Calmette, médico y Alphonse Guerin, veterinario, ambos franceses, anunciaron que una clase de bacilo bovino virulento que se había desarrollado en un medio de bilis y de papas, se iba haciendo cada vez menos virulento a medida que pasaba de un tubo de ensayo a otro. Por fin, después de 240 pases en el año 1920, fue declarado por dichos autores que este bacilo era incapaz de producir la enfermedad, declarándolo por tanto como un virus fijo, es decir, que dicho bacilo no volvía a hacerse virulento en algún momento. Este bacilo es el que constituye la vacuna antituberculosa BCG (Bacilo Calmette-Guerín) y comienza a aplicarse en el mes de julio de 1921, en París, por el profesor B. W. Halley.
En Cuba el doctor Alberto Recio comenzó en 1928 la preparación de la vacuna Calmette-Guerín para iniciarse su aplicación en el país.
En 1910 tiene prácticamente nacimiento y adquiere valor positivo la llamada quimioterapia, al descubrir Paul Ehrlich su fórmula 606 (Salvarsan) para el tratamiento de la sífilis y otras espiroquetosis, después de muy largos y pacientes trabajos.
Gerard Domagk siguiendo los trabajos de Mietzch y Klares, químicos alemanes, quienes en investigaciones sobre colorantes hallaron la sulfamidocrisoidina, de gran poder tintóreo, ensayó su acción sobre los estreptococos, con evidentes resultados, hallando positiva la acción y respuesta clínica. Partiendo de la sulfamidocrisoidina preparó un compuesto sulfamidado, el Prontosil, lo que expuso en un memorable trabajo que vio la luz en Alemania el 15 de febrero de 1935, con el que dio nuevo y brillante impulso a la quimioterapia ya iniciada por Ehrlich en 1910. Este trabajo le valió el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1939.
En 1929 Alexander Fleming descubre la penicilina del hongo Penicillium notatum, pero le era muy dificultoso obtenerla libre de impurezas, capaz de ser usada en terapéutica, a pesar de sus arduos esfuerzos. Esta labor la llevaría a cabo Howard Walter Florey, médico australiano quien en colaboración con Ernest Chain, alemán, Leslie Falk, estadounidense y Norman Heatley, inglés, pudo librarla del éter y producirla en forma pura y en solución acuosa, dando nacimiento a la Penicilina potable y libre de impurezas, factible de ser incorporada a la terapéutica. En 1941, durante la II Guerra Mundial, Florey y Heatley se trasladaron a Estados Unidos para proseguir sus trabajos, comenzándose poco después la fabricación de Penicilina en gran escala y dándose inicio a la Era de la Antibióticoterapia. Por sus trabajos recibieron el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1945 los doctores Fleming, Florey y Chain.
Se dice que en Cuba se usó por primera vez por el doctor Pedro Castillo en el malogrado hijo del doctor Ángel Vieta Barahona, el joven doctor Ángel Vieta Rebozo, en muy desesperado estado de gravedad, por presentar una atrofia amarilla aguda del hígado que lo llevó a la muerte en 1952.
Bibliografía consultada
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* Trabajo escrito a petición del Prof. Dr. Pablo Resik Habib, Profesor Consultante de la Escuela Nacional de Salud Pública.