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Cuadernos de Historia de la Salud Pública
versión impresa ISSN 0045-9178
Cuad Hist Salud Pública n.96 Ciudad de la Habana jul.-dic. 2004
Siglo XVII
Panorama histórico en general. Estado de España y su medicina
Al iniciarse este siglo ya se había restaurado la iglesia de San Pedro en Roma por el Papa Julio II; Enrique VI de Inglaterra se había hecho jefe de su iglesia; se había descubierto la Florida; ocurrió la reforma religiosa y sus grandes guerras; se había conquistado México y Pizarro dominaba al Perú; se había fundado San Agustín en la Florida y abatido el poder del rey Felipe II.
A estos grandes sucesos siguieron: revoluciones en Inglaterra, guerras de Luis XIV, luchas y decadencia de Polonia, guerra de los treinta años, separación de Portugal, etc. Con la colonización de América se inició la decadencia de España tanto desde el punto de vista económico, como del militar y cultural.
Los malos gobernantes, la intolerancia política, el fanatismo religioso y otros factores, ocasionaron constantes guerras que destruyeron el comercio, disminuyeron el número de barcos y arruinaron la hacienda nacional, factores todos reflejados en las colonias españolas americanas con disminución de su desarrollo y sus grandes dificultades en el intercambio cultural.
Por tanto, el gobierno de las Amèricas era desastroso y hasta la misma nación española fue víctima del mal manejo de sus reyes y favoritos, especialmente en tiempo del degenerado Carlos II con su torpe e imprudente camarilla. Desamparados los campos nacionales, desatendidas las fábricas y empobrecida la nación, quedaron abandonadas las universidades, los mares sin escuadras, el ejército sin disciplina, la industria en manos extranjeras y las tierras de labor amenazadas constantemente por bandoleros y maleantes. Todo esto ocurría en la Península en el preciso momento que se había iniciado en otras naciones más progresistas el período llamado de RENACIMIENTO tan estudiado y alabado por todos los historiadores.
En las universidades españolas los estudios médicos continuaban reducidos a la lectura de Prima o libro de Avicena; Vísperas o Causas y Síntomas de las enfermedades; Aforismos y Guido o Patología Externa. En total los estudiantes tenían que asistir cuatro años a la universidad. Después, practicaban al lado de un médico reputado de quien aprendían la parte clínica, sufrían el examen del Protomedicato y se les concedía licencia para ejercer. Esa prueba se efectuaba en latín y ante un tribunal que una vez constituido abría repentinamente un libro de Método Medendi de Galeno. El examinado leía el libro, hacía sus comentarios sobre lo que "quiso enseñar Galeno" y a continuación empezaban los miembros del tribunal a efectuar sus preguntas y repreguntas sobre la materia. Después, llevaban al futuro práctico a una sala hospitalaria donde se le mostraban distintos enfermos, y ante ellos tenían que demostrar su suficiencia clínicamente. En fin, si el candidato respondía correctamente a todas las preguntas se le aprobaba nomine discrepanti y se le extendía un título escrito en latín que contenía muchos detalles y que le autorizaba para ejercer y le concedía ciertas prerrogativas.
Como se dijo anteriormente los profesores destacados eran en su mayor parte humanistas y tenían grandes conocimientos de filosofía y otras ramas del saber. Usaban un traje oscuro con pequeñas bocamangas y un cuello blanco, alto y rizado.
Los facultativos vulgares llevaban una vestimenta parecida a los hombres del pueblo: calzones cortos, chaleco y casaca. En la pág. 14 del cuaderno anterior señalamos como actuaba el médico ante un caso clínico y como extendía su receta invocando a Júpiter.
Hombres de esta calidad y algunos de más capacidad pertenecientes a la Armada, inspirados en los grandes anatómicos Rodríguez de Guevara y Valverde de Anueco, y los notables cirujanos Fragoso, Agüero, Dasa Chacòn, y Díaz, sentaron la base de la medicina hispano americana, de la que después su más genuino representante fue el sabio Esparraguera, de Guatemala.
Doctrinas médicas dominantes
La medicina era todavía en el siglo XVII una religión: así, tenía sus herejes, sus infieles, a los que hubiera mandado a la hoguera si hubiese dispuesto del brazo secular. Todavía se comentaban las obras de Hipócrates y Galeno, que algunos consideraban como textos sagrados, y se disputaban con encarnizamiento sobre lo que habían dicho, lo que habían querido decir, etc. (Debove). La figura del médico mago prehistórico, de sacerdote de la edad media, de astrólogo del siglo XV, pasó a la de sangrador en este siglo XVII. Sin embargo la ciencia se abría paso. Los grandes descubrimientos de los físicos como Galileo, Kepler, Pascal y Newton al aplicarlos a la medicina la hacían progresar. El descubrimiento del microscopio, de la circulación de la sangre, de la circulación linfática, el establecimiento de la anatomía de los tejidos, el progreso de la clínica y los nuevos métodos filosóficos de Bacón y Descartes, fueron dando al traste con el galenismo y la escolástica.
Por esta época los médicos se encontraban divididos en varios grupos con distintos sistemas. Unos seguían la escuela iatro-química, de Silvio, que se inspiraba en el alquimismo, tenía tendencia humoral, veía en la digestión un proceso de fermentación y se caracterizaba por la teoría de los ácidos y acres. Otros eran partidarios de la escuela iatro-física o mecánica, que prevaleció en Italia y explicaba el funcionalismo del cuerpo por leyes mecánicas, pensamiento contrario al humorismo. Los partidarios del animismo, doctrina espiritualista, con su flogismo, dio origen al arqueismo y al dinamismo, que fueron degenerando.
En España existían dos grandes grupos de médicos y otros menores. Unos eran fieles al hipocratismo y otros seguían distinto sistema y atendieron más a las discusiones abstractas. En este siglo la medicina hispana cayó en el marasmo por la pobreza en que se sumió el país por las guerras. Por Real Decreto de 1617 la carrera de cirujano se dividió así: cirujanos latinos, que tenían derecho a usar borlas, birrete y anillo de esmeralda en el pulgar; y cirujanos romancistas, que no conocían más que el idioma del pueblo o romance y eran simples barberos que usaban trajes cortos.
Los médicos eran bachilleres, licenciados y doctores. Estos repudiaban a los cirujanos a quienes consideraban como inferiores a pesar de hacer ellos menos estudios que los cirujanos latinos que tenían conocimiento de las obras de Galeno y de Guido, de la anatomía de los huesos y cursaban cuatros años de estudios en las universidades, lo cual formaba un conjunto de conocimientos superiores a los que recibían los médicos.
La dialéctica de todos ellos era aparentosa, sus latines estrafalarios y por lo general estaban poco empapados en la verdadera ciencia.
No obstante todo lo dicho se hicieron algunos progresos. La ciencia oficial estaba representada por el Protomedicato-tribunal instituido por los reyes católicos- y los médicos de cámara. Se crearon algunos hospitales. Se inició la enseñanza de los sordo-mudos. Se introdujo el cacao, sudoríficos, quina, ipeca, etc. Mejoró algo la clínica. Se conocieron el sudor miliar, las hidátides, etc. Adelantó poco la cirugía pues dominaba la sangría y competían los cirujanos, barberos y bañeros.
Noticias sobre las Colonias Americanas
Terminada la conquista de gran parte del territorio americano se dividieron en dos virreinatos por los españoles: el de México, en la América Septentrional, y el del Perú, en la meridional. Se estableció un Consejo de Indias para el gobierno general; Audiencias, para la administración de justicia, y una Cámara de Comercio para regular los asuntos mercantiles. En fin, los hispanos impusieron al pueblo indígena y a sus propios hijos americanos, blancos y mestizos, su civilización, costumbres, religión, leyes, tipo de economía y estilo de edificaciones a semejanza de lo que existía en la Península. Con todo esto introdujeron también las primeras universidades americanas (Santo Domingo en 1537 y la de México en 1551) con sus diversas cátedras, y el Protomedicato, cuyas leyes dictadas por los Reyes Católicos, ampliadas por sus sucesores Carlos V y Felipe II, y luego mejoradas en la época del auge de las universidades, regían los derechos y deberes de los facultativos médicos de cada uno de los Virreinatos y después de las Capitanías Generales que se fundaron.
En Nueva España o México (conquistado por Hernán Cortés, 1518-1521), la joya más apreciada, con el Perú, por los conquistadores y colonizadores españoles, fundaron los dos primeros colegios religiosos que titularon de San Juan de Letran y de Santiago de Tlatelolco, que empezaron a funcionar a principios del siglo XVI. Poco después, inició el virrey Antonio de Mendoza las gestiones para crear una Universidad; y por fin, el emperador Carlos V dispuso su fundación, a virtud de una Real Cédula de 21 de septiembre de 1551. Su fábrica no se concluyó hasta principios del siglo XVII pero ya se habían establecido en ellas las cátedras de Prima y Vísperas de Medicina a las que se agregaron en 1621, la de Método Medendi, Anatomía y Cirugía con las de Astronomía o Metereología.
Los estudios de medicina en la universidad se reducían a la lectura por dos años de los libros de Galeno con la parte titulada De Usurpiatum y en los otros dos últimos se aprendía la Cirugía de Guido. Como no existían anfiteatros, la disección se hacía en el Hospital de los Naturales, por espacio de varios meses siendo el cirujano Don Andrés de Villavicencio uno de los más distinguidos.
La Universidad de Nueva España llegó a ser un foco luminoso cuyos destellos se extendían hasta más allá de Guatemala, de Cuba y de algunos otros países más lejanos. No pudiendo los cubanos acudir a la lejana España con el fin de desarrollar sus claros timbres del saber, se trasladaban a la universidad más cercana, la de Nueva España, en la que ya, desde 1628, según el acucioso historiador cubano contemporáneo Sr. Gregorio Delgado Fernández, se establecieron tres becas para juristas habaneros, con casa y comida, mientras cursaran su carrera. De este modo se inició un intercambio intelectual y cultural entre cubanos y mexicanos que se acrecentó con los siglos posteriores. En dicha universidad de Nueva España estudiaron los tres primeros cubanos graduados de médicos que fueron los doctores Bartolomé de Cárdenas, Diego de Vázquez y Marcos de Gamboa.
En el siglo XVII se estableció el Protomedicato con un solo individuo, el licenciado Barrera, en el año 1527. Hacia el año 1630 o 39 se erigió el Tribunal con sus tres miembros. Dicha institución, además de regularizar el ejercicio de la medicina, tenía jurisdicción sobre los estudios de la misma, los exámenes, los asuntos de salubridad y administración de justicia entre los médicos, cirujanos, flebotomianos, etc. y boticarios.
Muy pocos facultativos médicos y cirujanos se graduaron en la universidad hasta finalizar el siglo XVII por lo que casi todos los que ejercían en México procedían de España. Según datos del Protomedicato sólo se examinaron en el siglo XVII, entre médicos y cirujanos un total de 47 individuos. Por este motivo y por la aparición de nuevas enfermedades como la influenza, el sarampión y la fiebre amarilla, se dedicaron al ejercicio de la medicina, a despecho de los protomédicos, muchos charlatanes, astrólogos y barberos. Entre ellos recuerdan los historiadores a Jiménez y a Roldan, este último trataba la sífilis con la hierba "sebuelo". También se hizo popular en una hacienda situada a varias jornadas de la ciudad de México, Doña Lutgarda Pérez, que llegó a realizar pequeñas intervenciones quirúrgicas. La Obstetricia, sin enseñanza, estaba en manos de ignorantes parteras; estas tenían la costumbre de vestir al recién nacido con trajes teñidos de añil "para evitar la alferecía".
Durante el siglo se instalaron los Hospitales del Espíritu Santo y el de convalecientes de San Francisco Javier. Como casi todos los de América, por esta época eran verdaderos asilos. Estaban atendidos por religiosos que prestaron excelentes servicios espacialmente en tiempo de epidemias y que utilizaban, con añosas drogas europeas, las virtudes de las plantas mexicanas llamadas "árnica" y "valeriana" introducidas entonces en la terapéutica. Algunos religiosos tenían conocimientos médicos pues sabían algunos Aforismos de Hipócrates, pasajes del Libro de las Epidemias y Consejos de Galeno y Avicena. Por tanto, su bagaje científico era casi el mismo que se enseñaba al facultativo médico del siglo.
El médico más destacado del siglo XVII en México fue Don Juan de Brizuela, elocuente y caritativo, estuvo al frente de la cátedra de Vísperas de Medicina y fue, además, presidente del Real Protomedicato desde 1699. También se distinguieron: D. Francisco Urrutia, primer profesor de la cátedra de Método en 1621; D. Juan de la Fuente, que prestó buenos servicios en la epidemia de tifus del siglo XVI siendo primer profesor de la cátedra inicial de medicina inaugurada en 1582. D. Juan de Plasencia, que explicó la cátedra de Vísperas de Medicina en 1599. D. Diego de Osorio de Peralta, que publicó un libro de anatomía en 1685 con el título de Principia Medicinal Epitome. El Dr. Cisneros que dio a luz un trabajo titulado Sitios y propiedades de la ciudad de México. D. Francisco Hernández un libro de Historia Plantarum Novoac Hispanis y D. Francisco de López que escribió Tesoro de la Medicina para todas las Enfermedades.
Guatemala, la tierra del Quetzal fue conquistada en 1524 por el español D. Pedro de Alvarado que llegó desde Nueva España. Tres años después se creó la Capitanía General, independiente de México. Su primer médico fue también hispano y se llamó D. Juan de los Ríos, llegado en 1543. Por la misma época se fundaron los dos primeros hospitales: el de San Alejo y el Real de Santiago. Ocurrieron las primeras epidemias de tabardillo o tifus exantemático hoy tifo, viruela y la de chaac. El obispo Marroquín hizo gestiones para construir una Universidad.
En el siglo XVII llegaron varios facultativos procedentes de Nueva España que se titulaban "Protomédicos de su Majestad", sin serlos oficialmente, pues el Tribunal no se constituyó hasta el siglo siguiente y vino a ser más bien un tribunal consultivo. Se fundaron el hospital de leprosos de San Lázaro y la Universidad Real y Pontificia de San Carlos, por Real Cédula, expedida el 31 de enero de 1676 pero no se abrió hasta 5 años después. Los primeros Catedráticos de Prima fueron los doctores Miguel Fernández Lozano y Nicolás de Souza. El número limitadísimo de estudiantes hizo poco fecunda la enseñanza.
Los facultativos más recordados del siglo fueron: D. Juan de León, D. Juan del Castillo, D. José de Bohorquez, López Ruiz (inició la autopsia medicolegal), B. Sánchez Parejo, autor de la primera obra de medicina guatemalteca y C. Tartajo. Estos, y algunos médicos españoles de la Armada, tuvieron buenos conocimientos teóricos. Debemos recordar también que varios religiosos fueron excelentes auxiliares de los facultativos médicos, especialmente en tiempos de epidemias donde demostraron casi siempre su valor y abnegación.
En el Virreinato del Perú de la América Meridional se atendió primeramente a la Organización del Consejo de Indias para el Gobierno General; Audiencias para la administración de justicia y una Cámara de Comercio para atender los asuntos mercantiles. La Universidad de San Marcos de Lima fue fundada en 1551. La de Bogotá 21 años después. Del siglo XVII fueron la de Córdoba (1613), la de Sucre (1623), la ya citada de Guatemala de 1675 y la de Cuzco de ocho años antes de finalizar el siglo. En todos estos territorios las universidades llevaron una vida lánguida. Dominaba el charlatanismo y la curanderìa. Pasado el siglo XVII se presentaron grandes hombre como Hipólito Unànue, en Perú, Francisco de Santa Cruz y Espejo, en Ecuador, y José María Vargas, en Venezuela, que abrieron nuevos y más felices horizontes en el campo de la medicina.
A Buenos Aires, fundado a fines del siglo XVII, llegó el primer cirujano llamado Don Manuel Álvarez, en sus primeros albores. Le siguieron Francisco B. Xijou; Juan Cordero (herrador y albéitar que hacía de cirujano); Maese Escalera; Pablo Garro de Arechaga (primero que se arraigó y fue mayordomo del hospital); Gaspar de Acebedo (barbero "que echaba ventosas"); Francisco Navarro; Francisco Tello y Juan Monjueles. Todos ellos tenían muy escasos conocimientos y les fue tan mal, especialmente cuando la guerra de separación de Brasil, que hasta llegó a suspenderse el hospital por no residir ningún facultativo en la localidad. Esto se debió en gran parte a la poca importancia que por entonces concedía España a ese paraje, después importantísima vía fluvial.
Más favorable era la situación en la primera colonia de Sacramento (hoy Río de Janeiro) a la que prestaron más atención los portugueses. Su primer cirujano fue Antonio Rodríguez de Costa que se estableció con el primer gobernador Lobo para asistir especialmente a sus 600 hombres de guarnición. Le siguió Manuel Oliveira de Souza, y a este Bartolomé Coelho, en diciembre, 1693.
La Ciencia Médica Inglesa cuyos más altos representantes en el siglo XVII fueron Harvey (descubridor de la circulación mayor), Sydenham (el Hipócrates inglés); Bacon y Locke (fundadores del método inductivo experimental); Morton (rival de Sydenham), etc. Pasó a Virginia, América del Norte con los doctores A. Bagnal y L. Boreal, primeros médicos de los puritanos en 1607. Con otro carácter y otros medios de colonización, esos ingleses tuvieron más tranquilidad que sus colegas españoles establecidos en el centro y sur del continente. Admiradores de Sydenham su medicina era hipocrática. Desde l622 contaron con el primer periódico inglés que les tenía al tanto del progreso médico europeo. Dicha publicación titulada "A Current of General News" dio gran prestigio a Inglaterra dentro y fuera de casa. Estos médicos ingleses lucharon contra algunas epidemias como la influenza de 1517, que se repitió diez años después; con la viruela del 33 y algunos brotes de fiebre amarilla. Sus sucesores publicaron en 1677 el primer "Papel Médico" de la Nueva Inglaterra y nueve años después dieron a luz la primera Farmacopea Norteamericana. Al terminar el siglo XVII fueron afectados por una intensa epidemia de meningitis cerebro espinal. Estos médicos del norte, así como los latinos del sur, dieron en todas ocasiones muestras de desinterés y sacrificio, como lo hizo también en ese mismo siglo el francés Du Tertre al estudiar la grave epidemia de "vómito negro" ocurrida en la isla suramericana de La Trinidad.
Por su parte los franceses Marquette y La Salle fundaron a Québec, Canadá; donde residieron médicos de nacionalidad gala y los más conocidos trabajaron en el hospital de la citada ciudad fundado en 1639. Ellos tuvieron que luchar con la frialdad del país y sufrieron penalidades parecidas a sus colegas ingleses de Virginia y Nueva Inglaterra.
Para más detalles sobre nuestra medicina cubana en este siglo que estudiamos, veàse nuestro trabajo "Ojeada histórica sobre la Medicina Americana en el Siglo XVII" leído en la Academia de Ciencias el día de Finlay y la Medicina Americana, tres de diciembre de 1951.
Ideas generales sobre el estado de Cuba en el siglo XVII
Durante casi todo ese siglo reinó en nuestro país gran intranquilidad, un verdadero estado de guerra, especialmente en las costas, con motivo de las constantes luchas que sostenía España con casi todas las naciones de Europa. Los frecuentes y terribles ataques de corsarios y piratas y la indefensión en que se encontraba la colonia, impidieron el desarrollo del comercio, la inmigración y la llegada de personas de alguna cultura. A mediados del siglo la situación se agravó con los repetidos ataques, incendios y saqueos realizados en la Isla por Morgan, Legrand, El Olonés y otros enemigos. Poco después, al firmar España el tratado de paz de Aquisgram mejoró relativamente la situación. Si a esto añadimos los daños ocasionados por los incendios, las tormentas, las sequías y las epidemias, el cuadro no podía ser más desastroso.
En los primeros años del siglo llegaron los hermanos de San Juan de Dios para atender hospitales. En el año 1607 se dividió el territorio cubano en dos jurisdicciones, la Occidental con La Habana por capital, y la Oriental, con Santiago. Ambas dependían en lo judicial de la Audiencia de Santo Domingo. Se dio a conocer la primera Ordenanza para buen gobierno de la Armada en 1633; se fundó en La Habana el convento de Santa Clara y se empezó a levantar la ermita del Espíritu Santo cinco años después. En 1640 terminaron las obras de reconstrucción del castillo del Morro y llegaron las primeras religiosas de Santa Clara (clarisas). De 1670 a 1680, se iniciaron las obras de la Muralla, se edificó la ermita de Montserrat (donde está hoy la estatua de Albear), la iglesia de San Agustín y fray Diego Reinoso, de la orden de San Juan de Letran, hizo gestiones para que se fundase una Universidad. Ocurrió en este tiempo una terrible sequía y un devastador terremoto en Santiago de Cuba.
El estado de La Habana a mediados de este siglo se encuentra señalado en las Apuntaciones de Hernando de la Parra que publicó José J. García en 1846 y que según Pérez Beato se deben al marino español Laureano J. Marques que residía en La Habana en el siglo XIX.
Dicen las Apuntaciones: "San Cristóbal de La Habana va progresando no obstante los inconvenientes de piratas y de poco comercio. La población se construye con mucha irregularidad. La calle Real (hoy Muralla), la de las Redes (Inquisidor), la del Sumidero (O'Reilly) y la del Basurero (Tte. Rey, hoy Brasil) es en donde se fabrican las casas en línea, las demás están plantadas al capricho del propietario, cercadas o defendidas, sus frentes, sus fondos y costados, con una muralla doble de tunas bravas. Todas las casas de esta villa son de paja y tablas de cedro, y en su corral tienen sembrado árboles frutales, lo que resulta una plaga insufrible de mosquitos, más feroces que los de Castilla. Los muebles consisten en bancos y asientos de caoba sin espaldar, con cuatro pies que forran con lona o cuero crudo, que por lo regular es el lecho de la gente pobre. Los acomodados mandan a Castilla las maderas preciosas, y de allí vienen construidos ricos dormitorios que llaman camas imperiales. En las salas hay un cuadro de devoción a quien le encienden luces por las noches. Las familias se alumbran con velas de cebo, los ricos usan velones de Sevilla que alimentan con aceite de oliva. Cerrada la noche nadie sale a la calle y el que tiene que hacerlo por urgencia va acompañado de hombres armados y con linternas; así lo exigen los perros jíbaros que vagan por las calles o el atrevimiento del algún cimarrón (negro alzado). Los utensilios de cocina son de hierro y los indígenas condimentan sus alimentos en vasijas de barro que se fabrican en el país. El servicio de las mesas es de loza de Sevilla. Hacen bateas con guayacán. Las comidas no agradan al extranjero: carnes frescas y saladas que hacen cocer con ají y vija. El maíz lo preparan de muchas maneras. Comen mucho pan de casabe que confeccionan con yuca. La tierra es hermosa, etc. Se carece de todo y principalmente de artistas, el trabajo de mano es carísimo, por la hechura de una ropilla entera de raso que lleva el maestro Aguilera, que vive al lado del convento que se está fabricando (¿San Agustín?), cobran veinte escudos de oro. Sólo hay dos boticas en este pueblo, la de Sebastián Milanes, calle Real, y la de López Alfaro cerca de Desagüe (callejón del Chorro). No habrá en cada una de ellas cincuenta envases y las drogas desvirtuadas, que el otro día presenciamos su ineficacia en unos cáusticos que dispusieron al escribano de mi amo. Las moscas operantes estaban pasadas y hechas polvo. Las medicinas que se consumen en el país vienen de Castilla y hasta que no se acaban no se hace nuevo pedido. Se ha construido una zanja de agua potable que ha costado tantos sacrificios, que sustituye a la gruesa y poco aseada del río de Jagüey o Luyanò".
A mediados del siglo que estudiamos no está urbanizada la parte sur de la ciudad. Desde la calle de Acosta, y la de Cuba, se prolongaba hasta la iglesia del Espíritu Santo (edificada en 1638 por unos negros libres). La zanja real tenía dos ramales uno que iba a la plaza de la Ciénaga (catedral) y el otro seguía por lo que es hoy calle de Luz, hasta el mar. Al sur de este ramal estaba el Molino, el desagüe de la zanja real y los barracones de los pescadores. El barrio de Campeche, habitado por negros libres. La estancia de los campechanos. La huerta de San Diego y el rancho de los isleños situados más cerca de la porción ya fabricada. El astillero de Ferrera ocupaba los terrenos en donde están hoy los muelles de Luz y de la Machina. Por el oeste de la ciudad, pasada la hoy llamada calle de Villegas, todo era campo. En este lado, y próximo a la parte urbanizada, estaban de norte a sur: la ermita del Humilladero, de 1640, que más tarde se amplió y llamó del Santo Cristo del Buenviaje; la estancia de Gaspar Arteaga y la Zanja Real. Donde se edificó el convento de Santa Clara había una fundición, un matadero y un cementerio. A fines de siglo, cuando se extendió la agricultura, empezaron a gastar lujo las familias habaneras. Buena mesa y muchos esclavos para el servicio. Las damas andaban por las estrechas calles en sillas de mano o a caballo. Sin espectáculos públicos, ni teatros. Menudeaban los bailes y mascaradas. Se abusaba de los juegos de naipes y dados, especialmente en las permanencias de las flotas (Para más detalles veàse "Diario de la Marina" de 5 de noviembre de 1922).
En ese mismo siglo se inició el más tarde famoso colegio de San Carlos. Se establecieron las Leyes de Indias, el Tribunal del Santo Oficio y en 1691 el colegio de San Francisco de Sales en San Isidro.
Ocurrió a final del siglo la fundación de Santa Clara (1689), por vecinos de Remedios; y la de Matanzas, cuatro años después.
La población de la isla, a fines de siglo, se estimaba en unos 50 000 habitantes de todas clases y colores.
Las Villas se regían por Cabildos que presidían los Alcaldes ordinarios de primera y segunda elección. Existía el Alférez Real, que era la primera autoridad en defecto del Alcalde y en las ceremonias oficiales portaba el estandarte real o pendón de Castilla. Los Alcaldes de la Santa Hermandad, cuidaban el orden en los campos. El Procurador General defensor de menores y la ciudadanía (defensor civitatis). Los Regidores eran perpetuos y electivos y las elecciones en los Cabildos o Ayuntamientos se efectuaban a final de cada año.
De los facultativos médicos residentes en Cuba
Como dejamos señalado, desde el siglo XVI existían en Cuba numerosos curanderos y charlatanes en medicina que la necesidad y la ignorancia les permitía participar en el oficio.
En 1603 se encontraba en La Habana, pequeña ciudad de tres mil habitantes, un tal Julio César, cirujano descalificado, a quien por necesidad se le concedió autorización para ejercer, por los médicos de la Armada. Tiene en su haber los servicios que prestó en la "peste" que se desarrolló en dicho año en la que también trabajaron médicos de la Armada cuyos nombres ignoramos y barberos y curanderos que en caso de necesidad se habilitaban temporalmente para asistir enfermos dadas la escasez que había de facultativos.
Le sigue en orden cronológico el médico Bartolomé de Cárdenas y Vélez de Guevara, habanero que estudió en México y estaba en su ciudad natal en 1607. En 1610 no se encontraba en ella. En un acta de Cabildo del año 1613 se dio cuenta de una petición "para que se reciba como médico de la Ciudad con el salario de cuatrocientos ducados que le están señalados". Le seguimos por las actas hasta 1619 y llegó a ser Procurador del Ayuntamiento. Según Pérez Beato dio origen a esa familia habanera y murió el 5 de noviembre de 1636.
En 1607, en Santiago de Cuba, por no haber cirujano, se autorizó para asistir enfermos a la curandera Mariana Nava (Pezuela, y Revista Médica Cubana, 1857).
En La Habana, año de 1610, acordó el Cabildo en 3 de septiembre "dar cien ducados al Licenciado Juan de Estrada y de Pina (o Pino) para que se quedase como médico por no haberlo".
En 1612 residían en esta misma ciudad el médico Gabriel de Salas y el cirujano Antonio Fonseca.
En el siguiente año, o sea en 1613, se volvieron a anotar las defunciones en los libros de las iglesias de La Habana pues los anteriores fueron destruidos por los piratas. Según Jorge Le Roy, la primera inscripción corresponde a María Magdalena "comadre de parir" con fecha 24 de enero del citado año.
En 1614 residía en La Habana el médico Francisco Díaz Guerra. En las actas se consigna que reconocía lazarinos con Gabriel de Salas. Su trabajo no sería grande si se tiene en cuenta que en ese año citado, sólo murieron en La Habana, según Le Roy, 59 personas.
Cinco años después las Actas señalan al cirujano Juan de Mesa y al del mismo oficio Juan Pérez, este estuvo casado primeramente con María Lorenzo, que murió el año 1616 y luego con Beatriz Salazar (Pérez Beato). Ambos lucharon contra la "peste" del año 1621. Díaz Guerra había fallecido el 20 de diciembre de 1618 y Juan de Mesa el 26 de noviembre de 1622 (Pérez Beato).
Casi al cumplirse el primer cuarto del siglo (1624) se inscribió en Cabildo el título de un nuevo médico llamado el Dr. Diego Méndez. Pérez Beato cita por esta fecha a Bartolomé Ojeda, muerto el 2 de diciembre de1624 y a Francisco Ortiz, cirujano. En 1626 se suprimió la plaza de "cirujano de los negros".
La situación en Santiago de Cuba y en resto de la Isla era fatal desde el punto de vista de la falta de facultativos, al extremo de haberse suprimido la plaza de cirujano de negros como se acaba de decir. Por tanto pulularon los curanderos, barberos, etc.
Don Francisco de Rojas y Martínez estaba en La Habana con su colega el Dr. Francisco Muñoz de Rojas desde antes de 1627. En este último año pidió el tal Rojas al Cabildo "que se le hiciese merced de un pedazo de tierra en Guaniamanao"; al contradecirlo Luis González, se acordó "se le mercedara de una cantidad de los tres cientos ducados que ofreció dicho Luis González por que concediese la dicha tierra".
Los cirujanos Juan Bautista y Pedro Martínez son citados en documentos de 1631.
El Lcdo. Francisco Muñoz de Rojas, médico español, graduado en Sevilla, residía en La Habana desde antes de 1631 y "tenía una huerta fuera de la ciudad". Según acta del 6 de febrero de 1632, folio 127, vuelto, "Hacia muchos años que ejercía en esta ciudad y en el hospital real como lo había hecho antes en Nueva España y en Sevilla". Este señor pidió al Cabildo "que escribiese a S. M. recomendándole para el cargo de Protomédico dada la necesidad que había en Cuba de una Autoridad que ordenase, diese honestidad y examinase a los barberos, cirujanos, boticarios y otros oficios, sin que tuviesen necesidad de irse afuera, especialmente a México a sufrir el examen del Protomedicato toda vez que Cuba era entonces una dependencia del mismo". El Ayuntamiento se dirigió a S. M. con tal fin el día 6 de febrero de año 1632 (Veàse las actas de ese mismo año, folio 127). Las gestiones fueron favorables y ante el Cabildo del día 8 de septiembre de 1634 (Veàse actas de ese mismo año, folios 278 y 279) presentó D. Francisco Muñoz de Rojas el apetecido título de primer Protomédico de Cuba con independencia del de México. Agregan las actas, "En Cabildo de septiembre 8 de 1634 presentó petición el Lcdo. Francisco Muñoz de Rojas, médico, vecino de esta ciudad haciendo relación de la merced que S. M. le ha hecho de Protomédico y Examinador de todos los doctores, cirujanos, barberos, boticarios y parteras desta isla de Cuba, y con ella presentó el título de dicha merced y una certificación de los Oficiales de la Real Hacienda desta isla de haber satisfecho en las Reales Cajas de sus cargos dos mil cuatrocientos reales con que se sirvió su Magestad Hùbese por presentado para que se guarde y cumpla como S. M. lo manda, y quedando del dicho real título y de la dicha certificación en este libro copia y se le vuelve el original".
El nombramiento de un protomédico para Cuba nos hace pensar que el número de facultativos había aumentado y que el Gobierno Superior, excitado por el Cabildo pretendía normalizar la situación de los médicos limitando y combatiendo el intrusismo en el país. Según Pérez Beato, Muñoz de Rojas murió el 28 de enero de 1637, fue casado primero con Ana Céspedes y después con Isabel Fernández. A su muerte no se cubrió el cargo.
Entre los años de 1638 y 1640 citan las actas a los cirujanos Pedro Ruiz de Torres, que bautizó a un hijo el 30 de diciembre de 1638, y Luis Rizo , y a los médicos Diego Rivero, Pedro de Guía y Antonio Gutiérrez de Pal. De los primeros nada hemos sabido. De Gutiérrez de Pal, se dice en un acta de 1638, pág. 488, del libro capitular: "que tiene título del examen y licencia de los protomédicos de S. M. y alcaldes examinadores de la medicina de la Villa de Madrid para que le reciban y conste a su Señoría como tal médico y le admita para que pueda curar en esta ciudad en conformidad del dicho de su título y habiéndose leído por mi el escribano se proveyó lo que contiene al pie de dicha petición".
Parece que estos facultativos cobraban altos honorarios puesto que en 1646, el capitán Hernando de Calvo, pidió al Cabildo "que corte el abuso de los médicos y le ponga arancel".
En 1548 residía en La Habana el médico sevillano D. Francisco de Bella.
El año de 1649 fue fatal para los habaneros y sus facultativos toda vez que en el verano se desarrolló una fatal epidemia de fiebre amarilla que causó la muerte de mucha gente principal y la de los cirujanos Pedro de Estela, Antonio Gutiérrez y Jacques de Sandoval. Las actas del Cabildo nada dicen en relación con esta epidemia que estudió con detalles el inolvidable Dr. Jorge Le Roy y que dio a conocer en un interesante folleto que vio la luz en el año de 1930. De la suerte que corrió Francisco de Bella nada hemos podido conocer. En 1650 ejercía en la capital el médico Jorge de Venjes.
El Dr. Lázaro Flores presentó en Cabildo de 1º de septiembre de 1651 títulos de Bachiller, de Médico y de Bachiller en Artes. Dicen las actas: "Sus títulos están en pergaminos y escritos en latín, cada uno de ellos tiene un sello en una hoja de seda digo impreso en cera colorada de modelos de Bachiller en Medicina y otro de Bachiller en Artes los cuales se remitieron al Dr. Pedro Recio de Oquendo Alguacil Mayor como uno de los Capitulares de dicho Cabildo y habiéndolo visto el dicho Sr. Alguacil Mayor todos los Capitulares del dicho Cabildo dijeron que el dicho Lázaro de Flores use en esta Ciudad estas facultades contenidas en los dichos títulos que presenta y se le retienen los originales, fecha ut supra D. Diego Vicente Villalva Toledo, etc. ante mi Gaspar de los Reyes Escribano público".
En 1658, según las Actas del Cabildo de La Habana, única fuente informativa que hemos encontrado en relación con los médicos de esta oscura época, se establecieron en esta ciudad: Diego Pulido de Rojas, "maestro de cirugía y álgebra"; y el francés Cesar Brandier, que solicitó en 1º de junio, permiso para ejercer "en tanto esperaba barco para continuar al Perú donde se iba a establecer". Le fue concedido.
El siguiente año, el Cabildo pidió a los médicos que dieran "los partes de los casos de personas que padecen del mal de San Lázaro y en particular de Diego Pareja que es un notable perjuicio para esta república".
En 1664, al presentar D. Sebastián del Billar su título de cirujano examinado, dispuso el Cabildo: "Que dicho documento sea reconocido por el Dr. D. Lázaro Flores y el Capitán D. Antonio de Alarcón con lo que sea presentado para que conste a esta Ciudad". En acta del día 5 de septiembre del mismo año se dice: "Aviendo convenido y tratado por los Sres. Capitulares que en esta Ciudad no hay más que el Dr. Lázaro de Flores, médico, y sucediendo como es posible que enferme ni hay quien le cure ni a los demás becinos y por obra este año suplica esta Ciudad a su Sria. el Sor. Gobernador y Capitán General se sirba escribir a los Reynos de España llamando al Doctor que fuere de su satisfacción asegurándoles que la Ciudad acudiría en cuanto le sea posible a su fomento y ayuda y que tendrá consigna para su sustento y aumento con el expendio de sus visitas".
En un Cabildo de 12 de junio de 1665 se lamentan los regidores "de que hace tiempo no se visitan las boticas" y en tal virtud dispusieron "que se hiciese la visita por el Dr. Lázaro Flores, médico, y Juan Flamenco, cirujano, con un Alcalde ordinario y Alonso Esteban, boticario". También se quejan los del Cabildo "de extrangeros que curan en medicina y cirugía con grave daño a la salud pública". En acta de fecha 26 de junio se trata "de la presentación del título de cirujano y examen que se le hizo a Juan Blanco en la Ciudad de los Reyes del Perú", disponiéndose que el Dr. Lázaro Flores "diese su parecer sobre el título". Las últimas noticias sobre este señor Flores son del año 1668 en que por disposición del Cabildo reconoció a lazarinos.
El Dr. Juan Reina, "médico monge de la real armada de India" se encontraba en La Habana en 1654 y prestó buenos servicios en la epidemia de fiebre amarilla que ocurrió ese año. Se lee en un acta de Cabildo del mismo año: "Reina visitó la armada y enfermos de ella y sólo halló cuatro enfermos en la goleta Nuestra Señora de la Fuensanta, dos enfermos de Cámaras y dos de dolores de bubas y otros cuatro en la Capitana que tiene convalecientes de diferentes achaques, ninguno del mal que andaba por Cartagena y el que murió de repente uno de pulmonía que es llaga en el pulmón el qual achaque padecía de tres años a esta parte". No hemos encontrado ninguna otra noticia en relación con este médico.
Al cirujano Juan Filomeno o (Flamenco) concedió el ayuntamiento autorización para ejercer el día 1º de marzo de 1655. No es citado en años posteriores hasta 1678 en que lo fue como visitador de boticas.
El Dr. Diego de Vázquez de Inestrosa, graduado de médico en la Universidad de México, pidió autorización para ejercer el 16 de abril de 1655 y le fue concedida. Se hace constar en su expediente: "Que es natural y vecino de La Habana, de edad de veinte y cuatro años, hombre de buena estatura y color trigueño. Fue examinado en teoría por el método de Galeno y de práctica en el hospital de Nuestra Sra. de la Concepción de México. Vio enfermos de ictericia, cefalalgia, dolor de costado y fiebre maligna y le preguntamos en que conoció dichas enfermedades, las dilixencias que debe hacer el médico cuando es llamado para curar, que es fiebre maligna y ictericia y la cierta y verdadera curación de la dicha enfermedad, medicamento de que usara cuando y porqué sangrara y purgara y que en victus racio, haciéndole sobre ello y otras materias tocantes a dicha ciencia y facultad de medicina y méthodo curativo muchas preguntas a todo lo cual respondió y obró bien y cumplidamente a nuestra satisfacción como buen estudiante por lo cual todos tres doctores protomédicos que lo examinan los aprueban nomine discrepanti y se le recibe juramento por Dios Ntro. Sr. y la Santa Cruz en forma de derecho cuyo cargo prometió de usar bien y fielmente de ella a todo su leal saber y entender, etc., etc." Firman el documento los doctores Alonso Fernández Osorio, Rodrigo Muñoz, Pedro de los Arcos Monrroy y Juan de Melgarejo con el escribano Juan de Gavira, en ciudad de México a seis de noviembre de 1653 años. Admitido a ejercer en La Habana el 22 de abril de 1655. Nada sabemos de su vida.
Del médico Alonso Gómez Rondón que llegó a La Habana en 1656 tampoco sabemos nada.
Don Diego Pulido de Rojas, "maestro de cirugía y álgebra" se estableció en esta ciudad en 1658 y aquí se encontraba, según las actas, en 1670. No existen más noticias de este facultativo.
El francés César Brandier, natural de Borgoña, llegó a La Habana, de paso para el Perú, en 1658. Se le concedió autorización en 1º de junio para que pudiera ejercer durante el tiempo que permaneciera en la ciudad.
De Don Sebastián del Billar, que presentó en 1664 su título de cirujano examinado, tratamos antes.
Don Juan Blanco, presentó su título el 26 de junio de 1665, fue expedido "en la ciudad de los Reyes del Perú". Se dispuso que el Dr. Lázaro Flores diese su parecer sobre el mismo. No hay más noticias.
El 18 de marzo de 1666 citan las actas, al hacer la relación de los oficios, a los facultativos Juan Francisco y Antonio Pereira.
El cirujano de marina D. Francisco Durán y el médico Marcos Riaño de Gamboa se encontraban en La Habana en el año 1672.
En 1679 estaba en La Habana un tal Matías, cirujano.
El 25 de agosto de 1679 presentó en Cabildo su título de Bachiller en Medicina Don Francisco Moreno de Alba. Hizo el examen del protomedicato en 16 de diciembre de 1677 y en vista de ello acordó el Ayuntamiento "que usase en esta Ciudad y su jurisdicción del arte de dicha medicina y que se le devuelvan sus títulos poniendo razón de haberse presentado". De este médico existen noticias en las actas de 1688; en las de 1691, en cuya fecha se le dispuso el reconocimiento de lazarinos; y las de 1693, en que por orden del Ayuntamiento reconoció el título del Dr. Marcos de Gamboa. Se sabe que donó dinero para la Casa de Maternidad y solares para el convento de Carmelitas Descalzas, todo lo cual indica que tenía buena posición económica.
En el año de 1687 se inscribieron tres títulos:
El del Dr. José Monér, acta del 12 de septiembre, que "estaba trasmutado al castellano". Este señor se afianzó en La Habana pues en acta de 22 de junio de 1691 pidió al Cabildo "terreno en el paraje del Molinillo, pudiéndose valer del agua de la zanja para uno o más molinos dado lo que fuese de menester para las aguadas de las armadas". También se le cita ese mismo año como reconocedor de lazarinos.
El del Lcdo. Jerónimo Rómulo, disponiendo el Cabildo "se le guarden las gracias y franquicias que le son concedidas a los graduados en arte, toda vez que dicho señor es ministro de filosofía y profesor de cirugía habiéndose graduado en la Universidad de Sevilla; debiendo su título trasmutarse de la lengua latina a la castellana por el Dr. José Moner".
Y el de D. José Ramón de Aragón, cuyo título de doctor en medicina fue admitido por el Protomedicato de Madrid en 16 de noviembre de 1685, haciéndose constar: "Que es natural de Medina Sidonia, diócesis de Cádiz y que es un hombre de mediana estatura con tres cicatrices de heridas las dos en la frente y la otra debajo de la ceja izquierda."
En 1688, año en que empezaron a regir las Leyes de Indias, estaban en La Habana el médico Francisco Moreno de Alba, ya citado, y el cirujano D. José de Viola.
En 1696 ejercía en la capital el "maestro cirujano" D. Juan Sánchez, de cuya vida nada sabemos.
El Dr. Francisco del Barco se encontraba también en La Habana el año citado últimamente.
En acta de Cabildo del 19 de septiembre de 1692 se cita por primera vez al Dr. Francisco de la Teneza y Rovira en la copia de su título de familiar del santo oficio que fue extendido por el Santo Tribunal de la Inquisición en la ciudad de Cartagena de Indias.
Por último, el acta del día 30 de abril de 1700 se encuentra una concesión de licencia al Br. Marcos de Gamboa para que pueda ejercer en La Habana después de haberse reconocido su título, despachado en la ciudad de México, por los Dres. Francisco Tenesa o Theneza y D. Francisco Moreno de Alba de la ciudad de La Habana. En el documento se hace constar que Gamboa "es natural de La Habana, mediano de cuerpo, pelo castaño, holloso de viruelas, de veinte y seis años de edad y que practicó dicha facultad el tiempo dispuesto por Real Pragmática con el Dr. Juan de Briselo del Real Tribunal de México". Hizo su examen: "visitando tres enfermos, uno con fiebre intermitente terciana, otro de diarrea heterogenea sarco y otro en la cama 31 y a las preguntas del tribunal respondió pronto y abundante, por lo que le aprobamos y mandamos que haga el juramento, etc. en ciudad de México a nueve de diciembre de mil seiscientos noventa y nueve años". Su título se encuentra copiado al pie de la letra en el libro de actas capitulares y es del mismo tenor que todos los de la época. Sus padres fueron Alonso y Sebastiana, de familia principal, nació en La Habana el día 26 de abril de 1673. Además de la medicina estudió en México la carrera de jurisprudencia. Publicó un tratado de Perspectiva y sus Endymionis Habanenses en 1725. Versado en varias letras hizo incursiones por el interior de la Isla en estudios astronómicos. Sus trabajos fueron celebrados por los sabios Humboldt y Radmier. Murió en La Habana por un accidente en 1729.
En total, sabemos por nuestras personales investigaciones en las actas del Cabildo que en el siglo XVII se inscribieron en Cuba unos cuarenta médicos y cirujanos, la mayor parte españoles, graduados en Sevilla, Madrid, Alcalá, etc.; tres cubanos, que estudiaron en México y un francés graduado en su país. Los nativos de Cuba fueron Bartolomé de Cárdenas, Diego de Vázquez y Marco Antonio Riaño de Gamboa y Vargas, a los que consideramos, hasta hoy, como los primeros médicos cubanos. Si en pleno siglo XX nos parece atrasada esa historia médica, debemos situarnos en aquella fecha de poco adelanto, de difíciles comunicaciones, pequeña población, fanatismo religioso, etc. para juzgar con benevolencia a estos hombres que hicieron lo que pudieron en el medio indolente en que desarrollaban sus actividades, con una medicina atrasada y en medio de una población aislada y casi primitiva.
EL Protomedicato
La institución del Protomedicato era muy antigua y se conocía desde la época del Imperio Romano. Consistía en un Tribunal formado por los Protomédicos o Examinadores, que reconocía la suficiencia de los que aspiraban a ser médicos y concedía las licencias para el ejercicio. Además, era un tribunal consultivo. D. Juan I, rey de Castilla (1379-1390) dio los primeros títulos de protomédicos a los médicos de los Reyes. Los Reyes Católicos le dieron más importancia y prestigio. Los protomédicos dirigían la salud de los reyes, proponían y vigilaban las medidas sanitarias contra las epidemias, cuidaban de las relaciones de los facultativos, perseguían y castigaban el intrusismo, sostenían el decoro y la honestidad profesional, examinaban a los profesores médicos y les concedían autorización para ejercer, cuidaban de la enseñanza y asuntos gobernativos de la medicina, cirugía, farmacia, etc., corregían a los facultativos y administraban o invertían los fondos procedentes de los derechos de examen, ilustraban al Gobierno, Cabildos y Altas Autoridades sobre asuntos de su jurisdicción, daban instrucciones higiénicas, resolvían las querellas entre los médicos, recomendaban el personal facultativo del Estado, Provincia, Municipio y Ejército; ejercían censura sobre los libros de medicina, dirigían los trabajos sanitarios contra las epidemias, visitaban y aislaban los buques, establecían cordones sanitarios, disponían cuarentenas, etc. El Protomédico de las Galeras tenía a su cargo la inspección de los servicios sanitarios, alimentos, bebidas, etc. de las naves cuyo botiquín era muy pobre.
En 1523 los reyes D. Carlos y Da. Juana dispusieron que el tribunal sólo examinase a médicos y cirujanos, no a embalsamadores, parteras, etc.
En 1535 el Emperador Carlos V (I de España) y la Emperatriz Gobernadora ordenaron que los impedidos de ser médicos, cirujanos y boticarios por las leyes de Castilla se sometiesen a la misma prohibición en Indias, y que ninguno se titulase Doctor, Maestro o Bachiller sin ser examinado y graduado en Universidad aprobada.
En 1538, los gobernantes antes citados, dispusieron que los Virreyes, Presidentes y Gobernadores de Indias hiciesen visitar las Boticas de sus distritos, arrojando las medicinas alteradas.
Durante el reinado de Felipe II (1556-1598) adquirió mayor prestigio el Tribunal del Protomedicato y empezó a funcionar como verdadera realidad.
En 1558 dispuso dicho Rey que sólo existiese un tribunal en España y que sus examinadores fuesen nombrados por el Rey.
EL 11 de enero de 1570, el rey dictó instrucciones para los protomédicos generales que debían ser nombrados.
Felipe II, desde el Pardo, en 12 de febrero de 1579, ordenó que los protomédicos no diesen licencia en Indias a ningún médico, cirujano, boticario, barbero o algebrista, ni a los demás que ejercían la medicina y cirugía, sino comparecían ante ellos para ser examinados; y que en las licencias y visitas de botica cobrasen los mismos derechos que en Castilla.
En 1588 se componía el tribunal en España de un protomédico, tres examinadores como asesores, un escribano fiscal y un alguacil. Por pragmática posterior se dispuso que en el lugar de un protomédico fuesen tres, con tres examinadores suplentes.
El primer Protomédico de las Indias fue el Dr. Francisco Hernández (1520-1587), médico de cámara de Felipe II. Partió para Nueva España en 1570, acompañado de un hijo y del célebre geógrafo Francisco Domínguez. Pasó en México siete años, recorrió todo su territorio recogiendo muestras de plantas que estudió desde el punto de vista botánico y terapéutico y escribió varias obras, parte de las cuales se perdieron, la única auténtica fue impresa en Madrid en 1790. El tribunal quedó establecido en México en 1628, extendía su jurisdicción hasta Cuba. Su más digno representante fue D. Juan de Brisuela.
Con el fin de evitar que los aspirantes a médicos, cirujanos, barberos, boticarios, etc. tuviesen que ir a México a examinarse, el Cabildo de La Habana recomendó al supremo gobierno de España que confiriese el cargo de Protomédico de Cuba, independiente del de México, al Lcdo. Francisco Muñoz de Rojas, médico español con ejercicio en La Habana. Después de largos trámites, y en 8 de septiembre de 1634, presentó dicho Dr. Muñoz de Rojas, ante el Cabildo, el codiciado título de Protomédico para la Isla, con todas sus prerrogativas, derechos y deberes. Muerto Muñoz de Rojas, años después, quedó vacante tan importante cargo y sin duda alguna no se nombró su sucesor por la gran escasez de facultativos que había en Cuba, al extremo, que en el año 1664 solo había un médico, ya viejo, en La Habana, llamado Lázaro Flores. Esta situación anormal continuó hasta finalizar el siglo.
Farmacia y obstetricia
La farmacia formó parte de la medicina desde la antigüedad. En el papiro de Eberth, se citan fórmulas y medicamentos. La materia médica china era variada. En Grecia existían boticas con sus códigos. La escuela de Alejandría adelantó la farmacia. En Roma, Galeno tenía una buena botica. Los árabes la enriquecieron añadiendo al cólchico, escila, genciana, sales de plomo y de cobre, etc., el ruibarbo, sen, maná y azúcar. Las escuelas de Montpellier y de Salerno continuaron el adelanto. A principios del siglo XVII aparecieron las primeras farmacopeas pero aun la farmacia continuaba sometida a la medicina. Desde el siglo XII se llamaron "boticarios" impropiamente a los farmacéuticos. Felipe II empezó a exigirle más estudios: el latín y cuatro años de práctica con boticarios examinados. Reinaba, como entre los médicos, gran ignorancia y se guiaban en la preparación de los medicamentos por fórmulas facilitadas por los "físicos".
De la terapéutica indígena tratamos en el cuaderno anterior. En 1569 se autorizó al Lcdo. Gamarra para ejercer la medicina, la cirugía y la "botica". Nada se sabe de las primeras farmacias. Casi todos los medicamentos se traían de Castilla, de tarde en tarde, por lo cual casi siempre eran anodinos al estar alterados por el tiempo, siendo por tanto de poco valor, más bien actuaban por sugestión. Las boticas recibían a menudo las visitas de médicos y protomédicos. Por tanto, hasta la fecha que historiamos dominaban los herbolarios y charlatanes. Muchos médicos tenían la costumbre de ir a las farmacias para ordenar de palabra sus prescripciones pues las recetas no se establecieron definitivamente hasta el siglo XVII. Los charlatanes atraían al público con burdos reclamos y vendían a precios elevados "maravillosos remedios". Existían muy pocas mujeres médicas (que abundaron en la escuela de Salerno) y "boticarias"; la mayor parte de las citadas en las poesías pertenecían más bien al personal sanitario y al curanderismo.
Refiriéndonos especialmente a Cuba señalaremos que fueron Simón Alférez (muerto en 1613, según Pérez Beato) y Francisco Alguerra los primeros "boticarios" citados en las actas del Cabildo de La Habana en 1612. Treinta años después nombran a Francisco de Carmona, que presentó su título el 20 de septiembre de 1642. A mediados de siglo sólo vivían las boticas de Sebastián Milanés, en la calle Real, y la de López Alfaro, cerca del Desagüe, que "solo tenían algunos malos envases y drogas desvirtuadas". En el interior sólo existiría alguna botica en Santiago de Cuba.
Como por esta época casi todos los médicos preparaban y despachaban sus propias recetas, poco quedaba a los farmacéuticos. Ambas clases cometieron excesos y dio lugar a luchas y pleitos entre ellos. El rey Felipe II se interesó por el estudio de las plantas, hierbas, semillas, etc. de Indias y pidió a sus protomédicos dedicasen atención a sus propiedades terapéuticas. Desde 1538 dispuso a las autoridades superiores que visitaran las boticas de sus distritos y si encontraban drogas en mal estado procedían a su destrucción. Dispuso en 1579, en El Pardo, que los protomédicos no dieran licencia a los boticarios de Indias si estos no se hubiesen examinado.
Desde la remota antigüedad y en manos de las Comadronas estaba la asistencia de los partos, pero en caso de distocia grave se acudía a los cirujanos. Casi siempre un sentimiento equivocado del pudor excluía el auxilio del hombre. Empezaban por aprendizas al lado de una comadrona de edad y después ejercían por su cuenta. Al tocar a su fin la Edad Media, empezaron a ser examinadas por médicos. Después los Municipios nombraron comadronas oficiales. En época remota se efectuaban maniobras mágicas para favorecer el parto. Aun en la actualidad en ciertos países se efectúan ritos con ese fin. En nuestro ejercicio en el campo de Cuba: se encienden velas y se hacen rogativas a ciertos Santos, se coloca sobre el cuello de la parturienta un calzoncillo del esposo (mejor si está usado), tijeras y velas encendidas a cierta distancia de la vulva, etc. todo lo cual encontramos en varias ocasiones.
El libro de Sorano era el modelo seguido por las parteras. Durante el parto la mujer se hallaba sentada o en cuclillas, a veces en decúbito supino. En Persia se necesitaban diez mujeres para asistir un parto. Hipócrates, Platón, Herófilo, escribieron y dieron consejos sobre partos. La Lex Regia, romana, ordenaba que al morir una embarazada se extrajera el niño del vientre antes de ser enterrada. Oribasio y Pablo de Egina hicieron adelantar la asistencia de los partos. Los árabes crearon la extracción por medio de lazos. Rhazes y Alí Abbas, emplearon los ganchos y tenazas. Trótula, de Salerno, recomendaba sacudidas de la parturienta en caso de dificultades. Gran atraso hasta 1543, en que Vesalio acaba con las falsas nociones que se tenían de los genitales femeninos y del feto. Pareo lleva la obstetricia a un gran adelanto, introduce la versión podálica, olvidada desde la edad antigua y recomienda la operación cesárea en la parturienta viva. Luis Mercado en España, recomendó el lecho para parir y defender mejor el periné. En 1610 ya existía en el Hotel-Dieu de París un departamento para partos; Luisa Bourgeois, enseñó obstetricia; el gran Mauriceau, en 1668, publicó su gran obra y se erigió en el más grande maestro del arte de partear. Por 1600 el inglés Peter Chamberlen poseía el secreto del fórceps que no fue dado a conocer hasta 1672 cuando tradujo al inglés Hugh Chamberlen la obra de Mauriceau. En Cuba, por lo tanto, en esta época no se usaba el fórceps y solo se efectuaba alguna pequeña operación y contada cesárea post mortem que luego se generalizó. Pérez Beato, cita los fallecimientos de las primeras "comadres de parir" históricas: Ana Santiago, 1632; María Magdalena, 1613; Ana Hernández, 1632; María Gregoria, 1621; Catalina Mendoza, 1636; Beatriz Sánchez, "comadre", 1642; Mariana Morales, 1645; Mariana Montes de Oca, 1648; Marina Alfonso, "partera", 1650; Mariana Ortiz, 1652; y María Manuela, 1657.
Hospitales
Al empezar el siglo XVII existía en La Habana un solo hospital llamado Real de San Felipe. Por Real Orden de Valladolid de 1º de agosto de 1602, se dispuso: "Que vuelva a Nueva España el hermano Cristóbal Muñoz y que lleve diez y seis hermanos de la congregación de San Juan de Dios, que sean profesos, y que se dediquen, cuatro para La Habana, cuatro para Cartagena de Indias y cuatro para Porto Bello, para que vivan en los hospitales de aquellas provincias" (Actas del Cabildo).
Con este motivo llegaron a La Habana, procedentes de Cádiz, el hermano mayor Don Diego de la Fuente con los hermanos Andrés Alcaraz, Gonzalo González y Andrés de la Paz. Según las actas del Cabildo, se acordó, en 27 de septiembre, que se entregase a esos hermanos la casa nombrada de San Felipe el Real con todos sus bienes, cuentas, rentas, deudas, etc. De este modo pasaron los enfermos del Aula Magna del Colegio de Santiago a la casa de San Felipe (San Felipe y Santiago) que luego se llamó de San Juan de Dios por la orden religiosa que lo atendía. El primitivo hospital de San Felipe y Santiago o San Juan de Dios continuó llamándose así por siglos. En 1845 se trasladaron a sus salas las Clínicas de la Facultad de Medicina que estaban en San Ambrosio (hospital militar). Ese mismo nombre se conservó en 1861 cuando se trasladó a Prado 1, altos de la cárcel; este desapareció cuando se inauguró el "Reina Mercedes" en 1886 conservándose siempre en este último una sala titulada de San Felipe y Santiago en recuerdo de la casa primitiva. Cumplida la misión del Mercedes, pronto pasaran sus enfermos al nuevo edificio situado al suroeste del Castillo del Príncipe, en construcción.
Fig. 7. Hospital de San Felipe y Santiago o San Juan de Dios de La Habana.
Durante el siglo XVII se mejoró el primitivo hospital y en 1607 se abrió al culto la iglesia adjunta de San Juan de Dios. En el hospital se dio cabida a enfermos de caridad y a soldados y marinos. En 3 de septiembre de 1610, y por la gran escasez que había de médicos, acordó el Cabildo, "dar cien ducados anuales al Lcdo. Juan de Tejada y Pina para que se quede como médico por no haberlo". Se mejoraron sus ingresos con dinero del fisco, de penas de cámara y del Cabildo. Se acordó también ese año por el Ayuntamiento "que por haber muchas enfermedades se nombrases dos personas del lugar para que vayan todas las semanas al hospital para que vean lo que necesitan sus pobres enfermos".
Siguió su vida pobre y mal asistido. Cuando D. Francisco Muñoz de Rojas fue nombrado protomédico, en 1634, hacía muchos años que dicho señor prestaba asistencia a sus enfermos. Con frecuencia pedía el Cabildo limosnas para auxiliarlo.
En 1637, con motivo, de las muchas enfermedades que reinaban se efectuaron rogativas en los templos y se llevó a cabo una gran procesión desde la Iglesia Mayor a este Hospital Real "donde están los gloriosos santos y en donde se le hace cada año una fiesta". En 2 de octubre de ese mismo año trataron los señores regidores "sobre las cuatro caballerías de tierra y monte que tiene pedido el Hospital Real de la otra parte del río de la Chorrera para estancia y para leña y otros usos de dicha casa religiosa y sus pobres". El 13 de octubre de 1643 se efectuó otra gran procesión desde la Iglesia Mayor a la de San Juan de Dios en rogativas por la gran sequía que azotaba al país.
Este hospital prestó excelentes servicios cuando la gran epidemia de fiebre amarilla del verano de 1649, a consecuencia de la cual murieron muchas personas de distinción, varios facultativos y causado la "peste", según Le Roy, un promedio de mortalidad de 121.72 por cada mil habitantes. Prestó también saludables servicios en las siguientes epidemias de los años siguientes.
En 1654 el padre prior fray Ángel, digo Juan Ángel "del convento real de San Felipe y Santiago orden de San Juan de Dios, ofrece dar cama y toda asistencia a menos de un cuarto de legua de aquí para la cura de los enfermos que viniesen de la armada y las medicinas".
Para colmo de infortunios, en 1658, se introdujo la viruela de México, lo que unido a la fiebre amarilla y a los ataques de ingleses y franceses, hicieron más desgraciada la situación de los habitantes y de la casa hospital. Dicen las actas: "Que en 1663 se le hizo merced a Félix Arca de dos cuadras de solares, junto a la casa del agua, donde hizo una huerta, de las cuales hizo donación al convento con condición de que se le dijesen dos misas cantadas y habiéndose cumplido esta obligación se introdujo litigio por el Procurador General de la Ciudad y se concedieron a diferentes personas" ; el ayuntamiento acordó hacer concesión de ella al hospital por nueve años, sin poder fabricar en ello obra mayor" (Acta del 26 de mayo). En 1666, y a petición de su prior fray Francisco de Sosa, le hizo merced el ayuntamiento de dos cuadras de solares a la hospitalidad real de San Felipe y Santiago. En 1668 tuvo efecto la inauguración de la Iglesia y Hospital de Mujeres de San Francisco de Paula por cuyo motivo se alivió la congestión de enfermos que siempre existía en San Felipe o San Juan de Dios, que era el único hospital que hasta entonces existía en La Habana, con una capacidad de cien camas y con un movimiento de 700 enfermos anuales, entre civiles y militares, para una población de 5 000 habitantes. Al finalizar el siglo continuaba prestando buenos servicios pero con pobreza.
Hospital de Mujeres de San Francisco de Paula
El día 10 de diciembre de 1664 el canario Pbro. Nicolás de Estévez y Borges, legó $45.000 para la construcción de un Hospital para Mujeres en La Habana. En acta del Cabildo del 31 de julio de 1665 se nombró Comisario a Don Blas Pedroso para que buscase cuatro solares baldíos para fabricar la Ermita y el Hospital de Paula. El seis de noviembre de ese mismo año hizo merced de cuatro solares para la fábrica, en tierras del Tte. Juan Martín y de D. Batolomé Sánchez "donde existía de antiguo una capilla". En 7 de agosto de 1666 ya "se estaba fabricando la ermita de San Francisco de Paula y los capitanes Juan González Carvajal y Cristóbal Calderón de la Barca, como mayordomos de la cofradía de San Francisco de Paula, piden se les lleve agua de la zanja que va al mar para la ermita y el hospital que se ha de hacer en tanto afectaba a la población la viruela y el tabardillo". La inauguración de la iglesia y el hospital, situados al lado del mar y al suroeste de la bahía, tuvo efecto en 1668. El 1º de julio de 1676, Tomás Guerra, maestro carpintero, pidió autorización al Cabildo "para hacer un molino en su sitio que está en la playa y marina de esta ciudad a un lado de la Hermita y hospitalidad del Sor. San Francisco de Paula donde derrama la zanja que va a dicha, hermita para en el hazer un molino de trigo que muela con el agua de dicha zanja". En 1684 se hicieron rogativas en esta Ermita por la "peste" que afectaba el vecindario. En 1692 sufrieron ambos edificios "con la gran tormenta y huracán del viernes que se contaron veinte y quatro del corriente octubre de vientos y lluvias en el breve espacio de diez a doce horas cayeron todas las casas de guano y maltrataron las demás de raja y texas azolando las cementeras y arrancando de raíz árboles de tanto extremo que se han cerrado los caminos públicos, etc." (Actas del Cabildo).
Enfermería de Belén
Esta enfermería fue fundada en 1678 por el ermitaño Sebastián Cruz y después se convirtió en Iglesia y Hospital de Convalecientes de Belén.
San Lázaro
Las primeras noticias sobre la lepra en Cuba las encontramos en las actas del Cabildo de La Habana. En un acta del año 1613 se dice: "Han llegado de fuera cuatro a seis personas con el mal de San Lázaro y como no hay hospital para ellos, que salgan de la Ciudad". En 1615 dispuso el Cabildo: "Que se haga la recogida de los lazarinos". Tres años después ordenó de nuevo: "Que salgan fuera de la Ciudad personas que padecen del mal de San Lázaro". En acta del 29 de marzo de 1629 se menciona la existencia de enfermos de ese mal, también dicta medidas y "dispone que los visiten los regidores Luis Velázquez de Cuellar y Álvaro de Luceas", a "fin de que la Superioridad disponga la visita médica correspondiente. En 23 de agosto de 1629 dispuso el Cabildo que fueran mandados al campo y "los no casados al hospital de San Lázaro de la Ciudad de México y en el caso se oyó la opinión particular de cada regidor". Dícese en cabildo del 20 de julio de 1630: "Que todos los tocados del mal de San Lázaro se junten en alguna estancia y parte donde se asisten sin que ninguno de ellos puedan entrar ni volver a la Ciudad con una grave pena que el Sr. gobernador les imponga, etc". Se consigna además: "Que cada vez que de este puerto saliese para la Nueva España un navío se envien dos ayá y sus hospitales, hasta que se remitan todos y sus caudales ecepto el que de ellos tuviese hijos que este no se ha de remitir mas que su persona, etc."
En 1639 dispuso el Cabildo: "Que los médicos diesen los partes de los casos de personas que padecen del Mal de San Lázaro y en particular Diego Pareja que es un notable peligro para esta República que estén en ella". En 1666 se mandó hacer "una relación de las personas tocadas del mal de San Lázaro que andan por las calles".
El 27 de julio de 1668 se dispuso que el comisario José Ruiz Guillen, en compañía del Dr. Lázaro López, digo Flores y de un cirujano "vean de Gabriel del Puerto que tiene tienda en el barrio del Espíritu Santo para ver si padece del mal de San Lázaro".
En acta del mes de febrero de 1691, que trata sobre lazarinos que circulan por las calles, se dice lo que sigue: "Que se recojan en el lugar asignado y que sean reconocidos por los Dres. D. José Moner y D. Francisco Moreno para que bajo juramento los reconozcan y los que estuviesen dolientes los lleven al hospital de San Lázaro". En acta de 24 de noviembre de ese mismo año dice el procurador Miguel de Garro: "Que en esta ciudad y fuera de ella existen diferentes personas que actualmente padecen del mal de San Lázaro, uno es Jacinto Hernández que tiene estancia en la otra banda del río Luyanó, otro Horacio Mora, un hijo de María Manuela que será de Soledad de once años poco más o menos".
En acta de 5 de febrero de 1700 se acuerda "que se pidan limosnas para el hospital de San Lázaro que está muy pobre". El 12 del mismo mes y año pide autorización el Procurador General "para separar de sus familiares a Juan Sotolongo una hija del sarzt. Juan Montero donzella, un soldado del Morro nombrado Gaspar Vera la hija de Da. Catalina Pina muxer de Joseph Clemente, un negrito que anda con un niño tullido en un carretón por padecer todos del mal de San Lázaro".
En 1681 se empezaron a alojar estos enfermos en una mala casa, con ermita y bohíos, que fundó ese año el español D. Pedro Alegre y Torres en la Calzada de la Infanta (entre la esquina de Tejas y el paseo de Carlos III, cerca del antiguo puente de Villarin, derribado en 1948, al ser intubado el ramal de la zanja que pasa por allí) sitio que se llamó "Estancia de Alegre".
Las primeras noticias sobre la lepra en Santiago de Cuba data de 1692 cuando el gobernador D. Juan Villalobos dispuso que fueran aislados dos mulatos leprosos que trabajaban en las minas de El Cobre. (Veáse la Revista de Sifiliografía, Leprología y Dermatología, de octubre, noviembre y diciembre de 1951, artículo de M. G. Prendes y S. Salazar).
Epidemiología
Los antiguos, por ignorancia clínica, llamaban "Peste", a toda clase de epidemia. Ellas se presentaban con frecuencia, causaban muchas víctimas e infundían terror al vecindario carente de defensa contra ellas. He aquí la relación de las más notables en el siglo XVII en el Nuevo Mundo:
1601, influenza en México y Guatemala, se ignora si afectó a Cuba.
1603, "peste" en La Habana, ¿fiebre amarilla o influenza? Le hizo frente el médico Julio Cesar y algunos curanderos y herbolistas.
1610, muchas enfermedades en La Habana (Actas).
1621, "peste" en La Habana, según Finlay de fiebre amarilla, para Le Roy, paludismo grave.
1630, el gran incendio del barrio de Campeche, Habana, concluyó con la "peste" de este año. Numerosos casos de "lamparones, hoticos y tísicos" (Actas) ¿Muermo y tuberculosis pulmonar?
1631, influenza en Guatemala, no se sabe si afectó a Cuba.
1635, epidemia de fiebre amarilla en la Isla de Guadalupe, la estudió Du Tetre, le llamó "golpe de Barra" se ignora si afectó a Cuba.
1647, primeras epidemias de influenza y de fiebre amarilla entre los anglosajones del Norte. Afectó a México y a Guatemala, posible a Cuba. .
1648, el Cabildo Habanero tomó medidas contra la peste de Campeche a donde llegó en un navío desde Puerto Rico. Al llegar a La Habana un buque procedente de San Francisco de Campeche "se le hizo fondearen la bahía del puerto, se le ayudó a reparar sus palos averiados y se ordenó regresar al lugar de su procedencia" (Actas). Este año la fiebre amarilla afectó con dureza a Yucatán, Guatemala y a la Isla de Trinidad.
1649, terrible epidemia de fiebre amarilla en el verano en La Habana; llegó de México, mató mucha gente principal y a los cirujanos Pedro Estévez, Antonio Gutiérrez y a Jacques de Sandoval; escapó el Dr. Francisco Moreno de Alba y algún otro facultativo. Según Le Roy ocasionó una mortalidad de 121.72 por mil habitantes. La más elevadas que se ha registrado en la historia habanera pues la de cólera de 1833 sólo ocasionó un 72.62 por mil. La epidemia se fue atenuando lentamente y desde entonces la afección se hizo endémica en Cuba (Ver folleto de Le Roy publicado en 1930).
1651, nuevos brotes de fiebre amarilla en Cuba.
1652, ídem según el historiador Pezuela.
1653, la fiebre amarilla causa daños en Santiago de Cuba.
1654, brote de fiebre amarilla en La Habana; para auxiliar a los hospitales se edificó un barracón en el litoral donde se asistieron muchos. Murió Serrano destacado prohombre, auditor.
1658, medidas en La Habana "por estar ardiendo en peste la villa de San Salvador de Bayamo; se avisa al capitán del ingenio de Matanzas, al del corral Limones chicos y al del ingenio del río Cánimar por donde pasa los caminos que conducen a esta ciudad" (Actas).
1667, dispuso el Cabildo, el 27 de noviembre pedir al señor Obispo "que haga rogativas por afectar la viruela y el tabardillo que causan muchas muertes" (Actas).
1673, continúan las "pestes" azotando a muchos países de América especialmente a México y Guatemala.
1682, se inicia en diciembre una epidemia de viruela en La Habana (Le Roy), cesó el 1683.
1684, copiamos de un acta del Cabildo del 30 de enero: "Es público y notorio de algunos días a esta parte se halla esta República y sus vecinos aflixidos con el contaxio que se la de que resulta el desconsuelo lo que generalmente se produce y no queda otro recurso para el alivio que hacer rogación a Dios ntro. Señor por medio de su Madre Santísima, etc." (Recrudecimiento de la viruela).
1691, muchos lazarinos por las calles habaneras.
1693, epidemia de viruela y de fiebre amarilla en La Habana, dos años después mucha en Sgo. de Cuba. (Para más detalles veáse Epidemiología" por J. A. Martínez- Fortín, Cuaderno de Historia Sanitaria, Ministerios de Salubridad y Asistencia Social, número 5, 1952).
Miscelánea
1601, población de La Habana, 3 000 habitantes; Bayamo, 1 500; Santiago, 250; El Cobre, 116; Baracoa; 30, Puerto Príncipe, 30; Sancti Spíritus, 250; Trinidad, 150; San Juan de los Remedios, 50 y Guanabacoa, 160. En total en toda la isla unos 30 000 habitantes.
1602, pobreza en Cuba; España en guerra con Francia e Inglaterra.
1607, los ingleses se establecen en Virginia, el 25 del mes de abril.
1612, A. Bagnall y B. Boreal, primeros médicos entre los colonos ingleses de Virginia.
1612, en Cuba se inscriben las primeras defunciones en la catedral de La Habana. Gran incendio en Santiago.
1616, el inglés Harvey, decubre el mecanismo de la circulación mayor de la sangre.
1621, España ayuda al emperador Fernando II en la gran guerra europea de los Treinta Años.
1623, se funda la Universidad de Sucre. Grandes inundaciones en La Habana por una tormenta que destruyó la flota de López Díaz.
1625, gran sequía en Cuba, rogativas en los templos. Continúa España luchando en Italia y en Alemania.
1626, pobreza en el hospital de Santiago de Cuba; suprimen la plaza de cirujanos de negros de ese lugar.
1627, circulan en La Habana las primeras calezas
1628, los holandeses destruyen una escuadra española frente a Matanzas. Se inicia el protomedicato, México.
1631, la guarnición de La Habana consta de 400 soldados.
1633, se publican en España las Ordenanzas de Buen Gobierno de las Armadas de Occidente (Clavijo).
1634, primera confirmación del obispo Jerónimo Manrique de Lara al sargento mayor Pedro Ulibarri (La Prensa, julio de 1849).
1637, las escuadras holandesas y francesas siembran el terror en las aguas cubanas.
1639, se terminan las obras del Morro, Habana.
1642, España lucha con Francia y con Potugal. Cuba abandonada a su suerte.
1643, los franceses derrotan en Rocroy, Flandes, a la infantería española considerada hasta entonces la primera de Europa. Los franciscanos establecidos en La Habana piden permiso para construir una casa que sirva de "Enfermería" a los religiosos "que por no tenerla tienen necesidad de asistirse en casas particulares" (Actas del Cabildo).
1644, llegan las primeras religiosas clarisas.
1648, terminó la guerra de los Treinta Años en Europa, se acompañó de muchas epidemias.
1649, peste en Sevilla, ¿fiebre amarilla? murieron todos los médicos de la ciudad menos tres. Se empieza a extender en la Europa Occidental el empleo de la quina.
1650, plaga en Nápoles, murieron 26 000 personas en un día (¿peste bubónica?).
1657, terrible situación en Cuba por los corsarios.
1658, el pirata francés Nau saquea a Remedios.
1664, el pirata inglés Morgan ataca a Santiago.
1667, España en la más deplorable situación.
1668, muere en Santiago de Cuba el Pbro. Nicolás Borges que dejó un legado para el hospital de Paula en La Habana, 25 de abril. El pirata Legrand, ataca Sancti Spíritus.
1668, ataque del Olonés a Remedios y de Morgan a Puerto Príncipe. Se conncluyó la primera plaza de toros en La Habana (La Prensa, julio de 1849).
1670, el Cabildo de Santiago de Cuba pide se haga cirujano mayor al alférez Esteban de la Arena que presta asistencia a la tropa y vecinos.
1673, intensa sequía en toda la isla.
1674, se inicia la construcción de la muralla de piedra de La Habana.
1675, se funda la ermita de Montserrat (donde está hoy la estatua de Albear) La Habana. Terremoto en Santiago de Cuba.
1678, se abre al culto a la iglesia de San Agustín.
1681, sigue la escasez de médicos, prestan buenos servicios los de la Armada, curandean barberos y practicantes, mucha sangría. La guarnición de La Habana aumentada hasta 800 soldados.
1685, se establece el Colegio de San Ambrosio, de niñas.
1687, se inicia el Colegio de San Carlos. El obispo Compostela gestiona la fundación de la Casa Cuna.
1688, empiezan a regir las Leyes de Indias.
1689, funciona el Colegio Eclesiástico de San Ambrosio con doce niños, frente al muelle de Luz, creado por el obispo Compostela (José M. de la Torre).
1690, se establece el primer Tribunal del Santo Oficio. Se fundan las parroquias del Santo Ángel, de la Salud y la ermita de Regla.
1691, el obispo Compostela instala un Colegio de Niñas, de San Francisco de Sales, en el lugar de San Isidro. Fundación de Matanzas por Manzaneda. España en guerra con Luis XIV de Francia.
1696, empieza a ejercer en La Habana el médico Carlos del Rey. Se inician los libros para inscribir las defunciones en las parroquias del Santo Ángel y del Santo Cristo, La Habana, según Le Roy.
Fig. 8. Real Hospital Militar de San Ambrosio de La Habana.
Sumario de noticias del siglo XVII
Durante todo el siglo XVII la situación de Cuba fue desastrosa a causa de los repetidos ataques de corsarios y piratas extranjeros como consecuencia de las guerras que sostenía España con la mayor parte de las grandes naciones de Europa. A estos hay que agregar los daños ocasionados por las tormentas, las sequías, epidemias, incendios y falta de bastimentos por el mal estado de las comunicaciones por mar y tierra. Sin embargo, a pesar de todos esos infortunios se hizo algún adelanto. Se fundó el Convento de Santa Clara y la Ermita del Espíritu Santo. Se terminaron las obras del Morro. Se iniciaron las Murallas, la Ermita de Montserrat y la Iglesia de San Agustín. Todavía casi todas las casas eran de paja o guano con muebles primitivos. Las calles mal trazadas y sin pavimento lo que ocasionaba mucho polvo en tiempo de sequía y abundante barro y lagunatos en la época lluviosa. Más adelante al final del siglo con la fundación del Colegio de San Carlos, el establecimiento de las Leyes de Indias y el inicio del Colegio de San Francisco de Sales. La población de la capital llegó a los 50 000 habitantes y se fundaron las villas de Matanzas y de Santa Clara. La metrópoli se encontraba en bancarrota por la ruina del comercio, el abandono de la literatura, el atraso de la ciencia y el regreso de la medicina.
El estado de la medicina europea tampoco era favorable. Los médicos se encontraban divididos en grupos con distintos sistemas (iatroquìmicos, iatrofísicos, animistas, etc.). Los facultativos españoles estaban también divididos en dos grandes grupos; uno de ellos, los médicos fieles al dogma de Hipócrates; y el otro, subdividido en los diversos sistemas antes señalados. En general, la dialéctica de casi todos era aparatosa, sus latines estrafalarios, conocían poco la verdadera ciencia y abusaban de la sangría. Entre los médicos españoles existían los cirujanos latinos y los romancistas, estos últimos no conocían el latín y hablaban romance o lenguaje del pueblo bajo. Los médicos eran bachilleres, licenciados y doctores. Todavía se comentaban las obras de Hipócrates y de galeno, que algunos consideraban como textos sagrados, a pesar de los nuevos sistemas filosóficos iniciados por Bacon y Descartes, del descubrimiento del microscopio y del mecanismo de la circulación mayor.
Por nuestras investigaciones en las Actas del Cabildo de La Habana hemos podido conocer y publicar por primera vez, los nombres de muchos facultativos que se establecieron en Cuba en este siglo, especialmente en la Capital, ya que del interior casi nada sabemos.
He aquí los nombres de los facultativos que ejercieron en La Habana durante el siglo:
Julio César, Gabriel de Salas, Bartolomé de Cárdenas, Antonio Fonseca, Francisco Díaz, Juan de Mesa, Juan Pérez, Diego Méndez, Francisco de Rojas, Francisco Muñoz, Juan Bautista y Pedro Martínez, Pedro Ruìz, Luis Rizo, Diego Rivero, Pedro de Guía, Antonio Gutiérrez, Pedro Estela, Jacques de Sandoval, Francisco Moreno, Jorge de Verges, Lázaro Flores, Juan Reina, Juan Filomeno, Diego de Vázquez, Alonso Gómez, Diego Pulido, César Brandier, Sebastián del Billar, Juan Francisco y Antonio Pereira, Francisco Durán, Marcos Riaño, José Méndez, Jerónimo Rómulo, José de Aragón, José de Viola, Juan Sánchez, Francisco del Barrio, Francisco de la Thenessa y Marcos de Gamboa. Los más destacados fueron Francisco Muñoz, Thenessa y Gamboa. Pobreza en boticas, primeros boticarios Simón Alférez y Francisco Alguerra (1612), luego Francisco Armona, titulo 20 septiembre de 1642. Ya citamos las pobres farmacias de S. Milanéz y López Alfaro.
Apéndice
Título del Protomédico Lcdo. Francisco Muñoz de Rojas
"D. Felipe por la gracia de Dios rey de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Cicilias, de Jerusalén , de Portugal, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de las Islas de Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra Firme del Mar Océano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Bravante y Milán, Conde de Absburg, de Flandes, de Tirol y Barcelona, Señor de Vizcaya y de Molina, etc. Por cuanto por parte de vos el Lcdo. Francisco Muñoz de Rojas se me ha hecho relación estudiada en la Universidad de Sevilla (sic. debe faltar algo de la copia por descuido del copista) las Facultades de Filosofía, Medicina y Cirugía, os graduaste de Bachiller en ellas y fuistes ecsaminado por mis protomédicos, y que habéis sido visitador de todos los doctores cirujanos, barberos y boticarios de la ciudad de Sevilla y su jurisdicción, y médico mayor de galeones de la carrera de las Indias, y visitador de los médicos, cirujanos, barberos y boticarios de la ciudad de la Veracruz y su distrito en la Nueva España por nombramiento de mi Audiencia de ella, y que mi gobernador de la Habana os nombró por médico de mi hospital de aquella ciudad, que estais egerciendo con aprobación de sus vecinos, y que por su mucha distancia que hay de la dicha ciudad de la Habana a la de Méjico, donde estan los protomédicos y ecsaminadores de las dichas Facultades de Medicina y Cirujía, y no tener caudales para tan largo camino los que sean de ecsaminar usan los dichos oficios de médicos, cirujanos, boticarios y parteras sin ser capaces ni estar ecsaminados para ello en gran daño de los vecinos y pasageros de la dicha ciudad de la Habana y su Ysla, lo cual se saliéredes (sic) si en ella hubiesen un protomédico ecsaminador que los ecsaminase y diese licencia y titulos a los que hallase hábiles y suficientes, como le hay en la ciudad de Mégico, Reyes y otras partes, suplicásteisme atento a ello os hiciese merced de darnos título de protomédico ecsaminador de todos los doctores cirujanos, barberos, boticarios y parteras de la dicha Ysla y ciudad de la Habana. Y habiendose visto en mi Consejo Real de las Indias con lo que sobre ello dijo y alegó mi fiscal dél y lo que informaron la dicha ciudad de la Habana y los gobernadores della, teniendo en consideración a lo referido y a las letras y experiencia, suficiencia y buenas partes que concurren en vos el dicho Lcdo. D. Francisco Muñoz de Rojas, he tenido y por la presente tengo por bien que ahora y de aquí adelante cuando mi voluntad fuese, seais mi protomédico ecsaminador de todos los doctores, cirujanos, barberos, boticarios y parteras de la dicha ciudad de la Habana y Ysla de Cuba, y que como tal podais usar y useis el dicho cargo en los casos y cosas a el anejas y concernientes según y de la manera de que lo usan y pueden y deben usar los protomédicos ecsaminadores destos reinos y de la ciudad de Mégico, Los Reyes, Santa Fe y Cartagena, ecsaminando y dando titulos y licencias a los que halláredes hábiles y suficientes para los dichos oficios, guardando en todo la instrucción que para ellos esta dada y por esta mi carta o por su traslado signado de escribano, mando a mi gobernador y capitán general de la dicha Ysla y ciudad de la Habana y a todos los demas jueces y justicias dellas y a lo Consejos, caballeros y escuderos, oficiales y hombres buenos de la ciudad de Sevilla, y lugares de su jurisdicción os hayan, reciban y tengan a vos, el Licdo. Francisco Muñoz de Rojas por tal protomédico y ecsaminador dellas, y usen con vos el dicho oficio según dicho es, y os guarden y hagan guardar todas las honras, gracias, mercedes, franquezas, libertades, preeminencias, prerrogativas e inmunidades que por razón dél os deben ser guardadas, y os recudan y hagan recudir con todos los derechos, salarios y otras cosas al dicho cargo anejas y pertenecientes; todo bien y cumplidamente, sin que le falte cosa alguna, que yo por la presente os recibo y he por recibido al dicho cargo, y os doy poder y facultad para lo usar y egercer como dicho es, caso que por ellos o alguno dellos a él no seais recibido y los unos ni los otros no hagais cosa en contrario. Por cuanto ha constado en mi Consejo Real de las Indias que en conformidad con la orden que tengo dada, habeis pagado y puesto en poder de mi escribano general de la media anata dellos, tres mil setecientos y cinquenta maravedis en reales de plata doble, que tocanala dicha media annata de los trescientos pesos con que me habeis de servir en poder de los Oficiales de Mi Real Hacienda de la dicha ciudad de la Habana antes que seais recibido al uso y egercicio de dichos oficios, y mando que tome la razón de la presente D. Juan de Castilla, mi Secretario y del registro general de las mercedes. Dada en Madrid a diez de mayo de mil seiscientos y treinta y tres; Yo el Rey. El Conde de Castrillo. El Lcdo. Antonio Villaseñor. D. Diego de Cárdenas. El Lcdo. D. Juan Pardo. El Conde de Umanes. D. Juan de Solórzano Pereira. Yo D. Fernando Ruiz de Contreras, Secretario del Rey nuestro señor, lo fue escribir por su mandato. Registrada: D. Antonio de Aguiar y Acuña; Por el gran Canciller: D. Antonio de Aguiar y Acuña. Subteniente Tomé la razón en diez y seis de junio de mil seiscientos y treinta y tres, D. Juan del Castillo". Sigue en el libro de Actas: a), diligencia de los Oficiales Reales, de fecha 9 de septiembre, de 1634, de haber hecho el ingreso de 2 400 reales (Copiado de las Actas por Jenaro Artiles, de la Oficina del Historiador de la Ciudad y cedido gentilmente al autor).