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Revista Cubana de Obstetricia y Ginecología

versión On-line ISSN 1561-3062

Rev Cubana Obstet Ginecol v.22 n.2 Ciudad de la Habana jul.-dic. 1996

 

Editorial

Nuestra lucha por reducir la mortalidad infantil

La incapacidad para resolver los problemas fundamentales de la salud y una deficiente estructura con escasas instituciones estatales mal dotadas, eran características de la Cuba anterior a 1959.

Carecíamos de un plan nacional de salud y la práctica médica, básicamente curativa, no daba la debida atención a la promoción y la prevención, por no decir que apenas existían.

Esta dramática situación se agravaba en el interior del país, de manera particular en las zonas rurales.

Respecto a un hecho trascendental en la vida, como es el nacimiento, se sabe que, escasamente un 20 % de los partos eran realizados por médicos en instituciones hospitalarias y la mayor parte quedaba a cargo de "recogedoras" o comadronas empíricas; por esta y otras muchas razones, se reportaban tasas de mortalidad materna e infantil muy elevadas a pesar del subregistro existente.

Desde el triunfo de la Revolución y la puesta en ejecución de nuestro proyecto social, se llevan a vías de hecho un conjunto de medidas que favorecen el desarrollo socioeconómico del país por un mejor estado de salud del pueblo en general y de la mujer y el niño en especial. Se desarrolla un sistema de salud único, integral, gratuito y al que tiene acceso todo cubano. Se estimula y propicia la participación de la comunidad en la identificación de sus necesidades de salud, en la ejecución de las acciones y el control de la gestión.

En el año 1970 cuando la cifra de mortalidad infantil (MI) era de 38,7 x 1 000 NV, se pone en práctica en el país el Programa Nacional de Reducción de la Mortalidad Infantil; cinco años después se logra la disminución de esta cifra hasta 27,5.

Al arribar a 1980, año en que se registró una tasa de 19,6, entra en vigor el Programa de Atención Materno-infantil, el que surge como resultado del perfeccionamiento de su precedente enriquecido con la experiencia acumulada durante un decenio.

Con posterioridad se han hecho revisiones al mismo; la última de ellas en 1989. Un año más tarde, en el 1990 se alcanza una tasa de MI de 10,7 ´ 1 000 NV, lo que sitúa a Cuba entre los países con mejores indicadores en el mundo.

La reducción de la mortalidad entre los lactantes es expresión del esfuerzo de toda la sociedad; en la nuestra, la voluntad política del gobierno, el partido y la calidad humana de los trabajadores de salud han sido determinantes.

Cuando una tasa alcanza valores tan bajos, continuar disminuyéndola es tarea difícil y se requiere de esfuerzo, dedicación y profesionalidad en el trabajo materno infantil, además del aseguramiento que incluye introducción de tecnologías cada vez más costosas y complejas.

En el país se realizan ingentes esfuerzos por garantizar estos insumos, pese al feroz bloqueo a que estamos sometidos, lo que dificulta y encarece su adquisición.

El Plan Nacional de Acción elaborado por Cuba para dar cumplimiento a los acuerdos de la Cumbre Mundial de la Infancia celebrada en 1990, estableció como meta para 1995 una tasa de MI de 10 x 1 000 NV o menos, propósito alcanzado desde 1993.

Para el año 2000 se plantea reducir la cifra hasta 9 ó menos. Al cierre del primer semestre de 1996 la tasa de MI fue de 8,2, lo cual demuestra la prioridad concedida a la atención de la madre y el niño por nuestra sociedad, así como la abnegación y dedicación de todos aquellos que de alguna manera se involucraron en la actividad.

Refiriéndonos a un grupo de esos esforzados defensores de salud materno-infantil, podemos afirmar que los ginecoobstetras han hecho suyos los indicadores contenidos en la carpeta metodológica, lo que redundará en una mayor calidad de vida de nuestros pequeños, además de mantener o disminuir el indicador de mortalidad.

La participación de los grupos provinciales de ginecoobstetras en la identificación y solución de la problemática territorial es y será definitoria.

Recientemente el grupo nacional y los jefes de servicio de Obstetricia de los principales hospitales del país trabajaron arduamente en la actualización del Manual de procedimientos, lo que ha de contribuir al crecimiento de la especialidad.

Reducir la morbilidad y mortalidad materna, el índice de cesáreas, el de bajo peso al nacer y la mortalidad fetal tardía, entre otros constituyen objetivos estratégicos de nuestros ginecoobstetras.

En un estudio efectuado del comportamiento de la MI en el país durante el decenio 86-95, además de comprobarse una tendencia de las medianas al descenso, se observó que la dispersión de valores máximos y mínimos por año va siendo cada vez menor, comportamiento esperado si se considera la homogeneidad del desarrollo de la salud que se irá conquistando en todas las provincias.

El control permanente con las acciones oportunas, la aplicación del enfoque epidemiológico y el estrecho vínculo con la base han sido, a nuestro juicio, elementos favorecedores de los resultados alcanzados en el programa.

Cabe destacar la utilidad que para supervisores y supervisados, tienen las inspecciones ministeriales que permiten el intercambio y la universalización de las experiencias positivas con las adecuaciones necesarias de acuerdo con los territorios.

El Congreso Nacional de Ginecología y Obstetricia a celebrarse el próximo año brindará un excelente espacio para la reflexión acerca de lo que hemos hecho y sobre todo ayudará a la reformulación de una interrogante que incluye muchas: ¿Cuánto nos queda por hacer?

Dra. Miriam Aliño
Directora Nacional de Salud
Materno-Infantil

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