Estimado Director:
Comprender el proceso de morir y los cuidados al final de la vida requiere profundizar en algunos criterios que están ineludiblemente relacionados con el mismo. Es el caso del concepto de “situación de enfermedad terminal” , el cual tal como plantea la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL) es “la presencia de una enfermedad avanzada, progresiva e incurable, en ausencia de posibilidades razonables de respuesta al tratamiento específico, con la aparición de numerosos problemas físicos, multifactoriales y cambiantes que generan gran impacto emocional en el paciente, la familia y el equipo terapéutico como consecuencia de la presencia explícita o no de la muerte y con un pronóstico de vida limitado”.1
Por otra parte, los cuidados paliativos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), constituyen un modelo asistencial que mejora la calidad de vida de los pacientes con enfermedades potencialmente letales y las de sus familias. Se basa en la prevención y el control del sufrimiento con identificación precoz, evaluación y tratamientos adecuados del dolor y otros problemas físicos, psicosociales y espirituales.2
Como cuidados al final de la vida, han de incorporar una concepción interdisciplinaria, una situación de tal complejidad origina una fuerte demanda de atención y apoyo emocional, tanto por parte del enfermo como de sus allegados, en la que el miedo y la incertidumbre experimentada en este proceso vital están condicionados por factores de tipo cultural, de necesario entendimiento.3
La enfermera desempeña dentro del equipo de salud un lugar privilegiado, pues entre otras razones permanece la mayor cantidad de tiempo junto al paciente y su familia. Su campo de acción abarca todas las etapas de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, adecuándose constantemente a las necesidades de cada grupo.
Aunque la visión tradicional de su desarrollo profesional en los últimos años ha consistido en la prevención de enfermedades, la promoción de la salud y el cuidado del enfermo recuperable, con el avance de los programas de cuidados paliativos la enfermería, han adquirido un redimensionamiento de su rol y un protagonismo en los cuidados al final de la vida.4
La enfermera procura una mayor calidad de vida para las personas que están viviendo un proceso de cronicidad y junto con el resto del equipo, se esfuerza en aliviar los síntomas, facilita los procesos de adaptación que deberán vivir los pacientes y familia, contribuye a la comunicación paciente-familia-equipo y colabora con los diferentes recursos implicados. Además, su participación permite planificar los cuidados desde la individualidad, la continuidad y el contenido multidisciplinar.
La teoría del final de vida tranquilo, de las enfermeras Ruland y Moore,5 postula una serie de afirmaciones básicas que se deberían cumplir para proporcionar estabilidad al paciente en los momentos finales, tales como, un adecuado control de la analgesia que ayude a la persona a no experimentar dolor, controlando y aliviando las molestias físicas, facilitando el reposo y la relajación. Incluir al paciente y sus cuidadores en la toma de decisiones, haciéndoles partícipes en los cuidados, proporcionando apoyo emocional, siempre inspirando confianza en el desempeño de nuestra profesión y teniendo presente que las experiencias del paciente en estos ámbitos contribuyen a un final tranquilo de vida.
Asimismo, el papel de enfermería en la atención de pacientes debe tratar de satisfacer las necesidades y demandas de estos enfermos y sus familiares para un tratamiento adecuado que ponga límites al sufrimiento es una realidad innegable y convierte al tema en un verdadero asunto de salud pública.
El acercamiento a una muerte tranquila, sin estorbos terapéuticos innecesarios en un clima de confianza, comunicación e intimidad, donde la familia ocupe un lugar relevante cerca del paciente, procurándole apoyo mutuo y donde la meta de la atención sea la preservación de la calidad de vida y el confort en los enfermos y familiares, mediante el control adecuado de los síntomas, la satisfacción de sus necesidades y el apoyo emocional necesario, constituye la esencia de los cuidados paliativos.3,4
Finalmente, si se quiere lograr cuidados paliativos de calidad, el llamado es a continuar trabajando en la formación de profesionales de enfermería con conocimientos para brindar cuidados en los procesos de cronicidad y final de la vida, que permitirá redimensionar el rol de la enfermera fundamentalmente en los Equipos de Atención Primaria donde recae la mayor responsabilidad de proporcionar una atención en el domicilio a estos pacientes y su familia.