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Revista Cubana de Salud Pública
versión On-line ISSN 1561-3127
Rev Cubana Salud Pública v.29 n.3 Ciudad de La Habana jul.-sep. 2003
Universidad de La Habana
Contradicciones de la movilización de la mujer como gestora de salud sexual y reproductiva en Cuba
    
  Resumen
    Se explican las peculiaridades del proceso histórico de movilización de la mujer como hacedora de salud en lucha contra el subdesarrollo económico como condición material del desarrollo de la salud. Se apoya en una perspectiva triangulada que descansa en el uso de técnicas cualitativas y cuantitativas. Se usan estadísticas nacionales, datos empíricos a partir de encuestas y entrevistas en profundidad, a expertos. Un análisis desde la perspectiva de género de la movilización de la mujer como generadora de salud, condición determinante de proyectos de desarrollo de la salud que descansan en una filosofía social de la medicina. La perspectiva de género, que denuncia la condición de explotación en que ha vivido la mujer a lo largo de la historia y destaca la importancia de las determinantes culturales en la explicación de ese sistema de dominación sexual, es una propuesta política y teórica que se alinea al discurso que trata de comprender la salud desde un enfoque social, como un estado de bienestar completo alcanzado por el ser humano y determinado por muchos factores. Un modelo de desarrollo humano de la salud presupone la superación de las inequidades de todo tipo, incluso las de género, y ello es posible cuando el ser humano, de cualquier sexo, raza o clase social, se considera objeto y sujeto de la salud. La efectividad del modelo de desarrollo radica en saber aprovechar los recursos disponibles. Potenciar las experiencias femeninas como hacedora de salud, adquiridas a lo largo de una vida de ejercicio en el papel de cuidadora, es sólo el punto de partida necesario para convertir a la mujer en un sujeto protagónico del desarrollo profesional de las ciencias de la salud y del sistema general de salud. La mujer es un recurso humano cuyas potencialidades la cultura patriarcal ha constreñido a espacios limitados. A pesar de esa realidad cultural, las mujeres han sido capaces de construir en el proceso de interacción del espacio doméstico una serie de valores y conocimientos que son esenciales para un modelo de desarrollo humano de la salud en el cual se intenta promover el acceso a los servicios de salud en condiciones de equidad de género y reconstruir el sistema de salud provocando rupturas con la división sexista del trabajo. En las investigaciones ellas aparecen como los actores más interesados en la promoción de salud y con las actitudes más positivas hacia la salud.
DeCS: DERECHOS DE LA MUJER; SERVICIOS DE SALUD DE  LAS MUJERES.    
 
Introducción
Hace ya varias décadas  que los estudios de mujer que se institucionalizaron en los medios académicos  en el contexto social de un nuevo auge del feminismo, lograron trascender los  enfoques tradicionales que sobre la mujer se desarrollaron por más de un  siglo y que se focalizaron en una comprensión de su situación de  explotación y de la necesidad de la igualdad entre los sexos.    
 Sin desdeñar  tales puntos de vista, la perspectiva de género se instaló en el  discurso teórico del feminismo y se ha ido institucionalizando en el mundo  académico y político, logrando un nivel mayor de profundidad en  el conocimiento de los cambios que se producen en la relación hombre-mujer  y las desigualdades que aún persisten. Hoy, es imposible abordar cualquier  aspecto asociado a la situación social e identidad de la mujer de diversas  culturas, identificar y explicar los problemas y conflictos que debe enfrentar  en su vida cotidiana o su papel en los procesos contemporáneos, sin referenciar  las tesis que sobre las relaciones entre los géneros ha construido tal  perspectiva teórica.    
 
Hablar de mujer hoy, significa posesionarse  de una representación científica de ella como grupo social, cuyas  singularidades identitarias y de su situación social se comprenden en un  contexto relacional con el otro masculino y mediante la interpretación  cultural de una realidad femenina que se somete a procesos de cambios.     
 
El  enfoque de género presupone también el reconocimiento de una realidad  de desigualdad entre los géneros determinada por múltiples factores,  de la cual son responsable todos los subsistemas que forman la sociedad; como  cualquier cambio en la situación e identidad de la mujer tiene una repercusión  en todas las esferas de la vida social. Tal dialéctica entre la sociedad  y el género puede identificarse en el proceso de transformaciones que experimentó  la realidad cubana de los últimos cuarenta años, en particular en  aquellos espacios sociales que se institucionalizaron con el objetivo de crear  un sistema de salud que proporcione calidad de vida: la movilización de  la mujer como gestora de salud hizo más humano el sistema de salud, que  en la medida que fue cambiando en sus formas estructurales y principios de organización  permitió que se alcanzara un progreso en la salud de la mujer.    
 
La  movilización de la mujer como gestora de salud ha sido condición  determinante de proyectos de desarrollo de la salud que descansan en una filosofía  social de la medicina. La perspectiva de género ayuda a consolidar dicho  enfoque, ella denuncia la condición de explotación que ha vivido  la mujer a lo largo de la historia, en que medida la pobreza femenina afecta su  salud y la margina de esos servicios, destaca la importancia de las determinantes  culturales en la explicación de ese sistema de dominación sexual,  sin olvidar las raíces biológicas de las diferencias sexuales. La  perspectiva de género en el área de salud, como en otras, es un  enfoque político y teórico que trata de comprender la salud como  un estado de bienestar total alcanzado por el ser humano. El centro de su reflexión  se dirige a poner en evidencia la importancia de las inequidades de género  en la construcción social de la salud y como estas tienen un origen en  los diseños políticos de los sistemas de salud, en los intereses  que se mueven detrás de ellos, y cómo contribuyen a perpetuar un  modelo subdesarrollado de la salud.    
 
Un modelo de desarrollo humano  de la salud presupone la superación de las inequidades de todo tipo, incluso  las de género, y ello es posible cuando el ser humano, de cualquier sexo,  raza, clase social y territorio, se considera en igualdad de condiciones sociales  objeto y sujeto de la salud. La reflexión de género en salud debe  articularse con el análisis de otras construcciones sociales como las mencionadas  porque las inequidades son múltiples y suelen concretarse en ese sentido  de diversidad al nivel del individuo.     
 
La discriminación en  los servicios de salud que padecen las mujeres de muchas latitudes no solo la  padecen por su condición sexual, sino también racial, de clase,  étnica y territorial, las potencialidades para que ella se convierta en  gestora de salud dependen también de tal articulación en la política  de salud.    
 
La efectividad de un modelo de desarrollo humano de la salud  radica en saber aprovechar y potenciar los recursos disponibles. Estimular las  experiencias femeninas como hacedora de salud, adquiridas a lo largo de una vida  de ejercicio en el rol de cuidadora, es sólo el punto de partida necesario  para convertir a la mujer en un sujeto protagónico del desarrollo profesional  de las ciencias de la salud y del sistema general de salud. Las tradiciones que  la cultura femenina ha creado tienen un valor para la sociedad que requiere de  la institucionalización, en sus prácticas y relaciones sociales,  de una filosofía del cuidado hacia todos los seres humanos, en especial  para los más vulnerables. La mujer es un recurso humano cuyas potencialidades  la cultura patriarcal ha constreñido a espacios y roles limitados, pero  que ha sabido formar en ellos valores y actitudes de protección, una sabiduría  de la atención al prójimo, en ocasiones conocimientos sobre medicina  natural y representaciones sobre la necesidad del cuidado e higiene del cuerpo,  etc. O sea, a pesar de esa realidad cultural, las mujeres han sido capaces de  construir en el proceso de interacción del espacio doméstico una  serie de valores y conocimientos que son esenciales para un desarrollo humano  de la salud.    
 
Las investigaciones que se realizan sobre las actitudes  y representaciones de la mujer hacia la salud son contradictorias como lo es esa  porción de la realidad que ella vive. Algunas apuntan a destacar más  a la mujer como actrices más interesadas en la promoción de salud  y con actitudes más positivas que los hombres y otras muestran más  las aristas de las secuelas que para la salud deja la cultura femenina de la subordinación.  En realidad la historia de la mujer evidencia niveles crecientes de participación  como gestora de salud y tales avances resultan de una prolongada lucha femenina  por cambiar la cultura y la política oficial que la oprime y que le genera  problemas a su salud.    
 
Regularmente el concepto de gestión en  la literatura científica tiene una definición económica y  se entiende como la acción de administrar. La visión que se expone  en el trabajo refiere más un sentido sociológico de la gestión  de salud, como toda acción humana dirigida a mejorar el bienestar físico,  psíquico y social del individuo o los grupos sociales, ya sea del autocuidado  de la salud personal y del colectivo a que se pertenece, como de las acciones  encaminadas a garantizar el bienestar integral del otro.    
 Tal conceptualización  orienta la mirada sobre la movilización de la mujer como gestora de salud  en un espectro variado de roles dentro de los servicios de salud, como fuera de  ellos, entiéndase en el ejercicio del sistema de roles especialistas de  la salud-pacientes, rol de cuidadora en el espacio doméstico, o incluso  en el rol de maestra como proveedora de conocimientos y de estilos de vida saludables.  La participación de cualquier sujeto como gestor de salud es necesario  entenderlo en un doble sentido: primero, en su calidad de suministrador de salud,  y segundo, como receptor y objeto de salud; desde ambas posiciones se realiza  una contribución a estilos de vida saludables.    
 
Los estudios  de género han puesto en evidencia las desigualdades que entre hombres y  mujeres se han creado en este proceso, identificando diversos problemas para la  mujer entre los que pueden citarse, en primer lugar, el conflicto más general  entre los aportes y dedicación de la mujer como agente de salud que cuida  enfermos y proporciona a otros bienestar y la situación de riesgo que experimenta  la salud de las mujeres por cuenta de políticas sociales discriminatorias  y una cultura femenina que limita su autocuidado, y uno más particular  como, desiguales situaciones de participación que se identifican entre  los géneros en el sistema de salud y en la familia en el proceso de la  gestión de salud.    
 
No es intención del presente trabajo hacer una historia de la movilización de la mujer como gestora de salud, esta es una tarea pendiente que requiere de una investigación de archivo y empírica más sostenida y compleja, pero necesaria dada la lamentable invisibilidad de la mujer en la historia de la salud cubana que se ha escrito. La gestión de salud de la mujer, por otro lado, abarca a toda la gama de las áreas de atención a la salud que es muy variada, aunque en particular ha sido más relevante en el área de la sexualidad y la reproducción como parte de la lógica del proceso cultural de enclaustramiento que la mujer ha vivido en esos espacios. Por eso el trabajo más que hacer historia sobre el papel general de la mujer cubana como hacedora de salud, se centrará en el análisis de las características contradictorias del proceso de gestión de este grupo social en los servicios de salud sexual y reproductiva.
Mujeres gestoras
La mujer cubana cuenta con una larga historia como hacedora de  salud sexual y reproductiva en la familia, desde la época que las instituciones  públicas de salud escaseaban y ella debía recurrir a los servicios  de comadronas, a veces parte de su familia o de otras; y llega hasta nuestros  días constatable en el ejercicio de sus roles familiares cuyos contenidos  de cuidadora se reproducen desde tiempos remotos, de una generación femenina  a otra unidas por lazos materno-filiales. La represión hacia la sexualidad  que durante varios siglos en Cuba vivió la mujer -contexto en el cual se  le prohibía mostrar su cuerpo al hombre, incluso médico, se la obligaba  a ser tolerante con un marido adúltero portador de enfermedades venéreas  y a cumplir con sus obligaciones sexuales-, determinaron, tanto, la necesidad  de que la mujer como grupo asumiera el autocuidado de su cuerpo, como que se viera  violentada permanentemente su estado de salud sexual y reproductivo.    
 
La  literatura cubana a fines del siglo XIX y principios del XX1,2  ha representado muy bien las obligaciones que las mujeres cubanas tenían  para con sus esposos, la moral sexual represiva para ella, así como la  situación de riesgo que para la salud de la esposa entrañaba la  convivencia sexual con maridos adúlteros, y el ejercicio de la prostitución  sin la debida protección para las mujeres que se ejercían en esa  función. La cantidad de abortos practicados en condiciones no sépticas  y por personal no siempre preparado y las enfermedades venéreas provocaban  la muerte a muchas mujeres, y cuando no sucedía el mal menor esperado era  la infertilidad precedida de una urgente intervención quirúrgica.  De tales hechos dan cuenta las altas tasas de mortalidad materna de la época.    
  
Tal conflicto entre la mujer cubana como proveedora de salud sexual y reproductiva y la «violentación» a que se veía sometida su estado de salud se agrava más en dependencia de la clase social y raza a la cual pertenecía la mujer. La negra esclava en Cuba era un figura doméstica importante en los roles de nodriza de los hijos de la mujer-ama-blanca, comadrona que cuidaba su salud durante el proceso del embarazo y parto, la que prodigaba los cuidados a las enfermedades que padecían sus amos y era también una mujer sometida a las presiones psicológicas y físicas del acoso sexual y la violación de su dueño, quien la poseía como esclava; con frecuencia no podía vivir un matrimonio con hombres de su raza, ni tener hijos debido a las condiciones de separación de los sexos que provocaba el régimen esclavista, o vivía las tensiones mentales de ver a sus hijos y familia morir ante el contagio de enfermedades provocadas por las condiciones de maltrato e insalubres en que vivían los esclavos, o incluso morir ella por esa situación de maltrato. La marginalidad de las mujeres no blancas en el área de la salud sexual y reproductiva se perpetuó incluso después de la desaparición de la esclavitud y la instauración de la neocolonia de muy diversas maneras.
Comadronas
Si se habla  de gestión de salud en esta área es necesario referenciar el importante  papel de las comadronas cubanas, figura que durante varios siglos fue proveedora  de salud para la mujer, aún después cuando aparecen los servicios  públicos. Desde una visión colectiva del ser mujer, pudiera representarse  a la comadrona como la figura cuya función es el autocuidado, en tanto  se trata de una ocupación desempeñada siempre por mujeres que se  institucionaliza, con el objetivo de proteger a su grupo y hacer posible su sobrevivencia  después del parto, y la de su hijo.    
 
La comadrona es una figura  pionera en los servicios de salud sexual y reproductiva en Cuba, la única  opción para una época de represión sexual. Su historia podría  sintetizarse en una acción permanente por acceder al saber académico,  del cual fue por largo tiempo marginada condenándola al conocimiento empírico;  limitación que le generó dificultades en su labor de dotar de salud  a la mujer y al niño al momento del parto. La historiadora Raquel Vinat  recoge algunos momentos de institucionalización que permitieron que las  comadronas cubanas contaran con el apoyo oficial de las instituciones de salud  de aquel entonces para superar las limitaciones del saber empírico; se  refiere en 1828 a la creación de la escuela de parteras en el Hospital  de Mujeres de San Francisco de Paula en La Habana y en 1899 a la fundación  de la Clínica de Partos dirigida por una mujer pionera entre las comadronas  facultativas y en la labor de administración de esos servicios.3    
  
El papel que la comadrona ha desempeñado en la gestión de  salud sexual y reproductiva se reconoce en las estadísticas del censo de  1943 que recogen la cantidad de mujeres dedicadas a diversas profesiones de la  salud (tabla).    
 
El 100 % de las personas dedicadas a esa labor de parteras empíricas son mujeres y la mayoría son ciudadanas cubanas de razas no blancas, aunque también es elevado el número de mujeres blancas cubanas. A esa cifra no llega la mujer ni siquiera en el rol de enfermería donde también es mayoría, en particular las mujeres de raza blanca. El tercer lugar de importancia como hacedora de salud en los servicios cubanos de 1943 lo ocupa la mujer farmacéutica con un valor relativamente menor que el hombre. La discriminación que la mujer vivía en los servicios de salud de aquel entonces se focaliza sobre todo en el 4,6 % de mujeres cubanas en labores de médico y el 17,2 % en el ejercicio de la especialidad de optometrista. De las estadísticas se infiere que en la medida que las ocupaciones requerían de un nivel académico superior la presencia de la mujer como hacedora de salud se debilita, esa situación empeoraba en el caso de las mujeres no blancas y de áreas rurales. Similares estadísticas de la década del 50 muestran una situación igual de discriminación, del total de mujeres empleadas, que era bajo, el 79,6 % lo hacía en servicios domésticos privados.4
TABLA. Número de personas con títulos académicos y profesionales en salud por sexo, raza y ciudadanía (totales y % de mujeres sobre total)
| Ocupaciones | Cubanos   | Extranjeros  | ||||||||||||
| Blancos | No  blancos  | Blancos | No blancos | |||||||||||
| T   | V  | H  | %  | V  | H   | %  | T  | V  | H  | %   | V  | H  | %  | |
| Dentistas | 1322 | 953  | 145 | 11  | 161 | 39  | 3  | 24 | 21 | 3  | 0,2 | - | - | -   | 
| Enfermeros | 1 848 | 456  | 1178 | 63,7 | 18  | 69  | 3,7  | 127  | 33  | 90  | 4,9 | -  | 4  | 0,2   | 
| Farmacéuticos | 2   | 135  | 1  027 | 899  | 42,1 | 63  | 100  | 4,7  | 43  | 25  | 14  | 0,6 7 | - | -  | 
| Médicos | 3  533 | 3 082 | 115   | 3,3 | 269 | 4,7  | 1,3 | 70  | 57  | 12  | 0,3 | 1 | - | - | 
| Optometristas | -  | 163   | 119  | 28   | 17,2  | 10   | - | - | 6 | 6  | -   | - | -  | -  | 
| Comadronas | 1  068  | -  | 452   | 42,3  | -   | 592  | 55,4   | 24  | -  | 13  | 1,2  | -  | 11  | 1,03 | 
 Fuente: Censo de población de 1943.    
 
    
  Segunda mitad del siglo XX
    Pudiera afirmarse que durante la primera mitad  del siglo XX como tendencia histórica se identifica un crecimiento cuantitativo  en el papel de la mujer cubana como hacedora de salud sexual y reproductiva, por  cuenta fundamentalmente de la extensión del papel de cuidadora, que la  mujer desempeñaba tradicionalmente en el hogar, al ámbito público  de los servicios de salud; pero no se experimentan cambios estructurales que permitan  considerar que la mujer se halla ante un proceso de superación de las inequidades  de género en salud que la potencien como suministradora y receptora de  la salud sexual y reproductiva en Cuba.    
 
Tales cambios se producen en  la segunda mitad del siglo XX y se desarrollan en el contexto de transformaciones  revolucionarias que experimenta toda la sociedad cubana de las cuales son esenciales  las profundas renovaciones al poder político y a la estructura económica.  El nuevo poder político que se instauró expresó la voluntad  de promover un modelo de desarrollo humano que intentaba articular la política  económica y la social y superar todas las inequidades que se crearon durante  siglos entre razas, clases, territorios y los sexos. El nuevo enfoque en la política  de desarrollo fue determinante para el despliegue de importantes cambios en el  modelo de desarrollo de la salud cubana.    
 
La salud cubana se vio sometida  durante la década de los 60 y 70 a un proceso de modificación e  institucionalización de nuevos principios básicos de su organización  y funcionamiento en todas las áreas de los servicios de salud. Se inició  un proceso de superación de las inequidades de género, raciales,  de clase y territoriales ya tradicionales en el entorno de salud que caracterizaba  al modelo privado capitalista, tal proceso se hizo posible gracias a la formación  de un sistema único para la atención a la salud, público,  con servicios gratuitos, basado en la filosofía preventiva, comunitaria,  planificada e integral.    
 
La nueva política social convirtió  a la salud en un derecho para todos, incluso para la mujer de todas las razas  y grupos sociales. El enfoque de igualdad de posibilidades que ha prevalecido  en la política de salud cubana se concretó en la elaboración  de diferentes programas que reconocen los derechos de la mujer al control de su  sexualidad y reproducción y a una vida saludable en esas áreas.    
  
La mujer cubana en las últimas cuatro décadas ha experimentado  un progreso notable en el desarrollo de su salud sexual y reproductiva en múltiples  aspectos; la política ha hecho de ella un objetivo central del desarrollo  de la salud y ha potenciado su papel como sujeto de salud. La evolución  de los valores de indicadores como la mortalidad materna y la cantidad de niños  nacidos en hospitales hacia parámetros estadísticos comparables  con los países del primer mundo son un ejemplo de las condiciones favorables  en que la mujer cubana recibe una atención a su salud materna. La mortalidad  materna alcanzó en el 2000 el valor de 55,7 por 100 000 nacidos vivos5  y el 99,9 % de los niños nacidos vivos en 1994 lo hicieron en hospitales.6    
  
Detrás de este último dato se esconde el hecho histórico  relevante de la extensión de los servicios hospitalarios y comunitarios  de atención ginecoobstétrica a todos los territorios del país,  lo cual ha elevado la calidad de la vida reproductiva de la mujer y la salud de  su hijo.    
 
Como parte de esa política el sistema de salud cubano  logró hacer desaparecer de la escena doméstica, en las áreas  urbanas y rurales, a la comadrona o partera empírica y en su lugar promovió  la participación de la mujer en los roles de enfermera y médica  que brindan atención a la salud sexual y reproductiva de la mujer y el  hombre. Aunque desde los inicios de la república se hicieron algunos esfuerzos  para dotar de conocimiento a las mujeres que se ejercían como comadronas,  el hecho cierto es que solo en el proceso de creación del nuevo sistema  de atención es que se instrumentó una política educacional  en el país, de la cual participó la enseñanza de las ciencias  médicas, en la cual se eliminaron barreras discriminatorias que facilitaron  el acceso de la mujer al saber médico, hecho educacional que tuvo un impacto  en la división del trabajo hacia el interior del sistema de salud cubano.  Las estadísticas oficiales del 2000 sobre la distribución de las  ocupaciones por sexo reflejan una participación mayoritaria de la mujer  en actividades como: medicina general integral que cuenta con una presencia femenina  del 66,4 % del total de dedicados, ella es el 64,2 % de todos los pediatras en  ejercicio, el 45,6 % de los especialistas en ginecología y obstetricia,6  profesión que hoy comparte con el hombre, porque ya se han superado las  barreras represivas que impedían a este acceder al cuerpo femenino para  su estudio científico; por solo mencionar algunas de las variadas actividades  desde las cuales se desempeña en funciones de gestora de salud.    
 
El  papel de la mujer cubana como médico general integral y como enfermera  es decisivo en los niveles comunitarios donde el enfoque social y preventivo de  la medicina tiene relevancia. Es esencial en la labor de prevención del  embarazo en la adolescencia, del embarazo no deseado a cualquier edad, en la planificación  de la reproducción, la prevención de enfermedades sexuales transmisibles,  y en general para el seguimiento a la salud reproductiva y sexual de la mujer  y el hombre, tanto en su aspecto físico como mental.    
 
En el nivel  de los servicios de salud comunitario en Cuba el papel de la mujer ha sido decisivo  y creativo. Desde los años 60 cuando se funda la Federación de Mujeres  Cubanas una de sus primeras actividades fue crear la función rol de la  brigadista sanitaria y organizar su capacitación. Su misión fue  participar en tareas, como: vacunaciones masivas, higienización de los  barrios insalubres, labores de auxiliar de enfermería, control y promoción  de las pruebas citológicas, control y erradicación de epidemias  y enfermedades infecto-contagiosas, trabajo en la reducción de la mortalidad  infantil y materna. La brigadista sanitaria fue durante largo tiempo una figura  que contribuyó a la salud general de la población y de manera particular  a la de la propia mujer, muchas de sus acciones se dirigían a mejorar la  calidad de la vida reproductiva de la mujer cubana y desempeñaron un rol  esencial en la institucionalización del enfoque preventivo y social de  la salud cubana.    
 
En materia de receptora de salud existen también  otros indicadores que muestran el progreso que ha experimentado la vida sexual  y reproductiva de la mujer cubana, entre ellos pueden citarse el apoyo de la legislación  y del sistema de salud a las prácticas abortivas como decisión femenina,  el fácil acceso a la anticoncepción moderna con el objetivo de que  la mujer pueda planificar sus embarazos y tener hijos deseados, la extensión  por el país de los hogares maternos que atienden a las mujeres en condiciones  de riesgo y el desarrollo de programas para la educación sexual, que pretenden  elevar la responsabilidad femenina en el autocuidado de su salud sexual y reproductiva,  por solo mencionar aquellos que parecen más relevantes.    
 Sin embargo,  el progreso experimentado por la mujer cubana como gestora de salud no significa  que las contradicciones que la cultura femenina le crea hayan desaparecido del  escenario de la identidad de la mujer cubana.
InIquidades
La construcción  de un sujeto femenino en la salud es un proceso que requiere de la superación  de inequidades de género aún constatables en esta esfera de la vida  humana. Investigaciones sobre salud y familia realizadas en el país siguen  otorgándole a la mujer la función central en la actividad de cuidar  enfermos y ancianos en el hogar, y como acompañante de pacientes en las  instituciones de salud. Por un lado, tal situación habla del decisivo papel  de la mujer como suministradora de salud, pero al realizarse en condiciones nuevas,  cuando un creciente número de mujeres han asumido responsabilidades públicas,  el cumplimiento de esa misión genera sobrecarga de actividades y se afecta  la salud física y mental de la mujer.    
 
En el sistema de salud  cubano se identifican también otras desigualdades en la participación  de los géneros como promotores de salud. La participación de la  mujer ha crecido sobre todo en las actividades clínicas, mientras que es  más débil en las quirúrgicas, es notable ese hecho en la  especialidad de pediatría, ellas son el 64,2 % de todos los médicos  dedicados, mientras que en la cirugía pediátrica sólo el  29 %; otras especialidades como la cirugía cardiovascular y general dan  cuenta de ese hecho.    
 
Si se comparan también las estadísticas  presentes con las pasadas seguro se puede identificar una creciente labor de la  mujer en la organización y administración de la salud, de casi una  inexistente presencia femenina en esta actividad a principios del siglos XX, se  ha avanzado al 38 % de mujeres que se dedican a esas ocupaciones.6  Sin embargo, esa cifra resulta baja cuando se compara con el valor estadístico  que ella representa como fuerza de trabajo calificada en el sistema de salud cubano.    
  
Una evaluación detallada de, incluso, algunos indicadores evaluados  positivamente sobre la sexualidad y la reproducción también arrojan  insuficiencias y contradicciones que hablan de la necesidad de continuar renovando  la relación entre los sexos y proyectándola hacia un modelo de salud  más equitativo. La política de acceso a los métodos modernos  de anticoncepción le ha permitido a la mujer mayor control sobre su fecundidad  y libertad sexual, pero no ha logrado superar las afectaciones de salud que se  generan por cuenta de que este sigue siendo una responsabilidad de la mujer. La  institucionalización de las prácticas abortivas hospitalarias, en  ese contexto de renovación de una cultura reproductiva centrada en la mujer,  ha generado un incremento de tales prácticas en las últimas décadas,  en particular entre las más jóvenes, las afectaciones que esas prácticas  traen a la salud de la mujer son menores hoy por las condiciones sépticas  en que se realizan, pero no han desaparecido en su totalidad.    
 
La maternidad adolescente cuando se vive en soledad sin apoyo familiar, es también un problema de salud que viven hoy muchas mujeres cubanas y sus hijos, su repercusión es sobre todo de índole psicosocial, pues la cobertura a la atención de la salud biológica de la mujer embarazada atenúa su impacto fisiológico. Algunas familias consideradas en riesgo social son dirigidas por mujeres que tienen antecedentes de maternidad precoz. Tal proyecto de vida afecta, además, el proceso de renovación de identidad de la mujer hacia una realidad de equidad entre los géneros y renueva prácticas culturales femeninas que son responsables de los problemas de salud mental y fisiológicos que padecen las mujeres.
Reflexión final
Las contradicciones en el proceso de movilización de la mujer como hacedora de salud en Cuba no están asociadas a la naturaleza de su sistema de salud público, ni a los principios que lo sostienen, más bien dependen de la necesidad de una política educativa y de salud en función de lograr instrumentar con mayor rigor el enfoque de género. Dependen también de los avances que se continúen obteniendo en materia de la relación entre los sexos en otras instituciones de la sociedad, porque los problemas de salud no sólo son una responsabilidad de los servicios y las instituciones de salud sino de todo el sistema social.
La conversión de la mujer como sujeto  de salud será posible en la medida como la cultura masculina también  permita potenciar al hombre como gestor de salud sexual y reproductiva.    
 
La  solución al conflicto continúa hallándose en la política  estatal, la que puede significar un apoyo esencial en la creación de instituciones  que compartan con la familia el papel de cuidar a los enfermos, o en la renovación  de los procesos actuales que organizan las instituciones que se encargan de esos  roles. Tiene que ver también con la familia y la necesidad de continuar  trabajando en la valorización del papel del hombre en esa institución  social. En realidad se requiere de una intervención de todas las instituciones  como responsables de la labor del cuidado a la salud sexual y reproductiva, en  definitiva la función de reproducción no tiene porque ser sólo  una responsabilidad de la familia y las instituciones de salud, ni la vida doméstica  un problema exclusivo de la mujer.    
 
Summary
Contradictions of the mobilization of woman as a manager of sexual and repreoductive health in Cuba The peculiarities of the historical process of the mobilization of woman as a health manager in the struggle against the economic underdevelopment as a material condition of health development are explained. It is supported by a triangular prospect based on the use of qualitative and quantitative techniques. National statistics, as well as empiric data obtained from surveys and interviews to experts are used. An analysis from the gender perspective of the mobilization of woman as a health manager, a determinating condition of health development projects based on a social phylosophy of medicine, is made. The gender perspective that denounces the exploitation woman has been subjected to along history and stresses the importance of the cultural determinants for explaining this sytem of sexual domination, is a political and theoretical proposal that aligns to the speech trying to understand health from a social approach, as a state of complete well-being attained by the human beign and determined by several factors. A model of human development of health presuposes the overcoming of all kinds of inequities, including gender, and it is possible when the human being of any sex, race or social class is considered as object and subject of health. The effectiveness of the development model lies in knowing how to use the available resources.To potentiate womans abilities as a health manager, abilities that were acquired in the course of her role as a caretaker along life, is just the starting point necessary to turn woman into a protagonist of the professional development of health sciences and of the general health system. Woman is a human resource whose potentialites have been restricted to limited spaces by the patriarchal culture. In spite of this cultural reality, women have been able to establish in the process of interaction of the domestic space a series of values and knowledge that are fundamental for a model of human development of health that attempts to promote the access to health services under conditions of gender equity and to reconstruct the health system provoking ruptures with the sex division of work. In the research they appear as the most interested in health promotion and with the most positive attitude towards health.
Subject headings: WOMENS RIGHTS; WOMENS HEALTH SERVICES.    
 
Referencias bibliográficas
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- Pavón R. El empleo femenino en Cuba.  La Habana: Ed. Ciencias Sociales; 1977.    
 
-  Anuario estadístico  de Cuba. ONE. 2000.    
 
- Anuarios estadísticos del MINSAP. Cuba. 2001.
Recibido: 18 de noviembre de 2002. Aprobado: 2 de diciembre  de 2002.     
 Reina Fleitas Ruiz. Universidad de La Habana, Avenida Universidad  y L, Vedado, Ciudad de La Habana, Cuba.

 
 








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