INTRODUCCIÓN
En una sociedad que envejece aceleradamente son cada vez más frecuentes los individuos que se aproximan a los valores máximos de la vida identificados entre los 100 y 120 años.
Diversos estudios refutan la hipótesis de que en su gran mayoría las personas de 100 años o más son dependientes, dementes o discapacitadas.1 A pesar de estos resultados, el adulto mayor centenario posee un deterioro físico y psíquico como consecuencia del proceso de envejecimiento, que se evidencian en transformaciones somáticas y funcionales particulares en correspondencia con la etapa vital.
Alcanzar una longevidad excepcional demanda inevitablemente niveles de atención de forma continua, que en muchos casos corresponde a una única persona, miembro de la familia o no, que asume la responsabilidad y funciones del cuidado.
El cuidador principal se distingue por su dedicación a la custodia o protección temporal o permanentemente de otra persona a la cual le falta o que ha perdido autonomía física, psíquica o intelectual y tiene necesidad de asistencia o ayuda para realizar actos corrientes de la vida diaria y, de modo particular, los relacionados con el cuidado personal.2
La atención a adultos dependientes posee amplias repercusiones para la salud y bienestar de quien asume el rol, en tanto supone una situación de estrés que incrementa el riesgo de padecer dificultades emocionales. Estos elementos alcanzan especial repercusión cuando las funciones se realizan por adultos mayores que, además de experimentar afecciones asociadas al rol, deben sobrellevar los cambios propios de la etapa evolutiva por la que transitan.3
El desempeño de un adulto mayor como cuidador principal exige una entrega para la cual sus capacidades físicas y psicológicas evidencian limitaciones o deterioro, lo que aumenta el riesgo de experimentar sobrecarga,4,5 vivencia de estados ansioso-depresivos, así como la aparición de emociones negativas tales como ira, culpa, angustia, frustración y tristeza.
Algunas de las afectaciones físicas derivadas de la sobrecarga se asocian con la fatiga, falta de sueño, agotamiento físico y/o psicológico, descompensación de enfermedades crónicas, abandono de tratamiento médico e ineficientes habilidades de autocuidado.
Los recurrentes casos en que se afecta la movilidad del centenario demanda un sobreesfuerzo físico por parte del adulto mayor encargado de asistirlo, lo que atenta con el constante deterioro que puede presentar el derivando en afecciones osteomusculares como fracturas y esguinces.6
Por otro lado las repercusiones sociales se evidencian en la reducción de actividades laborales, culturales y recreativas debido a la escasa disponibilidad del tiempo y las insuficientes redes de apoyo. En la dinámica familiar aparece la desesperanza y el desconsuelo a consecuencia del ineficiente apoyo recibido o la discrepancia de criterios sobre el manejo del adulto centenario.
La atención y función del cuidado trasciende la asistencia instrumental diaria y es precisamente el cuidador quien provee la atención emocional al centenario. Por tanto, la actitud, calidad de vida y estabilidad emocional que vivencie el cuidador principal ejerce influencia en el adulto centenario y su propio bienestar.
La investigación tuvo como objetivo: determinar los niveles de ansiedad, depresión y sobrecarga en cuidadores principales de adultos mayores centenarios.
MÉTODOS
Se desarrolló un estudio transversal con alcance exploratorio-descriptivo. La selección de la muestra fue de carácter intencional no probabilístico. Se definió como unidad de análisis para la investigación a los cuidadores principales
Se asumieron como criterios de inclusión al estudio: permanecer como cuidador principal del adulto mayor centenario durante el periodo del estudio y manifestar voluntariedad para participar. Constituyeron criterios de exclusión que el cuidador percibiera remuneración económica y como criterios de abandono del estudio: el no ofrecimiento del consentimiento informado y el fallecimiento del adulto mayor centenario.
De acuerdo con los datos de la Dirección Municipal de Salud Pública en el Registro de Centenarios del municipio de Santa Clara durante el periodo de febrero a mayo de 2017, se declararon 57 adultos mayores centenarios. Estos datos resultaron coincidentes con el número de cuidadores para el periodo previsto en la investigación.
La muestra quedó conformada finalmente por 30 cuidadores principales de adultos mayores centenarios en el municipio de Santa Clara.
Instrumentos empleados
Cuestionario
Se empleó un cuestionario individual para explorar en los cuidadores variables sociodemográficas (anexo). Además, permitió establecer el consentimiento informado como principal aspecto ético de la investigación.
Inventario de ansiedad rasgo-estado (IDARE)
Se aplicó para evaluar los niveles de la ansiedad rasgo-estado en la muestra de estudio. El instrumento constó con un total de 40 expresiones que los sujetos usan para describirse. 20 preguntas medían la ansiedad como estado (¿Cómo se siente ahora mismo, en estos momentos?) y 20, la ansiedad como rasgo (¿Cómo se siente habitualmente?), donde los sujetos debían marcar en cuatro categorías la intensidad con que experimentaban el contenido de cada ítem. Para responder a las escalas el sujeto debía vincular el número apropiado que se encontraba a la derecha de cada una de las expresiones del protocolo.
Inventario de depresión rasgo-estado (IDERE)
Se empleó con el propósito de evaluar los niveles de depresión rasgo-estado en los sujetos de estudio. La prueba se componía de 42 expresiones que los sujetos usaban para describirse. 20 preguntas medían la depresión como estado (¿Cómo se siente ahora mismo, en estos momentos?) y 22 la depresión como rasgo (¿Cómo se siente habitualmente?), donde se indicaba la intensidad experimentada a partir de cuatro categorías.
Escala de Zarit
El Zarit Burden Inventory o Escala de Zarit es un instrumento que cuantifica el grado de sobrecarga que padecen los cuidadores. Se compone por un listado de 22 afirmaciones que describen como se sienten a veces los cuidadores. De acuerdo a la frecuencia con que se experimente, el cuidador lo indica en una escala donde 0 (nunca), 1 (rara vez), 2 (algunas veces), 3 (bastantes veces) y 4 (casi siempre). Las puntuaciones obtenidas en cada ítem se suman y la puntuación final representa el grado de sobrecarga del cuidador.
RESULTADOS
En el estudio participaron 26 mujeres y 4 hombres. Se evidencia una mayor representación del género femenino, 86,7 % del total de la muestra, por encima del masculino, que solo alcanzó un 13,3 %. La variable edad osciló entre los 42 y 88 años. En el rango entre los 58 y los 73 años se evidencia la mayor cantidad de cuidadores (12 personas, 39,8 %), seguido por el rango de 42-57 años con un 36,6 % (11 cuidadores) y, finalmente, el grupo comprendido entre 74-88 años constituyó el 23,3 % (7 participantes). Esto indica claramente que una buena parte de la muestra de cuidadores son adultos mayores, con las características propias de esa edad.
Se evidencian para los cuidadores, en el nivel medio, los mayores valores, tanto para la ansiedad rasgo, como en la ansiedad estado. Los valores encontrados en la ansiedad como estado no exhibieron diferencias significativas entre los niveles medio y alto. El 46,7 % de los cuidadores principales se mantuvieron en el nivel medio, mientras que el 43,3 % lo hicieron en el alto. La menor cantidad de sujetos se identificó en los niveles bajos con un 10 % (tabla 1).
La ansiedad como rasgo se presentó con valores medios en un 56,7 %, en valores altos en un 40% y 3,3 % para el nivel bajo (tabla 1).
La calidad de vida que alcanza el adulto mayor centenario depende en gran medida del cuidador principal. Sin embargo, como se ha representado en valores porcentuales, estos se encuentran sometidos a altos niveles de ansiedad. Se identificó que un 43,3 % de los cuidadores experimentan ansiedad en niveles altos y las puntuaciones obtenidas en la subescala estado denotan una ansiedad reactiva situacional, que surge ante condiciones específicas generadas por el ejercicio de cuidado.
Los cuidadores perciben de forma intensa, pero no estable, las situaciones que vivencian y solo un 3,3 % presenta una ansiedad clínicamente propia de un desarrollo neurótico.
En la subescala rasgo, existe una predisposición a la ansiedad en niveles medios (56,7 %) y en niveles altos (40 %) de la muestra. Los cuidadores tienden a reaccionar a determinadas situaciones estresantes con ansiedad y no con una tendencia global propia de personas neuróticas. Los cuidadores principales presentan características relativamente estables ante el ejercicio de cuidado y una predisposición a la percepción de un amplio círculo de situaciones amenazantes asociadas a su labor.
Por su parte, se constató que no existen diferencias significativas entre los niveles de depresión como rasgo. Se identificaron con valores altos de depresión el 36,7 % de los cuidadores principales, en los niveles medios el 30 % y el 33,3 % con niveles bajos (tabla 2).
No se evidenciaron para la muestra niveles bajos de depresión como estado. Los valores se mantuvieron entre los niveles altos y medios para un 60 % y 40 % de los cuidadores, respectivamente.
Los resultados demostraron que los cuidadores principales manifiestaban estados emocionales reactivos. Esto genera afectaciones en las diferentes esferas de su vida, mediadas por posibles reestructuraciones en el núcleo familiar o la presencia de conflictos personales y familiares. Los cuidadores principales del estudio presentaron, por lo general, inestabilidad tensional, cambios en la conducta social y disminución en las necesidades sexuales.
Con relación a la sobrecarga se evidencia que el 86,7 % de los cuidadores principales afirmaron no experimentar sobrecarga asociada con el ejercicio del rol (tabla 3).
Los cuidadores que representan el 6,7 % de la muestra se perciben sobrecargados de forma leve e intensa. Son en su totalidad mujeres cuyas edades oscilan entre los 64 y 75 años. Los sujetos que experimentaron sobrecarga leve no poseen experiencia previa como cuidadores y los años de cuidado oscilan entre los 10 y 15 años.
DISCUSIÓN
Los resultados obtenidos en relación con las variables sociodemográficas de la muestra en cuanto a género y edad coinciden con estudios internacionales desarrollados en la institución de la Caixa en España7 y en la Universidad de Sao Paulo.8 Las investigaciones9-10 demuestran que socialmente son las mujeres quienes asumen el rol en condición de jubiladas y son las principales proveedoras de cuidado en la familia.
Se evidencia, en sentido general, que los cuidadores principales experimentan de forma intensa, pero no estable, las situaciones que surgen como parte de las funciones del cuidado.
En cuanto al estado emocional se identificaron como principales manifestaciones dificultades en el sueño, llanto, tristeza, nerviosismo, tensión, fatiga, cansancio. Se reconoció que la actividad del cuidador amerita desgaste físico, lo que enmascara la depresión, o la incrementa.11
Se destaca, en el caso de los cuidadores de pacientes en hemodiálisis12,13) y con enfermedades crónicas14) un predominio de niveles medios de ansiedad en más del 80 % de las muestras.
Los datos obtenidos resultan coincidentes con estudios realizados en cuidadores de pacientes en hemodiálisis y enfermos crónicos, donde se alcanzaron valores altos de depresión del 54,2 % y 48,7 %, respectivamente.15,16 Estos resultados afirman la existencia de sintomatología ansiosa y depresiva asociada a las funciones del cuidador. Al analizar los resultados de la variable “sobrecarga”, el 86,7 % de los cuidadores afirmaron no experimentar sobrecarga, resultados contradictorios a diversos estudios17,18) que contrastan el grado de sobrecarga con los niveles de ansiedad y depresión.
Se afirma que la sobrecarga puede ser minimizada o tolerada mejor si los cuidadores poseen eficientes redes de apoyo o soporte interno y externo, lo que deriva en un mayor goce del tiempo y eficientes habilidades de autocuidado.16
De manera tradicional se ha evidenciado una relación directa entre las variables sobrecarga, ansiedad y depresión,19 aunque para el presente estudio la existencia de sintomatología ansiosa y depresiva no explica la percepción o no de sobrecarga, en tanto los valores mínimos de la sobrecarga general evaluada solo se expresan a nivel emocional.
Por otro lado, se reconoce que el mejor predictor de la depresión se encuentra relacionado con la evaluación del cuidador en torno al nivel de deterioro de la persona cuidada, así como que las características del cuidado inciden directamente en la sobrecarga y en el estado de ánimo de la persona encargada de estas funciones.20,21)
CONCLUSIONES
El deterioro de la salud y la consiguiente pérdida de la autonomía limitan la vida social del adulto mayor. El cuidado de adultos mayores centenarios garantiza el logro de una longevidad con mayor calidad de vida, lo cual exige de personas encargadas de su atención. El estudio evidencia un predominio de los niveles medios en la ansiedad como rasgo y estado, aunque no se determinaron diferencias significativas entre los niveles altos y medios de la ansiedad como estado que vivencian los cuidadores. Se constataron elevados niveles de depresión como estado, no existiendo diferencias entre las manifestaciones a niveles altos, medios y bajos de depresión como rasgo.
Se reconoce la relación entre estados emocionales negativos como la ansiedad y la depresión con la percepción de carga, sin embargo el estudio reveló que el 86,7 % de los cuidadores principales no experimentan sobrecarga en relación con el ejercicio del rol. La escasa percepción de carga se relaciona con la vivencia de la ansiedad y depresión como estados emocionales reactivos respecto a la depresión y la ansiedad. Esto se explica por la sobrecarga emocional que aún no ha llegado a impactar en la sobrecarga general evaluada.