Introducción
Usualmente el mes de diciembre de cada año constituye una etapa de regocijo internacional; sin embargo, ese mes del 2019 fue el inicio de una de las crisis sanitarias más trascendentales y devastadoras de la historia de la humanidad. Surgió el llamado, primeramente, coronavirus nCoV-2, que poco tiempo después fue denominado como el SARS-CoV-2 causante de la COVID-19, una enfermedad que a los 4 meses de ser descubierta por primera vez en la ciudad de Wuhan, China, ha cobrado la vida de más de 210 000 personas en el mundo, con una tasa de letalidad de 7,05 % en 182 países.1,2
En América el número de decesos se aproxima a los 68 000, con una letalidad de 5,56 %, donde Estados Unidos continúa siendo el país más afectado por la pandemia.2
Pese a las situaciones restrictivas impuestas por el bloqueo hacia Cuba, su pueblo y las autoridades sanitarias han llevado a cabo un protocolo de actuación contra la COVID-19 que ha permitido exhibir resultados satisfactorios en el control clínico-epidemiológico de los presuntos casos y de aquellos confirmados con la enfermedad, lo que se ha evidenciado en el bajo número de fallecidos hasta la fecha y en el alto porcentaje de pacientes recuperados.2
El coronavirus no es un virus del presente; se registra su precedencia desde el año 3300 a.C. y ya en esta era como brotes distintivos en los siglos XIX y XX. Como antecesores más recientes del SARS-CoV-2 se notificaron el SARS-CoV-1 y el MERS-CoV en los años 2002 y 2012, respectivamente.3,4
Debe señalarse que la COVID-19 resulta una entidad nosológica, considerada una pandemia, que ha generado una crisis sanitaria global. Esta produce una neumopatía inflamatoria que se encuentra mediada por la intensa “tormenta de citoquinas”, que provoca un grupo de complicaciones con una elevada tasa de letalidad.
El margen clínico de esta infección está determinado por factores endógenos del huésped, la carga viral, la virulencia e inclusive el momento cuando se prescribe el tratamiento durante el curso de la infección. Estos elementos interfieren en la expresión de la gravedad del proceso infeccioso y, por ende, en sus complicaciones. En la población infantojuvenil se informa un porcentaje muy bajo de complicaciones; elemento que se sustenta en la inmadurez inmunitaria y, consecuentemente, en la baja intensidad de la “tormenta de citoquinas”.5
La lucha contra la pandemia se intensifica hoy en todo el mundo y en muchos países se ha logrado una cierta mejoría debido al perfeccionamiento en los protocolos de actuación y las medidas restrictivas de distanciamiento social y confinamiento.2 La divulgación de los resultados científicos en relación con la pandemia han de constituir un pilar esencial en la orientación a los profesionales que dedican sus vidas y esfuerzos en pos de la sanidad universal.
Caso clínico
Se describe el caso clínico de un adolescente de 18 años de edad, que fue atendido en el Servicio de Urgencias del Hospital Pediátrico Provincial José Martí Pérez de la provincia de Sancti Spíritus, remitido de su área de salud municipal debido a que 3 días antes había comenzado con fiebre de 38,5 grados centígrados que cedía fácilmente y con una frecuencia de dos picos diarios, unido a tos húmeda ocasional y falta de aire. A través del interrogatorio se supo que había tenido dos vómitos con restos de alimentos, precedidos de náuseas.
Como antecedentes patológicos personales presentaba hipertensión arterial crónica esencial desde hacía 8 años, para lo cual le habían prescrito tratamiento con captopril, que había abandonado espontáneamente varios meses atrás; también padecía parálisis braquial del lado izquierdo, con limitaciones en la movilidad y fuerza del miembro afectado, y obesidad mórbida de grado II, con un índice de masa corporal superior a 35 kg/m2. El paciente refirió, además, ser alérgico a la penicilina.
Exámenes complementarios
Leucograma con diferencial: Leucocitosis ligera, neutrofilia.
Rayos X de tórax posteroanterior, de pie y a distancia de tele: Índice cardiotorácico que parecía estar dentro de los límites normales. Presencia de radiopacidad homogénea en la base pulmonar derecha que borraba el ángulo cardiofrénico de ese lado.
Se decidió su ingreso inmediato con el diagnóstico de neumonía adquirida en la comunidad no complicada en la base pulmonar derecha y se inició terapia poliantimicrobiana y con oseltamivir.
Tras 48 horas de evolución se constataron cifras tensionales elevadas de 150/100 mmHg y se solicitó interconsulta con la especialidad de Cardiología, donde se concluyó, luego de realizar una ecocardiografía que no mostró alteración alguna, que el paciente presentaba el corazón sano y se retomó el tratamiento convencional antihipertensivo, con lo cual se logró el descenso gradual de las cifras tensionales hasta su normalización.
Asimismo, se indicaron otras pruebas necesarias para determinar el estado clínico del paciente.
Exámenes de seguimiento
Ecografía abdominal y de ambas bases pulmonares: Reveló derrame pleural en el receso posterior de 11,5 mm, en la base izquierda. Hígado con leve aumento de la ecogenicidad y líquido libre de pequeña cuantía en el hipogastrio.
Radiografía de tórax de seguimiento: En el informe radiológico se describió la existencia de un moteado algodonoso difuso en ambos campos pulmonares y signos de derrame pleural en el izquierdo.
Perfil hepatorrenal: Sin alteraciones.
Hemoglobina: Ligeramente disminuida para su edad.
Leucograma: Granulaciones tóxicas y eritrosedimentación acelerada.
Gasometría: Normal.
Se encontraba pendiente el resultado de la técnica de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) en tiempo real, indicado al ingreso de acuerdo a los protocolos establecidos para todo paciente con infección respiratoria aguda de los hospitales.
El resultado de la prueba era positivo en COVID-19; sin embargo, el paciente no presentaba historia epidemiológica de previo contacto con algún caso confirmado. Inmediatamente se coordinó su traslado hacia el Hospital Militar Comandante Manuel Fajardo Rivero en la provincia de Villa Clara, donde recibiría el tratamiento indicado al respecto.
Afortunadamente se logró la estabilización del cuadro clínico del paciente, el cual tuvo una evolución favorable. Tras cumplir el periodo de vigilancia epidemiológica, se le dio el alta hospitalaria y regresó a su domicilio.
Comentarios
La bronconeumonía por la COVID-19 se presenta de formas atípicas en dependencia del estado inmunitario del paciente y de las morbilidades asociadas. Solo 2 % de las infecciones producidas por el SARS-COV-2 se manifiestan en pacientes menores de 19 años.6
Recientemente se ha planteado que las manifestaciones clínicas inician con tos seca o húmeda, fiebre, escalofríos y falta de aire.7
Existe un número considerable de afectados que presentan complicaciones más graves, como los que padecen hipertensión arterial crónica y obesidad. Este fenómeno está mediado por una afectación directa de la enzima convertidora de angiotensina I en II, con el subsecuente desequilibrio en el sistema renina-angiotensina-aldosterona que en estos pacientes de por sí está afectado. Dicha inestabilidad conduce a que las complicaciones cardiorrenales puedan aparecer con una frecuencia más elevada en esta población.8
En las salas de pediatría es usual encontrar estos procesos morbosos en la adolescencia; etapa de desarrollo acelerado y de demandas nutricionales superiores que llevan al mayor riesgo de obesidad y, por ende, de hipertensión arterial.
A pesar de que la COVID-19 es una entidad de causa viral, se ha demostrado que su expresión se determina en la aparición de neumonía y bronconeumonía bacterianas, debido a la sobreinfección por microorganismos patógenos de esta naturaleza.7
La evolución radiológica de esta enfermedad está determinada por una serie de condiciones clínicas y humorales del paciente, entre las que se destacan el estado general del huésped y la virulencia del agente patógeno. En ocasiones se inicia con un infiltrado difuso o segmentario que evoluciona rápidamente a una infección extensa del parénquima pulmonar, junto con complicaciones, como el derrame pleural. Esta afectación conduce a fibrosis pulmonar irreversible.9,10
Las complicaciones desarrolladas en niños tienen menor incidencia y/o intensidad debido a la inmadurez de su sistema inmunológico; hecho que determina una menor respuesta inflamatoria mediada por las citoquinas, las que en grandes cantidades constituyen la causa principal de la alta letalidad por COVID-19 en ancianos, debido a la aparición de humedad o líquido pulmonar, descrito por Méndez,5 que lleva a la ya multidifundida insuficiencia respiratoria aguda y, con ello, a la muerte.
Referente a lo anterior, las complicaciones de la bronconeumonía causada por COVID-19 se manifiestan levemente en la población infantojuvenil, lo cual depende del estado inmunológico y las comorbilidades en cada caso.
La COVID-19 constituye una alerta roja para los sistemas de salud internacionales. Su diagnóstico oportuno y la terapéutica inmediata reducen considerablemente la morbilidad y mortalidad en la población pediátrica.