Introducción
Con frecuencia, los profesionales de enfermería presentan estrés laboral que repercute en su salud física y mental, lo cual trae consigo el degaste profesional o síndrome de burnout (SB). Cuando no se aplican las medidas para prevenir o reducir los niveles de estrés puede aparecer dicho síndrome, cuyas consecuencias afectan negativamente a los profesionales, al sistema sanitario y a los pacientes.
Tradicionalmente, el SB se define como una condición caracterizada por agotamiento mental progresivo, despersonalización y baja realización profesional; se observa con mayor frecuencia en personas que trabajan directamente con otras personas.1,2
El término síndrome de burnout fue utilizado por primera vez por el psicólogo clínico Herbert Freudenberger (1974) para definir el desgaste extremo de un empleado.3) También denominado síndrome de desgaste profesional, síndrome de desgaste ocupacional (SDO), síndrome del trabajador desgastado o síndrome de quemarse por el trabajo, es cada vez más frecuente en profesionales, quienes trabajan en contacto directo y continuo con individuos, con los cuales establecen relaciones interpersonales, donde el profesional se involucra emocionalmente. Esto da lugar a numerosas investigaciones y estudios sobre dicha problemática.3,4,5
Por ende, los profesionales de enfermería tienen un alto riesgo de presentar el SB,1) pero pueden afectarse más quienes atienden a pacientes críticos y terminales por estar expuestos a diversos factores estresantes, que provocan una serie de consecuencias negativas en su salud física y mental.6
Al respecto, los autores consideran que las condiciones de trabajo, las exigencias excesivas de este, las expectativas del trabajador, el clima organizacional y las propias características del profesional, así como su capacidad de ajuste a situaciones estresantes han contribuido a que el SB afecte cada vez más a un mayor número de profesionales, lo cual puede influir en la seguridad del paciente. Se considera que esta última es la ausencia de accidentes o lesiones prevenibles producidas por la atención brindada como resultado de servicios eficaces y satisfactorios, los cuales garantizan una atención de calidad.7
En la bibliografía consultada8 se notifica prevalencia del SB en diversos países, entre los cuales figuran: Brasil, Argentina, Venezuela, México, Turquía y España, donde se han realizado estudios de varios especialistas (médicos, oncólogos, residentes de medicina interna y médicos internistas, anestesiólogos, así como personal paramédico) y sus familiares. En Cuba se reafirma la presencia de dicho síndrome en los especialistas en Medicina General Integral (MGI) de los hospitales Docente Pediátrico Cerro3 y Dr. Agostinho Neto de Guantánamo.8
Dadas las condiciones que anteceden, este artículo tiene como objetivo identificar la magnitud del agotamiento físico en los profesionales de enfermería intensiva de adultos del Hospital General Docente Octavio de la Concepción y de la Pedraja, así como su influencia en la seguridad del paciente.
Métodos
Se realizó un estudio descriptivo y transversal en el Hospital General Docente Octavio de la Concepción y de la Pedraja, de Baracoa, provincia de Guantánamo, desde enero hasta abril del 2019, con vistas a identificar la magnitud del degaste profesional en profesionales de enfermería intensiva y su influencia en la seguridad del paciente. El universo estuvo constituido por 38 de estos profesionales, quienes laboraban en la Unidad de Cuidados Intensivos Adultos (UCIA). La muestra fue seleccionada por el método aleatorio simple y estuvo compuesta por 32 profesionales de dicha especialidad.
Fueron incluidos, quienes ejercían la profesión en el momento del estudio y dieron su consentimiento informado para participar en él.
Para determinar la prevalencia del SB en los profesionales de la UCIA, se aplicó una encuesta basada en el cuestionario Maslach Burnout Inventory (MBI), que tiene una escala de alta consistencia interna y una fiabilidad del orden de 0,75 a 0,9. Es un cuestionario autoadministrado constituido por 22 ítems en forma de afirmaciones, sobre los sentimientos y actitudes del profesional en su trabajo y hacia los pacientes. Está desarrollado para medir las 3 escalas del SB:
Agotamiento emocional: Consta de 9 ítems y valora la vivencia de estar exhausto a nivel emocional por las demandas del trabajo.
Despersonalización: Está formada por 5 ítems y mide el grado en que se pueden reconocer actitudes de frialdad y distanciamiento relacional.
Realización personal: Consta de 8 ítems, que evalúan los sentimientos de autoeficacia y realización personal en el trabajo. Cada afirmación tiene un puntaje: 0 (nunca), 1 (pocas veces), 2 (una vez al mes o menos), 3 (unas pocas veces al mes o menos), 4 (una vez a la semana), 5 (pocas veces a la semana) y 6 (todos los días).
A este cuestionario se le agregaron otros ítems sobre datos personales, tales como: edad, sexo, años de profesión, estado civil, número de hijos, enfermedad crónica no transmisible.
Las puntuaciones para cada una de estas escalas se obtienen al sumar los puntos anotados en los elementos correspondientes a cada una de ellas. Puntuaciones altas en las 2 primeras escalas o criterios y bajas en la tercera, son indicativas de grados elevados del síndrome de estrés laboral.
El degaste profesional se interpretó teniendo en cuenta 3 categorías: alta (todos los ítems con una puntuación entre 90 a 100), media (respuesta entre 70 a 89 puntos) y baja (resultado con una puntuación menor de 60).
También se evaluaron las actividades prácticas de enfermería y permitieron brindar un grado de consecución: bien, regular y mal.
Bien: Cuando cumplían con el orden establecido en la realización de los procederes, con los recursos necesarios y el conocimiento teórico de la causa de su actuación; además, trabajaban para garantizar la seguridad del paciente.
Regular: Si omitían aspectos normados, que no conllevaban a incumplimientos de normas o iatrogenia.
Mal: Cometían violaciones de normas; producían iatrogenia que conllevaba a complicaciones, secuelas o muerte.
La información se recogió en una base de datos creada al efecto y se realizaron los análisis estadísticos mediante el paquete SPSS v.21. Se empleó como medida de resumen el porcentaje y el coeficiente de contingencia como medida de asociación entre variables nominales gamma para variables ordinales.
Resultados
La figura 1 muestra que 75,0 % de los profesionales de enfermería presentaron agotamiento físico (niveles alto y medio). La sumatoria del agotamiento alto, medio y bajo arrojó que el sexo femenino fue el más frecuente (84,3 %), con predominio del nivel alto de agotamiento en 56,2 % de los afectados.
El agotamiento físico profesional se presentó en 75,0 % de los enfermeros con niveles alto y medio; el grupo etario de mayor prevalencia fue el de 40-59 años de edad con primacía del nivel alto en 53,1 % (fig.2).
Como se observa en la tabla 1, el agotamiento físico se presentó con mayor frecuencia en los profesionales de enfermería con más de 16 años de experiencia laboral (46,9 %), donde predominó la clasificación de agotamiento físico alto; seguido por el grupo de 11-15 años de experiencia con 21,9 % entre los niveles alto y medio.
En la tabla 2 se relacionan los estresores que influyeron en el agotamiento físico profesional con predominio de la carga de trabajo (100,0 %). De los 32 profesionales que trabajaban en la UCIA, 23 tenían hijos y 22 presentaban enfermedades crónicas no transmisibles, tales como: tensión arterial, diabetes mellitus, hipertiroidismo y problemas ginecológicos, que predominaron en las féminas (86,9 %).
Se halló, que de 24 profesionales con agotamiento físico alto y medio, 53,1 % fueron calificados de mal y 18,8 de regular, con un valor de medidas simétricas de gamma de -0,901 y coeficiente de significación de 0,000 (tabla 3).
Discusión
En esta investigación predominaron las féminas con agotamiento físico pertenecientes al grupo de 40-49 años de edad, resultado similar a lo hallado por Panunto y De Brito,9 así como en otros estudios.10,11,12,13
Bedoya,14 plantea que tanto los hombres como las mujeres declararon haber sufrido eventos críticos en los últimos 5 años; igualmente refirieron que en su ámbito profesional se encontraban expuestos a molestias relacionadas con la labor asistencial. Por su parte, Magalhães et al15) informaron que en su casuística la edad promedio fue de 32,68 años con predominio del sexo femenino. De igual manera, Glebocka16) confirma que en su estudio los trabajadores mayormente afectados pertenecían al sexo femenino, en proporción cercana a 62,5 %.
En su accionar diario, los trabajadores de la salud se enfrentan a situaciones desgastantes que los exponen al riesgo psicosocial, debido a la cantidad de funciones que deben desempeñar en el ambiente hospitalario. Todo lo anterior propicia que la presión laboral y el cansancio emocional constituyan agravantes en la labor de estos trabajadores.17,18
Factores como el estado civil, la carga de trabajo, la emoción y el estrés relacionado con el trabajo agravan la aparición del SB. Los profesionales de la salud con más de 10 años de antigüedad en el servicio demuestran más susceptibilidad para presentar los síntomas.14) En tal sentido se plantea, que un individuo con estado de salud físico y mental deteriorado genera estrés y mala práctica.19
Khoo et al18) muestran en su estudio, que el ambiente de la práctica influye en la satisfacción en el trabajo, la percepción de la calidad del cuidado y la intención de dejar el empleo, cuando están mediadas por el agotamiento emocional. El enfermero con poca autonomía, menor control sobre el ambiente y peores relaciones con el médico presenta mayor nivel de agotamiento emocional, lo que puede influenciar negativamente en su percepción de la calidad del cuidado, la satisfacción con el trabajo y de una forma u otra en la seguridad del paciente.
En la presente investigación se demostró que el agotamiento físico de los profesionales de enfermería en UCIA puede ocasionar riesgo en la salud del paciente, y por ende, influye en su seguridad.
Cabe agregar que, tanto en pacientes con enfermedades crónicas como en ancianos, el deterioro de las relaciones humanas aumenta el riesgo de aislamiento social y el desarrollo de nuevas afecciones.16 Al respecto, Gómez y Meléndez10) plantean que para muchos de estos pacientes, las relaciones que desarrollan con los profesionales sanitarios y las personas responsables de su cuidado adquieren un papel muy importante en el afrontamiento de sus enfermedades; pero mantener relaciones saludables no solo beneficia a dichos pacientes sino también a los trabajadores que le brindan sus cuidados.
Los profesionales de enfermería, quienes laboran en los servicios de atención al paciente grave, deben realizar los procederes y brindar los cuidados de enfermería con un rigor científico, el cual permita una vez iniciado dicho proceder, concluirlo sin interrupciones que conlleven al estrés de los pacientes o a la posibilidad de contaminación con riesgos que entorpezcan la evolución favorable de estos.14,19
En tal sentido, los autores consideran que en los profesionales de enfermería de las UCI se debe evitar el agotamiento físico ocasionado por la sobrecarga de trabajo y otros estresores que conllevan al SB. Dichos profesionales deben tener presente, que la realización correcta de los procederes de enfermería y los cuidados al paciente grave van encaminados a evitar las complicaciones, lo cual influye en su evolución y pronóstico.
Por consiguiente, la frecuencia de realización de estos procederes alcanza gran atención por parte de los profesionales de enfermería que día a día laboran con pacientes graves, lo cual debe considerarse una prioridad. Esto podría disminuir la morbilidad y la mortalidad asociadas, así como el costo de la atención y mejorar la seguridad del paciente, puesto que estos profesionales no pueden ofrecer lo mejor de sí cuando presentan trastornos físicos, emocionales o conductuales.
Se concluye que en la Unidad de Cuidados Intensivos Adultos se confirmó la existencia de riesgos psicolaborales, que pueden generar efectos negativos en los profesionales de enfermería y en la seguridad del paciente.