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Revista Cubana de Higiene y Epidemiología
versión On-line ISSN 1561-3003
Rev Cubana Hig Epidemiol vol.50 no.2 Ciudad de la Habana Mayo-ago. 2012
ARTÍCULO DE REVISIÓN
Algunas consideraciones sobre comunicación, género y prevención del embarazo adolescente
Some considerations on communication, gender and adolescent pregnancy prevention
MSc. Olga Gloria Barbón Pérez
Facultad de Ciencias Médicas "Dr. Miguel Enríquez". La Habana, Cuba.
RESUMEN
Los principales riesgos que se derivan del embarazo adolescente afectan al sexo femenino, y crean desigualdades entre los adolescentes involucrados en un embarazo a esta temprana edad, lo que evidencia la necesidad de que la comunicación intervenga como mediadora desde la perspectiva del proceso de construcción social que diferencia a los hombres y las mujeres y dicta sus relaciones con el poder y los recursos. El presente artículo manifiesta la posición de la autora en cuanto a la tríada comunicación, género y prevención del embarazo adolescente.
Palabras clave: comunicación, género, embarazo en la adolescencia, prevención.
ABSTRACT
The main risks stemming from adolescent pregnancy affect the female gender, creating inequalities between the adolescents involved. In such a context, communication must play a mediating role from the perspective of the social construction process which differentiates men and women, and governs their relationship to power and resources. In the present article, the author discusses her views on the triad communication, gender and adolescent pregnancy prevention.
Key words: communication, gender, adolescent pregnancy, prevention.
INTRODUCCIÓN
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la adolescencia como la segunda década de la vida, es decir, desde los 10 a los 19 años. Se estima que para el año 2025 esta cifra llegará a los 2 000 millones.1
Existen estudios que reflejan un incremento anual de 10 % de adolescentes que comienzan sus relaciones sexuales a partir de los 12 años.2 A este fenómeno, que caracteriza los últimos tiempos, se le ha dado en llamar revolución sexual, determinada por la cada vez más temprana iniciación de las relaciones sexuales, lo cual responde, entre otros factores, a cambios en la actitud social hacia la sexualidad y a una maduración sexual más temprana.3 En la adolescencia la definición sexual y de género son dos procesos claves. El interés sexual se incrementa en la medida en que se acelera el desarrollo hormonal y, al mismo tiempo, se enfrentan opuestas presiones de la familia, los padres y la sociedad en general, en cuanto a aceptar ciertas normas de acuerdo con su rol estereotipado de género.1
Con el objetivo de tomar posición en cuanto a la relación que se establece entre la comunicación, el género y la prevención del embarazo adolescente iniciamos el presente estudio.
EL ROL DE LA COMUNICACIÓN EN LA RELACIÓN GÉNERO - EMBARAZO ADOLESCENTE
Al embarazo durante la adolescencia se le define como: «el que ocurre dentro de los dos años de edad ginecológica, entendiéndose por tal al tiempo transcurrido desde la menarquia, y/o cuando la adolescente es aún dependiente de su núcleo familiar de origen». Es considerado por la OMS como un embarazo de riesgo, por las repercusiones que tiene sobre la salud de la madre y el producto, además de las secuelas psicosociales, particularmente sobre el proyecto de vida de la madre. De ahí la importancia de un acercamiento con base en la comunicación desde la mirada del género a esta problemática.
Entre los riesgos más comúnmente señalados se destacan las hemorragias, el trabajo de parto prolongado, las complicaciones a largo plazo, hijos con elevado riesgo de prematuridad, lesiones durante el parto, muertes perinatales y bajo peso al nacer.4 Desafortunadamente las consecuencias perjudiciales no se limitan al punto de vista biológico; a estas se añaden otras en el plano social, tales como la deserción escolar, la incorporación temprana a la vida laboral, desajuste en la integración psicosocial, la escasa preparación para desarrollar una relación satisfactoria con los hijos, entre otros.
Numerosos estudios constatan además que las mujeres que tienen su primer hijo durante la adolescencia tienen una mayor probabilidad, entre otras cosas, de: tener más hijos en su vida reproductiva, no recibir el apoyo del padre biológico de sus hijos, interrumpir sus estudios, no alcanzar una independencia y estabilidad financiera, tener hijas que se embaracen durante la adolescencia.5 No olvidemos que cada una de estas secuelas individuales provocadas por el embarazo adolescente se traduce en cambios demográficos y costos sociales, que impiden el potencial desarrollo de muchas familias al ocurrir en una etapa de la vida que, acorde con las exigencias actuales de la sociedad del conocimiento, debería estar dedicada al estudio y a la preparación para la vida, por lo que el embarazo en la adolescencia constituye un fenómeno social de elevadas proporciones, sobre todo si valoramos que es perfectamente prevenible, siempre y cuando se pongan en juego estrategias de comunicación que lleguen al adolescente y permitan romper barreras, actitudes y creencias nocivas. Esta comunicación de tipo educativo ha sido definida por Landívar6 como «el área de conocimiento teórico - instrumental cuyo objeto de estudio son los procesos de interacción, propios de toda relación humana, en donde se transmiten y recrean significados» y añade que los procesos de interacción pueden ser formales, no formales y que tienen por finalidad educativa el propósito explícito o no de una persona o grupo por alcanzar o promover una conducta, actitud conforme a ciertos valores, a partir de lo cual se decidió la acción en el marco de la realidad en que se inscribe.
El tema del género no solo se hace evidente en torno a los riesgos de un embarazo adolescente,7-9 sino que está presente además en las raíces que le dan origen, teniendo en cuenta que los comportamientos entre adolescentes están pautados, al igual que otras muchas relaciones humanas, por relaciones de poder asimétricas y caracterizados por roles estereotipados que inhiben la autonomía de los adolescentes para tomar decisiones en la vida sexual. Ejemplo de esto son estudios como los conducidos por Zamberlin (2003)10 y Berrizbeitia y Cunningham, citados por Ascuy (2001),11 quienes sugieren que las creencias expuestas por los jóvenes para no usar condón reflejan una fuerte influencia de los estereotipos de género.
Las representaciones sociales acerca de lo femenino y lo masculino se articulan desde temprana edad, y condicionan las prácticas sexuales y reproductivas; por tanto, las construcciones de género incrementan la vulnerabilidad de las adolescentes, las cuales carecen de herramientas para entrar en contradicción con las normas aprendidas y dan inicio a las relaciones sexo-eróticas con el sexo opuesto "sabiendo que para realizarse como mujer en la vida hay que ser madre", y se enfrentan así, desprovistas de poder y conocimientos, a una relación sexual desprotegida, en la cual según los roles de género prefijados, ellas son el sexo "débil" e "inexperto" que ha de ser "guiado" por el fuerte y "experimentado conocedor" masculino. Se aniquilan así las expectativas de negociación del uso de la protección, incluso ante el temor de desencadenar una reacción de la pareja, y prosiguen ellas con la secular actuación femenina siempre en función de un "otro masculino", que no desea protegerse de los múltiples riesgos a los que se expone, pero que sí realiza ilimitados esfuerzos por proteger su "masculinidad", que se convierte por sí sola en un factor de riesgo cuando el adolescente varón se limita a ocultar su vulnerabilidad, desconocimiento e inseguridad, sobre todo en el área sexual. Por la repercusión que tiene para la imagen de virilidad ser competentes en este espacio, existen versiones estereotipadas de la masculinidad que defienden ideas tan absurdas como: "el hombre está siempre dispuesto a correr riesgos", o "para ser hombre hay que ser padre" o "el varón no debe desaprovechar oportunidades de contacto sexual", "el varón prefiere lo natural", entre otras.
Lo anterior queda perfectamente resumido en el decir de Henriques-Mueller y Yunes "la imagen de género es la base del camino en el cual los adolescentes comienzan a adquirir su identidad como hombres y mujeres porque los conduce a interiorizar patrones de comportamiento esperados, los cuales determinan las expectativas existentes para hombres y mujeres".12
El papel de mediador que juega la comunicación en el aprendizaje de los contenidos sociales que modelan los perfiles de género se puede apreciar considerablemente en la esencia de la comunicación recogida por algunos autores:
Ortiz (1999)13 establece que se trata de un " proceso de intercambio de informaciones que contienen los resultados del reflejo de la realidad en las personas, parte inseparable de su ser social y medio de formación y funcionamiento individual y social".
Otros autores plantean que "el proceso de comunicación es una vía esencial del desarrollo de la personalidad".14 A esto agregamos que un proceso realmente educativo tiene lugar solamente cuando las relaciones humanas que se producen no entienden la comunicación como una mera transmisión de información, sino como intercambio, interacción y forma de influencia mutua, si se quiere propiciar el desarrollo de la personalidad.
CONCLUSIONES
Con vistas al desarrollo de la equidad en la sociedad del futuro es imprescindible el uso consciente de la comunicación educativa en la enseñanza y el aprendizaje de la igualdad de deberes y derechos de la mujer y el hombre desde las edades más tempranas, como parte de su educación para la sexualidad, que ha de tener un efecto preventivo en la aparición de embarazos adolescentes.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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2. Blum RW, Nesnick MD. Adolescence sexual decisión making: Contraception, Pregnancy, Adoption, Motherhood. Pediatric Annals. 1982;11(10):797-805.
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4. Alan Guttmacher Institute. Issues in Brief. New York: AGI; 1996 [cited: Jun 16 2012]. Available from: http://www.guttmacher.org/pubs/ib12sp.pdf
5. Rodríguez J, Hopenhayn M. Maternidad adolescente en América Latina y el Caribe. Tendencias, problemas y desafíos. Boletín Desafíos. 2007(4):4-9. [citado: 16 de junio de 2012].Disponible en: http://www.unicef.cu/docs/06_03_02_02_c.pdf
6. Landívar TE. Comunicación educativa. Reflexiones para su construcción. Rev Alternativas. 1992;6(8):38-45.
7. Jaskiewicz JA, Ararney ER. Pregnancy during adolescence. Pediatr Rev. 1994;15(1):32-8.
8. Louro Bernal I. Modelo teórico metodológico para la evaluación de salud del grupo familiar en la atención primaria [Tesis para optar por el grado de Doctora en Ciencias de la Salud]. La Habana: Escuela Nacional de Salud Pública; 2004.
9. Ministerio de Salud Pública. Manual de Prácticas Clínicas para la atención Integral a la Salud en la Adolescencia. La Habana: MINSAP; 1999.
10. Zamberlin N. Reflexiones sobre la doble protección en varones adolescentes de sectores populares. En: Susana Checa (comp.) Género, sexualidad y derechos reproductivos en la adolescencia, Buenos Aires: Paidós; 2003. p.37-54
11. Ascuy Morales AB. La educación de la sexualidad en el círculo infantil. una estrategia para su perfeccionamiento [Tesis para optar por el grado científico de Doctor en Ciencias Pedagógicas]. La Habana: ISPEJV; 2001.
12. Henriques-Mueller ME, Yunes J. Adolescencia: equivocaciones y esperanzas. En: Elsa Gómez Gómez (ed.), Género, mujer y salud en las América. Washington DC; OPS; 1993; publicación científica No. 541. p. 46-67.
13. Ortiz Torres E. ¿Cómo desarrollar La competencia comunicativa del maestro? Instituto Superior Pedagógico de Holguín. La Habana: MINED; 1999.
14. González Rey F. Personalidad y Comunicación: su relación teórica y metodológica. En: Investigaciones de la personalidad en Cuba. La Habana: Editorial Ciencias Sociales; 1987. p. 153-72.
Recibido: 20 de abril de 2011.
Aprobado: 3 de julio de 2011.
MSc. Olga Gloria Barbón Pérez. Facultad de Ciencias Médicas "Dr. Miguel Enríquez". Correo electrónico: delfinbarbon@infomed.sld.cu