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Humanidades Médicas
versión On-line ISSN 1727-8120
Rev Hum Med v.2 n.2 Ciudad de Camaguey Mayo-ago. 2002
Artículo |
Humanismo y asistencia benéfica en las "Cartas a Elpidio" de Félix Varela. Humanism and Beneficence in Félix Varela's "Letters to Elpidio". |
Autores |
Bárbara Barata Cardoso. Master en Ciencias. Escuela Militar Camilo Cienfuegos. Camaguey . Cuba. E.Mail: vildarm@reduc.cmw.edu.cu Vilda Rodríguez Méndez. Master en Ciencias. Universidad de Camagüey |
Resumen
En el presente trabajo se valora la presencia de la concepción humanista de Félix Varela en su obra "Cartas a Elpidio". Se toma como punto de partida al humanismo filosófico en su variante latinoamericana, ubicando a Varela en el lugar correspondiente al llamado "triángulo básico" de la filosofía cubana del siglo XIX. En particular, se hace énfasis en sus ideas acerca de la asistencia benéfica y de la subordinación del bien individual al bien común, cuestiones que aunque constituyen una línea temática permanente dentro del pensamiento vareliano obra, reciben aquí un tratamiento muy maduro, que no ha sido objeto de estudios precedentes. Asimismo se toman en consideración las condiciones y el momento histórico en que fue escrita la obra y las acciones benéficas, de asistencia social, que conjuntamente se generan.
PALABRAS CLAVES: HUMANISMO; FÉLIX VARELA
Introducción
La filosofía vareliana se inserta en el "triángulo básico del pensamiento filosófico cubano", integrado además por José Agustín Caballero y José de la Luz y Caballero.
Desde fines del siglo XVIII y hasta la segunda década del siglo XIX, prevaleció el reformismo filosófico de José Agustín Caballero, el cual se encontraba en correspondencia con el reformismo político imperante en esa etapa. A diferencia de la etapa precedente netamente escolástica, esta se caracterizó por el incremento del interés por temas filosóficos, que sin romper aun definitivamente con el escolasticismo, abrieron con la crítica a este tipo de pensamiento, las puertas al pensamiento moderno.
El padre José Agustín Caballero, considerado justamente nuestro primer filósofo, marca con su obra Filosofía Electiva, el inicio del ascenso de la filosofía cubana. En una etapa de radicalización posterior, expresión del proceso de maduración política con la aparición de las ideas independentistas, la filosofía en Cuba adquirió un nuevo estilo con la figura de Varela.
Varela se proponía brindar con su lógica a la joven generación de intelectuales cubanos un arma metódica para romper con los sofismas escolásticos, fomentando tanto la racionalidad del pensamiento como la necesidad del experimento para lograr el verdadero saber científico.
Probablemente una de las aristas más divulgadas del pensamiento vareliano y tal vez menos comprendida por los profanos, nos llega a través de aquel epíteto caracterizador y enrevesado, expresado por su discípulo y cercano colaborador José de la Luz y Caballero: "Fue el primero que nos enseñó en pensar". Es precisamente este juicio de su figura, el que le confiere un lugar definitivo en la Historia de la Filosofía y de la Pedagogía cubanas. Frente a la enseñanza dogmática y especulativa de la escolástica, Varela promueve un método, en el que la razón es insustituible en la reflexión filosófica y en la enseñanza. (i)
Las primeras obras de Varela ya revelan la proyección ascendente de su pensamiento. En su primera obra Instituciones de Filosofía Ecléctica, publicada entre 1812 y 1814, se aprecia la huella de las enseñanzas de su maestro, el Padre José Agustín Caballero. En Elenco Filosófico (1816), se percibe la influencia del empirismo francés del siglo XVIII. Las Lecciones de Filosofía y Miscelánea Filosófica corresponden a un período posterior y en ellas se evidencia la madurez y originalidad del pensamiento vareliano.
Las Lecciones fueron consideradas por mucho tiempo una de las mejores obras filosóficas escritas en español durante esta etapa. Pero la grandeza de las lecciones fue superada en madurez y profundidad política por sus Cartas a Elpidio, de suerte y trascendencia muy distintas a sus trabajos anteriores. Esta fue la obra que marcó la completa madurez del pensamiento político- social de Félix Varela.
Muchas son las páginas que se han dedicado al pensamiento de Varela, sin embargo, por muchas razones que no es nuestro propósito exponer en este trabajo, las Cartas a Elpidio han permanecido casi olvidadas. Entre los trabajos dedicados al estudio de esta obra, merecen especial consideración el ensayo de Emilia Gallegos "No hay Patria sin virtud" y Prólogo a las obras de Félix Varela, de Eduardo Torres- Cuevas. La perspectiva desde la que se abordan las Cartas en el presente trabajo, no tiene antecedentes en la bibliografía consultada.
Desarrollo
Las Cartas Elpidio fueron escritas curiosamente mientras su autor se encontraba fuera de Cuba, en el exilio; en el mismo lugar y similares circunstancias en que muchos años atrás su primer maestro, el padre O'Reilly, le inculcara al niño Félix Varela, el amor a la Patria, a la religión católica y el desprecio a los prejuicios raciales. Su publicación comenzó en el 1835, año en que vio la luz el primer tomo, que trataba de la impiedad. El segundo tomo, dedicado a la superstición, se publicó en el año 1838, y el tercero, que debía referirse al fanatismo, no llegó a ver la luz, pues la indiferencia primero y la mala voluntad después, conque fueron recibidos los dos tomos iniciales de la obra, disuadieron a Varela de entregar a la imprenta el último.
No fueron por supuesto, el corto alcance de esta obra, la fallida selección de su problemática, o la insipidez de su autor para contarla, las causas de la poca suerte que tuvo su edición, pues como se ha dicho antes fue un trabajo, acusador de la gran madurez que el pensamiento vareliano ostentaba entonces; de extraordinaria lucidez y originalidad literarias en el abordaje de una temática que justamente se ubicaba en el epicentro de los conflictos socioclasistas y nacionales de la época. Pero sin lugar a dudas esta valiosa semilla encontró que su lugar de destino era un terreno baldío, de condiciones muy adversas, en el que a pesar de los esfuerzos de algunos interesados y amigos del presbítero, no podía germinar. Tales condiciones, son valoradas de manera sintética y profunda, por Eduardo Torres- Cuevas en la Nota de Presentación a la edición cubana de 1997 de Cartas a Elpidio. (1)
En la obra, Varela parte del profundo pesar que le infligía el enfrentamiento entre católicos y protestantes en el mundo anglosajón, en su versión norteamericana. La discriminación de las minorías católicas frente a las intransigencias del protestantismo, iba más allá de los límites de la fe. La decepción que tales circunstancias provocaron en el espíritu noble y virtuoso del presbítero, no impidieron a su sagaz mirada percibir mucho más de lo que el enfrentamiento religioso traslucía: " Es a través de la polémica con los protestantes, representantes de la elite e ideología dominantes norteamericanas, donde Varela reafirmó que en la tradición católica criolla- hispana existían valores y fuerzas morales de más sólidas y humanas raíces que las que presentaba en su tiempo el mundo protestante anglosajón que giraba alrededor del dinero, por el dinero y para el dinero." (1)
En su carta acerca de la impiedad, el filósofo alerta: "Con oprobio de la naturaleza humana se empieza a predicar por todas partes la necesidad de oprimir a los pueblos, en vez de predicar la de no exasperarlos. No se omite sofisma de ninguna clase para alucinar a la multitud, cuya razón poco ejercitada cede a los impulsos de la imaginación, que se procura acalorar con las terríficas imágenes de tantos desastres. Recuérdanse los gemidos de las víctimas pero no se recuerdan los golpes de sus inmoladores; no se recuerdan las causas de tantos sacrificios, antes se inventan otras que sean menos odiosas y que cubran con el velo de prudencia los efectos de la perversidad. De este modo, se encadenan y aprisionan los pueblos, mi caro amigo, e importa nada que las llaves de esa horrenda cárcel estén en una o en muchas manos." (2)
Luego, en las cartas dedicadas a la superstición, asevera: "Por más protestas que hagan los gobernantes, el placer de mandar es una miseria de la naturaleza humana de que no pueden librarse. De aquí la tentación de infringir las leyes y las especiosas razones que encuentran para hacerse superiores a ellas... Son, pues, los buenos gobernantes unos hombres justos, que resisten y vencen una tentación muy poderosa, y ya se echa de ver que son muy raros, por desgracia del linaje humano." (2).
Desde luego que la propia radicalidad del manuscrito, enfilado contra los más reaccionarios intereses de la oligarquía cubana de los mil ochocientos treinta, decidió la suerte que corrió su salida de las prensas y sobre todo su venta limitada, cuyos beneficios económicos eran esenciales para el sustento y el posterior trabajo del autor. (ii) Su tirada no se divulgó y la poca propaganda que se le hizo no fue elogiosa, sino todo lo contrario. Solamente Luz y Caballero, fiel a su maestro hasta el fin de sus días y sensibilizado con las ideas expuestas en ella, la defendió.
Por su parte Varela, al interrumpir definitivamente su trabajo sobre esta obra- de lo cual probablemente sus adversarios se sintieron muy satisfechos- privó a las venideras generaciones de cubanos de una parte importante de su legado a la historia de las ideas en Cuba. (iii) Al mismo tiempo, este evento abrió en su pecho una herida que no cerró nunca. De ello dan fe las múltiples cartas en que interpela a Luz y Caballero una y otra vez acerca de la venta de la obra, expresando su desconcierto ante la triste realidad que el fiel amigo ya no podía ocultar.
Por su parte, el título de la obra, también ha suscitado no pocas discusiones. Para la mayoría de los que le han dedicado esfuerzos a su estudio, queda claro que se escogió Elpidio, término proveniente del latín, el cual significa etimológicamente esperanza. Varela, convencido de que la juventud era la esperanza de Cuba, de su salvación patriótica, le dedica a ella sus cartas. La Historia demostró que el filósofo no estaba errado y las generaciones que le sucedieron y que llevaron a cabo las luchas emancipadoras, teniendo como bandera el ideal de justicia social que él en sus Cartas... proclamara, no le defraudaron.
Por su parte, Emilia Gallegos afirma la existencia de un tercer receptor: "En lo personal, estoy convencida de que sí, que este tercer receptor es un ser real, tanto que puede reconocerse como "el otro" sujeto de una experiencia compartida." (3). Esta tesis se basa según su autora, en el hecho de que "en más de una ocasión Varela abandona la forma impersonal y se relaciona con su interlocutor ausente aludiendo a realidades vividas en común o que pueden serlo...". (3) Semejante punto de vista, aunque pudiera estar en lo cierto, es probable que no pase de ser- como ella misma admite- un recurso literario utilizado por Varela. Por lo tanto, la suposición de que tras Elpidio se esconda un ser real de carne y hueso, no pasa de ser una simple hipótesis.
En el prólogo de la obra, Varela deja claro el propósito de la misma: " Mi objeto, sólo ha sido, como anuncia el título, considerar la impiedad, la superstición y el fanatismo en sus relaciones con el bienestar de los hombres, reservándome para otro tiempo presentar un tratado polémico sobre esta importante materia. " (2). Más allá de su objeto político, expresado en estricto lenguaje religioso, se evidencia aquí, una amplia plataforma axiológica, de profundo contenido humanista, que apuntala lo expresado anteriormente. En este mismo sentido, apunta la afirmación de Eduardo Torres- Cuevas acerca de que "el problema religioso no es fundamental ni en la motivación ni en los objetivos de la obra". (1)
Ciertamente, la motivación extrarreliogiosa- no antirreligiosa- de las Cartas a Elpidio, no se contradice con la posición de su autor a favor de la fe y la Iglesia católicas, por lo que este último aspecto no se debe absolutizar, parcializando la posición del presbítero. (iv) Es conocido que durante los largos años de silencio que rodearon a esta obra, su uso fue patrimonio casi exclusivo de la Iglesia, pero el mensaje humanista que la misma lleva implícito, trasciende los marcos de la simple religiosidad.
Desde sus Lecciones de Filosofía, Varela define a la sociedad como "un conjunto de hombres, que se prestan auxilio y conspiran todos a un bien general". (4) Cuando en sus Cartas a Elpidio, considera a la impiedad, la superstición y el fanatismo en sus relaciones con el bienestar de los hombres, es evidente que no lo está limitando a la visión sacerdotal, que para este propósito podría resultar demasiado estrecha. Sino, más bien, esta idea se proyecta desde una perspectiva cívica y axiológica. Su confianza en la juventud, a la que dedica sus cartas, da fe de ello.
Desde luego que en la primera mitad del siglo XIX, la preocupación por el bienestar humano era una cuestión de la que sólo la Iglesia, instituciones independientes como la Sociedad Patriótica, o algún que otro ciudadano adinerado y filántropo, se hacían eco. Por tal motivo, las obras benéficas, recaían a menudo sobre los hombros del clero. A pesar de que en las ordenanzas de Cáceres, vigentes en Cuba hasta el siglo XIX, se pretendía que los gobernantes se ocuparan del bien público, empleando fondos estatales dispuestos para estos fines. (5) Esta disposición, proveniente de la Metrópolis, no estuvo siempre entre los primeros asuntos a atender por los gobernadores de turno en la Isla.
El pensamiento renovador del padre Varela está plagado de sus ideales de humanismo, equilibrio social y preocupación ilimitada por el desarrollo humano pleno en una nueva, justa y libre sociedad.
Es evidente la permanencia de esta línea temática a través de toda la obra del filósofo. Los primeros trabajos, se centran fundamentalmente en el tratamiento conceptual de la sociedad, la cooperación entre sus miembros, y la prestación de ayuda mutua como claves para la convivencia de los seres humanos. Las "Cartas a Elpidio", calan más profundamente el análisis teórico, orientándose además, hacia a la esfera de los valores. En esto se basa la aseveración de Emilia Gallegos acerca de que con esta obra "el pensamiento vareliano se sitúa en un plano de elaboración conceptual y axiológica que no encontrará paralelo hasta la aparición del pensamiento martiano." (3)
Para Varela los derechos y la dignidad personal del hombre, son la célula viva e irreproducible del tejido social. Deviene de ello que todo proyecto humano debe ser medible en términos sociales y apoyarse en ese hombre para que posea verdadero sentido y eficacia.
Es en el libro primero de las Cartas a Elpidio, dedicado a la impiedad, donde el filósofo trata con mayor sistematicidad esta problemática, que va desde la consideración de la impiedad como causa del descontento individual y social, hasta llamarla destructora de la confianza de los pueblos y sostén del despotismo.
Únicamente en una sociedad piadosa, regida por la virtud y los valores que inculca el cristianismo, recogidos en el Santo Evangelio, es posible según Varela, lograr el bienestar y la satisfacción de las necesidades humanas. A pesar de que reduce la causa de todos los males que aquejan a la sociedad al fenómeno de la impiedad, limitando de esta forma las posibilidades transformadoras de todo y todos los que están fuera de la doctrina que aquí se defiende, es incuestionable el profundo sentimiento humanista que lo anima en la descripción del modelo de sociedad a la que él aspira: "¡Qué feliz sería la sociedad, si poniendo freno a las pasiones y obedeciendo a una ley divina, se guiasen los hombres por los sentimientos de justicia y amor mutuo! Las diversas clases no serían entonces unos ejércitos que prueban sus fuerzas y emplean todos sus recursos para destruirse; sino por el contrario, serían unas familias numerosas y bien gobernadas, que siendo partes de un cuerpo social perfecto y noble, conservarían un mutuo interés y aprecio. Huiría la envidia de la tierra y la discordia no se atrevería a asomar su horrible cabeza; la paz, hija de la inocencia extendería su feliz reinado, y los hombres libres de inquietudes trabajarían de acuerdo en la promoción del bien social... Encontrarían la flaquezas humanas en vez de fieras que se prevalen de ellas para destruir al débil, encontrarían sí... seres benéficos... de quienes recibirían una dulce corrección y eficaz remedio." (2)
Varela aspiraba a la más plena igualdad entre los hombres en cuanto a derechos y deberes sociales, pero dentro de la heterogeneidad social. Precisamente en la diversidad veía la riqueza y el componente indispensable de la integración social y humana. Así nos dice: "...aprenden los hombres a ser iguales sin dejar de ser diferentes... todos forman una familia, todos se consideran sujetos a leyes y libres de opresión y de injusticia..." (2)
La base de esa unidad y equilibrio sociales, las ve el filósofo justamente en la caridad, la beneficencia y la ayuda mutua que deben prestarse los hombres en la sociedad, lo cual insistentemente aconseja en aras de lograr el tipo de sociedad a que él aspira. Esto lo atestiguan sus palabras cuando expresa: "... recomendándoles la paz y la benevolencia, la mutua caridad,... conserva a los hombres en perfecta armonía, inculcándoles todos los deberes sociales y recomiéndoles que jamás falten al amor mutuo, que lejos de perseguirse deben prestarse todo auxilio". (2)
Asimismo, aunque declara resueltamente que "respecto a la vida eterna no hay más que una religión y una moral derivada de ella" (2); y de esta forma deposita en el cristianismo, en su variante católica, toda su confianza; reconoce la existencia de "hombres caritativos, sobrios y justicieros", que igualmente merecen aprecio por sus actos, en las sectas religiosas. Esta moral- de la cual admite que es correcta- no tiene desde su perspectiva valor ante Dios. De esta forma, distingue y así lo reconoce, la moral social de la moral religiosa. (2)
¿Y qué otra cosa hizo Varela, sino ser fiel en su acción a su pensamiento? Desde que oficiaba en la catedral y en la Iglesia del Espíritu Santo, en La Habana, en 1818, redactó por encargo de la Sociedad Económica Amigos del País, un grupo de sentencias, de reglas de urbanidad, fábulas morales y literarias para uso social.
Más tarde durante su desempeño parroquial en los Estados Unidos, se mantuvo ofreciendo servicio a los pobres. En la ciudad de Nueva York, en una parroquia compuesta casi totalmente por inmigrantes irlandeses pobres, fundó una escuela para niños y otra para niñas, cuyos estatutos establecían que los ingresos, después de pagar el gasto, debían ser para la Escuela del Domingo y para ropa para los niños pobres; organizó un círculo infantil y un orfanato de medio- pensionistas para hijos de viudas o viudos; fundó una asociación de mujeres costureras para vestir al que carecía de ropa y dar trabajo al que no lo tenía; estableció la asociación católica de Nueva York para la temperancia, que respondiera a uno de los problemas de aquella ciudad: el alcoholismo; visitaba sistemáticamente las casas de los fieles a su Iglesia, dándoles asistencia material y espiritual; visitaba enfermos en casas y hospitales, pasaba horas en el confesionario. Considerado un verdadero apóstol de la caridad, se despojó de sus más personales pertenencias (reloj, cubiertos de plata, sábanas y otros), para dárselos a los que eran más pobres que él.
También trabajó en la confección de un aparato para acondicionar el aire de los hospitales; proyecto que envió a Cuba y que fue publicado en La Habana en 1841. (2)
Entre los meses de junio a septiembre del año 1832 combatió y asistió a los enfermos víctimas de la epidemia del cólera, y luego continuó trabajando en el socorro y el asilo de los huérfanos, dejados por esa epidemia; en 1834 asistió a catorce musulmanes, apresados a bordo de un barco negrero en Boston; Prestó auxilio en los infructuosos intentos de sofocar el incendio del Convento de las Ursulinas en Cambridge; Atendió a varios contingentes de polacos, víctimas de la Santa Alianza, casi al mismo tiempo que escribía las Cartas a Elpidio; fue un permanente defensor de los indios norteamericanos, atropellados por los blancos; ideó un proyecto- que ni siquiera llegó a escribir- para mejorar las condiciones del Campo Santo y levantar en él una capilla para orar. (6)
Al mismo tiempo, continuó inculcando la ejecución de acciones benéficas, destinadas a su país de origen, por medio de la correspondencia con sus antiguos alumnos, que ocupaban diversas responsabilidades en la Isla.; y de sus artículo y otros trabajos escritos en el exilio, como es el caso de sus Cartas a Elpidio. En ellas indicaba el camino del amor para el servicio mejor: "No hay sociedad perfecta, sin amor perfecto". (2)
Advertía la necesaria utilidad del aliento hacia lo bueno y la reprobación a lo inadecuado en las relaciones sociales de los hombres: "Foméntase las buenas obras con premio y atérranse los vicios con castigos." (2)
Monseñor Céspedes considera que en el dominio de la teología, el pensamiento del presbítero fue inteligentemente conservador y tradicional; en el dominio de la Filosofía en cambio, fue renovador, ecléctico o electivo y utilitarista, capaz de incluir en primer lugar el cultivo de la virtud como la actividad más útil para la persona que vive y se desarrolla en determinado marco social y con el amor ayuda al prójimo como ente desarrollador de esa virtud. (4)
Asistir era para Varela, en primera instancia educar la conducta, crear valores morales individuales y comunes a la sociedad a través de su tesoro más preciado: la juventud, y así lo dejó expresado: "El gran secreto de mejorar a la juventud, sacando partido de sus talentos y buenas disposiciones, consiste en estudiar el carácter individual de cada joven y arreglar por él nuestra conducta. La oposición que se hace a un joven, si queremos que produzca buen efecto debe ser casi insensible, y es preciso procurar que él mismo sea su corrector." (4)
En ese mismo sentido está orientado su más sublime mensaje a la juventud, a través de un consejo que da a Elpidio: "Diles que ellos son la dulce esperanza de la Patria, y que no hay Patria sin virtud...". (4) Reafirma aquí mismo su compromiso con esa gran comunidad que él reconoce en la Patria, cuando expresa que hará con su último suspiro un voto fervoroso por la prosperidad de ella. Eso le ha valido ser considerado por Cintio Vitier como "el gran servidor de la comunidad y de la Patria." (7)
Varela mostró que la conquista de la voluntad y la entrega total y desinteresada al servicio de la sociedad, sólo es posible lograr conocerla y conmover a sus miembros, con métodos eficaces, como la persuasión y el convencimiento, teniendo en cuenta, al conocimiento previo de las capacidades, intereses, características y por demás, las expectativas de sus miembros. Nunca imponiendo un punto de vista o tomando a su interlocutor como contrario al que hay que combatir, o simplemente por mera lástima auxiliar, para que lleguen al razonamiento, a las conclusiones que se deseen en un determinado proyecto social. Propugna desde sus Cartas... la necesidad de conocer lo más objetiva y acertadamente la realidad, que está allí donde está la comunidad con sus entes. Es por eso que considera que "la voz de los pueblos aún da más fuerza a los argumentos que la sana filosofía." (2)
En el potencial humano por desarrollar hay enemigos, cuya erradicación o disminución favorece la incorporación social de los individuos; estos son una constante en el mensaje que trasmite en sus Cartas a Elpidio. Su autor piensa que la nocividad de la ignorancia, la carencia de ilustración, la ausencia de virtud, favorecen al despotismo, o a su "natural sucesor": la tiranía. Igualmente considera que tanto la impiedad, como la superstición y el fanatismo, llevan a la destrucción del género humano.
Deja bien claro que la sociedad es de todos y para todos y que aquellos que dañen conscientemente el objetivo común serán rechazados por ella: "La repulsa social existe y existirá siempre y es más enérgica que todas las leyes."(2)
Su honda proyección humana y social, aun perdurable en el tiempo, es precedida por la convicción de la necesidad de fomentar el talento humano y la capacidad creadora del individuo. Así lo evidencia al decir que "el hombre nunca pierde el sentido de la justicia y el feliz impulso que lo dirige hacia la verdad" (2)
El optimismo humanista de Félix Varela ofrece la posibilidad de lograr sociedades más justas e igualitarias, al orientar una vía acertada de dignificación humana de los pueblos; la conformación de una ética, que permita la transformación de las circunstancias que deshumanizan a las grandes masas.
Con su pensamiento y sus acciones, mostró que la condición humana, para él es suprema, que merece el respeto, apoyo y asistencia que le son inherentes; y su cumplimiento por los hombres, en cualquier lugar y circunstancias es lo que los hará más dignos en su condición, más virtuosos y preparados para el recorrido hacia la igualdad plena.
Conclusiones
El pensamiento de Félix Varela constituye uno de los pilares fundamentales de la Filosofía en Cuba, tiene lugar en un momento crucial de nuestra historia, refleja los problemas esenciales que agobian a sus contemporáneos y por lo tanto su estudio en relación con los antecedentes teóricos del Trabajo Social en Cuba es impostergable.
Las Cartas a Elpidio de Varela, constituyen una obra muy madura, la cual ha sido poco estudiada, en comparación con el resto de la obra del filósofo.
En esas Cartas... se expresan ideas que muestran humanismo de su autor, el tratamiento de la asistencia benéfica y su concepción acerca de la subordinación del bien individual al bien común.
Hay en esta obra, como su propio nombre lo indica, una presencia esencial: la esperanza. Ella lo animó en la búsqueda constante del deber ser de la sociedad cubana. Sin ese propósito, se perdería la más genuina capacidad que hizo al hombre gigante: alcanzar lo que soñó ser. Esta, llamémosle utopía vareliana, le hace depositar su confianza no sólo en los jóvenes por su edad biológica, sino en los jóvenes de espíritu, es decir, en todos aquellos que se sintieran capaces de llevar a cabo su proyecto de justicia social, independencia y espiritualidad creadora.
Summary
The presence of Félix Varela's humanistic position in his work "Letters to Elpidio" is appraised in this work. Philosophical humanism in its Latin American variant is taken as a starting point, placing Varela in a position corresponding to the so-called "basic triangle" of Cuban philosophy in the XIX century. In particular, emphasis is made in his ideas about beneficence and the subordination of individual well-being to common well-being, issues that although they constitute a permanent thematic line in Varela's thought; receive a very mature treatment in this work, even more mature than that of precedent studies. Also they take into consideration the conditions and the historical context in which this work was written and the beneficent actions, of social assistance that are consequently generated.
KEY WORDS: HUMANISM; FÉLIX VARELA.
Recibido: 15/01/02 Aprobado: 20/4/02
1. Torres Cuevas E. Félix Varela y Morales: Orígenes de la ciencia y la con-ciencia cubanas. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; La Habana, 1997. p. 3-36, 362-363.
2. Varela F. Obras en 3 tomos. La Habana: Editorial Cultura Popular; 1997. Tomo III. P. 16-17, 20, 34-35, 129, 224.
3. Gallegos Alfonso E. No hay Patria sin virtud. La Habana: Editorial Unión; 1997. p.44, 61.
4. De Céspedes CM. Teología y tradiciones nacionales. Revista Enfoque 1999; 68: 32- 41.
5. Pichardo H. Documentos para la Historia de Cuba. Tomo I. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales; 1971. p.110-111.
6. Reyes Fernández E. Félix Varela (1788- 1853). La Habana: Editora Política; 1989. p.73.
7. Vitier C. Varela: un precursor. Granma; Octubre 14, 1981.
Bibliografía
Guadarrama González P. El pensamiento filosófico de José Agustín Caballero, Félix Varela y José de la Luz y Caballero. En su Valoraciones sobre el pensamiento filosófico cubano y latinoamericano. Ciudad de La Habana: Editora Política; 1985.
Rodríguez R. Cuba: La Forja de una nación. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales; 1998.
Santana JG. Félix Varela, Ciudad de La Habana, UNEAC, 1982, p. 122.
Torres - Cuevas E. Antidogma, conciencia y patriotismo en Félix Varela. Anuario del Centro de Estudios Martianos 1989; 12.
(i) A propósito de Luz y Caballero, hay que decir que fue este uno de sus más fieles amigos y vehementes defensores, sobre todo en una de las etapas más difíciles de la vida de Varela: los años 30.
(ii) Véase al respecto, la carta que escribe a José del Castillo, con fecha 16 de enero de 1836. En la misma Varela le dice a este amigo: "Yo no me he atrevido a mandar ni una línea del 2º. Tomo ( de las Cartas ) a la imprenta hasta no saber si cuento con recursos, los que de obtenerse espero me remita U cuanto antes. Los pobres tenemos que andar con todas esas precauciones".( Varela, Félix, Epistolario, en Torres- Cuevas Eduardo et all., 1997, T. III, p. 220). También se evidencia su apuro económico en las cartas que escribe por esta época a José de la Luz y Caballero. Pero de esas se hablará más tarde en este mismo epígrafe.
(iii) Hay que considerar además, el silencio que durante más de un siglo recayó luego sobre los dos tomos publicados en 1835 y 1838, respectivamente, los cuales sólo alcanzaron una segunda edición en 1944. (Ver: Torres- Cuevas, Eduardo, ob. Cit., p. IX)
(iv) El Dr. Luis Álvarez Álvarez en su artículo titulado "P. Varela: "Cartas a la esperanza", publicado por la Revista Enfoque, enfatiza este aspecto, apoyándose en la posición del propio Varela cuando dice: "Diríase que escribo una diatriba contra el clero, siendo uno de sus miembros. No, mi amigo yo escribo su defensa y si acaso tengo que reprimir algún sentimiento para hacerlo con imparcialidad, es el afecto a mis compañeros y el amor a mi estado, amor nutrido por treinta y tres años, en los cuales no ha habido un solo momento en que me halla pesado ser eclesiástico y muchos en que me he gloriado de serlo." (Ver: Álvarez Álvarez L. "P. Varela: "Cartas a la esperanza", en Enfoque, octubre- diciembre, 1997, Año XVII, N0. 60, p. p. 2- 7).