De todos es conocido que la comunicación es la última fase del proceso de Investigación científica. Un estudio no puede considerarse finalizado hasta que no se hayan difundido sus resultados en la generalidad de las ciencias.
Estas publicaciones constituyen un indicador clave para medir la realización científica de una institución, no solo por el volumen sino por la calidad e impacto de los resultados presentados, aspectos que influyen directamente en su prestigio y visibilidad; sin embargo, aun de constituirse Cuba, como un referente a nivel regional y mundial tanto en la docencia médica como en la práctica asistencial, llama la atención que las revistas biomédicas cubanas no tengan un sólido posicionamiento en bases de datos de primer nivel como Scopus o Web of Science. En el caso de la primera, hay indexadas solo 19 revistas y en las bases de datos de la corriente principal de la Web of Science, no aparece ninguna.
Las Universidades de Ciencias Médicas tienen entre sus prioridades fomentar investigaciones referidas a la docencia médica, la Biomedicina, las Ciencias Básicas y las que se derivan de la Atención Primaria de Salud (APS), dirigidas en su conjunto al estudio de los problemas y al mejoramiento continuo del estado de salud de la población.
No obstante, es necesario llamar la atención sobre la existencia de algunos factores que atentan contra la cantidad y calidad de las publicaciones que hoy se promueven.
Alrededor del mundo académico, investigadores y docentes constituyen los principales creadores de proyectos de investigación y artículos científicos, pero en múltiples ocasiones solo exponen como datos de filiación aquellos que consideran relativos al Centro para el que laboran, y restan con ello la visibilidad de la universidad a la cual se insertan estas instituciones.
Asimismo, existen profesionales que solo publican ante el incentivo de ascender a una categoría docente y/o científica o para lograr una mejor calificación en la evaluación anual de su desempeño profesional, por lo que envían sus manuscritos como monografías o revisiones de un tema (sin previa solicitud editorial) a revistas de poco prestigio o con bajos niveles de indexación, argumentado en la prontitud con que pueda concretarse la publicación.
De igual modo, están aquellos que refieren carecer de los conocimientos necesarios para escribir sus originales, y ni siquiera lo intentan; mientras otros que refieren escribirlos, culpan a las revistas de realizar trámites editoriales dilatorios, que como resultado terminan por rechazar los trabajos por no presentar una metodología adecuada o no ser científicamente aceptables o, en el mejor de los casos, indican realizar correcciones que prolongan aún más el ya lento proceso editorial; a todo esto se adiciona la morosidad de los autores para responder a esas observaciones.
Al respecto, queda claro que los comités editoriales y editores de revistas científicas seleccionan los manuscritos, basados en criterios e indicadores de calidad reconocidos por las bases de datos más importantes a nivel mundial: novedad científica, originalidad, alcance e impacto de los resultados, colaboración, internacionalización, entre otros; por lo que aquellos artículos que provengan de proyectos de investigación aprobados por los consejos científicos institucionales y tributen a tesis de grados científicos, tendrán una mayor prioridad.
En resumen, sean unas u otras las razones que afectan las publicaciones, el problema tiene su origen más atrás en este proceso, pues para que existan artículos originales tienen que suscitarse, inicialmente, proyectos de Investigación dirigidos a resolver verdaderos problemas científicos, y no aquellos que popularmente llamamos “…un poco más de lo mismo”.
Es preocupante el número de profesionales que persigue el grado de maestría y/o doctorado, y a pesar de tener que titularse luego de la defensa de una tesis, no siempre devienen proyectos inscriptos en el plan de investigaciones institucional. De igual forma, se encuentran los trabajos de terminación de especialidades que, si bien deberían derivar de tareas de los proyectos de sus tutores, no siempre ocurre así.
Por todo lo anteriormente expuesto, y a criterio de los autores, la academia debe valorar alternativas que permitan generar mecanismos de motivación y control para que investigadores y docentes se encaminen a diseñar, desarrollar y promover proyectos científicos de calidad, que culminen en publicaciones de impacto. Ello, sin dudas, enriquecerá el prestigio de quienes lo realicen, de las universidades en las que se originen y, por supuesto, será irrefutablemente un desarrollo para las ciencias.