Introducción
En todo el mundo se han reportado pacientes que ante una enfermedad o condición han tenido ideas e incluso acciones fatales. Por ejemplo, en Dinamarca se evidenció una asociación entre el intento de suicidio frente a algunas enfermedades neurológicas, como el accidente cerebro-vascular (OR: 3,1), Huntington (OR: 8,8), esclerosis lateral amiotrófica (OR: 5,0), Parkinson (OR: 2,9), Alzheimer (OR: 4,8), entre otras.1 En Francia se reportó que los pacientes con Parkinson tuvieron 1 % y 4 % para suicidio completado e intento; respectivamente.2 En Gran Canaria el 30 % de los pacientes tuvo tentativas suicidas y el 49 % ideación suicida.3 En Shandong se encontró que el 69 % de los adultos mayores con enfermedad crónica tuvo ideas suicidas.4 En Taiwán incluso se ha llegado a 60 % de mortalidad por suicidio en pacientes con insuficiencia cardiaca.5 En EEUU se mostró que pacientes con enfermedades cardiovasculares presentan mayor ideación suicida (p<0,001).6
Perú no escapa de lo antes señalado, se reportaron múltiples investigaciones que muestran situaciones similares, como que uno de cada cuatro adultos mayores con enfermedad crónica tiene depresión establecida,7 que el 28 % de los pacientes de 16-30 años presentó muerte por suicidio asociado a depresión severa8 y que, el 12 % y 100 % de los pacientes diagnosticados con VIH tuvieron ideación suicida o algún grado de depresión; respectivamente.9
Esto no solo se puede ver en casos de enfermedad comprobada, sino también, en situaciones estresantes que se han vivido en los últimos años, como las epidemias de zika, chinkunguya, dengue, enfermedades no transmisibles y morbilidades psicológicas.10 Lo anterior podría deberse a la alta capacidad de transmisión, a la declaración de emergencia sanitaria mundial, entre otras.11 Además, el pánico se incrementa por la proclamación de medidas extraordinarias en los diferentes países: el cierre de fronteras, el aislamiento social, la cancelación de eventos masivos, el desabastecimiento temporal en algunos casos; lo que provoca reacciones negativas en la población, como el pánico, el miedo, el temor a infectarse ellos mismos o a sus familiares.12 Todo eso en conjunto podría llevar a pensar e incluso a tomar decisiones fatales, como el suicidio.
El objetivo de esta investigación es determinar las características y factores asociados a la percepción de fatalismo ante la infección del COVID-19 en pobladores de 20 departamentos del Perú.
Material y Métodos
Se realizó un estudio transversal analítico y multicéntrico en el mes de marzo del año 2020 en 20 departamentos peruanos: Arequipa, Ayacucho, Cajamarca, Pasco, Lambayeque, Ancash, Cusco, Junín, Huánuco, Ica, Loreto, Lima, Piura, Ucayali, Puno, Tacna, Moquegua, San Martín, Huancavelica y La Libertad, los que son los más grandes e importantes del país, por lo que, se puede considerar que se tuvo una representatividad importante.
Para el estudio se tomó una muestra no aleatoria, a través de un muestreo de tipo bola de nieve, en donde cada uno de los autores envió la encuesta (en formato virtual) a sus contactos cercanos (familiares y amigos de la carrera de medicina), luego estos contactos lo pasaron a otros y, así, hasta poder llegar a una muestra mínima de 2 422 personas; ya que, se calculó el tamaño basado en la mínima cantidad requerida para una diferencia del 3 % entre los cruces (48 % versus 51 %), con una potencia estadística del 84 %, un nivel de confianza del 95 % y para una muestra única (debido al diseño transversal analítico).
Luego se aplicó los siguientes criterios de inclusión: personas con residencia en las sedes anteriormente mencionadas en el momento del estudio, que mostraron interés por participar en la investigación; y que reportaran tener o no algún riesgo para una complicación por COVID-19 (ser anciano, paciente oncológico, o con alguna enfermedad hipertensiva). No hubo exclusiones.
Finalmente, la muestra quedó constituida por 2 466 personas.
La investigación se basó en la aplicación de un cuestionario que mide la percepción o creencia de posibles situaciones después del contagio por COVID-19, a través de 7 ítems (figura 1). Todos tenían la posibilidad de 5 respuestas (muy en desacuerdo, en desacuerdo, indiferente, de acuerdo y muy de acuerdo). Fue validado en 5 pasos: Primero se consultó la literatura internacional, luego se tomó en cuenta la opinión de 30 expertos (infectólogos, internistas, intensivistas, epidemiólogos, entre otros). Posteriormente, se sometió a una comprobación estadística, en donde se evaluó la evidencia de validez y la cuantificación de la relevancia en casi 400 encuestados a nivel nacional; en este paso se observó una buena representatividad y claridad.13
La estadística mostró que el KMO (0,779) y Bartlett (p < 0,001) fueron buenos y estadísticamente adecuados. Con una varianza total de casi 60 % y que era explicada en 2 factores. El factor 1 estuvo compuesto por los ítems 4, 5, 6 y 7 de la encuesta y el factor 2 se compuso por los ítems 1, 2 y 3. Además, con análisis robustos una estructura factorial satisfactoria (X2 = 21,161; p = 0,007; CFI = 0,984; GFI = 0,996; TLI = 0,957; RMSEA = 0,067 y RMSR = 0,033). También se consideró la recolección de algunas variables importantes para poder generar la estadística analítica, como son: el sexo (masculino o femenino), la edad (en años cumplidos), el grado de instrucción (que para la estadística se categorizó en hasta secundaria o más de secundaria; esta última categoría incluía los estudios técnicos, los universitarios y el posgrado), la religión que profesa (se categorizó según las más frecuentes) y ser un paciente con algún riesgo para complicación por la enfermedad (adultos mayores, pacientes oncológicos, gestantes, enfermedades autoinmunes, inmunodeficiencias, enfermedades hepáticas y enfermedades cardiovasculares).
Se consiguió las encuestas mediante un test virtual en Google Drive, luego del cierre de la encuesta se procedió a un control de calidad de los datos, excluyendo los que no cumplían los criterios de selección (a 21 personas que no respondieron a la mayoría de las preguntas, a 23 personas que vivían en el extranjero y a 110 que eran menores de edad). Posteriormente se codificó la data y se la traspasó a una hoja en el programa Microsoft Excel (para Windows 2019). En dicha hoja se procedió a realizar una segunda depuración de la información, así como, un control de la calidad por cada sede. Después de eso se exportó la data al programa estadístico Stata (versión 11,1).
Se evaluó el Alpha de Cronbach, se obtuvo un 0,78 para los 7 ítems, a los cuales se describió mediante una figura de barras. Para la obtención de las razones de prevalencia ajustadas, los intervalos de confianza al 95 % y los valores p se hizo uso de la prueba de los modelos lineales generalizados; esto con familia de Poisson, la función de enlace log, modelos para varianzas robustas y con ajuste por cada una de las sedes de encuestados (cada población es particular en sus costumbres, ámbitos sociales y hasta en la forma de percibir y reaccionar ante la enfermedad). Para considerar como estadísticamente significativos a los valores p se fijó el punto de corte = 0,05.
En todo momento se respetó los parámetros éticos en la investigación, se les informó que su participación era voluntaria y las encuestas fueron anónimas (para respetar la privacidad de los encuestados y para darles certeza de que no podríamos identificarlos; para que pudieran responder con libertad sobre sus percepciones).
Resultados
De los 2466 encuestados el 86 % percibían que infectarían a sus familiares y amigos (36 % y 46 % estaban muy de acuerdo y de acuerdo, respectivamente), el 76 % percibían que se infectarían en el trabajo o centro de estudios (30 % y 46 % estaban muy de acuerdo y de acuerdo, respectivamente) y el 64 % pensó que tendrían una complicación (24 % y 40 % estaban muy de acuerdo y de acuerdo, respectivamente). Además, fueron altos los porcentajes de los que estaban muy de acuerdo o de acuerdo con que se deprimirían (36 %), que podrían fallecer (26 %), que esto es evidencia de que se acerca el fin del mundo (17 %) o que podrían tomar una decisión fatal (9 %). (Figura 2).

Fig. 2 Percepciones de fatalismo ante la infección del COVID-19 en pobladores de 20 ciudades del Perú
En los factores que se asocian en el modelo multivariado se encontró que las mujeres percibieron que se contagiarían en el trabajo/centro de estudios (valor p=0,020) o que luego ellas podían contagiar a sus familiares/amigos (p=0,004); a mayor edad hubo una mayor percepción de poder contagiar a sus familiares/amigos (p=0,007) o que se complicarían (p<0,001); los que tenían un riesgo para complicación por COVID-19 tuvieron una mayor percepción de poder contagiar a sus familiares/amigos (p=0,024) o que se complicarían (p=0,002); los agnósticos tuvieron una menor percepción de complicarse (p=0,012). (Tabla 1).
Tabla 1 Factores asociados a la percepción de infección, contagio y complicación por COVID-19.

*Esta variable fue tomada en su forma cuantitativa. Las razones de prevalencia (intervalos de confianza al 95 %) y valores p se obtuvieron con los modelos lineales generalizados, con la familia Poisson, función de enlace log, modelos robustos y ajustando por la sede de residencia.
**La religión católica sirvió como grupo de comparación versus las otras religiones. (En cada religión se muestran los resultados frente a esta categoría).
En otro modelo multivariado también se encontró que las mujeres perciben que se podrían deprimir si se contagian (valor p=0,020); a mayor edad hubo una mayor percepción de poder deprimirse (p<0,001) o que podrían morir (p<0,001); los que tenían un riesgo para complicación por COVID-19 tuvieron una mayor percepción de que podrían morir (p<0,001); los agnósticos tuvieron una menor percepción de deprimirse (p=0,007) o de que podrían morir (p=0,002); los ateos también tuvieron una menor percepción de deprimirse (p=0,045). (Tabla 2).
Tabla 2 Factores asociados a la percepción de depresión o muerte en caso de infección por COVID-19 en pobladores de 20 ciudades peruanas

*Esta variable fue tomada en su forma cuantitativa. Las razones de prevalencia (intervalos de confianza al 95 %) y valores p se obtuvieron con los modelos lineales generalizados, con la familia Poisson, función de enlace log, modelos robustos y ajustando por la sede de residencia.
**La religión católica sirvió como grupo de comparación versus las otras religiones. (En cada religión se muestran los resultados frente a esta categoría).
También se halló en el modelo multivariado con las dos preguntas finales que a mayor edad hubo una mayor percepción de tomar una decisión fatal si se infectaran (p=0,014); los que tenían un riesgo para complicación por COVID-19 tuvieron una mayor percepción de que esto es prueba del fin del mundo (p=0,039); pensar en suicidarse si se contagian fue mayor entre los evangélicos (p=0,048) pero menor entre los agnósticos (p=0,011); y percibir que esto es una prueba del fin del mundo fue mayor entre los evangélicos (p<0,001), los cristianos (p=0,025), los adventistas (p<0,001) y los de la Iglesia de los últimos días (p<0,001); pero fue menor entre los agnósticos (p=0,026) y los ateos (p=0,038). (Tabla 3).
Tabla 3 Factores asociados a la posibilidad de tomar una decisión fatal o pensar que esta situación es una prueba del fin del mundo

*Esta variable fue tomada en su forma cuantitativa. Las razones de prevalencia (intervalos de confianza al 95 %) y valores p se obtuvieron con los modelos lineales generalizados, con la familia Poisson, función de enlace log, modelos robustos y ajustando por la sede de residencia.
**La religión católica sirvió como grupo de comparación versus las otras religiones. (En cada religión se muestran los resultados frente a esta categoría).
Discusión
Hallamos que gran cantidad de personas pensaban que podrían fallecer, que esto es evidencia de que se acerca el fin del mundo o que podrían tomar una decisión fatal (uno de cada cuatro, de cada cinco o de cada diez; respectivamente). Estas percepciones muestran que un gran porcentaje de la población tiene mucho miedo y que podrían pensar en desenlaces fatales, por lo que, en pandemias como esta se debe brindar mucha información a la población, por medios confiables y entendibles; con el fin de propagar información correcta que evite el pánico.12 Esto debe ser manejado con el apoyo a la salud mental, tanto durante la crisis como posterior a ella, ya que, como se ha demostrado en otros desastres, es importante que el estrés post traumático sea medido e intervenido.14,15
La percepción al contagio en el trabajo/centro de estudios, que podrían contagiar a otros miembros de su familia/amigos o que se podrían deprimir fue mayor en las mujeres, muestra de que ellas son las que tienen un poco más de ansiedad y estrés en estas situaciones, lo que también ha sido estudiado en diversas investigaciones; en donde, las jóvenes presentan mayor estrés y agotamiento ocupacional en comparación con las de mediana edad y al grupo de los hombres.16 Esto también pudiera estar influido por la genética17 y la historia, se sabe que la estabilidad emocional está genéticamente asociada con el polimorfismo MAOA-uVNTR, y las mujeres son las que tiene mayor expresión de MAO-A, y por ende, revelan niveles más altos de inestabilidad emocional.18 En ese contexto, son también las que se hacen responsables del hogar, velando por el bienestar físico, emocional y espiritual de los miembros de su familia, así como, por el abastecimiento y las demás cuestiones que atañen a esta emergencia.17,18,19
A mayor edad hubo una mayor percepción de que podrían contagiar a otros miembros de su familia/amigos, que se podrían deprimir, que podrían morir o tomar una decisión fatal. Estos datos evidencian que los adultos mayores son los que se encuentran en mayor riesgo de generar cuadros graves por esta enfermedad.20 Se destaca la posibilidad de tomar una decisión fatal, esto por la vulnerabilidad a la depresión propia de la edad, que se origina en algunas circunstancias que viven y de otras patologías que puedan padecer,21 así como, por enfermedades crónicas que pudiesen padecer, que han sido ampliamente relacionadas con las ideas suicidas.4 Se añade el hecho de que un gran porcentaje de adultos mayores con enfermedad crónica tienen depresión establecida.7 Es por eso que se recomienda que el gobierno tome precauciones para que se le dé apoyo a la salud mental de esta población en específico.22
Los que tenían algún riesgo para complicación por COVID-19 tuvieron una mayor percepción de que podrían contagiar a otros miembros de su familia/amigos, que podrían morir o que esto es una señal de que se acerca “el fin del mundo”. Por consiguiente, esta población percibía que podría ser un factor de contagio para sus allegados, puesto que se sabe que tienen un riesgo incrementado para padecer síntomas graves de la enfermedad. Sin embargo, es importante notar que un buen grupo de ellos percibía que estos hechos eran muestra del “fin del mundo”, por lo que, habría que hacer estudios específicos para ver a qué se debe este pensamiento en la población más vulnerable.
Los agnósticos y los ateos tenían menor percepción de que se complicarían, que se podrían deprimir, que morirían, que tomarían una decisión fatal o que esto era prueba del “fin del mundo”. El resultado se puede atribuir a su creencia, porque, se ha visto que estos grupos creen más en la ciencia y en los hechos fácticos -en general-; para nada se quiere decir que los que siguen una religión no hagan eso, solo que los que siguen una creencia religiosa tienen a veces pensamientos que son guiados por sus libros y manuscritos sagrados, así como, por los líderes religiosos.23,24
Los evangélicos podrían tomar una fatal decisión o piensan que es una señal de que se acerca “el fin del mundo”, esto último también fue en mayor medida entre los que profesan el cristianismo, el adventismo y aquellos de la Iglesia de los últimos días. Algunas referencias nos muestran que algunos religiosos tienen niveles significativamente más altos de ansiedad, paranoia, obsesión y compulsión; en comparación con los ateos, los cuales tienen menos problemas mentales y problemas de salud física que los agnósticos.25
En consecuencia, no es pertinente afirmar que ser religioso sea un factor de riesgo en el desarrollo de una actitud fatalista. Sin embargo, pueden existir ciertas condiciones que influyan en la percepción de este grupo y que afecten de esta manera directamente su salud mental.26 Se sugiere que se investigue más este hallazgo, pues también podría ser motivo de estudio en profundidad y en una gran población, para poder hallar una causalidad.
El estudio tuvo como limitación el sesgo de selección, debido a que, no se puede extrapolar los resultados al Perú entero; sin embargo, por la gran muestra que se obtuvo, más la gran diversidad de sedes, se cree que esto puede ser un buen reflejo de lo que actualmente está ocurriendo en nuestro medio, e incluso, lo que podría estar ocurriendo en otros países con realidades similares.
Conclusiones
Se concluye que los factores asociados a una actitud fatalista en la pandemia del COVID-19 en el Perú son: ser mujer, tener mayor edad, ser paciente de riesgo y pertenecer a una religión; en contraste, los ateos y agnósticos tuvieron una menor percepción de fatalismo.
Recomendaciones
Se recomienda que cada realidad evalúe su contexto, que haga estudios de análisis situacional y que trate de colectar información en este momento de crisis; aun así, sabiendo que se tienen las limitaciones logísticas de la movilización restringida y del cese de otros entes administrativos importantes; igual es trascendente seguir teniendo estrategias de captura de datos para dar a conocer a la población mundial la situación que viene aconteciendo.