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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versão On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.11 no.2 La Habana maio.-ago. 2023  Epub 01-Ago-2023

 

Artículo original

La COVID-19 y los paradigmas de desarrollo

The COVID-19 and the Paradigms of Development

0000-0002-4140-4787Juan Valdés Zambrana1  *  , 0000-0003-3927-0959Hermes Jiménez Ortega1  , 0000-0002-6783-6123Mario Nodarse Rodríguez2 

1Universidad de Pinar del Río “Hermanos Saíz Montes de Oca”, Cuba

2Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas (Infomed), Cuba

RESUMEN

En el contexto actual de la pandemia de COVID-19 ha quedado evidenciada la necesidad de reanalizar una vez más los paradigmas de desarrollo predominantes a nivel mundial y, por tanto, el estatus de los diferentes grupos de países. Este no se puede identificar con el crecimiento económico, ni con el desarrollo económico, ni con determinados indicadores de consumo. A partir del análisis bibliográfico realizado y de datos tomados de fuentes oficiales de la Organización Mundial de la Salud, se impone argumentar algunas consideraciones acerca de lo que sería una concepción marxista al respecto y su confirmación práctica en tiempos de coronavirus. Se llega a la conclusión de que la humanidad tendrá que enfrentar grandes y multidimensionales retos en el futuro, lo cual exige de un cambio radical en la concepción del desarrollo, que esté más centrado en el hombre y en la protección del medio que le rodea y menos en la ganancia capitalista.

Palabras-clave: crisis sistémica global; desarrollo; mundo pospandemia; países en desarrollo; subdesarrollo

ABSTRACT

In the current context of the pandemic of the COVID-19, it has been evidenced the necessity of analyzing once again the predominant development paradigms at world level and, therefore, the status of the different groups of countries. This status cannot identify with the economic growth or the economic development or with certain consumption indicators. Starting from the carried out bibliographical analysis and the official data taken from the World Health Organization, it is necessary to argue on what a Marxist conception of development be in this respect and it practical confirmation in times of coronavirus. It is concluded that the humanity will have to face big and multidimensional challenges in the future, which will demand a radical change in the development conception, being more centered on the human being and the protection of the environment rather than on capital gains.

Key words: development; global systemic crisis; post-pandemic world; countries in development; underdevelopment

INTRODUCCIÓN

En la actualidad, como parte del proceso de globalización, se trata de homogeneizar un paradigma de desarrollo al estilo de los países llamados «altamente desarrollados». Históricamente han evolucionado diferentes concepciones acerca del desarrollo y el subdesarrollo. Tanto en Cuba como en otros países no son pocos los que asumen el desarrollo como crecimiento económico o desarrollo económico. En tiempos de la pandemia de COVID-19 esos paradigmas y concepciones han perdido mayor credibilidad aún. Igualmente resulta de gran importancia distinguir los países en desarrollo (como comúnmente denominan los organismos de las Naciones Unidas a los países del llamado Tercer Mundo o subdesarrollados.

Los intentos de imitar los paradigmas de desarrollo impuestos por los países «altamente desarrollados» han conducido (y continuarán haciéndolo( al deterioro acelerado mundial del medio ambiente, al agotamiento de los recursos naturales, y a la agudización de los problemas migratorios con las consecuencias de xenofobia y racismo que de ellos se derivan.

El objetivo del presente trabajo fue argumentar algunas consideraciones acerca de lo que sería una concepción marxista sobre el desarrollo de forma general y su confirmación práctica en tiempos de coronavirus a partir de datos tomados de fuentes oficiales de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En la bibliografía consultada se muestra cómo en Cuba existe una tradición de pensamiento marxista con respecto al desarrollo y el subdesarrollo. Resultan de gran importancia los planteamientos sobre el tema por parte de Guevara (1977), Rodríguez (1983), Castro (1988, 1995 y 1998). El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo también ha contribuido a concebir el desarrollo más allá de su aspecto económico (De la Osa, 1998), al elaborar el Índice de Desarrollo Humano (IDH). Importantes resultan las valoraciones realizadas por Ramonet (2020) y Díaz-Canel (2020 y 2021) acerca de las causas y el impacto de la pandemia a nivel mundial. Se utilizan diferentes fuentes estadísticas para la confirmación y ampliación de los planteamientos sobre el tema, como los ofrecidos por el Banco Mundial (2021), la Oxford Committee for Famine Relief (OXFAM) (2021), el Fondo Monetario Internacional (FMI) (2021), la Organización Mundial del Comercio (2021a, b) y la Organización Mundial de la Salud (WHO, por sus siglas en inglés, 2022).

En la investigación realizada se analizan los factores que, interrelacionados, han incidido en la magnitud y consecuencias económico-sociales de la pandemia que los países mal llamados «desarrollados» y «en desarrollo» no han podido evitar. Se exponen algunas ideas de lo que sería un mundo pospandemia y se llega a la conclusión de que la humanidad tendrá que prepararse para nuevas pandemias, crisis climáticas y otras eventualidades, provocadas, sobre todo, por el paradigma neoliberal, irracional y consumista de desarrollo, lo cual exige como alternativa una forma diferente de concebir el desarrollo.

La COVID-19 ha demostrado, entre otros aspectos, que el neoliberalismo, tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados, no ha tenido entre sus prioridades el gasto social, el cual ha sido insuficiente para enfrentar la pandemia actual y, como consecuencia, en muchos casos, han colapsado las instituciones sanitarias y fallecido millones de personas que pudieron ser salvadas.

Lo anterior contribuye a explicar que los paradigmas de desarrollo que han usado como base la vía capitalista, han tenido más en cuenta las leyes del capital, en lo concerniente a la ganancia, que las necesidades sociales.

DESARROLLO

Los paradigmas de desarrollo. Una concepción marxista

Primeramente, se hace necesario establecer la relación entre crecimiento económico, desarrollo económico y desarrollo social.

Crecimiento económico y desarrollo económico son dos conceptos diferentes. En la actualidad estos conceptos resultan objeto de frecuentes discusiones cuando se usan para caracterizar y calificar los cambios que se producen en la economía de un país o de una región determinada (Márquez, Cuétara, Cartay & Labarca, 2020).

Por «crecimiento económico» pueden entenderse los aumentos cuantitativos en los niveles de actividad económica, sin transformaciones estructurales o con transformaciones estructurales, que no garantizan el incremento de dichos niveles de forma autosostenida en el tiempo.

El «desarrollo económico» es, sobre todo, un proceso de cambio cualitativo en la actividad productiva y de servicios de la sociedad, que implica transformaciones no solo en cuánto y cómo se produce, sino también acerca de qué se produce.

Concebidos de esta forma, ambos conceptos resultan diferenciables, aunque entre ellos existan determinadas interrelaciones. En efecto, el desarrollo económico implica crecimiento, pero no todo crecimiento conduce al desarrollo económico. Para que el crecimiento provoque el desarrollo económico, este tiene que ser balanceado y autosostenido.

Históricamente se ha asumido como síntoma del desarrollo cualquier modificación estructural o distributiva de los países subdesarrollados sin valorar sus implicaciones esenciales. Estudios recientes confirman que el crecimiento económico es una condición esencial, pero no suficiente, para reducir la pobreza; y, de hecho, en algunos países que han tenido períodos de rápido crecimiento, se han agudizado la pobreza extrema y otros males.

Resultan de mucho interés y actualidad los planteamientos realizados al respecto por Rodríguez (1983) a inicios de la década de los años 70. El destacado economista cubano hace un análisis de la década de los 60 en América Latina, sobre todo en Brasil, y muestra cómo el crecimiento macroeconómico del 10-15 % iba aparejado de una mayor diferenciación social, de un descenso del salario mínimo, de un aumento simultáneo de los rascacielos y las favelas en algunas ciudades de Latinoamérica. O sea, que cuando este tipo de países parece crecer, no lo hace para la mayoría de sus ciudadanos. Esclarece cómo este crecimiento tuvo su origen en la alta tasa de inversiones extranjeras que iban en busca de aquellas zonas de la economía de una alta rentabilidad y que, al deformar la estructura económica, producían la falta de estabilidad en el crecimiento.

Márquez, Cuétara, Cartay y Labarca (2020) realizan una profunda sistematización de los referentes relacionados con los conceptos de «crecimiento económico» y «desarrollo económico», desde los clásicos de la economía política burguesa hasta la actualidad; sin embargo, utilizan indistintamente el último término y el de desarrollo.

El desarrollo social no es solo resultado del desarrollo económico, sino una condición del desarrollo económico. Únicamente puede lograrse el verdadero desarrollo cuando se pone en el centro, como agente y fin del hombre. O sea, que los aspectos sociales no pueden ir separados de los económicos; existe una interrelación entre ambos. Al respecto, Castro (1988) plantea: «No puede haber desarrollo económico en el socialismo sin desarrollo social […] No estamos en el capitalismo, ni podemos trabajar como en el capitalismo; tenemos que combinar desarrollo económico con desarrollo social» (p. 153).

En el contexto del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se utiliza el concepto de «desarrollo humano»; y este se concibe no solo como el ingreso y el crecimiento económico, sino que engloba también el florecimiento pleno y cabal de la capacidad humana, y destaca la importancia de poner a la gente (sus necesidades, aspiraciones y opciones) en el centro de las actividades del desarrollo. Es un proceso mediante el cual se amplían las posibilidades del ser humano (De la Osa, 1998).

La realidad histórica latinoamericana, como se planteó anteriormente, confirma estas ideas. El modelo desarrollista, de sustitución de importaciones, primer modelo de desarrollo generado desde y para una región subdesarrollada, no pudo lograr sus propósitos al no tener en cuenta estas ideas. Mucho menos lo ha logrado el neoliberalismo, el cual, si bien ha logrado avances muy discretos y de corto plazo en algunos indicadores macroeconómicos, ha aumentado la diferenciación social y ha deteriorado bruscamente los indicadores sociales que, en definitiva, alejan aún más las posibilidades del desarrollo económico y el desarrollo social.

La crisis del neoliberalismo no se manifiesta solamente en los signos evidentes de una crisis económica mundial de consecuencias sin precedentes en la historia, ni en el temor de estallidos sociales, sino también en el reconocimiento por parte de algunos Gobiernos e, incluso, organismos internacionales, como es el caso de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), de que si no existe cierta equidad no puede aumentar la competitividad de la economía y no se puede acceder al desarrollo económico. Al respecto, Castro (1995) plantea:

El neoliberalismo, doctrina de moda impuesta al mundo de hoy, sacrifica despiadadamente en los países subdesarrollados los gastos para la salud, educación, cultura, deportes, seguridad social, viviendas económicas, agua potable y otras necesidades elementales de la población; es decir, hace imposible el desarrollo social. (p. 3)

Las ciencias sociales están hoy en condiciones de demostrar que una concepción científica del desarrollo no puede reducirse a los niveles de consumo, ni al desarrollo económico; tiene que ser más integral y abarcar los aspectos económico, político, cultural, social, jurídico, institucional y, necesariamente, el aspecto ambiental, si es que se quiere garantizar el desarrollo, no solo a corto y mediano plazos, sino a largo plazo.

De forma general, los autores definen el «desarrollo» como un movimiento ascendente, multidimensional, desde una estructura económica, política, cultural, social, jurídica, institucional, científico-tecnológica y ambiental de la sociedad, que permite su crecimiento sostenido, sostenible y multilateral, orientado a proporcionar a cada uno de los ciudadanos igualdad de oportunidades para acceder a una vida decorosa y plena, transformándolos en seres humanos más saludables, cultos, participativos y solidarios con otros seres humanos.

Visto así, ¿se podría asumir como paradigmas de desarrollo el de los hoy considerados «países altamente desarrollados»? Por ejemplo, ¿Estado Unidos se podría asumir como un país desarrollado?, ¿un país que, siendo uno de los más ricos del mundo, mantiene en la pobreza a más de 40 millones de personas, donde murieron de forma violenta en 2019 más de 72 mil personas, donde ocurren con frecuencia hechos violentos en las escuelas, relacionados con la tenencia de armas de fuego y se propone como solución que los docentes y trabajadores de estas instituciones porten armas; el país mayor consumidor de drogas en el mundo; en el que más de 30 millones de persona carecen de seguro médico; que promueve un estilo de vida consumista, irracional, agresivo del medio ambiente; país en el que existe un racismo exacerbado? Se comprenderá que resulta muy cuestionable este paradigma de desarrollo, que esa no puede ser la aspiración.

Importante se hace determinar el estatus de los países del llamado Tercer Mundo, delimitar si estos son países en desarrollo o subdesarrollados. Para ello se necesita exponer estos dos conceptos. «Países en desarrollo», como comúnmente les llaman los organismos internacionales, son realmente aquellos que se encuentran en un proceso hacia el desarrollo; que realizan cambios, transformaciones en función de crear una estructura económica, política, cultural, social, jurídica, institucional y ambiental de la sociedad que les permita su crecimiento sostenido, sostenible y multilateral, que les proporcione a cada uno de los ciudadanos igualdad de oportunidades para acceder a una vida decorosa y plena, transformarlos en seres humanos más saludables, cultos, participativos y solidarios con otros seres humanos.

Sin embargo, esa no es la situación real que presenta el conjunto de países del llamado Tercer Mundo. Este conjunto de países -las estadísticas lo atestiguan-, no se encuentra en desarrollo, ni siquiera si se toma como referencia a los países que hoy se consideran «desarrollados»

Si se parte de las anteriores definiciones de «desarrollo» y de «país en desarrollo», siguiendo el pensamiento cubano al respecto, se asume entonces que el socialismo para estos países, si bien no es resultado del desarrollo de sus fuerzas productivas, sí es condición para el desarrollo y, por tanto, cuando un país se encuentra en la construcción del socialismo, se encuentra en desarrollo, como el caso de China, Vietnam, Corea del Norte, República Democrática Popular Lao, Cuba, Nicaragua, Venezuela, con sus diferentes características y niveles de desenvolvimiento.

La esencia de este proceso se refleja en los documentos del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (2017), al plantear el significado de sociedad socialista próspera y sostenible:

Nuestra sociedad socialista, en proceso de formación, es profundamente humanista y democrática.

Está orientada a superar definitivamente el sistema capitalista, cuya fuerza propulsora es el interés egoísta y consumista, en el cual la producción social se realiza a expensas de un creciente proceso de enajenación y diferenciación social, que convierte a las personas en instrumentos al servicio del capital, lo que provoca su deshumanización.

Su finalidad estratégica resulta el desarrollo integral del ser humano -individual y colectivamente-, con elevados valores y principios éticos, siendo imprescindible consolidar progresivamente las bases de las nuevas relaciones sociales.

La propiedad social sobre los medios fundamentales de producción es un rasgo esencial, característico de nuestra sociedad socialista.

Se define como próspera porque se aspira a un desarrollo económico y social que logre satisfacer integralmente las necesidades espirituales y materiales del ser humano, fomentando sus capacidades, iniciativa y creatividad, lo que supone la transformación de la estructura económica hacia niveles crecientes de competitividad, sostenibilidad de la vida, equidad y justicia social.

Por “desarrollo sostenible” se entiende el que satisface las necesidades de las generaciones presentes de manera que puede mantenerse o reproducirse por sí mismo, en especial en lo económico, social y medioambiental, sin comprometer la capacidad de desarrollo de las generaciones futuras, con equidad y justicia sociales. (pp. 4-5)

Como plantea Castro (1998), resulta un eufemismo llamarle a la mayoría de los países del Tercer Mundo «países en desarrollo». Debe llamarse no un mundo en desarrollo, sino más bien un mundo en subdesarrollo. La mayoría de estos países son subdesarrollados.

El subdesarrollo hay que entenderlo como una estructura económica, política, cultural, social, jurídica, institucional y ambiental de la sociedad, que frena e impide el desarrollo. Este significa, por tanto, incapacidad para el desarrollo. Como tendencia, no puede verse como una etapa en la evolución hacia el desarrollo, como lo definen los partidarios de las concepciones neoclásicas. La diferencia entre los países más pobres y los más ricos crece. Según los datos del Banco Mundial (2021), la diferencia entre el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de los 20 países más ricos y los 20 países más pobres fue en 2019 de 143 veces.

Guevara (1977) ofrece un concepto de subdesarrollo muy ilustrativo, al plantear:

Un enano de cabeza enorme y tórax henchido es subdesarrollo en cuanto a que sus débiles piernas o sus cortos brazos no articulan con el resto de su anatomía; es el producto de un fenómeno teratológico que distorsiona su desarrollo. Eso es lo que en realidad somos nosotros, los suavemente llamados “subdesarrollados”, en verdad países coloniales o dependientes. Somos países de economía distorsionada por la acción imperial, que ha desarrollado anormalmente las ramas industriales o agrícolas necesarias para complementar su compleja economía. (p. 28)

El subdesarrollo constituye la contrapartida del desarrollo económico capitalista. Para que existan países capitalistas llamados «desarrollados», tuvieron, tienen y tendrán que existir países subdesarrollados dentro de los marcos del sistema capitalista mundial.

Los llamados países capitalistas desarrollados han estructurado un sistema de dominación neocolonial que permite, a través de diferentes mecanismos, sobre todo financieros, como: la manipulación de las tasas de interés, la manipulación en la cotización de las monedas, etcétera, emplear nuevos métodos como la deuda externa, el neocolonialismo colectivo -utilizando al Fondo Monetario Internacional (FMI), al Banco Mundial (BM) y a otros organismos internacionales- y la fuga de capitales. Al mismo tiempo, arrecian los métodos tradicionales: el intercambio desigual, el proteccionismo -aunque en esta época neoliberal se aplica, sobre todo, imponiendo medidas no arancelarias-, el dumping y las inversiones directas, que garantizan un flujo estable de capitales desde los subdesarrollados.

Por otro lado, no puede concebirse un mundo capitalista con el nivel de los hoy llamados países desarrollados. ¿Qué sería del mundo si todos los países tuviesen el nivel de consumo per cápita de combustible y el nivel de emanación de gases tóxicos que poseen estos? La respuesta es obvia: las reservas de petróleo se agotarían en siete años y la contaminación se cuadruplicaría.

Claro está, el mundo subdesarrollado es muy heterogéneo. En él existen dos extremos y una media. En uno de los extremos se encuentran los NIC (Newly industrialized Countries), donde existen dos generaciones: una primera, denominada «Tigres Asiáticos» (Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán y Singapur); y otra, la de los «Dragones Asiáticos», donde se encuentran Tailandia, Indonesia, Malasia y Filipinas.

También se hallan otros países que algunos autores definen como de «desarrollo medio capitalista», al cual pertenecen Brasil, México, Argentina, Chile y otros. Este pequeño grupo de países concentra la mayor parte de la producción industrial de los países subdesarrollados.

En el otro extremo se encuentran aquellos que a nivel de la Organización de Naciones Unidas se consideran Países Menos Adelantados (PMA). Estos se caracterizan por presentar índices de subdesarrollo mucho más pronunciados.

Los demás países se ubican en un término medio entre esos dos extremos, pero cada cual en una situación diferente. Aunque, está claro que a todos estos países los unen, como tendencia, rasgos característicos comunes relacionados con el subdesarrollo.

La COVID-19 en países de diferentes paradigmas de desarrollo

La COVID-19 se declaró como pandemia por la OMS el 11 de marzo de 2020. Hasta el 10 de febrero de 2021 ya había afectado a 190 países. Siguiendo la línea de análisis anterior, y transcurrido más de un año y medio, llama la atención cómo el Grupo de los Siete, que reúne a las potencias capitalistas más poderosas del planeta, tiene una tasa de letalidad de 190,95 por cada 100 000 habitantes; y algunos países capitalistas de América Latina, mal llamados «en desarrollo», una tasa de 276,91; mientras que en un grupo de países «en desarrollo» que construyen el socialismo este indicador es de solo 3,59 (Tabla 1).

Tabla 1 Indicador de resultado relacionado con la pandemia por grupo de países. 

Fuente:PopulationPyramid.net (2020) y World Health Organization (2022).

Nota al pie: La tasa de letalidad por cada 100 000 habitantes fue calculada por los autores.

Existen países capitalistas en los que este indicador es mayor y otros en los que resulta menor. Se escogen estos por ser representativos de lo que se está analizando.

En los dos primeros grupos de países, incluso, estos indicadores constituyen un reflejo tergiversado de la realidad, ya que, en algunos de ellos, como en Estados Unidos y Ecuador, durante varios meses las entidades de salud no disponían de los test necesarios y, por tanto, se les aplicaban sobre todo a aquellas personas que asistían a los hospitales con síntomas y no a todas las personas, lo que ocasionó muertes.

Varios factores interrelacionados han incidido en la magnitud y las consecuencias de la pandemia:

La destrucción humana de la biodiversidad está creando las condiciones objetivas para que nuevos virus y nuevas enfermedades aparezcan. Los científicos han demostrado que, desde hace millones de años, los animales poseen en su organismo una gran diversidad de virus contra los cuales, durante esa larga convivencia, han sabido desarrollar inmunidad. Pero cuando el hombre retira a un animal de su entorno natural, ese equilibrio se rompe, y un virus puede entonces transmitirse a otra especie con la que el animal no convivió nunca (Ramonet, 2020).

La implantación de los modelos neoliberales que minimizan los gastos sociales y privatizan los sistemas públicos de salud. Hoy el neoliberalismo se considera tan mortal como la COVID-19. Como plantea Díaz-Canel (2020):

Cuando se repasan los hechos que han puesto en vilo a la humanidad en los últimos meses, es indispensable mencionar los costosos errores de las políticas neoliberales, que llevaron a la reducción de la gestión y las capacidades de los Estados, a excesivas privatizaciones y al olvido de las mayorías. (s. p.)

Muchos trabajadores de la salud de Estado Unidos, Reino Unido, Francia, Brasil, Ecuador, Colombia y otros países, se han quejado de no tener equipos de bioseguridad y han estado expensos a contagiarse. Son frecuentes las manifestaciones en contra del abandono de la salud por los Gobiernos de Latinoamérica, lo que ha provocado el colapso de hospitales y morgues.

Ha faltado liderazgo por parte del Estado de las potencias imperialistas (a lo interno y, por tanto, a lo externo), y de las organizaciones internacionales y multilaterales en el combate a la COVID-19. Como plantea Ramonet (2020), la pavorosa gestión de esta crisis por el presidente Donald Trump asestó un golpe muy duro al liderazgo mundial de Estados Unidos, por lo que no han sabido ayudarse ellos ni ayudar a nadie. El presidente de la potencia imperialista, de uno de los paradigmas de desarrollo, minimizó la crisis sanitaria en el país e insistió en la necesidad del desconfinamiento progresivo del país, al admitir que más ciudadanos morirían al reabrir la economía. Trató de encubrir su inadecuado manejo gubernamental, al acusar a China de ser responsable de la aparición del coronavirus y de no alertar sobre sus consecuencias; falsedades que han sido demostradas.

Algunos gobernantes argumentaron que la celeridad del ataque pandémico les había tomado por sorpresa. Sin embargo, como argumenta Ramonet (2020), existen evidencias de que Estados Unidos recibió desde 2008 un documento confidencial del Consejo de Inteligencia Nacional que anunciaba, con elevado nivel de predicción, para antes de 2025, la aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva, que se podría convertir en una pandemia global con las características y consecuencias de la COVID-19. Igualmente, el presidente Trump recibió del Pentágono en 2017 un informe en el que se alertaba sobre una pandemia de tal magnitud que todos los países industrializados, incluido Estados Unidos, carecerían de respiradores, medicamentos, camas hospitalarias, equipos de protección y mascarillas para afrontarla. Iguales alarmas emitieron desde 2011 la OMS y numerosos científicos, las cuales no fueron escuchadas. El desastre pudo evitarse, pero no existía voluntad política.

La Unión Europea ha sido incapaz de responder de manera conjunta y multilateral al drama humano y social; y reaccionó de forma muy tardía para socorrer a España e Italia, que constituyeron inicialmente el epicentro de la pandemia en esa región.

En el orden internacional, el sistema de Naciones Unidas está en crisis desde hace mucho tiempo y la OMS ha visto frenado su desempeño debido a la hostilidad de Estados Unidos, que incluye el bloqueo de los recursos financieros que podrían ser dedicados a enfrentar la pandemia.

El FMI ha propuesto la ayuda financiera a los países que lo necesiten, con las consecuencias que de ello se derivan. Términos como ajuste fiscal, disminución del papel del Estado, privatización del sector sanitario, educativo y de pensiones son parte de las exigencias si los países recurrentes de apoyo financiero desean acceder a esos fondos ofrecidos. Solo se les ha negado el acceso a estos recursos a Nicaragua y Venezuela, por escoger otro modelo de desarrollo.

Ha faltado solidaridad en el enfrentamiento a la pandemia. A pesar del llamado realizado por el Secretario General de la ONU, Guterres (2020), en la Cumbre Extraordinaria Virtual de Líderes del Grupo de los Veinte (G-20) sobre la pandemia COVID-19: «Lo que el mundo necesita ahora es solidaridad. Con solidaridad podemos derrotar al virus y construir un mundo mejor» (p. 3), los egoísmos nacionales se han manifestado con sorprendente y brutal rapidez. Existen muchas evidencias de Gobiernos que se han lanzado a una lucha para apoderarse de material sanitario destinado a otros países. No son pocas las figuras públicas que han propuesto la eliminación maltusiana de los más débiles o el darwinismo sanitario con el fin de sacrificar a los más débiles para salvar la economía (Ramonet, 2020).

Según informa la Organización de Naciones Unidas (ONU) (2021) las máximas autoridades sanitarias coinciden en que acabar con la COVID-19 a nivel global no será posible hasta que todas las personas dispongan del mismo acceso a las vacunas. Se ha fijado el objetivo de vacunar al 70 % de la población mundial a mediados de 2022. Sin embargo, si se quiere alcanzar esta meta, será necesario conseguir un acceso más equitativo a las vacunas. Aparte del argumento ético de que ningún país o ciudadano, por muy rico o pobre que sea, se merece la vacuna más que otro, una enfermedad infecciosa como la COVID-19 continuará siendo una amenaza global, mientras exista en cualquier parte del mundo.

Agrega que, aunque en 2021 se produjeron suficientes vacunas para cubrir el 70 % de la población mundial compuesta por 7800 millones de personas, la mayoría de estas se reservaron para los países ricos. En septiembre solo el 3,07 % de los habitantes de los países de bajos ingresos había recibido la primera dosis en comparación con el 60,18 % de los países de altos ingresos. Mientras que en el Reino Unido fueron inoculados con la primera dosis de la vacuna cerca del 70,92 % de la población, en Estados Unidos la cifra resultó del 65,2 %; en la República Democrática del Congo solo alcanzó al 0,09 % de la población y en Papúa Nueva Guinea la tasa fue de 1,15 %.

En el caso de Estados Unidos, nada se podría esperar de un Gobierno como el de Trump, que tenía como eslogan de su política América first. Al interior del país, la pandemia ha develado las excesivas desigualdades en materia sanitaria. En este país, como aparece anteriormente, 30 millones de persona carecen de seguro médico y otros once millones son trabajadores ilegales, sin documentos, que no se atreven a acudir a los hospitales. Al capitalismo salvaje le tiene sin cuidado el dolor de los pobres.

Muchas personalidades e instituciones están exigiendo una moratoria del pago de la deuda en favor de las naciones más afectadas, pero la experiencia histórica dice que no habrá tal, sino que, aprovechando la crisis, se exigirá privatizar los pocos servicios públicos que van quedando y se otorgarán créditos leoninos. También se está reclamando el levantamiento por parte de Estados Unidos de las injustas medidas unilaterales coercitivas contra Cuba, Venezuela, Irán, Nicaragua, Siria, pero nada se ha logrado.

En Brasil, el gigante latinoamericano, el presidente Jair Bolsonaro se pronunció todo el tiempo contra la cuarentena y por el retorno a los puestos de trabajo, públicamente le restó importancia a la pandemia, al catalogarla como «gripecita sin importancia», lo cual ha costado ya más de 626 mil vidas humanas.

En términos de solidaridad, se destacan solo algunos casos como el de China, que ha enviado ayuda a más de un centenar de países. Ha donado millones de kits de detección, mascarillas, ventiladores pulmonares, escafandras protectoras, toda clase de logística sanitaria y también vacunas.

Como plantea Díaz-Canel (2021), a pesar de la genocida política del Gobierno de Estados Unidos, Cuba ha logrado desarrollar cinco candidatos vacunales,1 y se ha planteado producir dosis suficientes para inmunizar a toda su población en el presente año y aportar a otras naciones. El país brinda una desinteresada y humanista colaboración médica en varias naciones. Tan solo para asistir a esos pueblos en el enfrentamiento a la pandemia, se han enviado 57 brigadas médicas y alrededor de 2500 profesionales de la salud a 40 países de diferentes regiones.

A ellos se suman los más de 28 000 profesionales de la salud que ya se encontraban en 59 naciones (Portal, 2020).

Algunas consecuencias económico-sociales de la pandemia que los países mal llamados «desarrollados» y «en desarrollo» no pudieron evitar

Entre estas consecuencias, se hallan las siguientes:

Se profundizó la crisis sistémica global. En el mundo entero se produjeron crisis, a la vez, de la demanda y de la oferta. Se cerraron sectores enteros de las economías nacionales, como los de los hoteles, los restaurantes, el comercio al por menor no esencial y el turismo, así como partes importantes del sector manufacturero. A medida que las empresas perdieron ingresos, el desempleo aumentó considerablemente, lo que transformó una perturbación en la oferta en una perturbación en la demanda aún más extensa para la economía.

Según plantea el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (2020):

Los efectos adversos de las prolongadas restricciones a las actividades económicas en las economías desarrolladas pronto se extendieron a los países en desarrollo mediante canales de comercio e inversión. Un marcado descenso en el consumo en la Unión Europea y Estados Unidos redujo las importaciones de bienes de consumo procedentes de los países subdesarrollados. (pp. 1-2)

La Organización Mundial del Comercio (OMC) (2021a) calculó una caída del Producto Interno Bruto (PIB) mundial en 2020 en un 3,8 %. Según el informe anual del FMI (2021), la recuperación mundial continúa, pero ha perdido ímpetu, obstaculizada por la pandemia. La proyección del crecimiento mundial para 2021 es de 5,9 %, mientras que la correspondiente a 2022 se mantiene sin variación en 4,9 %.

La recuperación -se pronostica- será dispar, ya que los países llamados «de economías emergentes» y «en desarrollo» mantendrán el producto agregado en 2024 un 5,5 % por debajo de las previsiones prepandémicas. Estas divergencias económicas son consecuencia de la enorme disparidad en el acceso a las vacunas y el repliegue en las políticas de apoyo en estos países (FMI, 2021).

Millones de empresas, grandes y pequeñas, cayeron en crisis, cerraron o estuvieron al borde de la quiebra. Chile, por ejemplo, solicitó un crédito al FMI de 23,800 millones de dólares, pero no para enfrentar la pandemia y asistir a los más necesitados, sino, sobre todo, para reactivar la economía.

La cuarentena global amenazó, a lo largo y ancho del planeta, la supervivencia económica de innumerables empresas de entretenimiento, cultura y ocio (teatros, museos, librerías, cines, estadios, salas de conciertos, etcétera). En cambio, mastodontes digitales como Google, Amazon, Facebook o Netflix, que ya dominaban el mercado, vivieron un grandioso momento de triunfo comercial (Ramonet, 2020).

El comercio internacional se redujo. Según la Organización Mundial del Comercio (2021a), el comercio mundial de mercancías experimentó un descenso del 5,3 % en 2020 en comparación con el año anterior. Se trataría de la mayor caída del comercio de mercancías desde 2009, debido a la pandemia de la COVID-19.

La OMC (2021 b) pronosticó un crecimiento del volumen del comercio mundial de mercancías del 10,8 % en 2021, seguido de un aumento del 4,7 % en 2022. El fuerte aumento general del comercio no impide que haya importantes divergencias entre los países, y algunas regiones en desarrollo están muy por debajo del promedio mundial.

  • Varios factores causaron un impacto negativo, particularmente en los países subdesarrollados:

    • Los precios de los productos básicos, que constituyen los renglones fundamentales de exportación de los países subdesarrollados, descendieron estrepitosamente.

    • La actividad turística prácticamente cesó, debido a la imposición de restricciones al transporte y los viajes.

    • Las remesas de los emigrantes, afectados por la pérdida generalizada de empleo en los países ricos, sufrieron una drástica disminución.

    • Los capitales desertaron en masa de los países subdesarrollados.

  • Centenares de millones de trabajadores perdieron su empleo, total o parcialmente. Según las estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) (2020), la crisis por la pandemia de COVID-19 resultó en una masiva pérdida de empleos, que llegó a 47 millones de personas. Sin embargo, es conocido que en Venezuela se creó un plan para la protección del empleo, que establecía que no se podía despedir a nadie hasta el 31 de diciembre de 2020; también se adoptaron medidas en términos de seguridad social.

  • Las perturbaciones relacionadas con la pandemia han hecho que, en la mayoría de los países, la recuperación del mercado laboral sufra un rezago importante con respecto de la recuperación de la producción (FMI, 2021).

  • Crecimiento exponencial de los indicadores de pobreza. La pandemia de COVID-19 será recordada por haber provocado que cientos de millones de personas más se hayan visto sumidas en una situación de pobreza y de falta total de recursos (Oxfam, 2021).

En 2020 en América Latina se pronosticó un aumento de la pobreza en al menos 4,4 puntos porcentuales (28,7 millones de personas adicionales) con respecto al año previo, por lo que alcanzaría a un total de 214,7 millones de personas (el 34,7 % de la población de la región). Entre estas personas, la pobreza extrema aumentaría 2,6 puntos porcentuales (15,9 millones de personas adicionales) y llegaría a afectar a un total de 83,4 millones de personas (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2020).

El mundo pospandemia

La pandemia global de la COVID-19 ha generado tal magnitud de disrupciones que crea la oportunidad perfecta para aprovechar los procesos de reconstrucción y pensar en construir futuros mejores. Es la oportunidad de mirar hacia el futuro de forma creativa y sin miedo (Rodríguez, 2020). Son varias las personalidades que se han pronunciado al respecto. Como plantea Guterres (2020):

Todo lo que hagamos durante esta crisis y después de ella deberá centrarse en la construcción de economías y sociedades más equitativas, inclusivas y sostenibles, y que sean más resistentes a las pandemias, al cambio climático y a los muchos otros desafíos mundiales a los que nos enfrentamos. (p. 3)

Sin embargo, la experiencia histórica de los países afectados por las políticas del FMI conduce a la conclusión -sobre la base de la experiencia empírica- de que el número de víctimas del neoliberalismo será mayor que el de las víctimas de la COVID-19. Es de esperar que la pandemia produzca un rechazo a la globalización neoliberal, que ha permitido obscenas desigualdades, como que el 1 % de los ricos del mundo posean más riqueza que el 99 % restante. La experiencia del enfrentamiento a la pandemia debe dejar claro que es el Estado y no el mercado el que puede evitar, enfrentar y dar solución a esos desastres sanitarios y ecológicos. Al respecto, Díaz-Canel (2020) plantea que: «Si hubiéramos globalizado la solidaridad como se globalizó el mercado, la historia sería otra».

Bárcenas (2020) afirma que la región no tiene otra opción estratégica que avanzar hacia un modelo de desarrollo más sostenible a través de una mayor integración para mitigar los efectos de la pandemia del COVID-19.

Borón (2020) es del criterio de que a la salida de esta crisis se inicia una nueva etapa histórica que conserva algunos rasgos fundamentales del capitalismo, pero ya muy resquebrajados y orientados por retrocesos en otra dirección. El cambio va a depender mucho de las fuerzas sociales que salgan a luchar, hoy con una nueva arma que son los medios alternativos digitales.

Como plantea Ramonet (2020), esta tragedia de la COVID-19 empujará sin duda a las naciones hacia un nuevo orden económico mundial, en el que China desempeñará un papel cada vez más protagónico. Este país, después de un comienzo errático en el combate contra la nueva plaga, ha conseguido recobrarse, enviar ayuda a un centenar de países, y parece sobreponerse al mayor trauma sufrido por la humanidad desde hace siglos. El devenir del nuevo orden mundial podría estar jugándose en estos momentos.

En el caso de Cuba se constituyó el Grupo Temporal de Trabajo, que implementó, gestionó y controló el Plan para la Prevención y Control del Nuevo Coronavirus. Como informó Marrero (2021) se crearon capacidades de hospitalización, incluidas las de cuidados intensivos; se aprovisionaron ventiladores pulmonares y otros equipos médicos y tecnológicos; se amplió la red de laboratorios de Biología Molecular, que abarca todas las provincias y el municipio especial Isla de la Juventud -antes de la pandemia existían solo 5 y actualmente suman 27.

En estas circunstancias resultó decisivo el aporte de los expertos y científicos. Se aprobaron seis versiones del protocolo de actuación, basado en los resultados de estudios, ensayos clínicos y las mejores experiencias nacionales e internacionales. Se lograron producir 12 medicamentos por la Industria Biotecnológica y Farmacéutica cubana. Hasta el momento tienen el esquema completo de vacunación, el 83 % de la población del país y el 94,9 % del total a inmunizar, todo ello con vacunas propias (Marrero, 2021).

El principal resultado de la calidad y efectividad del protocolo cubano es el porcentaje de personas recuperadas (99,1 %), que nos ubica entre los países de más alto indicador del mundo, así como el 0,86 % de letalidad, muy inferior a la media regional y mundial. (Marrero, 2021, p. 4)

El país ya ha trazado una estrategia para el desarrollo económico y social, y para enfrentar la crisis mundial; por supuesto, sin medidas de choque, como ocurre en otros países.

CONCLUSIONES

La pandemia de la COVID-19 y la crisis sistémica global, con sus consecuencias, exigen un cambio en la concepción del desarrollo. Esta deberá tener en el centro a todos los miembros de la sociedad, y abarcar los aspectos económicos, políticos, culturales, sociales, jurídicos, institucionales, científico tecnológicos y ambientales.

La pandemia ayudará a ganar adeptos al nuevo y verdadero paradigma de desarrollo, y a comprender mejor la necesidad de romper con los anteriores. Esta ha evidenciado que es el poder público representado por el Estado y no el mercado, el que salva. Esta traumática experiencia debe utilizarse para perfeccionar la lucha por un mundo mejor, posible y necesario, y avanzar hacia más altos niveles de solidaridad y mayor integración social. En todo el planeta, muchas voces reclaman ahora unas instituciones económicas y políticas más redistributivas y una mayor preocupación por los marginados sociales, las minorías discriminadas, los pobres y los ancianos.

La humanidad tendrá que prepararse para nuevas pandemias, crisis climáticas y otras eventualidades provocadas, sobre todo, por el paradigma neoliberal, irracional y consumista de desarrollo, lo cual exige como alternativa una forma diferente de concebir este

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Notas aclaratorias:

11Al finalizar agosto de 2021, de los cinco candidatos vacunales, ya estaban aprobados tres como vacunas para intervención sanitaria de emergencia con más del 90 % de eficacia.

Recibido: 10 de Marzo de 2022; Aprobado: 03 de Febrero de 2023

*Autor para la correspondencia: juan.valdesz@upr.edu.cu

Los autores declaran que no existe conflicto de intereses.

Juan Valdés Zambrana: Conceptualización, curación de datos, análisis formal, investigación, metodología, administración del proyecto, redacción-borrador original, redacción-revisión y edición.

Hermes Jiménez Ortega: Investigación, supervisión, validación, visualización, redacción-borrador original, redacción-revisión y edición.

Mario Nodarse Rodríguez: Investigación, recursos y visualización.

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