INTRODUCCIÓN
En Chile coexisten distintos pueblos indígenas que han perdurado posterior al período colonial, la instauración de la república y el advenimiento del Estado-nación. En la actualidad, la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) (2020) informa que alrededor de un 10,6 % de la población chilena pertenece a algún pueblo originario; entre ellos, destacan con fuerza los descendientes mapuches (8,5 %), seguidos por los aymara y diaguita, aunque ellos no alcanzan el 1 %. Esta preponderancia mapuche ha llevado a que sean los principales representantes de la demanda étnica por mejores condiciones de bienestar, lo que abarca desde el respeto a su estilo de vida y las prácticas culturales hasta un trato social y jurídico menos discriminatorio, pues arrastran aún prejuicios que les vuelve objeto continuo de vigilancia y control (Espinoza, 2017).
Las relaciones entre el pueblo mapuche y el Estado son inestables y a menudo conflictivas; algunos antecedentes se remontan a episodios como el de la llamada «pacificación» de la Araucanía en 1861, campaña militar que significó no tan solo la muerte de varios mapuches, sino también la expropiación sistemática de su tierra, su identidad y su derecho a ser independientes a lo largo del sur del país (Balbontin-Gallo, 2020). Desde entonces, las negociones y los continuos planes de compensación han mejorado superficialmente los lazos, y mantenido los problemas de raíz vinculados a la restitución de propiedades, el reconocimiento de derechos e identidad y las opciones de soberanía territorial (Maldonado & Del valle, 2011; Ramos & Vergara, 2018; Biblioteca Nacional de Chile, 2021).
Lo anterior, sumado a las denuncias mapuches por maltrato, represión policial e ineficacia de las medidas reparatorias, ha cimentado un sentimiento de desafección, que repercute en la valoración que tienen y hacen de la política, la participación en los procesos electorales y su presencia en espacios de toma de decisiones.
DESARROLLO
Participación política mapuche
Con la vuelta a la democracia y con la esperanza manifiesta de reabrir las vías de participación de todos y todas, en Chile se configuró un escenario que posibilitó la intervención de grupos anteriormente relegados y silenciados. Entre muchos, las comunidades mapuches tuvieron la oportunidad para manifestar sus peticiones y exigir la resolución de demandas históricamente obviadas, principalmente en torno a cuatro ejes: reconocimiento de una identidad cultural, recuperación de territorios ancestrales, soberanía y libertad económico-productiva (Maldonado & Del valle, 2011; Pairican, 2019; Tricot & Bidegain, 2020).
Aun cuando el Estado chileno se ha comprometido a reconocerlos y otorgarles seguridad y protección, suscribiendo incluso a tratados y convenciones internacionales sobre derecho indígena, la realidad es que el pueblo mapuche experimenta una inclusión más simbólica que formal en los distintos mecanismos de discusión política, la toma de decisiones y la gestión de recursos, al quedar relegado a la entrega de información, cuando no a la simple manipulación (Ramos & Vergara, 2018; Figueroa, 2020). En este sentido, su participación electoral se ha circunscrito a candidaturas municipales de concejales y alcaldes, mientras que su representación en las cámaras de diputados o senadores, principales instancias de decisión política, escasea.
Con esto, se prolonga la marginación y relegación política mapuche, al acotar su injerencia a procesos puntuales, de carácter más local y con poca relevancia para cambiar aspectos estructurales del conflicto (Tricot & Bidegain, 2020); evento que vulnera el principio de participación diversificada que requieren los Estados democráticos (Bauman, 2001). Por esto, algunos movimientos étnico-sociales han fortalecido su demanda por un Estado Plurinacional, que no tan solo les reconozca, sino que les permita un ejercicio político y cultural autónomo, como es el caso de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), para quienes un primer paso resulta recuperar el control de sus territorios nativos y establecer nuevas delimitaciones jurisdiccionales (Pairican, 2019).
Sobre este lienzo de relaciones históricas, sociales y políticas, no es de extrañar que la participación político-institucional mapuche se aleje de los niveles deseados. En efecto, según distintas investigaciones, su adhesión e involucramiento en procesos de elección y ejercicio político se muestra reducido, especialmente cuando se trata de comicios presidenciales (Morales & González, 2011; Fuentes, De Cea & Teitelboim, 2019). Entre los motivos más comunes para explicar este comportamiento, se arguye la falta de conexión entre partidos políticos y votantes mapuches, desconfianza hacia el ejercicio de las autoridades electas y hasta discriminación soterrada, la cual se mantiene y empuja debido a la pobreza, la desigualdad y la precariedad que les afecta y se profundiza debido a la propia ausencia de participación (Toro, Jaramillo-Brun & Nathalie, 2014; Namuncura, 2016).
Por lo anterior, el estallido social de octubre de 2019 y la subsecuente votación ciudadana para redactar un nuevo documento constitucional permitieron pensar que la situación podría mejorar, incluyendo esta vez en la mesa de trabajo a los representantes étnicos y sus demandas. En efecto, el referéndum para pronunciarse sobre la asamblea que elaboraría una nueva constitución para Chile incorporaba de forma inédita un padrón indígena diferenciado y la instalación de escaños reservados. Medidas que pretendían, por un lado, romper con los problemas de exclusión de los pueblos originarios y sus demandas y, por otro, mejorar los niveles de participación electoral en la ciudadanía mapuche, toda vez que los motivos recurrentes de abstención se asociaban con la percepción de irrelevancia del voto, desesperanza frente al cambio y desconexión con los candidatos (Espinoza, 2017; Programa de Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD), 2017).
Sobre la base de estas expectativas y los antecedentes discutidos, el objetivo de este artículo fue analizar y describir el comportamiento electoral mapuche en las votaciones de convencionales constituyentes de 2021. Utilizando datos del Servicio Electoral de Chile (SERVEL), el Censo de población y vivienda de 2017 y la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) del mismo año, y sobre la base de los territorios político-administrativo comunales de mayor concentración mapuche, se estimaron los niveles de abstención en la inédita elección constituyente, al realizar análisis comparativos sobre la base de atributos territoriales y del padrón electoral, como pobreza, nivel educativo, grupo etario y feminización.
MÉTODOS
Diseño
A través del uso de bases de datos secundarias, este artículo analizó, desde una perspectiva cuantitativa y con un diseño transversal, la participación electoral mapuche en las elecciones de representantes constituyentes de 2021. Mediante técnicas de análisis descriptivo-inferencial, se abordó el nivel de adhesión mapuche a las votaciones, con distinciones según los atributos sociodemográficos del territorio y el padrón. La unidad de observación fueron las comunas de aquellas regiones que, según el Censo de 2017, albergaban más de un 10 % de concentración mapuche; en específico, correspondían a las regiones Metropolitana (36,1 %), Araucanía (18,5 %), Los lagos (11,0 %) y Bío-Bío-Ñuble (10,2 %).
Instrumentos
Para cumplir con los objetivos de investigación, se utilizaron tres fuentes de datos secundarias. Primero, los registros del Servicio Electoral de Chile (SERVEL), desglosados según comuna, de acuerdo con las regiones de interés (Metropolitana, La Araucanía, Los Lagos y Bío-Bío-Ñuble), los cuales están disponibles en su página web y son de acceso público. Sobre la base de los padrones electorales mapuche y no mapuche a nivel comunal se construyeron los índices de participación y abstención electoral, así como feminización y proporción de jóvenes en cada registro electoral.
La segunda fuente concierne a los datos de la última versión disponible de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) de 2017, instrumento a cargo del Ministerio de Desarrollo Social y Familia que se aplica en Chile para conocer la situación socioeconómica de familias y personas; además de que permite evaluar la efectividad de las políticas públicas. CASEN es un instrumento de representación nacional que, mediante sus factores de expansión, posibilita extrapolar sus resultados a un nivel regional y comunal. Con esta base de datos se caracterizó socioeconómicamente cada espacio comunal en lo que se refiere a quintiles de ingreso y pobreza, en sus métricas multidimensional y por ingresos.
La tercera fuente de información corresponde al último Censo de población y vivienda de 2017 de Chile, estudio a cargo del Instituto Nacional de Estadística (INE), que entrega estimaciones poblacionales con respecto a la situación educativa, laboral, familiar y sociodemográfica de la ciudadanía. De las variables disponibles, fueron utilizadas aquellas referidas al género, la zona de residencia, los años de escolaridad, la jefatura de hogar, la situación laboral y el tamaño poblacional de la comuna.
Todos los índices construidos fueron calculados con la distinción entre población mapuche y no mapuche para cada una de las comunas de interés.
Muestra
Como unidad de observación principal se tuvo en cuenta a las 168 comunas pertenecientes a las 5 regiones incluidas en el análisis. De acuerdo con datos censales presentados en la tabla 1, la población mapuche en estos territorios se caracterizó por una distribución relativamente homogénea en términos de género; se destacaron sus precarios niveles de escolarización y una importante presencia de jóvenes. (Tabla 1)
Por otro lado, CASEN informa que sus niveles de pobreza se encuentran por encima de los constatados en la población general: 16,5 % con respecto a ingresos y 28,7 % según la perspectiva multinivel.
Procedimiento
Los resultados se obtuvieron en dos grandes fases. Primero, se revisaron las tres fuentes de datos consultadas; se exploraron anomalías de tabulación, escalas de medida y rango de las variables; y se definieron atributos de segmentación y filtros. El recorte muestral de las regiones con mayor concentración de población mapuche se aplicó, tanto al Censo como al padrón SERVEL y la encuesta CASEN. De este modo, se obtuvieron los datos de caracterización sociodemográfica del territorio y del padrón electoral, lo cual sirvió como aproximación a las condiciones de vida mapuche en el Chile contemporáneo. Las variables escogidas para esta descripción estuvieron en sintonía con las lecturas sobre participación electoral indígena, donde suele vincularse pobreza, género, educación y edad con un menor ejercicio del derecho a voto (Morales & González, 2011; World Economic Forum, 2016; Bargsted, Somma & Muñoz-Rojas, 2019; Quiroga & Lara, 2020).
Luego de esta contextualización, se revisó el comportamiento electoral mapuche bajo el supuesto de que, por el conflicto y las demandas históricas que tienen contra el Estado, asistirían en gran medida a las urnas para ser parte de las elecciones de representantes constituyentes. Lo anterior en razón de lo inédito que resultaba este proceso para la historia democrática en Chile, al contemplar un padrón indígena diferenciado, escaños reservados y elección de una asamblea que tiene por misión formular la nueva carta fundamental que después de 40 años reemplazará a la Constitución de 1980, elaborada en plena dictadura.
Para realizar los análisis estadísticos descriptivos e inferenciales, se construyeron para padrón mapuche y no mapuche un conjunto de índices con valor continuo y de rango acotado entre 0 y 1 que, en términos operacionales, se definieron de la siguiente forma:
Participación electoral: cociente del total de votos escrutados con respecto al padrón de la comuna.
Feminización del padrón: cociente del total de mujeres que integran cada padrón comunal con respecto del total de electores.
Rejuvenecimiento del padrón: proporción de electores menores de 40 años que integran cada padrón electoral.
OR abstención mapuche/no indígena: índice que expresa, en términos de Odds, la ratio de abstención entre población mapuche y no indígena por comuna.
RESULTADOS
En términos generales, el Censo de 2017 informó que los miembros de la etnia mapuche alcanzaron el 9,6 % (N = 1.619.629) de la población nacional, que se concentró, principalmente, en las regiones Metropolitana (36,1 %), de La Araucanía (18,5 %), Los Lagos (11 %), Bío-Bío y Ñuble (10,2 %). Distribuciones demográficas que han variado escasamente desde los tiempos precoloniales, cuando los primeros conquistadores les avistaron en el valle de Aconcagua y luego hasta el centro de la isla Grande de Chiloé.
En la actualidad, este pueblo originario exhibe perfiles sociodemográficos distintivos con respecto a la población general, en términos de ruralidad, educación, trabajo y pobreza; esta última, tanto en su métrica por ingresos como multidimensional (Tabla 2). Situaciones de vulnerabilidad que se vinculan con problemas arrastrados entre la comunidad mapuche y el Estado chileno, sus instituciones y servicios, lo cual dificulta la ejecución de planes de apoyo local y, más aún, la realización de proyectos derivados de un análisis central.
En cuanto al perfil mapuche contemporáneo, de acuerdo con estimaciones de CASEN, para 2017 un 15,5 % de quienes se declaraban parte de esta etnia se encontraban por debajo del umbral de pobreza monetaria, cifra que prácticamente duplica a la encontrada en el resto de la población (8 %). Al cambiar el enfoque hacia una medición multidimensional, se halla que la pobreza se extiende hasta alrededor de 1 de cada 3 mapuche (30,8 %), lo cual significa que una proporción importante de ellos/as vive en precarias condiciones de vivienda, trabajo, salud y educación.
Si bien este y otros pueblos originarios no se rigen por la misma comprensión económica y de bienestar que las sociedades de raigambre occidental; es decir, bajo la lógica del trabajo, el capital, la producción y el mercado, no se puede rechazar que los derivados de la pobreza de ingresos y/o multidimensional lastran sus planes de desarrollo. En este sentido, aun cuando los componentes de un Buen vivir difieran entre población general y mapuche, la reducción de pobreza y la mitigación de vulnerabilidades resultan prerrequisitos para el progreso social y económico de cualquier población, incluso, actúan como pilares para la inclusión y participación de la ciudadanía en asuntos públicos (Sanghee, 2017).
A esto debe añadirse que las prácticas laborales y productivas de los mapuches se han visto enormemente afectadas por la reducción predial y la degradación de los suelos, por lo que han quedado cada vez más relegados a la pequeña ganadería y el cultivo (Andrade, 2019), y han visto en riesgo, incluso, las actividades económicas de subsistencia. De este modo, la pobreza se ha enraizado en estas comunidades, al ralentizar sus ritmos de crecimiento y reproducirse intergeneracionalmente, todo lo cual dificulta la obtención de bienes, el acceso oportuno a servicios y hasta el ejercicio de derechos políticos.
Precarización económica-productiva que ha motivado procesos de urbanización. En efecto, al revisar la tabla 2, se halla que solo 1 de cada 5 mapuches (20,7 %) habita en zonas rurales, cifra que, pese a situarse por encima de la hallada en el resto de la población (11,3 %), es evidencia de que progresivamente migran hacia las ciudades (Morales & González, 2011). Despoblamiento que ocurre incluso en la Araucanía, zona que históricamente ha albergado al pueblo mapuche, donde en 2017 un 54,4 % de ellos/as habitaba sectores rurales (INE, 2018), cifra que, si bien es alta en comparación con las de otras regiones, ha decrecido notoriamente en los últimos 20 años, si se considera que en 2002 era de un 71 % (INE, 2003).
El proceso de desruralización mapuche puede estar motivando la emergencia rezagada de otros fenómenos típicos de la modernidad temprana, como la feminización de la estructura familiar (41,9 %) y la creciente participación de mujeres en el mercado del trabajo (40,6 %). Con la presión por generar ingresos, todos/as los integrantes deben buscar trabajo asalariado, lo que relativiza algunas atribuciones de rol, donde lo femenino es sinónimo de labores del hogar y cuidado de hijos/as, mientras que lo masculino implica trabajo y autoridad.
Lo anterior pone de relieve en los mapuches una tensión entre su forma de vida actual y aquella que constituye su comunidad deseada; en especial, porque deben sostener su identidad en contextos donde apenas se les reconoce simbólicamente y en la práctica deben asumir lo chileno como requisito para la integración social (Pairican, 2016). Más aún al considerar que su identidad está fuertemente vinculada con elementos de la ruralidad, ya que es a través de los Ngen, espíritus de la naturaleza representados por manantiales, cerros o vertientes, que los mapuches fortalecen su lazo con la Ñuke Mapu, aquello que mantiene el equilibrio y orden del mundo, según su cosmografía.
Por esto las demandas por control territorial y autonomía se reavivan, pues a menudo se plantea que las soluciones a la cuestión mapuche (pobreza, desempleo, condiciones precarias de vida) pasan por superar las barreras políticas arrastradas, la férrea vigilancia y el estricto control policial de sus comunidades, así como dar viabilidad a sus formas de vida para preservar su cultura. De este modo, el escoger convencionales constituyentes es una oportunidad sin precedentes para exponer abiertamente sus demandas.
Los mapuches y su participación en la elección de convencionales constituyentes
Para las elecciones de representantes constituyentes de 2021, a los pueblos originarios se les reconoció por primera vez un conjunto de escaños reservados y un padrón electoral diferenciado, con el fin de asegurar una amplia representación en la discusión y el consenso de la nueva carta fundamental. De este modo, con datos de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) y el Registro Civil, el SERVEL elaboró a nivel nacional un padrón de 1.063.980 sufragantes mapuche (Tabla 3), de los cuales un 32,7 % correspondía a personas jóvenes (< 31 años) y un 52,7 % a mujeres, con una clara centralización en la región Metropolitana (27,6 %).
A nivel de participación electoral, el SERVEL informa que tan solo el 22,3 % de la población mapuche asistió a su local de votación, cifra que evidenció un comportamiento relativamente homogéneo entre los territorios analizados, a excepción de la región de Los Lagos, donde esta aumentó en 9,7 puntos porcentuales. Si bien la alta abstención electoral es un fenómeno persistente en Chile (Fuentes, De Cea & Teitelboim, 2019), esta se vio acentuada entre la población mapuche en las elecciones constituyentes, donde por cada no indígena que se abstuvo, cerca de 3 mapuches estuvieron en igual condición (OR = 2,89).
Cabe hacer presente que lo inédito de la elección constituyente con escaños reservados y padrón electoral diferenciado dificulta hacer un análisis comparativo con anteriores procesos electorales desarrollados en Chile. En efecto, los estudios previos sobre abstención electoral mapuche y de tendencia del voto, varios de los cuales apuntaban a su derechización (Gundermann, 2007), se hicieron sobre la base de estimaciones que arrastraban un sesgo metodológico, por cuanto definían la pertenencia étnica de la unidad de observación, según el origen del apellido, el cual se pierde por línea materna. Precauciones de análisis a las cuales se suman las especificidades que la identidad mapuche imprime sobre la participación electoral y la tendencia del voto; conjunto de factores sociodemográficos, culturales y territoriales que configuran en ellos un tipo particular de adhesión a la vida política del país.
Por otro lado, no pueden obviarse las consecuencias que el cambio desde la obligatoriedad hacia la voluntariedad del voto en 2012 tuvo sobre la abstención general, las cuales bien pueden extenderse a la población mapuche en particular. Bajo un régimen de inscripción automática y voto voluntario, el padrón ha rejuvenecido y crecido significativamente, por lo que se ha hecho más representativo de la población en edad para sufragar. Si bien una de las primeras y más notorias consecuencias de esta modificación ha sido el aumento en las cifras de abstención, cabe hacer presente que este fenómeno resulta correlato de la inclusión automática al padrón electoral de quienes antes, cuando regía el voto obligatorio, simplemente decidían no inscribirse. De este modo, los autoexcluidos de antes ahora forman parte del problema, al momento de estimar la participación electoral, lo que extiende la dificultad metodológica para establecer tendencias.
Al entender tales limitaciones para abordar la abstención electoral mapuche desde una perspectiva longitudinal, con los datos de la reciente elección de convencionales constituyentes, se realizó un estudio transversal con alcance multivariante. De este modo, y considerando los registros del SERVEL en cada comuna de las regiones incluidas en el análisis, las variables seleccionadas mostraron una incidencia significativa al momento de explicar la abstención, tanto en términos correlacionales como de contraste de grupos. A nivel general, la participación electoral mapuche varió significativamente en razón de los atributos sociodemográficos del territorio y del padrón, pese a lo cual no se alejó demasiado del preocupante escenario anterior (Tabla 4), donde se observaba que la asistencia a las urnas alcanzaba un magro 22,3 %.
Nota: corr (X, Y) = correlación de Pearson donde X representa la variable independiente de cada casilla, e Y la participación electoral mapuche; a = los datos fueron calculados para cada comuna que tuviese al menos un 10 % de padrón electoral mapuche; b = para cada contraste de hipótesis se declara tipo y p-valores; ** = significativo al 1%; * = significativo al 5 %.
Fuente: A partir de datos de SERVEL (2021), CASEN (2017) y Censo (2017).
De acuerdo con la tabla 4, la participación electoral mapuche crece a medida que aumentan la pobreza, la ruralidad y la proporción de personas con nivel educativo básico en las comunas, con cifras promedio que transitan entre 28,0 % y 31,7 %, las cuales muestran diferencias estadísticamente significativas entre subgrupos (t-test; p-value < 0,05), con deltas que bordean los 7 puntos porcentuales. A nivel correlacional, este grupo de variables exhibe relaciones positivas intensas (> ,440) con la participación electoral, evidencias que contradicen algunos principios recurrentes en el análisis sobre participación electoral, como aquel que plantea que la votación se incrementa a medida que mejoran el nivel educativo y los ingresos de los grupos (Klesner, 2009; Smets ( van Ham, 2013), amparado en el supuesto que personas con mayores capitales comprenden mejor la importancia de su acción política (Mata, 2013).
Ahora bien, debe considerarse que estos resultados corresponden a un segmento de la población con características culturales y organizacionales que dificultan su abordaje desde perspectivas globales. Así, por las condiciones históricas de vulnerabilidad en que ha vivido el pueblo mapuche (Benavente, 2021), el aumento en la adhesión a movimientos etno-políticos desde el retorno a la democracia (Espinoza, 2017) y la coyuntura actual que les permite ser parte en la discusión de una nueva constitución, se torna comprensible que el involucramiento, aun siendo bajo (22,3 %), tienda a incrementarse entre aquellos grupos que viven bajo condiciones más precarias.
Entre el resto de los factores analizados se observa una relación inversamente proporcional con la participación electoral sobre la base de la tasa de feminización del padrón (rxy. -,337), concentración de jóvenes (rxy. -,343) y tamaño poblacional de la comuna (rxy. -,329); todos con índices de correlación negativa y estadísticamente significativa (p-value < 0,05). A nivel de contraste de medias, cuando el padrón está fuertemente feminizado, esto es, con una proporción superior al 51 % de mujeres, la tasa de participación electoral disminuye en alrededor de 8 puntos porcentuales, lo que lo sitúa en un escaso 24,5 % (tind = -3,519; p-value = ,001). Asimismo, se constatan mayores niveles de participación en los espacios territoriales con acotada población (10.000 o menos habitantes); en estas comunas, un 30,4 % del electorado mapuche concurrió a las urnas, en comparación con el 20,1 %, que lo hizo en aquellas con más de 30.000 habitantes, diferencia estadísticamente significativa (F; 6,670; p-value = ,002) y de gran magnitud (RR = 1,5).
La influencia negativa de la feminización del padrón sobre la participación electoral mapuche bien puede ser correlato de un fenómeno cultural generalizado que trasciende la esfera de lo étnico para adentrarse en el vínculo del género y la política. En otras palabras, como sucede en sociedades de raigambre occidental, existiría entre hombres y mujeres mapuche una división de roles y expectativas sobre qué hacer en los ámbitos público y privado, que orienta las decisiones en la esfera de lo político, referido tanto a la filiación política o sindical como a la participación ciudadana y la abstención electoral (Pachón, Peña & Wills, 2012; World Economic Forum, 2016). Factores situacionales y estructurales relacionan la abstención femenina con bajos niveles socioeconómicos, educativos y de participación laboral, a lo que se añaden componentes de orden cultural y actitudinal, que orientan a la mujer hacia una percepción conservadora, circunscrita más al cuidado y la gestión de la familia que al interés por lo político (Torres, 2020; Viera-Bravo & Pichún, 2021).
En efecto, los hábitos culturales y los perfiles actitudinales no resultan inocuos al momento de explicar el comportamiento electoral, incluso entre los más jóvenes (Navia, Lira & Paz, 2017). Este segmento de la población ha exhibido como tendencia histórica los menores niveles de participación entre grupos etarios. La literatura especializada expone un misceláneo conjunto de respuestas al momento de explicar la abstención (Bargsted, Valenzuela, de la Cerda & Mackenna, 2013; Bargsted, Somma & Muñoz-Rojas, 2019; Montero, Rama & Santana, 2019), tales como que es la respuesta a su baja implicación percibida en los planes y la gestión del ejercicio político institucional (desconexión), un sentimiento generalizado de rechazo o desconfianza hacia la forma en que los políticos y sus partidos llevan adelante la representación (desafección), o que simplemente forma parte de la moratoria moral de esta etapa, caracterizada por la búsqueda de identidad e independencia y la postergación de determinadas responsabilidades (moratoria).
La incógnita sobre cómo revertir la baja implicación joven sigue abierta, incluso, ha llevado a algunos a plantearse como un electorado en vías de extinción (Luna, 2011). Ciertamente, , tal y como plantean Corvalán & Cox (2013), su falta de participación provoca que sean escasamente representados por la clase política, a lo que debe añadirse la brecha de clase que afecta el voto y que se expande en estos segmentos, donde los sectores socioeconómicamente acomodados logran más y mejores cuotas de poder que el resto de la población. Ahora bien, varias investigaciones también muestran que la participación electoral sube a medida que la ciudadanía envejece, luego de episodios de manifestación y demanda social, donde el descontento se materializa en acciones electorales o cuando se presentan a elección representantes jóvenes (Persson, Wass & Oscarsson, 2013; Sola-Morales & Hernández-Santaolalla, 2017; Quiroga & Lara, 2020); por lo que podría entenderse esta desafección como un síntoma, aunque preocupante, no necesariamente crónico del sistema electoral chileno.
Todo esto permite suponer, en relación con los datos aquí analizados, que la participación electoral de jóvenes mapuche puede crecer con el tiempo, ya sea por su ingreso a nuevas etapas de la vida, por el mayor involucramiento en movimientos sociales etno-políticos o, como sucedió en las elecciones de convencionales constituyentes, por la candidatura de miembros de la comunidad mapuche. En efecto, la inclusión de listas independientes escindidas del clásico bipartidismo, la paridad de género y los escaños reservados para etnias, incrementan la probabilidad de sentirse más identificados/as con los candidatos y sus propuestas, lo que estimula la participación electoral.
Por último, la incidencia del volumen poblacional de la comuna sobre la decisión de no votar se vincula con el fenómeno de multicolinealidad de los atributos de perfilamiento territorial y del padrón mapuche, donde se observa una fuerte concomitancia entre pobreza, ruralidad, educación y tamaño poblacional. Desde una mirada sociológica, los espacios territoriales reducidos facilitan la comunicación y la organización entre personas, lo cual fortalece el conocimiento y los vínculos entre candidatos y ciudadanía, lo que deriva en una mayor implicación en procesos electorales; ventajas que se diluyen a medida que se incrementa el tamaño poblacional del territorio. Como expone Bauman (2015), las sociedades modernas, cada vez más amplias, sustituyen la representación física de los otros por una figura imaginaria de comunidad, donde los vínculos dejan de ser inmediatos para convertirse en intereses puntuales, además de que alientan el individualismo en desmedro de la acción colectiva.
Con lo anterior, puede establecerse que el fenómeno de la abstención electoral mapuche, similar que la situación general, es multidimensional. Sin duda, los hallazgos discutidos están condicionados por la inédita situación que representa la elección de convencionales constituyentes mapuche y el establecimiento de un padrón diferenciado por parte del SERVEL. Estudios posteriores podrán indagar con mayor claridad la consistencia de lo expuesto, al explorar en niveles más desagregados los supuestos vinculados, tanto a la abstención como a la tendencia del voto mapuche, y perfilar en mejor medida las significancias y los pesos de variables sociodemográficas y territoriales.
CONCLUSIONES
La participación electoral mapuche en los comicios de convencionales constituyentes de 2021 fue una instancia clave para trabajar en los problemas que históricamente ha demandado el Estado chileno. La oportunidad de escoger representates con escaños reservados por etnia incrementó el optimismo, ante lo cual aparecía la pregunta sobre cómo respondería el padrón mapuche al llamado electoral.
De acuerdo con los datos del SERVEL, la participación electoral mapuche en los territorios analizados fue acotada, con niveles de abstención, incluso, por encima de los evidenciados en la población general. Hubo una articipación de baja magnitud, donde factores de caracterización espacial y sociodemográficos mostraron una incidencia estadísticamente significativa. De este modo, la proporción de ciudadanos mapuche que concurrió a las urnas incrementó levemente entre comunas pequeñas, con altos niveles de pobreza, ruralidad y menor nivel educativo. Asimismo, se observa que los niveles de participación se reducen conforme el padrón electoral se feminiza e incluye a la población joven.
Lo anterior plantea la necesidad de expandir el repertorio de medidas para mitigar este problema y pone de manifiesto la necesidad de estimular a la población a asistir a las urnas como parte de un derecho y compromiso cívico, al valorar su representación política como una oportunidad para mejorar las condiciones de vida. Las inéditas y significativas mejoras que ha tenido el padrón en lo que a elección de constituyentes se refiere y en cuanto a inclusión de listas independientes, paridad de género y escaños reservados, apuntan en la dirección deseada, de mayor participación e involucramiento político; cambios que, de persistir, pueden motivar la adhesión ciudadana a los comicios.
Los niveles de participación ciudadana son el sensor de buena salud en sociedades democráticas donde las autoridades representativas se validan y legitiman a través del voto. Altos niveles de abstención friccionan la relación entre la ciudadanía y sus autoridades, y dan cabida a fenómenos de desinterés y desafección. Si a esto se añaden las brechas socioeconómicas, de género y educación que perfilan el comportamiento electoral, la crisis de legitimidad se acentúa y extiende el sentimiento de marginación e insatisfacción con la institucionalidad. Así, la abstención se vuelve causa y consecuencia de una democracia restringida, donde los intereses de los grupos precisamente más vulnerables son desantendidos, lo cual acrecienta el sentimiento de desconfianza ciudadana, tal y como acontece entre pueblos originarios.
En razón de su escasa, cuando no nula, representación e inclusión histórica en los comicios de autoridades políticas, la abstención electoral mapuche resulta un problema complejo. Por un lado, se encuentran las demandas y los conflictos abiertos que mantiene con el Estado, los cuales bien pueden justificar su separación de instancias electorales de una política que no resuelve efectivamente sus preocupaciones. Por otro, están las aspiraciones por una transformación plurinacional de la forma en que el Estado comprende la diversidad de culturas al interior del territorio, lo que daría lugar no solo a mecanismos de representación, sino también de elección política relativamente autónoma, circunscrita a espacios territoriales determinados.
Cualquiera que sea el derrotero que emprenda el proceso eleccionario para el pueblo mapuche, ciertamente la elección constituyente con un padrón independiente y escaños reservados abrió la posibilidad a que su participación e implicancia electoral incrementen y, con ello, la visibilización de sus problemáticas históricas, cuya solución dependerá de la capacidad de negociación y juego político que alcancen dentro de un sistema que se ha estructurado desde lo no-étnico. Por tanto, el tránsito desde una inclusión eminentemente simbólica hacia una real injerencia y efectividad de estos grupos dependerá de la capacidad que tengan, quienes buscan representarlos, de conseguir no tan solo el interés del electorado, sino también de romper con estas lógicas de integración figurativa.