INTRODUCCIÓN
El fin de las dictaduras militares en Bolivia está precipitado por un proceso de revueltas populares donde irrumpe un novedoso movimiento indígena (Zavaleta, 2015). Las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo, de instauración del neoliberalismo en Bolivia, testimonian el ascenso y la consolidación paulatinos de este movimiento. En este tiempo se tejen redes organizativas, alianzas pluriclasistas; emergen nuevos liderazgos con arraigo popular; y se logran arrancar importantes concesiones a los Gobiernos neoliberales. Con este acumulado el movimiento indígena boliviano, que arriba al siglo xxi, logra centrar en su accionar político el núcleo fundamental de las reivindicaciones populares del país en su conjunto.
El movimiento indígena boliviano ha sido objeto de estudio de numerosas investigaciones. Destacan entre ellas los trabajos de Rivera (2010), Albó (2009), García (2009) y Gutiérrez (2008). Estas investigaciones enfatizan en los antecedentes históricos de la rebeldía indígena, sus formas concretas de procedimiento político, sus bases tradicionales y sus organizaciones modernas. Sin embargo, se identifican dos vacíos cognoscitivos. En primer lugar, ninguna de las investigaciones da cuenta de la evolución del movimiento en las dos primeras décadas del siglo xxi, lo cual implica delinear sus procesos políticos fundamentales. En segundo lugar, tampoco se enfatiza en sus contradicciones constitutivas, sino que se observa cierta tendencia a homogeneizar, con carácter analítico, al movimiento en su conjunto. Por tanto, el objetivo fue analizar estos procesos y contradicciones en el marco espacio-temporal señalado.
DESARROLLO
Fundamentos teóricos
Existe una serie de referentes teóricos que resultan trascendentales para comprender las dinámicas y proyecciones políticas del movimiento indígena en Bolivia, así como sus heterogeneidades y contradicciones. En este artículo se hace referencia, brevemente, a Rivera (2010), Albó (2009), Gutiérrez (2008) y García (2009).
Rivera (2010) 1 ha sido fundamental en los estudios sobre el movimiento indígena en Bolivia. En el libro Oprimidos pero no vencidos: luchas del campesinado aymara y quechua de Bolivia 1900-1980 defiende la tesis de que las luchas del campesinado quechua en Cochabamba y aymara en el Altiplano, durante la década de los 70, poseen una visión sobre la rebelión, configurada a partir de dos tipos de memoria colectiva: una memoria corta que los remite a sus insurrecciones de 1947-1952 y una larga que los conecta a las luchas de Túpac Katari2 en el siglo xviii y Zárate Willka3 en el cambio del xix al xx. La memoria corta se asocia a la forma de organización sindical y evoca un paradigma de modernidad estatal y de nacionalidad mestiza integrada. La memoria larga, en cambio, remite a una organización comunal agraria originaria y evoca un paradigma precolonial o tradicional de vida (Rivera, 2010).
Xavier Albó,4 por su parte, posee una obra variada y multifacética. Interesa en cuanto a los fundamentos teóricos su manejo de dos tesis para el estudio del movimiento indígena: 1) existen contradicciones a lo interno de las comunidades indígenas por la pugna entre intereses privados y colectivos, y 2) en las organizaciones indígenas existe una pugna entre la perspectiva clasista y la étnica. En sus estudios posteriores a 2006 tiene como preocupación fundamental la correlación entre la unidad política o bloque histórico indígena-popular, y la problemática concepción de Estado Plurinacional (Albó, 2009).
Raquel Gutiérrez publicó en 2008 5Los ritmos del Pachakuti, que contiene una aportación teórica básica. El libro, dedicado al estudio del quinquenio insurreccional 2000-2005, identifica una tensión creciente entre dos horizontes históricos, uno comunitario-popular y otro nacional-popular. El primero pretende fundar una nueva vida en común que disuelva o se autonomice del orden político del Estado y del orden económico del capital; la segunda pretende refundar estos dos órdenes -no disolverlos-, para incluirse en ellos (Gutiérrez, 2008). Esta división no antagónica constituye uno de los ejes de contradicción del movimiento indígena que se discutirá en lo adelante.
Por último, Álvaro García Linera6 ha escrito desde diversas perspectivas sobre las dos décadas objeto de estudio. En lo teórico es importante resaltar algunos de sus aportes presentes en sus libros La potencia plebeya: acción colectiva e identidades indígenas, obreras y populares en Bolivia y Posneoliberalismo: tensiones y complejidades. Más allá de considerar que la debacle de la identidad obrera del siglo xx fue suplida por el fortalecimiento de la identidad indígena campesina, García (2009) sostiene que lo indígena en Bolivia está caracterizado por la comunidad agraria como factualidad y programa. En la idea de comunidad agraria, García (2009) identifica, en concordancia con José Carlos Mariátegui, una correlativa idea de comunismo o vida comunitaria en común.
Los otros dos aportes teóricos relevantes para este artículo son el concepto de «indianización del Estado», un proceso desarrollado a partir de 2006 y que supone la revalorización de lo indígena, y la idea de las tensiones creativas del bloque indígena-popular. Por oposición a los órdenes estatales previos, la indianización del Estado revaloriza la condición indígena como la central o definitoria, por encima de la blanca o mestiza (García, 2020). Las cuatro tensiones creativas que señala son: 1) la relación entre Estado y movimientos sociales, 2) flexibilidad hegemónica y firmeza en el núcleo social, 3) intereses generales frente a intereses particulares y privados, y 4) industrialización y «vivir bien» (García, 2020).
MÉTODOS
La investigación tuvo un corte cualitativo. Se basó en el análisis bibliográfico de las principales investigaciones al respecto. Tuvo en cuenta otras fuentes de información como la opinión pública, la prensa y los discursos políticos. Se realizó un balance de toda la información acopiada, se sistematizaron los resultados más relevantes, y se procedió a la elaboración de un esquema o mapa conceptual. En el proceso de redacción se enriquecieron los abordajes previamente señalados y se arribó a las tesis fundamentales que sustentan el estudio.
RESULTADOS
Se ofrecen dos resultados fundamentales: una periodización del movimiento indígena boliviano en el siglo xxi y la exposición de sus contradicciones estructurales fundamentales.
Periodización
El fin de las dictaduras militares en Bolivia, al cierre de la década de los 70 del siglo xx, está precipitado por un amplio proceso de revueltas populares donde irrumpe, bajo la sombrilla de las movilizaciones obrero-urbanas convocadas por la Central Obrera Boliviana, un potente y novedoso movimiento indígena (Zavaleta, 2015). Este movimiento sorprende a la sociedad boliviana por el efecto de sus acciones políticas y su capacidad de presión y articulación, luego de varios años de «adormecimiento» bajo el llamado pacto militar-campesino.
Las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo, de instauración del neoliberalismo en Bolivia, testimonian el ascenso y la consolidación paulatinos del movimiento indígena-campesino.
Para abordar los principales procesos políticos de movimiento indígena boliviano en las primeras dos décadas del siglo xxi fue conveniente periodizar su devenir. La periodización que tuvo en cuenta las continuidades y rupturas de los siguientes parámetros: 1) unidad y divergencia de acción y organización, 2) oposición, alianza y/o integración al Estado, y 3) programas políticos y modalidades de acción colectiva. Sobre esta base se identificaron los cuatro períodos siguientes:
Insurrección antineoliberal y antioligárquica (2000-2005). El ciclo insurreccional que abre el siglo xxi en Bolivia tuvo como elemento central el empuje del movimiento indígena ya fraguado en luchas anteriores. Comprendió desde el levantamiento de abril de 2000 en Cochabamba, llamado «Guerra del agua», hasta la renuncia forzada de Carlos Mesa7 en junio de 2005. Es un período marcado por constantes movilizaciones indígenas, donde confluyen en la acción numerosas y variadas organizaciones, tanto tradicionales como nuevas, y se suman otras no indígenas. En lo político pasaron de la pugna por la recuperación de bienes comunes a la voluntad de transformar el poder de Estado. Esto implica que pasaron de la movilización regional y antitransnacional inicial a tener un alcance nacional coordinado opuesto al neoliberalismo en su conjunto y a la oligarquía que lo sostenía desde el Estado (Gutiérrez, 2008). Las victorias sobre el Estado y su régimen neoliberal hacen que los movilizados y sus organizaciones se proyecten a disputar el núcleo central del poder. Comienza así un proceso de apropiación de este poder.
Apropiación creativa del Estado (2005-2009). Inicia un período de disputa por el control del Estado, que implica construir una nueva forma de Estado para el movimiento indígena. Este proceso de apropiación se manifestó, primero, como el triunfo en numerosas y cruciales elecciones o votaciones;8 y, luego, como la capacidad de unión de las distintas fuerzas del movimiento en torno al Movimiento al Socialismo y el liderazgo ético-político de Evo Morales9 (García, 2020). Esta unidad fue capaz de ganar las batallas necesarias para convertir al Estado, en esencia, en instrumento del movimiento indígena con el estímulo negativo de un cohesionado y fuerte enemigo histórico: la oligarquía. Esta se agrupó en torno al Comité Cívico Santa Cruz, y por tanto se articuló como un proyecto regionalista con base étnica y clasista (Burbano, 2014). Este proyecto, sin embargo, fue derrotado en lo estratégico por la aprobación de la nueva Constitución y la reelección de Evo Morales en 2009. Hay un proyecto hegemónico de país que personifica Evo Morales y al cual se adhiere el movimiento en su conjunto.
Disputas en el bloque histórico (2009-2016). Puede afirmarse que el conjunto de este grupo de victorias y logros unitarios conforma un bloque histórico que García (2020) llama nacional-popular, pero se puede calificar como indígena-popular. El debilitamiento del enemigo oligárquico neoliberal elevó las contradicciones a lo interno del bloque. En este período se verifica un paulatino aumento de las divergencias de acción y organizaciones a lo interno del bloque. La integración del movimiento indígena al Estado es contestada por diversas tendencias y grupos del movimiento que apuestan por su autonomía; tienen un programa político diferente, no antagónico, al del Gobierno; y se movilizan por canales de acción en ocasiones confrontativos. La crisis donde todo esto se hace más visible es la ocurrida en 2011-2012 en el TIPNIS,10 que provoca, primero, la ruptura del llamado «pacto de la unidad» y, luego, la recuperación de la unidad a partir de la escisión de dos organizaciones indígenas importantes11 (Albó, 2015) El saldo son fisuras múltiples en el movimiento indígena: a lo interno de organizaciones, entre organizaciones y entre organizaciones y el Estado.
Repliegue estructural (2016-2019). El debilitamiento del bloque indígena popular, verificado en el período anterior, redundará a partir de 2016 en un estancamiento de las victorias políticas y dos derrotas fundamentales, que ofrecen como saldo un retroceso estructural del movimiento indígena. Las dos derrotas tienen como fondo la dificultad para el movimiento de sostener su apropiación del aparato estatal y el considerable grado de desmovilización que sufrieron las organizaciones a partir de su subordinación política al Gobierno. Primero ocurrió la derrota del referéndum para extender el mandato de Evo en 2016 y luego el golpe de Estado orquestado por la oligarquía, con su base regionalista en Santa Cruz, y en alianza con el ejército y Estados Unidos. En el primer caso se trató de una derrota en los marcos de la democracia; en el segundo, de una derrota en cuanto al enfrentamiento de fuerzas (Orellana, 2020). En 2019 la oligarquía aprovechó las divisiones internas del movimiento indígena y asestó un golpe directo al núcleo del poder estatal. Para los estándares de fuerza o poder en manos del ejército no valía en el fondo la victoria electoral, pues esta se asentaba en un notable grado de ilegitimidad que le arrebataba sus implicaciones reales de poder.
Contradicciones determinantes
La evolución de estos procesos políticos da cuenta de tres pugnas básicas que operaron a lo interno del movimiento. Estas giran en torno al proyecto político de país, la forma de hacer política, y los sujetos protagonistas o determinantes de la política. Todas son transversalizadas por las tensiones fundamentales identificadas en los fundamentos teóricos: 1) entre formas tradicionales y modernas (Rivera, 2010), 2) entre perspectivas étnicas y de clase (Albó, 2009), 3) entre el proyecto indígena-comunitario y el indígena-nacional (Gutiérrez, 2008) y 4) entre movimientos sociales y Estado (García, 2020).
Con respecto al sujeto protagónico o determinante, en cada uno de los momentos estudiados existe una pugna entre dos tendencias. Una de ellas privilegia a los múltiples actores comunitarios de base, tiene como consigna la autonomía local y posee un fuerte arraigo territorial. La otra ve como determinante la gestión de las directivas del movimiento en todo su alcance nacional y con amplia capacidad de limitar las autonomías territoriales. Dentro de esta tendencia existe una línea que privilegia las decisiones de los dirigentes de las organizaciones; y otra, al poder estatal indígena que representa Evo Morales. Esta última prevalece con amplitud.
En cuanto a la forma de hacer política, también en este caso se enfrentan en lo básico dos tendencias. Una de ellas privilegia un método de lucha tendiente a la impugnación de las medidas provenientes del Estado o las directivas de las organizaciones. En ese sentido, bebe de la memoria larga y corta de las insurrecciones ancestrales y recientes del movimiento, que han sido su forma de lucha más extendida en el tiempo. Tal impugnación posee un carácter corporativo y territorial fundamentalmente. La otra tendencia privilegia las formas de hacer política vinculadas a los procedimientos democráticos del Estado, sean estos jurídicos, administrativos, policiales o representativos. Su predilección por el Estado predispone a esta tendencia a tener una perspectiva hegemónica y nacional en sus relaciones con otros actores, tanto dentro como fuera del movimiento.
Por último, se enfrentan en lo programático dos proyectos de país de profundas connotaciones económicas, políticas y sociales. Por un lado -y también afincado en la historia de larga duración indígena vinculada al mundo comunal agrario-, están los defensores de un paradigma de país y de desarrollo asentado en las prácticas tradicionales, en el nivel comunitario o comunal, y en el sujeto agrario o campesino. Por otro lado, se encuentra la tendencia de aquellos que desde el movimiento se hallan fascinados por el poder estatal y apuestan por un país moderno, un modelo económico neoextractivista, y un Estado robusto y extendido por sobre toda la sociedad que redistribuye las ganancias que ofrece tal neoextractivismo.
Los tres casos remiten a dicotomías llevadas a su extremo; por lo tanto, casi nunca se dan tal cuales en la práctica. Lo normal es que en el movimiento indígena existan mezcladas en cada sujeto y acción, aunque tienden a prevalecer unas sobre otras. Que prevalezcan unas, no significa que las otras se eliminen o queden invalidadas, sino en suspenso. En la evolución desde 2000 hasta 2019 se observa que tienden a vincularse el sujeto estatal-organizativo, el procedimiento democrático-legal y el proyecto moderno-industrial en una única directriz, a la cual se oponen en combinación más endeble el sujeto comunitario, el procedimiento insurreccional-autonómico y el proyecto comunal-agrario.
En su evolución histórica se observa que la primacía de la directriz estatal-democrática-moderna fue muy fuerte durante los procesos de «apropiación creativa del Estado» y «disputas en el bloque histórico», mientras que en los procesos de «insurrección antineoliberal y antioligárquica» y «repliegue estructural» la pugna con la otra directriz fue más intensa. Durante la «insurrección antineoliberal y antioligárquica» la disputa se resolvió en favor de la directriz estatal-democrática-moderna. En el lapso de «repliegue estructural» las directrices se bifurcaron en sentidos diversos, y perdieron el vínculo productivo que las asociaba. Esto las debilitó y facilitó la victoria de la derecha por medio del golpe de Estado en 2019.
El autor considera que este trabajo es una introducción/provocación al estudio a profundidad de un tema crucial para Bolivia y todo país de América Latina donde exista una importante presencia de pueblos indígenas.
CONCLUSIONES
El movimiento indígena en Bolivia experimenta un notable fortalecimiento político en el siglo xxi. A pesar de que sus fuerzas no han sido igual de diestras y efectivas en todo momento, los indígenas han logrado poner en el centro de la política boliviana sus reivindicaciones históricas. Sus grandes éxitos coexisten con profundas contradicciones y atraviesan difíciles momentos de repliegue y estancamiento. Esto es lo que se propuso reflejar este artículo; en particular, analizar los principales procesos y las contradicciones políticas del movimiento indígena en las últimas dos décadas.
La investigación se apropia de un grupo de categorías producidas por diversos intelectuales bolivianos prestigiosos en sus campos de estudio. Sobre la base de estos aportes se trabajan dos resultados fundamentales. Uno de ellos plantea una periodización del devenir del movimiento indígena en las dos primeras décadas del siglo xxi. La evaluación de los cuatro períodos consecutivos permitió distinguir las cualidades y problemáticas predominantes del movimiento indígena en determinados momentos, su posición ante acontecimientos puntuales, y sus cambiantes proyecciones al futuro y narrativas del pasado.
También fue parte fundamental de los resultados profundizar en las contradicciones de fondo que se mantienen en estos cuatro períodos, aunque se resuelven de manera diferente en cada caso. Si bien la periodización permite identificar rupturas entre procesos históricos de mediana y corta duración, las contradicciones identificadas posibilitan trazar una continuidad que abarca las dos décadas estudiadas.
Por su relevancia para el estudio de este proceso histórico, se recomienda que en futuras investigaciones se aborde la evolución del movimiento indígena boliviano desde una perspectiva comparada con casos similares en otros países de la región. En particular, resalta el caso peculiar del movimiento indígena en Ecuador, con características muy diferentes. Una comparación entre ambos podría dilucidar nuevos núcleos de problemas para el objeto de estudio planteado en esta investigación.