DESARROLLO
Numerosas son las referencias que ofrece la literatura sobre el trabajo científico del doctor Carlos J. Finlay Barrés, quien identificó el agente transmisor de la fiebre amarilla y el modo de contagio de la enfermedad. Es reconocida la importancia de los resultados de sus investigaciones aplicadas a la práctica, que permitieron salvar numerosas vidas en Cuba y en otros países del trópico.1
Al constituirse la República de Cuba el 20 de mayo de 1902, Finlay ocupó el cargo de secretario de sanidad y beneficencia. Fue fundador de la salud pública y es reconocido por su meritoria labor en el saneamiento e higienización del país. Por su actividad científica es considerado la más alta personalidad de la medicina cubana. En su honor, durante el Congreso Médico Panamericano de Dallas, en 1933 la Confederación Médica Panamericana, acordó celebrar en cada aniversario de su nacimiento el “Día de la Medicina Americana”.2,3
El sabio cubano nació el 3 de diciembre de 1833 en la ciudad de Camagüey. Su padre fue el médico inglés Edward Finlay Wilson y su madre Marie de Barrés de Molard Tardy de Montravel, de origen francés y natural de la isla de Trinidad.4
Finlay pasó parte de su infancia en Francia donde realizó estudios. Se trasladó a los Estados Unidos para cursar los de medicina en el Jefferson Medical College de Filadelfia, institución de reconocida reputación docente y prestigiosos profesores, entre los que está uno de los pioneros de la teoría de los gérmenes como agentes patógenos, el doctor Kearsly Mitchell, quien años después propondría al médico cubano como miembro de honor del Colegio Médico de Filadelfia. Finlay terminó la carrera en 1855. Ulteriormente, en reconocimiento a su destacado trabajo científico, esta institución lo nombró Doctor Honoris Causa.
Luego de graduado viajó a Perú para ejercer en Lima. En 1857 revalidó el título en La Real y Literaria Universidad de La Habana. Se especializó en oftalmología,5) pero se interesó por las enfermedades infecciosas, especialmente por la fiebre amarilla de la que estudió su origen y forma de transmisión. Publicó sobre el tema varios artículos en revistas científicas médicas de la época, tanto en Cuba como en el extranjero. Entre 1860 y 1861 trabajó como médico en Francia, en 1864 en Matanzas y por último se establece en La Habana.
Después de años de investigaciones sobre la fiebre amarilla, presentó sus experiencias a las autoridades sanitarias españolas, que la desestimaron. En 1881 el gobierno colonial español lo designó delegado de Cuba y Puerto Rico a la Conferencia Sanitaria Internacional en Washington, donde pudo exponer su teoría que identifica al mosquito Aedes aegypti como ente trasmisor de la enfermedad y argumentaba el modo de trasmisión. Aunque tuvo poca acogida, su proposición fue divulgada por la revista médica de New Orleans, ciudad sureña de los Estados Unidos que sufría estragos por la fiebre amarilla en el siglo XIX.6
Ese año presentó también su teoría en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.7) El auditorio escuchó con atención, nadie impugnó lo expuesto sobre la teoría del mosquito como transmisor de la fiebre amarilla, pero ninguno mostró aceptación. No obstante, por su perseverancia fue autorizado a realizar los experimentos que le permitieron reunir evidencias para probar su hipótesis.
Finlay estudió el comportamiento del mosquito, su morfología, los hábitos de alimentación en diversas condiciones de temperatura y presión atmosférica, así como la distribución geográfica y su relación con la enfermedad.
El contexto de la intervención estadounidense en la lucha de los cubanos por la independencia de España en 1898, fue propicio para que Finlay mostrara su teoría al trabajar como médico en un hospital militar del ejército norteamericano, dedicado a la atención de militares con enfermedades infecciosas en Santiago de Cuba.8
La fiebre amarilla diezmaba las tropas norteamericanas, por lo que el mando militar interventor necesitaba erradicar con premura la enfermedad y su causa. El general y doctor en medicina Leonard Wood, participó al frente de un regimiento en la batalla y fue designado gobernador militar una vez ocupada Santiago de Cuba; se interesó por los trabajos del médico cubano al apreciar en la teoría de Finlay la importancia militar, tanto en lo táctico como en lo estratégico.
Más tarde, el propio Wood, en el cargo de gobernador militar de la isla, solicitó al gobierno estadounidense expertos que corroboran la teoría. Fue enviada una comisión médico militar bajo el mando del mayor Walter Reed, un cirujano militar del cuerpo médico del ejército norteamericano, quien a su vez era catedrático de bacteriología y microscopía en la Facultad de Medicina Militar en Washington.
Bajo la orientación de Finlay, la comisión efectuó los experimentos necesarios que permitieron comprobar la veracidad de la teoría. Los resultados los expusieron en la Conferencia Sanitaria Panamericana en La Habana en 1900.
La aplicación práctica del descubrimiento de Finlay posibilitó sanear el país con beneficio para la población. En lo militar, estableció condiciones higiénicas sanitarias favorables para la permanencia de las tropas de ocupación estadounidenses. Los enfermos y las muertes por la fiebre amarilla disminuyeron en los cubanos y en los militares norteamericanos.9) Por la innegable contribución de Finlay a la medicina, el general Wood organizó un banquete oficial en honor al buen doctor.
En esa época, la fiebre amarilla afectaba también a los obreros que construían el canal de Panamá, y dificultaba el avance de la obra interoceánica. A solicitud del gobierno de los Estados Unidos, el gobierno de intervención en Cuba envió una comisión médica para llevar la experiencia cubana a la zona del canal. Se implementaron las medidas higiénicas sanitarias según la teoría de Finlay.10) Las acciones de saneamiento lograron erradicar el ente transmisor y disminuir significativamente la morbilidad y la mortalidad por la fiebre amarilla y otras enfermedades producidas por arbovirus, hecho que favoreció la terminación del canal. La enfermedad se erradicó del istmo en noviembre de 1905. La contribución científica de Finlay también salvó muchas vidas en otros países del área, lo que corroboró aún más su teoría.11
Por tales hechos y sus aportes en bien de la humanidad, Finlay es reconocido como benefactor.12) En siete ocasiones fue propuesto al Premio Nobel de medicina, pero nunca le fue otorgado,13,14,15,16) sin embargo, recibió otros importantes reconocimientos internacionales.
En 1907 el Instituto de Medicina Tropical de Liverpool en Inglaterra, le otorgó la Medalla “Mary Kingsley”, condecoración destinada a científicos con aportes relevantes en el campo de las enfermedades infecciosas. Finlay la recibió en acto solemne en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.17) La Academia de Ciencias de Francia le concedió el Premio Bréant y en 1908 la Orden de la Legión de Honor, trascendental condecoración que otorga el gobierno francés a hombres y mujeres, franceses o extranjeros, por méritos extraordinarios en el ámbito civil o militar. La orden fue creada por Napoleón Bonaparte en 1802 y posee cinco grados en orden progresivo: Caballero, Oficial, Comandante, Gran oficial y Gran cruz.
El maestro Juan Albaijés Ciurana, artista camagüeyano de origen catalán, pintó en 1948 un óleo del ilustre médico en su etapa de plena madurez profesional, al fungir de Presidente de Honor de la Junta Nacional de Sanidad y Beneficencia, función que asume hasta su muerte el 19 de agosto de 1915 en su residencia del Paseo del Prado en La Habana.18
Albaijés representó al benemérito médico, en el ámbito ceremonial en que recibió la Orden de la Legión de Honor el 3 de diciembre de 1908 en la Academia de Ciencias de Cuba, un acto solemne para celebrar su 75 cumpleaños, ocasión en que colocaron su retrato, en la galería de hombres de destinos ejemplares.8
En la pintura de Albaijés (Fig. 1) reluce la canicie del cabello, del bigote y de las copiosas patillas que adornan la cara del sabio. Usa espejuelos de moldura fina de oro, cejas copiosas y brillantes ojos de afable mirada. Viste con sobriedad un gabán oscuro, pechera blanca y lazo negro. Erguido de pie en postura expositiva, su rostro expresa la nobleza del benefactor. Ante él hay una mesa cubierta con un tapete oscuro, sobre esta un libro y a su lado descansa apaciblemente la mano derecha del doctor, mientras que la izquierda sostiene un pliegue de papel. Detrás está el dorso de una butaca y una cortina oscura con matices claros. En su pecho, a la izquierda, la condecoración en grado de oficial concedida por Francia. En el anverso de la medalla un rostro femenino que simboliza la República Francesa. En la solapa del mismo lado, el distintivo de su membrecía de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, institución que impulsó el desarrollo de las ciencias en la isla desde la época colonial, principalmente de las ciencias médicas.
La obra pictórica es patrimonio del Hospital Militar Central “Dr. Carlos J. Finlay”. Por muchos años fue situada en el salón destinado a las actividades académicas de la institución, presidiendo de modo simbólico defensas de tesis de especialidades médicas y de grado científico, ejercicios de categorización docente, reuniones del consejo científico, jornadas científicas de residentes y estudiantes, entre otras. Actualmente se expone en el vestíbulo principal para la amplia visualización y deleite de los visitantes.
Son escasos los datos sobre el autor del cuadro de Finlay. Hay referencias sobre sus trabajos de restauración de pinturas murales, en la Iglesia Nuestra Señora de la Merced, en la ciudad natal de Finlay. Además se le atribuyen las pinturas art nouveau de las bóvedas y una escultura de Cristo que corona la torre del mismo templo. Son obras que forman parte del legado cultural hispánico y de la influencia de los catalanes en la cultura camagüeyana.
La casa natal de Finlay es un museo en el que se desarrollan actividades sobre su obra y la historia de la medicina, con la cooperación de estudiantes y profesores de la Universidad de Ciencias Médicas de Camagüey, que lleva su nombre.19
La Universidad de Ciencias Médicas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, hace también un merecido honor al sabio con la constitución de la Cátedra Honorífica “Doctor Carlos J. Finlay”, que aglutina a profesionales, docentes, investigadores y alumnos motivados en profundizar y divulgar la paradigmática vida y obra del noble sabio.
El servicio de Finlay a la ciencia ha sido motivo de inspiración de artistas, quienes lo homenajean con obras en diversos géneros que constituyen patrimonios culturales de la nación.20