Introducción
Los retos y las exigencias del mundo contemporáneo requieren de profesionales de la salud con una formación académica basada en competencias.1
Existen múltiples definiciones del término “competencias”. Expertos en el tema coinciden al plantear que son un conjunto de conocimientos teórico-prácticos, habilidades, destrezas y actitudes que requiere un profesional para la identificación y solución de problemas en su desempeño laboral. Estas se adquieren y desarrollan a partir de su formación y su experiencia laboral; y en ellas se integran las capacidades psicológicas, socioafectivas y cognoscitivas, y las convicciones ideológicas y el comportamiento personal y social del profesional. Se manifiestan no solo en lo que la persona sabe, sus conocimientos, sino también en lo que sabe hacer, sus habilidades y lo que quiere hacer, sus actitudes y valores.2,3,4
Las referencias sobre el enfoque de competencias tienen una presencia permanente en el ámbito internacional desde inicios de década de los años 80 del pasado siglo.5
En Latinoamérica, múltiples países aplican el enfoque de competencias en la formación profesional, en especial en la esfera de las ciencias de la salud, tanto en la educación de pregrado como en posgrado.6,7,8,9 Otros países de la región, como Colombia y Argentina, también emplean la educación por competencias en diferentes ámbitos.10,11
En Cuba se trabaja con esta visión desde 1990. En 2012 el Ministerio de salud Pública (MINSAP) inició de forma experimental un proceso de identificación y normalización de las competencias laborales en especialidades médicas, mediante expertos seleccionados por los grupos nacionales de especialidades.12
Se identifican competencias específicas para especialistas de diferentes ramas de las ciencias de la salud: Higiene y Epidemiología, Medicina Intensiva y Emergencias, Pediatría y Enfermería.2,4,13,14,15
No existen referencias de que la Farmacología haya estado incluida entre las especialidades médicas elegidas.
Otro elemento que justifica la necesidad del enfoque por competencias es que los especialistas en Farmacología tienen dentro de sus funciones, asistenciales, investigativas y de gestión, las relacionadas con la toma de decisiones para la selección, la planificación, la evaluación y el uso racional de medicamentos. Habilidades estas que deben adquirirse a través de la visión de la formación del farmacólogo como futuro farmacoepidemiólogo.
La farmacoepidemiología constituye una rama de la Farmacología y se define como la aplicación del conocimiento, los métodos y los razonamientos epidemiológicos al estudio de los efectos (beneficiosos o perjudiciales) y los usos de los medicamentos en las poblaciones.16
Los autores coinciden con Veliz,17 cuando plantea que se necesita que el MINSAP, a través de sus universidades, instituciones, centros de investigación, sociedades científicas y grupos nacionales de especialidades, realice la identificación de las competencias profesionales en cada área de atención, especialidad y servicios, con atención al desarrollo tecnológico, económico, cultural, histórico y social del país.
Carnota Lauzán apunta la importancia vital de la implementación de una política de calidad, tanto en la formación como en el sistema de salud en general, para lograr el uso adecuado de los medicamentos en término de prescripción, seguridad y consumo.18
La formación por competencias del especialista en Farmacología proporciona al Programa Nacional de Medicamentos (PNM) un profesional idóneo para analizar con calidad los problemas relacionados con medicamentos en todos los niveles de atención sanitaria, evaluar la utilización de los medicamentos, desarrollar investigaciones y promover el empleo racional de los recursos disponibles.
Por otra parte, se constató poca producción científica de autores cubanos acerca del tema competencias en Farmacología, en general, y en Farmacoepidemiología, en particular; y ausencia de estudios sobre competencias profesionales de estos especialistas. En tal sentido, se realizó este trabajo con el objetivo de definir las competencias profesionales de los especialistas en Farmacología para su desempeño como farmacoepidemiólogos.
Métodos
Estudio de desarrollo, de corte transversal, en el que se obtuvieron las competencias profesionales genéricas y específicas que los especialistas en Farmacología debían alcanzar para desempeñarse como farmacoepidemiólogos. El trabajo se realizó en La Habana entre marzo de 2018 y febrero de 2019. Se aplicaron técnicas cualitativas y revisiones documentales sobre las temáticas relacionadas con el objeto de la investigación.
Se elaboraron instrumentos para la recolección de la información, que fueron validados por expertos durante su construcción y en la práctica. Se construyó una base de datos para su procesamiento. Se trabajó con dos grupos de expertos. El primero (GE1) se ocupó de la definición de las competencias y el segundo (GE2) las validó en la práctica. En ambas etapas se empleó la metodología Delphi.19
En la selección de los participantes se tuvo en cuenta criterios como: efectividad de la actividad profesional del experto, creatividad, disposición a participar, conformidad, capacidad de análisis, espíritu colectivista y autocrítico. El GE1 estuvo integrado por siete especialistas de Farmacología, con más de 10 años de experiencia laboral, categoría docente auxiliar o titular y categoría científica de Máster y/o Grado de Doctor en Ciencias. El GE2 estuvo compuesto por los especialistas en Farmacología que laboraban en La Habana con independencia de su año de egreso y ocupación.
Se confeccionó una lista de competencias teniendo como base las competencias genéricas y específicas elaboradas a partir de la revisión documental, y las funciones y habilidades declaradas en el Programa de Especialización en Farmacología vigente, la cual fue entregada a los expertos del primer grupo. Estos dieron una respuesta dicotómica sobre la importancia de dichas habilidades para la formación del Especialista de I Grado de Farmacología para su desempeño como farmacoepidemiólogo y realizaron comentarios y/o adicionaron otras que no estaban enunciadas.
Se realizaron dos rondas de consultas. Al finalizar cada ronda se hizo un análisis estadístico de las respuestas obtenidas. Se consideró el 80 % como criterio de mayoría para establecer consenso. Al concluir la primera etapa, se le envió al segundo grupo de expertos la lista de competencias como resultado del procesamiento de la información que emergió del GE1. A esta se le aplicó una escala de cinco columnas, tipo Likert, ordenadas de acuerdo con el grado de importancia o la prioridad. Los expertos del GE2 seleccionaron una de las cinco posibilidades en cada ítem lo que constituyó la validación práctica. Por último, se confeccionó un documento que recogió las competencias.
Se respetó el anonimato, la confidencialidad y la voluntariedad de los participantes en el estudio.
Resultados
El cuadro 1 muestra las competencias genéricas. En cuadro 2 se presentan las unidades y los elementos de las competencias específicas por áreas funcionales asistencial, investigativa, docente y de gestión. Todas ellas tributan al propósito clave: Atención especializada al proceso salud-enfermedad, necesarias para lograr un mejor desempeño del especialista en Farmacología como farmacoepidemiólogo, tras culminar la segunda ronda de trabajo con el primer grupo de expertos.
Competencias genéricas |
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Actúa con responsabilidad y compromiso ético. Posee conocimientos y habilidades sobre las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones y el proceso enseñanza-aprendizaje. Posee habilidades para la comunicación oral y escrita. Es capaz de trabajar en equipo y colaborar con otros especialistas e instituciones dentro y fuera del sector salud. Posee autonomía, creatividad y liderazgo. Está dispuesto para aprender y sabe cómo hacerlo. |
Se construyeron 24 competencias. De ellas 6 genéricas, 6 del área asistencial y 4 en cada una de las áreas de investigaciones, docente y gerencial. En la validación de las competencias participaron 15 expertos. El 60 % de estos consideró que todas las competencias estaban entre la máxima y la tercera prioridad.
En las tablas 1, 2, 3 y 4 se observa la validación de las competencias de cada área funcional por el segundo grupo de expertos. En cada una de las áreas funcionales hubo 6 especialistas (40 %), que no marcaron ningún grado de importancia para algunas de las competencias definidas por el primer grupo de expertos.
En el área asistencial el 100 % de los expertos consideraron que la interpretación con enfoque farmacoepidemiológico de la información sobre medicamentos para su aplicación en condiciones concretas era de máxima prioridad. El 13,3 % indicó segunda prioridad para las referidas a la elaboración y evaluación de guías de práctica clínica y protocolos terapéuticos.
En el ámbito investigativo, el 86,6 % de los expertos asignó máxima prioridad a la promoción y divulgación de los resultados de investigaciones en el campo de la farmacoepidemiología a través de publicaciones y eventos científicos nacionales e internacionales, y así consideraron la realización de intervenciones que dan solución a problemas de medicamentos el 46,6% de ellos.
En el área docente, el 86,6 % de los expertos concedió importancia máxima a la competencia relativa a la asesoría de profesores implicados en la docencia sobre aspectos metodológicos y el enfoque farmacoepidemiológico de la terapéutica.
Se observa que en el área de gestión las competencias referidas a la asesoría de médicos, enfermeras y pacientes en el reporte de reacciones adversas y otros problemas relacionados con medicamentos, así como la participación en la promoción del uso racional de medicamentos por el personal de salud y la población, obtuvieron la mayor importancia por el 60 % de los expertos.
Discusión
La capacitación por competencias le brinda al egresado las herramientas necesarias para dar solución a los problemas concretos que se presenten en su práctica profesional, fundamentados por los diferentes saberes: saber, saber hacer y saber ser. Disponer de profesionales competentes de la salud pública es una prioridad absoluta para el buen desempeño y fortalecimiento constante del Sistema Nacional de Salud. La revisión bibliográfica realizada no aportó diseños de currículos basados en competencias para la formación del especialista de Farmacología en Farmacoepidemiología.
Las competencias genéricas resultan imprescindibles, aunque no suficientes. La responsabilidad y el compromiso ético del farmacólogo con la sociedad y el paciente implican tener, como objetivo superior de su desempeño, contribuir al uso adecuado y seguro de los medicamentos para lograr una atención sanitaria de calidad. En ello está involucrado todo el equipo de salud, con un rol destacado del personal farmacéutico en la dispensación de los medicamentos, además de otras funciones relativas a su regulación y control, y la farmacovigilancia.20
Girela-López21) señala que la educación médica obliga al médico en un doble sentido: hacia dentro y hacia fuera. En el primer caso se refiere a la formación médica continuada como un deber ético, un derecho y una responsabilidad de todos los médicos a lo largo de su vida profesional; y en el segundo caso, a la educación hacia los demás.
El conocimiento de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) resulta básico para el trabajo cotidiano del profesional y su necesidad de adquirir conocimientos continuamente. Según Fernández Aedo y otros,22 la introducción de las redes de comunicación en la educación ha venido a ampliar y acelerar el manejo e intercambio de información y comunicación en la educación a distancia, al tiempo que ha facilitado la construcción de conocimiento y la capacidad de aprender a aprender.
El trabajo en equipo equivale a colaborar con otros, considerar y valorar ideas y conocimientos de otros, aprender los unos de los otros en el logro de objetivos y metas comunes. A decir de Gorrochotegui,23 un equipo está compuesto por personas con talentos complementarios, propósitos comunes y objetivos compartidos. Sus resultados no se reducen a la suma de las contribuciones individuales.
La Farmacoepidemiología enseña a obtener información confiable e independiente, que le permite al médico una lectura crítica de artículos científicos y llegar a sus propias conclusiones.16
La formación de un pensamiento crítico y de habilidades de lectura crítica tiene importancia reconocida como competencias a desarrollar en el ámbito educacional.24 La lectura de la literatura científica transita por el análisis de la información, su comprensión, interpretación y crítica, hasta la construcción del conocimiento propio, que permita su aplicación en la solución de problemas de salud de la población.
La lectura crítica de la información sobre medicamentos es imprescindible para hacer una selección adecuada de estos. Esta contribuye no solo a elevar la calidad de la atención médica, sino la calidad de la gestión de los medicamentos y la eficiencia de los recursos sanitarios. El proceso de selección de medicamentos puede resultar una guía de práctica clínica o recomendaciones que ayuden al médico en la elaboración de su formulario personal.25
Los prescriptores se enfrentan a un número creciente de especialidades farmacéuticas. Las guías de práctica clínica (GPC) facilitan la selección de los medicamentos, lo que contribuye a una terapéutica racional. El farmacoepidemiólogo debe saber elaborar y evaluar guías de práctica clínica.
La consulta terapéutica es otra de las competencias del farmacoepidemiólogo en el área asistencial que favorece la toma de decisiones clínicas. Resulta un servicio que brinda información farmacoterapéutica a partir de la búsqueda e integración de evidencias científicas de calidad, para solucionar preguntas concretas surgidas en la práctica clínica habitual.
En el área investigativa se consideró de máxima importancia para el desempeño del farmacólogo como farmacoepidemiólogo, su capacidad de desarrollar ensayos clínicos, estudios de farmacovigilancia, de utilización de medicamentos, de evaluación económica, en colaboración con otros investigadores.
Al decir de García,26 se necesita conocer las ventajas y los inconvenientes del uso de los medicamentos mediante estudios que muestren en qué pacientes se utilizan y en qué condiciones, cómo se utilizan, por qué se utilizan, qué efectos tienen, qué factores condicionan esos efectos y qué costo tienen en las condiciones habituales de la práctica clínica, de tal forma que permita a los gerentes desarrollar intervenciones para intentar resolver estos problemas. Es función del farmacoepidemiólogo la vigilancia y evaluación de los riesgos asociados al empleo generalizado de medicamentos y de su eficacia en la asistencia médica.
La difusión de los resultados de investigación permite acercar los conocimientos obtenidos a la población para la que, en definitiva, fueron creados. No obstante, se reconoce que comunicar avances y descubrimientos no siempre resulta sencillo y requiere de lenguaje claro, que permita a los no especialistas hacer utilidad de lo investigado.27
Un análisis de las publicaciones de estudios de utilización de medicamentos (EUM) en revistas cubanas indexadas en SciELO concluyó que existe baja producción científica sobre EUM en las revistas médicas nacionales, aunque puede apreciarse un crecimiento.28
En el área docente el farmacoepidemiólogo educa a prescriptores y dispensadores en las bases farmacológicas de la terapéutica con perspectiva farmacoepidemiológica y salubrista, lo que entraña un compromiso ético y social con la promoción y utilización racional de los medicamentos.
Ramírez29 refiere la necesidad de un docente comprometido con la educación en valores en un mundo actual complejizado por la crisis de valores y problemas en diferentes esferas de la vida, la economía, la salud, el medio ambiente, así como la rapidez con que la información circula en medios masivos de comunicación. En este contexto, el profesor debe ser gestor de la información, guía del proceso de enseñanza aprendizaje y un modelo a seguir. Es indiscutible el rol fundamental del farmacólogo en el proceso de formación farmacoterapéutica y de valores en los diferentes niveles de enseñanza.
En el área gerencial el farmacoepidemiólogo es el profesional capaz de orientar a los diferentes actores de la cadena del medicamento en la gestión de su uso racional. García26 explica que el enfoque epidemiológico es un instrumento indispensable en la actividad de gerencia de los servicios de salud y apunta la importancia de la información científica como un elemento de gran valor para la toma de decisiones acertadas en las diferentes etapas por las que transita el proceso de gestión.
El farmacoepidemiólogo asesora a los departamentos médico, farmacéutico y administrativo en los diferentes niveles de atención sanitaria en el uso racional de los medicamentos. El Comité Farmacoterapéutico (CFT) es la entidad que lo propicia; reúne a las personas implicadas en la prestación de servicios de salud y constituye un instrumento para fomentar el uso adecuado de los medicamentos.30
Una gestión óptima del CFT asegura una asistencia médica de calidad con el menor costo posible, al determinar qué medicamentos deben estar disponibles, a qué costo y cómo deben utilizarse. Constituye, además, una herramienta del sistema sanitario para diseñar, gestionar y aplicar estrategias encaminadas a alcanzar un uso racional de los medicamentos.31
El farmacoepidemiólogo, educado en competencias, es el experto capaz de asesorar a directivos, personal médico y de enfermería, y a farmacéuticos, sobre los riesgos del uso de los medicamentos; al tiempo que promueve el empleo adecuado de estos por parte de aquellos y de la población.
Como conclusiones, se construyeron las competencias profesionales del especialista de Farmacología necesarias para su desempeño como farmacoepidemiólogo. Las competencias definidas permiten al farmacoepidemiólogo lograr un uso racional de los medicamentos lo cual tributa a su propósito clave, una atención de calidad al proceso salud-enfermedad.