INTRODUCCIÓN
En sentido general, existen valoraciones del peligro sísmico en distintos países, como en Cuba, basados en la aceleración de las ondas elásticas, el efecto de sitio, la experiencia histórica y otros criterios, que se expresan en nomas constructivas y mapas de amenaza sísmica con un carácter regional o local (Chuy-Rodríguez 1980; Cotilla-Rodríguez y Udías 1999).
En todo el territorio de la República de Cuba y áreas adyacentes es común que ocurran sismos con magnitudes de 1 a 3. Con menor frecuencia los sismos han alcanzado magnitudes superiores, hasta 8 en el territorio nacional. Los focos de estos eventos (hipocentros) están ubicados hasta 10 km de profundidad en tierra y hasta ~60 km de profundidad bajo el mar (Figura 1) (Anónimo 1932; Morales 1931; Hernández-Pérez y Ramírez-Pérez 2013; Chuy-Rodríguez 1980; Álvarez et al. 2000).
Con respecto a la perceptibilidad, solo aquellos de magnitud mayor de 3 son sentidos por las personas; pero los dañinos son generalmente de magnitud mayor de 5, aunque el grado de destrucción (intensidad del sismo) depende mucho del estado de la infraestructura construida, el efecto de sitio y la cercanía del foco.
Por eso el riesgo sísmico tiene una componente vinculada a la energía liberada por el sismo y las condiciones geológicas regionales y locales, y otra que depende por entero del comportamiento humano al seleccionarse el sitio de ubicación de las obras y al diseñarse y construirse la infraestructura.
La vida ha demostrado que si se construyen obras con características sismo-resistentes, y hay una preparación y organización social, el nivel de destrucción e impacto general de un evento sísmico es menor (Hernández-Pérez y Ramírez-Pérez 2013; Chuy-Rodríguez 1980; Álvarez et al. 2000).
Por eso la percepción del riesgo en una comunidad no es solo la preparación de la población para reaccionar correctamente ante un evento sísmico, sino, sobre todo, la capacidad de anticiparse al peligro, diseñando normas constructivas sismo-resistentes que ofrezcan un grado de seguridad satisfactorio, basadas en la experiencia histórica y la base científico-tecnológica más actualizada de la sismología y de la ingeniería civil.
Este ensayo constituye una contribución más a la necesidad de elevar la percepción del riesgo en la población cubana, para lo cual se presenta un nuevo concepto denominado "Ciudades en alerta sísmica", que se fundamenta en el principio de: "Donde ocurrieron eventos sísmicos destructivos en el pasado, es muy probable que se repitan en el futuro, a menos que la infraestructura construida se hubiese mejorado sustancialmente".
CIUDADES EN ALERTA SÍSMICA
Desde que se fundó y modernizó la red sismológica nacional ha sido posible establecer con mayor precisión la posición de los focos de terremotos y su magnitud, lo que permite tener una mejor apreciación del grado de sismicidad del territorio cubano, como ilustra la Figura 2 (CENAIS 2020c).
Si observamos los mapas de los sismos detectados en Cuba y territorios adyacentes entre los años 2018 y 2020, se evidencia que se localizan en toda nuestra geografía, pero es notable la variabilidad anual de la cantidad y localización de los epicentros (Figuras 2 y 3). Por ejemplo, en el año 2018 la red de estaciones sismológicas cubana registró 2 575 eventos con magnitudes hasta 5.9; en el año 2019 se detectaron 2 986 eventos con magnitudes hasta 4, y en el primer semestre de 2020, año muy activo, se registraron 2 925 eventos, con magnitudes hasta de 7.7 (Figura 3). En ningún caso se reportaron daños de consideración ni personas muertas o heridas en estos años; apenas algunas casas parcialmente destruidas, paredes fracturadas y pequeños deslizamientos o derrumbes en taludes montañosos (CENAIS 2019, 2020a, 2020b).
Por lo general, cuando los sismos ocurren en regiones aisladas, lejos de las ciudades y edificaciones de gran porte, los daños son mínimos. Un ejemplo es el terremoto de M=7.7 que sacudió Islas Caimán en 2020 (Figuras 2 y 3), el cual fue perceptible en casi toda la isla de Cuba, aunque sin mayores consecuencias. Los bohíos, caneyes y otras construcciones de madera, típicas de la arquitectura criolla, raramente sufren daños, por eso en la ciudad de Santiago de Cuba, después de los terremotos devastadores del siglo XVIII, se desarrolló una arquitectura sismo-resistente basada en el uso extensivo de la madera y la fibra vegetal.
Un comportamiento distinto presentan las obras de mampostería que caracterizan las ciudades y algunas estructuras aisladas, que históricamente han sufrido distintos grados de afectación por los terremotos. Un caso interesante es el sismo de 1880 que arrasó con las instalaciones de mampostería en las ciudades de San Cristóbal y Candelaria en el occidente de Cuba, incluidas la iglesia, la cárcel y otras oficinas del gobierno, así como las torres de los centrales azucareros situados en las afueras de estas ciudades. En contraste, las casas de madera soportaron los mismos pulsos sísmicos sin mayores consecuencias (Hernández-Pérez y Ramírez-Pérez 2013).
Los focos de los sismos se presentan tanto aislados como formando enjambres, cuando en ciertas áreas de algunos cientos de kilómetros cuadrados se registran numerosos eventos en apenas una semana o más. Los focos de estos enjambres sísmicos se encuentran localizados en la corteza terrestre, tanto en tierra como bajo el fondo del mar. Predominan en Cuba oriental y en particular bajo el fondo de la trinchera de los Caimanes - fosa de Bartlett, por donde transita la falla sismo-generadora Oriente, una de las más importantes del Caribe (Figura 1).
Algunos de estos enjambres son significativos como ilustran los ejemplos de Imías (~1 500 eventos en octubre de 2014), Uvero (~1 650 eventos en enero de 2017) y Mar Verde (~1 900 eventos en enero de 2016). Casi todos los años se detectan enjambres sísmicos activos, que a menudo se repiten en las mismas áreas, aunque la cantidad de eventos varía, como ocurrió entre 2018 y 2019 (Tabla 1). Aunque los enjambres sísmicos en tierra son menos comunes, los registros históricos han detectado algunos en diversos puntos del territorio, pero no son tan frecuentes ni con tantos eventos como en el entorno de la falla Oriente (Figura 1) (CENAIS 2020c).
Al valorar la información ofrecida en párrafos anteriores, queda evidente que todo el territorio de Cuba está sometido al peligro de la ocurrencia de algún sismo, aunque se destaca la región oriental por la mayor frecuencia y la mayor magnitud que han alcanzado.
Habida cuenta de esta situación se han elaborado normas, mapas y protocolos de actuación para la reducción del riesgo sísmico, que incluyen recomendaciones para eliminar las vulnerabilidades de la infraestructura construida, el reforzamiento estructural de escuelas, hospitales y otras edificaciones que así lo requieran, la clausura y demolición de los edificios con amenaza de derrumbe, la designación de lugares de reunión seguros, y las campañas de capacitación y elevación de la percepción del riesgo, entre muchas otras tareas.
Como una contribución más a la necesidad de elevar la percepción del riesgo en la población cubana, en este trabajo se presenta un nuevo concepto denominado "Ciudades en alerta sísmica", el cual se basa en un principio muy simple:
. Por lo tanto, todas las ciudades que en el pasado sufrieron daños a causa de terremotos, deben considerarse en alerta sísmica permanente, pues todavía la ciencia no puede pronosticar con suficiente precisión cuándo, dónde y de qué magnitud serán los futuros sismos."Donde ocurrieron eventos sísmicos destructivos en el pasado, es muy probable que se repitan en el futuro, a menos que la infraestructura construida se hubiese mejorado sustancialmente"
Veamos en mayor detalle cómo se construye este concepto. En primer lugar, se preparó una base de datos con las ciudades que en el pasado han sufrido afectaciones significativas por eventos sísmicos, incluyendo si es posible, la cuantía de los daños y las afectaciones a la vida humana. Para ello se utilizaron relatos históricos publicados en la prensa o conservados en los archivos de la ciudad. A esta información se añadieron los datos y reportes compilados por investigadores y especialistas, que por lo general, incluyen información técnica como es la fecha exacta del evento principal, la profundidad y ubicación de los focos, así como la magnitud e intensidad de cada sismo y sus réplicas. Esto de acuerdo con los registros instrumentales como mediante estimados elaborados a partir del relato histórico.
Con esta información se elaboró una tabla de las ciudades que han sido afectadas por sismos destructivos, incluyendo la cantidad y fecha de los eventos, así como el grado de destrucción y morbo-mortalidad de ocasionaron (Tabla 2). Esta tabla nos permite fundamentar por qué algunas ciudades deben declararse en alerta sísmica permanente.
Las ciudades relacionadas en la Tabla 2 se presentan en un mapa (Figura 4), donde se distinguen de acuerdo con las intensidades máximas de los sismos que las han afectado en el pasado. Dicha intensidad, expresada en grados, es la medida del nivel de destrucción resultante de un movimiento sísmico, incluidos el evento principal y las réplicas.
En el mapa las ciudades cubanas en alerta sísmica se han separado en tres categorías, de acuerdo al nivel de destrucción provocada por los sismos históricos, y la frecuencia con que han sido afectadas, como se muestra seguidamente:
Intensidad máxima Ciudades en alerta
V y VI Varadero, Jagüey, Esmeralda y Moa
VII y VIII Artemisa, Remedios, Caibarién, Manzanillo, Pilón, Bayamo, Gibara, Baracoa
Hasta IX Santiago de Cuba
La conveniencia de esta caracterización es que permite visualizar cuáles son las ciudades donde es necesario prestar más atención a la reducción del riesgo sísmico. Utilizando esta misma concepción y metodología se pueden elaborar mapas más detallados.
En cualquier caso, es evidente que las poblaciones situadas en el entorno de las ciudades que aparecen en el mapa de la Figura 4, presentan el mismo peligro sísmico, pues los efectos de los terremotos no son puntuales sino que abarcan un territorio bastante extenso. En otras palabras, el mismo estado de alerta sísmica se puede asignar a las poblaciones situadas en un radio de 50 km alrededor de la ciudad de referencia. De hecho los sismos de gran magnitud (M>7) son perceptibles a cientos de kilómetros del foco (oscilaciones de edificios altos, vibraciones de paredes y movimiento de objetos), como ilustran el que ocurrió en las Islas Caimán el año 2020, que se sintió en toda la extensión de la isla de Cuba y el terremoto de Haití de 2010, que puso a oscilar algunos edificios altos en Bayamo.
El mapa de las ciudades en alerta sísmica reafirma que en todo el país hay sitios que han sufrido algún sismo importante, aunque en la región oriental el número es mayor, y es donde único se ha registrado un evento de grado IX de intensidad.
Si se ampliara este concepto al resto del área circum-Caribe, habría que declarar como ciudades en alerta sísmica a Puerto Príncipe (Haití), Puerto Plata (República Dominicana), Ponce (Puerto Rico), México D.F. (México), Ciudad Guatemala (Guatemala), Managua (Nicaragua), San José (Costa Rica), San Salvador (El Salvador), y muchas otras que en el pasado han sufrido fuertes daños causados por terremotos. Asimismo, se pudiera extender el concepto para abarcar varios peligros combinados, como por ejemplo: "ciudades con alerta sísmica y volcánica" tales como Antigua (Guatemala), San Salvador (El Salvador), y muchas otras con estas características.
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
En este ensayo se han definido las ciudades que, por su historial sísmico, pueden declararse en alerta sísmica permanente. Las ciudades así definidas han de tomar en cuenta las siguientes recomendaciones:
Las ciudades en alerta sísmica permanente deben estar dotadas de un estudio actualizado de las vulnerabilidades de la infraestructura, a fin de establecer un plan de reducción de las mismas.
La reducción de vulnerabilidades debe comenzar por reforzar las escuelas y los hospitales, así como otras edificaciones que tengan debilidades estructurales.
Toda nueva construcción debe responder a criterios sismo-resistentes de acuerdo con la norma cubana.
Todos los edificios públicos, hospedajes y multifamiliares deben disponer de una señalética con orientaciones a seguir en caso de que ocurra un evento sísmico.
La ocurrencia de sismos fuertes no tiene fechas ni temporadas previsibles, de manera que debe mantenerse un programa regular de información y ejercicios de orientación para elevar la preparación de la población y los directivos, a fin de crear una ética de comportamiento.