Introducción
La especie canina es una opción por excelencia entre las mascotas para apoyo emocional (Fine et al., 2019); también destaca entre los animales domésticos en la transmisión de la leptospirosis a los humanos (Troncoso y Castrelo, 2016; Hernández Ramírez et al., 2017). Además de reservorios por excelencia, padecen la enfermedad y constituyen un problema mundial. En Estados Unidos se ha reportado por más de un siglo y su prevalencia va en aumento (White et al., 2017).
En una investigación realizada en Villa Clara para caracterizar el comportamiento epidemiológico de la zoonosis (1999-2008) en un área de salud se concluyó que el contacto con roedores representó la mayor fuente de contagio, no así el contacto con perros (Duarte et al., 2011). En un estudio posterior esta especie representó el 99 % de los animales con la enfermedad (Castillo-Cuenca, Iannacone, Fimia-Duarte, Quiñones-Prieto, Cepero-Rodríguez, Cruz-Rodríguez y Campos-Cardoso, 2016). Coincidentemente, en Camagüey se ha notificado entre las especies animales domésticas hegemónicas (bovinos, porcinos, equinos) como reactores a Leptospira spp. (Rodríguez, Barreto, García y Vázquez, 2017b; Barreto et al., 2017a).
Esta propuesta tuvo como objetivo alertar sobre la posible subvaloración de la especie canina en la transmisión de la leptospirosis a seres humanos.
Desarrollo
Ante todo, es prudente considerar un argumento general: la Organización Mundial de la Salud (OMS) cataloga a esta zoonosis como enfermedad tropical desatendida en la esfera humana (Torres Castro et al., 2018). En tanto, su repercusión en las especies animales domésticas está sesgada por incertidumbres mayores (Barreto et al., 2017b).
En Cuba, los Laboratorios de Sanidad Animal utilizan la técnica de microaglutinación para su diagnóstico, variante que permite identificar los serovares involucrados. Lamentablemente, los criterios de selección sobre cuáles incluir en las baterías responden a la Norma Ramal de Diagnóstico Veterinario 673 de 1982 del Ministerio de la Agricultura, vigente desde julio de1984. Elección basada en el historial de aquellos que fueron predominantes en décadas anteriores y que, en el caso de caninos, comprende a: Icterohaemorrhagiae, Canicola, Ballum, Australis, Pomona y Tarassovi (Barreto et al., 2017b).
Los perros actúan como hospederos de mantenimiento para Leptospira interrogans serovar Canicola. Antes de las campañas de vacunación, de conjunto con Icterohaemorrhagiae, eran los predominantes en estos animales. La presión selectiva provocó la prevalencia de Grippotyphosa, Pomona, Bratislava y otros (Lunn, 2015; Miotto et al., 2018). Resultados notificados en Colombia (Álvarez, Calderón, Rodríguez y Arrieta, 2011) y México. En este último país, también refieren la circulación de Shermani y Pyrogene, con porcentajes de presentación de 33 y 20 %, respectivamente (Hernández Ramírez et al., 2017).
Conclusiones
Por lo expuesto, el diagnóstico de esta enfermedad en perros, basado en la inadecuada selección de los seorvares que circulan en la actualidad, conlleva a resultados inferiores a la afectación real. Si a ello se suma que los Centros Provinciales de Higiene, Epidemiología y Microbiología solo determinan si los sueros son reactores a Leptospira o no, sin ahondar en el tipo de serovar presente (Rodríguez, Barreto, García y Vázquez, 2017a), resulta incuestionable el sesgo que trunca los nexos entre caninos y humanos al estudiar la epidemiología de la enfermedad, máxime cuando no median técnicas moleculares alternativas a tal fin (Raja et al., 2016).