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Universidad de La Habana

versão On-line ISSN 0253-9276

UH  no.297 La Habana maio.-ago. 2023  Epub 20-Jun-2023

 

Artículo original

Andanzas griegas de un cubano del siglo xix: historia de un cuaderno inédito

Greek Adventures of a 19 th -Century Cuban: History of an Unpublished Notebook

0000-0002-8280-5464Mayerín Bello1  * 

1 Universidad de La Habana, Cuba.

RESUMEN

El ensayo examina el cuaderno Apuntes sobre un viaje a Oriente en 1831 y 1832 del cubano José Luis Alfonso, Marqués de Montelo. Este material ha permanecido inédito e ignorado hasta ahora (se conserva en la Colección de manuscritos de la Biblioteca Nacional José Martí) y constituye un valioso testimonio sobre el estado de los antiguos monumentos de la Grecia preclásica, así como sobre los acontecimientos políticos que estaban teniendo lugar entonces en ese país. Es, asimismo, un temprano exponente en nuestras letras de la sensibilidad romántica en el género específico de los reportes de viajes. La figura de su autor ha sido apenas estudiada, a pesar de ser entonces uno de los hombres más prominentes de la isla y con un desempeño político importante y controvertido.

Palabras-clave: arqueología; cuaderno de viaje; Grecia; José Luis Alfonso; Schliemann

ABSTRACT

The essay examines the notebook Apuntes sobre un viaje a Oriente en 1831 y 1832 [Notes on a journey to the East in 1831 and 1832] by the Cuban José Luis Alfonso, Marqués de Montelo. This material has remained unpublished and ignored until now (it is preserved in the Manuscript Collection of the José Martí National Library) and constitutes a valuable testimony on the state of the ancient monuments of pre-classical Greece, as well as about the political events that were taking place at that time in that country. It is also an early exponent in our literature of the romantic sensibility in the specific genre of travel reports. The figure of its author has hardly been studied, in spite of being one of the most prominent men of the island and with an important and controversial political performance.

Key words: archeology; travel notebook; Greece; José Luis Alfonso; Schliemann

UN SUJETO OMITIDO

Enrolado en el Grand Tour decimonónico, un cambio de rumbo lo lleva a Grecia en 1831, cuyo gobierno, inmerso en una situación de excepción que involucra a varias potencias mundiales, tiene a bien sacar tiempo para recibirlo y conversar cordialmente. Pero no es la política lo que lo atrae -todavía- sino las míticas ruinas preclásicas de Tirinto y Micenas, entonces muy poco frecuentadas hasta que sean revalidadas, décadas después, por Heinrich Schliemann, el arqueólogo alemán descubridor de Troya.

El viajero es observador y tiene la pluma fácil, de modo que sus impresiones quedan registradas en un breve cuaderno de apuntes que durmió bien arropado hasta ahora en su amplia colección de manuscritos atesorada por la Biblioteca Nacional José Martí. Un cuaderno, además -y también tempranamente- por el que corren esos aires románticos que su joven autor ha respirado en su agitado y amplio periplo europeo. El sujeto omitido de tales andanzas y del testimonio es el cubano José Luis Alfonso, primer Marqués de Montelo (1810-1881) (Figura 1), quien ha vivido casi totalmente en el olvido -subrayamos el casi- a pesar de ser entonces uno de los hombres más ricos de Cuba y, por lo mismo, con una incidencia nada desestimable en la política isleña. Con estas páginas comenzamos a llenar ese vacío.

Figura 1 José Luis Alfonso, Marqués de Montelo (1810-1881). 

En efecto, la figura de José Luis Alfonso ameritaría una investigación más diligente que la que le han dedicado obras de referencia como diccionarios de carácter histórico-literario y semblanzas dispersas, conformadoras de una controvertida personalidad.1 Una síntesis de los datos más sobresalientes recabados en tales textos informa que fue dilecto discípulo del presbítero Félix Varela, con quien estudió en Nueva York de 1824 a 1826. En 1828 emprende un largo viaje que lo llevaría por Estados Unidos, Europa y el cercano Oriente, y que duraría hasta 1833. En 1835 contrae matrimonio con su prima Dolores de Aldama y Alfonso, enlace que consolida el rico patrimonio familiar fomentado por el consorcio azucarero Alfonso-Aldama-Madan. A partir de entonces dividirá su vida entre París, Madrid y La Habana. Aquí vivirá establemente entre 1840 y 1850, lo que le permitió participar de forma más directa en la vida política y cultural del país. Durante su juventud había apostado por la abolición de la esclavitud -reivindicación que siempre defendió- al igual que por un reformismo de varia coloratura y con veleidades anexionistas, posiciones atemperadas luego por su compromiso con la monarquía española, que lo distinguió con órdenes y títulos nobiliarios. Publicó muy poco: varias colaboraciones en la prensa cubana y un cuaderno de poemas titulado Cantos de un peregrino, que vio la luz en París en 1863. En la Biblioteca Nacional de Cuba se conserva una copiosa colección de manuscritos que incluye cartas y escritos sobre los más diversos temas. Es su epistolario el que le ha permitido adquirir cierta notoriedad, sobre todo por la fama de sus interlocutores más frecuentes: José de la Luz y Caballero, Domingo del Monte y José Antonio Saco. Con los tres sostuvo una amistad duradera y afectuosa (Del Monte, además, era su pariente). La historia literaria y cultural cubana lo ha ignorado o lo ha despachado displicentemente,2 y en parte no sin razón, pues su escasa producción poética no es nada descollante y una zona de ella -la de estirpe heroica- ya resultaba avejentada en su momento. No obstante, esa tabula rasa deberá ser reconsiderada pues lo ameritan su gestión cultural -todavía por descubrirse-, la dignidad de algunos versos, los valores de una prosa que fluye con simpatía -reveladora de una erudición temprana, como lo puede comprobar el lector del Centón epistolario-, amén de otras huellas, como las que privilegia este trabajo.

Manuel Moreno Fraginals, buen conocedor de los manejos de la sacarocracia cubana, lo fustiga en varias ocasiones en El ingenio, poniendo a la vez de relieve la dimensión pública de su figura:

Para sellar la gran luna de miel entre el gobierno inglés y la sacarocracia negrera cubana, José Luis Alfonso, presidente del llamado Club de La Habana para la anexión de Cuba a Estados Unidos, reniega del anexionismo, almuerza con el capitán general José Gutiérrez de la Concha, es nombrado oficialmente delegado de la Junta de Fomento de la Isla de Cuba a la Exposición de Londres, y en 1851 está conferenciando con lord Palmerston como enviado oficioso del gobierno español. Sobre todo este sucio rejuego y la reacción de los demás complotados en la anexión a Estados Unidos, hay una extraordinaria correspondencia secreta, interceptada por la policía española y que se conserva en el AHN, Ultramar, 4645/1. (Moreno Fraginals, nota 32, p. 219).

Ciertamente, resulta difícil colocar bajo una perspectiva histórica3 el hecho de que los «padres fundadores» del potente clan Alfonso-Aldama-Madan hubieran amasado su fortuna -que continuó incrementándose- a costa de la trata y del trabajo de los africanos esclavizados, aunque después sus descendientes y parientes (como José Luis Alfonso y Domingo del Monte) se empeñaran en suprimir tal abominación, si bien con miras más pragmáticas que humanistas. El asunto, de todos modos, dada su complejidad, no puede liquidarse tan fácilmente. De lo que no cabe dudas es de que no se ha sido muy equitativo con las culpas históricas, y lo que se les ha condonado a muchos de nuestros prominentes hombres decimonónicos no se le ha escatimado a Alfonso en aquellos pocos momentos en que su figura sale a relucir en obras historiográficas o de general referencia. Porque, a fin de cuentas y como diría Hamlet: «Dad a cada uno el trato que se merece, y ¿quién escapará de una paliza?» (Shakespeare, 2003, p. 1291).

LA INDEPENDENCIA GRIEGA Y SUS AVATARES, EN NOTICIAS Y VERSOS DE UN JOVEN VIAJERO

Como se apuntaba, a partir de 1828 José Luis Alfonso está empeñado en el viaje de formación que era entonces el Grand Tour, realizado por todos aquellos con caudales suficientes como para permitírselo, viaje que en su caso incluyó, además de varias ciudades europeas, Grecia y Turquía. De este itinerario hay noticias en las cartas que se cruza con familiares y amigos. Así, conocemos por Luz y Caballero,4 y luego por el propio viajero, que el recorrido que había planeado por diversos sitios de España en el segundo semestre de 1831 ha sido repentinamente modificado, a partir de los consejos que le ha dado el poeta y amigo español José de Espronceda, y luego por las sugerencias de un diplomático sueco, quien le pondera los atractivos de un viaje a Grecia, de cuyas ganancias y pérdidas informará a Domingo del Monte alrededor de un año después, en carta del 27 de julio de 1832 -recogida en el Centón epistolario (del Monte, 2002, pp. 245-251)-, escrita mientras es forzado a guardar una cuarentena en la isla de Malta, ya de regreso. La misiva, entre otros aspectos, es ilustrativa del conocimiento que tiene Alfonso de los acontecimientos políticos que agitan a la Grecia contemporánea, que le sirven de inspiración para un poema que también le envía, donde se establece un paralelo entre la historia pasada y la presente de ese país.

La guerra de independencia de Grecia del imperio otomano tiene como fecha de inicio el 25 de marzo de 1821. En los años siguientes, una vez alcanzada la emancipación de los turcos, se mantiene la inestabilidad política debida a los conflictos entre los diversos grupos con acceso al poder, incentivados por las alianzas establecidas con las potencias extranjeras, como sucede en particular con Inglaterra, Francia y Rusia. Así las cosas, Ioannis Kapodistrias es elegido jefe de estado en abril de 1827 y su gobierno se caracteriza por pisotear las libertades constitucionales y democráticas adquiridas hacía poco, y por el apoyo a los intereses foráneos. Sus medidas generan descontento y oposición, por lo que termina siendo asesinado en Nauplia el 27 de septiembre de 1831 por miembros de la prominente familia Mavromicalis. Se acentúa, entonces, la crisis política, a la que se busca poner remedio en la Conferencia Internacional de Londres, celebrada en 1832 a instancias del canciller inglés, Lord Palmerston, y del gobierno provisional que se ha formado en Grecia. La «solución» resultó bastante sui generis: Otón, príncipe de Baviera, es designado rey del país, y como tal llega a Grecia en febrero de 1833, pero por ser menor de edad no accede a la jefatura del gobierno hasta 1835, como Otón I de Grecia.

Este es, grosso modo, el trasfondo histórico del poema que Alfonso envía a del Monte en la citada carta del 27 de julio de 1832, dedicado a los patriotas que dieron muerte a Kapodistrias, Jorge y Constantino Mavromicalis. «Yo los comparo -escribe- a Harmodio y Aristogiton y efectivamente la historia difícilmente presentará dos hechos más semejantes. Los héroes atenienses se juraron mutuamente matar a los tiranos o morir en la empresa como lo hicieron nuestros helenos (del Monte, 2002, p. 249)».5 Y luego de argumentar las similitudes entre las acciones de las dos parejas de patriotas, agrega, en relación con los hermanos Mavromicalis:

Esta familia que tan justamente merecía el primer rango que ocupaba entre los bravísimos Mainotes, pueblo que jamás pudo someter el musulmán, se distinguió extraordinariamente en la guerra de la revolución, pues más de veinte de sus miembros murieron en el campo de batalla. También nuestros héroes mártires [es decir los dos hermanos] se distinguieron entonces con las armas y después sirviendo en varios cargos públicos. (Del Monte, 2002, p. 249).

El poema será ampliado en sus ediciones definitivas: está recogido en su libro Cantos de un peregrino, de 1863, y en el volumen compilado por Antonio López Prieto, Parnaso cubano, publicado en La Habana en 1881. No pasa de ser un decoroso ejercicio de versificación, lleno de los énfasis característicos de la época y deudor de una rancia tradición hispánica de poesía heroica, con algunos toques románticos, cuyo principal valor podría cifrarse en el temprano tratamiento del tema de la independencia griega.6 En cambio, de mucho mayor interés resulta otro texto del que hasta ahora no se ha tenido noticias, escrito en una prosa ágil, elegante, amena y bastante libre de los vicios retóricos que tanto prodiga nuestro siglo xix.

Apuntes sobre un viaje a Oriente en 1831 y 1832. Cuaderno 1. ro

Que edecanes, embajadores y políticos se encaminaran a Grecia por los mismos años en que lo hace Alfonso -esto es, a partir de octubre de 1831- es muy comprensible por los intereses en juego de sus gobiernos en ese país, pero no era ese el momento ideal para realizar un viaje con miras esencialmente culturales.

Apuntes sobre un viaje a Oriente en 1831 y 1832. Cuaderno 1. ro (Figura 2),7 título de un manuscrito inédito de José Luis Alfonso, consta de 30 páginas no numeradas, escritas en una muy correcta caligrafía, y está conformado por tres cartas dirigidas a D.8 en las que narra todas las incidencias de su periplo. La primera misiva está fechada en Cerigo, el 29 de octubre de 1831, y se inicia informando de su decisión de viajar a Grecia desde Francia, estimulado tanto por las advertencias de Espronceda9 como por la conversación que sostuviera en París con el mayor Heldenstam, edecán del rey de Suecia, quien se dirigía a ese país como principal cónsul. La prominente posición del cubano se deja ver enseguida no solo en las facilidades que tiene para solventar los gastos en que incurrirá, sino también por todas las recomendaciones de que se provee, entre ellas para el mismísimo presidente Ioannis Kapodistrias, a quien luego denostará en uno de los poemas aludidos. Mas apenas llegan al puerto de Nauplia el 15 de octubre se enteran de que este había sido asesinado poco antes, lo que no impide que sean recibidos por los representantes de un gobierno provisional y por influyentes personalidades extranjeras. He aquí su apreciación de la situación política:

La muerte violenta dada recientemente al Presidente Capo d’Istrias (sic), ha sido el motivo o la señal para una revolución política, que trae los ánimos muy exaltados y en profunda conmoción a toda la Grecia; lo cual contraría muy mucho mis proyectos de viajes. Hoy se está reuniendo en la vecina ciudad de Argos una Convención Nacional, presidida por el príncipe Demetrio Ipsilanti (hermano del célebre príncipe Alejandro) y a la cual acuden todos los jefes y delegados del país, a fin de decidir sobre su suerte. Hállase este dividido en tres partidos, con distintas aspiraciones, y cuyos jefes respectivos (como siempre) no olvidan sus medros personales al tratar de salvar la patria. Estos partidos representan las tres secciones principales en que se divide la nación; es decir: el de la Morea, el de las islas y el de Rumelia. (Apuntes… Segunda carta, Nauplia, noviembre 18 de 1831).

Figura 2 Apuntes sobre un viaje a Oriente en 1831 y 1832. Cuaderno 1. ro

Resulta curioso que, en medio de situación tan delicada y urgente, el jefe de dicha convención encuentre tiempo para recibir al joven viajero cubano; así serían de persuasivas sus cartas de recomendación. He aquí un breve fragmento de la semblanza que hace del político griego:

Es (Demetrio Ipsilanti) hombre de talento, suave y hasta débil de carácter y de modales aristocráticos; y a lo que he oído, goza de grande reputación de integridad, de rectitud y de valor. Recibiome con mucha cortesía y agasajo, y tuvimos una larga conversación sobre el estado de cosas creado por la actual revolución, de la cual deduje que él está por la monarquía, bajo un príncipe nombrado por las grandes potencias europeas. (Apuntes… Segunda carta, Nauplia, noviembre 18 de 1831).

Pero Alfonso no ha viajado a Grecia para tener noticias de primera mano de los recientes acontecimientos políticos de ese país sino, sobre todo, para visitar los míticos lugares conocidos por sus estudios de la antigua civilización y por sus lecturas de Homero.

Un cuaderno «al romántico modo»

Varios indicios permiten sostener que «la educación literaria» que se proponía completar con su largo periplo el joven Alfonso (Del Monte, 2002, p. 194) va a consolidar un nexo importante con la sensibilidad romántica, de la que está muy al tanto, ya sea en sus variantes europeas, ya en la que se afirmaba en Cuba por los años en que realiza su viaje formativo. Confiesa a del Monte que ha «hecho algunos versos a lo romántico pero son tan negros que no me atrevo a mandártelos» (Del Monte, 2002, p. 249). Muchas lecturas y compras de libros, de las que da fe la correspondencia con aquel, con José de la Luz y con José Antonio Saco, son testimonio de hacia dónde van las preferencias literarias de sus amigos, muy interesados en conocer a los autores que entonces se afirmaban, aunque la voracidad intelectual de los cuatro abarcaba muy diversos ámbitos del saber, como lo puso de manifiesto la publicación que lideraba por entonces el campo intelectual en la isla, la Revista Bimestre Cubana, dirigida por Saco desde abril de 1832, y en la que del Monte y de la Luz van a tener un peso tan destacado. A propósito de ella, le escribe el viajero a del Monte:

Me alegro infinito de las buenas noticias que me das respecto del movimiento literario que hay por fin en la juventud habanera, y me prometo grandes cosas de tal entusiasmo, pues veo los nombres de los primeros talentos reunidos en esa loable empresa que llevan a cabo con tan nobles esfuerzos. Yo estoy rabiando ya por ver esa Revista Cubana es decir, la Revista Bimestre Nota. M.B. (Del Monte, 2002, p. 246).

Justamente en ella, el 14 de marzo de 1832, había aparecido una colaboración de Alfonso, «Un habanero en Constantinopla» (Revista Bimestre Cubana, 1832, pp. 265-266), reporte tomado de una carta privada pero de estilo tan «periodístico» que pudo trasladarse íntegro a la publicación.10 El continuo moverse del viajero hace que la correspondencia se extravíe o llegue tarde a su destino, de modo que la noticia de tal aparición es posible que no le llegara a su autor hasta el 8 de febrero de 1833, a través de José de la Luz, quien le escribe:

Tuyas solo tres [cartas] han llegado a mis manos; y aun tu familia se queja de la falta de ellas. Sin duda que se extravían así las yentes como las vinientes. Todos hemos sentido en el alma muy particularmente que no nos hayan llegado esas que sobre griegos, turcos y judíos extendiste tan a tus anchas en la cuarentena de Malta. Sin duda que estarían interesantes y se hubiera usted vuelto a ver en letra de libro, porque habéis de saber, amigo de mi ánima, que su Bairan o Romanzan salió también en procesión en nuestra Revista Cubana. Figúrate cuán ansiosos estaremos acá de tu letra, pues apenas recibe una alguno de la familia, en la que me cuento yo respecto a ti, cuando se vuelve circular, y esto por tres razones a cual más potísimas: primera, por ser del Benjamín; segundo, por ser de Levante; y tercero, aunque se me ponga colorado, por estar pintadas no con brocha, sino con pincel. («Epistolario del Sr. José Luis Alfonso, Marqués de Montelo. Cartas de José de la Luz y Caballero. 1831-1840», 1909, p. 22).

No es este, desde luego, el lugar para connotar exhaustivamente el modo en que el romanticismo se aclimató entre nosotros, matizado con tendencias del pensamiento y de la cultura de raigambre ilustrada, y con fuertes proyecciones sociales e identitarias. Lo que sí se desea subrayar es la pertinencia del Cuaderno en examen para refrendar la presencia temprana de esa sensibilidad en la isla en el ámbito de un género como el reporte de viaje, del que su autor es todo un precursor. Se singulariza el manuscrito por el carácter aventurero y casi novelesco de las peripecias registradas -un encuentro amoroso nocturno; un asalto de bandidos- que contribuyen a su amenidad, además de que su condición de correspondencia íntima presupone un interlocutor cercano a quien confiar observaciones y experiencias.

De particular interés resulta la índole testimonial de los Apuntes…, pues las noticias que proporcionan sobre la situación política de Grecia -por esos momentos en el centro de la atención europea-, y sobre el estado de los sitios visitados, provienen de fuentes de primera mano y de la directa apreciación del autor. Tales sitios, por cierto, se salen de la ruta habitual seguida por los viajeros en general, y por los cubanos en particular: al parecer, fue el primer isleño que recorrió esos parajes y trajo noticias de ellos, según se afirma en la presentación del artículo publicado en la Revista Bimestre. Y, por cierto, si al Cuaderno se le sumara «Un habanero en Constantinopla» (que mantiene el estilo epistolar y es tan poco conocido como el anterior) y la varias veces aquí citada y publicada carta a Domingo del Monte del 27 de julio de 1832, que vendría a constituir una especie de epílogo del viaje por el Oriente, se obtendría una «obrita» si bien fragmentaria y siempre breve, todavía más consistente y digna de atención crítica, ya que constituye, asimismo, un breviario de toda una serie de actitudes que están conformando la mentalidad romántica, esto es: la intimidad de las vivencias, la pasión por las ruinas, la conexión con la naturaleza, el exotismo y el color local (evidenciados en la conciencia de las diferencias culturales y en la minuciosa descripción de las vestimentas de los diferentes grupos étnicos de la región, así como en la descripción de una fiesta aldeana con sus usos y bailes), el sentimiento de libertad manifiesto en la solidaridad con los que han luchado contra la tiranía, y hasta la presencia de bandidos más o menos «justos». La comparecencia ocasional de nombres como los de Lord Byron y Espronceda son referentes y aditamentos que adornan la orientación hacia esa sensibilidad.

Pero otros valores y otra significación poseen, asimismo, los apuntes viajeros de José Luis Alfonso.

Periplos de un cubano por la Grecia preclásica

Varios son los monumentos y lugares de la Grecia antigua a los que Alfonso dedica su atención, entre los cuales se cuentan aquellos que se repropondrían con fuerza a la atención mundial cuando Heinrich Schliemann dé inicio a sus excavaciones en esa zona, a partir de los años 70 del siglo xix, esto es: las murallas de Tirinto, la Tumba de Agamenón o Tesoro de Atreo, y la Acrópolis de Micenas con su Puerta de los Leones. Por lo tanto, podrían resultar de interés, justamente por su fecha temprana -1831- las descripciones que de ellos ofrece el cubano en su Cuaderno. He aquí cómo relata, por ejemplo, su encuentro con las ruinas de la antiquísima ciudad griega:

Tírynto (sic), aunque menos importante y menos famosa en la Historia, llama singularmente la atención por su mucha antigüedad y sorprendente construcción, según lo demuestran sus actuales ruinas. […] Este era el acrópolis, o fortaleza, que formaba el núcleo y servía para la defensa de la población que dentro y fuera de ella se extendía, como sucedía en casi todas las ciudades griegas. Sus formidables muros, construidos con enormes piedras no talladas y sobrepuestas sin mezcla ni cimento, que se sostienen por su mismo inmenso peso, son los únicos y preciados restos que de ella nos quedan, y que se han conservado durante más de tres mil años por la dificultad de mover tan grandes moles. […] Tan grande es el espesor de los muros de Tírynto, que en su centro tienen largas galerías ojivales, desde las cuales y por entre los intersticios de sus gigantescas piedras herían los defensores a sus enemigos, mientras estaban ellos perfectamente resguardados. La puerta principal de la fortaleza se halla al este, y estaba protegida por una pesada torre que tenía enfrente, y que era preciso flanquear para llegar a dicha puerta. (Apuntes… Segunda carta, Nauplia, noviembre 18 de 1831).

De camino hacia la ciudadela micénica visita la colina donde se encuentra el llamado Tesoro de Atreo o Tumba de Agamenón, cuya construcción se remonta a mediados del siglo xiii a. n. e., es decir, a la Edad de bronce. El primer diseño que se conserva de este monumento es de 1729, y no será hasta inicios del siglo xix que se vuelva objeto recurrente en los reportes de estudiosos y viajeros, sobre todo anglosajones, líderes entonces del movimiento filohelénico, hegemonía que luego de 1833 pasará a los alemanes gracias al reinado de Otón. Así, en los diseños ejecutados por arquitectos y dibujantes -como los de Thomas Hope, de 1800- la entrada de la Tumba de Agamenón aparece todavía bastante sepultada. Será a partir de las gestiones del embajador inglés Lord Elgin que comenzarán las excavaciones arqueológicas -y también los saqueos- en la zona, como las que liberan la entrada al sitio, cuyas sucesivas apariencias irán mostrando las reproducciones de, entre otros, Edward Dowell, de 1819 (Figuras 3 y 4) y de Leverton Donaldson, fundador del Instituto de los Arquitectos británicos, quien visitó Micenas en 1820 y fue el primer editor de una de las más importantes documentaciones gráficas del monumento. Bajo su influencia se publica en Francia, en 1831, al cuidado del arquitecto Abel Blouet, Expédition scientifique de Morée, contentiva también de un precioso repertorio.11 Así pues, la descripción que hace el viajero cubano del lugar en ese mismo año podría sumarse a otros testimonios tempranos que dan fe de la importancia que está adquiriendo el sitio en un nuevo contexto cultural, que valoriza la herencia arqueológica de la Grecia preclásica. He aquí cómo reporta su visita:

Al salir de Karvati se encuentra uno rodeado de escombros que marcan el ancho espacio que ocupaba la ciudad baja, y por entre ellos se dibuja el sendero tortuoso y escarpado que conduce a la empinada ciudadela. Subiendo por el dicho sendero y entre las muchas y grandes piedras que cubren el terreno, se encuentran varios restos de edificios más o menos enterrados, siendo el principal de entre ellos el que llaman sepulcro de Agamemnón, y que sabe Dios lo que sería. Hállase este edificio sepultado bajo una pequeña colina de tierra; pero tiene su frente despejado, de modo que se ve perfectamente la entrada, que es una gran puerta de forma egipcia y compuesta de tres enormes monolitos que forman las dos jambas y el dintel. Encima de ella y en la parte exterior hay un nicho triangular en que debió estar colocado algún bajo relieve, el cual ha desaparecido, lo mismo que las columnas que adornaban la entrada. Consiste este edificio en una vasta pieza circular y en forma de domo o media naranja de unos cuarenta pies de diámetro en su base y como de otros tantos de altura, en cuya cúspide hay una abertura causada por un derrumbe de la tierra que la cubre. (Apuntes…, Tercera carta, Nauplia, diciembre 2 de 1831).

Figura 3 Edward Dodwell, Tesoro de Atreo, 1819. Entrada. 

Figura 4 Edward Dodwell, Tesoro de Atreo, 1819. Interior. 

Prosigue Alfonso su excursión hacia la Acrópolis, de la que describe su principal entrada, es decir, la Puerta de los Leones, también erigida en el siglo xiii a. n. e. Los más tempranos dibujos que se conocen del monumento se deben a Thomas Hope, quien lo visitó entre 1787 y 1795, a Sebastiano Ittar, que lo hizo en 1803, a William Gell y Edward Dowell (Figura 5), que allí llegaron en 1805, y al danés Jorgen Hansen Koch, cuyo grabado data de 1820 (Figura 6).12

Figura 5 Edward Dodwell, Puerta de los leones, 1805. 

Figura 6 J. H. Koch, Puerta de los leones, 1820. 

En estos casos la puerta aparece casi totalmente obstaculizada por escombros, piedras y vegetación. Ese desbrozo, de acuerdo con el investigador Fritz Blakolmer, es definitivo después de 1870, según las aseveraciones que en sus libros sobre las excavaciones de Micenas y Tirinto hiciera Heinrich Schliemann. Sin embargo, por la descripción que hace Alfonso de la Puerta y por la analogía que establece con la entrada del Tesoro de Atreo, se deduce que esta no se muestra ya tan infranqueable. Parecen corroborarlo el grabado difundido por la revista inglesa ilustrada, de amplia circulación, The Penny Magazine (1833) (Figura 7),13 y el diseño algo más tardío de Leo von Klenze, de 1837 (Figura 8).14

Figura 7 The Penny Magazine, Puerta de los leones, 1833. 

Figura 8 Leo Von Klenze, Puerta de los leones, 1837. 

Todavía en 1831 algunas grandes piedras se interponen, de cuya presencia da Alfonso una curiosa explicación:

Siguiendo otra vez el sendero que lleva al acrópolis, llegamos a la famosa puerta de los leones que le da entrada, tropezando antes con los restos de la torre que tenía delante para su defensa, de la misma manera que hemos visto en Tirynto. Dichas torres estaban situadas de tal modo, que al flanquearlas el enemigo para llegar a las puertas, tenía que presentar precisamente el lado derecho del cuerpo, no protegido por el escudo. Esta puerta monumental es de la misma forma y construcción que la del llamado sepulcro de Agamemnon que acabo de describir, y tiene también su nicho triangular en la parte superior. El fondo de este nicho lo llena un monolito, del cual se destacan en relieve dos leones que, sentados sobre los cuartos traseros, apoyan sus brazos sobre el pedestal de una columnita que se levanta en el centro. Tenían las cabezas de bronce, por lo cual han desaparecido estas, no se sabe desde cuándo; y así se colige de los agujeros que dejaron los clavos o tornillos con que estaban aseguradas a los cuerpos de piedra. (Apuntes… Tercera carta, Nauplia, diciembre 2 de 1831).

Es decir, mucho antes de que Schliemann completara el despeje de la entrada a la ciudadela ya se había iniciado ese proceso en previas excavaciones arqueológicas u otras intervenciones.15 En este sentido, el reporte de Alfonso podría ser un dato interesante para los estudios de la recuperación arqueológica de la zona. Por ejemplo, la falta de indicación en cuanto a una obstrucción demasiado significativa de la entrada a la acrópolis y la hipótesis de que las piedras que se interponen provengan de una torre defensiva dialogan, a décadas de distancia, con las interrogantes que al respecto se planteara Schliemann quien, a partir del 7 de agosto de 1876, practicó varias excavaciones en las inmediaciones de la Puerta de los Leones que tenían, entre otras finalidades, despejar la entrada a la acrópolis. Reporta el arqueólogo alemán:

Encontré igualmente las mayores dificultades junto a la Puerta de los Leones, a causa de gruesos bloques que obstruyen la entrada y que parece fueran arrojados desde los muros adyacentes sobre los agresores cuando la acrópolis fue conquistada por los argivos en el 468 a. n. e. La barrera de la entrada debe corresponder a ese período ya que los detritos en los que los bloques están sepultados no están constituidos por una serie de habitaciones sucesivas sino que fueron evidentemente arrojados ahí desde las terrazas superiores. (Schliemann, 1962, p. 200; traducción mía).

Y el 30 de septiembre del mismo año declara que ha logrado finalmente despejar el enorme umbral de la puerta (Schliemann, 1962, p. 204).

Así pues, los Apuntes sobre un viaje a Oriente en 1831 y 1832 podrían insertarse con pleno derecho en las recientes recopilaciones que se han realizado acerca de los tempranos viajes a dichos lugares durante el siglo xix, antes de que la arqueología se practicara en ellos de modo sistemático y científico. En 2003 vio la luz el Archaeological Atlas of Mycenae; en 2014 se publica el volumen In search of Agamemnon: Early Travellers to Mycenae: en ambos textos se ofrece información detallada de las visitas a la antigua ciudad durante el siglo xix. Todos los viajeros son europeos y norteamericanos (Lavery y French, 2003; Moore, Rowlands y Karadimas, 2014, p. 6).

La ponderada exhaustividad de tales investigaciones16 podría acrecentarse aún más con los Apuntes… del viajero cubano, desconocidos, como es comprensible, dado su carácter inédito, por quienes han compilado y analizado tan acuciosos repertorios.

Habría que agregar, asimismo, que su Cuaderno se coloca por derecho propio dentro de una tendencia entonces bastante incipiente en el mundo occidental, que dirige su atención no solo a la Grecia clásica, como era usual desde el Renacimiento, sino también a la preclásica,17 y que se hará cada vez más fuerte con el desarrollo de la arqueología, en particular con las excavaciones de Schliemann.

Los descubrimientos que hicieron famosa la labor del arqueólogo alemán serían meticulosamente comentados y divulgados por José Luis Alfonso (1880), en el artículo titulado «Descubrimientos arqueológicos del doctor Enrique Schliemann en la Troada y en Mycene», publicado en la Revista de Cuba (Alfonso, 1880, pp. 385-408),18 poco antes de la muerte del cubano, quien, cincuenta años atrás, había llegado a Troya guiado por los tanteos y contribuciones de precursores que ya consideraban a Hissarlik como la alternativa más probable para la localización de la mítica Ilión. Su entusiasmo por alcanzar tal meta quedaba plasmado en su cuaderno de viaje:

Y siguiendo los sones de la lira armoniosa del Príncipe de los Poetas, llegaré luego a aquella noble ensangrentada orilla donde estalló la funesta cólera de Aquiles, la que vio correr las lágrimas del viejo Príamo y oyó las quejas lastimeras de Andrómaca; describiré, por último si es posible, la bella naturaleza que produjo tan insignes ingenios y les inspiró tan acabadas y perfectas obras. (Apuntes… Segunda carta, Nauplia, noviembre 18 de 1831).

Y aunque, lamentable ausencia, no se conserva en el fondo de sus manuscritos el informe de tal visita, que allí arribó parece probarlo el inicio del artículo donde saluda la empresa llevada a cabo por Schliemann:

¡Cuán lejos estaba yo, cuando viajaba por Grecia y Turquía allá por los años de 1831 y 1832, de que al pisar los memorables campos de la Troada y las ruinas imponentes de Tirynto y de Mycene, hollaba los tesoros arqueológicos que recientemente ha sacado a la luz del día el sabio doctor alemán Enrique Schliemann! Pocos eran en verdad los que en aquellos tiempos y los anteriores se aventuraban en tales viajes, careciendo por lo general, como carecía yo, del propósito y de los conocimientos necesarios para hacer investigaciones de esa naturaleza, y faltándoles además los recursos materiales para llevarlas a cabo. (Alfonso, 1880, p. 49).

Consuela, sin embargo, el precioso testimonio que ofrecen sus Apuntes…, una pieza imprescindible y temprana del polifacético y polémico Grand Tour de la vida de un personaje que tiene todavía mucho por decir.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Notas aclaratorias

22 Por ejemplo, Max Henríquez Ureña (1967) lo llama: «versificador mediocre, carente de inspiración» (p. 181).

33 «La causa o culpabilidad, si es que esta palabra tiene valor en un análisis histórico, residía en el sistema implantado para su producción y comercialización que había originado un amplio estrato esclavo depauperado» (Moreno Fraginals, 1995, p. 275).

44 Véanse, en particular, las cartas del 23 de diciembre de 1831 (p. 20) y del 11 de febrero de 1832 (p. 21). De la correspondencia con Del Monte, la carta más importante para nuestro tema se referencia en «Epistolario del Sr. José Luis Alfonso, Marqués de Montelo. Cartas de José de la Luz y Caballero. 1831-1840» (1909).

55 A las citas del Centón se le han aplicado las normas modernas de ortografía.

66 Véase al respecto el artículo de Elina Miranda Cancela (2018): «La lucha por la independencia griega en el imaginario poético cubano del xix», donde se alude a estas composiciones junto con otras más significativas firmadas por -entre otros- José María Heredia, Joaquín Lorenzo Luaces, Julián del Casal y José Martí.

77 En las citas se han realizado unos pocos ajustes ortográficos.

88 Es posible que el destinatario sea José de la Luz, como lo hace suponer la indicación que da en la misiva a Del Monte repetidamente aludida: «De ese viaje por esas antiguas y clásicas regiones, hablo a Pepe de la Luz en una carta larguísima que le estoy escribiendo. Es tan larga que estoy ya en el cuarto pliego, y todavía me falta tanto que decir que no puedo acabarla […]» (del Monte, 2002, p. 246).

99 «Es el caso, que cuando tenía hechos los preparativos para efectuar mi proyectado viaje a España, entrando por Cataluña, fui a despedirme de Espronceda, y fueron tantas y tales las cosas que me dijo en contra de mi proyecto, que me lo quitó de la cabeza. Lo menos fue que me apalearían si me veían con mi sombrero gris, y me arrancarían los bigotes pelo a pelo, (por ser ambos artículos del uso exclusivo de los liberales); pues el conde de España, que reina en Cataluña, no es hombre que se para en pelillos, y por tanto tampoco se pararía en los de mis bigotes» (Apuntes… Primera carta, Cerigo, octubre 29 de 1831).

1010 Véase la carpeta que recoge las cartas de José Luis Alfonso a su abuela Silvestra Soler, n.o 1 de la Colección de manuscritos a su nombre. Allí aparece con fecha 4 de marzo de 1832. Salvo los fragmentos iniciales y finales de saludo, el resto se corresponde con lo publicado en la Revista Bimestre Cubana.

1111 Acerca de los diseños gráficos del sitio en el siglo xix y otras noticias relacionadas con ellos véase Francesca Buscemi (2010).

1212 Para las referencias de las figuras aludidas véase Fritz Blakolmer (2010, pp. 49-66). Hay que tener en cuenta que muchas veces los dibujos no respetaban fielmente la realidad del monumento, sobre todo cuando no animaba a su autor un interés científico.

1313 Cfr. Dudley Moore, Edward Rowlands, Nektarios Karadimas (2014, p. 6). De esta fuente han sido tomados el grabado reproducido y los datos de la publicación.

1414 Blakolmer (2010) posterga a 1841 el interés por liberar de obstáculos la Puerta de los Leones: «With the foundation of the Greek state in 1831, the increasing interest of Bavarians is evident in the drawings of Leo von Klenze from 1837. […] 1837 was also the year of the formation of the Greek Etaireia, the ‘Archaeological Society at Athens’ at whose order Kyriakos Pittakis cleared much of the rubble in the forecourt of the Lion Gate in 1841» (p. 54).

1616 «Non è, tuttavia, mio compito una rassegna di viaggiatori a Micene, né essa sarebbe di qualche utilità dopo la recente pubblicazione del fondamentale Archaeological Atlas of Mycenae, in cui John Lavery ed Elisabeth French hanno curato un elenco esaustivo di queste figure e una storia degli studi del sito» (Buscemi, 2010, p. 68).

1717 Expresa Francesca Buscemi: «Agli impedimenti di carattere politico va sommata quella che potrebbe definirsi un’assenza di domanda da parte delle élite intellettuali e del grande pubblico europei, concentrati, almeno nella prima metà dell’800, su stereotipi classicistici e su un’immagine “periclea” della Grecia. L’architettura arcaica o pre-classica del Peloponneso costituiva, insomma, una meta ancora troppo lontana per un contesto impegnato ad affrancarsi dalla tradizione della trattatistica rinascimentale e ad elaborare una conoscenza obiettiva ed autoptica dell’architettura greca» (p. 67).

1818 La parte relativa a Micenas quedó inconclusa por la muerte del autor.

Notas aclaratorias

1515 Además de las excavaciones efectuadas por los ingleses, o de las que realizara a partir de 1841 la Sociedad Arqueológica de Atenas, el propio Schliemann alude a las que hicieran en Tirinto en septiembre de 1831 Friedrich Thiersch y Al. R. Rangabé. Véanse los apuntes relativos a Tirinto correspondientes a marzo-mayo de 1884 en Heinrich Schliemann (1962, p. 234).

Recibido: 01 de Febrero de 2021; Aprobado: 01 de Julio de 2021

* Autora para la correspondencia: mbellovaldes@gmail.com

La autora declara que no existen conflictos de intereses.

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