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Universidad de La Habana

versão On-line ISSN 0253-9276

UH  no.280 La Habana jul.-dez. 2015

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

La escritura de autoría femenina en El Mercurio, revista cultural y literaria santiaguera del siglo XIX

 

Female authorship writing in El Mercurio, cultural and literary magazine from 19th century Santiago de Cuba

 

 

Danay Castillo Almaguer

Facultad de Humanidades. Universidad de Oriente, Cuba.

 

 

 


RESUMEN

El Mercurio, semanario de Santiago de Cuba entre 1882 y 1885, acogió en sus páginas a un grupo de escritoras. En general, estas voces no trascendieron en las letras cubanas, pero es significativa su presencia en un medio profundamente patriarcal, que minusvaloraba la condición intelectual femenina. El cultivo de varios géneros, todos dentro de la corriente romántica, permitió la expresión de una tensión social sobre el papel de la mujer. Entre la docilidad y la rebeldía, los textos revelan una voz aún débil en los panoramas de nuestras letras.

PALABRAS CLAVE: publicaciones seriadas decimonónicas, literatura cubana, Luisa Pérez de Zambrana, Dolores Fajardo Ortiz, Consuelo Mendoza, Manuela García Duque, Manuela Cancino de Beola, Dolores Elvira Valbuena.


ABSTRACT

El Mercurio, an 18th century weekly of Santiago de Cuba, presented a group of female authorship readings. acogió en sus páginas a un grupo de escritoras. In general, these women did not trascend the Cuban letter, but their presence in a deeply pathriarcal environment that diminish the female intelectual condition, is of the outmost significance. The development of several genders, all of them within the romantic tendency, allowed for the expression of a social tensión on teh role of women. Between obedience and contempt, the text reveal a still weak voice in the context of our letters.

KEYWORDS: 19th century serial publications, Luisa Pérez de Zambrana, Dolores Fajardo Ortiz, Consuelo Mendoza, Manuela García Duque, Manuela Cancino de Beola, Dolores Elvira Valbuena.


 

 

En el Santiago de Cuba del siglo XIX había una intensa actividad literaria, evidenciada en las diferentes publicaciones periódicas de la época. Muchos eran los escritores que se destacaban, sin embargo la figura cimera fue una mujer: Luisa Pérez de Zambrana. Así lo destaca Max Henríquez Ureña: "Su talento poético, unido a su esplendorosa belleza, la convirtieron a poco en la personalidad más atrayente del grupo que se esforzaba en hacer vida intelectual en la vieja ciudad provinciana, que durante el primer siglo de la colonia fue capital de toda la Isla".(1) La influencia que tuvo esta escritora en otras de la región fue extraordinaria; muchas la tomaron como patrón a seguir en sus primeros textos.(2) En tal sentido, Susana Montero ha apuntado:

La aparición en la prensa santiaguera de sus primeros poemas, alrededor de los años cincuenta, significó una apertura de la poesía femenina epocal de aquella localidad, cuya repercusión está aún por estudiarse [...] en los versos de Luisa, por su atractiva sencillez, por su íntima cubanidad, se reconocieron y estimularon numerosas figuras femeninas de mayor o menor renombre que continuaron de cierto modo su línea estilística.(3)

Nuevas voces femeninas de la región, inspiradas bajo el legado de Luisa se destacaron bajo el sello del romanticismo cubano: Julia Pérez Montes de Oca; Balbina García Copley; Cecilia Santacilia y Palacios; Carmen Perozo Beltrán, quien fue además excelente pianista; Adelaida del Mármol; Margarita del Mármol; Manuela Cancino de Beola y Caridad Asencio.

El Mercurio fue un semanario santiaguero que tuvo el propósito de llevar a la población lo que acontecía en la localidad desde 1882 hasta 1885. Su primer número apareció el 8 de octubre de 1882 por un precio de 20 centavos; su edición semanal constaba de 900 ejemplares de ocho páginas; de ellas, seis publicaban trabajos científicos, literarios, noticias generales que promovían las industrias nacionales y extranjeras, dos comerciales y económicas; todas, relacionadas con el ámbito social del momento. Su director Desiderio Fajardo Ortiz,(4) conocido por el seudónimo El Cautivo, supo ganarse el cariño de sus lectores por sus cualidades morales y su gran entrega a la causa revolucionaria. En las páginas de El Mercurio puede observarse una variada participación de autoras, que colaboraron de disímiles maneras. Los géneros más representados fueron: narrativa, artículos, epístolas y poemas.

Seis epístolas publicadas fueron enviadas por Dolores Fajardo Ortiz, hermana de Desiderio. Esta joven santiaguera firmaba las cartas con el pseudónimo Lola, y desde Filadelfia enviaba sus apuntes para que los lectores conociesen lo más relevante en torno a las vivencias de una comunidad de santiagueros, y cubanos en general, residentes en la ciudad norteamericana. Al inicio declara, a modo de presentación, que no es escritora y, por tanto, solicitaba la revisión de las cartas antes de ser publicadas:

Filadelfia, 15 de junio de 1884.

Mi querido cautivo:

Toda vez que á mi llegada á esta grande y progresista capital, que por sus adelantos diarios y siempre más sorprendentes ha llegado á formar número entre las que componen la vanguardia de la humanidad en su marcha por el camino del progreso [...] me propongo, si á bien lo tienes, dirijirte una especie de correspondencia, que te tenga siempre al corriente de cuanto por esta ocurra y se relacione con esa misma colonia, á cuyas simpatías por tu Mercurio debes tratar de corresponder de cualquier modo. Previa, pues, tu necesaria autorización, y en la seguridad, por supuesto, de que los muchos desaliños que en mis cartas tienen que resaltar, serán por ti retocados ántes de darlas al público, doy principio á mi propósito [...].(5)

Constantemente Lola reitera la idea de que no escribe bien, que su "humilde pluma" solo pretende transmitir a los lectores lo que allí acontecía. Sin embargo todo lo informado era totalmente novedoso e interesante, como ese extenso texto en el que describe la Exposición Internacional de Electricidad de 1884:

Figúrate que se trata de dar una idea, aunque sea vaga y ligera, porque de otro modo fuera imposible, á los apreciables lectores de tu semanario, de un verdadero acontecimiento que en cualquier otro país hubiera sido calificado de excepcional por su sublime grandeza, pero que en esta bendita tierra apénas si es considerado como uno de los tantos caractéres, si se me permite la expresión, con que aquí se pretende ir escribiendo la sublime historia del progreso de nuestros días en el libro de los siglos. Me refiero á la "Exposición Internacional de Electricidad" celebrada últimamente en esta ciudad, y que despues de cuarenta días de exhibición cerró sus puertas el 11 del presente mes [...]

El magnífico edificio construido de Madera, Hierro y cristal, se alza majestuoso [en] la calle 32 y esquina a la avenida Lancaster, ocupando una extensión de 200 000 pies cuadrados de terreno.
En sus cuatro ángulos se levantan otras tantas torres, coronadas estas a la vez por hermosas torrecillas y primorosos pináculos, en cuyas erguidas cúpulas se habían colocado vivos y fuertes mecheros eléctricos, sobresaliendo [...] entre todos el foco de luz más potente de los Estados Unidos, casi un sol, pues tiene la asombrosa fuerza de 2 000 000 de bujias. Esta luz que es la que usa la armada americana, para buscar los torpedos en el fondo del océano.

[...] Vuelvo a decirte, querido Cautivo, que semejante espectáculo no fue para describirse, y muchísimo ménos aún tratándose de mi pobre pluma, que solo teniendo por escudo la indulgencia de tus amables lectores se atrevería á trazar estos renglones.(6)

En primera instancia, este fragmento nos informa sobre el grado de cercanía que existía entre la autora y el director del periódico. Más adelante no se brinda información sobre el destino de la autora, solo en una de sus últimas entregas expone razones de enfermedad, que le habían impedido cumplir con ese propósito. Otras cartas de autoría femenina se publicaron, pero no tenían los mismos fines ilustradores que la anterior.

En cuanto a los textos narrativos, cuatro en total, puede afirmarse que responden a las características del movimiento romántico. Sus temas giran en torno al amor, las costumbres, la religión y la muerte, entre otros. Consuelo Mendoza el 22 de abril de 1883 publicó su relato "La misión de la mujer", tema recurrente dentro de la prensa periódica del momento. El texto muestra el cambio que se produce en una joven rebelde de firme discurso con marcada intención emancipadora al casarse, ser madre y comprender cuál era la verdadera misión de la mujer: "Yo no me esclavizaré jamás, dando mi alma y mi mano a un hombre; quiero ser libre y permaneceré siempre soltera". No fue solo la autora, de quien se conoce nada más su nombre, la única fémina que publicó trabajos con interesantes y polémicas propuestas sobre la condición femenina. Véase por ejemplo "El día de bodas", firmado por una autora desconocida, G. Droz, que, como bien sugiere el título, aborda las experiencias de una mujer durante la celebración del himeneo:

Me levanté antes de amanecer. Abrí la puerta que daba al salón y vi mi traje extendido en el sofá, con el velo al lado, mis botitas, mis adornos y todo lo necesario. Bebí un vaso de agua. Estaba conmovida, inquieta, feliz y temblorosa. ¡Era la mañana de una batalla en que está una segura de ser condecorada! No pensaba en mi pasado ni en mi porvenir; me hallaba completamente invadida por la idea de esa ceremonia, del juramento que iba á prestar ante Dios y también por la idea de la concurrencia reunida espresamente para verme pasar.(7)

Lo más significativo en el relato es que muestra el pensamiento femenino de la época con respecto a las maneras y actitudes que debían asumir las jóvenes en las diversas etapas de vida. En el discurso se percibe una clara intención moralizante al referirse a la necesaria preservación del estatus virginal de las mujeres para acceder al matrimonio eclesiástico.

Por otro lado, resultan interesantes los textos ensayísticos que acoge la publicación. "Tres edades del hombre", firmado por Delia, pseudónimo de una autora desconocida, vio la luz el 15 de octubre de 1882. Fue redactado en respuesta a las "Tres edades de la mujer", escrito por Martín Guerra, artículo en el cual su autor menospreciaba la importancia social de las representantes del denominado "sexo débil" en el imaginario colectivo. Para Guerra, las mujeres constituyen símbolos del fatum que provoca, de modo irremediable, la degeneración moral del hombre, idea en la cual se aprecia, invariablemente, una influencia del discurso eclesiástico y patriarcal sedimentado a lo largo del tiempo: "Para todo hay valor y resolución menos para luchar con una mujer: se puede evitar el veneno de la víbora, porque lo lleva en los dientes, pero es inevitable el de una mujer porque lo lleva en los ojos".

Delia reaccionó ante las palabras de Martín Guerra. En "Tres edades del hombre", ofrece una caracterización sugerente y atrevida para su época de las etapas que, según la propia autora, posee el sujeto masculino: "tiene tres edades, desde que nace hasta que se enamora, desde que se enamora hasta que le dan calabazas, y desde que le dan calabazas hasta que muere". Se critica el calificativo de "sexo fuerte", muestra sus debilidades, y utiliza para ello la sátira y la ironía, unidas con el humor criollo:

¿Quien podrá hacer un hombre? Dios lo hizo y bastante le costó recoger de todos los animales atributos: del cordero, la apariencia; del tigre, las garras; de la serpiente, el engaño; de la zorra, la astucia; del águila, la audacia de los deseos; del camaleón, la volubilidad de los efectos; del gallo, el orgullo; del loro, la charla y del caracol, las babas.

Lo único bueno que Dios le había puesto fue el corazón de paloma y se lo extrajo para formar el de la mujer, sustituyéndoselo con uno de piedra. A los veinte años el hombre es un ser al revés. Engreído en sí mismo piensa que las mujeres son suyas por derecho de herencia: cree que ellas van hacia él como los ríos a la mar: que es un imán poderoso que atrae por su propia virtud.
Con un estilo sencillo y locuaz, Delia brinda una visión del comportamiento varonil a modo, por supuesto, de enseñanza y advertencia para las jóvenes de esos años a quienes aconseja, sentenciosa, en otro momento del texto:

No se toma el trabajo de luchar: manda el amor, y engañado por su orgullo, toda sonrisa femenil es una adquiescencia; toda mirada una súplica. En esa edad el hombre no ama, sino quiere. Como el pollito, pia por instinto, y como la mariposa, revolotea alrededor de las antorchas por su destino. [...] la mujer galanteada desde muy joven se envejece prematuramente, se gasta. Es como una pieza de música que se está oyendo continuamente. El secreto tan solicitado en vano, para rejuvenecer, no existe; pero sí el de no pasar antes de tiempo y consiste en no gastar [...] los atractivos de su sexo. Vale más jugar a las muñecas hasta los veinte años que empezar a figurar como señorita a los quince. La flor que abre poco a poco sus pétalos, dura más.

Ya para la época en que salió a la luz la revista, Luisa Pérez de Zambrana era una importante poetisa que residía en la capital. En Santiago nunca fue olvidada y era admirada e imitada. En el semanario, publicó "La mujer fina", el domingo 3 de diciembre de 1882. Tal como indica su nombre, en el artículo la autora expresaba las características que debían tener las integrantes del sexo femenino: "la mujer fina está adornada con las virtudes más amables, porque es benévola, afable, sensible y discreta. Aunque carezca de gracias exteriores, la hacen parecer hermosa la suavidad de su voz, la dulzura de su sonrisa, la sensibilidad de su mirada y la expresión cariñosa y atractiva de todo su semblante". Llama la atención que de Luisa solo se publicase este pequeño artículo en el que no había crítica alguna a la hegemonía masculina y ganasen espacios otros trabajos que asumían posturas menos dóciles.

María del Pilar Sinués, conocida en la Isla por sus trabajos en Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello, fue la más destacada en este género; tres artículos suyos figuran en la muestra localizada: "El lujo", "Los celos" y "Las armas de la mujer". Caracterizados por un estilo claro y sencillo, indican una intención educativa hacia sus congéneres, según los patrones de la época.

El artículo "La mujer médico", firmado por Conchita, vio la luz el 12 de octubre 1884. En él se evidencia cierta apertura para mostrar las potencialidades femeninas para el desarrollo de la ciencia. Este texto promociona las sorprendentes aptitudes de las mujeres para dedicarse a la medicina. La autora, para lograr un mayor convencimiento en el público lector femenino, se vale de un conjunto de historias cuyas protagonistas desempeñan papeles de importancia en esta esfera. Al mismo tiempo, patentiza las capacidades del "bello sexo" y su utilidad como ser social: "En todas épocas ha habido mujeres eminentes capaces de mostrar que nuestra inteligencia es igual a la del hombre". Con esta colaboración se exhibe cierta evolución en el pensamiento feminista: el tratamiento de los temas no son meramente costumbristas sino de temáticas más serias como la inserción de la mujer en la sociedad, como puede apreciarse en el siguiente fragmento:

Consideramos a la mujer dotada de excelentes condiciones para dedicarse a la ciencia de curar. Su paciencia, su dulzura, su simpática presencia le hacen muy apropósito para consagrarse á curar las enfermedades de las mujeres.

No creáis que es invención moderna el ejercicio de la medicina, fiado á las mujeres. Si consultáis las mitologías antiguas, veréis que Isis entre los egipcios, Lusina, Medea y Circe entre los griegos, poseían la ciencia de esculapio, y se servían de ella para prolongar la vida de los mortales [...] ¡Cuán encantadora es una mujer ilustrada y modesta!

Sin embargo, Manuela García Duque(8) es la autora que enriquece el género ensayístico y marca, en cierta medida, una ruptura con lo visto anteriormente, pues su discurso estuvo encaminado a educar a la mujer y a recordarle su lugar en la sociedad. La primera de estas enseñanzas -"El conocimiento de sí mismo es el principio de la ciencia"- es un homenaje a la ilustre figura de Simón Bolívar quien, según la autora, "poseía el doble talento de conocerse a sí mismo y a los demás". Se declara Melsonac amante de la libertad de la patria y la justicia social, ideología quizás contradictoria para una figuara oriunda de la metrópoli española. Muestra un adecuado dominio del idioma, además de un hondo contenido filosófico: "Hay un estudio sobre todos los estudios: un conocimiento superior al de todos los demás, noble al par que honroso [...]. Tal es el estudio de sí mismo, origen de la sabiduría; el estudio de nuestras debilidades, de nuestros defectos, de nuestros vicios [...] de los vagos intereses que se deslizan en nuestra conducta".

La madurez de su pensamiento es notable en el tratamiento de esta temática; es además novedoso para su época, si se tiene en cuenta que predominaban las cuestiones hogareñas y las interioridades femeninas. Su segundo artículo "La mujer en Cuba" fue un reclamo al patriarcado dominante por la triste situación de la mujer de esa época, confinada a los estrechos marcos del hogar y la familia, una incitación a sus semejantes para que estudiaran y exigieran ese derecho, un clamor de libertad para las de su sexo. Se vale de comparaciones entre la educación en Cuba y la del extranjero para hacer notable la diferencia existente:

Mientras que en otros países la educación de la mujer no se considera terminada hasta los 18 años, edad en la que ya está apta para penetrar en el mundo dotada de instrucción suficiente para precaver sus peligros [...] en Cuba la transición es por demás brusca y rápida: la niña se ve convertida en esposa, la esposa en madre, sin tener tiempo apenas de darse cuenta de la importante carga que sobre sus hombros gravita.

Cuánta madurez y profundidad la de esta mujer, que no solo defendía sus derechos sino también le profesaba amor a la patria extranjera que la acogió desde niña: "Si hemos crecido, y gozado y sufrido al arrullo de sus tropicales brisas [...] ¿Cómo no amarla si a los destellos de su espléndido sol se abrieron nuestros ojos a la luz de la razón? ¿Cómo no amar a sus hijas, las bellísimas cubanas, si entre ellas contamos con tiernas hermanas?".

En sus líneas se percibe una gran admiración por las representantes del "bello sexo" en Cuba, sobre las que expresa: "La cubana, con orgullo lo decimos, puede ser considerada como una heroína [...] es modelo de esposa, de madre, dando cima con notable acierto a la grandiosa misión que a su cuidado le confió la Providencia". Elogia la autora a las mujeres de la Isla, se siente parte de ellas y defiende sus intereses al reclamar el lugar que verdaderamente deben tener en la sociedad:

Cada día, cada instante ese avanzado heraldo de la civilización, nos ofrece nuevos motivos de admiración y de sorpresa trasladándonos mentalmente al grandioso templo de la ciencia y haciéndonos contemplar los portentosos descubrimientos que en él se realizan. [...] No basta ya al hombre surcar en alas del poderoso vapor las temibles ondas y trasportar á lejanos países sus riquezas y los productos de su industria; la locomotora no salva ya con suficiente rapidez montes y llanos: no es bastante aún perforar elevadas y pesadísimas moles de granito; no es bastante unir unos a otros los mares que una muralla, al parecer insuperable, defendía: todo esto es poco; otro agente más rápido aún se ofrece á su investigación, el aire; y el hombre se desvela, estudia y porfía, ya las víctimas se suceden, pero ¿qué importa todo esto si la victoria coronará sus esfuerzos y si la navegación aérea, que ya es un hecho, dejará muy atrás á todos los medios de locomoción conocidos hasta el día?
¡Verdaderamente todo esto es magnífico, deslumbrador!

Pero permítasenos preguntar: ¿Qué papel desempeña la mujer cubana en tan importante cuadro? Le cabrá siquiera la satisfacción de ser admitida como ÚTIL en esos centros donde la ciencia adquiere su mayor desarrollo? ¿Recibe apénas una ligera idea, una simple moción de esas causas naturales que tan maravillosos efectos producen?
No, por desgracia.

El día 8 de febrero de 1885, los lectores de la revista se sorprendieron con el anuncio de la temprana e inesperada muerte de Melsonac. En número especial de la publicación se relataba que en el cementerio estaban los más ilustres escritores de la ciudad, además de sus familiares y amigos. En la edición honorífica participaron Desiderio Fajardo Ortiz, Francisco Martínez Betancourt y José Martínez Badell, quien con honda pena expresó: "La humilde y sentimental cantora, Manuela García y Duque, no existe ya, dejando tras sí un rastro esplendoroso que será imborrable en el inmensurable campo de nuestras gayas letras".(9)

La poesía fue el género privilegiado en este semanario y el más empleado por estas escritoras. Abordaron tópicos tales como la mujer, la muerte, la religión, la patria, la amistad, el pesimismo y el amor. Las poetisas no escaparon al fuerte influjo romántico, movimiento en el que se insertaron todos los textos poéticos pertenecientes a ellas. Los años 1883 y 1884 fueron los más prolíferos. De manera general la producción femenina mostró sentimientos de amor, dolor, pesadumbre y al mismo tiempo intenciones educativas; pero en todos, de una forma u otra, hay una muda protesta contra de los cánones impuestos por el régimen patriarcal que las recluía en el hogar. Las poetas que más sobresalieron en el semanario fueron Manuela Cancino de Beola, Manuela García Duque, Caridad Asencio y Dolores Elvira Valbuena.

Manuela Cancino de Beola,(10) esposa del coronel del ejército libertador Pablo Beola Almarall, fue una de esas poetisas que radicaron mucho tiempo en la ciudad de Santiago de Cuba y contribuyeron al desarrollo de las publicaciones periódicas de la época. En el Semanario Cubano se halla un poema que le dedicó un escritor que firmó con el seudónimo Un medio bayamés(11) conmovido por su poesía y preocupado además por el futuro de la poetisa en la ciudad. En el semanario se publicó, además, una descripción detallada de su precaria situación económica en Santiago de Cuba.(12)
El primer texto de Cancino en El Mercurio, "Lágrimas", se inicia con el exergo: "A la memoria de mi querida amiga la Srita. Da. María Gaizado y Duharte" y tiene como rasgo distintivo el simbolismo, pues compara la breve existencia de la homenajeada con la de una flor: "Murió! Murió la angelical María, / Como muere la nítida azucena / Que, aunque dobla su tallo la agonía / El verde prado con su esencia llena".

Se observa nuevamente la estereotipada concepción de "mujer ángel". Las comparaciones de la joven con todo lo alusivo a la delicadeza y la feminidad están presentes aquí: la similitud con la paloma, la flor, el aroma y la luz se exponen de forma contrastante con la vida de la autora: "Y mezclabas tu vida de luz llena / A mi existencia tétrica y oscura". En el texto hay una conjunción del estado de la naturaleza con la psiquis del sujeto lírico, propio del influjo romántico y que sugiere el estado anímico de la creadora: "Murió...! -gimió la flor con amargura / Murió...! -me dijo el aura tristemente. / Y murmuró el arrollo con tristura / Y alegre no saltó la mansa fuente".

"La muerte de una flor", otro texto de Manuela Cancino, se presentó firmado por Ma. Ca., el 20 de mayo de 1883. Su título, romántico tal como se advierte, es el primer elemento a destacar en esta composición. Vuelven la personificación y la comparación a adueñarse de un escenario pesimista y melancólico: "Azucena de Abril, que embalsamaba / Con su perfume el matinal ambiente, / Que sus pétalos blancos desplegaba / Y cuyo tallo el viento columpiaba / Besando amante su virgínea frente". Se recurre nuevamente en esta estrofa a la idealización de la joven utilizando la delicadeza y fragilidad de la flor. Se advierte cierto tono de amargura y pesimismo en el poema al referirse a su efímera existencia: "Mas oíd, cuando al polvo descendiera / Para también en polvo convertirse, / Su perfume bendito no pudiera, / Que con más suavidad ¡oh! le esparciera / Del jardín terrenal al despedirse". En otra de sus colaboraciones, "Angustia y consuelo", expresa una súplica desesperada a Dios: "¡Si te llevas tus ángeles, Dios mío, / Qué nos dejas, Señor, sobre la tierra! / Si nos falta su ardor tendremos frío, / Y seremos vencidos en la guerra".

La poetisa que más contribuyó con el semanario fue Manuela García Duque, Melsonac. Su temprana muerte interrumpió una carrera que al parecer sería exitosa. En El Mercurio, varios textos se publicaron bajo su autoría; así, el 14 de octubre de 1883 salió un poema cuyo título resultó sui generis, "La más constante". Cuando nos adentramos en su lectura, en un inicio parece referirse a una íntima amiga y confidente, sin embargo, después de describir sus cualidades, la autora revela que no se trata de una mujer sino de su almohada: "Ella es la amiga fiel y cariñosa / Que en placeres y penas me acompaña / Ella la que en las horas del silencio, / Reposo brinda al alma fatigada". Le son atribuidas a su respaldo cualidades como fidelidad, cariño y dulzura, lo que se advierte cuando expresa: "Cuando lloro, mis lágrimas enjuga / Ya broten del placer o bien amargas / [...] Ella ha sido y será mi compañera / Desde la cuna a la mortuoria caja / ¡Nadie cual Ella resignada y muda! / ¿No sabes quién es Ella?... ¡Es mi almohada!".

La autora dedicó, además, uno de sus textos a su amigo Desiderio Fajardo Ortiz en el que expone la tristeza que rondaba la vida del distinguido santiaguero al estar confinado irremediablemente a una silla de ruedas:

He creído suspirando
Mi propio duelo escuchar!
Y en la brisa al resbalar
La sonora ondulación
De tu meliflua canción,
Percibo un rumor lejano
Que me dice: "Soy tu hermano",
"¡Tu hermano del corazón!"
¡Canta siempre! -la ternura de
Que esas notas sublimes
Se desprende cuando gimes
Cautiva con tu dulzura.
Tu amargura y mi amargura
Denotan en la expresión
Que iguales, cautivo, son:
Por eso cuando tú cantas,
Un eco dulce levantas,
Del sensible corazón.

Estos versos denotan la admiración que sentía la autora por Fajardo Ortiz y se convierten en testimonio de una relación de afecto y amistad. Puede percibirse, además, una clara intuición de su temprana muerte. Al parecer Melsonac vivió una azarosa vida, romántica por naturaleza, en la que no faltaron los viajes y los sufrimientos propios de la pasión amorosa. Fue, sin lugar a dudas, la escritora más relevante en el semanario.

Dolores Elvira Valbuena fue otra de las colaboradoras, que desarrollaría una carrera más productiva como poetisa en los inicios del siglo XX, con diversas participaciones en La Bandera Española, El Cubano Libre, Oriente y Bohemia. Su poema "La perla marina", publicado el día 3 de junio de 1883, es muestra del talento que poseía. Magnificencia descriptiva y ricas imágenes están presentes en estas líneas, que evidencian su amor a la patria:

Así la fresca gota de nítido rocío.
Que Dios de sus jardines al trópico lanzó;
En perla transformada, llenando aquel vacío,
En nácar y corales meciéndose acreció.
¡Oasis primoroso, mi Cuba bendecida!
¡Vergel de los ensueños divinos del amor!
¡Oh virgen misteriosa, que inclinaste adormida
Al beso de las aguas oyendo su rumor!

!Oh! Tierra de ventura! tus galas y primores
Hicieron en mi pecho nacer la inspiración:
Tus brumas y palmares, tus ríos y tus flores
Conservan del Eterno la dulce bendición.

El estudio en las páginas de El Mercurio, reveló un número de mujeres escritoras en su mayoría desconocidas, que no trascendieron, quién sabe por cuántos motivos, pero cultivaron varios géneros y plasmaron pensamientos, exteriorizaron emociones dentro del intimismo e idealización propios de la poesía romántica, despojada del tono exaltado de Heredia e influenciada de la suavidad, plasticidad y melancolía de la obra lírica de Luisa Pérez de Zambrana y Adelaida del Mármol. Estas poetisas se convirtieron, precisamente, en patrones a seguir por otras escritoras de la región.

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

CANCINO DE BEOLA, MANUELA: "Lágrimas", El Mercurio, año 3, n.o 17, Santiago de Cuba, 3 de agosto de 1884, p. 2.
CONCHITA: "La mujer médico", El Mercurio, año 3, n.o 19, Santiago de Cuba, 12 de octubre 1884, p. 10.
DELIA: "Tres edades del hombre", El Mercurio, año 1, n.o 20, Santiago de Cuba, 15 de octubre de 1882, p. 9.
DROZ, G.: "El día de bodas", El Mercurio, año 3, n.o 23, Santiago de Cuba, 16 de marzo 1884, p. 5.
ESTRADA, LEÓN: De cuando la Zambrana era Luisa Pérez Montes de Oca, Eds. Santiago, Santiago de Cuba, 2012.
"Gacetillas", El Mercurio, Santiago de Cuba, 22 de agosto de 1884.
GUERRA, MARTÍN: "Tres edades de la mujer", El Mercurio, año 1, n.o 2, Santiago de Cuba, 8 de octubre de 1882, p. 5.
HENRÍQUEZ UREÑA, MAX: Panorama histórico de la literatura cubana, Editorial Félix Varela, La Habana, 2004, t. 1.
INSTITUTO DE LITERATURA Y LINGÜÍSTICA JOSÉ ANTONIO PORTUONDO VALDOR: Historia de la literatura cubana, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2005, t. I.
LOLA [DOLORES FAJARDO ORTIZ]: "Carta de Filadelfia", El Mercurio, año 3, n.o 17, Santiago de Cuba, 22 de julio de 1884, p. 4.
LOLA [DOLORES FAJARDO ORTIZ]: "Carta de Filadelfia", El Mercurio, año 3, n.o 20, Santiago de Cuba, 12 de agosto 1884, p. 3.
MA. CA. [MANUELA CANCINO DE BEOLA]: "Angustia y Consuelo", El Mercurio, año 2, n.o 12, Santiago de Cuba, 20 de mayo de 1883, p. 7.
MA. CA. [MANUELA CANCINO DE BEOLA]: "La muerte de una flor", El Mercurio, año 2, n.o 12, Santiago de Cuba, 20 de mayo de 1883, p. 6.
MARTÍNEZ BADELL, JOSÉ: "En su tumba", El Mercurio, año 4, n.o 20, Santiago de Cuba, 11 de enero de 1885, p. 1.
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MELSONAC [Manuela García Duque]: "A El Cautivo", El Mercurio, año 2, n.o 20, Santiago de Cuba, 9 de diciembre de 1883, p. 59.
MELSONAC [Manuela García Duque]: "El conocimiento de sí mismo es el principio de la ciencia", El Mercurio, año 3, n.o 19, Santiago de Cuba, 26 de octubre de 1884, p. 2.
MELSONAC [Manuela García Duque]: "La más constante", El Mercurio, año 2, n.o 15, Santiago de Cuba, 14 de octubre de 1883, p. 12.
MELSONAC [Manuela García Duque]: "La mujer en Cuba", El Mercurio, año 3, n.o 9, Santiago de Cuba, 11 de mayo de 1884, p. 1.
MENDOZA, CONSUELO: "La misión de la mujer", El Mercurio, año 2, Santiago de Cuba, 22 de abril de 1883.
PÉREZ DE ZAMBRANA, LUISA: "La mujer fina", El Mercurio, año 1, n.o 25, Santiago de Cuba, 3 de diciembre de 1882, p. 52.
VALBUENA, DOLORES ELVIRA: "La Perla Marina", El Mercurio, año 2, n.o 14, Santiago de Cuba, 3 de junio de 1883, p. 59.


 

RECIBIDO: 19/2/2015
ACEPTADO: 20/5/2015


 

Danay Castillo Almaguer. Facultad de Humanidades. Universidad de Oriente, Cuba. Correo electrónico: danay@fch.uo.edu.cu


NOTAS ACLARATORIAS

1. Max Henríquez Ureña: Panorama histórico de la literatura cubana, t. 1, p. 383.

2. Cfr. León Estrada: De cuando la Zambrana era Luisa Pérez Montes de Oca, p. 7.

3. Susana Montero: "La poesía entre 1844 y 1868", en Instituto de Literatura y Lingüística José Antonio Portuondo Valdor, Historia de la literatura cubana, t. 1, p. 299.

4. Desiderio Fajardo Ortiz (1862-1905). En Cartagena de Indias fundó y dirigió el periódico El Porvenir. Fundó además la revista El Mercurio (Santiago de Cuba, 1882) y dirigió El Diario Cojuelo (1885). Viajó por Centro América y los Estados Unidos (1885-1893). En Nicaragua conoció a Rubén Darío. Al comenzar la campaña de 1895 fue nombrado agente secreto de la Revolución cubana en Santiago de Cuba. Emigró a Nueva York en 1898. Editó, junto con Manuel Navarro Riera, El Cubano Libre (Santiago de Cuba, 1904). Hasta su muerte laboró como pedagogo en el Centro de Instrucción, en Santiago de Cuba.

5. Lola [Dolores Fajardo Ortiz]: "Carta de Filadelfia", El Mercurio, año 3, n.o 17. Se ha respetado la ortografía de la época en las citas de la publicación.

6. Lola [Dolores Fajardo Ortiz]: "Carta de Filadelfia", El Mercurio, año 3, n.o 20.

7. G. Droz: "El día de bodas".

8. Aunque su labor en esta publicación fue más intensa como poetisa, trabajó también como articulista; de ella se conoce solo lo apuntado en la sección "Zig Zag", que nació en Madrid y que contando con apenas 6 años de edad se trasladó a Santiago de Cuba, en la que falleció prematuramente el 1 de febrero de 1885. Firmaba con el pseudónimo de Melsonac.

9. José Martínez Badell: "En su tumba", en El Mercurio, 8 de febrero de 1885.

10. Poetisa natural de Manzanillo, nacida, según unos, el 25 de noviembre de 1851 y, según otros, en 1848. Falleció en La Habana el 7 de enero de 1900. Después de 1868 pasó a residir en Santiago. Está recogida en el Diccionario biográfico cubano, de Francisco Calcagno, y en el Diccionario cubano de seudónimos, de Domingo Figarola Caneda, ya que firmaba como Consuelo y también como La hija del Cauto. Fue notable su colaboración en diferentes publicaciones periódicas como El Cubano Libre, El Liceo, de Manzanillo, y El Triunfo, de Yero Buduén. Hepodido demostrar que colaboró además con Murmurios del Cauto y El Mercurio. Bacardí recoge un poema suyo en el tomo 4 de sus Crónicas de Santiago de Cuba.

11. Así es como firma de forma anónima el autor del poema "A Manuela Cancino", el 30 de noviembre de 1884 en El Mercurio: "No te he podido mirar / Más que una vez, bayamesa / Y tanto y tal me interesa / Tu dicha y tu bienestar / Que al ponerme a recordar / Tu situación en el día / Parece que el alma mía / Agoniza de quebranto! / Por eso he llorado tanto / Con tu bella poesía. / Flor del bayamés pensil / Adiós no quiero cansarte; / Pero deseo admirarte /
Otra vez, y ciento y mil. / Canta calandria gentil, / Que tu dulce cantinela / Me entristece y me consuela, / Y entre el llanto y la alegría / Exclamará el alma mía; / ¡Me has hecho llorar, Manuela!".

12. En la sección "Gacetillas" del día 22 de agosto de 1884 se publicó la siguiente petición:

La distinguida y dulce poetisa Sra. Manuela Cancino de Beola, natural de Bayamo y residente hoy en Santiago de Cuba, y algunas de sus melancólicas poesías han visto la luz en muchos de nuestros periódicos, se halla en estos momentos atravesando una de las épocas más tristes y más terribles de su vida. Sin recursos pecuniarios de ninguna clase y en la imposibilidad de encontrar donde trabajar, porque como todos saben, el trabajo huye hoy de la mujer, sobre todo en poblaciones como Santiago de Cuba, la virtuosísima Cancino llora constantemente abrazando con desesperación á sus tres pobrecitas niñas, viéndolas palidecer y morir paulatinamente en la más espantosa miseria, y á quienes, si posible fuera, daría ella fuerza y vida con la sangre de sus venas. [...] Las personas que deseen contribuir á la buena obra de salvar de la muerte á este angelito, que ya tiene las alas aciertas para irse de este mundo, pueden entregar lo que su generosidad les aconseje, á la Sra. da. Rosa Tejada, viuda de Collazo.

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