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Universidad de La Habana

versão On-line ISSN 0253-9276

UH  no.286 La Habana july.-dez. 2018

 

RESEÑA


 

Atlas de la infancia y la adolescencia en Cuba. Presentación

 

 

Luisa Íñiguez

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Universidad de La Habana, Cuba.

Con justificada emoción dirijo estas palabras con motivo de la presentación del Atlas de la Infancia y la Adolescencia en Cuba. En primer lugar, deseo destacar la deferencia de los organizadores y las autoridades universitarias al seleccionar este amado lugar para la primera puesta en circulación social del libro: el Aula Magna, donde hemos pasado momentos felices y tristes a lo largo de nuestra larga vida de universitaria de más de medio siglo. En segundo, es con pesar, pero con orgullo, que recuerdo en este acto a la Dra. Ruth Daisy Henríquez, nuestra directora durante poco más de veinte años, inspiradora eterna de todas nuestras investigaciones.

Ahora bien, ¿por qué un atlas? Tiene varias justificaciones. En el mundo de las imágenes que vivimos en la actualidad, los mapas aún no han ganado el protagonismo que merecen como útiles complementos al conocimiento de la vida nacional, en este caso, Cuba por dentro. Por otra parte, un listado de cualquier indicador para los municipios del país, divididos en sus zonas urbanas y rurales totaliza 504 datos. Sin dudas, la expresión de ellos en el lenguaje cartográfico eleva el poder de análisis de sus diferencias.

¿Por qué de niños y adolescentes? En pocas palabras, se podría explicar por dos conocidas frases de nuestro Apóstol y permanente maestro José Martí: "Para los niños trabajamos [...] los niños son la esperanza del mundo", "Sin los niños no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz".

Mi idea inicial se sustentó en varios hechos: el primero, asociado a ampliar el trabajo que ya desde hace algunos años venimos realizando en el grupo de Análisis de Situación de la Infancia de UNICEF, coordinado por María Julia Moreno, oficial de monitoreo; el segundo de los motivos, la colaboración de larga data que sostenemos con la ONEI y, en especial, con el Centro de Estudios de Población y Desarrollo y con su director, y director nacional del Censo de Población y Viviendas, Juan Carlos Alfonso. Ambos especialistas abrazaron la idea, acompañaron muy de cerca el proceso investigativo y corrigieron contenidos. A ellos y a los autores se sumaron otros profesionales del CEPDE -destaco en especial a Diego Enrique González y Enrique Frómeta- y de otras instituciones, entre las cuales debo mencionar a la Federación de Mujeres Cubanas, al Instituto de Planificación Física, a la Asociación de Pedagogos de Cuba, así como diversas áreas de la Universidad de La Habana.

No sé si Juan Carlos Alfonso tenía total conciencia del arduo trabajo técnico de filtraje y combinación de las bases de datos que debía enfrentarse, y del cual no teníamos antecedentes. Con sinceridad, expreso que, en mi función de coordinadora del proyecto, varias veces sentí que la apuesta era mayor que nuestras fuerzas, inmersos todos en otras múltiples tareas: se debían seleccionar datos, convertirlos en información y dar coherencia a los contenidos a expresar. La convicción de que era un libro necesario y podría ser útil a nuestro país crecía y nos movía una y otra vez a continuar.

Pocas veces se tiene la oportunidad de disponer de mapas que incentiven el hábito de leer lo que ellos expresan, y menos frecuente aún es que se refieran a niños, niñas y adolescentes, segmentos de población que con notable esmero se protege en nuestro país. Es posible imaginar a unos lectores de este atlas "asintiendo" al observar el valor de un indicador del municipio donde nacieron, vivieron o aún residen; a otros con expresión de sorpresa en sus rostros; y a algunos que, en primera instancia, rechacen rotundamente lo que ven. Cualquiera de esas reacciones es válida y estarían condicionadas por experiencias o conocimientos previos de uno u otro territorio, que llevan a interpretar, de manera singular, lo que hay detrás de las imágenes. También cualquiera de sus páginas puede suscitar un porqué.

La infancia y la adolescencia son construcciones sociales que varían en el espacio y en el tiempo. Una de las contribuciones que los estudios sociales hoy le exigen a la geografía de la infancia es demostrar que el lugar importa. Casi nunca el lugar es inocente al constatar diferencias de conductas, comportamientos, condiciones de vida. Tampoco es inocente en la magnitud e intensidad con que se filtran o se obstruyen las políticas sociales y públicas y se acogen las oportunidades y beneficios de ellas. Por tanto, el lugar, el dónde, merece especial atención académica.

La reducción de las desigualdades territoriales y de condiciones de vida de la población cubana es el resultado de las políticas certeras del gobierno revolucionario. Ello es un hecho incuestionable, y probado por la homogeneidad de indicadores globales que miden el cumplimiento de los derechos de niños, niñas y adolescentes. Pero persiste una heterogeneidad que responde tanto a huellas de la historia de ocupación económica y social de los territorios, como a condicionantes y determinantes económicas y sociales de la evolución territorial más reciente. Por esta razón, es evidente que no se tiene un solo tipo de familia, ni una sola niñez o adolescencia al interior del país, que algunos de los indicadores descritos en este libro difieren a los de hace una o varias décadas atrás, y es probable que, en el actual contexto, se acrecienten las diferencias según convivencia y condiciones de sus viviendas.

La descripción de indicadores de heterogeneidades territoriales entre provincias y municipios, entre Oriente y Occidente, excluyendo a Pinar del Río, entre zonas urbanas y rurales, de género, o entre madres y padres de los grupos de edades fue analizada, en la segunda parte del libro. Habrá que comprobar su reproducción, su emergencia o reemergencia, pasarlas por juicios de valor para determinar si son evitables, innecesarias y reducibles con acciones concretas a corto o mediano plazos, y cuáles de esas heterogeneidades no son necesariamente injustas.

El Atlas... ha dejado entrever que la relación de los niños y adolescentes con el lugar se articula a nivel estructural, cultural e individual familiar. Nos sugiere valores y normas locales particulares, diferencias en los recursos individuales familiares relacionados con aspiraciones, proyectos de vida y éxitos o retrasos de las políticas capaces de homogeneizar, hasta los límites posibles, la vida de nuestros niños y adolescentes. Solo en la confluencia de todo ello podrán ser explicadas las diferencias locales y regionales encontradas.

Tanto los autores, como la gran mayoría de los lectores, están ante nuevas informaciones. Queda pendiente la tarea de conocer, en el contexto actual del país, hasta dónde las políticas, y sus adaptaciones a los territorios y comunidades, pueden acercar los mundos urbanos y rurales donde residen los niños, niñas y adolescentes cubanos. Pendientes también quedan estudios que argumenten y cuantifiquen los límites de la proximidad de determinados indicadores entre las provincias y los municipios del país, que permitan conocer con mayor profundidad cómo participan la subjetividad, la cultura persistente y sus expresiones visibles, o enmascaradas, en las desigualdades territoriales halladas. Por ahora, el Atlas... muestra el camino hacia el laberinto en el que la investigación social debe adentrarse y del cual se saldrá siempre más facultado para apoyar, concebir y desplegar intervenciones a favor de la infancia y la adolescencia en Cuba.

También es, por vez primera, que fruto de la colaboración interinstitucional, una fuente de especial valor como el Censo de Población y Viviendas es empleada para aproximarse al estudio de la niñez y la adolescencia.

Debo agradecer a la compañera Arelys Santana por su disposición a valorar el Atlas..., a pesar de que estoy segura de que ella sabía de la dificultad de encontrar el tiempo para hacerlo; a nuestra compañera de siempre, Laura Domínguez, que ya conoce el libro casi mejor que sus autores; a nuestro editor y amigo probado, José Antonio Baujin; al diseñador, Norberto Molina, frente al sufrimiento que estoy segura que le provoqué durante largos meses, hoy tiene su recompensa; a Niels Reyes, artista de la plástica, quien, interesado en el proyecto, brindó sin reparos las obras que realzan este libro; y a los dos directores de FLACSO Cuba de la Universidad de La Habana, Reynaldo Jiménez y Marta Rosa Muñoz, quienes nos apoyaron y animaron en este largo sendero.

A la ONEI y a la Oficina de UNICEF en Cuba se debe en gran medida la consecución de este proyecto universitario y la culminación de su primera fase con la publicación que hoy se presenta. Permítanme reconocer a la señora Ana Lucia d`Emilio, exrepresentante de la Oficina de UNICEF en Cuba, que con tanto cuidado y preocupación siguió el curso del proyecto; a la señora María Machicado, actual representante, a la señora Victoria Colamarco, coordinadora de Programas, y al equipo de UNICEF.

El libro tiene tres autores geógrafos, y está dedicado al geógrafo mayor, filósofo del territorio Dr. Antonio Núñez Jiménez, porque de alguna forma sus enseñanzas están plasmadas en el volumen, y porque consiguió trasladarnos su pasión por conocer más sobre la geografía y el pueblo cubano. Pero este, es tanto un libro de geografía, como de ciencias sociales, y creo que su esencia se enmarca en una observación que hiciese el querido profesor Fernando Martínez Heredia, y cito: "Está claro que las ciencias sociales tienen ante sí el desafío de adquirir relevancia y aumentar su peso en la sociedad. Para que eso suceda es indispensable allanar obstáculos, pero lo decisivo será dedicarse a investigar cuestiones fundamentales [...] y socializar de todas las maneras posibles, con audacia y responsabilidad".
También dedicamos el Atlas de la infancia y la adolescencia en Cuba al Aniversario 290 de nuestra querida Universidad de La Habana, a nuestras familias, que padecen y disfrutan con nuestras aventuras investigativas, y a todos los que desde los más visibles a los más callados escenarios, cuidan y protegen la niñez y la adolescencia en Cuba.

Termino con una hermosa frase de nuestro Martí: "Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia". Anhelaría que se encuentre cierta poesía en este libro, que ella contribuya a elevar la cultura de todos acerca de las condiciones de crecimiento y desarrollo en la infancia y la adolescencia, que inspire, inquiete y, modestamente, apoye las acciones permanentes que eleven el bienestar de los niños, niñas y adolescentes de nuestro país.

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