Introducción
En varios sistemas filosóficos la comunicación ha sido objeto de análisis teórico general de manera más o menos explícita. En el caso de la corriente existencial, fue erigida en una de las categorías centrales dentro de su conceptualización filosófica. La filosofía marxista concibió siempre a la comunicación estrechamente vinculada con la naturaleza social del hombre y con la evolución de su conciencia.
En diferentes obras de Carlos Marx y Federico Engels aparecen reiteradas1,2,certeras y profundas reflexiones sobre ella, pero incipientes y necesitadas de un tratamiento posterior más sistemático que no se ha producido. Es en la filosofía no marxista donde más aportes a una epistemología de la comunicación se han realizado hasta el presente. Pero la comunicación tampoco puede entenderse como una super categoría que sustituya o suplante a otras categorías generales en la explicación de la esencia humana, como ocurrió con el enfoque comunicativo dentro de la psicología marxista a finales de los años 70 e inicios de la década de los 80.
Según García3, la comunicación se puede definir como un “conjunto de elementos en interacción en donde toda modificación de uno de ellos afecta las relaciones entre los otros elementos”. En este sentido, la comunicación es un sistema abierto de interacciones, inscritas siempre en un contexto determinado y obedece a ciertos principios:
El principio de totalidad: que implica que un sistema no es una simple suma de elementos, sino que posee características propias, diferentes de los elementos que lo componen tomados por separado.
El principio de causalidad circular: según el cual, el comportamiento de cada una de las partes del sistema, forman parte de un complicado juego de implicaciones mutuas, de acciones y retroacciones.
El principio de regulación: que afirma que no puede existir comunicación que no obedezca a un cierto número mínimo de reglas, normas y convenciones.
Estas reglas son las que precisamente permiten el equilibrio del sistema.
En una traducción hecha por Ciapuscio 4 se expresa que el quehacer científico es una actividad básicamente comunicativa, en la cual el lenguaje tiene un carácter constitutivo. En un sentido amplio, la comunicación científica puede concebirse como un proceso de recontextualización y reformulación continuo desde los textos originales e innovadores, hasta los textos (presuntamente) finales, destinados a la información del gran público. 5
Por su parte, Marcos6 plantea que es un fenómeno múltiple y que no solo incluye la comunicación de contenidos, sino de procedimientos, problemas, valores y la comunicación dentro de la propia comunidad de expertos, y también la comunicación entre esta y el resto de la sociedad o de sectores especiales.
La comunicación de la ciencia es tan antigua como la propia ciencia en sí. Desde los primeros descubrimientos el investigador creó métodos para dar a conocer los resultados de sus procesos. Se determina, según Jorge Fernández, por el carácter de su contenido y objetivos, y se dedica a explicar con exactitud y profundidad los hechos de la realidad objetiva que nos rodea, expresar las relaciones causa-efecto entre los fenómenos y esclarecer las etapas del desarrollo histórico. 7
Con el avance de las diversas disciplinas, surgen nuevas formas de organizar la actividad científica que se concretan en la creación de academias y sociedades que agrupan a intelectuales interesados por las ciencias: la Academia del Cimento de Florencia (1657), la Royal Society de Londres (1660) o la Académie Royal des Sciences de París (1666). Estas sociedades suponen la formación de colegios invisibles, redes informales de científicos creadas a través del contacto personal y la correspondencia privada, lo que constituyó el embrión para el nacimiento de una revista científica. 8
La comunicación científica reviste suma importancia para los hombres de ciencia, ya que su dominio les permite describir clara y correctamente un hecho o proceso científico, construir en forma clara y lógica un escrito de cualquier longitud con el uso de los recursos normales del lenguaje y preparar acuerdos, proyectos de investigación y otros, con precisión y la suficiente imaginación para proveer posibles contingencias. 9
Por todo lo antes dicho se realiza este estudio con el objetivo de realizar una valoración teórica sobre la concepción de la gestión editorial como una actividad científica.
Desarrollo
Se realizó una revisión bibliográfica narrativa con la utilización de métodos de análisis documental, mediante la selección de información obtenida de bases de datos científicas como SciELO, Scopus y Google Académico; con el empleo de criterios, tales como: gestión editorial; revistas científicas y actividad de ciencia y tecnología.
Evolución de la comunicación científica a través de las revistas
La actividad de ciencia e información científica en el periodo prerrevolucionario en Cuba no estuvo organizada hasta después del triunfo de la Revolución. En este periodo surgieron de forma súbita las primeras revistas científicas especializadas, fundamentalmente en el campo de la medicina y las ciencias de la salud. Los autores consideran tres momentos en la evolución de la actividad de comunicación de los resultados de la ciencia:
Primer momento (enfoque tradicionalista)
Surge con la aparición de las primeras revistas científicas en el siglo XVII (1665), aunque se sabe que la comunicación de la ciencia surgió mucho antes, pero de manera informal. Se caracterizó por la comunicación lineal utilizando el soporte tradicional (las revistas científicas).
El papel y la imprenta desempeñaron un rol fundamental en la comunicación de la ciencia, porque los textos están mediados por las limitaciones de espacio en las páginas de la publicación. Los procesos de gestión editorial son tradicionales, y el sistema de evaluación y validación de la ciencia se hace a través del criterio de expertos, lo que se conoce como revisión por pares, que podía demorar todo lo que la forma de comunicación permitiera. Las políticas en relación con la actividad eran pocas.
La salida de las publicaciones dependía de la capacidad de la imprenta para asumir los proyectos, pasando directamente por sus condiciones materiales para poder ejercer su función. La publicación de fe de erratas era frecuente, pues no había la posibilidad de enmendar los textos si se detectaba algún error o había algún cambio de última hora.
En este momento, el más duradero, creció exponencialmente el número de revistas en todas las áreas de las ciencias, lo que provocó la necesidad de agrupar la información según criterios de selectividad para su mejor valoración. Surgen así las bases de datos científicas y se comenzó a medir la productividad científica. Aparece el indicador Factor de Impacto.
La década de los 80 del siglo XX marca el final con la aparición de Internet como una nueva forma de comunicación y aparece el lenguaje de marcas (HTML), que comienza a permitir un aumento en el número de palabras por artículos, pero aún mediado por los estándares de la imprenta.
Las bases de datos permanecieron sin cambios en su funcionamiento, y continuaron su trabajo de indexación de recursos con total “normalidad”, pero ya se advertía que el desarrollo electrónico y digital permitiría una mayor interconexión y con ello se avizoraban cambios paradigmáticos.
Segundo momento (enfoque tecnológico)
A finales del siglo XX, y en la década de los 90, la gestión editorial y sus procesos comienzan a ser intervenidos por una tecnología más elaborada. Se comienza a utilizar el correo electrónico y la imagen digital; pero sin renunciar a la gestión tradicional.
El proceso editorial se automatiza con la utilización de robustas herramientas como el Open Journal System. Comienzan a tenerse en cuenta elementos importantes en la comunicación de la ciencia que antes no se consideraban como las imágenes de alta resolución y los videos científicos, entre otros, y que están relacionados directamente con la identificación de elementos clave en la transmisión del conocimiento.
La identificación de los autores y su producción científica, el reconocimiento de las instituciones como centros de producción científica y la misión de los evaluadores como eslabón crucial en el proceso de transmitir ciencia son elementos identificativos de esta etapa, para lo cual se establecieron, también soluciones tecnológicas.
Las políticas comienzan a tomar otro matiz y cambian de dirección. Los investigadores comienzan a reconocer la necesidad de poder acceder a la información científica como un bien común sin ningún tipo de restricción. Se crea el movimiento de Acceso Abierto.
Tercer momento (enfoque social)
En este momento, que se inicia con el siglo XXI, ya la línea de producción y los mecanismos de publicación tradicionales son obsoletos.
Este es el instante en que la comunicación científica se convierte en un proceso social. El surgimiento y auge de las redes sociales dinamiza la comunicación de los resultados y, lo más importante: el autor es el protagonista. Las revistas científicas no pierden su hegemonía, pero ya no tienen la primicia de la comunicación.
La tecnología es la principal mediadora de los procesos de comunicación de la ciencia, y prevalecen los medios de comunicación electrónicos por encima de todos los medios tradicionales.
La comunicación primaria a través de los servidores preprints agiliza la socialización del conocimiento y renueva el concepto de peer review. Este tipo de prepublicación (preprints), que inició en las ciencias exactas, se extendió a todas las áreas de las ciencias como canal inmediato de exposición de los resultados de investigación. Se trata de informes preliminares de investigación, que no han sido objeto de escrutinio editorial y de revisión por pares. Su valor fundamental es que permiten a los científicos acceder a los hallazgos de vanguardia más rápidamente que cuando los autores envían sus hallazgos directamente a las revistas tradicionales, que a menudo tardan meses en completar las revisiones. 10
El paradigma de la comunicación de la ciencia evoluciona hacia la Ciencia Abierta, lo cual constituye la esencia de los esfuerzos para aumentar la credibilidad y transparencia en los métodos de investigación. Sus ejes principales lo constituyen el Acceso Abierto (Open Access), la revisión por pares abierta (Open peer review) y los datos abiertos (Open Data).
Sin embargo, aun con las descripciones realizadas, las comunicaciones en ciencia, tanto escritas como orales, e incluso las visuales, no siempre logran transmitir la esencia de lo que su autor quiso decir, sino que literalmente divagan en una serie de conceptos en torno al tema central, lo que evidencia grandes dificultades comunicativas entre los profesionales, fundamentalmente en ciencias de la educación y de la salud.
Independientemente de las características de cada uno de los momentos, las revistas científicas conservan su papel su papel hegemónico como canales primarios de comunicación de la ciencia porque cada una de las transformaciones ocurridas y de los nuevos elementos aparecidos se desarrollan en torno a ella, es decir, han funcionado y funcionan para complementar su misión, pero no para sustituirla. La gestión editorial se mantiene como un proceso inamovible, prácticamente rígido en su esencia y que requiere, inevitablemente, del concurso de su equipo editorial.
La gestión editorial de las revistas científicas y su papel en la comunicación de los resultados de la investigación científica
Para poder comprender la importancia de la gestión editorial, es necesario resaltar el papel de las revistas científicas como el principal canal de comunicación de la ciencia, es necesario comprender el contexto histórico donde aparecen. Durante el Renacimiento (siglos XV y XVI) se produjo la “revolución científica” en Europa, lo cual se constituyó en la base de la ciencia moderna. Las personas interesadas en el conocimiento científico, generalmente los filósofos, comenzaron a utilizar el método científico de investigación y la observación directa de la naturaleza como fuente de conocimiento.
Hasta comienzos del siglo XV, los científicos y los médicos comunicaban verbalmente sus observaciones científicas o clínicas en las universidades en que enseñaban, o en reuniones de pequeños grupos. Cuando deseaban exponerlas a pares o maestros lejos de sus sitios de trabajo, recurrían a cartas en las que exponían lo que habían descubierto en el análisis de la naturaleza o de los seres vivientes, o sus opiniones sobre las ideas predominantes en el ámbito de las ciencias y la medicina.
Esta comunicación epistolar exigía la redacción de manuscritos en su significado original: “texto escrito a mano”, y algunas copias, también manuscritas. El proceso, aparte de lento y engorroso, permitía que algunos de los receptores aprovecharan el contenido de la carta en su propio beneficio, lo que generaba un robo intelectual. La invención de la imprenta, a mediados del siglo XV, inició una revolución cultural al permitir la impresión de múltiples copias de libros y otros documentos, con un alcance de lectores mucho más amplio y creciente. 11
Las revistas científicas son, en la actualidad, para la práctica científica el principal medio de divulgación de los resultados, aunque no los únicos.
El nacimiento de las primeras revistas científicas en 1665 (Journal des Savans y Philosophical Transaction) marcó el nacimiento de una ciencia moderna llamada a convertirse en oficio de profesionales (médicos, boticarios, ingenieros, militares, profesores universitarios...) y no de aristócratas y clérigos. El método científico se diversifica con más colaboradores, por lo tanto, se necesitaba un medio de comunicación que diese mayor velocidad al tráfico de ideas, que acogiese en su seno a las distintas ramas del conocimiento (Astronomía, Física, Química, Botánica, Medicina, Farmacia, Matemáticas...), que lo hiciese de una manera breve y concisa y que de alguna manera certificase su autenticidad y sancionase su rigor (la validación científica a través de la evaluación por pares). Al dotar al impreso de periodicidad, la revista se hizo una publicación rápida y de amplia difusión, convirtiéndose en el medio más seguro que tenían los científicos para que sus ideas fueran difundidas, tuvieran influencia y no se las apropiara nadie. 12
A partir del siglo XVIII, el número de revistas va a ir multiplicándose, ajustándose a un modelo de crecimiento exponencial. Dicho crecimiento se produce al mismo ritmo que las disciplinas científicas se dividen y subdividen en especialidades y subespecialidades. En este sentido, puede afirmarse que la creación y mantenimiento de las revistas científicas y profesionales actúan como un instrumento clave en la organización, vertebración e institucionalización social de la ciencia.
Las revistas son el reflejo más o menos deformado del funcionamiento general de las disciplinas científicas, de sus instituciones y sus investigadores, pero también de la relación que cada especialidad mantiene consigo misma, con las demás disciplinas y con la sociedad. Son un elemento constitutivo de la producción y reproducción del saber y un elemento clave en la historia de las distintas disciplinas. 13
La llegada de Internet como un nuevo medio de publicación formal presenta una nueva era en las posibilidades que tiene un profesional para gestionar la visibilidad de sus propios resultados. Esto implica un cambio en los hábitos de comunicación y la aparición o florecimiento de prácticas y conductas acusadoras e inapropiadas que pueden poner o ponen en tela de juicio la credibilidad y el prestigio de la ciencia.
La invención de la imprenta implicó la creación de una tecnología que supuso la aparición de unas tareas (composición y montaje, impresión, comercialización y venta) y de unas profesiones (cajista, corrector de pruebas, impresor, editor, mercader de libros, librero, distribuidor) imprescindibles para que el documento creado por el autor llegara al lector. Si se mira en perspectiva los desarrollos en las tecnologías de la edición desde la invención de la imprenta hasta el surgimiento de Internet se puede encontrar un hilo conductor: la vulgarización progresiva de dichas tecnologías que supone la eliminación progresiva de las mediaciones existentes entre los polos de la creación y el consumo (autor/lector). La popularización del ordenador personal, del tratamiento de textos y de las impresoras en las dos últimas décadas del siglo XX permitió a los autores que así lo quisieran auto editar sus textos. Por primera vez, pudieron apropiarse de la composición, montaje e, incluso, impresión de los textos.
Con Internet se completa el ciclo, ya que la edición, entendida esta como la operación que permite producir un documento y financiarlo, y la distribución también pasa a manos del autor. A partir de este momento, al menos potencialmente, el autor no solo crea su obra, sino que está en disposición de dotarle de la corporeidad que quiera y de difundirla como lo estime oportuno.
Gestión editorial para la publicación de las revistas científicas
La gestión editorial de una revista científica comprende desde la recepción del manuscrito enviado por un autor, el cual es evaluado por primera vez para determinar si es pertinente con el campo de trabajo de la publicación y si cumple con las normativas impuestas por la revista. De transitar exitosamente la primera fase, entraría en un proceso de evaluación científica donde el equipo editorial tiene la responsabilidad de seleccionar a pares evaluadores para que emitan su juicio sobre el documento en cuestión. Finalmente es el propio equipo editorial el responsable por decidir si el artículo se haría público o no, asumiendo toda la responsabilidad que esta decisión conlleva. El documento científico, una vez aprobado, deberá transitar por varios procesos técnicos que incluyen la redacción, corrección y edición del texto, así como la diagramación que constituye finalmente su formato de salida.
En este sentido, Delgado López-Cozar 14 se refiere a la gestión editorial como un proceso complejo que transcurre desde que un trabajo entra en la redacción de una revista hasta que se publica y en el que intervienen múltiples actores que van desde el director, los revisores, los técnicos y los propios autores, y donde, si los mecanismos, procedimientos y filtros de selección y evaluación, por una parte y los de edición y publicación por otra, son de calidad, el producto resultante también lo será.
Hernández Huerta 15 considera que es una labor que progresivamente se va tornando más compleja y exigente y que los equipos editoriales deben definir con claridad el proyecto editorial y resaltar su originalidad, incrementar el índice de internacionalización de las contribuciones, obtener sellos de calidad editorial, ingresar en uno o varios rankings e incorporar a su quehacer las buenas prácticas editoriales.
Por su parte, Vuotto y col. 16 consideran que el proceso editorial de publicaciones científicas plantea diversas complejidades que requieren especial atención, como son la construcción e implementación de servicios dirigidos directamente a la comunidad de lectores, por ejemplo la administración de suscripciones o accesibilidad libre según corresponda pasando por la publicación del número correspondiente, lo que incluye la generación de contenidos y sus evaluaciones previas a la aceptación de cada artículo, y culmina en la incorporación de dicho número ya editado y publicado al archivo para usos retrospectivos. Se priorizan aspectos de almacenamiento, búsqueda, preservación y visibilidad.
Autores como Torrealba Urdaneta 17 creen que la penetración de la era digital en la esfera de las revistas científicas es hoy una realidad innegable e irreversible que ha transformado drásticamente las bases de la gestión editorial que podría decirse que no se concibe en la actualidad una gestión editorial que al menos no utilice algunos de sus componentes con recursos electrónicos.
Para Rodríguez Yunta y Giménez Toledo 18 muchas veces la gestión editorial es un proceso tan complejo que, por ejemplo, en Ciencias Sociales y Humanidades existen gran cantidad de revistas con uno solo o dos números al año, y en donde en muchos casos la creación de un número es un ejercicio voluntarista realizado por un pequeño equipo o incluso por una sola persona. Señalan, además, que la herencia del pasado ha fomentado la aparición de la revista “institucional”, gestionada por departamentos universitarios que, a menudo, no pueden asumir un mayor esfuerzo en su realización. O bien, se trata de iniciativas ligadas a la imagen exterior de instituciones culturales, organismos o asociaciones, que difícilmente pueden considerarse representativas de una disciplina en su globalidad.
También Rivero Macías 19 en su análisis considera a la gestión editorial de las revistas científicas como una forma específica de gestión del conocimiento donde se integra un grupo de procesos que favorecen la creación, el desarrollo, la disponibilidad, la conservación, la organización, la evaluación y el uso de los diferentes tipos de materiales generados y distribuidos a través de las tecnologías de la información y las comunicaciones.
Por último, Banzato y Rozemblum 20 plantean que la sustentabilidad de un modelo de gestión en edición científica se basa en instituciones de ciencia sostenidas por fondos públicos; en la actividad vocacional del colectivo de editores, autores y revisores que hacen su trabajo como parte de su desarrollo profesional, sin remuneración adicional; en el desarrollo de revistas en Acceso Abierto, que no cobran por procesamiento de artículos (APC, en inglés); en la defensa de los derechos a partir de la adopción de Licencias Creative Commons Atribución - No comercial - Compartir Igual (BY-NC-SA por sus siglas en inglés); en la edición exclusivamente electrónica abandonando el formato papel; y en la coordinación técnica sustentada por la propia institución. Todo esto basado en el conocimiento como bien común.
Consideraciones finales
Al tomar en consideración las valoraciones anteriores, los autores conciben la gestión editorial de las revistas científicas como un proceso científico-técnico con marcado carácter pedagógico, que a través de la evaluación rigurosa del resultado de investigación depura y socializa el producto de la creación científica.
Su carácter científico esta dado en el reconocimiento del proceso como garantía de para la credibilidad de los resultados de investigación. Utiliza ampliamente la tecnología para el desarrollo de su flujo productivo lo que da cumplimiento estricto a las reglas de la comunicación científica y esta propia tecnología también conduce el proceso hasta sus propios límites.
El carácter pedagógico se expresa en la necesidad de establecer periódicamente procesos formativos que favorezcan la preparación de los equipos editoriales para ejecutar cada una de las etapas por las que atraviesa el proceso o sencillamente ejercer cualquiera de los roles que comprenden la gestión.