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Revista Novedades en Población

versão On-line ISSN 1817-4078

Rev Nov Pob vol.14 no.28 La Habana jul.-dez. 2018  Epub 24-Maio-2019

 

Artículo Original

Ser y parecer latino en Estados Unidos y Europa. Análisis de percepciones globalizadas

To be and to seem Latin in the USA and Europe. Analysis of globalized perceptions

Ana Niria Albo Díaz1  * 

1 Casa de las Américas. Cuba.

RESUMEN

En el presente texto se presentarán las nociones de un estudio comparativo entre las percepciones sociales sobre latinidad que tienen jóvenes latinos que residen en los Estados Unidos y en Europa. Se pretende sistematizar a la par el papel que juegan los medios masivos de comunicación como prácticas globalizadoras de lo que significa ser latino/a en ambas partes del mundo.

Palabras-clave: identidad; latino; migración

ABSTRACT

In the present text we will present the notions of a comparative study between the social perceptions about Latinity that young Latinos have who reside in the United States and in Europe. The aim is to systematize the role played by the mass communication media as globalizing practices of what it means to be Latino.

Key words: identity; Latin; migration

Introducción

Desde antaño el hombre ha migrado, pero indiscutiblemente su mayor desarrollo ocurrió durante el proceso de formación de la etapa capitalista. Tras la Revolución Industrial, muchos fueron los que en busca de mejores mercados laborales y oportunidades, se trasladaron de Europa a América. Como ha sido señalado en varias ocasiones por los teóricos e investigadores de la teoría del sistema mundo Fernand Braudel (1993) y Emmanuelle Wallerstein (1979, 2004), el fenómeno migratorio ha de explicarse desde una perspectiva longitudinal de larga data temporal, multidimensional y globalizadora que ha contribuido a la formación del sistema mundo, tal como lo conocemos hoy. Tal postura epistémica obliga a enmarcar las investigaciones sociales sobre migración a partir de la comprensión de las asimetrías generadas por las relaciones de poder entre provincias, países y regiones, así como lo cambiante de la demografía mundial.

Entonces, realizar una comparación entre la percepción de latinidad que tienen jóvenes de origen latinoamericano y caribeño en los Estados Unidos y en Europa supone, en primera instancia, establecer las diferencias contextuales de una y otra migración. Después de un largo tiempo de ser la América Latina y el Caribe (ALC) una región de inmigración europea, africana y asiática, la segunda mitad del siglo XX destaca por flujos migratorios grandes hacia los Estados Unidos con fuertes connotaciones demográficas sobre todo en la década del 70. El territorio del Norte del continente americano ha sido el principal receptor de migración intracontinental, pero el siglo XXI marca transformaciones en cuanto a la visibilización de la migración latinoamericana hacia Europa. Aunque se puede distinguir en el caso de España, un primer momento de flujos latinoamericanos anterior cuya causa fue el ascenso dictatorial en la región, la llegada de latinoamericanos aumentó considerablemente tras la caída de las torres gemelas y las estadísticas tuvieron que dar cuenta de movimientos migratorios masivos, frecuentes y de alta feminización (Colectivo IOE, 2012) sobre todo en Europa del Sur.

La primera oleada, esa impulsada por las dictaduras, se caracterizó por ser básicamente del cono sur, de una alta calificación y elevado capital cultural. Posteriormente, con la instauración paulatina de la democracia, muchos regresaron y otros decidieron asumir las nacionalidades europeas, a la par que iba apareciendo un flujo aportador de población latinoamericana por estudiantes de postgrados, y emigrantes económicos de clase empobrecida por la crisis económica. Así distinguimos en esta avanzada a dominicanos y peruanos desde mediados de 1980 y posteriormente a colombianos, y en los noventa migración ecuatoriana. Sin embargo, la globalización de las migraciones latinoamericanas y caribeñas a inicios del siglo XXI diversifica las rutas de ultramar pues se añaden a los Estados Unidos y Asia, países de Europa del Sur. Si el tema laboral se vuelve causa fundamental, no se puede abandonar causalidades relativas a la violencia, pobreza y altos niveles de desigualdad de nuestra región.

Entre 1998 y 2009, el número de migrantes sudamericanos en España, uno de los países con los que trabajaremos, se multiplicó por diez, y la población latinoamericana se tornó, con velocidad, en el primer colectivo inmigrante, desplazando a la marroquí (tradicionalmente en el primer lugar). En Italia la presencia latinoamericana fue mucho menor, concentrándose en ciertas regiones como Lombardía y en ciudades como Milán y Bérgamo. Como se constatará a lo largo de este estudio, la migración de latinoamericanos y caribeños en Europa ha privilegiado la elección de España como destino aunque se puede reconocer igualmente en Italia, Portugal, Reino Unido y Francia espacios elegidos en las últimas décadas.

Con relativa cercanía en el tiempo con lo sucedido en Europa del Sur, la población de origen latinoamericano y caribeño de los Estados Unidos (nacidos en y fuera de ese territorio) creció en un 50%, de 35,3 millones en 2000 a 52,9 millones en 2012. Sin embargo, a diferencia de la población latina en Europa que evidencia un crecimiento por entrada a sus países en flujos más o menos constantes, la de los EE. UU. es una población cuyas cifras desde el 2000 evidencian crecimiento por natalidad ―de 53 millones, el 64% (34,1 millones) se compone de personas nacidas en territorio estadunidense, mientras que el 36% (18,8 millones) nació en algún país de ALC.

Esto ha generado un debate político que enfrenta dos posiciones fundamentales. Por un lado, la propuesta de un nativismo, mayoritario entre los conservadores, que defiende el cierre de fronteras y la represión de los inmigrantes ilegales, con medidas que van desde la expulsión hasta la negativa a reconocerles los derechos más básicos. Mientras que la otra propuesta denota un asimilacionismo de corte liberal, que sostiene que hay que dejar actuar a los mecanismos de asimilación tradicionales, lo que incluye estimular más o menos enérgicamente a los hispanos a aprender inglés (como hicieron los inmigrantes anteriores) en lugar de fomentar el bilingüismo y desarrollar programas de acogida, dos medidas que demandan los defensores del multiculturalismo (posición minoritaria y considerada políticamente radical).

Como se ha podido verificar ambas posturas son resultantes de la presencia de lo que algunos han dado en llamar el desafío hispano y que se debe a la constatación del incremento de los habitantes de origen latinoamericano y caribeño en los Estados Unidos y la valoración de esto como una amenaza para la cohesión social.

Mientras, en España como destino principal de latinoamericanos y caribeños los debates han estado por otro lado. Para Europa en general se tiende a hablar de un proceso de carácter irreversible, de constante llegada y masificación (a pesar de que se discute mucho sobre un cambio de paradigma) que se asientan en las zonas marginales, reproduciendo en muchos casos problemas sociales, y que importan ciudadanías culturales, religiones y fisonomías diferentes, ampliando la otredad dentro del continente europeo. Sin embargo, si para el estadounidense promedio el inmigrante es el mexicano, para el europeo promedio lo es el moro o árabe, y en ese saco muchas veces caen algunos latinoamericanos cuya fisonomía y color de la piel no sea blanca (Zapata, González y Sánchez, 2008, p. 118).

Especial interés hay que prestarle al rejuvenecimiento de los flujos migratorios. La propensión a migrar entre los jóvenes es estimulada por la búsqueda de identidad, y facilitada por la postergación de obligaciones sociales (la mentada “moratoria juvenil”) propia de este tramo etario en las sociedades modernas. Hay planteamientos más elaborados para atribuir a los jóvenes una mayor predisposición migratoria como los que señala la CEPAL (Rodríguez, 2004).

la migración laboral, que es la más común entre los adultos y jóvenes de edades mayores, cuyo objetivo es el logro de trabajo o de mejores condiciones laborales (ingresos, prestaciones, perspectivas de carrera, y otros);

la migración educativa, que obedece a requerimientos escolares y tiene dos cimas relacionadas con el ingreso a la educación secundaria y superior;

la migración nupcial derivada de la formación de pareja;

la migración emancipatoria, que se relaciona con la salida del hogar paterno y la constitución de uno propio;

la migración familiar, que puede subdividirse entre aquella de “arrastre” que acontece cuando la familia se traslada, más frecuente entre púberes y adolescentes, y aquella de reencuentro familiar.

De identidades alternas

Las formas de alteridad histórica propias de un contexto no pueden ser engorrosamente trasplantadas a otro contexto nacional. Y los vínculos entre las mismas no deben establecerse sin esa mediación necesaria, a riesgo de que caigamos en un malentendido planetario o, lo que es peor todavía, que impongamos un régimen de clivajes propios de un contexto específico a todo el mundo ―lo que no sería ni más ni menos que subordinar el valor de la diversidad, hoy emergente, al proyecto homogeneizado de la globalización. En otras palabras, es a partir del horizonte de sentido de la nación que se perciben las construcciones de la diferencia (Segato, 1999, pp. 8-9).

Uno de los procesos que deben ser atendidos cuando se pretende investigar sobre la identidad cultural latina en los Estados Unidos y en Europa es la interculturalidad, pues se define como algún tipo de contacto, interacción o comunicación entre grupos humanos de diferentes culturas en un contexto conflictivo y problemático desde lo social y cotidiano (Austin, 2000, p. 23), frente al multiculturalismo que implica un estar en el mismo sitio pero para nada en comunicación e intercambiando prácticas y normas culturales.

En la construcción de la nación norteamericana la alteridad histórica latina constituye una expresión de las construcciones de sentido de la diferencia pero que solo se dan al interior de esa nación. Aunque en otros sitios del sistema mundo se hable de latinos la connotación simbólica a partir de una identidad cultural determinada por percepciones sociales delimitadas por las normas y prácticas socioculturales determinadas por esa nación, son únicas. Y es uno de los elementos que pretendemos demostrar con este trabajo.

En el caso de los países colonizadores -espacio objeto de estudio de esta investigación- “[...] crearon «raza» como el modo más relevante de heterogeneidad interior, otros Estados nacionales pueden haber creado otras discontinuidades a lo largo de otras fronteras” (Austin, 2000, p. 3). Esa heterogeneidad racial de la que hablan cruza diacrónicamente la construcción identitaria que trabajaremos.

Este trabajo, al enfrentarse a una definición que parte de colectividad, la territorialidad y de la alteridad histórica, alimenta esa identidad a partir de la localidad, región, nación, grupos etarios, género, lenguaje, tradiciones, costumbre, religión, etcétera, algunos de los cuales, a partir de los diferentes contextos, tienen mayor visibilidad que otros. También será central que la integración con el concepto de percepción parte de que cómo un proceso cambiante, ella posibilita la reformulación tanto de las experiencias como de las estructuras perceptuales. La plasticidad de la cultura otorga a estas estructuras la posibilidad de ser reformuladas si así lo requieren las circunstancias ambientales. Cuando cambian los contextos, las culturas no permanecen inmutables.

En Europa la política del discurso ha dirigido su mirada hacia dos líneas fundamentales: el nuevo paradigma dominante entre una monoculturalidad-pasada y por tanto racista y xenófoba, y una multiculturalidad-futura que se abre hacia el respeto de los que llegan (Zapata, González y Sánchez, 2008, p. 119). La primera de estas perspectivas suele concebir al migrante como un outsider, como si estuviera fuera de la sociedad permanentemente; mientras que la segunda privilegia la relación inmigrante-ciudadano como de beneficio mutuo, mutuo interés, de extensión del conocimiento, ampliación de oportunidades políticas y sociales (Zapata, González y Sánchez, 2008, p. 137).

Desde la perspectiva cultural, la identidad de la sociedad estadounidense se ha definido desde sus primeros momentos en consonancia con el ser blancos, europeos occidentales, protestantes y de habla inglesa (WASP). Esta característica de la identidad lleva a la exclusión sistemática de ciertos grupos sociales que también integran dicha sociedad y que no se corresponden con los paradigmas antes expresados.

Sin embargo, la noción de una identidad WASP internalizó patrones de exclusión dirigida hacia otros grupos de extranjeros en diferentes momentos de la historia de este país. Desde los primeros momentos de la fundación de la nueva nación, personajes importantes de la historia oficial, tales como Benjamín Franklin, consideraban a los inmigrantes alemanes como una amenaza a la identidad de la naciente república. De igual manera, dichos prejuicios afectaron agrupos sociales suscritos a creencias religiosas diferentes a la protestante.

En el caso europeo hablar de latinidad constituye un terreno en disputa porque la región misma en su porción sureña comporta elementos de la original latinidad. Pero cuando alguien dialoga y define como latino a otro en la eurozona está claro que se refiere a los que han cruzado el Atlántico y no a españoles, galos e italianos. Lo que sí está claro que los discursos varían cuando se trata de un latino o latina en el Sur de Europa (sobre todo en España e Italia) que cuando hablamos de Alemania y Holanda donde claramente el detonador del idioma funciona casi tan a la par como en los Estados Unidos (Latinamerican Post, 2017).

Si a esto sumamos que pensar la latinidad desde el espacio latinoamericano supone el desarrollo de un pensamiento no exento de conflictos, pues estuvo asociado durante mucho tiempo a un desarrollismo criollista que obvió la multiculturalidad y la diferencia cultural al interior de una región suficientemente diversa. Tal interpretación se convirtió en una herramienta invisibilizadora de la complejidad de la región y sobre todo en una poderosa herramienta de colonización y dominación cultural en pos de un falso desarrollismo que realmente impulsaba la dependencia. Pensar entonces, los elementos de la identidad de la región suponen la comprensión de un complejo sistema de textos en cuya síntesis se encuentra una diversidad cuyos sujetos son marcadamente sincréticos.

La identidad colectiva no puede ser vista como lugar de paz, pues realmente es sitio de contienda política, social y cultural del hacer diario. En el caso estadounidense la relación cultura-identidad-política, se estructuró, si de latinidad se trata, en dos movimientos que responden a la problemática de una identidad común que bajo la idea de unidad, vuelven este precepto el centro de sus axiologías: el movimiento chicano y el puertorriqueño. Ambos constituyeron catalizadores para la institucionalización de la defensa latina y de una visión identitaria politizada. A partir de nacionalismos, estos movimientos resaltaron valores étnicos y culturales dentro del ethos político de la nación estadounidense que hace diferir a nivel semántico el significado de latinidad respecto a los que la portan dentro de Europa, donde aún dichas contiendas no se dan, en primera instancia porque se trata de historias inmigratorias de más corta data.

La identidad como latinos en ambos sitios, es una construcción social identitaria, producto de las relaciones colonialistas en primera instancia, pero hoy en los Estados Unidos ha pasado de la imposición al sentido de un imaginario social asociado a la resistencia del lenguaje español frente al inglés del colonizador que fue la bandera durante bastante tiempo de los procesos independentistas puertorriqueños dentro del territorio norteño. A lo impuesto, se le fue sumando un producto cultural híbrido que maneja visiones concretas de la realidad y la cultura latinoamericana y caribeña, en vínculo con esa otra vasta cultura e idiosincrasia que es la estadounidense. Por lo tanto el lenguaje en este caso es un elemento que difiere bastante de su papel como elemento catalizador de identidad en un sitio u otro, sobre todo si pensamos en la Europa del Sur, no así en los nuevos destinos como Alemania y Holanda, donde cada vez adquiere prácticas casi subversivas como lo ha sido en EE. UU.

Aunque en ambos territorios, no se puede seguir hablando de una comunidad latina sino que se debe preponderar la pluralidad al interior de esa identidad panétnica, en los EE. UU. la latinidad es vista por los jóvenes cuyo origen es latinoamericano y/o caribeño más que como esa panetnicidad, como un proceso de interacciones sociopolítico y cultural en el cual su asunción es el resultado de la construcción de un bloque político en consonancia con los repertorios culturales de cada uno de sus países de origen en esos juegos de signos y símbolos con la cultura anglosajona. La identidad como latinos, al ser una identidad colectiva, constituye una entidad nada discreta, homogénea y cuyos límites no son fácilmente perceptibles. Se encuentra en negociaciones constantes, en una construcción constante. La existencia de la misma se verifica en el conjunto de prácticas comunes que se identificaron, como el uso del español en los espacios particulares o de carácter más íntimo y el inglés en los espacios de la vida pública, o el festejo de las fiestas patronales y la práctica de la religión católica.

Mientras que en el caso europeo no existen implicaciones de carácter político. La negociación que se advierte en las comunidades de jóvenes latinos en torno a la identidad, tiene en los que residen en Europa una ruptura pues hay una abierta identificación más hacia los nacionalismos que hacia la identidad panétnica. De los encuestados el 90% reflejó que no se veía a sí mismo como latino o latina, sino como cubano(a), ecuatoriano(a), chileno(a), peruano(a) o dominicano(a).

Además, como identidad colectiva, la latinidad implica un campo de relaciones sociales específico de los jóvenes investigados, que en este caso está asociado fundamentalmente al papel de la familia, la comunidad, la universidad y sus relaciones laborales, aunque los universitarios, en una menor medida en el caso de los latinos investigados en Europa que fueron entrevistados. La adscripción o no a la identidad latina por parte de estos jóvenes implica un involucramiento emocional asociado a un conjunto de rituales, prácticas y artefactos culturales que los distinguen de los otros: dígase estadounidenses, europeos o pobladores de sus países de origen, porque incluso en aquellos residentes en España donde se comparte una lengua común, de a poco se van diferenciando de sus padres a través de modismos idiomáticos, los gustos y prácticas culinarias, musicales e incluso la moda al vestir.

La identidad como latinos comporta una tensión en ambos sitios, un conflicto irresuelto, entre la definición que estos jóvenes ofrecen de su adhesión a la misma (a sus naciones de origen sobre todo) y el reconocimiento otorgado a ellos por el resto de la sociedad. Más aún cuando hablamos de una identidad que es asumida cada vez más desde perspectivas históricas en las que los grupos étnicos que tiene a su interior han modificado algunos rasgos, debido a la obligatoriedad de adaptación social a determinados esquemas de los modelos de los países receptores. Las culturas cambian continuamente por los procesos de innovación, por las transferencias de significados, por las supuestas modernizaciones e incluso, por las autenticidades, pero eso no implica, como se ha visto, que automáticamente sus portadores cambien sus identidades.

De la influencia del contexto, las trayectorias de vida y una importante dimensión como el espacio geográfico es que se obtienen las principales diferencias en este estudio. La percepción se mueve hacia niveles más complejos que pudieran ser entendidos como representación social, pues de los marcos contextuales de estos jóvenes dependerá la valoración, la actitud y las opiniones respecto al ser latino o no. A lo que simplemente se iniciaba como una búsqueda de percepción, terminó siendo un estudio en el que los sujetos analizados elaboraban diálogos entre esa percepción y el concepto de latinidad, el cual no circunscriben simplemente a lo que la cifra estadística marca, sino que prefieren hablar de rupturas con los estereotipos de cómo debe ser un latino o una latina. En ambas regiones, criterios unificadores en relación a cómo te ven los otros fueron: “Eres alegre, te gusta la música bailable. Comes raro y de sangre caliente”. Si en primer lugar aclaramos que los otros suelen definirse por lo que sería el mainstream estadounidense y europeo, veremos que no dista mucho de lo que representan esos paquetes comerciales de turismo que hablan de una Latinoamérica y el Caribe de espacios exóticos, sexo y música por doquier.

Las identidades son categorías de carácter relacional que suponen simultáneamente un proceso de identificación y otro de diferenciación. Son el producto de las relaciones sociales en las que está inserto el individuo en interacción con los otros y por tanto es un proceso constante en el que intervienen múltiples elementos del orden social. Muchos de ellos constituyen las referencias del mismo y los espacios para la acción social. Las identidades tienen carácter heterogéneo y complejo que depende de las posiciones y roles que cumpla el individuo en la sociedad, de sus pertenencias y compromisos. Por tal razón los marcos contextuales y/o referenciales fueron tan importantes en la búsqueda de la percepción de estos jóvenes sobre sus identidades como latinos.

Por eso debemos hacer un alto y establecer una de las diferencias más puntuales entre unos casos y otros. En los Estados Unidos los jóvenes referenciaron que aun cuando físicamente puedan parecer nativos, siempre hay una racialización de la etnicidad que lleva a identificarse como gente de color, como decía Gloria Anzaldúa. Sin embargo, particularmente en España los jóvenes investigados dijeron que si eres blanco(a) y tienes altos niveles de preparación educacional como ocurre con algunos de los jóvenes migrantes cubanos, argentinos, y ecuatorianos, tienes muchas probabilidades de ser percibido como un igual.

Como proceso de construcción constante de significados, la identidad percibida por los jóvenes en cuestión, estuvo determinada por su propia historia o trayectoria de vida como heredero, ejecutor y autor de su cultura dentro del espacio geográfico y social en el cual interactúa y del que toma a través de los procesos de socialización las normativas que internaliza para su ejecución cotidiana. Así es que se destacan tanto los agentes de socialización como los espacios como determinantes esenciales de la construcción perceptiva sobre la identidad como latinos. En ese sentido, la familia, la universidad y los espacios laborales, en una expresión dual como agentes y espacios, constituyen los más significantes.

Sin embargo, la mayor diferencia respecto a los jóvenes investigados en los Estados Unidos y los de Europa, es que los primeros presentan conflictos de enfrentamiento con el mundo legítimo de los adultos, que han nacido y crecido en los territorios de ALC y el de los jóvenes socializados en el territorio del Norte, acentuándose en aquellos que pertenecen a una segunda generación, en donde no solo aparece con mayor frecuencia lo tradicional y lo culturalmente nuevo entremezclados, sino que son expresión en determinados momentos de grados altos de asimilacionismo, elemento este desarrollado en muchísima menor medida en los investigados residentes en Europa que son primera generación aún en este territorio y tienen más arraigadas determinadas normas y valores aprehendidas en su socialización primaria y secundaria en ALC.

Cuando se habla durante el presente estudio de la percepción de estos jóvenes respecto a vivir en una hibridez cultural, es que combinan de una manera nueva y compleja las nociones y normas culturales de la sociedad receptora, en este caso, la estadounidense, la española, italiana, y alemana, con lo tradicional de muchas de sus comunidades de origen. La línea divisoria entre unas normas y otras transita por negociaciones que estos sujetos han logrado realizar con los espacios y zonas de acción social. Por tanto, la idea de actores y actrices con una dramaturgia que varía de acuerdo a si el espacio de acción es el público o el privado, si es el espacio familiar, la universidad, o si es una entrevista de trabajo a medio tiempo, está presente claramente como elementos percibidos en esa visión sobre el ser latinos.

El lenguaje sigue siendo un elemento percibido como esencial en la construcción, pertenencia y mantención de la identidad. En el mundo actual hay unas 6 000 lenguas que se distribuyen aproximadamente en 200 Estados. Esto señala que la mayoría de los Estados es lingüísticamente plurilingüe. Bajo esta realidad las relaciones intergrupales a nivel lingüístico presentan asimetrías que los jóvenes parte de la muestra detectaron. En la búsqueda de no ser víctima de esas asimetrías, muchas familias de latinos en los Estados Unidos prefieren estimular el aprendizaje y perfeccionamiento del inglés sobre el español, para garantizar cierto éxito en la vida pública de sus hijos, aunque como algunos pocos jóvenes identificados en otros países europeos, valoran el bilingüismo como un plusvalor que pretenden pasar a sus hijos.

Las lenguas en contacto, en este caso el inglés, alemán, italiano y el español, funcionan como categorías sociales que permiten la constitución de grupos de pertenencia y adscripción a las comunidades latinas. El uso de ambas lenguas en la mayoría de los casos, está relacionado con los espacios de socialización, otorgándole un carácter casi dicotómico: el español es el lenguaje de lo privado y el inglés, el alemán y el italiano el de lo público. En esto coinciden. Sin embargo, es importante que la sanción social al hablar públicamente el lenguaje de origen no tiene los mismos niveles de importancia en los Estados Unidos que en algunos territorios europeos.

La identidad como latinos deberá ser entendida como parte de esa maleta que carga el migrante en los Estados Unidos. Con ella juega, negocia y problematiza, más allá de que se nombre a sí mismo como mexicano, chicano, hispano o latino. De hecho, a pesar de una preferencia u otra entre las denominaciones, el marco referencial los empuja a aceptar ser vistos como tal. Ojalá pueda seguir siendo una identidad que en su construcción sea pluralista y no esconda las particularidades de cada una de las comunidades que tiene a su interior. Estos jóvenes investigados fueron los voceros de un multiculturalismo al interior de la identidad latina, pues la aceptan y asumen solo bajo la convivencia de las culturas nacionales diferentes de la ALC.

Esta postura en el caso de estos jóvenes no implica una ingenuidad perceptiva, desde el momento que reconocen que esa pluralidad de culturas no está exenta de desigualdades debido a su obligada inscripción dentro de la estructura social norteamericana y europea. Eso, más que dividirla, la enriquece culturalmente. Sean, pues, sus protagonistas, constructores perennes de ese juego de alteridad que significa ser o parecer latino en los Estados Unidos y en Europa.

Referencias bibliográficas

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Recibido: 20 de Junio de 2018; Aprobado: 15 de Septiembre de 2018

*Autor para la correspondencia: anaalbodiaz@gmail.com

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