Sr. Editor:
Agradezco la extensa revisión de Morales Yera et al1 sobre cardiotoxicidad inducida por quimioterapia (CIQ). En tiempos actuales, donde las causas fundamentales de deceso en el país son las enfermedades vasculares y las tumorales, el subconjunto de pacientes con ambas enfermedades no es despreciable.
La primera estrategia de nuestro Sistema de Salud siempre ha ido hacia la prevención de daños evitables. Como bien se expuso, el daño por cardiotoxicidad puede aparecer hasta años luego de administrado el quimioterapéutico. Por tanto, la estratificación de riesgo de CIQ es pilar fundamental en el seguimiento y establecimiento de medidas profilácticas 2.
Para esto, en la Clínica Mayo, se desarrolló una escala de estratificación pronóstica. El puntaje establecido por Hermann et al3 otorga:
4 puntos: Antraciclina, ciclofosfamida, ifosfamida, clofarabina, herceptina
2 puntos: docetaxel, pertuzumab, sunitinib, sorafinib
1 punto: bevacizumab, dasatinib, imatinib, lapatinib
1 punto: enfermedad miocárdica, insuficiencia cardíaca, enfermedad de las arterias coronarias, diabetes mellitus, tratamiento previo con antraciclinas, radiación en tórax, edad inferior a 15 o mayor a 65 años y sexo femenino.
El riesgo de cardiotoxicidad alto corresponde a 6 puntos o más. La actual clasificación se subdivide en bajo (menos de 3 puntos), intermedio (3-4 puntos), alto (5-6 puntos) y muy alto (más de 6 puntos). Asimismo, la conducta ulterior se basará en el riesgo de CIQ obtenido.
A los pacientes con bajo riesgo no se les modificará el esquema terapéutico, ni se impondrá tratamiento. A aquellos en riesgo intermedio se les evaluará el riesgo-beneficio del tratamiento, antes de su inicio. Los pacientes con alto riesgo se tratarán con inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) o antagonistas de los receptores de angiotensina 2 (ARA-2), junto con betabloqueantes (carvedilol, de preferencia) y estatinas. Mientras que a aquellos pacientes con alto riesgo de CIQ se les pospondrá el tratamiento con citostáticos por una semana, para lograr una adecuada adherencia a dosis máxima tolerada del tratamiento anterior.
Considero que una adecuada profilaxis y un diagnóstico temprano de la CIQ, serán pilares fundamentales para disminuir o retrasar, en los próximos años, la aparición de disfunción ventricular e insuficiencia cardíaca clínica en gran parte de la población afectada por enfermedades tumorales.
Evitemos una epidemia.