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Revista Cubana de Educación Superior

versão On-line ISSN 0257-4314

Rev. Cubana Edu. Superior vol.40  supl.1 La Habana  2021  Epub 01-Nov-2021

 

Artículo original

Peste, mesianismo político y positividad tóxica. La eco-teología como alternativa latinoamericana

Plague, political messianism and toxic positivity. Eco-theology as a Latin American Alternative

0000 0001 9496 7080Francisca Eugenia dos Santos1  *  , 0000 0002 6277 8438Ricardo Teodoro Alejandrez2 

1 Universidad de Santiago de Chile, Usach. Chile.

2 Universidad Veracruzana, México.

RESUMEN

La pandemia que hemos vivido durante el último año nos ha hecho cuestionarnos nuestra permanencia y cuidado de la tierra como especie. El 2020 fue considerado un año de «quiebre» en lo social, económico, sanitario y existencial para muchas naciones del planeta pero, principalmente, para las más pobres que se vieron frente a medidas sanitarias nunca antes decretadas por las autoridades de salud. En el presente artículo pretendemos reflexionar sobre los errores, desmanes y el descontrol de algunos líderes mundiales que hicieron que la pandemia del coronavirus se transformara en un caos generalizado y la crisis sanitaria, más allá de su contexto de salud pública, se convirtiera en una crisis global sin precedentes en los últimos 100 años de la historia de la humanidad. Se busca rescatar una visión más alentadora frente a la vida y un enfoque ecológico ante el planeta, con el objetivo de alcanzar una mayor humanización en la que predominen los valores éticos de la solidaridad y el respeto.

Palabras-clave: ecología; eco-teología; mesianismo político; pandemia

ABSTRACT

The pandemic that we have lived through during the last year has made us question our permanence and care of the earth as a species. 2020 was considered a year of «break» in the social, economic, health and existential aspects for many nations on the planet but, mainly, for the poorest that were faced with sanitary measures never before decreed by the health authorities. In this article we intend to reflect on the errors, excesses and lack of control of some world leaders that caused the coronavirus pandemic to become generalized chaos and the health crisis, beyond its public health context, to become a crisis unprecedented in the last 100 years of human history. It seeks to rescue a more encouraging vision towards life and an ecological approach towards the planet, with the aim of achieving a greater humanization in which the ethical values of solidarity and respect prevail.

Key words: ecology; eco-theology; political messianism; pandemic

PANDEMIA Y CONTEXTO SOCIAL

Desde sus inicios y por la irrupción que supuso de todo el orden global vigente, la pandemia del nuevo coronavirus no solo alteró por completo el ritmo de nuestra nada inocente normalidad, sino que también aceleró procesos sociales, políticos y culturales que ya se encontraban en una fase transitoria de consolidación en diversos órdenes; a saber: la crisis de la cultura impresa, la tiranía de las redes sociales, la crítica a los sistemas educativos, la amplitud de la brecha social y la desigualdad; el posicionamiento de la lucha feminista, el surgimiento de un nuevo anti-intelectualismo, el ascenso de los populismos y el fanatismo evangélico y el triunfo de la espiritualidad del mercadillo de la autoayuda.

Aunque el virus es el mismo, su impacto en las representaciones colectivas, pero sobre todo los abordajes desde los que se interpretaron sus consecuencias, varían según los contextos y las circunstancias de cada país que entraba en la fase emergente del confinamiento y la nueva normalidad. Asimismo, la crisis del coronavirus ha sido interpretada como un efecto paralelo de otra crisis de larga data: la crisis medioambiental y todas las consecuencias que acarrea y que la pandemia reposicionó en el foco de atención.

En este sentido, tres serán los aspectos que se abordan en la presente propuesta reflexiva: la pretendida consolidación de una narrativa positiva en el discurso político y mediático que llega a ser nociva para el pensamiento crítico; el impacto de las lecturas apocalípticas de la epidemia en el reposicionamiento de los liderazgos políticos mesiánicos y el empuje de un renovado anti-intelectualismo y anti-cientificismo; así como el impacto de una concepción del ecologismo desde una particular eco-teología como expresión latinoamericana muy diferente en su concepción de la relación hombre-naturaleza frente a la irracionalidad y el fanatismo de grupos pseudocristianos.

Estos ejes críticos aterrizan en un ejercicio reflexivo abordado desde una postura ecoteológica que retoma las propuestas de pensadores cristianos y sociólogos ambientalistas quienes, desde hace algunas décadas, vienen asumiendo una postura conciliadora entre las prácticas religiosas y su manifestación en el desarrollo de una nueva conciencia ecológica que se sostiene más que del paradigma de la sustentabilidad, de una reflexión más profunda proveniente del humanismo cristiano.

Según estas posturas, frente al caótico escenario postpandémico, tenemos la opción de recurrir a esta ecoteología como remedio frente al positivismo tóxico y el mesianismo irracional y anticientífico, problemas socialmente relevantes que sin duda influyen en el fenómeno de degradación tanto del ambiente social como del propio medio ambiente.

PRIMER SÍNTOMA. LA POSITIVIDAD TÓXICA

A principios del mes de abril de este año, recién adentrados en los días del gran confinamiento, circuló profusamente en redes sociales el video «Sobre ser estudiantes en tiempos de COVID-19», producido por Pablo Yafe, un profesor argentino que quiso cuestionar a sus estudiantes sobre la importancia de posicionarse frente a la incertidumbre del confinamiento, el trabajo desde casa y reto de mantener vigente el proyecto de escuela. El video cargaba un mensaje esperanzador, que alentaba a la reflexión sobre la toma de conciencia histórica sobre el presente que le había «tocado» a esta generación de estudiantes que debían, por primera vez en la historia de los sistemas educativos globales, continuar su trayecto educativo desde casa. « ¿Qué van a hacer con los que les toca?»,1 concluía.

Ese ejercicio de cuestionamiento colectivo tuvo un efecto importante en la sensibilización sobre lo que se venía con el cierre de las escuelas y el tránsito de emergencia a un sistema de enseñanza a distancia, siendo retomado por diversos colectivos de profesores y entidades educativas para incorporarlos en los procesos de capacitación docente o bien para circularlo entre los alumnos como un insumo motivador y de toma de conciencia frente a lo que «les tocó».

Visto como insumo para el análisis didáctico sobre su potencial reflexivo, dicho material fue uno de los primeros que empezaron a incorporarse al ciberespacio y que poco a poco fueron estructurando una pantalla mediática que envolvía la incertidumbre generada por la pandemia y sus primeros efectos en mensajes positivos de esperanza en el mañana, reivindicando el valor de la superación personal y el esfuerzo frente a la adversidad.

Sin duda, esta amalgama de positividad y esperanza habría sido muy útil si la emergencia epidemiológica hubiera sido tan transitoria como se esperaba. Al no ser así, esos materiales solo sirvieron para confirmar lo que Peter Sloterdijk (2020) afirma sobre las sociedades de nuestro tiempo «[son como] cuerpos de estrés psicoacústicamente sensibles, afectados por emociones sincrónicas causadas por los medios masivos de comunicación». (p. 92)

Sobre esa apariencia de sensibilidad se desarrollaron pretendidas formas de acción colectiva que sin duda contribuyeron a una especie de banalización del encierro. Los gestos colectivos de los vecinos de las zonas urbanas, muchas de ellas céntricas de algunas ciudades europeas como España o Italia, que improvisaban conciertos o cantadas colectivas y que posteriormente se replicaron en la América Latina, construyeron una percepción idealizada del autoencierro como un ejemplo de solidaridad.

A la recurrencia de estas imágenes le siguió la incorporación de lo que se conoce como «el himno oficial de la resistencia contra el coronavirus», el éxito ochentero del Dúo Dinámico: «Resistiré». Adaptada a distintas voces, Resistiré y las cantadas colectivas desde los balcones, se convirtieron en el estandarte de una positividad que parecía intoxicar la crítica a la pésima gestión de la epidemia por la mayoría de los países, invisibilizaba a aquellos que no tenían los medios para «resistir» el confinamiento quedándose en sus casas y cuestionaba a quienes la necesidad obligaba a desafiar el #quédateencasa e incluso les agredía o satirizaba, según se vea, como ocurrió con la viralización de la composición musical Quédate en tu puta casa, de la cantante española, Olaya Alcázar.

La viralización en las redes sociales y medios de comunicación de estos himnos de la «resistencia positiva» apuntaló una narrativa del confinamiento en el que se explotaban idealizaciones de la familia, encubriendo con este manto de positividad la realidad de la violencia doméstica de miles de hogares, por poner un ejemplo. Como bien apunta la activista Lala Pasquinelli (2020), pareciera que a través de estas letras «lo que importa es contar sin contar, que el bombardeo de información sea incesante, homogeneizar narrativas globales de los sucesos que atraviesan al mundo, desarticular los efectos de las causas, no hablar jamás de por qué sucede lo que sucede». (p. 171)

Esta narrativa de la positividad se vio reforzada por la integración del starsystem de cada nación como coristas y propagadoras de un mensaje que invita a resistir el confinamiento, la ausencia por la pérdida del ser querido, el trabajo, el hogar o la tranquilidad; y que convierte el sentido de la resistencia en abnegación.

A este respecto y en torno a otros mensajes parecidos, la escritora española Laura Ferrero (2020) advierte que:

ser siempre positivos se vuelve negativo cuando esta actitud se usa para enmascarar emociones como el dolor, la tristeza o el enfado. Aparentemente, todos estos eslóganes no son más que frases bonitas y motivadoras que pretenden ayudar a la gente a salir adelante, pero la clase está en el adverbio, es ese «aparentemente». A veces ocurre que determinados mensajes, repetidos en bucle, niegan un sentimiento muy real de desesperación y desesperanza, lo que solo consigue alienar y aislar a los que están sufriendo más. (Ferrero, 2020, s/p)

Por lo tanto, no se trata de negar los efectos positivos del confinamiento que, sin duda, los hubo, sino de invitar a repensarlo como la oportunidad de observarnos en el espejo de la desigualdad, hacer visibles a los invisibles y evidenciar nuestra afición a romantizar las tragedias colectivas.

SEGUNDO SÍNTOMA. EL VIRUS MESIÁNICO

El 16 de marzo del 2020, en una de las acostumbradas ruedas de prensa del presidente de la república, el Dr. Hugo López Gatell, quien dirige la estrategia contra la epidemia en México, realizó una declaración sorprendente. Ante los cuestionamientos de la prensa sobre la conveniencia de que el presidente se hiciera una prueba de coronavirus debido a que en días pasados estuvo realizando diversas giras a lo largo del país, su conocida negativa a usar cubrebocas y sus recurrentes llamados a abrazarse, respondió que «la idea de que el presidente tiene que hacerse la prueba es una visión completamente fuera de lugar en términos científicos». Acto seguido, una reportera preguntó - « ¿Si llegara a ser portador y va a las zonas de alta marginación, podría contagiar?», la respuesta fue: «La fuerza del Presidente es moral, no es una fuerza de contagio».2

Un mes más tarde llegó la réplica brasileña: Ante el cuestionamiento de la prensa que reclamaban al presidente Bolsonaro una valoración sobre la cifra de muertes, su respuesta fue reveladora: « ¿Y qué? Lo siento. ¿Qué quieres que haga? Soy el Mesías, pero no hago milagros», dijo, haciendo alusión a nombre Jair Messias Bolsonaro.3

Posteriormente, el 19 de octubre, Donald Trump ridiculizaba a su rival Joe Biden al señalar que, de ganar, Biden se plegaria a los dictados de los científicos a quienes se refirió como «esos idiotas», jactándose de que «si yo le hubiese hecho caso a los científicos estaríamos ahora sumidos en una depresión masiva».4

Los tres casos referidos, más que aludir a una situación anecdótica, evidencian un síntoma de la política contemporánea en distintos hemisferios: el triunfo de los populismos mesiánicos que, anclados en una retórica providencialista y peligrosamente anticientífica, parecieran reaccionar en contrasentido a los clamores sociales de soluciones racionales a las necesidades apremiantes que impone la actual crisis sanitaria.

Estos liderazgos emergentes, largamente construidos, se deben a rupturas sociales concretas que los partidos tradicionales y la corrupción endémica de los sistemas políticos han propiciado. La idealización de estos liderazgos en apariencia anti sistémicos, les ha dado margen para hacer uso de fórmulas mesiánicas de salvación para presentarse como héroes sintéticos de un colectivo social desencantado, desesperanzado y fanatizado a base de la reiteración de «realidades alternativas» por lo que, como apunta Peter Sloterdijk (2020), «sus apariciones públicas provocan entusiasmo entre sus seguidores porque pasa como una piedra rodante por encima de las demandas de la civilización». (p. 32)

La resonancia mediática de sus descuidadas y desenfadadas declaraciones, atizadas por una horda de fanáticos que las replican sin ton ni son y censuran reiterada y agresivamente las voces discordantes, han convertido a la mentira en una posibilidad.

El pandemónium en el que nos ha asumido la actual crisis sanitaria, ha dado pie a nuevos desafíos de estos populismos mesiánicos, el principal de ellos se reduce a un símbolo: el cubrebocas. La satanización del cubrebocas ha sido la bandera del pandemónium americano representado por Estados Unidos, México y Brasil y ha hecho evidente el desprecio por la ciencia, los científicos, las soluciones basadas en la evidencia., nuevas «formas de agresión a través de la simplificación». (Sloterdijk, 2020, p. 54).

Por el contrario, desde este pensamiento sectario se ha caído en el absurdo de asociar al cubrebocas con teorías conspirativas que se difunden, se transmiten y, en ocasiones, surten efecto en las redes sociales. La inamovilidad de la postura de la ciencia y sus críticas a la mala gestión de la pandemia, se ha pagado y se seguirá pagando caro. Aunque la reciente reivindicación de la ciencia hecha por Joe Biden, parece abrir una luz en este pandemónium envuelto en el oscurantismo cínico.

Si las políticas del confinamiento en los países latinoamericanos no lograron un equilibrio racional entre la prevención y el respeto a las libertades, no garantizaron el ingreso mínimo vital y pusieron en riesgo los principios de una educación de calidad en igualdad de condiciones, desatendieron fenómenos preocupantes como la violencia doméstica y no lograron ordenar la transición a la «nueva normalidad». Estas condiciones adquieren un mayor tinte de gravedad en la esfera de los países cuyos dirigentes aspiran a consolidar su vocación mesiánica ya que, siguiendo a Slodertijk (2020), «su postura fundamental es la colaboración con una realidad moralmente inaceptable». (p. 104)

RECETA. ¿ES POSIBLE UN NUEVO ECOLOGISMO ANTIMESIÁNICO?

Como hemos señalado anteriormente, la pandemia del coronavirus ha revelado las fragilidades de las naciones más pobres y la incompetencia de las naciones más ricas en el enfrentamiento de un virus que ha exigido medidas nunca antes decretadas en algunos países y que han dificultado la adaptación de la población a restricciones que han afectado la vida familiar, escolar y económica. Asociado a la fragilidad económica, la profunda desigualdad social de las naciones más pobres, ha significado un obstáculo para el enfrentamiento de la pandemia y afectado intensamente la sobrevivencia de los grupos más vulnerables.

La aparición del coronavirus y las medidas de contención del virus recomendadas por los expertos y autoridades sanitarias, muestra que jamás habíamos pensado en vivir una situación como la que hemos vivido, dónde la población más vulnerable es la víctima directa, cuando no tienen condiciones de cumplir con las medidas de combate a la enfermedad COVID 19.

Varios son los países en que la estructura de sus sociedades ha impedido que las poblaciones más pobres tengan acceso a un confinamiento estricto o a fondos de emergencia que puedan suplir sus necesidades cuando se les prohíbe salir a la calle a vender o ejercer el comercio formal o informal, esta última, actividad muy recurrente entre los más pobres. La realidad social del empleo de la gran mayoría de la población vulnerable de América Latina se constituye en la informalidad, de modo, que son pocos los que tienen estabilidad en el empleo para enfrentar las temáticas de distanciamiento social, o largas cuarentenas. La realidad social de los países de América Latina y desigualdad social se ha revelado con la pandemia del coronavirus, la informalidad de los empleos, ha sido una de los grandes obstáculos para el cumplimiento de las medidas de contención para el contagio del virus. Por ejemplo, en un país como Brasil, donde 10 millones de personas viven en situación de extrema pobreza, era de esperarse una hecatombe. Por un lado, porque quedaba al descubierto la magnitud de los problemas sociales que el país padece desde hace décadas y, por otro, por la ascensión de un gobierno que desconoce la realidad socioeconómica de la mayoría de la población brasileira. El gobierno de Jair Bolsonaro ha ocasionado una serie de conflictos y de anomalías no propias de un gobierno democrático que tiene como objetivo salvar la población brasileña de una catástrofe sanitaria. De modo que, desde el momento de la detección del primer caso de coronavirus en el país, el gobierno brasileño evidenció su nula comprensión de la dimensión de esta amenaza global al mostrarse negligente y omiso, priorizando la defensa de la economía a ultranza.

Según un informe del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE, 2019), en el caso de Brasil «El índice de pobreza cayó 0,6 puntos porcentuales en 2019, en comparación con 2018, y eso supone que el año pasado 51,7 millones de personas vivían con menos de 5,5 dólares diarios, es decir, con unos 436 reales al mes (unos 80 dólares), según lo estipulado por el Banco Mundial. Tanto para la situación de extrema pobreza, como en la de pobreza, la región más afectada de Brasil es el nordeste» (s/p). De este modo, podemos afirmar que los efectos del coronavirus han sido devastadores y los datos de pobreza después de la pandemia, con seguridad, no alegrarán ninguna estadística.

Lo más impactante es que pese a la muerte de millares de personas alrededor del mundo, en las redes sociales la opinión de un médico tiene el mismo valor que la opinión de un ciudadano sin ningún vínculo y conocimiento profesional del tema. Para que podamos dimensionar la gravedad del problema que nos afecta en este mundo de opiniones sin fundamentos, principalmente esa red de conspiradores que han aparecido no solamente en Brasil, sino en muchas partes del mundo basta ver el auge de pseudocientíficos que en pleno siglo XXI defienden ideas tan absurdas como que la tierra es plana.

De este modo, atravesamos una época en que pareciera estamos retrocediendo en valores, en conocimiento y principalmente en confianza en la ciencia y en la tecnología que tanto nos ha costado afianzar. Otro ejemplo que puede ilustrar la calamidad noticiosa de las fake news, que tanto nos ponen peligro por su desenfreno, es lo que ha pasado con la crisis del coronavirus y el negacionismo que ha desatado. El virus ha demostrado que ahora ya no hay diferencia entre un científico y uno que tuitea en las redes sociales. En Madrid, Miguel Bosé, cantante hijo de dos personajes famosos, la actriz italiana Lucia Bosé y el torero español Miguel Luis Dominguín, convocó una manifestación contra las mascarillas en la Plaza Colón. Asistieron cerca de 2500 personas, muchas de las cuales gritaron: el virus no existe.

Hoy día lo que es necesario es que a nivel global sean diseñadas estrategias institucionales que fiscalicen las redes sociales y puedan frenar la diseminación de estos tipos de eventos, que literalmente impiden el avance y el progreso de la ciencia. Obviamente el objetivo del presente artículo no está planteado en estos eventos conspiratorios, pero es importante mencionarlos, para que también podamos entender qué es lo que llevó a países como Brasil y Estados Unidos a elegir personajes como Jair Bolsonaro o Donald Trump, pensando en sus características negacionistas y su fila de adeptos que, en su gran mayoría, utilizan las redes sociales para difundir sus ideales negacionistas.

Por otro lado, es importante cuestionar si sería posible que países ricos o pobres pudiesen estar preparados para enfrentar este momento de pandemia de otra manera. Pensando que tantas son las medidas de contención que hemos diseñado y muchas veces funcionan en el enfrentamiento de fenómenos naturales como inundaciones, sequías, terremotos, huracanes y otros desastres, que en buena medida nos han obligado a tomar mayor conciencia e interés por repensar la relación que las sociedades establecemos con nuestro medio ambiente y, aunque lenta y tardíamente, ha movilizado a buena parte de la sociedad global a explorar diversas iniciativas y una nueva ética hacia la naturaleza.

La ecoteología es una de esas aristas que parece estar influyendo en América Latina. Su relativo éxito podría estar influenciado por esa espiritualidad histórica que ha caracterizado a los pueblos americanos y que sirvió como zona de refugio durante su pasado colonial y su presente neocolonial, misma que, enriquecida con los valores de un cristianismo progresista, puede llegar a ser un enclave que resista la avanzada del fanatismo pseudo evangélico que tan bien explotan los líderes mesiánicos que tanto daño han causado donde han logrado formar gobierno.

LA ECOLOGÍA Y LA ECOTEOLOGÍA: CAMINOS NECESARIOS, DIÁLOGOS ACTUALES

¿Puede la crisis del coronavirus ser considerado un desastre natural? ¿Es posible evitar esos desastres? En verdad, los expertos ya habían alertado en otros tiempos sobre la posibilidad de una crisis sanitaria:

Obviamente, muy pocos países estaban «preparados» para una pandemia de este tipo, curiosamente por cierto, ya que por lo menos desde finales de la década de 1990, la posibilidad de tal evento era evocada reiteradamente en numerosos foros y las advertencias fueron numerosas. Los ejercicios de preparación, mediante la simulación de tales situaciones, se han desarrollado en muchos países. (Revet, 2020, s/p)

Podemos hablar de crisis sanitaria, como hemos caracterizado el fenómeno. En tanto:

Si obviamente no se trata de negar la especificidad de este evento, y del papel central que desempeña el sistema de salud y los problemas sanitarios en su gestión, circunscribirlo al término de «crisis sanitaria» ensombrece todas las áreas que están siendo y serán afectadas permanentemente por este evento e implica que, en los arbitrajes cotidianos, la salud tiene prioridad sobre todo lo demás. Sin embargo, es obvio que este no es el caso. Las dimensiones sanitarias, sociales, ecológicas, económicas y políticas de este desastre están encastradas y deben considerarse conjuntamente. (Revet, 2020, s/p)

Sabemos de esta forma que la cuestión ecológica es un tema relevante en nuestros días. Los negacionistas seguirán negando el cambio climático y seguirán apostando por la teoría de que la tierra ha pasado por varias fases, como la Era del Hielo, y el aumento de las temperaturas no es nada más que un fenómeno natural.

Es imposible ignorar los fenómenos climáticos y sus efectos en nuestras vidas. Diversos sectores de la sociedad están claros y conscientes de sus responsabilidades frente a la crisis ecológica en el siglo XXI. Es por esta razón que desde muchos frentes podemos intentar reflexionar sobre nuestras acciones como seres humanos y cuánto hemos colaborado para el calentamiento global. La propia historia de nuestro desarrollo económico demuestra que nuestras acciones han sido impías y egoístas en el cuidado del planeta y la preservación de nuestra biodiversidad.

En este sentido, coincide el impacto de la pandemia del coronavirus con muchas reflexiones en torno a cuestiones ecológicas y ambientales y las posturas de algunos líderes mundiales negacionistas en el combate al cambio climático y la preservación ambiental como resultado de un ambiente social “intoxicado” por lo que Lipovetsky definió en su momento como valores hedonistas asociados al consumo desenfrenado, la dictadura de los mass media y la primacía del individualismo. (Lipovetsky, 1986)

Por este motivo es que se hace importante destacar algunas nuevas perspectivas y enfoques teóricos que han surgido, a pesar de estar consolidadas en textos tan antiguos como la propia Biblia, en los cuales la fe y la religiosidad se destacan como salvadoras del planeta, donde el hombre -imagen y semejanza de Dios- no ha cumplido con su rol de proteger la tierra.

Muchas son las temáticas que podemos enfatizar como para ilustrar la situación caótica que pasa el planeta, más allá de la crisis coronavirus, que siendo un fenómeno natural hace aumentar nuestra preocupación por el futuro de la tierra. Desde las religiones hemos encontrado algunas posturas que nos llevan a pensar que una nueva preocupación también puede movilizar a los líderes religiosos en torno a una problemática que por hoy es la que más nos preocupa, la ecológica. Por ejemplo:

El papa Francisco en el capítulo I de la Encíclica Laudato Si, apunta como señales elocuentes de la actual situación del planeta que no pueden ser escondidas «debajo de la alfombra»: los residuos y la cultura del desastre, los cambios climáticos, la cualidad del agua, la pérdida de la biodiversidad, la deterioro del ambiente y la desigualdad planetaria. (Guridi, 2018, p. 46)

Las palabras del papa son un grito de esperanza para establecer parámetros de prioridad en términos de difundir y concientizar la población sobre las problemáticas que nos afligen y, además, tener el poder de acercarse a los feligreses católicos, nos parece que sin duda, se abre una nueva vertiente de reflexión y acción para el combate al deterioro del medio ambiente. Por otro lado, también es importante mencionar que recordar las características de un modelo económico, individualista y egocéntrico, que nos impide, muchas veces de unirnos fuerza para crear acciones comunitarias y solidarias en búsqueda del rescate del bienestar de poblaciones menos favorables representa un gran avance en este diálogo ecología y religión.

«El gran riesgo del mundo actual, con sus múltiples y abrumadora oferta de consumo es una tristeza individualista que nace del corazón cómodo y avaro de la búsqueda enferma de los placeres superficiales de la conciencia aislada». (Moreno, 2013, p.11)

Las palabras de Francisco en el primero documento en que es el único responsable en la síntesis del Evangelii Gaudium, tras la Enciclica Lumen Fidei de 2010, llena a la humanidad de esperanza, aproximándose a la crisis socioambiental que afecta el planeta.

Las diversas religiones son cuestionadas en los días actuales sobre sus posturas con relación al deterioro del medio ambiente y, por otro lado, también sobre la consciencia ambiental con que podrían contribuir para el desarrollo de un movimiento en la defensa de la tierra. Indiscutiblemente en todos los libros sagrados se encuentran las predicciones de una sociedad mejor, más justa y más inclusiva. De modo que luchar por un mundo más sostenible no estaría lejos de la realidad combativa de las religiones que conocemos.

Sin duda, el progresismo, la modernidad, el urbanismo exacerbado, la violencia de género, el acumulo de riqueza son permitidos y simbólicamente representan la problemática central del modelo capitalista. Sin embargo, a pesar que algunas religiones del Nuevo Testamento optan por considerar buenos seres humanos a aquellos que acumulan patrimonios y ostentan riqueza como lo hacen algunas religiones evangélicas dentro de su nuevo paradigma de la Teología de la Prosperidad -esa promesa de riqueza ligada al consumo de la sociedad moderna-.

Según Ricardo Mariano (1995), investigador brasileño:

Esta doutrina encaixou-se como uma luva tanto para a demanda imediatista de resolução ritual de problemas financeiros dos fiéis mais pobres, como para a demanda dos que desejavam legitimar seu modo de vida, sua fortuna e felicidade. Estes, agora, podiam se escudar nas novas concepções bíblicas da TP em vez de ter de recorrer, para seu tormento, à teologia (cf. Mateus 19: 24; Marcos 10: 25 e Lucas 18: 25), que falava a respeito da impossibilidade de o rico entrar no o reino dos céus tal como a de o camelo atravessar o buraco de uma agulha. (p. 21)

Esa nueva iglesia desarrollada en muchos países -y particularmente en Brasil- podría no adecuarse a las concepciones ecológicas, las cuáles quisiéramos plantear, pero nos parece importante señalar que el hecho de que el consumo y la economía de mercado pasen verticalmente en las promesas de paraíso de algunos de los nuevos evangélicos, no ha de significar una generalización que traspase los textos sagrados de las religiones más importantes y con más adeptos.

Los textos sagrados optan por la ayuda, la humildad y la generosidad con los menos favorecidos, donde la abundancia, la ostentación y la riqueza serían pecados capitales. De este modo, si evocamos el deterioro del medio ambiente con base en una desenfrenada y descontrolada explotación causada por la acción humana en búsqueda de la riqueza, los efectos del cambio climático y del calentamiento global por ejemplo, constituyen resultados directos de esta explotación humana a la naturaleza y que fenómenos como estos, observados desde la perspectiva religiosa, sin duda, nos abriría posibilidades de combate a estas acciones destructivas en otros frentes, como el espiritual, mostrando el peligro inminente de nuestra permanencia en la tierra, representado por su destruición.

El cambio climático es sólo un factor en este gran y peligroso escenario actual de conflictos ambientales, económicos y sociales. Las consecuencias de nuestro modelo de consumo con seguridad nos plantean cambios y reflexiones profundas con relación a nuestra forma de vida valores y existencia que cada vez es disminuida por la vida moderna:

El modelo de la sociedad de consumo que hoy se impone como modelo único a escala universal, convierte al tiempo en un recurso económico, cada vez más escaso y más caro: el tiempo se vende, se alquila, se invierte. Pero, ¿quién es el dueño del tiempo? El automóvil, el televisor, el video, la computadora personal, el teléfono celular y demás contraseñas de la felicidad, máquinas nacidas para ganar tiempo o para pasar el tiempo, se apoderan del tiempo. El automóvil, pongamos por caso, no sólo dispone del espacio urbano; también dispone del tiempo humano. En teoría, el automóvil sirve para economizar tiempo, en la práctica lo devora. Buena parte del tiempo de trabajo se destina al pago del transporte al trabajo, que por lo demás cada vez resulta devorador de tiempo a causa de los embotellamientos de tránsito en las babilonias modernas. (Brailovsky, 2004, p. 117)

Muchos son los paradigmas de felicidad y modelos económicos, afligen a los seres humanos y directamente los maltratan en una frenética persecución por buscarlos a todo costo. Dentro de este escenario el planeta es el que más sufre, cuando sin medir las consecuencias los seres humanos son capaces de destruir, de explotar de forma arbitraria parte de nuestro patrimonio natural. De modo que en la construcción de una dimensión más espiritualizada del ser humano, en el enfrentamiento de sus problemas, la religión y la fe ocupan un lugar trascendental en el cual se permite la introducción de temáticas ecológicas y ambientales creando a nuestro parecer experiencias reflexivas y nuevas perspectivas.

Este es el caso de la ecoteología que, en estos tiempos de devastación ambiental y de pandemias, nos permite recapacitar y redimensionar nuestros valores más humanos. Delante de la actual crisis humanitaria, donde los más vulnerables son las grandes víctimas de los contagios y de las muertes, de nada y de casi nada nos sirve seguir nuestros modelos de consumo tratando de defender una economía de mercado egoísta y depredadora. Sabemos en estos tiempos de pandemia que el enfrentamiento del virus pasa por políticas más solidarias, más generosas y comprensivas. Hemos notado que el fracaso de algunos países en el combate a la pandemia, es el reflejo de modelos económicos y gobiernos negacionistas que exigen una mirada más inclusiva. Pues bien, pensemos entonces qué es lo que está escrito en los textos sagrados acerca de la naturaleza y cómo sería posible unir y transformar la sociedad en torno a las temáticas ambientales.

Porque subió contra ella una nación del norte, la cual, pondrá su tierra en asolamiento, y no habrá ni hombre ni animal que en ella more; huyeron y se fueron. (Jeremías 50:3)5

El prototipo es el progreso, la prosperidad, el desarrollo que devasta y hace que el ser humano migre y vaya en búsqueda de mejores condiciones de vida. Una inmigración que puede ser a raíz del cambio climático, del calentamiento global, o de las condiciones miserables de vida que impone los más poderosos, pero la responsabilidad ética plasmada en los textos sagrados es la lógica de las devociones en que la cosmología religiosa y la ecología pueden unirse. La naturaleza y la humanidad tiene derecho a seguir existiendo y esos derechos son decurrentes de una práctica milenaria en la cual los valores religiosos también tuvieron gran importancia en la evolución del universo.

Las propuestas de desarrollo sostenible para la humanidad representan un cambio de paradigma alternativo, basado en una ética de responsabilidad universal en la cual la inclusión, la erradicación de la pobreza y la equidad social son conceptos y valores imprescindibles, ensamblados en la creación de alternativas verdes y la preservación del medio ambiente, donde recae el respeto y dignidad humana como factores principales. De este modo, y como ejemplo, en la doctrina bíblica más allá de las culpas de que hicimos daño y que por pecadores seremos expulsados del paraíso, es importante que tracemos también lógicas de contención y convirtamos la visión monoteísta divina en soldado defensor de la naturaleza y del ser humano. De este modo, comprobar que nuestro estado de inocencia se rebeló, podría resultar también en un estado de carácter salvador:

La doctrina bíblica sobre la caída, paradigma del paso de un estado de inocencia beatífica al penoso mundo de la carne y el mal a causa de un pecado de desobediencia, resulta difícil de aceptar en nuestra cultura contemporánea. Hoy está más de moda atribuir nuestra pérdida de la gracia a la insaciable curiosidad del hombre, a su irresistible deseo de experimentar alterando el orden natural de las cosas. Resulta significativo que tanto la narración bíblica cuanto - en menor medida, eso sí - su contrapartida moderna parezca creadas para inculcar y mantener el sentimiento de culpa, poderoso pero arbitrario sistema de realimentación negativa de la sociedad humana. (Lovelock, 1983, p. 87)

El paradigma es estar con la tierra, cuidarla y protegerla porque es necesaria para nuestra sobrevivencia. No es, al contrario, que somos dueños de ella y podemos hacer lo que queramos. El abuso hacia la tierra provocada por los seres humanos a través del lucro y de la ganancia obviamente habla mucho más alto y con seguridad representa el atentado que hemos cometido contra la tierra, pero que muchos justifican gracias a nuestra curiosidad y avance tecnológico tan apreciado por la humanidad.

La ecología es un conjunto de las relaciones que los seres vivos poseen entre sí y todos ellos juntos con el medio ambiente. Allá por el año 1866, Ernst Haeckel comienza a emplear el término ecología, abriendo así las posibilidades para una ciencia empírica - interdisciplinar que vincula los aspectos y elementos de la biología, física, química entre otras. De este modo, «La pluridimensionalidad de la ciencia permite también el estudio de la naturaleza, los y de los fenómenos naturales» (Boxshall y Lincoln, 1987, citado por Zapata, Muriel-Martínez Trujillo, 2018, p. 11). La ecología puede entrar en diálogo con la teología a fin de buscar soluciones a la problemática ambiental y al cuidado de la Tierra. De modo que será posible articular la fe de las distintas religiones no solamente para cuestionar el modelo económico, nuestra forma de explotar el planeta, pero también nuestra forma de vida y de qué manera podemos enfrentar los dramáticos embates de nuestras acciones. Si la tierra fuera destruida, y podrá haber predicciones en los textos sagrados, seriamos nosotros los responsables del desastre.

Nunca más será habitada; ni se morará en ella de generación en generación; ni hincará allí tienda el árabe, ni pastores tendrán allí majada; sino que dormirán allí bestias fieras y sus casas se llenarán de hurones, allí habitarán hijas del búho y allí saltarán peludos. Y en sus palacios gritarán gatos cervales y chacales en sus casas de deleite: y abocado esta venir su tiempo y sus días no se alargarán. (Libro de Isaías, 13:22)

Para que ocurra esa devastación, representada simbólicamente en el Libro de Isaías, fueron necesarios años de destrucción y experimentos humanos que nos llevaran a vivir esos días que no se alargarán, estará todo perdido. La fase global que vivimos y nuestra preocupación con el cambio climático, calentamiento global, contaminación, carrera armamentista, superpoblación, pandemias y hambruna nos lleva a acercarnos también al establecimiento de estrategias combativas, que puedan fluctuar entre la espiritualidad, activismo y el papel de la teología en el enfoque preciso, de la problemática ecológica que vive el planeta.

La ecoteología, articula la fe y la teología en las distintas religiones y puede actuar desde variados frentes, así como construir una epistemología de la ecoteología y hacer surgir la consciencia planetaria que necesita el contexto actual. Una articulación basada en la observación de la naturaleza, su proceso de degradación y la vida humana en peligro. Si la tierra es maltratada, devastada y destruida, los seres humanos no tendrán lugar dónde vivir, de modo que el ser humano se transforma en el centro de las preocupaciones. De acuerdo a los principios y postulados tanto de la teología, como de la ecología podríamos estar delante de una fuerza aliada importante en el combate a la crisis ambiental.

El problema ecológico transciende a todas las esferas y segmentos de la sociedad, es una cuestión de aspectos globalizantes que debería tener a todos preocupados del cuidado y de la misión que nos fue entregada -quizás por Dios- de la necesidad de protección y cuidado del otro. La presente afirmación, está incluida dentro de nuestras razones más cometidas de pensar el momento pandémico que está atravesando toda la humanidad y la razón principal de la creación y transmisión del coronavirus.

Sería imprudente e irresponsable pensar que las soluciones para los problemas ambientales estuvieran en las manos de los biólogos, de los físicos y quizás de los geógrafos. Sin embargo, sabemos que para solucionar las temáticas ambientales necesitamos unirnos. El ejemplo entregado acá dentro de esta perspectiva ecoteológica, demuestra la capacidad que tendremos en unir voces, científicos, activistas y otros en torno de la preservación del planeta.

En Brasil, país conocido característicamente por tener las mayores reservas ecológicas de la tierra y centro de atención en los últimos años por una brutal degradación de las forestas, de los bosques, de su biodiversidad y de la situación precaria y vergonzosa en que vive una parte de su población, es dónde surge una voz filosóficamente construida con base en la experiencia de una vida dedicada a la defensa de los derechos humanos y de las poblaciones menos favorecidas. Hablamos de Leonardo Boff, pensador brasileño que ha escrito en los últimos años textos de carácter ecológico y de fondo filosóficos que dan una visión de la importancia de la ecología y su articulación con la teología. La ecología permite entender de mejor manera la teología de la creación cristiana. Boff entiende la creación:

como un juego de la expresión divina, danza de su amor, espejo en el cual él mismo ve cómo él proyecta compañeros en su vida y comunión. En este sentido, cada ser es mensajero de Dios, su representante y sacramento. Cada uno es digno, debe ser acogido y escuchado. (Boff, citado en Navarrete, 2012, p. 21)

Ciertamente ese encuentro entre la ecología y la teología surge como parte de la propia crisis ambiental para demostrar que es necesario que tomemos conciencia de la insensatez con que hemos venido enfrentando la problemática ambiental. Por otro lado, las transformaciones sociales, económicas y el deterioro del medio ambiente que hemos sufrido en los últimos años también nos han posibilitado el surgimiento de otras conversaciones entre las varias ciencias. Nos parece que esos nuevos diálogos podrían ser fortalecidos también por la construcción de escenarios más diversos y orientados a la creación de políticas educacionales y de enseñanza que también posibiliten entre los más jóvenes y los niños el ampliar sus conocimientos y compromiso en temáticas que sean decisivas para la práctica educacional orientada a la sostenibilidad.

El agotamiento de los recursos naturales ciertamente exigirá de la humanidad elecciones de vida más sensibles y sustentables, pensando que las consecuencias de dichas elecciones significarán dar continuidad a la vida en la producción de un modelo económico más amigable, dónde los bienes de la Tierra no sufran impactos con nuestras acciones. Clamar por justicia hacia a la Tierra es un deber no solamente de los cristianos, sino de los feligreses de todas las religiones del planeta. Es posible repensar una nueva valorización de la fe y de las creencias, dónde el cuidado del planeta sea replanteado.

Nos seguiremos preguntando sobre cuál es el principio de las religiones y dónde se aloja el cuidado del planeta. La crisis ambiental revela también una crisis humanitaria, es necesario reconstruir valores sociales y levantar alternativas para extender y profundizar la idea de un nuevo estilo de vida.

Las percepciones múltiples de la realidad socioambiental, nos ayudará a construir un movimiento real de lucha junto a los gobiernos, a la población en general y los actores diversos de la sociedad. Un espacio en el cuál podamos solidarizarnos con el creciente deterioro de nuestro planeta. Así, la fe sería un elemento crucial en nuestro avance hacia una conciencia ecológica, dónde lo honorable y lo ético sería la protección ambiental.

Los miles de muertos por el coronavirus en América Latina, donde hasta enero de 2021 tan solo México y Brasil suman poco más de trescientos mil oficialmente reconocidos, compone un escenario para que reflexionemos sobre la Latinoamérica cristiana y su fe tan protagónica, actuando para la construcción desde su espiritualidad del compromiso para forjar conciencia crítica del pueblo.

Todo ser humano es responsable por el deterioro ambiental. Hay que reconocer que el problema ecológico es de todos. La inclusión de la problemática dentro de la fe facilitaría el cuestionamiento de un modelo consumista y de un neoliberalismo depredador que afecta al planeta y a los seres humanos.

CONCLUSIONES

La pandemia del coronavirus vino a crear una serie de complicaciones para nuestra vida diaria: distanciamiento social, lavado de manos y uso de mascarillas son las primeras dificultades de un largo listado de controversias que tuvimos que enfrentar en los últimos 12 meses. Sin embargo, abre innumerables aristas para comprender la capacidad humana y el nivel de adaptación que debemos tener como seres creativos delante de tal situación. Una realidad socio-económica y sanitaria que vino a revelar la equivocada forma de vida que hemos desarrollado y la desigualdad vergonzosa de la división económica mundial, en la cual naciones ricas se salvan de la muerte y naciones pobres viven su propia tragedia humana. La pandemia del coronavirus pudo mostrar crudamente la incapacidad de algunos gobiernos y gobernantes en ampliar su visión más allá de la económica y brinda a su pueblo un trato más digno delante del avance de la pandemia.

Durante los últimos meses también hemos sido testigo de la intransigencia, inoperancia y falta de humanidad de algunos gobernantes en países como Brasil, México y Estados Unidos, donde el nivel de negacionismo de la realidad ha influenciado y entorpecido el combate al virus. No podemos dejar de mencionar que las clases más vulnerables son las que más sufren con los embates de la enfermedad, pues en su gran mayoría son personas con enfermedades preexistentes, con nivel de desnutrición altísimo, obesidad y con acceso a un sistema de salud precario.

Por otro lado, el trabajo inestable, la falta de viviendas adecuadas, el hacimiento y el hambre contribuyen para que las clases más pobres sean las elegidas por el virus. Mientras tanto, los ricos y poderosos se libran de la enfermedad con mucha más destreza, con su saludable alimentación, sus bellas viviendas y sistema inmunológicos más apropiados para el enfrentamiento de la enfermedad. Lógicamente, esta no es la regla general, cualquiera puede morirse con el coronavirus, pero sabemos que hay condiciones de salubridad que son marcas en el combate y la prevención del contagio.

En el presente artículo, quisimos levantar algunas cuestiones políticas, socioculturales y ambientales que creemos válidas para la comprensión de la realidad sanitaria actual y sus desafíos, mostrando la torpeza, la ignorancia y la intolerancia como otra “base” del desastre humanitario que hemos sufrido gracias a un espíritu egoísta y poco solidario que reina en el presente modelo económico neoliberal, perjudicando la aparición de espíritus más generosos, menos indiferentes y preocupados con el otro.

Ciertamente, la pandemia del coronavirus dejará grandes lecciones a la humanidad, desde la revalorización de la ciencia con su auténtica preocupación por la vida, desde nuestra precaria espiritualidad cuestionando los peligros y amenazas los cuales estamos sujetos. De este modo, una visión más alentadora del futuro podrá dibujarse desde ese sufrimiento crónico que se ha instalado con muertes masivas por la covid-19, con la agonía de algunos en búsqueda de oxígeno y la indolencia de otros. Quizás el momento exige reflexiones más profundas en torno a nuestra misión como seres humanos y nuestra imprescindible tarea de cambiar nuestro modo de vida.

Esperamos haber podido reunir dentro del limitado espacio de este artículo, pensamientos, deseos y alternativas reflexivas, que puedan construir un futuro promisor después del coronavirus

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Recibido: 01 de Febrero de 2021; Aprobado: 01 de Junio de 2021

* Autor para correspondencia: francisca.dossantos@usach.cl

1 El video puede consultarse en el siguiente enlace: <https://www.youtube.com/watch?v=6W1e9edvk34>.

2 Puede consultarse la versión estenográfica en el siguiente link: <https://www.gob.mx/presidencia/articulos/version-estenografica-de-la-conferencia-de-prensa-matutina-lunes-16-de-marzo-de-2020>.

3 La relación completa de dicha declaración puede consultarse en: <https://www.telesurtv.net/bloggers/Bolsonaro-Soy-Mesias-pero-No-Hago-Milagros-20200710-0001.html>.

4 La relación completa de dicha declaración puede consultarse en: <https://www.excelsior.com.mx/global/trump-llama-idiotas-a-sus-expertos-contra-covid-19/1411990>.

5 Esta y las subsecuentes referencias a los textos bíblicos pueden consultarse en: <https://www.bibliatodo.com>.

El autor declara no tener conflictos de intereses.

Francisca Eugenia dos Santos: trabajó en el desarrollo de la idea principal del artículo, en la elaboración del trabajo y en su revisión final.

Ricardo Teodoro Alejandrez: contribuyó al desarrollo de la temática nuclear del trabajo, a la redacción del artículo y a su revisión

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