INTRODUCCIÓN
En la actualidad, las conductas sexuales de riesgo constituyen uno de los principales problemas de salud que enfrentan adolescentes y jóvenes, fenómeno del que no escapa ningún país del mundo. Es una problemática que favorece la presencia de peligros que comprometen la salud sexual y reproductiva, además de su desarrollo psicológico y social.1
En investigaciones realizadas en América Latina se han abordado las conductas sexuales de riesgo, sobre todo en los/as adolescentes, donde resulta notorio la diversidad de manifestaciones de dichas conductas y las consecuencias que generan para la salud, y en particular, para la salud sexual y reproductiva de los más jóvenes.2
Las problemáticas asociadas a las conductas sexuales de riesgo en Cuba, han sido abordadas desde diferentes disciplinas científicas, sobre todo desde la Medicina, la Sociología y la Psicología. En estos estudios se ha gestado un debate sobre el inicio temprano de la vida sexual, problemática que afecta a las poblaciones más jóvenes y que continua vigente.3
En Cuba, desde el triunfo de la Revolución (1959), se evidenció la voluntad política por parte del Estado y el Gobierno para atender las problemáticas relacionadas con la Educación Integral de la Sexualidad. 4 En este sentido, documentos rectores del Estado y el Gobierno abordan la educación sexual como parte de la política social, en los que se aprobaron resoluciones que reconocen la importancia de la educación sexual en las nuevas generaciones.
Debe destacarse la existencia en el país de diversos programas que tributan a la Educación Integral de la Sexualidad, tales como: el Programa Nacional de Educación y Salud Sexual (CENESEX) y el Programa cubano de Educación de la Sexualidad (MINED). Además, se reconocen importantes instituciones: los Institutos Superiores Pedagógicos, el Centro de Estudios Sobre la Juventud (CESJ), el Centro de Educación y Promoción para la Salud, entre otros, los cuales han realizado una labor sistemática de investigación y educación de la sexualidad, dirigida, en su mayoría a los/as adolescentes.
A pesar de los resultados alcanzados existen problemáticas de salud sexual que exigen atención priorizada, entre las que se destacan: la disminución de la edad de inicio de las relaciones sexuales, el embarazo en la adolescencia, la terminación voluntaria del embarazo, la maternidad/paternidad temprana y el incremento de las ITS y el VIH. Cuestiones que aún persisten y que muestran una tendencia en aumento y de acentuación en adolescentes y jóvenes. Además, requieren de una intervención que involucre de forma activa a la población y a las instituciones para lograr el estado de salud deseado.
En este sentido, son múltiples las urgencias y desafíos a los que se enfrentan hoy todas las sociedades, y en particular el municipio de Consolación del Sur, ante la creciente prevalencia de las conductas sexuales de riesgo en los más jóvenes, en especial los/as adolescentes, cuestión que requiere mayor atención para evitar conductas que los perjudiquen.
Estos resultados han permitido a las autoras constatar que en el municipio Consolación del Sur existen pocas investigaciones afines a este tema, por lo tanto, resulta necesario una revisión crítica bibliográfica que permitan buscar soluciones para contribuir a la prevención de las conductas sexuales de riesgo en la adolescencia.
Es por eso que el trabajo persigue como objetivo analizar los principales elementos teóricos que se abordan en la literatura nacional e internacional sobre las conductas sexuales de riesgo por su importancia en la adolescencia.
Para ello se realizó un estudio descriptivo a partir de una revisión bibliográfica de los principales artículos científicos de los últimos años, se utilizaron las bases de datos SciELO, LILACS, revistas biomédicas nacionales e internacionales y otras fuentes bibliográficas que incluyeron Dialnet y Google. Se utilizaron como métodos del nivel teórico, el histórico-lógico, análisis-síntesis e inductivo-deductivo que permitieron el análisis de los diversos enfoques sobre el tema.
DESARROLLO
Las conductas sexuales de riesgo en los/as adolescentes es un tema que cobra relevancia por las implicaciones que conlleva para la salud de este grupo poblacional. Estas conductas han aumentado de forma gradual en los últimos años, tanto a nivel nacional como internacional, lo que favorece el incremento de serios problemas de salud.
En la actualidad se ha brindado una mayor atención desde las Ciencias Sociales hacia el estudio de las conductas sexuales de riesgo, en especial de los/as adolescentes. Ello se debe a que estos constituyen una de las poblaciones vulnerables, pues comienzan a vivir la sexualidad con matices diferentes. Ellas y ellos llevan la impronta de la curiosidad, de lo prohibido, lo imprevisto, arriesgado, de la rebeldía, y por tanto, muchos asumen conductas sexuales que los/as colocan en situaciones de riesgo.
En la literatura consultada se ha encontrado que el concepto de conductas sexuales de riesgo presenta diferentes definiciones. Según Espada, Quiles y Méndez5 una conducta sexual de riesgo “es aquella exposición del individuo a una situación que puede ocasionar daños a su salud o a la salud de otra persona, especialmente a través de la posibilidad de contaminación por enfermedades de transmisión sexual, o generar una situación de embarazo no deseado”.
Otra definición planteada por González citado por Uribe6 destaca que las conductas sexuales de riesgo “son entendidas como todas aquellas situaciones que tienen el potencial de provocar daños en el desarrollo de la persona, y además tienen la capacidad para afectar el bienestar y la salud integral del individuo”.
Autores como Reina y Sierra7) definen las conductas sexuales de riesgo como “aquellas conductas que pueden provocar resultados perjudiciales derivados de la actividad sexual tales como: (a) tener sexo sin protección/ anticonceptivos; (b) sexo como profesión (donde se incluye tanto ejercerlo como participar en actividades sexuales con profesionales); (d) mantener relaciones sexuales bajo el efecto del alcohol/drogas; (e) tener sexo con múltiples parejas; (f) participar del sexo casual (parejas sexuales casuales); y (g) practicar sexo con un compañero con ITS”.
Pulido citado por el psicólogo clínico Paredes8 menciona que la conducta sexual de riesgo “es una actividad sexual en la cual se corren riesgos al no emplear métodos de barrera o anticonceptivos, aumentando el riesgo si se está realizando bajo el consumo de alcohol o drogas y una actividad sexual con numerosas parejas. Estas conductas afectarán principalmente la salud de la persona que las practica y a su vez la expone a un riesgo no solo físico, sino también psicológico, afectivo y social”.
El concepto de conductas sexuales de riesgo ha tenido múltiples interpretaciones conceptuales, según la perspectiva y los trabajos realizados por cada autor. Los conceptos estudiados hacen alusión a la exposición del individuo en la actividad sexual sin protección que pueden generar daños a la salud. Todos los autores distinguen el daño potencial que pueden generar las conductas sexuales de riesgo en la salud individual y en la de otras personas.
Sin embargo, en los conceptos mencionados falta por abordar que las conductas sexuales de riesgo no solo generan un daño a la salud en general, sino que afecta en gran manera la salud sexual y reproductiva, lo que puede tener una incidencia no favorable en la vida sexual futura de las personas, por lo que provocan efectos negativos para la salud y su vez repercute en otras esferas del desarrollo del/la adolescente.
Por otra parte, las conductas sexuales de riesgo constituyen un fenómeno social y multifactorial, pues cambian según el momento histórico y el contexto sociocultural determinado, al reconocer la diversidad de comportamientos sexuales y la existencia de innumerables factores que la originan. También es prevenible cuando se proporciona información oportuna acerca de los riesgos, consecuencias y de las desventajas que presenta para este grupo, así como fortalecer la adquisición de habilidades para tomar decisiones sexuales responsables.
En las investigaciones revisadas no existe un consenso sobre la tipificación de las conductas sexuales de riesgo, ya que cada estudio asume una clasificación distinta.9-10) Reconocen como conductas sexuales de riesgo las siguientes:
Inicio temprano de las relaciones sexuales.
Sexo oral, coito vaginal y anal.
Número de parejas.
Infidelidad.
Consumo de drogas (incluida el alcohol).
Relaciones sexuales sin protección.
Pocos e inadecuados conocimientos sobre sexualidad.
Desde este punto de vista, se consideran las siguientes conductas sexuales de riesgo: inicio temprano de las relaciones sexuales, mantener relaciones sexuales bajo el consumo de alcohol y otras drogas, el número de parejas y el no uso de los métodos de protección y anticonceptivos. Estas conductas constituyen las más sistematizadas en la mayoría de la literatura aludida, pues son las que se presentan con frecuencia en la adolescencia.
Inicio temprano de las relaciones sexuales
En este período, las relaciones sexuales constituyen un momento transcendental en la vida del/la adolescente. Las constantes inquietudes, necesidades y deseos por querer descubrir cosas nuevas y experimentarlas, los/as colocan ante el inicio temprano de la vida sexual. El/la adolescente ve la relación sexual como necesaria para ser conocido y valorado por otros jóvenes, por curiosidad, desear la experiencia de relación sexual y placer o diversión.
Estos constituyen algunos motivos por los que muchos adolescentes en la actualidad comienzan sus relaciones sexuales. La presión que ejerce el grupo social del que forma parte, el chantaje sentimental de la pareja cuando ha establecido relaciones de noviazgo y la influencia cultural del medio de desarrollo de los mismos, son parte de los mecanismos para acceder a una relación sexual.11
El inicio de las relaciones sexuales a edades tempranas es señalado por varios autores como un riesgo. Según las investigadoras cubanas12 la actividad sexual de los/as adolescentes en los últimos años comienza cada vez a edades tempranas, lo que se reconoce en numerosas publicaciones, en algunas se señala alrededor de los 13 años y menos, y como regla sin prevención, por lo que es frecuente el embarazo como consecuencia de una primera relación desprotegida, sobre todo, de las adolescentes de 12-15 años.
Mantener relaciones sexuales bajo el consumo de alcohol y otras drogas
El uso de drogas constituye un facilitador de las conductas sexuales de riesgo en la etapa de la adolescencia, los que la consumen son más propensos a realizar estas prácticas.13
El consumo de estas sustancias (alcohol, cigarro y otras drogas) y la frecuencia con que la utilizan en sus relaciones sexuales, incrementa la probabilidad de que el/la adolescente participe en una actividad sexual sin protección, lo que se convierte en un riesgo para su salud.
Número de parejas
Este elemento constituye un gran riesgo para la salud sexual del/la adolescente, ya que, por la vulnerabilidad y variabilidad de sus emociones, tienden a probar diversas experiencias. Ellos/as no poseen madurez emocional y su propia personalidad cambiante hace que experimente ilusión por el otro sexo, por lo que se enamora tan rápido como olvida. Hoy en día los/las adolescentes consideran que tener mayor experiencia es mejor a la mojigatería, cosas que según el grupo de pares es común y normal entre ellos.14
Los estudios reconocen que el número de parejas sexuales constituye una conducta sexual de riesgo que se manifiesta con mucha frecuencia durante la adolescencia. Sin embargo, se ha constatado en las investigaciones que solo constituyen un riesgo el número de parejas con relaciones sexuales, sin tener en cuenta que aquellas parejas que no mantienen una relación sexual, también se exponen a situaciones desfavorables que conllevan a la puesta en práctica de otras conductas sexuales de riesgo.
Otro aspecto importante que caracteriza las conductas sexuales de riesgo está relacionado con la estabilidad en cuestiones de pareja. Por un lado, se considera como un factor protector sustentado desde el autocuidado y el cuidado de la pareja; por otra parte, no excluye la posibilidad de riesgo. En este sentido, los criterios para la utilización de los métodos anticonceptivos, pueden constituir un riesgo debido a la idea de que con parejas estables no necesitan ser utilizados. Esta concepción desconoce que la estabilidad no garantiza la protección sexual.
No uso de métodos de protección y anticonceptivos
En la adolescencia son frecuentes los comportamientos sexuales de riesgo al no tener una adecuada información sobre los métodos anticonceptivos. Ellos/as suelen actuar basados en las opiniones y conceptos plagados de mitos y criterios erróneos en la mayoría de las ocasiones. También es posible que no utilicen de forma sistemática y correcta estos métodos, las relaciones sexuales no son planificadas, sino esporádicas, y es probable que no se protejan. Muchos adolescentes no conocen sobre la anticoncepción o no tienen acceso a ella.15
La responsabilidad en la decisión del empleo de los métodos anticonceptivos corresponde a ambos miembros de la pareja. Se considera que la protección en las relaciones sexuales es una decisión que debe ser de dos, es decir, desde una concepción de “nosotros”. Esto se corresponde con la influencia educativa que reciben de los agentes de socialización que puede afectar la toma de decisión de los/as adolescentes y con la disposición ante el uso de la anticoncepción, pues se constata que conocen del uso del condón, sin embargo, llegan a la relación y no lo utilizan.
Existe una gran variedad de métodos anticonceptivos: condón masculino y femenino, diafragma, dispositivos intrauterinos, espermicidas, tabletas anticonceptivas, vacunas anticonceptivas, entre otros. Estos métodos impiden o reducen la posibilidad de un embarazo. El preservativo o condón es el método más seguro en la adolescencia, pues además de evitar un embarazo, es el único que previene las ITS y el VIH. Es un producto de muy fácil acceso en el país, es el método más eficaz si se usa de la manera correcta y en cada relación sexual.
Las conductas sexuales de riesgo constituyen un desafío para los contextos actuales. Dado el incremento de estos comportamientos no saludables en los/as adolescentes es necesario su abordaje desde los diversos enfoques teóricos para el estudio y educación de la sexualidad, reconocidos por Guerrero y Pérez. (16 Ellos son:
El enfoque Histórico-Cultural, en el que se distingue L. S. Vigostky como uno de sus máximos representantes, ubica al ser humano en el centro del proceso educativo y aporta una perspectiva válida para la educación de la sexualidad en cada uno de los períodos de la vida, al poner atención a sus particularidades y las de su contexto sociocultural.
Al respecto y de manera específica en la educación de la sexualidad, los niños se forman, por lo general, en un medio familiar en el que observan y participan en espacios donde se expresan vínculos afectivos entre padre y madre, abuelos, hermanos mayores con sus parejas, vecinos; en fin, los adultos que los rodean, les muestran caminos que les ayudarán a crecer. Luego, en el entorno escolar comienzan a interactuar con sus coetáneos, a compartir espacios comunes y la comunicación tiende a hacerse más estrecha entre ellos, sobre todo en la adolescencia.
En esta dirección, cada individuo comienza a concederle un alto valor al criterio de sus pares; por tanto, la educación sexual que posea cada uno de ellos llega a influenciar a los otros.
Adolescentes y jóvenes reciben mensajes de diversa índole sobre la sexualidad por parte de las personas del medio en el que se desarrollan, que influyen en sus comportamientos sexuales y en sus actitudes. A partir de esto, pueden asumir un carácter activo de acuerdo con los valores que hayan interiorizado en su trayectoria de vida. En este sentido, sus realidades pueden ser interpretadas, vivenciadas y transmitidas de forma diferente al medio que les rodea.17
Este enfoque ofrece un análisis de este período etáreo a partir de la comprensión de la dinámica particular que se establece entre las condiciones internas del desarrollo del sujeto y las condiciones externas del mismo, de manera que deben tenerse en cuenta los determinantes biológicos, psicológicos y sociales del desarrollo, para dar explicación a las particularidades que distinguen a esta etapa de la vida. Además, permite explicar que el individuo es concebido como un ser social, cuyo desarrollo va estar determinado por la apropiación de la cultura, mediado por las relaciones sociales con quienes le rodean, en un contexto social y en un momento histórico determinado.
En este sentido, el comportamiento sexual está condicionado e influenciado por la educación y la crianza recibida desde la infancia, por la época en la que se vive, por la situación económica y por la cultura en la que se desarrolla cada persona. 18) Esto se explica a partir del proceso de interiorización que define Vigostky, el mismo permite al adolescente apropiarse de forma activa de aquello que le ha sido transmitido, en las relaciones de actividad y comunicación establecidas en un contexto histórico concreto, en la familia, la escuela y la comunidad.
Otro de los enfoques propuesto por las autoras cubanas Guerrero y Pérez16 es el Enfoque de Género el cual visualiza la diversidad de variantes que existen al interpretar el comportamiento humano en su complejidad y legitimidad. Las relaciones de género son vínculos de poder que cambian de una sociedad a otra, y a la vez existen en una misma sociedad en que se manifiesten múltiples sistemas de género. Están signadas por variables sociales, como edad, color de la piel, orientación sexual y religión. No se puede hablar ni de la mujer ni del hombre como un ser universal.
El enfoque de género permite conocer, ampliar, enfrentar y superar las asignaciones sociales para cada uno de los sexos, y comprender cómo se configuran las relaciones de poder que estimulan los vínculos entre infantes, jóvenes y adultos de uno y otro sexo, en el marco de la vida de la familia, la pareja y en los diferentes espacios de interacción social.17
En la sexualidad, la cultura y el imaginario social ocupan un lugar cimero, ya que ellos son los encargados en la mayoría de los casos de transmitir los conocimientos o creencias relacionadas con esta actividad. La cultura patriarcal y el modelo hegemónico son cada vez más una expresión del papel del hombre en su condición de sexo dominante, al tener en cuenta que existen patrones sexistas que estipulan un conjunto de rasgos y modos de comportamiento en un sexo u otro, lo cual deviene de una historia que ha establecido rígidos estereotipos sobre lo considerado por la cultura para lo masculino y lo femenino.
En este sentido, las normas sociales y culturales regulan la conducta sexual de los individuos, al establecer características que son propias a cada sexo y que han mostrado ser desiguales. Ello se refleja en la libertad que poseen los hombres de ejercer su sexualidad, ejercicio que conlleva a la aceptación y reforzamiento de la masculinidad. Estás concepciones protegen al varón, pero también representan un costo para ellos, pues son víctimas de “malas pasadas” en torno a su papel sexual. Este hecho hace que ellos sean superiores a las muchachas, por lo que se ven obligados a cumplir con determinados mandatos sociales, que de no ser cumplidos pueden generar rechazo ante los demás. Por otro lado, se impone la prohibición o restricción a las mujeres para ejercerla y disfrutarla con independencia de la reproducción.
En investigaciones consultadas se ha mostrado que las conductas sexuales de hombres y mujeres difieren de forma notable. En este sentido se ha encontrado que los hombres tienen un inicio más temprano de las relaciones sexuales, mayor número de parejas y más parejas ocasionales. Mientras las mujeres tienen relaciones sexuales con su pareja, en el marco de una relación estable y asociada con el amor.19
En la literatura científica se señala que en el hombre es común considerar las conductas y prácticas sexuales como un mecanismo de autoafirmación y reconocimiento social, por lo que tiene menor percepción de riesgo que las mujeres y da mayor importancia a los marcos sociales que ejercen presión sobre sus decisiones. No ocurre de igual forma en las mujeres. Se considera la sexualidad como un medio para experimentar intimidad y su vinculación emocional aparece con mayor arraigo como un factor de riesgo para la ejecución de conductas y prácticas de riesgo.9
Es importante apuntar que cada adolescente vive su sexualidad de forma diferente, pero comparten al mismo tiempo, un contexto histórico-cultural en el que se construyen las actitudes hacia la sexualidad, al formar un modelo concreto que guía las conductas. Por tanto, es ahí donde se manifiesta la masculinidad y feminidad, modelos genéricos que marcan de forma decisiva el comportamiento entre ambos sexos influenciados por el contexto social del cual emergen.
Factores protectores y factores de riesgo que influyen en las conductas sexuales de riesgo en la adolescencia
El conocimiento de los factores de riesgo y los factores protectores que influyen en las conductas sexuales de riesgo en la adolescencia, permiten identificar cuáles son los peligros a los que se enfrenta esta población y las consecuencias negativas que les pueden ocasionar.
Según Dalesio,20 investigadora uruguaya, los factores de riesgo “hacen referencia a determinadas características detectables tanto en un individuo como en un grupo, que señalan una mayor predisposición a sufrir cierto daño. Los factores protectores en cambio, son determinadas características que favorecen el desarrollo humano, que pueden contrarrestar los posibles efectos de los factores de riesgo”.
Otros estudios21 consideran que la familia puede constituir un factor de riesgo que favorece el desarrollo de conductas nocivas. Estos investigadores refieren que el entorno familiar es inadecuado, con estilos parentales rígidos y permisivos, falta de comunicación y conflicto entre los miembros.
Por otra parte, la doctora Páramo22 considera que la ausencia de una adecuada educación sexual y la falta de una eficaz comunicación entre padres e hijos constituyen un riego para los/as adolescentes.
Una investigación realizada en España, titulada “Factores de riesgo de la precocidad sexual en adolescentes”,23 refiere como uno de los factores de riesgo de precocidad sexual el consumo de alcohol y otras drogas. Estas sustancias, en especial el alcohol, son valoradas para el consumo por sus efectos facilitadores del encuentro sexual. Estos autores consideran que una consecuencia negativa del consumo de estas sustancias, es que hace más probable mantener relaciones sexuales sin protección y con múltiples parejas.
Algunos estudios muestran que los factores de riesgo colocan a los/as adolescentes en situación de vulnerabilidad. Estos influyen de manera negativa en las conductas sexuales de los más jóvenes, pues comprometen su salud sexual y reproductiva.
Los factores protectores desempeñan un papel importante en esta etapa para llevar a cabo conductas sexuales saludables y seguras, contrarrestando los efectos negativos del riesgo sexual y los relacionados con la etapa de la adolescencia.
En este sentido, desde un acercamiento teórico vale señalar que uno de los factores protectores más importante en la adolescencia es la calidad de integración con la familia. La misma ocupa un rol central en los elementos protectores, porque debe intentar brindarle al adolescente los recursos necesarios para su supervivencia.20
El espacio familiar es visto como un factor de riesgo, sin embargo, otras investigaciones coinciden en que el apoyo de la familia es un factor protector para prevenir las conductas sexuales de riesgo. Estos autores reconocen que los integrantes de la familia fortalecen entre ellos la protección, comunicación, amor y cariño, esto constituye un vínculo muy fuerte que hace que el/la adolescente ante situaciones de riesgo pueda acudir a su familia en busca de apoyo y orientación; pues la familia constituye la primera fuente de apoyo, cuando presentan dudas recurren a ella para obtener información.24 Además, puede convertirse en un agente protector y enriquecedor que influye de manera positiva en dichos comportamientos, que pueden, a su vez, beneficiar la salud y el bienestar general.
Algunos autores24 plantean como otro factor protector el vinculado al conocimiento. Ello permite en esta etapa de madurez cognitiva, interiorizar datos relevantes que lo ayudarán a tomar conciencia de su salud sexual y los riesgos a los cuales se verán inmerso debido al momento histórico en el que vive.
Sin embargo, resulta insuficiente el conocimiento que poseen los/as adolescentes sobre la sexualidad. Lo que puede estar relacionado con determinadas necesidades de aprendizaje acerca de esta temática. Esto provoca una escasa percepción de riesgo y vulnerabilidad, lo cual permite que sean propensos a la ocurrencia de embarazos no deseados, terminación voluntaria del embarazo e ITS.
De modo que, se considera que tener información no equivale a tener conocimiento correcto relacionado con la sexualidad. Se necesita que la información que se les brinda sea apropiada y oportuna, acompañada de claridad y veracidad que les permita llevar una vida sexual responsable, saludable y placentera. Además de que genere una disposición favorable en el uso de los métodos de protección.
Después de reflexionar sobre los aspectos abordados, vale señalar, que los factores de riesgo y los factores protectores influyen en el comportamiento sexual de los/as adolescentes. De modo que, a través de los factores protectores se hace necesario favorecer el desarrollo de ellos y ellas, mediante acciones de prevención y con la articulación de las redes de apoyo.
La prevención de las conductas sexuales de riesgo en la adolescencia
La literatura especializada recoge importantes conceptualizaciones sobre prevención, término que ha sido definido por diferentes autores. La doctora en Ciencias Pedagógicas Yoanka Rodney, plantea que la prevención “es un proceso, de naturaleza educativa… porque implica anticiparse a lo que puede suceder en el futuro y preparar condiciones tanto humanas como materiales para alcanzar una mejor calidad de vida en cualquier esfera y garantizar la reproducción efectiva de las relaciones sociales, estables y armónicas de la sociedad (…)”25
La prevención es educar, potenciar el desarrollo integral de la persona, fomentar la adquisición de las habilidades para saber afrontar y resolver aquellas situaciones que pongan en riesgo su salud. Es una educación que va más allá de la mera adquisición de conocimientos, para favorecer un aprendizaje centrado en experiencias significativas que les ayuden a responder ante los retos que esta sociedad compleja plantea.
Diferentes textos declaran que existen tres tipos de prevención: primaria, secundaria y terciaria.26 Caplan, citado por la máster en Psicología Clínica, Bárbara Zas,27 se une a estos autores, y refiere la existencia de una prevención primaria que se dirigiría a la reducción del riesgo de la enfermedad. La prevención secundaria que tendría como objetivo la reducción de la duración de la enfermedad, su diagnóstico precoz y su tratamiento efectivo y la prevención terciaria que evitaría la aparición de secuelas, complicaciones y rehabilitación al sujeto para su reinserción social.
La prevención se caracteriza por el carácter anticipatorio, lo que significa, actuar para impedir que ocurra algo que no se desea, al permitir la aplicación de medidas preventivas para evitar o disminuir sus efectos negativos. Otra de las características de la prevención es su abordaje integral que abarca los aspectos biológicos, psicológicos y sociales del individuo.
En este sentido, el trabajo preventivo se dirige sobre todo a los adolescentes, considerados como un grupo de mayor vulnerabilidad para la aparición de las conductas de riesgo, al tener especial importancia en la salud, las conductas sexuales. Por tanto, se hace necesario llevar a cabo medidas preventivas que ayuden a disminuir los efectos negativos que presentan las conductas sexuales de riesgo.
Una planificación adecuada del trabajo preventivo, además de promover una mejoría en la calidad de vida debe enfatizar en:28
Educar a los niños, adolescentes y jóvenes en los valores y actitudes de responsabilidad para con su salud y la de la comunidad.
Desarrollar convicciones que le permitan resistir presiones del grupo por el comienzo de las relaciones sexuales tempranas.
Canalizar de manera positiva la curiosidad propia del/a adolescente con respecto a su sexo y al del otro, a fin de lograr el desinterés por el inicio de relaciones sexuales a edades tempranas. Promover la correcta formación de hábitos recreativos que ayuden a la mejor utilización de su tiempo libre sin comprometer su sano desarrollo.
Propiciar espacios de reflexión y aprendizaje con la familia que favorezca el ejercicio de una autoridad razonable que permita al adolescente interiorizar normas aceptables de convivencia y toma de decisiones responsables, aun cuando actúe movido por la curiosidad y la búsqueda de placer.
Los estudios han permitido precisar que en la realidad cubana de las últimas décadas se dispone de diversos programas para prevenir posibles comportamientos sexuales de riesgo en adolescentes, en el ámbito escolar. Estos programas cuentan con diferentes componentes psicológicos como el afecto, la cognición, la conducta y otros componentes como el efecto mediador que las características sociodemográficas y conductuales pueden ejercer sobre las conductas de salud, así como para la prevención de futuros comportamientos de riesgo.29
Estos programas actúan en las variables que se encuentran implicadas a la hora de adoptar comportamientos de riesgo en la sexualidad: la información, actitud, motivación y habilidad. Mediante la transmisión de información se pretende que el/la adolescente conozca el riesgo que deriva de su comportamiento, y que esté informado sobre las medidas para proteger su salud. La actitud y la motivación son fundamentales para que el/la adolescente valore los riesgos de determinadas conductas y pueda tener una actitud positiva para poder evitarlas.
Por último, la habilidad está relacionada con la capacidad que debe tener el/la adolescente para superar las posibles barreras u obstáculos que aparezcan. Utilizar preservativo, posponer una relación sexual, excluir en una relación las prácticas de riesgo o hacer un uso adecuado de los métodos anticonceptivos, son algunas de las habilidades que se persiguen.29
La prevención de las conductas sexuales de riesgo en adolescentes requiere de actividades no solo informativas, ya que la información es una condición necesaria pero no suficiente para el cambio de comportamientos. Es necesario trabajar con la educación para el cambio de actitudes y comportamientos sexuales, además de capacitar, desarrollar y potenciar los recursos personales y comunicativos de los/as adolescentes.
Para que los/as adolescentes adopten pautas de comportamientos saludables y responsables, no basta con que aprendan los aspectos biomédicos de la salud sexual y reproductiva. Es importante también que aprendan a hacer frente a las demandas cada vez más complejas de las relaciones, en particular a los contactos con personas de otro sexo, a las situaciones de conflicto y a adoptar prácticas sin riesgo.30
Es necesario tener en cuenta las consecuencias sociales visibles de aprobación o desaprobación que determinan el comportamiento sexual en los/as adolescentes. La adopción de una determinada actitud por parte de estos puede adquirir gran importancia, tanto para la realización de determinada práctica preventiva o de riesgo, como para la formación y consolidación de unos hábitos o estilos de vida concretos capaces de persistir en el futuro. Por este motivo es importante trabajar con los/as adolescentes las habilidades comunicativas y de negociación del uso de medidas preventivas, además de intentar que estas se acompañen de aprobación y no de rechazo en el entorno de los grupos sociales.
Por tanto, se debe incluir el condón para promover su uso en la pareja, la asertividad para defenderse de los reproches por proponerlo, la habilidad para hacerlo sin interferir en el clima de la excitación y, por último, la empatía y el sentido del humor para hacer frente a las dificultades.31
Para trabajar la prevención de las conductas sexuales de riesgo es necesaria la utilización de métodos pedagógicos interactivos (escenificación de situaciones, debates, sesiones de reflexión) que permitan a los/as adolescentes personalizar la información, los riesgos, adquirir y practicar habilidades de negociación, para mejorar de esta manera la confianza de los/as adolescentes respecto a sus capacidades comunicativas.
Es necesario tener en cuenta que la percepción o no de riesgo no influyen sobre la adopción de medidas preventivas concretas; por ello, no parece oportuno poner mucho énfasis en las consecuencias de un embarazo no deseado, de las ITS y del VIH. Se tienen que trabajar más la responsabilidad, la autoestima y la asertividad.31
Resulta necesario potenciar la educación sexual responsable para que los/as adolescentes cuenten con herramientas para poner en práctica sus propias decisiones (autonomía) y tomar el control de sus vidas, que les permita convertirse en un adulto sexualmente saludable, con la capacidad para evitar los riesgos a través de una correcta toma de decisiones.
Para lograr lo antes planteado se considera efectivo el empleo de métodos educativos que promuevan la participación activa del/la adolescente, como actor principal, centro del proceso educativo y máximo responsable de transformarse a sí mismo y a la realidad en que vive.
Por tanto, se considera que las estrategias que ayudan al cambio de comportamientos han de incluir:31
Concienciación. Se proporciona información sobre el problema y cómo puede afectar a la persona.
Dramatización. Se ayuda a los jóvenes a experimentar sus propios problemas y a enfrentarse a situaciones conflictivas. Implica plantear situaciones que puedan comportar el riesgo de una relación sexual no protegida y cómo se puede evitar. También puede incluir actividades relacionadas con la presión social del grupo, la clarificación de valores y el entrenamiento de habilidades de comunicación. Las técnicas que pueden utilizarse para conseguir estos objetivos son los juegos de rol, las estrategias de investigación de consecuencias, toma de una decisión personal, entre otras.
Valoración ambiental. Mediante los juegos de rol puede observarse cómo el comportamiento de uno puede afectar a los demás.
Para prevenir las conductas sexuales de riesgo en adolescentes es importante la educación como herramienta efectiva para fomentar la motivación, las habilidades personales y la autoestima. Estos aspectos son necesarios al adoptar medidas destinadas a desarrollar actitudes para una sexualidad sana, postergar el inicio de la actividad sexual, promover prácticas sexuales protegidas y contribuir a una cultura que favorezca la sexualidad libre y sin riesgos.
Por otra parte, se requiere fortalecer en ellos/as conocimientos sobre sexualidad, valores, comunicación asertiva, toma de decisiones y proyectos de vidas, a través de diversas estrategias de enseñanza que resulten interesantes y novedosas a los/as adolescentes y que generen interés y aprendizaje significativo para la prevención de conductas sexuales de riesgo.
CONCLUSIONES
El artículo permite la reflexión acerca de las conductas sexuales de riesgo, a partir de un análisis teórico y contribuye a la comprensión de aspectos importantes sobre el tema. El abordaje de los antecedentes teóricos referentes a las conductas sexuales de riesgo, enriquecidas a partir de los aportes de distintos autores permitió visualizar determinadas particularidades de este tipo de conductas en la adolescencia, además de comprender el entramado biopsicosocial que las sustenta y que le otorgan una gran complejidad