La diabetes mellitus (DM) se considera un problema de salud a nivel mundial. Esto se debe a sus crecientes y elevadas tasas de incidencia y prevalencia. Al mismo tiempo constituye una causa importante de morbilidad y mortalidad en la población adulta y un factor de riesgo para la aparición de otras enfermedades de origen vascular, que se sitúan entre las primeras causas de muerte en el mundo y en Cuba.1,2
Según estimaciones de datos epidemiológicos, más de 422 millones de personas padecían DM en 2014, frente a 108 millones en 1980. Como se puede evidenciar la prevalencia mundial actual casi ha duplicado ese año, pues ha pasado de una tasa de 4,7 a 8,7 enfermos por cada 100 habitantes en la población adulta. Se estima que uno de cada 11 adultos en el mundo actualmente padece la enfermedad. Asia es el epicentro y China e Italia son los países que aportan el mayor número de pacientes afectados. En cuanto al tipo de DM, en este grupo poblacional la DM 2 constituye el más frecuente.3,4 La DM representa la novena causa de muerte a nivel mundial y se estima que para 2030 se encuentre en el séptimo lugar. Las complicaciones crónicas constituyen las principales causas de morbilidad y mortalidad, dentro de ellas las enfermedades cardiovasculares, sobre todo de origen isquémico a nivel coronario así como las enfermedades vasculares periféricas y cerebrovasculares. Desde el punto de vista económico la enfermedad representa alrededor de 12 % del gasto mundial en salud.5
Cuba no está exenta de este problema. El efecto del envejecimiento poblacional constituye en el país uno de los factores que más incide en nuestra situación de salud. Se le considera como una de las naciones más envejecidas de América Latina. En el país, 19 % de la población tenía 60 años y más en el año 2012, y se ha estimado que esta cifra ascenderá a 23 % en el año 2035. Este fenómeno de envejecimiento ha influido en el aumento de la incidencia y la prevalencia de DM que actualmente ocurre.6 Según los datos del año 2018 reportados en el Anuario Estadístico de Salud cubano existe una prevalencia de DM de 64,3 personas enfermas por cada 1000 habitantes, con un franco predominio de la DM2 y discretamente superior para el sexo femenino sobre el masculino y las personas mayores de 60 años. Constituyó la octava causa de muerte con una tasa de mortalidad de 421,1 por 100 000 habitantes; sin embargo, la importancia del problema radica en que la DM constituye a su vez un factor de riesgo de mucho peso para aquellas enfermedades que sí ocupan los primeros lugares de mortalidad, dígase las enfermedades cardiovasculares, vasculares periféricas y cerebrovasculares.7
Según reportes de la Organización Panamericana de la Salud Cuba reporta las mejores cifras de control glucémico en Latinoamérica. Nuestro sistema de salud se basa fundamentalmente en la prevención, promoción de salud y diagnóstico precoz de la enfermedad y sus complicaciones. Ante la magnitud del problema se ha hecho un llamado a tomar medidas en lo que se ha denominado La epidemia silenciosa de obesidad y se enfatiza en la búsqueda activa de personas con factores de riego. El control de estos: la obesidad, el sobre peso corporal, el sedentarismo, la alimentación inadecuada rica en productos de alto valor calórico, entre otros constituyen el mejor modo de frenar el incremento acelerado de la DM2.8,9
Otro aspecto importante en cuanto a DM es el que se refiere a la educación de los pacientes respecto a su enfermedad. La educación terapéutica (ET) constituye uno de los aspectos fundamentales del tratamiento de las personas con enfermedades crónicas y es vital en la DM. La ET representa en sí misma un acto terapéutico. Tiene el objetivo de lograr la comprensión de la enfermedad crónica y el compromiso del paciente para obtener una calidad de vida satisfactoria.10,11
La importancia de una dieta saludable, la actividad física regular, el mantenimiento de un peso corporal normal y evitar el consumo de tabaco contribuyen a prevenir la diabetes o retrasar su aparición. La educación al paciente con DM, el logro de un control metabólico adecuado e integral y el diagnostico activo y precoz de las complicaciones son las medidas más inteligentes para frenar el galopante camino a la DM y sus consecuencias.