Introducción
La nueva pandemia por el virus Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus-2 (SARS-CoV-2), que produce el síndrome respiratorio llamado Coronavirus Infectious Disease-19 (COVID-19) se ha convertido en una amenaza para la población mundial.1
El COVID-19 no es solo una enfermedad respiratoria de dos semanas, si no que puede persistir durante meses. El llamado COVID prolongado ya tiene un código en la Clasificación Internacional de Enfermedades y ha sido designado como el síndrome poscovid.2
Síntomas tales como la fiebre, la tos, la fatiga y la disnea pueden durar varios meses después de que un paciente de COVID-19 se recupere de la fase aguda de la enfermedad. Esta sintomatología afecta, principalmente los pulmones, el corazón, el hígado y el cerebro aunque también puede comprometer otros órganos y sistemas.2
El Instituto Nacional de Estadística de Reino Unido ha estimado que 1 de 5 personas con COVID-19 tiene síntomas más allá de las 5 semanas y 1 de cada 10 más allá de las 12 semanas.3 Los signos referidos por las personas que padecen esta enfermedad son numerosos y variados, lo que añade complejidad al síndrome en cuanto a su diagnóstico y su requerimiento de atención sanitaria de carácter multidisciplinar.4
Entre los signos del síndrome pos-COVID figuran la fatiga o decaimiento general, debilidad muscular (sobre todo en las piernas), tos (generalmente seca, con o sin dolor en el pecho), persistencia en la falta de gusto y olfato, dificultad en la atención y memoria, episodios de angustia y ansiedad, taquicardia (acompañada o no de dificultad para respirar), coágulos en órganos como riñón, hígado, vasos sanguíneos de la piernas y cerebro, encefalitis, convulsiones y cuadros de parálisis muscular.5
Aquellos que parecen tener un mayor riesgo de desarrollar el síndrome pos-COVID son los adultos mayores de 50 años, personas que experimentaron un caso más grave, personas con problemas de salud subyacentes, en particular problemas cardiopulmonares, hipertensión, diabetes u obesidad.6
La importancia del conocimiento de este síndrome radica en que se trata de una entidad que afecta a un gran número de personas y que, por tanto, está teniendo un gran impacto sanitario y social en la pandemia.
La vigilancia clínico-epidemiológica luego del egreso hospitalario del paciente con esta enfermedad se perfila como la más importante de las tareas en el diagnóstico precoz y tratamiento oportuno del síndrome pos-COVID, desarrolladas en el nivel primario de atención de salud.
Teniendo en cuenta que la COVID-19 constituye una de las prioridades de investigación en el área de salud, se realizó el presente estudio con el objetivo de describir algunas características clínicas y epidemiológicas de los pacientes con síndrome pos-COVID.
Métodos
Se realizó un estudio descriptivo retrospectivo en la consulta de pacientes convaleciente con COVID-19 en el Policlínico Comunitario “Ramón López Peña” en el período comprendido entre abril y junio del año 2021. El universo estuvo constituido por 159 pacientes que cumplieron los siguientes criterios de inclusión: pacientes con diagnóstico de enfermedad por coronavirus por síntomas y prueba de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) que acudieron a la consulta; que fueran residentes en el área de salud; la existencia de síntomas posteriores a la fase aguda de la enfermedad y PCR negativo.
Los criterios de exclusión fueron los pacientes sin síntomas o signos de enfermedad por coronavirus y con PCR positiva.
La fuentes utilizadas fueron los registros estadísticos de la consulta a convaleciente y revisión de la historia clínica individual de cada uno de los pacientes estudiados. Esta actividad estuvo a cargo de los propios investigadores, lo que permitió uniformidad en su recogida y por tanto, disminución del sesgo del observador.
Las variables descritas fueron: incidencia de la enfermedad, duración de los síntomas, edad, sexo, presencia de comorbilidad y síntomas prolongados.
La información recogida fue procesada en el sistema operativo Windows 10, en una computadora ASUS. Los cálculos de los distintos parámetros, así como su análisis se realizaron a través del programa Excel o tabulador de Microsoft Office. Se utilizó el porcentaje como medida de resumen.
El estudio fue aprobado por el comité de ética del área de salud, la confidencialidad de los datos se mantuvo mediante la codificación de las variables. La información no se empleó para otros fines fuera del marco de la investigación y solo se ha utilizado de acuerdo con estos propósitos.
Resultados
Durante el período analizado, la incidencia de la enfermedad en el área de salud fue de forma ascendente. El mayor número de diagnosticados fue en el mes de junio de 2021, 66 pacientes (41,5 %) y la duración de los síntomas de 30 a 44 días después de la fase aguda de la enfermedad (62,2 %) (Tabla 1).
Predominó el grupo de edad de 50-59 años (43,4 %) y el sexo femenino (65,4 %) (Tabla 2).
La hipertensión arterial (HTA) y la diabetes mellitus fueron las comorbilidades de mayor frecuencia, 41,9 % y 27,2 % respectivamente. El 15 % de la casuística presentaron dos o más comorbilidades (Tabla 3).
La fatiga, cefalea y trastornos psicológicos fueron los síntomas prolongados de mayor significación, 58,2 %, 44,5 % y 35,6 %, respectivamente. El 25,6 % presentaron dos o más síntomas (Tabla 4).
Discusión
Los primeros casos diagnosticados en el área de salud sede del estudio fueron en abril de 2021, fecha en que comenzó a funcionar la consulta de convaleciente de pacientes con COVID-19. Un dato relevante es que en este primer mes, los pacientes presentaron síntomas persistentes de más de 30 días, sin haberse registrado algún control sobre ellos. La investigación muestra una tendencia al aumento de pacientes con síndrome pos-COVID que acuden a consulta con síntomas que persisten de 30 a 44 días después de diagnosticada la enfermedad, aunque puede existir un subregistro de los pacientes que presentan este síndrome en el área de salud, hasta la fecha de culminar el estudio.
Los autores de la investigación consideran que estos resultados puedan deberse a la no dispensarización de estos pacientes por el médico de la familia y por ende, al no seguimiento o seguimiento inadecuado y la falta de orientación de los pacientes para la utilización de la consulta.
Entre los hallazgos importantes de la base de datos en un estudio realizado en un hospital de tercer nivel de Puebla, México,7 el 74 % de los pacientes con la enfermedad tuvieron síntomas un mes después de haberlos dado de alta y solo 10 % manifestó síntomas después de 60 días. En una publicación realizada por Pérez y otros,8 el 92 % presentaba síntomas los 21 días o más, 85,9 % a los 30 días o más y el 23 % a los 60 días o más, similar a los presentes resultados.
Al analizar los grupos de edades, predominaron los pacientes de 50-59 años de edad, lo que coincide con los encontrados por Herrera,9 donde el promedio de edad fue 50,5 años; sin embargo, difiere en el sexo con la presente investigación. En un estudio realizado en Australia,10 la edad que predominó fue 47 años, similar a los hallados por Pérez y otros8 que fue de 40,45 años. Hubo una prevalencia del sexo femenino lo que coincide con los actuales resultados en relación al sexo y difiere en el grupo de edades.
De los pacientes incluidos en los estudios de Rosales y otros,11 el 55,9 % fueron hombres, la media de edad fue de 60,16 años. En la investigación de Halpin y otros,12 la población del estudio era mayor (mediana de edad 70,5 años en el grupo de barrio. En un entorno ambulatorio en Ginebra, Suiza),13 la edad media fue de 42,8 años (SD, 13,7), similar al estudio de Yusuke y otros,14 donde la edad media fue de 48,1 años, difiriendo con la presente investigación.
La evidencia de una asociación causal entre el diagnóstico de COVID-19 y la morbilidad posterior es difícil de establecer, especialmente cuando las enfermedades crónicas y el síndrome pos-COVID persistente (PPCS) pueden compartir factores de riesgo y antecedentes, como la edad avanzada, la diabetes, el tabaquismo, la desnutrición u obesidad, la inmunosupresión y la hipertensión, que reflejan la amplia vulnerabilidad de estas enfermedades.15
Entre las comorbilidades, como lo mencionan otras cohortes de pacientes, se destacaron la hipertensión arterial sistémica y la diabetes mellitus.8,10,11,12
La población del estudio de Halpin y otros12 incluyó una gran proporción de pacientes con comorbilidades significativas como enfermedades respiratorias crónicas (enfermedad pulmonar obstructiva crónica y asma), malignidad y enfermedades cardiovasculares, lo que no coincide los actuales resultados.
En el estudio de Pérez y otros,8 además de la HTA y la diabetes mellitus, resaltaron la obesidad, el asma bronquial y el tabaquismo como comorbilidades de mayor significancia.
En esta etapa de la pandemia existen estudios que han analizado las secuelas a largo plazo secundarias a infección por COVID-19. Estudiarlas es fundamental para comprender la historia natural de la enfermedad, predecir el impacto que tiene más allá de la hospitalización y mortalidad y determinar si se debe considerar rehabilitación posterior al alta.15
La COVID-19 leve puede estar asociada con síntomas como tos, febrícula y fatiga, los cuales pueden presentar recaídas y remisiones. Otros síntomas persistentes reportados incluyen disnea, dolor de pecho, cefalea, dificultades neurocognitivas, dolores y debilidad musculares, malestar gastrointestinal, erupciones cutáneas, alteraciones metabólicas, enfermedades tromboembólicas, depresión y otras enfermedades mentales.16
Las secuelas pos-COVID varían de un paciente a otro y no se ha alcanzado un consenso sobre la caracterización de posibles síntomas.16
Aunque predominaron la fatiga, cefalea y trastornos psicológicos, los resultados muestran un espectro clínico muy variado.2,5,6,8 Es importante resaltar que un número considerable de pacientes presentaron dos o más síntomas.
La fatiga y disnea fueron los síntomas más comunes descritos por Carfi y otros17 lo que coincide en gran medida con lo reportado por Darley y otros.10
En el estudio de Herrera y otros8 llama la atención que más de 42 % por lo menos tenía un síntoma, entre los que destacaron fatiga, cansancio, tos, cefalea. La fatiga, disnea y pérdida de sabor u olfato fueron los principales síntomas persistentes reportados por la investigación de Nahmed y otros13 y Yusuke y otros.14
Además de la fatiga, una proporción significativa de los pacientes en el estudio de Halpin y otros12 sufrieron de disnea persistente y síntomas neuropsicológicos muy parecidos a los del presente estudio.
De manera similar Rosales y otros11 describió en su investigación que un 62,5 % de los pacientes referían persistencia de clínica: disnea (31,4 %), astenia (30,5 %), mialgias (13 %), tos (5 %), anosmia (1,7 %) y ageusia (1 %). En el 28 % persistían dos o más síntomas de los anteriores. Estos resultados coinciden con los de la presente investigación.
En este sentido, en España, entre julio y octubre de 2020, se realizó una encuesta diseñada de forma conjunta por la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y el colectivo de pacientes afectados por COVID-19 persistente. La persistencia de síntomas definida como mayor o igual a 12 semanas desde el diagnóstico de la enfermedad se constató en 1 834 participantes en la encuesta. Estas personas referían una variedad de más de 200 síntomas entre los que destacaban el cansancio y el malestar general en más del 95 %, dolor de cabeza, bajo estado de ánimo y dolores musculares en más del 80 %.18
En un estudio realizado por Lechien y otros19 se describió una prevalencia de disfunción olfativa y gustativa, síntomas que no coinciden con los de la presente investigación.
El estudio de Mo y otros20 reportó que, en sobrevivientes dados de alta por COVID-19, la alteración de la capacidad de difusión es la anormalidad más común de la función pulmonar, seguida de los defectos ventilatorios restrictivos; ambos hallazgos estuvieron asociados con la gravedad de la enfermedad en su fase aguda. Así mismo, otro estudio concluyó que el defecto respiratorio restrictivo y la disfunción respiratoria leve podrían ser persistentes en estos pacientes; siendo la fibrosis pulmonar el patrón más común.21
Además, los pacientes gravemente enfermos con COVID-19 podrían presentar el síndrome poscuidados intensivos, el cual engloba las secuelas físicas (principalmente, respiratorias y neuromusculares), cognitivas (alteraciones de la memoria y de la atención) y psíquicas (depresión, ansiedad, estrés y síndrome de estrés postraumático) tras el alta de las unidades de terapia intensiva, y que impactan negativamente en su calidad de vida.22
En el nivel primario de atención se realiza el seguimiento a los pacientes con alta clínica por el Equipo Básico de Salud (EBS), mediante el ingreso en el hogar y hasta el alta epidemiológica, transcurridos como mínimo 14 días y una vez obtenida una prueba de PCR negativa, se realiza una evaluación integral e interconsulta en las primeras 72 h con los especialistas del Grupo Básico de Trabajo (GBT) según corresponda. Posteriormente se remite a la comisión municipal. En estos pacientes se reevalúa su dispensarización y de ser necesario se indica la rehabilitación física a través de un programa de tratamiento personalizado.23
Nos enfrentamos al desafío de una enfermedad nueva y a medida que aumenten los casos y los pacientes recuperados, se observaran sus consecuencias a largo plazo. Como médicos de atención primaria debemos estar preparados para resolverlas y evaluarlas adecuadamente. Es necesario contar con estudios que aporten información acerca de las secuelas causadas por esta enfermedad, la necesidad de seguimiento y requerimientos de rehabilitación.24
Existen limitaciones en el estudio, como la evaluación únicamente de pacientes que acudieron a la consulta de convaleciente y el tamaño de la muestra. Además, se desconoce si estaban presentes algunos de estos síntomas previamente a la infección por SARS-CoV-2 en algunos casos y la escasa bibliografía nacional para comparar los resultados.
Si bien el presente estudio es modesto, con un pequeño número de pacientes y sin un grupo control, aporta información valiosa sobre el seguimiento de pacientes con COVID-19 y muestra la persistencia de ciertos síntomas, principalmente la fatiga y la cefalea, tras 30 días en promedio del inicio de la enfermedad.
Se concluye que entre los pacientes seguidos en la consulta de convalecientes de COVID-19 es mayor la proporción de presencia de comorbilidades y la fatiga es la queja más frecuente.