Introducción
La obesidad se define como la acumulación excesiva o distribución anormal de grasa corporal (GC), que afecta directamente la salud del individuo.1 Se clasifica, principalmente, por el índice de masa corporal (IMC) kg/m2, que es un criterio muy limitado.2 Considerada de forma errada durante mucho tiempo como un simple factor de riesgo de enfermedad crónica, subestimada y tratada como una condición meramente intermedia o un comportamiento socialmente inaceptable que refleja un desorden alimenticio, la obesidad se reconoció recientemente como una enfermedad crónica sistémica multicausal como resultado de la ingesta exagerada de calorías, con un balance energético positivo a largo plazo que conlleva al desarrollo de un exceso de adiposidad que con el tiempo conduce a anomalías estructurales, trastornos fisiológicos y deficiencias funcionales.3
La pandemia de la obesidad se ha convertido en una de las principales amenazas mundiales para la salud pública en el último siglo, se ha extendido cada vez más de forma global,4 y se asocia con hipertensión, diabetes y diversas formas de artritis.5 A pesar del creciente reconocimiento del problema, la prevalencia de la obesidad casi se ha triplicado desde finales de la década de los 70´s y afecta a miles de millones de personas en todo el mundo.
Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2016: 1900 millones de personas (40 % de la población mundial) tenían sobrepeso, y de estas, más de 650 millones (13 % de la población mundial) eran obesas.2
La obesidad aumenta el riesgo de desarrollar numerosas comorbilidades y aumenta la mortalidad prematura,6 por lo que resulta urgente mejorar las estrategias para prevenir y controlar la obesidad. Investigaciones recientes han resaltado la importancia de las interacciones geno ambiente (epigenética) y las alteraciones hormonales, metabólicas, neuroquímicas e inmunoinflamatorias complejas y persistentes, involucradas en el desarrollo de la obesidad.7
La identificación de nuevos biomarcadores podría aportar conocimientos sobre la etiología de la obesidad y sus vínculos fisiopatológicos con enfermedades crónicas.8 Además, los biomarcadores podrían ayudar a obtener una caracterización refinada de los fenotipos de obesidad y servir como objetivos para la prevención y la precisión del tratamiento.9
Métodos
Los trabajos citados se identificaron mediante búsquedas en la base de datos PubMed con los términos:
Obesidad
Obesidad central
Índice de masa corporal
Biomarcadores
Genómica
Epigenómica
Metabolómica
Microbiómica
También se revisaron las listas bibliográficas de las publicaciones analizadas para identificar artículos adicionales. La búsqueda se centró en artículos publicados desde el 1 de enero de 2015 hasta el 31 de marzo de 2022; también se incluyeron artículos de revisión anteriores para contextualizar el problema y citar las bases fisiológicas.
Los criterios de inclusión fueron los siguientes:1
Estudios observacionales que incluyeron estudios de cohortes, estudios transversales y estudios de casos y controles.2
Estudios que compararon biomarcadores que se asociaron a la obesidad, que se definieron como personas con índice de masa corporal (IMC) ≥ 30 kg/m2 (en la población occidental) o 28 kg/m2 (en la población oriental), y controles normales, que se definieron como personas con 18,5 ≤ IMC < 24,9 kg/m2, o proporcionar las estimaciones de riesgo con la obesidad.3
Estudios que analizaron biomarcadores o exámenes complementarios en pacientes con obesidad.4
Estudios que proporcionaron estimaciones de riesgo con un IC del 95 % para las asociaciones de un factor de riesgo, evidenciado en pruebas diagnósticas, como el riesgo relativo (RR) y la razón de probabilidades (OR), o aquellos que proporcionaron otros datos que puedan transformarse en estimaciones de riesgo.
Se excluyeron los estudios contra cualquier elemento de los criterios de elegibilidad. También se excluyeron los informes de casos y los estudios que contenían datos superpuestos. Estudios que utilizaron sobrepeso (24 ≤ IMC < 28 kg/m2), pero no obesidad (IMC ≥ 28 kg/m2) ya que también se excluyó la exposición.
Resultados
La predisposición para la obesidad varía según la geografía, las condiciones sociales, los factores políticos y económicos y la genética humana. En conjunto los factores más comunes fueron: sociodemográficos, conductuales, genéticos y residir en un entorno obesogénico.10
Diferentes estudios identificaron explícitamente los factores sociodemográficos que estaban altamente correlacionados con la obesidad, por ejemplo:
Otra causa de la obesidad es la desnutrición en los primeros años de vida, esta conduce a la obesidad y a los trastornos metabólicos en la edad adulta, aunque la correlación entre desnutrición infantil y el desarrollo de obesidad en la edad adulta es idiopática, diferentes estudios han mostrado una significancia estadística. Se presume que cuando existe una mejoría en el nivel socioeconómico en un ambiente obesogénico, conducen a la obesidad, como respuesta compensatoria de la desnutrición.11
Entre los factores del comportamiento se encuentra que el consumo de alimentos de alto contenido calórico como dulces, azúcares refinados, refrescos, grasas saturadas y alcohol se correlacionaron en gran medida con la obesidad y las enfermedades crónicas.21
Diferentes estudiosos mencionaron que la cultura del hábito alimentario de consumo de alimentos de repostería,22 el consumo de alimentos ultraprocesados (carbohidratos refinados),18 el consumo excesivo de alcohol23 y la alimentación monótona o de mala calidad21,24,25 predispone a la obesidad. Desayunar y comer fruta reduce la predisposición,26 y la merienda induce a la obesidad.27
Los biomarcadores son indicadores biológicos de ciertos trastornos en el cuerpo. Se han informado diferentes categorías de biomarcadores entre ellos, los más comunes y ampliamente implementados son los microARN, los biomarcadores inflamatorios, las adipocitocinas, el estrés oxidativo, la microbiota intestinal, el nivel de nutrientes y los perfiles de células sanguíneas.10
Un estudio identificó cuatro microARN (miR) expresados en pacientes con obesidad (miR-222, miR-142-3, miR-140-5p y miR-143) y dos miARN (miR-122 y miR-34a) expresados como enfermedad del hígado graso no alcohólico y/o resistencia a la insulina respectivamente.28 Otro estudio reportó ocho miRNAs que se encuentran en la población obesa, es decir, el gen PTEN (hsa-miR-130b-3p, hsa-miR-142-5p, hsa-miR-148a-3p, hsa-miR-21-5p, hsa-miR23a-3p, hsa-miR-26b-5p, hsa-miR-320a y hsa-miR-486-5p).29,30,31,32,33
Se han descrito que se identificaron niveles más altos de biomarcadores inflamatorios (proteína C reactiva, interleucina-6 y factor de necrosis tumoral) en la población obesa en comparación con peso normal.9,30 Se debe considerar a la obesidad como un proceso inflamatorio sistémica crónica de bajo grado o inflamación metabólica, que está implicada en la patogenia de muchos procesos patológicos como la aterosclerosis, la arteriopatía coronaria y otras.
El tejido adiposo es un órgano endocrino metabólicamente activo, responsable de regular el gasto de energía y el apetito, junto con las funciones reproductivas y endocrinas, la inflamación, la inmunidad y sirve como reservorio de triacilglicerol.34) La adiposidad visceral está fuertemente correlacionada con un mayor riesgo de diabetes y enfermedades cardiovasculares en comparación con un IMC alto. Aunque la razón de esta correlación sigue sin estar clara, se ha planteado la hipótesis de que la grasa visceral está implicada en la inflamación sistémica debido a su acceso directo y secreción de ácidos grasos libres y citocinas inflamatorias en la circulación portal.35
Las adipocitoquinas tienen un alto potencial predictivo para la identificación de las condiciones cardiovasculares adversas. De manera similar, el inhibidor del activador de plasminógeno-1 (PAI-1) se encontró como un factor de riesgo independiente para los trastornos metabólicos relacionados con la obesidad, aunque se necesitan más investigaciones sobre los mecanismos de acción.9
Otras revisiones en la literatura, sugieren que la adiponectina, la omentina, la apelina, la leptina, la resistina y la proteína 4, transportadora de ácidos grasos eran biomarcadores prometedores para la obesidad.10,30
El grupo de obesidad mórbida tuvo recuentos de plaquetas y valores de proporción de plaquetas a linfocitos significativamente más altos. Los valores de recuento de glóbulos blancos y ancho de distribución de glóbulos rojos fueron más altos y estadísticamente significativos en la población obesa.36
Se concluye que los miARN circulantes son prometedores biomarcadores de diagnóstico de la obesidad y otros trastornos, como las enfermedades cardiovasculares. La detección temprana de cambios en los niveles de miARN circulantes representa una estrategia prometedora para caracterizar la obesidad y ajustar la dieta. Además, la presencia de biomarcadores en estadios iniciales suele asociarse a síndrome metabólico. Como resultado, la identificación de estos miRNA es una buena estrategia para el enfoque del diagnóstico, así como para prevenir las ocurrencias.33