Estimada editora:
Queremos expresar a través de su prestigiosa revista, los argumentos por los cuales consideramos una propuesta justa y necesaria el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz al contingente de médicos y profesionales de la salud Henry Reeve de Cuba.
Organizaciones internacionales propusieron al Contingente Henry Reeve, creado por el líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro en el 2005, para el Premio Nobel de la Paz por su respuesta global a la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2.1,2
Desde su fundación comienza su historia con múltiples vivencias que demuestran su aporte. Las primeras misiones fueron en Guatemala y Paquistán, países que en esos momentos enfrentaron las consecuencias de huracanes y un devastador terremoto. A partir de ahí, la sostenida labor de los miles de colaboradores en las brigadas del Contingente Henry Reeve, dejaron su huella en el mundo con la Operación Milagro, la creación de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) para becarios extranjeros, los terremotos de China y Haití, la lucha contra el ébola en África, y ahora, con su presencia en más de una veintena de países para el enfrentamiento a la COVID- 19.
Tales acciones sanitarias llegaron una vez más a la piel y al alma de muchos, que sintieron la mano, el calor y el regreso a la vida, por la contribución y el humanismo de los médicos cubanos, que nunca marcharon en busca de un premio, sino a brindar voluntariamente sus conocimientos y servicios.
Los pueblos reconocen la solidaridad internacionalista de Cuba. Tan grande es la obra humanista de las brigadas médicas cubanas en todos los rincones del planeta, que este galardón tan emblemático estaría justificado y devolvería todo su sentido al premio Nobel de la Paz.
Las brigadas médicas cubanas Henry Reeve merecen el Premio Nobel de la Paz porque salvaron en los últimos 15 años millones de vidas. Qué mayor mérito a favor de la paz, que es esencialmente vida, que el brindado desde el 2005 con dedicación, profesionalidad, altruismo y solidaridad por quienes además de garantizar la atención médica, llevan el acompañamiento humano, la alegría y la esperanza de vivir a los pacientes.3
Conceder el Premio Nobel de la Paz a las brigadas Henry Reeve significa otorgar esa distinción a un colectivo que verdaderamente aporta y trabaja por el bien de la humanidad. Al mismo tiempo, se dará una respuesta mundial a los que no pueden aceptar que un país pequeño y bloqueado por el imperialismo, pueda ofrecer un servicio tan grande a la humanidad.
No faltan las controversias en cuanto el otorgamiento del premio, pues con la noticia también aparecieron quienes una vez más intentan desacreditar la meritoria carrera de este grupo de profesionales que salvan desde la vocación, el amor y la ciencia. Otra vez Estados Unidos intenta la invisibilidad de la historia de la brigada médica cubana, en medio de una crisis sanitaria internacional, económica, política y ambiental que depara otra mirada desde la solidaridad.4
Esta ayuda ya no puede ser ocultada por los grandes medios de comunicación, porque pese al infame bloqueo impuesto por Estados Unidos, que dura más de 50 años, Cuba solidaria envía su ejército de batas blancas por todo el planeta para enfrentar la pandemia por la COVID-19.3
No pretendemos conformar una lista de aciertos y desaciertos; pero en el año de la COVID-19, no encuentro candidato más convincente para este Nobel que el Contingente Henry Reeve. Solo la manipulación puede dañar la imagen de una labor humanitaria sostenida que ha contribuido con resultados exitosos a la solidaridad y hermandad entre los pueblos del mundo, apoyando el más preciado de todos los derechos, la salud. El trabajo de esta brigada es una contribución incomparable a la vida y por ende a la paz.
Si el premio Nobel de la Paz se concede teniendo en cuenta el sacrificio, la entrega, la voluntad y el simple deseo de hacer el bien a los demás, entonces no cabe dudas que los médicos cubanos, desde el 1ro. de enero de 1959 hasta la actualidad siempre han sido merecedores y dueños de este premio, Ya tienen el premio de la dignidad, la ética y la honradez y mientras tanto continuarán recibiendo el aplauso, el respeto de su pueblo y el amor de los humildes, adjudicaciones que aunque no vienen testificados en la dote de Nobel, son el valor más apreciado.2
Seria de mucha nobleza que el Nobel de la Paz lo obtengan hombres dignos, desinteresados y abnegados. Valerosos soldados de la lucha contra la muerte y el dolor. Su abnegado trabajo dignifica y ennoblece a toda la humanidad. Como dijo Nuestro Apóstol José Martí: ¨HONRAR HONRA¨
“LA PATRIA OS CONTEMPLA ORGULLOSA”