Sr. Editor:
El artículo publicado por Ferrer Arrocha y otros,1 “Factores de riesgo relacionados con el sobrepeso y la obesidad en niños de edad escolar”, presentado en el volumen 92, número 2, año 2020, de la Revista Cubana de Pediatría, aborda un tema muy debatido y de actualidad, donde sus autores concluyen acerca de la influencia de factores prenatales como la nutrición materna, el alto peso al nacer y el abandono de la lactancia materna exclusiva. Si bien los factores de riesgo encontrados son de gran validez y sobre los cuales se debe actuar, es importante resaltar el riesgo que implica el sobrepeso y la obesidad en la niñez y la adolescencia, y sus consecuencias como puede ser el desarrollo de otras enfermedades en etapas posteriores de la vida.
La prevalencia global de la obesidad en los niños y los adultos no ha dejado de aumentar entre 1980 y 2013, tanto en los países desarrollados como en los que están en vías de desarrollo. Las prevalencias más altas se encuentran en las islas del Pacífico y del Caribe, y en los países de Oriente Medio y América Central.2) Este riesgo es especialmente importante si se tiene en cuenta que cada vez se detectan en niños más trastornos tradicionalmente asociados a la obesidad en los adultos, como diabetes mellitus tipo 2 (DMT2), hipertensión arterial, hiperlipidemia, enfermedad de la vesícula biliar, esteatohepatitis no alcohólica, apnea de sueño y complicaciones ortopédicas.
El sobrepeso y la obesidad en edad escolar, son en numerosas ocasiones tomados por los familiares como un estado transitorio en la vida del niño y que desaparecerá posteriormente, sin embargo, con frecuencia el niño y adolescente obesos lo sigue siendo una vez alcanzada la madurez. Ahora bien, existen tres condiciones de alta incidencia a las que nos gustaría referirnos en esta carta.
En primer lugar, la obesidad en niños y adolescentes se asocia con un aumento en la incidencia de los componentes del síndrome metabólico,3) tanto en esta etapa de la vida como en la adultez, con el consiguiente aumento del riesgo cardiovascular y de mortalidad global que trae consigo este síndrome. Este efecto puede derivarse, entre otros elementos fisiopatológicos, de la inflamación crónica de bajo grado a la que está sometido el individuo obeso, el estrés oxidativo que se genera a nivel celular, y la resistencia a la insulina que constituye la piedra angular de esta alteración y otras asociadas.
Con el incremento del sobrepeso y la inactividad física, la DMT2 en niños y adolescentes se ha incrementado en los últimos años,4 y al igual que en la diabetes tipo 1 aumenta el riesgo de desarrollar complicaciones en la adultez temprana. Esto genera un impacto significativo sobre el individuo y su calidad de vida, la familia y la comunidad. No obstante, la información disponible sobre la prevalencia de DMT2 en niños y adolescentes es limitada en el mundo y Cuba. Esta situación no justifica la valoración oportuna de los factores de riesgo previo a su aparición y una vez establecida.
Por otro lado el cáncer, una comorbilidad asociada frecuentemente a la obesidad en adultos, también tiene una elevada incidencia antes de los 30 años, en pacientes que presentaron algún grado de sobrepeso u obesidad durante adolescencia. En el estudio realizado en Israel,5 donde se evaluaron 2,3 millones de adolescentes, se determinó que un incremento del IMC (≥85 percentil) en esta etapa de la vida se asoció a un mayor riesgo de incidencia de cáncer en ambos sexos, después de 10 años, tanto para hombres como para mujeres. Además, se planteó un aumento de la mortalidad por cáncer en etapas posteriores en este grupo de adolescentes. Los tipos de cáncer con una fuerte asociación con la obesidad en la adolescencia en dicho estudio fueron el de colon, esófago, hepatocelular, pancreático y riñón en el caso de los hombres, y colon, esófago, hígado, biliar y ovarios en el caso de las mujeres y un efecto inverso para el cáncer de mama premenopáusico.
En Cuba, son escasos los estudios de seguimiento en grandes cohortes a niños y adolescentes obesos que permitan determinar las variaciones de su peso en etapas posteriores de su vida y la consiguiente relación causal con enfermedades como la DMT2, el síndrome metabólico con sus diferentes componentes y el cáncer. De ahí que los autores de esta carta, estimulen a Ferrer Arrocha y otros1 a seguir a sus pacientes prospectivamente buscando estas asociaciones, así como en poblaciones de mayor tamaño. Esto permitirá sin dudas tener una aproximación al impacto de la obesidad en la salud de niños y adolescentes cubanos. En tanto, se debe actuar precozmente sobre los factores de riesgo conocidos incluso desde la etapa prenatal y evitar la aparición de la obesidad en el niño con las consecuencias que de ella se derivan a corto y largo plazo.