INTRODUCCIÓN
Para la mayoría de los profesionales de la medicina de urgencias y medicina intensiva, las enfermedades relacionadas con los accidentes de buceo son aún desconocidas por su baja prevalencia.1 Los llamados accidentes de buceo tienen baja incidencia, pero gravedad variable. El buceador que sufre un accidente de buceo, se convierte en un enfermo afectado por trastornos sintomáticos que oscilan desde leves, hasta muy graves y en raras ocasiones críticos con peligro para la vida.2
La enfermedad descompresiva es un síndrome embólico gaseoso multifocal, la cual suma, además del proceso isquémico, todo un conjunto de alteraciones físico químicas, a partir de las cuales se desarrollan alteraciones hemodinámicas y reológicas importantes, secundarias a la presencia de burbujas de nitrógeno en el torrente circulatorio, que dan lugar a una auténtica enfermedad sistémica.(2,3.4,5) La enfermedad descompresiva se encuentra dentro de las enfermedades disbáricas. Es una de las formas de presentación de los accidentes de buceo, obedece intrínsecamente a variaciones de presión como factor causal y adopta una personalidad propia.2,5
Entre los factores que pueden desencadenar esta enfermedad están: La sobresaturación por disminución brusca de la presión ambiental, no respetar las normas de descompresión, realizar ejercicio físico antes y después de la inmersión, la hipotermia, ingestión de alcohol, comidas copiosas y la temperatura del agua.2,4,6 Otros autores describen factores individuales, como la edad, el sexo, tipo constitucional, consumo de medicamentos, antecedentes de accidentes anteriores y factores dependientes del buceo entre los que citan, la profundidad y el tiempo de la inmersión.7
Se debe sospechar la enfermedad, luego de una inmersión, cuando un buzo presente prurito, manchas en la piel, dolor muscular o articular, dificultad para movilizar brazos o piernas, hormigueo o insensibilidad de áreas corporales, retención urinaria, trastornos del habla, de la visión o audición, cansancio desproporcionado, disnea, alteración de la conciencia y vértigo.
Dada la baja prevalencia de las enfermedades relacionadas con los accidentes de buceo, se decide dar a conocer una de las formas de presentación en los servicios de urgencias, que requieren rapidez en el diagnóstico y conducta terapéutica.
CASO CLÍNICO
Paciente masculino de 23 años de edad, buzo aficionado, con historia de haber realizado una inmersión el día anterior a la presentación de los síntomas, a una profundidad de 20 metros, durante 40 minutos y el día en que presentó el cuadro clínico, a una profundidad de 60 metros durante 90 minutos, con escape a la superficie sin hacer parada de descompresión. Fue llevado al cuerpo de guardia del hospital, para su valoración por el especialista en medicina subacuática, por presentar de forma brusca, calambres, pérdida total de la fuerza muscular en miembros inferiores y disminución de la fuerza muscular en miembros superiores, así como falta de aire, opresión torácica, relajación de esfínter anal y vesical e intranquilidad.
Al examen físico: Temperatura, 38 0C; cuello con aumento de volumen y crepitación; tórax, en región supraclavicular derecha se encontró zona de crepitación del tejido celular subcutáneo, con hematoma a ese nivel. Sistema respiratorio, murmullo vesicular rudo; frecuencia respiratoria de 18'. Sistema cardiovascular, latidos cardiacos rítmicos; frecuencia cardiaca 92'; presión arterial 159/100 mmHg. Sistema nervioso, paciente agitado, consciente, orientado en tiempo, espacio y persona, con lenguaje claro y coherente, memoria conservada, pérdida total de la fuerza muscular, de la sensibilidad superficial y profunda, abolición de los reflejos osteotendinosos en ambos miembros inferiores y disminución de estos y de la fuerza muscular, en miembros superiores.
En los complementarios realizados de urgencia:
Hemograma: Hemoglobina 13,8 g/L; leucocitos 10,0x109/L; segmentados 0,73; linfocitos 0,25; eosinófilos 0,01; monocitos 0,01.
Gasometría arterial: PaO2, 85 mm Hg; PaCO 2, 30 mm Hg; pH, 7,47.
Ionograma: Na, 140 meq/L; K, 4,1 meq/L; Cl, 99 meq/L; Ra 21 meq/l.
Rayos X de tórax: Opacidad difusa en ambos campos pulmonares.
ECG: Taquicardia sinusal.
El diagnóstico clínico fue, enfermedad descompresiva grave o tipo II y barotrauma pulmonar.
La conducta seguida incluyó ingreso en sala de terapia intensiva, reportado grave y tratamiento recompresivo de urgencia en barocámara. Estadía: 30 días.
COMENTARIOS
La enfermedad descompresiva representa el 88 % de los accidentes de buceo, dependiente de los gradientes de presión (enfermedad disbárica). Se presenta con mayor frecuencia en buceadores deportivos, teóricamente expertos tras inmersiones a profundidades superiores a los 25 metros, en el 75 % de los casos y superiores a los 40 metros en el 33 %. El periodo de latencia de la aparición de los síntomas es de unas 6 horas en el 96 % de los casos.8
La enfermedad descompresiva (también llamada "enfermedad de los cajones", "mal o enfermedad del buzo", o "ataque de presión") fue observada por primera vez en el siglo XIX, en los trabajadores de los compartimentos neumáticos, también llamados "cajones hincas" o simplemente "cajones", empleados en la construcción de túneles o pilares de puentes, bajo los cauces de los ríos o canales. Adquirieron significativa resonancia los accidentes acaecidos durante la construcción del puente de Brooklyn en Nueva York.8,9,10
Esta enfermedad fue relacionada por primera vez con microoembolismos gaseosos por Paul Bert, fisiólogo francés, quien publicó en 1878, su obra "La pression Barométrique".9,11Paul Bert y John Scott fueron los que en el siglo XIX, hablaron de la utilización exitosa de la cámara hiperbárica, en el tratamiento de la enfermedad por descompresión característica de los buceadores. Estos hallazgos se consideran como el inicio de la evolución de la medicina hiperbárica.11
La enfermedad descompresiva en el buceo, es debida a la disolución de nitrógeno en los tejidos del cuerpo durante la inmersión, que al no ser eliminado correctamente durante el ascenso, con las correspondientes paradas, puede ocasionar diferentes problemas fisiológicos al buceador.9,10
Holding en 1960 clasificó la enfermedad, según la gravedad, en enfermedad descompresiva leve o tipo I y grave o tipo II. La enfermedad descompresiva leve o tipo I cursa con manifestaciones músculo esqueléticas y alteraciones cutáneas, mientras que en la enfermedad grave o tipo II, afectan la esfera neurológica y cardiorrespiratoria, por separado o ambos tipos pueden imbricarse e ir acompañadas de isquemia local, hemoconcentración y shock hipovolémico, que determinará mayor gravedad del cuadro.8,10
Otros autores han propuesto una enfermedad descompresiva tipo III, en la que se combinaría la sintomatología de la enfermedad descompresiva y del síndrome de expansión intratorácica. Golding considera además, un tipo de enfermedad descompresiva crónica u osteonecrosis disbárica.8,9
La persona enferma debe enviarse cuanto antes al hospital más cercano, dar los primeros auxilios y organizar la transportación a un centro con disponibilidad de servicio hiperbárico calificado, que incluya tratamiento en cámara hiperbárica multiplaza.12
El pronóstico depende de la gravedad del cuadro clínico y de la prontitud en el inicio del tratamiento. Los accidentes tipo II comprometen la vida y el pronóstico a corto plazo es reservado. A largo plazo tienen la tendencia de dejar secuelas invalidantes. La resolución completa de los síntomas en la enfermedad descompresiva tipo II, es de al menos el 75 % de los casos, mientras que en el 16 % pueden quedar síntomas residuales pasados los tres meses. El retraso del tratamiento (posterior a 12 horas) disminuye el éxito en la resolución de los síntomas, de un 75 % a un 57 %.1,11
Dada la gravedad de los accidentes de buceo y en particular la enfermedad descompresiva tipo II y tipo III, es de gran importancia conocer las medidas para la prevención de los accidentes: Incluyen el entrenamiento de todo el personal, tanto de buceo deportivo como profesional, conocer la enfermedad y las consecuencias de violar las normas, como las paradas reglamentadas, la profundidad alcanzada y el tiempo de permanencia en la profundidad.7,8