INTRODUCCIÓN
La familia como agente socializador primario es esencial para el desarrollo integral de los niños y adolescentes. También es indispensable en este propósito la existencia de vínculos estables entre la familia, escuela y comunidad. Sin embargo, no siempre el proceso de socialización transcurre de manera adecuada. En este contexto pueden desarrollarse trastornos del comportamiento en niños y adolescentes, que en ocasiones se relacionan con la comisión de hechos que la ley tipifica como delitos y aunque las causas pueden ser disímiles, sin lugar a dudas, es decisivo el rol educativo de la familia en su atención.
En la provincia de La Habana, en los últimos años, se ha mantenido la ocurrencia de hechos delictivos con participación de menores de edad, a muchos de los cuales se les aplicó medida de internamiento en la Escuela de Formación Integral "José Martí" (EFI) por la peligrosidad de los hechos y la gravedad de la conducta de los participantes.1 Una incidencia directa en esta situación operativa la tiene la familia, como máxima responsable de la educación y el control de sus miembros, sobre todo de los infantes.
Esta investigación responde al banco de problemas del Consejo Nacional de Atención a Menores (CNAM), en el cual se recoge la insuficiente preparación de la familia para la atención a los egresados en su reinserción social. Aunque diferentes organismos e instituciones, entre ellas el Sistema de Atención a Menores, trabajan en función de la atención a niños, niñas, adolescentes y el adecuado funcionamiento de la familia, persisten deficiencias en la caracterización sociopsicológica de estas, lo cual se considera una debilidad en el trabajo integral con estos infantes.
El presente artículo tiene como objetivo analizar las características sociopsicológicas que presentan las familias de los adolescentes con trastornos del comportamiento.
MÉTODOS
Se realizó un estudio de tipo exploratorio, descriptivo cuantitativo y cualitativo en la Escuela de Formación Integral "José Martí", con 18 familias de adolescentes.
Se utilizó el estudio de casos múltiples para la exploración de las vivencias de los miembros de las familias. A los padres se les aplicó la entrevista narrativa, la planilla de composición familiar, el escudo de armas familiar (2 y el test de funcionamiento familiar.3
Con los adolescentes, de forma individual, se emplearon el dibujo de la familia y la composición "Mi familia es…". Además, se llevó a cabo el análisis de documentos rectores de la EFI y del CNAM, y expedientes de los adolescentes internos. Estos datos fueron tomados por psicólogos.
El análisis de las técnicas mencionadas se realizó tomando en consideración las siguientes variables:
Variables sociodemográficas: Edad, sexo, color de la piel, nivel de escolaridad, inserción social, ocupación laboral, ingreso familiar, creencias religiosas.
Estructura familiar: Roles, redes sociofamiliares, relaciones de poder, límites, espacios, reglas.
Funcionamiento familiar: Cohesión, comunicación, armonía, conflictos, adaptabilidad, funciones, nivel de funcionalidad.
Subjetividad familiar: Identidad familiar y proyectos familiares.
Desde el punto de vista ético, se contó con el consentimiento informado de los participantes. La información obtenida se manejó de forma confidencial, incluyendo la evitación de conflictos entre los adolescentes y sus familias. Al concluir la investigación se realizó la retroalimentación a las familias de la información analizada.
RESULTADOS
Sociodemográficamente las familias estudiadas se caracterizan, en cuanto a la edad, por tener la mitad de sus miembros en la adultez (39 adultos medios y 6 adultos mayores), seguidos en cuantía por 24 adolescentes, 11 niños y 10 jóvenes.
Con respecto al sexo, de los 90 miembros, 48 pertenecen al masculino, y 42 al femenino.
Hay predominio del color de la piel negra, presente de manera total en 13 familias.
En cuanto al nivel de escolaridad, predomina el nivel bajo y medio, con 44 y 32 miembros respectivamente.
Respecto a la ocupación laboral, de los 49 miembros en edad laboralmente activa, 39 trabajan, 16 vinculados al cuentapropismo y el resto al sector estatal en actividades de servicio.
Los ingresos económicos provienen del trabajo de los miembros o de otras actividades informales; una familia recibe remesas de exterior. En 10 de las familias, los ingresos son bajos e inestables.
Las condiciones de vida son buenas en 8 familias; mientras que en el resto son regulares y malas, con problemas infraestructurales de vivienda y de recursos materiales.
En la mayoría de las familias se practican religiones de origen afrocubano.
Sobre las características estructurales de las familias, se constató que con respecto a los roles genéricos existe una concepción tradicional de estos en 15 de los hogares, con una distribución no equitativa de las tareas domésticas, en las cuales las mujeres asumen un rol protagónico con vivencias de insatisfacción y malestar.
En cuanto a los roles parentales, sólo en 4 familias hay presencia del padre y la madre y existe corresponsabilidad en la educación de los hijos (con excepción de 1 en que el padre es alcohólico); del resto, la mayoría son extensas y le siguen reensambladas, en las cuales existen dificultades en torno al rol de padrastro -asociadas a la comunicación deficiente con los hijos de la pareja- y/o sobrecarga en el rol materno. Son las madres quienes principalmente toman las decisiones sobre sus hijos y asumen la responsabilidad de educarlos, ya que en 14 de las familias estudiadas ambos padres están separados y los adolescentes viven con las madres, aun cuando haya algunos casos en que los padres presentan una conducta proactiva en cuanto a la satisfacción de las necesidades de los hijos, o exista una figura masculina en la familia dígase padrastros o tíos, es la madre quien tienen la mayor responsabilidad con la descendencia.
Existe un desequilibrio en el ámbito doméstico en cuanto a las relaciones de poder, pues en las 18 familias estudiadas se manifiesta un empoderamiento de la mujer en este ámbito, con protagonismo en las tareas domésticas, regulación de las relaciones familiares; mientras los hombres se centran en las responsabilidades económicas, en el trabajo fuera de la casa y propiciar el sustento económico de la familia. Respecto a la gestión económica, el poder, se da en estas familias de manera complementaria entre ambos sexos, ya que la mujer también dedica parte de su tiempo y toma responsabilidades en la manutención de la casa.
Según el test para la evaluación del funcionamiento familiar existe un predominio de las familias disfuncionales, de las dieciocho familias, quince son disfuncionales en diferentes grados y sólo tres son funcionales.
En las familias funcionales existen ambientes armónicos y muestras de afectividad, pero hay escaso control sobre las actividades que realizan los menores del hogar. Los padres desarrollan estilos educativos permisivos, justifican los errores y comportamientos inadecuados de sus hijos, sin tomar el control educativo.
En las otras 15 familias estudiadas existe una dinámica intrafamiliar que afecta su estructura y el desempeño de sus funciones, sin lograrse un equilibrio adecuado a lo interno. Son familias disfuncionales, en las cuales los miembros que las integran presentan dificultades tanto en la comunicación interpersonal, como en la armonía, la educación y el control de los menores de la casa. Son familias donde existe violencia intrafamiliar, que viven en regulares y malas condiciones materiales, existe promiscuidad y hacinamiento.
Tanto en las familias funcionales como disfuncionales los adolescentes tienen un nivel de independencia que no se corresponde con su edad cronológica ni psicológica.
En 10 de las familias se caracterizan por ser desligadas, existe un bajo nivel de cohesión, se realizan escasas actividades familiares en conjunto o con los adolescentes. En las familias en que existe armonía no es a base de consensos familiares o una adecuada gestión de las diferencias sino de un acople funcional o de posturas cedidas. Se manifiesta poca correspondencia entre los intereses de cada uno de los miembros de la familia y no se jerarquizan las necesidades de los hijos. Las normas familiares no son explícitas o no se cumplen. En estas familias se encuentran afectados los patrones comunicativos, lo que se une a inadecuados estilos de resolución de conflictos. Existe tendencia a la escasa adaptabilidad condicionada por rivalidades o posiciones asimétricas de sus miembros.
Los datos relacionados con las funciones familiares arrojan, en cuanto a la económica, que los ingresos familiares son insuficientes, cubren las necesidades básicas de los miembros de las familias estudiadas; aunque no siempre se jerarquiza la satisfacción de las necesidades más perentorias. La situación económica de las familias no es favorable, ya que generalmente son extensas, con varios menores de edad y algunos adultos mayores; el nivel educacional de los adultos es medio o bajo y se vinculan a trabajos mal remunerados. Con relación a la función biológica, las familias estudiadas se caracterizan, de manera general, por la presencia de una pareja de convivencia estable en el hogar; aunque existen 6 casos de promiscuidad asociada a la figura materna, que es fuente de conflicto en el subsistema materno-filial. En cuanto a la función espiritual-cultural no existe un reconocimiento de las necesidades espirituales de los hijos ni prioridad para su satisfacción. En relación con la función educativa, las madres representan un rol más activo, ya que a ellas se asignan la responsabilidad del cuidado y control de las actividades que realizan los hijos menores o adolescentes. Sin embargo, los principales estilos educativos utilizados por los representantes legales son la permisividad y la negligencia. Son muy pocas las familias estudiadas que dedican espacios para trasmitir las adecuadas pautas de comportamiento y los valores que identifican en la familia.
En 3 de las familias del grupo de estudio han ocurrido crisis paranormativas por desmoralización como reclusión penitenciaria de dos padres y una madre, violación de una menor y posterior ingreso a una casa de niños sin amparo filial; lo cual ha tenido un impacto negativo en esas familias, pero también en la subjetividad de la descendencia.
En relación a los proyectos futuros de las familias estudiadas, se evidencia inmediatez en estos, con poca elaboración personal y escasez de metas como familia, vinculados fundamentalmente al mejoramiento de las condiciones de vida.
Los adultos de las familias identifican como valores propios la familiaridad, sinceridad, honestidad, solidaridad, respeto y humanidad.
DISCUSIÓN
El bajo nivel de escolaridad, la estructura socioclasista y los bajos ingresos no favorecen la movilidad social ascendente de las familias, lo cual, unido a las condiciones de disfuncionalidad familiar, contribuye a la reproducción de estas características de una generación a la siguiente; este resultado coincide con resultados de investigaciones anteriores sobre familia y pobreza.4
El perfil sociodemográfico de las familias de adolescentes con trastornos del comportamiento internos en la EFI coincide con la caracterización de familias en situación de vulnerabilidad social estudiadas en barrios de La Habana por un equipo de investigación del Centro de Investigaciones y Psicológicas.5 En este se define un patrón con presencia de familias extendidas, monoparentales y los hogares unipersonales, con jefatura de hogar femenina; preferentemente de personas negras y mestizas, adultos medios y mayores, con bajo nivel de escolaridad, entre otras características.
En cuanto a la estructura familiar el comportamiento de los roles genéricos se corresponde con la concepción tradicional, la división sexual del trabajo, a pesar que las madres también han conquistado el espacio público, por lo cual ahora vivencian sobrecarga en su rol.
El desempeño de los roles parentales se encuentra condicionado en la mayoría de las familias por la no convivencia entre padres e hijos, con desatención paterna de la descendencia. La ausencia de la figura paterna, tanto física como afectivamente, es una condición desfavorable para el desarrollo de los hijos y debe tenerse en cuenta al analizar la aparición de conductas desviadas.6 Ante la ausencia paterna se hace depositaria a la madre de las responsabilidades para con los hijos, la cual no siempre garantiza adecuados niveles de comunicación, demostración de afecto y seguridad, ejercicio de la autoridad. Cuando el comportamiento materno- paterno no se proyecta sobre la satisfacción de las necesidades básicas de los hijos - léase tanto materiales como espirituales - la función parental no se desarrolla de manera eficaz y limita el adecuado crecimiento de los hijos como personas y seres sociales.7
La presencia de figuras masculinas adultas por lo general no se asocia al padre de los adolescentes, por tanto, la responsabilidad educativa es asignada/asumida por la madre, aunque influyen en la educación todos los miembros de la familia de manera directa o indirecta a través de las acciones cotidianas desarrolladas, lo cual no ha tenido un saldo positivo en la formación de los adolescentes.
Las manifestaciones de las variables sociodemográficas se asocian a la convivencia en familias medianas multigeneracionales donde predominan los adultos, lo cual podría suponer una atención educativa satisfactoria de los adolescentes; pero no sucede así. Esta convivencia multigeneracional ocurre en hogares con condiciones habitacionales desfavorables - ya sea por la infraestructura o el hacinamiento existente -y bajos ingresos procedentes del trabajo. Todo ello tiene una influencia negativa en la dinámica familiar en tanto es fuente de conflictos y de insatisfacción de necesidades materiales básicas. De forma general los adolescentes carecen de un espacio propio, físico y psicológico, donde cuenten con tranquilidad y privacidad. Esta puede ser una causa por la que dedican más tiempo a actividades fuera del hogar, estableciendo relaciones con personas ajenas al medio familiar, unido a que la realización de actividades en compañía de sus iguales constituye una preferencia en la etapa de la adolescencia.
Las relaciones de poder dentro de las familias se establecen basadas en el género, pues, aunque las mujeres tienen un papel esencial en la dinámica cotidiana de la familia - proyectadas hacia el especio privado, pero también hacia el público - en las familias donde existe un hombre adulto este es reconocido como el jefe de hogar, lo cual demuestra la persistencia de los estereotipos de género tradicionales en la muestra.
Las crisis normativas por desmoralización ocurridas en las familias asociadas a historias de conducta antisocial y violenta son factores de riesgo psicosocial que inciden en las conductas desviadas de los adolescentes. Además, coexisten la despreocupación por las actividades de ocio en que participan los hijos, desconocimiento de sus necesidades emocionales y agresión verbal o física como método disciplinario, las cuales constituyen prácticas educativas de riesgo.
La disfuncionalidad familiar es otro factor de riesgo para los trastornos de conducta de los adolescentes. Estas distorsiones familiares en situaciones de desventaja social traen consecuencias negativas para la formación y desarrollo de la personalidad de los hijos.7
Los límites internos son cerrados y los límites externos son abiertos, lo cual habla de una marcada identificación de los miembros de la familia con personas fuera del sistema familiar, dígase amigos o vecinos, con los cuales prefieren pasar la mayor parte del tiempo e intercambiar sus preocupaciones, lo cual demuestra escasa cohesión al interno del núcleo familiar. Los miembros de la familia tampoco logran encontrar acuerdo para la toma de decisiones familiares. Sin embargo, ante situaciones de crisis como la enfermedad de uno de los miembros la familia se moviliza; pero no es una conducta cotidiana. Los vínculos afectivos están presentes, pero no se cuenta con los recursos psicológicos para expresar de manera adecuada las emociones tanto positivas como negativas.
La comunicación entre los miembros de la familia es básicamente informativa, con empleo de estilos comunicativos defectuosos: uso de dobles mensajes, silencios, agresividad, lo cual tiene una directa relación con la formación de la personalidad de los hijos, y conlleva a dificultades en la socialización y en el desarrollo afectivo y cognitivo de estos.8 Ello coincide con los resultados de investigaciones anteriores9 en familias con bajo capital económico, en las cuales se evidencia una primarización de la vida cotidiana y que están muy centradas en la subsistencia económica del hogar, con manifestaciones de una comunicación encubierta y disfuncional.
Se pudo constatar que las relaciones emocionalmente distantes entre los miembros de la familia condicionan que los padres no conozcan con quien se relacionan sus hijos y lo que hacen; lo cual favorece que los adolescentes -al no tener control parental, ni el apoyo familiar- desarrollen conductas que violan las normas sociales. Los adolescentes se encuentran en una etapa del desarrollo en la que expresan rebeldía, como parte de la crisis del desarrollo por la que atraviesan, pero un buen manejo por parte de la familia influiría de manera positiva el tratamiento de esta.
La escasa adaptabilidad de estas familias se demuestra en estas dificultades para la atención del tránsito de los hijos hacia la adolescencia, con problemas para el establecimiento de una comunicación clara y directa, reglas y límites mediante los cuales ejercer la autoridad parental desde etapas anteriores del desarrollo y que ahora se contextualicen a las nuevas características psicológicas del hijo adolescente.
La armonía se encuentra afectada por la presencia de conflictos, que no se gestionan de manera eficiente al existir también dificultades en la comunicación. En algunos casos las contradicciones no son negociadas sino asimiladas de una manera acrítica, para evadir los conflictos familiares, pero ello no favorece la resolución del problema, sólo lo retarda y complejiza. En otras familias se usan estrategias invasivas las cuales tiene un alto potencial patógeno que agudizan las tensiones familiares.8
Al analizar el cumplimiento de las funciones familiares se verifica el cumplimiento de la económica con participación de todos los miembros en edad laboral, aunque por la concepción patriarcal dominante siempre se reconoce al hombre como el responsable de la manutención familiar; mientras que a la mujer se le asocia con el desempeño de las tareas en el espacio privado. Las mujeres de estas familias vivencian malestares por el exceso de tareas que además no son reconocidas, pero la forma de minimizar esta sobrecarga es ineficiente porque no se traduce en redistribución de las tareas sino en aumento de los conflictos.
En cuanto a la función biosocial la existencia de promiscuidad materna en algunos de los hogares es fuente de conflicto entre madres e hijos, al igual que algunas relaciones de pareja disfuncionales entre las madres y los padres/padrastros. Estos modelos de relación amorosa constituyen los referentes más directos y cercanos que tienen los adolescentes para la conformación de su propia relación de pareja.
La satisfacción de las necesidades espirituales y de superación cultural no es legitimada en las familias como prioridad, por lo que se satisfacen de manera espontánea, sin intencionalidad, o se depositan en la escuela.
La función educativa se expresa en el cumplimiento de las anteriores en tanto cada actividad cotidiana encierra un mensaje educativo para los miembros de la familia. Existe escaso control educativo sobre los hijos, condicionado entre otros elementos por la deficiente comunicación con los adolescentes, que no permite el conocimiento de sus intereses, actividades ni relaciones,10 lo cual da cabida al desarrollo de conductas discordantes con las normas sociales. Se evidencian como estilos educativos más empleados el permisivo y el negligente, con uso de violencia física y verbal.11 La escasa monitorización de las conductas de los hijos o el bajo nivel de involucración positiva están considerados como variables sociofamiliares en la etiología de los trastornos de comportamiento.12
Los modelos de comportamiento que existen en la familia son esenciales para estos adolescentes pues la imitación es la forma principal de aprendizaje dentro del hogar, y en algunas de estas existen antecedentes delictivos y policiales, los estilos relacionales y de comunicación son defectuosos, al igual que la solución de los conflictos; todos estos se instituyen como factores de riesgo a nivel familiar.
Los proyectos de vida familiares poseen como objetivo fundamental mejorar la economía familiar, lo que es reflejo de la situación de precariedad que presentan, que solo les permite visibilizar la satisfacción de necesidades básicas.
En cuanto a los valores las familias identifican los anhelados, pero no existe una correspondencia entre el discurso y la materialización comportamental. Los adultos intentan proteger la imagen del medio familiar mencionando valores positivos. Con los hijos de manera general no existen espacios de intercambio para la trasmisión de valores por las características de la dinámica familiar, y en las escasas familias en que ocurre el discurso es moralizante, por lo cual no genera una identificación en los adolescentes.
Para concluir resulta válido señalar que la manifestación de las características socio psicológicas familiares indica que estas son familias en situación de vulnerabilidad social, condición que emerge como factor de riesgo para los adolescentes con trastornos del comportamiento,13 lo cual no favorece la reinserción en su medio, una vez que termine el período de internamiento. Se hace imprescindible la intervención multisectorial en estas familias en aras de mejorar sus condiciones funcionales y de vida.