INTRODUCCIÓN
La cara, más allá de ser la región anatómica anterior de la cabeza, representa cerca del 3 % de la superficie corporal. Es la región en la cual confluyen estructuras complejas, como los órganos sensoriales y además, dada su ubicación, asume un rol muy importante en cómo se representan los seres humanos entre sí, y ante la sociedad.1
La asimetría facial subclínica es común y se puede considerar dentro de los parámetros de normalidad. Esta asimetría se convierte en enfermedad cuando presenta alteraciones funcionales y cosméticas que implican dolor o modificaciones de la dinámica de las funciones (desencadena cambios adaptativos y degenerativos de la morfología normal) y alteraciones psicosociales ocasionadas en parte por la anomalía de la forma facial.2
Las deformidades faciales (DF) se expresan como alteraciones métricas perceptibles en la proporción o simetría facial, en desacuerdo con los cánones de belleza y aceptación social históricamente concretos, con repercusión en la psicología del paciente y su entorno.3,4
Las DF pueden ocurrir por diversas circunstancias, y pueden ser adquiridas o no. Estos defectos pueden tener varios orígenes: derivados de traumas, infecciones, tratamiento quirúrgico a entidades patológicas tumorales y defectos congénitos. La etiología es de carácter multifactorial; la más frecuente, se debe a secuelas postquirúrgicas de entidades nosológicas y los accidentes que provocan traumas de mediana o alta energía mal tratados o no diagnosticadas, pueden causar deformidad en la cara.1,5,6,7
Cualquier paciente con alguna deformidad bucomaxilofacial sufre serios conflictos de identidad y socialización. Muchos casos se tornan psicológicamente traumatizados y se aíslan de los grupos sociales, pues la apariencia está directamente relacionada con la estabilidad emocional.8
Entre el 5 y 12 % de la población presenta deformidad dentofacial, que va a determinar una deficiencia funcional y estética.9 A este dato escapan otras causas no registradas, como las deformidades congénitas o posoncológicas, lo cual hace suponer un porcentaje mayor de prevalencia.
No se encontró en la bibliografía revisada, ningún estudio nacional o internacional que caracterice o agrupe las deformidades con independencia de su origen causal.
Con esta investigación, se persigue el objetivo de caracterizar a los pacientes con deformidades faciales de acuerdo a sexo, edad, etiología y localización; así como determinar la relación entre ellas.
MÉTODOS
Se realizó un estudio descriptivo de corte transversal, en pacientes con diagnóstico de deformidad facial, que acudieron al Servicio de Cirugía Maxilofacial del Hospital “General Calixto García”, en el período comprendido desde noviembre del 2016 a noviembre del 2019. Fueron incluidos 46 pacientes tratados en consulta, mayores de 18 años, con el diagnóstico positivo de deformidad facial, quienes dieron su consentimiento informado a participar en el estudio.
Se utilizaron las variables:
Edad: agrupada en 18-29 años; 30-39 años; 40-49 años; 50-59 años; y 60 y más años.
Sexo.
Localización de la deformidad: auricular, orbitomalar, mandibular, maxilar, nasal y más de una región.
Etiología: congénita (cuando el paciente nació con ella, aun cuando haya sido tratado); traumática (resultante de un trauma a los tejidos, ya sea físico o químico); y oncológica (cuando la deformidad apareció como secuela quirúrgica del tratamiento oncológico).
La recolección de los datos se realizó en una planilla, vaciada para su procesamiento en una base de datos IBM SPSS Statistics 22.
Se utilizaron métodos de la estadística inferencial y analítica como medidas de dispersión y tendencia central. Se utilizó la prueba exacta de Fisher con un nivel de confianza al 95 % para determinar las relaciones analíticas entre las variables estudiadas. Se calcularon frecuencias, porcentajes y proporciones.
Se cumplió con procedimientos de buenas prácticas clínicas y de la investigación. A cada paciente se le pidió su consentimiento informado verbal y por escrito, para la utilización de sus datos en el estudio. La presente investigación es el resultado de un proyecto aprobado por el consejo científico y comité de ética de la entidad.
RESULTADOS
Las deformidades faciales se observaron en todos los grupos de edades previstos para la investigación, con predominio discreto del grupo comprendido entre 30-39 años, con el 21,8 % de la serie (tabla 1). El rango de edad estuvo entre 20 y 79 años y la edad media de 56 años. Con respecto al sexo, se observa discreto predominio del masculino, con el 54,3 % de los casos. La asociación del sexo con los grupos de edades no fue estadísticamente significativa (prueba exacta de Fisher = 0,975; p = 0,959).
La tabla 2 muestra la distribución los casos según etiología, por grupos de edades. Se evidencia el predominio de la etiología traumática, con 67,4 % de los pacientes. Dentro de esta categoría, el grupo de edades entre 40-49 años, con 9 pacientes, representa el 19,6 % del total, por encima de congénitas y oncológicas, con 9 (19,6 %) y 6 (13,0 %) respectivamente. Estas diferencias no fueron estadísticamente significativas (prueba exacta de Fisher = 16,85; p = 0,005).
En la tabla 3 se muestra la distribución entre cada una de las alternativas etiológicas. En la traumática, la distribución del sexo sigue la global de los pacientes, con cifras muy similares; en las congénitas, el predominio es femenino (13,0 %), en la oncológica, predomina el sexo masculino (10,9 %). La asociación no fue estadísticamente significativa (prueba exacta de Fisher = 3,418; una p = 0,193).
La tabla 4 muestra la distribución según localización y grupo de edades. Se observa que el 26,1 % de los pacientes correspondió a deformidades faciales que abarcaban más de una región anatómica facial, seguidas por las deformidades nasales y auriculares en ese orden, con 21,7 % y 19,6 % respectivamente. Entre estas tres alternativas, se encuentran más del 70 % de los casos. Estas diferencias no resultaron estadísticamente significativas.
La localización según el sexo (tabla 5), evidencia que en los pacientes con deformidades faciales localizadas en más de una región, hay una relación 2:1 a predominio masculino, a diferencia de las localizadas en la región auricular, con una relación 8:1 a predominio femenino. La localización maxilar tiene una razón de 7:1 a predominio masculino. No hubo asociación estadísticamente significativa entre estas variables.
Al relacionar las variables localización y etiología, se aprecia predominio de las deformidades auriculares y más de una región de etiología traumática, con el 19,6 %. En ambas alternativas los pacientes con deformidades nasales predominaron, tanto en la etiología congénita como oncológica. Las diferencias observadas no fueron estadísticamente significativas (prueba exacta de Fisher = 15,73; p = 0,032).
DISCUSIÓN
Las deformidades faciales son un punto álgido dentro del desarrollo investigativo de la especialidad. En la bibliografía consultada no se encontraron estudios correspondientes que profundicen en su caracterización. Los estudios publicados van enfocados a secciones del tema con un enfoque al tratamiento, fundamentalmente en dependencia del tipo de deformidad o su etiología. Dejan de ubicar como centro a este problema de salud, para profundizar en las necesidades reales, para el desarrollo de los puntos ciegos de esta entidad.
Gutiérrez Blanco y otros10 analizan la tasa de prevalencia de necesidad de prótesis bucomaxilofacial y reportan predominio del grupo etario de 60 y más años, con una tasa de 7,3 por cada 10 000 habitantes, seguido por las edades entre 35 y 59 años, para una tasa de 5,3. Este estudio no coincide con estos resultados, pues el grupo etario más representado fue el de 40 - 49 años. Con respecto al sexo, se observa que el masculino es el que mayor riesgo tiene de padecer estas lesiones, lo que concuerda con los resultados de la presente investigación.
En artículo publicado por Puig Capote y otros11 se evidencia una frecuencia ligeramente mayor de defectos bucomaxilofaciales en los pacientes del sexo masculino, con 29 casos, para un 53,7 %. Con respecto a la interrelación sexo, edad y la etiología traumática, Sáenz Poma G y otros12 exponen que la mayoría de los pacientes traumatizados en más de una región, fueron varones, de ellos el 41,4 % tenía entre 30 a 39 años.
Santana Delgado y otros13 manifiestan que la mayoría de los casos, el 42,37 %, fueron pacientes de edades entre 35 y 59 años; predominaron los hombres y la etiología traumática, resultados con los que se coincide en esta investigación.
Respecto a la traumatología facial y su relación, como factor etiológico predominante en este estudio, Malagón Hidalgo y otros14 expresan que el sexo masculino predominó significativamente; la edad promedio fue de 40 años. En pacientes politraumatizados, las lesiones faciales se presentan hasta en un 30 % y son más frecuentes en hombres, con una relación 3:1.
Por su prominencia, posición y configuración anatómica, la mandíbula ha sido junto con el malar y los huesos propios de la nariz, los huesos faciales que más se fracturan. En la actualidad es más frecuente observar fracturas panfaciales (conminutas y con compromiso de dos o más segmentos faciales) por mayor energía de impacto, o de tipo Lefort combinadas, con gran destrucción del esqueleto facial.
Hernández Ramírez15 así como, Santana Delgado y otros13 concuerdan en que la etiología de las deformidades faciales obedece a varias causas: traumas, malformaciones congénitas e intervenciones quirúrgicas (sobre todo en pacientes oncológicos).
Panizo Bruzón y otros16) se hacen eco de la literatura y en su artículo exponen que las malformaciones congénitas, como otra fuente de deformidades faciales, representan el 6 % de todos los nacimientos y puede aumentar en caso de enfermedades que son diagnosticadas de forma tardía, con una prevalencia mundial de 25 a 62 por 1000 nacidos vivos, lo que representa un por ciento de casos congénitos, superior al de la presente investigación, pero cabe señalar que este dato es con referencia a población sana y los pacientes incluidos para este estudio ya tenían un diagnóstico de deformidad facial, lo cual justifica, a juicio de los autores, esta diferencia.
Rojas y otros8 evidencian en su artículo cómo las variables sexo, edad y etiología, varían de una serie a otra de pacientes con deformidades faciales, sin encontrar un consenso entre ellas, en su investigación en la mayoría de los pacientes con defectos bucomaxilofaciales, predominó la etiología adquirida de tipo nosológico, lo cual representó el 89,7 %, el sexo femenino con un 58,6 % y el grupo de 60 y más años de edad con 55,2 %; resultados con los que no coincide este estudio.
Sánchez y otros,17 desde otro ángulo afirman que en Cuba, el cáncer de cabeza y cuello representa poco más del 10 % del total de las neoplasias malignas de los hombres, con un estimado de 2,9 % entre las mujeres, resultados que coinciden con el presente estudio, que muestra en los pacientes con deformidades faciales de etiología oncológica, el 83,3 % en hombres.
Robalino y otros,18 en una investigación realizada, sobre defectos posoncológicos del tercio medio, observaron predominio masculino, del 58,8 %, y Puig Capote y otros11) hacen referencia a que los defectos bucomaxilofaciales de origen oncológicos; mostraron un 17,6 %, ambos con resultados muy cercanos a los obtenido en esta investigación.
Con respecto al trauma como alternativa etiológica más representada de este estudio, Andrades y otros19) aseveran que la industrialización, los accidentes laborales, las grandes metrópolis, la violencia urbana, edificios de altura, automóviles veloces y muchos otros factores, han determinado que aumente la velocidad de los accidentes y su violencia, lo que redunda en un incremento exponencial de la energía participante en el trauma. En concordancia, Morales20 refiere que en Latinoamérica, los traumatismos faciales son más frecuentes en varones, de entre 21 y 40 años; que las alteraciones esqueléticas del macizo facial sin tratamiento quirúrgico o con un manejo inadecuado, pueden resultar en una deformidad secundaria importante, con implicaciones estéticas y funcionales, que deben ser consideradas para su tratamiento.
Para Gutiérrez Blanco y otros,10) las lesiones traumáticas, en la actualidad se acompañan de un gran número de complicaciones, debido fundamentalmente a que se producen por traumas de muy alta energía y afectan las partes óseas y blandas que las rodean. Cameron21 comenta que los resultados desfavorables se deben a muchas razones; en la mayoría de los casos son multifactoriales.
Los problemas quirúrgicos y médicos coexistentes pueden demorar el tratamiento y la realización de una técnica óptima. Dentro de ellos, una planificación preoperatoria deficiente (especialmente debido a técnicas diagnósticas de imagen inadecuadas, que no muestran todo el alcance de las lesiones), un abordaje quirúrgico inadecuado y la inexperiencia del cirujano. Sin embargo, los cirujanos emplean todavía técnicas anticuadas, como el uso inadecuado de placas de compresión y a menudo, no evalúan de forma apropiada sus resultados. La motivación y los factores sociales pueden impedir que los pacientes busquen tratamiento o acudan a las revisiones. Este factor es importante incluso en las sociedades industrializadas modernas. Cuba es un país subdesarrollado, que dentro de sus fortalezas presenta un sistema de salud exitoso, con respecto a la actualización científico-técnica de los profesionales y al alto nivel de humanismo dentro de su personal especializado; pero existen limitaciones económicas, que pueden influir en el tratamiento ideal a los pacientes. A juicio de los autores, los elementos antes expuestos, pudieran de manera multifactorial, explicar lo observado sobre predominio de deformidades faciales de origen traumático.
Con respecto a la localización, Troconis y otros22 plantean que los defectos maxilares, están relacionados frecuentemente con intervenciones quirúrgicas destinadas a eliminar procesos malignos. Baltodado23 afirma que la nariz es la región facial que se fractura con mayor frecuencia; se puede inferir que sea un sitio propenso a ser asiento de deformidades. En el estudio realizado por Meras y otros24 reflejan que predominaron las maxilares seguidas de auriculares y mandibulares, esto evidencia que la frecuencia de las diferentes regiones faciales frente al trauma, varía entre las series y en consecuencia las deformidades resultantes.
En conclusión, las deformidades faciales en la serie estudiada, fueron más frecuentes en los hombres, de entre 40 y 49 años, de etiología traumática preponderantemente, con predominio de aquellas las localizadas en más de una región y en la región auricular. La predisposición de padecer una deformidad facial es multifactorial e independiente en cada caso. Se recomienda profundizar en el estudio clínico, epidemiológico, radiológico y terapéutico de los pacientes con deformidades faciales.