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Economía y Desarrollo

versión On-line ISSN 0252-8584

Econ. y Desarrollo vol.151 no.1 La Habana ene.-jun. 2014

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

La industria editorial cubana en el contexto de la actualización económica

 

Cuban Publishing Industry in the Framework of the Economic Updating Process

 

 

Jacqueline Laguardia Martínez

Universidad de La Habana, Cuba.

 

 


RESUMEN

La producción de libros en Cuba mantiene un alto reconocimiento dentro de la política cultural de la Revolución dada su importancia como sostén de los planes educacionales y la formación de un lector crítico, aspiración consecuente con los propósitos de construir una sociedad socialista. En un contexto doméstico marcado por la transformación de la organización y la actividad económicas, la producción de los bienes y servicios culturales -y del libro entre ellos- también ha de cambiar, de acuerdo con los principios asociados a la actualización del modelo económico cubano. La industria editorial cubana, apoyada en alto grado por el Estado, necesita funcionar con mayores niveles de racionalidad y eficiencia en sus procesos de producción y distribución. A partir de un breve recuento del desarrollo de la industria editorial cubana, este artículo caracteriza su desempeño presente e identifica las mayores dificultades que le impiden un desempeño económico superior.

PALABRAS CLAVE: economía creativa, economía de la cultura, industria creativa, industria cultural, libro.


ABSTRACT

Books production in Cuba is highly acknowledged within the Revolution's cultural policy framework, for it is considered a leading support of the educational programs and the formation of a critical reader, a goal pursuant with the aims of building a socialist society. In a domestic context, characterized by transformation in economic activity and organization, the production of goods and cultural services -books, among them- should also transform themselves, regarding the principles associated with the updating process of the Cuban economic model. Cuban publishing industry, greatly subsidized by the Cuban State, needs to operate with higher levels of rationality and efficiency in its productive and distribution processes. Beginning with a brief recount of Cuban publishing industry development, the present article characterizes its present performance and identifies the leading difficulties preventing a better economic development.

KEYWORDS: creative economy, economy of culture, creative industry, cultural industry, book.


 

 

INTRODUCCIÓN

En Cuba no es usual pensar los temas de la cultura desde el campo de las ciencias económicas. Sin embargo, la práctica de examinar la producción de la cultura a través del prisma de la economía no es solo ejercicio muy común, sino que reviste, además, una importancia fundamental; pues la producción de bienes culturales es un proceso complejo que enfrenta el acto de creación y sus requerimientos de libre expresión y experimentación, con su transformación en mercancía. El caso del libro y la literatura nos importa por la capacidad de los libros de preservar, transmitir y divulgar conocimientos, ideas, información. En la actualidad, desempeña la literatura un papel fundamental en la propuesta de discursos contrarios al orden capitalista, a la vez que reta los intentos de homogeneización de consumos y comportamientos y contribuye a la (re)creación del imaginario contra-hegemónico y las prácticas alternativas. A las razones anteriores se suma el interés de contribuir a la adaptación exitosa de la industria editorial nacional al nuevo modelo económico, sobre todo porque el funcionamiento de esta industria es garantizado por el apoyo estatal.

El debate de asuntos que involucran tan disímiles intereses, actores y puntos de vista merece ser impulsado desde esfuerzos investigativos y espacios que permitan el intercambio de saberes y la discusión para la acción, y las ciencias económicas no han de permanecer al margen en los análisis relacionados con la producción, difusión y consumo de la "cultura" en Cuba. Espero que la lectura de estas páginas contribuya a multiplicar las investigaciones en economía de la cultura y a disminuir las distancias que inútilmente separan a académicos, artistas, decisores y públicos consumidores.

 

Crisis económica y recuperación, o una historia reciente de la industria editorial cubana

Con el derrumbe del campo socialista y el recrudecimiento del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, Cuba se enfrentó a la peor crisis económica de su historia. La escasez de recursos necesarios para la creación artística se tradujo en menor producción, contenida en soportes de peor calidad. La industria del libro no fue la excepción y canalizó los efectos de la crisis mediante dos vías fundamentales: la disminución abrupta de los títulos publicados y sus tiradas -que privilegiaron a autores cubanos- y el aumento significativo en los precios de los libros.

Datos del Instituto Cubano del Libro confirman que desde 1990 y hasta 1993 se verificó un descenso vertiginoso en la producción editorial del país. En 1993 solo se produjeron 568 títulos, con impresiones que apenas rebasaron los dos millones de ejemplares. Para aliviar los efectos negativos de la disminución en el promedio de ejemplares por título se propuso el envío de una cantidad importante de libros hacia las bibliotecas de la red pública e instituciones priorizadas. Esta iniciativa se apoyó también en el proyecto de las bibliotecas escolares, iniciado en 1995 con una tirada de cuatro mil ejemplares. Proliferaron además las publicaciones de plaquettes.

Circunstancias tan adversas obligaron a una redefinición de la política editorial cubana. La industria del libro comienza a funcionar bajo el esquema del autofinanciamiento, se diferencian los mercados de acuerdo con la política de la doble circulación monetaria y se reducen las tiradas. Al igual que el conjunto de la actividad cultural en Cuba, la industria editorial se mantuvo subvencionada por el Estado.

Entre 1990 y 2001 comenzó la aprobación de los esquemas de financiamiento en divisas, que permitió a las instituciones culturales disponer del 80 % de los ingresos que generaban. Al ICL se le permitió retener el 100 %, parte de los cuales se emplean en la producción de libros para su comercialización en divisas o en CUC. Estos ejemplares fueron comúnmente llamados "libros del Esquema".(1)

A pesar del incremento de los precios la comercialización del libro cubano continuó realizándose, en lo fundamental, en CUP, privilegio que no todos los bienes y servicios culturales pudieron mantener y que permitió la supervivencia de un mercado nacional del libro. El Estado cubano, mediante el Fondo de Desarrollo para la Educación y la Cultura (FDEC) de 1992, respaldaría la publicación de literatura imprescindible por su carácter patrimonial o por su nivel de especialización para la venta en CUP.

Entre otros elementos que impidieron un retroceso mayor en el consumo de literatura en el país subrayo la existencia previa de millones de ejemplares, acumulados en casas y en bibliotecas. A su vez, la aparición de nuevos temas, narrativas y discursos que afloraron en los textos de este período, junto con el interés de editoriales extranjeras y autores nacionales de insertar la literatura cubana en los circuitos foráneos del mercado, permitió la publicación de algunos títulos fuera de Cuba en medio de un clima nacional de depresión editorial y, a la vez, coadyuvó en la obtención de los necesarios ingresos en divisas, cuya circulación en el territorio nacional se legalizó en 1993.

La recuperación de la industria del libro, al igual que la del resto de la economía, comenzó a partir de 1994. Poco a poco, aumentó el número de títulos y de ejemplares, y se diversificaron los catálogos con la publicación creciente de autores extranjeros, tendencia que se mantiene hasta el presente. En 2000, en el contexto de la Batalla de Ideas, se inició otra etapa en la vida cultural y social cubana. El objetivo de lograr una "cultura general integral", en especial entre los más jóvenes, se tornó propósito fundamental de la Revolución y principio orientador de las políticas públicas nacionales. Las políticas de educación y del libro se volvieron pilares básicos en este empeño y surgieron espacios desde donde se promovieron iniciativas, como la colección Biblioteca Familiar y la extensión a todo el país de la Feria Internacional del Libro de La Habana, que pasó a llamarse Feria Internacional del Libro de Cuba.

 

Agentes, procesos y cadena de valor de la industria editorial cubana

En la actualidad, el sistema del libro en Cuba está dirigido por el Instituto Cubano del Libro (ICL), institución subordinada al Ministerio de Cultura (Mincult) y ente rector de la actividad editorial nacional. El ICL cuenta además con un sistema empresarial que incluye algunas editoriales, la Empresa Nacional Distribuidora del Libro (DNL) y una imprenta de capacidades limitadas. El sistema del libro en Cuba comprende otras editoriales, una red de bibliotecas públicas y varias instituciones y organizaciones que, si bien no pertenecen al Mincult en su totalidad, sí se relacionan directamente con la producción y distribución del libro y otros impresos -los poligráficos y las librerías, por ejemplo (figura 1).

Fig 1. Agentes y procesos y cadena de valor del libro en Cuba

En Cuba, los agentes que participan en la industria editorial -con excepción de los vendedores de libros de uso que operan de manera privada, y de creadores y lectores, por supuesto- pertenecen todos al sector estatal. Los agentes literarios, actores que desempeñan un papel importantísimo a nivel global, debido a su carácter mediador entre autores y editoriales, no existen en el sector editorial cubano. Su labor suele ser asumida desde las mismas editoriales, organizaciones encargadas de articular los pasos que convierten la obra en libro.

El centro de la industria editorial radica ahí, en las decisiones a tomar según las especificidades de cada obra que llega a las editoriales. Resulta fundamental considerar, en esta cadena de decisiones, aspectos no solo económicos sino sociológicos, en aras de minimizar los riesgos asociados a este negocio de "prueba y error", donde las garantías de éxito comercial resultan inciertas ante una amplia diferenciación de productos que impide la realización de "testeos", y donde el valor de la marca se desplaza del sello editorial a los autores o contenidos, determinantes principales -junto a los precios? en la decisión de compra.

De acuerdo con datos del ICL de 2012, en Cuba existen 180 sellos editoriales registrados como activos. La recuperación de la industria resulta visible tanto en la cantidad de títulos como de ejemplares publicados (figuras 2 y 3). Sin embargo, las restricciones económicas de los noventa, aún no remontadas completamente y agravadas por los efectos devastadores del paso de huracanes, de conjunto con los impactos de la presente crisis económica global, afectan la actividad editorial.

Fig 2. Cantidad de títulos producidos en Cuba

Fig 3. Cantidad de ejemplares producidos en Cuba

 

Los picos de producción registrados en 2003 y 2005 se explican por la publicación de las colecciones de la Biblioteca Familiar para los lectores cubanos, y también para ser colocadas en otros países de la región.

En la producción de libros en el país predomina el soporte impreso, como aún ocurre en el sector editorial a nivel global. La pujanza de las publicaciones digitales se manifiesta en el número de títulos que se producen, no así en los ejemplares ni en su fácil acceso desde la web, factores que las hacen un segmento cuasi invisible para la mayoría de los lectores. Entre 2009 y 2011 las publicaciones digitales no superaron el 20 % del total de títulos. Sin embargo, la tendencia parece comenzar a revertirse a partir de 2012, cuando el 43,5 % de las publicaciones apareció en soporte digital.

Entre las editoriales que apuestan por el formato digital sobresale CITMATEL,(2) seguida por sellos editoriales universitarios: Ediciones UO, de la Universidad de Oriente; Editorial Feijóo, de la Universidad Central de Las Villas; Editorial Ciencias Médicas; Editorial CUJAE; Editorial Universitaria; y las publicaciones de la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas (ELAM). También se destacan otras editoriales que producen bibliografía con destino a la capacitación profesional, tales como Ediciones Balcón, de la Escuela de Altos Estudios de Hotelería y Turismo, y el Sello Editor Educación Cubana.

Dentro de las producciones cubanas sobresale una iniciativa de mérito surgida en Matanzas. Me refiero a los libros-arte de Ediciones Vigía. Con una producción discreta que se justifica a partir del carácter totalmente artesanal de sus libros -12 títulos con 2 400 ejemplares, en 2011; 11 con 2 200 ejemplares, en 2010; 4 con 800 ejemplares, en 2009-, desde 1985 Vigía se especializa en la manufactura de un bien cultural que fusiona creación literaria y artística y que escapa del círculo de la industria cultural al producir libros manufacturados, esgrafiados e iluminados a mano con el uso de papel artesanal o de estraza. A la fundadora Vigía se han sumado recientemente otras propuestas de editoriales cartoneras: Ediciones Samandar, Costanera Editorial y Ediciones Encaminarte. Estas iniciativas, que involucran la participación de autores, editores y promotores culturales, funcionan como alternativa para la publicación de títulos que difícilmente entrarían en los catálogos de las grandes editoriales con tiradas de miles de ejemplares.

Las restricciones económicas, acentuadas en los últimos años, han afectado principalmente la impresión de libros con destino comercial. La proporción de ejemplares de libros de texto aumenta con respecto a la reducción del resto de las producciones, lo que demuestra la voluntad estatal de garantizar, en primer lugar, la existencia de los libros demandados por el sistema educacional cubano. La disponibilidad de títulos, por otra parte, se mantiene relativamente estable, otro indicador de la disminución en las tiradas que se hace más visible en el sector de los libros hechos para la venta.

Prácticamente la totalidad de la producción de las editoriales cubanas se completa en la industria gráfica nacional. Sin embargo, en el pasado también se acudía a la contratación de servicios de impresión fuera de Cuba a pesar de la calidad que ofrece la industria gráfica nacional ?prueba reciente lo fue la publicación, en 2010, de 100 000 ejemplares de La victoria estratégica, más otros 100 000 de La contraofensiva estratégica?. Si bien esto obedecía a factores diversos, como la subestimación de las posibilidades reales de la gráfica cubana, lo cierto es que la opción de imprimir en el extranjero obedece a temores relacionados con los frecuentes incumplimientos en las entregas de las producciones terminadas por parte de la industria cubana y la pobre calidad de la materia prima empleada en la fabricación de los libros.

Son las publicaciones periódicas las que buscan opciones de impresión fuera del país con mayor frecuencia, pues no pueden arriesgar incumplimientos en sus cronogramas de entrega ante los posibles "cuellos de botella" en los poligráficos cubanos. Hoy en día la posibilidad de imprimir en el extranjero se ha reducido drásticamente ?suele reservarse para los "libros del Esquema" o ediciones especiales como los Premios de la Crítica? ante las restricciones para el uso de divisas libremente convertibles por parte de las organizaciones cubanas.

En Cuba, el principal espacio para la venta de libros sigue siendo la librería. En 2012, según datos del ICL, existían en el país 310 librerías. El 15 % se ubica en la capital, aunque cada municipio cubano cuenta con, al menos, una librería. Los libros llegan a los lectores, además, gracias a las 356 bibliotecas en servicio distribuidas por todo el país (ONEI). Las librerías responden como estructura administrativa a los centros provinciales del libro y la literatura (CPLL).

El proceso donde aparece con más fuerza la gestión económica privada en la cadena del libro en Cuba es en la comercialización. Existe la figura del cuentapropista autorizado a la compra y venta de libros de uso ?figura en el número 23 de la lista de actividades autorizadas para el ejercicio del trabajo por cuenta propia?, los que, en caso de ser producidos en Cuba, han de tener más de cinco años publicados y no formar parte de la literatura contemplada en los planes de enseñanza en vigor. En la venta de libros de uso concurren los espacios privados y públicos, pues en el país existen librerías estatales especializadas en este comercio, a la vez que es posible adquirir libros de uso en varias de las librerías que conforman la red de ventas en CUP.

La actividad de comercialización del libro en Cuba está marcada por una fuerte estacionalidad, asociada a eventos culturales que tienen por centro la promoción del libro y el fomento de la lectura. Considerada como el acontecimiento más trascendente del sector editorial cubano, la Feria del Libro es el mayor espacio de participación e intercambio de todas las entidades y profesionales vinculados al espacio del libro en el país. Entre 1982 y 2000 el evento tuvo carácter bianual. A partir de 2000, a tono con el objetivo de promover la cultura general integral y los programas de la Batalla de Ideas, la Feria se celebra cada año dedicada a autores cubanos y a país(es) o cultura(s) extranjera(s). Desde 2002 la Feria abandona su recinto de La Cabaña y cobra carácter nacional al extenderse a otras ciudades en el país. Sin embargo, su impacto mayor se asocia a la gestión comercial. Es la Feria el momento del año en el que se registran mayores ventas de libros y otros impresos, no solo de aquellos de factura nacional sino también de la oferta diversa que traen los expositores extranjeros, la que no suele encontrarse a disposición del público cubano fuera de los marcos de la Feria.

Como espacio de comercialización del libro, el éxito de la Feria radica en su capacidad de combinar la oferta de literatura con otros bienes y servicios ?culturales en su mayoría?, y en la variedad de contenidos a disposición de los públicos, con énfasis especial en múltiples ofertas atractivas para los segmentos más jóvenes. La Feria, además de atraer como espacio para la compra de libros, se identifica como un lugar para "pasarla bien" con los amigos, la familia, la pareja, o como opción al "no tener nada mejor que hacer". Una vez allí los visitantes suelen abandonar el recinto ferial con, al menos, un libro o revista comprados: ¿compra compulsiva o decisión fundamentada?

El análisis de los agentes que participan en la industria editorial cubana no puede concluir sin considerar a los lectores, consumidores que han de funcionar como ejes orientadores de la oferta editorial. Si bien en los últimos años se han emprendido varias investigaciones, a nivel territorial y nacional, con el objetivo de caracterizar a los lectores cubanos (Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2009, 2011; Observatorio Cubano del Libro y la Lectura 2009, 2010, 2011), lo que ha permitido avances sustanciales en el conocimiento de los lectores cubanos, el incremento de las opciones que brinda la multiplicidad de bienes y servicios culturales hace necesario profundizar en la investigación sistemática sobre gustos, preferencias e inconformidades. Sin ahondar en los resultados de tales investigaciones solo señalaré que los lectores cubanos se comportan, en sentido general, de manera similar a los públicos lectores de otras latitudes. Prefieren la narrativa como género y la lectura de temas policiacos, históricos, románticos, de aventuras. Resalta en Cuba la preferencia por la poesía, género con reconocimiento menor a nivel internacional.

 

Principales dificultades ante la actualización del modelo económico

El mayor obstáculo con el que tropieza la producción de libros en Cuba radica en que la casi totalidad de la base tecnológica y los insumos para la industria son importados. Durante la pasada década, la Empresa de Artes Gráficas Federico Engels, líder en la producción de libros en el país, resultó favorecida con una reparación capital y fue equipada con tecnología moderna procedente de Alemania, cuna de la imprenta en Occidente y con una larga tradición en las artes gráficas. Entre los insumos que más se importan sobresale el papel, materia prima que encarece los costos de producción y genera incertidumbres en el ciclo productivo ante los recurrentes picos de escasez que se generan en el país, lo que en ocasiones provoca que la industria se paralice.

Los imprevistos generados en la fase de impresión justifican el temor a los incumplimientos en las fechas de entrega pactadas por los poligráficos.
La estacionalidad de la industria editorial cubana -que transita desde la producción de impresos que garantiza la base material de estudio de cada curso escolar hasta las producciones para la comercialización en la Feria del Libro cada febrero- se ve frecuentemente alterada ante la falta de insumos o demandas de publicaciones no previstas y priorizadas. En un escenario donde las demandas editoriales superan a menudo las capacidades poligráficas en funcionamiento resulta difícil prever la entrada efectiva de los títulos en el mercado minorista. La prioridad otorgada por el Estado cubano a la educación en todos sus niveles provoca que las tensiones finales recaigan en la producción de la literatura de ficción con destino a la venta. Y tal tensión se traduce en la imposibilidad de planificar y ejecutar estrategias de mercadeo, necesarias y efectivas para la comercialización exitosa de cualquier producto, sobre todo de los impredecibles y caprichosos bienes culturales.

A pesar de las dificultades señaladas en la fase de producción del soporte libro, es en su distribución y comercialización donde radican los mayores problemas del sector en el país. Al igual que otras naciones, Cuba cuenta con una empresa nacional que centraliza la distribución de los libros destinados a la comercialización. Una vez que la DNL compra la producción a las editoriales, o les contrata el servicio de distribución de los libros, vende como mayorista. Sus principales clientes son los CPLL, quienes después comercializan la producción editorial a través de la red de librerías y venden a organismos del Estado. En Cuba el modelo de negocio para el sector del libro se apoya en la adquisición de la copia impresa, y no considera la venta en consignación excepto en el segmento de los libros de uso.

Las librerías aparecen hoy como el principal punto de venta minorista en el país, liderazgo posible ante la escasez de otros espacios que compitan de manera sistemática en la comercialización del libro. Sin embargo, este "liderazgo" no es síntoma de su buena salud. Las librerías cubanas, pertenecientes al Ministerio de Comercio Interior, descalificadas en su carácter de institución cultural, han quedado rezagadas en relación con sus similares en el extranjero en aspectos organizativos, ambientación, gestión comercial y proyección cultural y comunitaria. Con la excepción de la Fayad Jamís y las librerías Ateneo, no logran atraer a los lectores con regularidad ni son identificadas como centros culturales atractivos, factores que hacen harto difícil la comercialización del libro.

La no aplicación en Cuba de los mecanismos de venta en consignación profundiza el carácter pasivo de la gestión librera, que -amén de excepciones que confirman la regla- poco se preocupa por rotar inventarios, redistribuir estantes o solicitar rebajas de precios. No extraña entonces que el libro que llega a la librería difícilmente encuentre otras vías para su salida. La desconexión entre producción y comercialización, con desbalance que favorece al momento productivo, cobra su precio en las significativas cantidades de libros que yacen en los almacenes. Se producen libros que no se venden, y los mecanismos necesarios para impulsar las ventas y rotar títulos envejecidos o deficientemente colocados, efectuar donaciones, rebajar precios, fomentar compras institucionales o escuchar las opiniones de los lectores sobre sus preferencias de temáticas y autores, si bien previstos y utilizados, carecen de sistematicidad en su implementación y suelen ponerse en marcha cuando los problemas -es decir, los inventarios- desbordan las posibilidades de soluciones efectivas en el corto y mediano plazo.

La deficiente actuación comercial también se relaciona con la ausencia de un sistema ágil y eficaz de información sobre las ventas en las librerías, capaz de generar mecanismos de conciliación y recirculación interterritoriales de los inventarios a través de una gestión central y permanente de la DNL. Esta información sustentaría, además, las decisiones relativas a reimpresiones y reediciones al ofrecer un servicio sistematizado de búsqueda de títulos agotados. No es solo la restringida actuación de las librerías el eslabón débil de la gestión comercial. La determinación de los precios de los títulos -con flexibilidad limitada para responder a las condiciones cambiantes de las demandas de los bienes culturales- suele desconocer tanto el estado real de los inventarios como las preferencias lectoras. Datos sobre ambos elementos -si bien insuficientes- existen para apoyar estas decisiones, todavía de espaldas a los estudios de mercado y otras investigaciones de públicos. La decisión es tomada, generalmente, a partir de los costos de producción contemplados en las fichas para cada libro y tirada como determinantes casi exclusivos en la fijación de precios.

Los estudios de consumo cultural y de hábitos de lectura en Cuba confirman la existencia de públicos diversos con peculiaridades territoriales, más allá de preferencias identificadas en la mayor parte de la población de la Isla. La información de tales investigaciones debe funcionar como retroalimentación imprescindible para el diseño de los planes editoriales y la oferta de libros, que ha de superar, definitivamente, la visión del público como una masa con necesidades e intereses homogéneos, así como cierta percepción dicotómica entre "cultura" y "entretenimiento".

Por otra parte, las deficiencias en la promoción de libros y autores se suman a los factores que limitan la gestión comercial. Las estrategias de promoción en otras latitudes suelen diseñarse y ejecutarse desde las casas editoriales, pero en Cuba esta función recae en las instituciones culturales dedicadas a la promoción del libro y la lectura -la Dirección de Promoción del ICL, los CPLL y los centros de promoción literaria (CPL), fundamentalmente-. Al ser el libro cubano menos mercancía que producto cultural, la promoción se focaliza en la divulgación de los méritos literarios de la obra más que en la provocación a la compra y la lectura.

El libro cubano pasa desapercibido en relación con el resto de los bienes y servicios culturales nacionales, a pesar de la variedad de espacios empleados en su promoción -radio, televisión y prensa plana, sobre todo-. Con excepción de la dinámica particular que se genera durante febrero y marzo cada año, con motivo de la Feria del Libro, la visibilidad del libro queda relegada a espacios pequeños -concentrados en su mayoría en las capitales provinciales- que cuentan con un público reducido, que no promueven la comercialización del libro dentro de sus propósitos centrales. Y es que el lugar por excelencia para la promoción del libro -la librería- es insuficientemente aprovechado.

A pesar de haber creado una industria editorial de alcance nacional, con participación multiplicada en la diversidad de títulos y cantidad de ejemplares, la descuidada visión económica -imprescindible en el diseño, ejecución y análisis de los procesos industriales, más allá de su naturaleza y peculiaridades- cobra su precio en la pereza de la distribución y comercialización, al igual que en las insatisfacciones que de ella quedan en autores, editores, impresores, libreros y públicos. En un contexto, tanto global como doméstico, que privilegia la producción de otros bienes y servicios culturales -considerados más atractivos y rentables- tiene el libro cubano, y el conjunto de sus actores y procesos, la urgencia de revisarse y adecuarse a los actuales desafíos de transformación.

 

Consideraciones finales

Dentro de la política cultural de la Revolución, la producción de libros en Cuba mantiene un alto reconocimiento dada su importancia como sostén de los planes educacionales y la formación de una nueva mentalidad, aspiración consecuente con los propósitos de construir una sociedad poscapitalista. Sin embargo, la industria editorial sufre de males que obstaculizan su buen desempeño económico, y son los procesos de distribución y comercialización aquellos que presentan las mayores dificultades.

La desconexión entre producción y venta, que funcionan de manera aislada y no se retroalimentan sostenidamente, provoca demandas insatisfechas y tiradas excesivas que se acumulan en las librerías ante tardías estrategias para impulsar su realización. El rediseño de la política, en pos de superar las fragmentaciones en el ciclo del libro, ha de partir de la desestigmatización de la cualidad del libro en tanto mercancía. El sistema del libro en Cuba establece que la literatura no incluida como texto básico de los planes de enseñanza sea vendida, a precios subvencionados, a través de la red de librerías construida con el propósito de llevar el libro hasta los territorios más apartados. Que quede confinada en almacenes contradice este supuesto y limita la difusión de conocimientos, la socialización de saberes, la multiplicación de ideas y la formación de valores. Y la producción editorial debe, al menos para justificar el alto componente de subvenciones y subsidios que garantizan su continuidad, no generar pérdidas económicas. Reconocer que en Cuba existe un mercado del libro significa trabajar para que este funcione y sea útil, también, a los propósitos de la política cultural.

Las transformaciones señaladas han de efectuarse en el marco del proceso de actualización del modelo económico, cuyos impactos en el sector cultural aún están en discusión, evaluación y ensayo. Si bien la producción masiva de libros se reconoce como pilar fundamental de la política cultural de la Revolución, ciertos cambios en aras de mayor racionalidad y eficiencia económica se antojan necesarios y útiles. Subrayo, en este sentido, la importancia de garantizar la provisión mínima de los recursos imprescindibles para la producción de libros. Si bien en el mediano plazo no es factible proponerse la autosuficiencia industrial para la generación de una planta poligráfica "hecha en Cuba", debería evaluarse el rescate de la industria papelera nacional a partir de experiencias previas exitosas. En el marco de la política de sustitución de importaciones la recuperación de la producción papelera nacional resulta central, en especial en el escenario actual de incremento sostenido de los precios a nivel internacional. Otros elementos se relacionan con el paso de unidades presupuestadas a empresas. La mayor exigencia a las unidades que efectivamente integran el espacio empresarial, la disciplina en los pagos y cobros, la firma de contratos que funcionen como instrumentos legales para exigir el cumplimiento de servicios en fecha y con calidad, el aprovechamiento de fuentes de ingreso nuevas o poco explotadas son algunos de los primeros pasos que orientan al sector del libro en Cuba.

A diferencia de otras, las editoriales cubanas se preocupan más por la generación de lectores que por el aumento de compradores de libros. El consumo que se promueve trasciende el mero acto de compra para comprender el proceso social que desempeña un papel fundamental en la producción de conocimientos y en los intercambios de información y significaciones. Los libros cubanos suelen difundir imaginarios alternativos al pensamiento hegemónico, argumento importante para prestar al devenir y desarrollo de la producción editorial nacional una atención especial: del éxito mayor de la gestión económica dependerá también la mejor contribución de la literatura cubana a la construcción de un mundo mejor.

En este sentido subrayo la importancia de implementar una estrategia efectiva capaz de colocar a los autores y libros cubanos en otras latitudes. Los mercados latinoamericanos muestran potencialidades no explotadas que, a partir de un plan de acciones bien diseñado y cuidadosamente puesto en marcha, podrían significar no solo la mayor difusión de nuestra producción literaria, sino además el ingreso de recursos financieros que permitirían incrementar la tasa de inversión y la modernización industrial del sector editorial nacional.

Por último, urge recordar que los cambios en el universo del libro se suceden ágiles y, de no ser capaces de incorporar las transformaciones rápidamente, quedaremos rezagados y desconectados de la actividad editorial a nivel global. De nosotros también depende no permitir que la brecha tecnológica nos margine, y, para ganar las batallas que en la actualidad se pelean en el campo editorial, es imprescindible iniciar la transformación de la industria editorial cubana.

 

 

 

REFERNCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

 

Instituto Cubano del Libro (ICL). Resumen estadístico 2008. La Habana. (2009).

Instituto Cubano del Libro (ICL). Resumen estadístico 2009. La Habana. (2010).

Instituto Cubano del Libro (ICL). Resumen estadístico 2010. La Habana. (2011).

Instituto Cubano del Libro (ICL). Resumen estadístico 2011. La Habana. (2012).

Instituto Cubano del Libro (ICL). Resumen estadístico 2012. La Habana. (2013).

Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello. II Encuesta nacional de consumo cultural en Cuba. La Habana. (2009).

Observatorio Cubano del Libro y la Lectura. "Encuestas diarias aplicadas a público asistente a sede Morro-Cabaña. Feria Internacional del Libro, Cuba". La Habana. Documento de trabajo. (2010).

Observatorio Cubano del Libro y la Lectura. "Encuesta nacional de consumo de libros y hábitos de lectura". La Habana. Documento de trabajo. (2011).

 

 

 

 

RECIBIDO: 22/8/2013
ACEPTADO: 17/10/2013

 

 

 

 

Jacqueline Laguardia Martínez. Universidad de La Habana, Cuba. Corro electrónico: jlaguar jlaguardia@cubarte.cult.cu

 

 

NOTAS ACLARATORIAS

1. Si bien el destino de estos ejemplares era su venta en CUC o en divisas fuera del país, una parte limitada se comercializaba en CUP en eventos puntuales, como presentaciones de libros.

2. Según el portal de CITMATEL los libros electrónicos estarán disponibles a través de la tienda virtual www.bazar-virtual.com. CITMATEL también produce audiolibros en soporte CD.

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