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Economía y Desarrollo
versión On-line ISSN 0252-8584
Econ. y Desarrollo vol.156 no.1 La Habana ene.-jun. 2016
    ARTÍCULO ORIGINAL    
   
El    modelo económico cubano: reflexiones desde una perspectiva macroeconómica    
   
The    Cuban Economic Model: Reflections since a Macroeconomic Perspective    
   
Vilma Hidalgo    de los Santos    
   
Universidad de    La Habana    
   
RESUMEN
La nueva agenda    económica para el desarrollo y la sostenibilidad de los logros sociales    alcanzados en Cuba ha identificado el crecimiento económico como condición    necesaria, direccionando el debate hacia los problemas internos de funcionamiento    del modelo. El presente artículo analiza las condiciones de partida,    así como las medidas implementadas, para sugerir algunas recomendaciones    esenciales desde una perspectiva macroeconómica e institucional, enfatizando    en la importancia de la secuencia y consistencia del programa. Las claves para    el crecimiento en Cuba parecen estar en las ganancias de eficiencia, la recuperación    de una trayectoria de inversión de calidad, la capacidad innovadora portadora    del capital humano y una adecuada inserción externa. La secuencia de    la estrategia de crecimiento no es trivial en la medida que permita actuar sobre    los cuellos de botella y mantener el equilibrio interno y externo para evitar    retrocesos. Como ingredientes básicos para flexibilizar las tensiones    entre crecimiento y equilibrio se destacan dos acciones estrechamente relacionadas:    las requeridas transformaciones estructurales e institucionales y la nueva estrategia    de inserción internacional.    
   
PALABRAS CLAVE:    Cuba, macroeconomía, modelo económico, transformaciones económicas.    
   
ABSTRACT
The new economic    agenda for development and sustainability of the social advances achieved in    Cuba has identified the economic growth as a necessary condition, guiding the    debate toward the internal problems of the model functioning. The present paper    analyzes the starting conditions, as well as the measures taken to follow some    basic recommendations since a macroeconomic and institutional perspective, making    emphasis on the significance of the sequence and consistency of the program.    The keys for growing in Cuba seems to rest upon the profits of efficiency, the    recovering of an investment path of quality, the innovative capacity bearer    of human capital and a proper external insertion. The growth strategy sequence    is not trivial inasmuch it allows acting on the bottlenecks and maintaining    the internal and external balance for avoiding backward steps. As the main ingredients    to relax tensions between growing and balance, we highlight two closely linked    actions: the required structural and institutional transformations and the new    strategy of international insertion.    
   
KEYWORDS:    Cuba, macroeconomics, economic model, economic transformations.    
   
Introducción    
   
A lo largo de los    últimos cincuenta años, Cuba se ha enfrentado a la complejidad    de construir un modelo económico socialista funcional a las aspiraciones    políticas y sociales de la Revolución Cubana, desde su condición    de economía pequeña y subdesarrollada y en un entorno internacional    sumamente adverso, especialmente en las últimas décadas.     
   
Resultado de las    lecciones aprendidas, a partir de su propia experiencia y de los paradigmas    internacionales, recientemente se sometió a un amplio debate una nueva    agenda económica para construir una "sociedad más próspera    para todos los cubanos" expresada en los llamados Lineamientos de la política    económica y social. Ellos sintetizan los ejes principales de una de las    transformaciones más profundas en materia de política económica    que se hayan realizado en el período revolucionario, y, al propio tiempo,    definen ambiciosas metas de desarrollo económico y social para los próximos    años.    
   Este carácter distintivo del nuevo programa económico denominado    "actualización del modelo económico" consiste en reconocer,    desde una revisión crítica de la experiencia precedente, la necesidad    de introducir cambios en la estructura socioeconómica y el proceso de    regulación y gestión dentro de los marcos del modelo socialista,    preservando sus principios esenciales de igualdad de oportunidades y justicia    social. Tanto en el ámbito económico como en el social hay un    énfasis en la necesidad de avanzar con base en la eficacia, lo que imprime    un carácter pragmático a las nuevas transformaciones. Identificar    el crecimiento económico como condición necesaria para el desarrollo    y la sostenibilidad de los logros sociales alcanzados, sin desestimar el impacto    negativo de los factores externos, ha direccionado la agenda hacia los problemas    internos de funcionamiento del modelo.    
   
El camino de la    implementación del programa no ha sido fácil y aún persisten    muchos obstáculos para alcanzar las metas de crecimiento a las que se    aspira. El presente artículo se concentra en el análisis de las    condiciones de partida para sugerir algunas medidas claves desde una perspectiva    macroeconómica e institucional. Considerando que, en última instancia,    la velocidad del programa responde a enfoques de economía política    se enfatiza en la secuencia y consistencia como elementos claves. Análogamente,    se destaca la importancia de construir marcos institucionales coherentes con    las nuevas políticas a fin de facilitar su instrumentación y potencial    eficacia.     
   
Después    de caracterizar, en una primera sección, el entorno económico    e institucional en transformación, en la segunda parte se discute acerca    de las opciones de políticas estructurales y macroeconómicas a    partir de los avances en los últimos años. En el último    apartado se argumenta que las ganancias de eficiencia, la estabilidad macroeconómica,    la inversión de calidad y las políticas intencionadas de inserción    externa constituyen premisas para el crecimiento de largo plazo.    
   
Entorno económico    e institucional: el punto de partida    
   
Cuba ha logrado    grandes avances sociales, resultado de una eficaz política social y de    la voluntad de asignar una alta proporción del PIB al gasto social, hoy    día más del doble del promedio de la región latinoamericana.    Actualmente, se ubica en el rango de países con altos índices    de desarrollo humano, por encima de la mayor parte de los países de la    región de América Latina, incluso con ingresos per cápita    superiores. Además, exhibe cifras equivalentes a la de países    desarrollados en varios indicadores de salud y educación (tabla    1), contemplados dentro de las llamadas metas del milenio.    
   
Las metas sociales    se han alcanzado en condiciones económicas muy adversas, especialmente    a partir de los años noventa cuando cambiaron radicalmente las relaciones    internacionales de la Isla. Desde entonces, se observa una tensa relación    entre desempeños económicos y sociales, afectándose los    niveles de inversión y así el crecimiento. Como puede observarse    en la figura 1, posteriormente a una tendencia inestable de    recuperación, el PIB se desaceleró hasta el año 2014.     
   
Preservar los objetivos    sociales, clave del consenso político para las transformaciones, y al    propio tiempo avanzar hacia una sociedad próspera con base en la eficacia,    la racionalidad y la sostenibilidad, han fortalecido la visión del crecimiento    como condición necesaria para el desarrollo. Resultado de una reflexión    en la sociedad cubana y la revisión de los patrones de crecimiento, se    reconocen problemas esenciales asociados a la excesiva centralización    y regulación administrativa en el sector empresarial, la sobredimensión    del aparato estatal y de las empresas públicas, la indefinición    de funciones estatales y empresariales en la estructura organizacional, el débil    rol del mercado y los precios en la economía, entre otros aspectos contrarios    a la eficiencia y el crecimiento.     
   
Al respecto, se    observan productividades medias heterogéneas y estancadas en varios sectores,    a excepción de algunas industrias con adecuados desempeños, como    el turismo, los productos y servicios médicos farmacéuticos, el    níquel y las telecomunicaciones. Estudios empíricos muestran amplias    brechas de ineficiencia hacia dentro de los sectores, especialmente en la industria    y la agricultura, así como que el cambio estructural no ha sido a favor    del crecimiento. La agricultura y la industria se estancaron y perdieron participación    en más de 3 y 4 puntos, respectivamente, en diez años. La agricultura    aporta solo el 4 % del PIB pero concentra el 18 % del empleo. De otro lado,    se desplazó fuerza de trabajo de manera desproporcionada hacia el sector    de los servicios y, en particular, hacia la administración, que hoy captura    cerca del 50 % del empleo en el sector público; lo cual, además,    plantea un problema fiscal (figura 2).     
   
Esta dispersión    de productividades al interior de los sectores es común en otros países    de América Latina y explica una proporción importante de la baja    productividad de sus economías.(1)    En el caso de Cuba responde, entre otros factores, a barreras institucionales    que dificultan la movilidad del factor trabajo y al hecho de que no siempre    estas diferencias en productividad se reflejan en diferentes salarios (Galtés,    2015).     
   
Cerrar las brechas    de ineficiencia aliviaría las tensiones potenciales de un mayor decrecimiento    sobre el equilibrio interno y externo, de ahí el énfasis de estos    temas en los Lineamientos de la política económica. La pregunta    es cuán fácil resulta alcanzar este objetivo considerando la complejidad    de las medidas que necesariamente se tienen que involucrar para corregir el    sistema de precios relativos sobre la base de un mayor protagonismo del mercado    y grado de descentralización, y para rediseñar los marcos institucionales    (regulación, sistema de incentivos, normas y leyes, estructura organizacional)    para alinearlos con los objetivos de la política económica y social,    e incorporar nuevos actores a las dinámicas productivas. La complejidad    también deviene de la interacción (o relación bidireccional)    que surge durante el período de implementación entre las nuevas    políticas y los marcos institucionales.    
   
Conjuntamente con    los problemas de eficiencia, se identifican otras barreras al crecimiento, como    son la aguda dependencia estructural del sector externo, la baja capacidad de    ahorro doméstico para financiar la inversión requerida y superar    el retraso en infraestructura tecnológica y productiva, la contribución    decreciente de la fuerza de trabajo calificada, los problemas de financiamiento    externo debido, fundamentalmente, al bloqueo económico impuesto por EE.UU.    a Cuba, entre otros (Hidalgo y Cribeiro, 2010).     
   
Sin dudas, el problema    más agudo que enfrenta la nueva agenda económica es la dualidad    monetaria. Esta condiciona un entorno económico e institucional bajo    el cual conviven diversos circuitos económicos con diferentes reglas    del juego en cuanto a regulación, protagonismo del mercado, formación    de precios, acceso a la divisa y tasas de cambio de referencia.(2)    Asimismo, ha distorsionado el sistema de precios relativos con un impacto muy    nocivo sobre el proceso de asignación de recursos, imponiendo una carga    a los sectores más dinámicos, generando sesgos antiexportadores    y obstaculizando la potencial articulación de cadenas productivas (Hidalgo    y Doimeadiós, 2011).    
   
La dualidad monetaria    también ha dado lugar a un universo de cuasifiscalidad cuya magnitud    no es desestimable. Los diferenciales cambiarios producto de la sobrevaluación    de la tasa de cambio empresarial y el régimen de tasas de cambio múltiples    generan un sistema de impuestos y subsidios implícitos no reflejado en    el presupuesto de manera transparente. De otro lado, la segmentación    condujo a una peculiar administración de los recursos fiscales, en lo    cual coexisten tres mecanismos de asignación de recursos: el Presupuesto    del Estado, la Cuenta de Financiamiento, y el Plan de Divisas. Este gran mecanismo    no solo genera cuasifiscalidad, sino también problemas de eficiencia    derivados de los desfases en una u otra moneda y en los plazos de ejecución    de los presupuestos.    
   
En adición,    otros factores institucionales asociados a la presencia de "restricciones    fiscales y financieras blandas" de carácter sistémico también    son fuentes de cuasifiscalidad. Entre ellos, la indefinición de fronteras    entre funciones estatales y empresariales, la ausencia de una ley de liquidación    para el sector empresarial, el débil rol del sistema financiero en el    proceso de asignación de recursos, la débil eficacia de los mecanismos    de resolución de disputas, el deficiente sistema de cobros y pagos e    irrespeto a los contratos, el exceso de mecanismos administrativos y decisiones    discrecionales en la regulación económica (Hidalgo y Barceló,    2012). Como resultado de esta situación existe una carga financiera sobre    el sector productivo más dinámico, ya sea proveniente de empresas    con retrasos tecnológicos y problemas de competitividad o a través    de los subsidios implícitos por diferenciales en tasas de interés    o tasas reales negativas, entre otras.     
   
Las empresas estatales    operan en la práctica en condiciones de garantías implícitas    o explícitas del Estado y, en consecuencia, los esfuerzos por fortalecer    la disciplina fiscal a través de otros arreglos institucionales pierden    efectividad. Así, por ejemplo, el incumplimiento de contratos en el sector    empresarial, conocido como "cadena de impagos", es un mecanismo ineficiente    de crédito, nocivo para la salud del sector empresarial, el sistema financiero    y el equilibrio fiscal. Estudios empíricos demuestran una correlación    negativa entre el comportamiento de los déficits fiscales y la magnitud    de dicha deuda (Hidalgo y Doimeadiós, 2011) y, por consiguiente, una    pérdida de eficacia de las metas fiscales.    
   
La acción    simultánea de estos factores ha generalizado un sistema de incentivos    en el sector de empresas públicas contrario a la eficiencia económica,    agudizando la carga fiscal y el círculo vicioso de estancamiento. Los    problemas de productividad han impedido recuperar los salarios en el sector    público, en tanto gran parte de los precios se indexaron a la tasa de    cambio de 24 CUP/CUC. A ello se suma la pérdida de participación    del salario en el ingreso familiar y la ampliación de la brecha entre    salarios e ingresos familiares provenientes de otras fuentes o de la actividad    no estatal. De otro lado, el contraste entre los bajos estándares de    productividad del trabajo en el sector de transables y las altas tasas de empleo    en el de no transables provocó tensiones en los equilibrios macroeconómicos    (externos e internos), difíciles de administrar.    
   
Los mercados y    precios en la economía cubana presentan las siguientes características:    
   
" El modelo    económico cubano se ha caracterizado por un escaso protagonismo de los    mercados, tanto de bienes laborales como financieros. En consecuencia, el sistema    de precios trasmite información muy limitada para el proceso de asignación    de recursos y toma de decisiones.     
   " Las empresas públicas operan bajo un modelo empresarial relativamente    centralizado, donde predominan estructuras monopólicas u oligopólicas,    con excepción de algunos sectores más sometidos a la competencia,    como puede ser el turismo, y coexisten diferentes mecanismos de formación    de precios. En cambio, en el sector no estatal los precios, en principio, se    fijan con base en las condiciones de oferta y demanda, pero están impactados    por múltiples factores institucionales: regulaciones vigentes (limitaciones    sobre actividades y escalas), restricciones al comercio exterior y la divisa,    problemas de información y riesgo, cadenas incompletas, entre otros.        
   " Los mercados financieros son muy incipientes, aunque recientemente comienzan    a darse pasos para fomentar el crédito al sector no estatal, así    como un mayor protagonismo del sistema bancario en la asignación de recursos    para proyectos de inversión. No obstante, prevalecen mecanismos administrativos    para fijar las tasas de interés y, por lo tanto, no reflejan adecuadamente    el costo de oportunidad del financiamiento. El sistema bancario está    básicamente segmentado, pero se han tomado medidas para una mejor administración    de la liquidez a partir de la creación del mercado interbancario.    
   " No existe un mercado propiamente de divisas, sino una multiplicidad de    esquemas cambiarios. En el sector público funciona un tipo de cambio    oficial (uno a uno) de carácter contable. Por lo tanto, se acompaña    de controles cambiarios en ambas monedas, CUP y CUC, pues esta última    enfrentó una crisis de convertibilidad a inicios del milenio.    
   " En cuanto al mercado laboral, en el sector público están    reguladas las tarifas y plazas por el Ministerio del Trabajo. Sin embargo, en    los últimos años se avanza hacia una mayor descentralización    en el sector empresarial. En cambio, las regulaciones hacia el sector no estatal    se reducen a tarifas de salario mínimo y pagos a la seguridad social,    por lo que los salarios se forman en condiciones de oferta y demanda. La contratación    del personal cubano en empresas extranjeras y mixtas se realiza por entidades    estatales empleadoras con tarifas prefijadas en dólares y un tipo de    cambio de 2 CUP/CUC, exceptuando la Zona Especial de Desarrollo del Mariel que    cuenta con un tipo de cambio más favorable (10 CUP/CUC).    
   
Como se mencionó    antes, el crecimiento se ve limitado también por una dependencia externa    de carácter estructural. Hay una significativa elasticidad del PIB y    las exportaciones a las importaciones, lo que provoca tensiones en los balances    comerciales en períodos de acelerado crecimiento (Quiñones y Torres,    2015). Este fenómeno, observado también en muchos países    de la región, obedece en el caso de Cuba a la distorsión del tipo    de cambio que introduce la dualidad. De otro lado, hay señales de vulnerabilidad    asociadas a los shocks de términos de intercambio debido a la concentración    del comercio exterior y el deterioro de la balanza de bienes respecto a los    servicios. Finalmente, las restricciones de liquidez, explicadas esencialmente    por el bloqueo económico, agudizan los problemas de balanza de pagos.    La situación financiera ha obligado a realizar ajustes de cuenta corriente    en relación con las necesidades del crecimiento. En los últimos    años el servicio de la deuda ha representado una importante carga, entre    el 3 y 4 % del PIB, que agudiza las tensiones de las finanzas externas.     
   
Romper el círculo    vicioso de crecimiento restringido por balanza de pagos tampoco es una panacea.    Además de las barreras a la eficiencia del sector exportador y los encadenamientos    productivos, es notorio el crecimiento de la importación de alimentos    y combustibles en el total de importaciones durante el milenio, así como    también el desplazamiento de los bienes de capital por bienes intermedios    (figura 3). La contracción relativa de bienes de capital    importado no solo refuerza el retraso en la infraestructura productiva y tecnológica,    a causa de las persistentemente bajas tasas de inversión (entre 9 y 14    %), sino también obstaculiza el acceso a tecnologías más    modernas y, así, coloca a la economía en condiciones muy desventajosas    de competitividad. La escasa diversidad y complejidad tecnológica de    la producción doméstica, emerge como obstáculo para la    inserción en las ramas más dinámicas del comercio internacional.        
   
La brecha de ahorro    doméstico e inversión ha sido fuente estructural de los desequilibrios    internos y externos. Aunque en los indicadores de déficits fiscales el    PIB y el IPC se mantienen en rangos aceptables, son manifiestos otros factores    de desequilibrio interno, tales como: la cadena de impagos y otras formas de    cuasifiscalidad, el desabastecimiento de los mercados, las tensiones de liquidez    ante compromisos financieros, la baja tasa de inversión y, especialmente,    los recurrentes episodios de pérdida de poder adquisitivo y convertibilidad    de las monedas domésticas.     
   
El diagnóstico    expuesto resume el punto de partida que condujo a redefinir la agenda de transformaciones.    No ha sido fácil el camino de implementación de las políticas    iniciado. Aún persisten tensiones sobre el equilibrio, transformaciones    incompletas y temas pospuestos, pero también avances en términos    de reorganización productiva e institucional y señales alentadoras    de recuperación.     
   
Hacia adelante    son múltiples los retos. La complejidad de implementar la unificación    monetaria, así como una nueva ley de empresas, de endurecer los arreglos    monetarios y fiscales no es solo técnica, sino fundamentalmente política.    Asimismo, exigir nuevas reglas en condiciones de precios distorsionados y rígidas    regulaciones administrativas podría asfixiar a empresas con oportunidades.    Por lo tanto, la secuencia y la consistencia del programa son elementos muy    relevantes.    
   
Transformaciones    estructurales: agenda pendiente    
   
Las transformaciones    estructurales en los próximos años deberán concentrarse,    al menos, en tres direcciones. La primera: lograr que el sistema de precios    desempeñe el rol que le corresponde en el sistema económico. La    segunda: reformular las "reglas del juego" bajo las cuales deben establecerse    las relaciones entre las empresas y el Estado en el nuevo modelo de gestión,    materializadas en un sistema de normas y formas organizacionales consistentes.    La tercera: redefinir el rol de las formas no estatales en el modelo económico.    Especialmente las dos primeras exigen movilizar incentivos macro- y microeconómicos    a favor de la productividad y competitividad del sector productivo. En consecuencia,    y en sintonía con la nueva conceptualización de la relación    entre mercado y planificación, también se requiere de una revisión    de las estructuras alternativas de organización para planificar y monitorear    el desempeño económico.     
   
En algunos de estos    frentes se observan avances en los últimos años (anexo 1). Una    de las primeras acciones fue la ampliación de formas productivas no estatales,    con impactos positivos sobre la eficiencia y los equilibrios macroeconómicos.    Hay claras mejoras de productividad en sectores tales como agricultura, transporte,    construcción y servicios; existe un ambiente más competitivo y,    al propio tiempo, un mejor aprovechamiento de las capacidades productivas. Es    notoria, por ejemplo, la recuperación de la infraestructura de viviendas    en la capital a cuenta del sector privado. Asimismo, no solo se han reducido    gastos presupuestados asociados a excesos de plantillas en el sector público,    sino también ha permitido incluir el sector informal y ampliar tanto    la base tributaria como las contribuciones provenientes del sector no estatal.    También se han creado empleos mejor remunerados y se ha estimulado la    entrada de divisas.    
   
Pero aún    hay un camino importante que recorrer para explotar mejor los potenciales de    estas medidas. Los marcos regulatorios vigentes son insuficientes para fomentar    cadenas productivas y de exportación entre diferentes formas productivas.    Las oportunidades para el desarrollo local se aprovechan escasamente y el poco    desarrollo de las cadenas de suministros genera cuellos de botella que elevan    los costos y estimulan la especulación; los esquemas financieros son    incompletos en dicho sector, y se ha estimulado un drenaje de empleo calificado    hacia actividades de baja complejidad tecnológica, debido a la profundización    de la brecha salarial entre el sector público y el sector no estatal,    sin que exista una reacción de política al respecto.    
   
Consecuentemente,    el sector no estatal opera a niveles elevados de precios debido a que captura    los riesgos y costos y enfrenta una oferta de baja elasticidad. La mayor inflación,    en tanto convive con una pospuesta reforma salarial en el sector público,    ha tenido impactos regresivos sobre la distribución de ingreso.(3)    El sistema financiero no ha desarrollado instrumentos para captar y canalizar    el potencial ahorro interno y externo que moviliza al sector no estatal. Además,    la afluencia de divisas ha ocurrido en gran medida al margen de las instituciones    financieras, estimulando mercados financieros paralelos que pueden ser muy desestabilizadores,    especialmente en un escenario de unificación.     
   
En un futuro, ciertamente,    el primer paso debe ser corregir los precios relativos con la unificación    monetaria, la devaluación del tipo de cambio empresarial y la integración    paulatina de los mercados. Pero no basta con ello, el sistema de precios deberá    sustentarse en el desarrollo de mercados adecuadamente regulados; fruto de políticas    públicas y marcos institucionales coherentes con los objetivos económicos    y sociales del modelo socialista. Crear mercados no es sinónimo de liberalizar    precios y traspasar formas productivas estatales a formas no estales. No es    de esperar reacciones automáticas e inmediatas para alcanzar los objetivos    deseados en el contexto de un marco institucional aún en construcción.    Desplegar un programa integral e intencionado dirigido a fomentar mercados para    el desarrollo es un proceso complejo que, definitivamente, involucra tiempo    y un pensamiento conceptual y estratégico coherente con los propósitos    de la llamada actualización del modelo.    
   
Tal programa debe    contemplar ingredientes hoy insuficientes en las políticas aplicadas,    tales como leyes para respaldar claras y estables reglas sobre los derechos    de propiedad (social o privada)(4) y su cumplimiento,    mecanismos ágiles de tramitación legal y resolución de    conflictos, dispositivos organizacionales de regulación económica,    mecanismos de coordinación y consolidación de acuerdos, sistemas    de información transparentes y eficientes, instrumentos de mitigación    de riesgos y costos de transacción, entre otros.     
   
En un plano concreto,    especial prioridad deben recibir los incentivos para completar cadenas productivas    impulsando alianzas entre el sector público y el privado a favor de objetivos    comunes, creando mercados mayoristas de insumos y capital e incorporando incentivos    productivos y tributarios que remuevan barreras burocráticas para la    exportación. Otras medidas para mejorar el funcionamiento de los mercados    se deben también impulsar, como eliminar barreras a la entrada (formales    o informales) de productores o comercializadores, favorecer las economías    de escala y desarrollar el crédito y los instrumentos modernos de pago.    Por último, esquemas de promoción de inversión basados    en mecanismos eficientes de financiamiento, programas de asistencia técnica    y capacitación e incentivos a la innovación y asimilación    de nuevas tecnologías pueden resultar imprescindibles dentro de este    programa.    
   
Una contradicción    no resuelta adecuadamente emerge de la inconsistencia entre los incentivos para    desplazar actividades y empleo hacia formas no estatales y las regulaciones    que restringen los tipos de organización a lógicas de economía    familiar. Los diferenciales salariales entre el sector público y el sector    no estatal ocasionaron un crecimiento significativo del empleo en este último,    y se espera, según declaraciones oficiales, que al término de    2015 puedan aproximarse al 30 %. Transferir empleo a un sector no estatal en    estas condiciones podría resultar contrario a los objetivos de crecimiento    de largo plazo. Sería conveniente revisar el alcance de las actividades    y escalas productivas hoy autorizadas en las formas no estatales; así    como de los propios tipos de organizaciones estatales y no estatales. La pequeña    y mediana empresa en formas no estatales en un ambiente competitivo y adecuadamente    regulado podría ser una opción beneficiosa en términos    de eficiencia y precios. En este contexto se generarían incentivos a    la innovación y, así, al incremento de productos y servicios de    mayor valor agregado.    
   
El modelo de gestión    de las empresas públicas y su relación con el Estado debe continuar    siendo centro de atención. Como se mencionó anteriormente, la    difusa frontera entre los roles de propietario y gestor del Estado ha conducido    a la generalización de garantías implícitas, agudizando    problemas de "riesgo moral" y creando incentivos perversos para el    crecimiento. El Estado actúa de manera automática como prestamista    de última instancia, ante lo cual la responsabilidad de la empresa pierde    relativa importancia.     
   
En este sentido    urge introducir una nueva ley de empresa pública y marcos regulatorios    y jurídicos con cambios en las "reglas del juego", que respalden    el respeto a los contratos. Estos deben abarcar temas cruciales tales como la    definición entre propietario y gestor, así como relaciones contractuales    entre ambos; normas de entrada, permanencia y salida de empresas; procedimientos    de liquidaciones y protección a los acreedores; estructuras de mercado    y defensa de la competencia, entre otros. El mayor reto estriba en generar un    sistema de incentivos que, mientras favorezca la eficiencia y la estabilidad    financiera, proteja al Estado de pérdidas patrimoniales derivadas de    la posible bancarrota de las empresas. En otras palabras, un modelo donde el    "contrato económico" obligue a internalizar tanto los beneficios    como los costos para el gestor, y sustituya el "contrato implícito"    que ha caracterizado las relaciones entre estos actores. De lo contrario, será    muy difícil eliminar en la práctica las conductas de ablandamiento    financiero y fiscal.    
   
La organización    de la industria del turismo desde sus orígenes en la década de    los noventa podría ser un buen referente. Si bien susceptible de ser    mejorada, incorporó una mezcla de ingredientes exitosos: 1) las empresas    se organizan en cadenas cuya administración responde a contratos con    el propietario; 2) se compite por calidad, precio y diferenciación de    productos; 3) es un sector expuesto a la competencia internacional; 4) opera    bajo esquemas de propiedad estatal y mixta, así como contratos de administración    con empresas extranjeras líderes en el mercado internacional; 5) recientemente    se incorporan a la actividad de manera paulatina nuevos actores no estatales;    6) son más nítidas las fronteras entre el Ministerio (función    reguladora) y las cadenas (gestoras); 7) los precios se fijan con base en consideraciones    de mercado pero, al propio tiempo, hay políticas regulatorias para favorecer    la coordinación; 8) opera bajo esquemas financieros más flexibles    (aunque aún insuficientes).     
   
De otro lado, en    los marcos de la planificación deben quedar resueltos temas tales como    el grado de centralización y descentralización de las inversiones,    acceso a la divisa en todas las formas productivas, balance entre precios desregulados    y regulados, compromisos financieros y tributarios con el Estado, alcance y    plazos para subsidios o protección, simplificación de indicadores    empresariales a monitorear centralmente, entre otros. Hay múltiples estudios    sobre el ciclo económico que evidencian una correlación positiva    entre períodos de descentralización y crecimiento económico    (Doimeadiós, 2007; Vicente, 2008).     
   
Una configuración    de los modos alternativos de organizaciones productivas debe responder, y al    propio tiempo interactuar, con los marcos institucionales. El balance entre    centralización y descentralización definido en el modelo económico    determinará, en última instancia, los cambios en las estructuras    organizacionales. Este debería favorecer adaptaciones de formas productivas    de mayor autonomía a través del sistema de precios y el desarrollo    de mercados, independientemente de las formas de propiedad. Al propio tiempo,    establecer las requeridas salvaguardas a través de una adecuada regulación    económica y un marco legal que permita mitigar riesgos; así como    un eficaz sistema de planificación con énfasis en los horizontes    de mediano y largo plazo. Es esencial reducir los altos costos burocráticos    detrás de prácticas administrativas que intentan ejercer "desde    arriba" funciones propias del mercado, las cuales deben ser sustituidas    por instrumentos más eficientes de regulación directa o indirecta.    
   
La estructura organizacional    del Estado deberá ser consistente con el propósito de establecer    claramente sus funciones y con la configuración del sector productivo.    Aligerar el aparato del Estado solo desde la perspectiva del gasto fiscal desencadena    procesos de racionalización que adelgazan los presupuestos y restringen    capacidades para ejercer los mandatos. Desde una visión institucional,    lo relevante es alinear la configuración organizacional con las modificaciones    de las "reglas del juego", como pueden ser: el mayor grado de descentralización,    los nuevos actores, los cambios en el modelo de gestión, el nuevo tipo    de planificación, el mayor desarrollo de mercados, entre otras. Luego    deberán desaparecer o transformarse algunas instituciones y surgir otras    en correspondencia con el modelo de gestión. Por ejemplo, difícilmente    se justifique hoy una estructura territorial en la agricultura que pudo ser    funcional a un modelo centralizado estatal y, en cambio, son obvias las ausencias    institucionales para liderar una estrategia de desarrollo integral del sector.    Asimismo, resulta paradójico aspirar a un crecimiento fomentado en actividades    de mayor valor agregado, sin contar con una agencia nacional de innovación    que incorpore a todos los actores productivos y sociales; como también    que no se fomenten formas productivas no estatales con estas capacidades.    
   
En otro plano de    análisis, en la medida en que se otorguen mayores facultades al sector    empresarial deberán producirse cambios legislativos y organizacionales    relevantes de manera que estas puedan ser realmente efectivas. Con el objetivo    de separar las funciones estatales de las empresariales, ha comenzado recientemente    un proceso de reestructuración y fusión de los ministerios ramales    y de algunas empresas en órganos superiores de dirección del Estado    (OSDE). Este modelo, si bien justificable en algunas industrias, podría    ser contraproducente en términos de eficiencia técnica y económica    para otras. Por lo tanto, sería recomendable crear dispositivos regulatorios    más funcionales a estos propósitos, evitando la innecesaria concentración    de la producción y, especialmente, las conductas inerciales de centralización.    
   
De manera general,    siendo consecuente con la idea de un modelo donde se pondere de manera más    adecuada el rol del plan y el mercado, se visualiza un aparato administrativo    más ligero y eficiente, que se apoye en el uso generalizado de las nuevas    tecnologías de la información, y un mayor énfasis en el    sistema de incentivos.    
   
Políticas    macroeconómicas: avances y desafíos    
   
La consolidación    de la estabilidad macroeconómica es una premisa para el crecimiento económico.    Ciertamente, como se expuso con anterioridad, gran parte de las tensiones monetarias    y fiscales tienen su origen en los problemas del sector real de la economía    y el modelo de gestión; de ahí que las transformaciones estructurales    sean las más relevantes, pero también es necesario perfeccionar    los diseños de las políticas macroeconómicas y el marco    institucional en las que se desempeñan.    
   
El ambiente de    mayor centralización de inicios del milenio y el entorno institucional    antes analizados, caracterizados por la dualidad monetaria y la segmentación    de mercados, el ablandamiento fiscal y financiero, el exceso de regulación    administrativa y el escaso desarrollo de los mercados, han condicionado en gran    medida los diseños de las políticas macroeconómicas, restringiendo    sus capacidades para administrar los equilibrios macroeconómicos. No    obstante, en los últimos años también en el ámbito    macroeconómico se observan importantes avances (anexo 1).    
   
En la medida que    avanzan las transformaciones estructurales e institucionales, urge priorizar    las siguientes áreas de intervención sin las cuales difícilmente    podrá avanzarse con la requerida celeridad: unificación monetaria    y corrección de precios relativos, mejores diseños de política,    consolidación de marcos institucionales para la administración    macroeconómica, mayor eficacia del gasto público y mayor rol del    sistema financiero en la asignación de recursos.    
   
La gestión    de las políticas macroeconómicas ha sido muy difícil en    condiciones de dualidad monetaria, debido a la distorsión de los indicadores    convencionalmente utilizados para fijar objetivos macroeconómicos. Las    metas fiscales no cubren la totalidad del universo fiscal, mientras que los    desequilibrios monetarios no solo se expresan en la inflación (reflejada    en el IPC), sino también exhiben otras manifestaciones propias de situaciones    de "inflación reprimida" (cadena de impagos, pérdida    de convertibilidad o desabastecimiento de mercados). Una vez que se produzca    la unificación y se unifiquen las cuentas públicas, podrán    fijarse reglas de emisión y criterios de financiación del déficit    y la deuda, compatibles con los equilibrios.    
   
Existe una tendencia    a centrarse en variables intermedias para formular objetivos y en análisis    de equilibrio parcial, en parte debido a la presencia de la dualidad. La percepción    de la "temporalidad" de la dualidad en contraposición a la    "emergencia" para resolver problemas impostergables ha generalizado    respuestas puntuales sin un enfoque integral que permita sopesar los beneficios    y costos de las diversas alternativas. Por ejemplo, los sustitutos de una devaluación,    como son los llamados "convertidores" para canjear monedas destinadas    a financiar transacciones entre el turismo y la agricultura o fijar los salarios    en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel y en empresas extranjeras.    
   
La insuficiente    disponibilidad de instrumentos y el poco desarrollo de los mercados es otro    factor que afecta el adecuado desempeño de las políticas macroeconómicas.    La política monetaria se desenvuelve en un entorno de fragilidad de los    mercados de crédito y monetario y no existen mercados de deuda. Las tasas    de interés son administradas y no siempre logran capturar los cambios    del entorno, considerando la segmentación por monedas y circuitos en    el sector bancario, así como las limitaciones para intercambiar activos    en una u otra denominación. Recientemente, se han dado pasos importantes    con las nuevas regulaciones asociadas a la financiación de los déficits    a través de emisiones primarias y la creación del mercado interbancario.    Pero aún conviven instrumentos indirectos con una multiplicidad de disposiciones    administrativas que entorpecen su actuación. En estas circunstancias,    el control de la liquidez queda reducido a metas anuales de déficit fiscal    y al uso de instrumentos de carácter material-financiero.    
   
El ámbito    fiscal ha sido más dinámico. La reforma tributaria adicionó    varias figuras para fortalecer los principios de eficiencia, equidad y suficiencia.    No obstante, aún son insuficientes los instrumentos tradicionales de    estabilización debido al predominio de mecanismos administrativos y la    todavía significativa participación de ingresos no tributarios    en el presupuesto. Es de esperar, con la ampliación de las formas no    estatales, los mayores espacios de mercado y la descentralización empresarial    y territorial, una mayor influencia en esta dirección de la política    fiscal.    
   
Por otra parte,    en un futuro se deberá prestar mayor atención a los horizontes    plurianuales para definir los objetivos de la política fiscal y monetaria.    Ello permitiría incorporar una visión estratégica acerca    del rumbo de las transformaciones, alinear expectativas y, así, influir    sobre la conducta de los agentes económicos a favor de los objetivos    trazados, ofreciendo credibilidad a las políticas como ingrediente básico    de estabilidad.    
   
Particularmente    relevantes son las metas fiscales plurianuales por sus implicaciones sobre la    sostenibilidad de la deuda pública. Recientemente, la Asamblea Nacional    aprobó una composición mixta del financiamiento del déficit    fiscal, reduciendo la monetización al 30 % de los déficits. Si    bien es un paso de avance, la definición de estas proporciones parece    estar más vinculada a un objetivo de estabilidad monetaria de corto plazo    que a criterios de sostenibilidad de la deuda (Hidalgo y Cribeiro, 2014; Hidalgo    y Doimeadiós, 2015). Sería conveniente focalizarse en fijar metas    plurianuales de saldos fiscales compatibles con el equilibrio macroeconómico,    basados en criterios de estabilidad monetaria y sostenibilidad de la deuda.    Al propio tiempo, incorporar un marco prudencial de gestión de deuda    pública y de coordinación de políticas (monetaria, cambiaria    y fiscal).(5) El mecanismo de financiación    a través de deuda, si bien ofrece mayores grados de libertad para administrar    los equilibrios macroeconómicos intertemporalmente, involucra riesgos    que habrá que mitigar.    
   
En cuanto a la    política de precios, se observan cambios significativos vinculados a    la apertura de nuevos espacios de mercado en el sector no estatal, el levantamiento    de restricciones para favorecer transacciones entre diferentes formas productivas    y la nueva política de precios en el sector estatal, basada en la fijación    de precios por acuerdos entre las partes.(6)    Pero los cambios institucionales consistentes con estas medidas nuevamente se    han retrasado. De un lado, la desconexión de las formas no estatales    con los circuitos de exportación e importación, la persistencia    de barreras para completar cadenas entre las diferentes formas productivas,    así como la ausencia de mercados mayoristas, introducen ineficiencias    en el sistema de precios. De otro lado, los precios por acuerdo entre empresas    estatales pueden distorsionarse en condiciones de escaso desarrollo de mercados    internos, estructuras monopólicas y débil exposición a    la competencia internacional. Si bien las nuevas disposiciones permiten al comprador    elegir tomando como referente los precios internacionales, en la práctica    hay barreras relacionadas con la disponibilidad de divisas, la organización    del comercio exterior y otros factores institucionales. Evitar potenciales impactos    inflacionarios y precios no fundamentados requiere de cambios institucionales    consistentes con las medidas tomadas, así como fortalecer los dispositivos    regulatorios cuyas acciones se sustenten en principios microeconómicos    de eficiencia técnica y económica, pero sobre todo exige una clara    conceptualización del rol del sistema de precios en el funcionamiento    del nuevo modelo económico.    
   
La estructura organizacional    para conducir las políticas macroeconómicas es también    una prioridad.(7) La complejidad del entramado    institucional ha resultado en un solapamiento de las funciones macroeconómicas    por varias entidades, exigiendo gran cantidad de arreglos organizativos expresados    en leyes, disposiciones y normas jurídicas para hacer efectiva la formulación    de políticas en un contexto aún en transformación.    
   
Aunque la institución    encargada de la política fiscal es el Ministerio de Finanzas y Precios    (MFP), como ha sido apuntado, parte del universo fiscal queda distribuido en    varias entidades dentro de la estructura organizativa. De otro lado, debido    a la existencia de dos monedas domésticas, los balances macroeconómicos    y sectoriales son administrados también por otras instituciones del gobierno    central.     
   
En este contexto,    y con el propósito de asegurar la disciplina monetaria y fiscal en ambas    monedas, tanto el plan de la economía como el déficit fiscal son    aprobados por la Asamblea Nacional (Ley del Presupuesto). Paralelamente, considerando    que el presupuesto abarca solo las transacciones en CUP y a partir de tensiones    en la convertibilidad del CUC, en el año 2010 se dispuso la Resolución    86 del BCC que prohíbe el financiamiento de la cuenta de financiamiento    del Estado. Con esta resolución, en principio, se elimina la emisión    primaria de CUC. Además, existe un espacio para coordinar acciones orientadas    a la estabilidad macroeconómica,(8)    presidido por el Ministerio de Economía donde se colegian las acciones    del plan y la política monetaria y fiscal. Este ministerio opera como    un mecanismo material financiero donde se compatibilizan, en los ejercicios    de programación, los planes de circulación mercantil de las redes    minoristas estatales con las políticas salariales y otras fuentes de    liquidez de los hogares. A pesar de ser un importante espacio de funcionamiento    activo, no constituye una agencia institucional de coordinación de políticas.    
   
Si bien los arreglos    institucionales antes mencionados favorecen la disciplina monetaria, en la práctica    se ven debilitados por vacíos jurídicos e institucionales. La    presencia de ablandamiento fiscal y financiero, en particular la ausencia de    una ley empresarial, así como las barreras formales e informales de los    mecanismos de resolución de disputas, convierten al Estado en garante    del sector empresarial y arraigan el irrespeto a los contratos en dicho sector.    En consecuencia, se traspasa a la sociedad, de manera explícita o implícita,    los costos fiscales de mantener permanentemente empresas ineficientes con rezagos    tecnológicos y de eficiencia insuperables.    
   
Sin dudas, el principal    conflicto para lograr la estabilidad macroeconómica ha sido de carácter    fiscal. Primero, por el persistente desbalance entre la trayectoria del gasto    público y el ahorro productivo doméstico para sostenerlo, fuente    recurrente de tensión financiera y desequilibrio estructural. Segundo,    porque los arreglos institucionales para corregir los desequilibrios son en    la práctica "blandos", y derivan en una persistente pérdida    de poder adquisitivo de la moneda y deterioro de sus funciones. Obviamente,    la velocidad y tipo de ajuste fiscal es, ante todo, un problema de economía    política y en ningún caso se ha hecho en Cuba al margen de los    potenciales costos sociales que involucra. Por ello, se justifica avanzar de    manera más acelerada en las transformaciones estructurales, particularmente    en la reconversión industrial, y en una intencionada política    de inserción internacional para flexibilizar las tensiones fiscales en    el corto plazo. No obstante, la sostenibilidad del gasto público exige    también reducir estructuras burocráticas y subsidios innecesarios    al sector productivo, mediante una restructuración de las organizaciones    del Estado y las empresas públicas sobre las bases antes discutidas.    También requiere de establecer reglas explícitas para definir    su trayectoria intertemporal, diseñando mecanismos eficientes de ejecución    y control. Los recurrentes ajustes al plan y desviaciones del gasto público    ejecutado respecto al aprobado tienen consecuencias nocivas para la eficiencia    y el equilibrio monetario de corto plazo, pero sobre todo afectan la credibilidad    de las políticas y la eficacia en términos de costos burocráticos    del aparato de regulación central del Estado.     
   
Finalmente, la    estabilidad macroeconómica exige fortalecer el sistema financiero y su    institucionalidad. Un esquema financiero viable hacia el sector productivo necesario    para la reactivación. El crédito es esencial para apoyar sectores    claves y los nuevos emprendimientos en todas las formas productivas, y así    favorecer tanto la eficiencia como la equidad (posibilidad de acceso a financiamiento).        
   También es importante consolidar el sistema financiero desde el punto    de vista institucional para generar estabilidad al sistema de pagos de la economía    y mejorar la asignación de recursos, a través de tasas de interés    fundamentadas. Corregir las tasas de interés no solo es relevante para    contribuir a la eficiencia empresarial y del sistema bancario, sino también    para hacer viable la recientemente aprobada política de emisión    de deuda. En un contexto en el que aún no está alineada la estructura    de tipos de interés, se toma el riesgo de transferir subsidios implícitos    a través de tasas de interés reales negativas (Hidalgo y Cribeiro,    2014).(9)    
   
Es imprescindible    desarrollar instrumentos para captar ahorro interno y externo de más    largo plazo. Así, por ejemplo, diseñar fondos de inversión,    esquemas de fideicomisos y otros, para captar los fondos externos que hoy están    financiando la mayor parte de los emprendimientos al margen del sistema bancario    doméstico, especialmente en un escenario de normalización de las    relaciones con EE. UU. Las asimetrías entre el desarrollo de nuevas formas    no estatales y el desarrollo de los sistemas financieros constituyen incentivos    para el florecimiento de mercados financieros paralelos.    
   
Bases institucionales    para el crecimiento de largo plazo     
   
Un paso transcendental    para superar la actual senda de crecimiento fue consolidar el consenso social    acerca del rumbo de las transformaciones con la aprobación de los Lineamientos.    Estos anticiparon la necesidad de avanzar en las transformaciones estructurales    y afianzar la estabilidad macroeconómica para proyectar una estrategia    de crecimiento de largo plazo. Definitivamente, la estrategia debe internalizar,    de un lado, los conflictos intertemporales en términos de equilibrio    interno y externo asociados al crecimiento, y, de otro, el grado de flexibilidad    de las restricciones temporales impuestas por el contexto institucional.     
   
Superar las actuales    trayectorias de crecimiento enfrenta el dilema de cómo elevar la tasa    de inversión a los niveles requeridos para modernizar el sector productivo    y recuperar la infraestructura. La opción de elevar la tasa de inversión    a cuenta de sacrificar consumo no es, en la práctica, viable. Tampoco    sería factible aspirar a crecimientos explosivos sustentados en mayores    tasas de inversión a los niveles actuales de gasto doméstico,    que conduzcan a una trayectoria explosiva de la deuda. Por consiguiente, un    escenario razonable aconsejaría apuntar a metas de crecimiento moderadas    en las primeras etapas y a flexibilizar los trade off entre las tasas de crecimiento    y los equilibrios internos y externos.     
   
Uno de las principales    formas de flexibilizar la relación entre crecimiento y equilibrio es    logrando mejorar los parámetros de eficiencia, así como también    propiciando un cambio estructural hacia actividades de mayor valor agregado.    Según varios estudios empíricos, la economía cubana tiene    potencial para crecer cerrando las actuales brechas de eficiencia. Estos sugieren    que incrementos de la productividad total de los factores (PTF) por encima de    dos o tres puntos anuales serían suficientes para elevar el crecimiento,    con tasas de inversión ligeramente superiores a las actuales. Pero como    se comentó, cerrar las brechas de ineficiencia no es un objetivo fácil    de alcanzar pues involucra medidas complejas y supone cambios en las reglas    del juego en muchas de las dimensiones antes discutidas.    
   
En términos    de ajuste deberán revisarse partidas del gasto público, considerando    que las tasas de consumo del Gobierno están, incluso, por encima de la    media de países desarrollados. La idea sería sostener el nivel    y la eficacia del gasto social, pero reducir partidas innecesarias, especialmente    vinculadas al exceso de burocracia para liberar recursos hacia la inversión    de calidad. Por otra parte, la actual dependencia del crecimiento y las exportaciones    a las importaciones condiciona la demanda de financiamiento externo. Sin prejuicio    a lo anterior, la sustitución de importaciones con base en las ganancias    de eficiencia y el relativo ajuste del gasto deben constituir, también,    fuentes importantes de financiamiento para el crecimiento.     
   
En cualquier caso,    la brecha de ahorro-inversión requerida para el crecimiento tendrá    que cerrarse con financiamiento externo. Para ello, de un lado, hay que mejorar    las condiciones de acceso a fuentes externas, y, de otro, recomponer financiamiento    hacia la inversión extranjera directa (IED), atendiendo a la necesidad    de compatibilizar metas de crecimiento con sostenibilidad de la deuda externa.    A partir de la aprobación de la nueva Ley de Inversión Extranjera,    se aspira a que esta juegue un papel importante no solo en términos de    financiamiento, sino también de mejoras de competitividad a través    de la transferencia tecnológica y el acceso a mercados.    
   
Desde una perspectiva    doméstica, es muy importante que los primeros esfuerzos actúen    sobre las restricciones externas al crecimiento. Es decir, se orienten hacia    el sector exportador actividades de mayor valor agregado o que reduzcan la demanda    de importaciones, como, por ejemplo, aquellas que permitan transformar la matriz    energética o elevar la producción de alimentos. También    construir cadenas de exportación aprovechando las ventajas naturales    en sectores tales como la caña de azúcar, la agroindustria, el    turismo y el níquel; en aquellos donde existen ventajas adquiridas, especialmente    de calificación, como son las telecomunicaciones, la industria biotecnológica    y médico farmacéutica, los cluster de turismo-agroindustria, salud    y cultura; así como servicios profesionales y empresariales de alto valor    agregado. Sería muy recomendable sustituir las actuales prácticas    de enclave de exportación por lógicas de encadenamientos productivos    y también articular una visión estratégica de desarrollo    con el fomento de un ambiente favorable desde las políticas públicas    para el desarrollo de iniciativas productivas y de innovación.    
   
Otra importante    fuente de crecimiento es la recuperación de la contribución del    capital humano al crecimiento, así como el potencial innovador del cual    es portador. Para ello, será necesario corregir la actual asimetría    entre el potencial humano y el entorno tecnológico, así como la    desproporción entre gastos en educación y gastos de inversión    y gastos en investigación y desarrollo. Un análisis comparado    respecto a los países de mayor crecimiento muestra una relación    más balanceada entre niveles de escolaridad, gastos en educación    y gastos en investigación, desarrollo e innovación. Estas asimetrías    afectan el potencial para elevar la complejidad tecnológica del PIB y    las exportaciones de bienes, e incentivan el drenaje de fuerza de trabajo calificada    hacia el exterior o hacia sectores de bajas tecnologías mejor remunerados.        
   
En el plano internacional,    para cerrar la brecha de ahorro e inversión requerida hay que construir    una estrategia financiera encaminada a atraer flujos de financiamiento externo.    La Ley de Inversión Extranjera es un paso importante, pero aún    queda mucho por hacer, atendiendo al relativo desconocimiento de los actores    internacionales del mercado cubano. La estrategia debe prever acciones en el    sector real y financiero para garantizar su eficiente canalización hacia    la inversión y la promoción de exportaciones, fortaleciendo las    redes institucionales. Es esencial desarrollar el sistema financiero y el mercado    de crédito, diversificar los instrumentos de pagos y de captación    de ahorro, entre otras acciones; y, paralelamente, implementar una adecuada    regulación y supervisión financiera consistente con la mayor apertura    externa.     
   
La IED se ha identificado    como una de las principales fuentes para apoyar el crecimiento económico.    De hecho, se ha anunciado un requerimiento de más de 2 000 millones de    USD anuales para sostener crecimientos superiores al 4 %. Apostar por la IED    implica atender algunos obstáculos, como son los actuales mecanismos    de aprobación, los altos costos de operación e instalación,    los problemas de información y conectividad, las peculiaridades del sistema    de contratación de la fuerza de trabajo y, particularmente, los problemas    que afectan la estabilidad del sistema de pagos en el circuito de asociaciones    con empresas extranjeras o establecidas en Cuba. Estas iniciativas deberán    acompañarse de esquemas financieros que garanticen la convertibilidad    de los flujos monetarios, como uno de los requisitos básicos de credibilidad    de la política. Conjuntamente con estos esfuerzos, hay que atraer otras    fuentes de financiamiento de largo plazo en los mercados financieros internacionales,    así como diseñar una política explícita de inserción    en los organismos financieros internacionales y en especial en organismos regionales.    
   
Construir la estrategia    de inserción internacional es uno de los principales retos a futuro y    no puede verse al margen del proceso de transformaciones estructurales e institucionales    domésticas. Hay señales alentadoras atendiendo a la prioridad    política del proceso de perfeccionamiento del modelo económico    y el escenario más favorable de las relaciones externas de Cuba. En efecto,    el país ha realizado importantes esfuerzos para mejorar las finanzas    externas a través de la reducción de préstamos vencidos,    renegociaciones de adeudos significativos con importantes socios comerciales    y con el Club de París, negociaciones para acceder a importantes flujos    de créditos de gobierno (Rusia, España, entre otros), así    como ha dado los primeros pasos para la normalización de las relaciones    con EE. UU. (Rodríguez, 2016).    
   
Comentarios    finales    
   
Las claves para    el crecimiento en Cuba parecen estar en las ganancias de eficiencia, la recuperación    de una trayectoria de inversión de calidad, la capacidad innovadora portadora    del capital humano y una adecuada estrategia de inserción externa.    
   
La secuencia de    la estrategia de crecimiento no es trivial, hay que actuar sobre los cuellos    de botella y mantener el equilibrio interno y externo para evitar retrocesos.    Avanzar rápidamente en transformaciones de carácter estructural    e institucional sin dudas permitiría flexibilizar las tensiones entre    crecimiento y equilibrios; también construir una estrategia externa intencionada    para completar financiamiento externo resulta imprescindible para enfrentar    los procesos más complejos asociados al redimensionamiento del sector    público y la unificación monetaria. Ambas acciones son complementarias    en la agenda de las transformaciones, no pueden manejarse de forma independiente.        
   
Resulta fundamental    la consistencia del programa en dos sentidos. En primer lugar, las instituciones    tienen un importante rol que jugar y requieren ser conciliadas con los diseños    de política; en segundo, las políticas macroeconómicas    y las transformaciones estructurales tienen que estar alineadas a fin de propiciar    el cambio estructural a favor del crecimiento.    
   El ahorro externo es esencial para sostener una trayectoria superior de crecimiento    en las primeras etapas, pero tempranamente hay que fomentar fuentes de ahorro    doméstico mediante una profunda transformación del sistema financiero    y el fortalecimiento de su rol en la economía.     
   
Mucho queda por    delante para alcanzar los ambiciosos objetivos declarados en la actualización    del modelo económico cubano. El camino de la implementación ha    sido difícil pero hay señales alentadoras atendiendo a la prioridad    política del proceso, la consolidación de consensos y el escenario    más favorable de las relaciones externas.    
   
Anexo 1. Principales    medidas aplicadas que responden a la implementación de los Lineamientos    de la política económica y social:(10)    
   
" Ampliación    de formas productivas no estatales (sector privado y cooperativo) y marcos legales    para su desarrollo. Se aprobaron más de 181 categorías. Decreto    Ley N.º 284. Resoluciones: 516/2011 del MINCIN, 409 del MFP y 46 del MTSS.    
   " Ampliación de derechos de propiedad de familias (viviendas y autos)    mediante autorización para compra y venta. Decreto N.º 292 del Consejo    de Ministros y Decreto Ley N.º 288.     
   " Ampliación del sector cooperativo hacia los sectores de servicios,    además del industrial y el agropecuario. Decreto Ley N.º 305 y 306    del Consejo de Estado.    
   " Nueva Ley de Inversión Extranjera. Ley N.º 118, Decreto Ley        
   N.º 325/2014, Resoluciones 128 y 129 del MINCEX, Resoluciones 46 y 47 del    BCC, Resolución 16 del MTSS.    
   " Creación de Zona Especial del Mariel. Decreto Ley 313 del Consejo    de Estado.    
   " Autorización de ventas directas de productos agropecuarios de    formas no estatales a los hoteles en CUP, tomando como referencia una tasa de        
   cambio más favorable. Resoluciones 581/2013 del MINAGRI, 352 del MFP    y 137 del MINTUR.    
   " Ampliación de marcos legales y regulatorios para transacciones    directas entre compañías estatales y formas no estatales.    
   " Reordenamiento y fusiones de la estructura organizativa de los ministerios    ramales y las empresas estatales. Creación de OSDE tales como: Gecomex,    AzCuba, BioCubafarma, Quimefa, entre otras.    
   " Incentivos salariales en la Zona Especial del Mariel y las empresas extranjeras    y mixtas, tomando como referencia tasas de cambio favorables de 10 CUP/CUC y    2 CUP/CUC, respectivamente. Resoluciones 14/2014 y 42/2014 del MTSS.    
   " Reestructuración del comercio mayorista (Resolución 42)    y nuevo sistema de comercialización de productos agropecuarios mayorista    y minorista con más apertura para la participación de formas productivas    no estatales.     
   " Flexibilidad de objetos sociales y ampliación de actividades secundarias    de las entidades públicas. Resolución N.º 134/2013 del MEP.    
   " Mayores facultades y autonomía empresarial para tomar decisiones    de inversión y distribuir salarios. Resoluciones 203/2014 del MFP y 17/2014    del MTSS.    
   " Incrementos salariales en los sectores de Salud y Deporte. Resolución        
   N.º 11/2013 y 22-24/2014 del INDER y el MINSAP.    
   " Se anuncia plan para convertir empresas estatales en más de 10    mil cooperativas entre 2015 y 2017 (incluyendo todos los restaurantes).    
   " Ampliación de arrendamientos de tierras e inmuebles estatales    por personas naturales. Se autoriza arrendamiento de locales administrados por    inmobiliarias estatales.    
   " Nueva Ley Tributaria. Mayor protagonismo de ingresos tributarios, y principios    de eficiencia y equidad. Ley N.º 113 del Sistema Tributario.    
   " Nueva política de precios y descentralización de precios    mayoristas. Resolución 38/2013 del MFP.    
   " Introducción de pagos de seguridad social para trabajadores del    sector no estatal.    
   " Nuevo esquema de subsidios a personas naturales para construcción    de viviendas.    
   " Creación de fondos especiales para el desarrollo local a partir    de tributos.    
   " Extensión de crédito al sector no estatal para la compra    de insumos y bienes de capital, así como para la construcción    y reparación de viviendas. Decreto-Ley N.º 289 del Consejo de Estado,    Resoluciones N.º 99 y 100/2011 del BCC.    
   " Creación de mercado interbancario. Resolución N.º    91/2011 del BCC.    
   " Medidas para fortalecer la disciplina financiera y fiscal con nuevas    resoluciones que rigen las relaciones entre el Presupuesto y el Banco Central,    así como entre este último y el sistema bancario.    
   " Anuncio de inicio de unificación monetaria y generalización    de pagos en ambas monedas en la red minorista, al tipo de cambio     
   de CADECA.    
   
REFERENCIAS    BIBLIOGRÁFICAS    
   
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RECIBIDO: 17/11/2015    
   ACEPTADO: 23/11/2015
Vilma Hidalgo de los Santos. Universidad de La Habana. Correo electrónico: vilmah@rect.uh.cu
NOTAS    ACLARATORIAS    
   
1. Varios estudios de CEPAL, CAF y BID documentan esta afirmación.
2. Este esquema se caracteriza por: base bimonetaria, segmentación de mercados, tipos de cambio múltiples, entre otros.
3. En general, exceptuando al sector de las empresas públicas, se han producido aumentos salariales muy puntuales en el sector de salud y el de deporte.
4. Parte de la propiedad social se gestiona por formas no estatales.
5. En Hidalgo y Doimeadiós (2014) se presenta una propuesta de indicadores para evaluar la sostenibilidad de la deuda en Cuba, considerando las peculiaridades de dolarización parcial y el descalce de monedas.
6. Excepto una nomenclatura de productos centralizados por el MFP.
7. Recientemente, la dirección del país ha enfatizado en la necesidad de acompañar la unificación con un reordenamiento macroeconómico.
8. GAFI: Grupo de Análisis del Saneamiento de las Finanzas Internas.
9. La legislación vigente establece que la deuda solo podrá ser comprada por el sistema bancario.
10.    Fuente: Gaceta Oficial; Granma, 11 noviembre, 2015; "Open to the World"    Zona especial de desarrollo (ZED), noviembre, 2015.    
   

 















