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Universidad de La Habana

versión On-line ISSN 0253-9276

UH  no.279 La Habana ene.-jun. 2015

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 


La inscripción explícita del autor en el discurso científico: análisis diacrónico y perspectivas

 


The Explicit Inscription of Author in the Scientific Discourse: Diachronic Analysis and Perspectives

 

 


Diana Elena Prieto Acosta

Editorial Ciencias Médicas,La Habana, Cuba.

 

 


RESUMEN

En los últimos decenios ha ido perdiendo adeptos la noción de que el discurso científico es objetivo e impersonal, y comienza a ganar terreno el reclamo de que los autores delimiten claramente sus aportes y no abusen de la impersonalidad. Pareciera que estos últimos luchan contra tradiciones y prácticas discursivas propias de nuestra lengua, pero el discurso de la ciencia no siempre fue así, tampoco en español. Por otra parte, la naturaleza argumentativa de los textos prototípicamente científicos reclama que el autor se responsabilice con sus argumentos. De todas formas, ocultándose, no consigue que el lenguaje sea "objetivo". La internacionalización de la información en el mundo actual refuerza la necesidad de normalizar las prácticas discursivas, por lo que es difícil que el español no siga los derroteros que ya trazan las publicaciones anglosajonas, líderes del intercambio científico internacional.

PALABRAS CLAVE: argumentación, atenuación lingüística, impersonalización, objetividad, responsabilidad enunciativa.


ABSTRACT

In past decades the notion of that the scientific discourse is objective and impersonal, has lost followers and starts to gain ground the claim of that the authors define clearly its contributions and not abuse of the impersonal feature. It seems that this latter fight against the traditions and discursive practices own of our Hispanic culture, but the speech of the science not always was like that, either in Spanish. On the other hand, the argumentative nature of the prototypic scientific texts demands that the author be responsible by its arguments. In any case, if he hides, the author not achieve that the language be "objective". The internationalization of information in the present world reinforce the need of normalize the discursive practices, thus it is difficult that the Spanish not follows the courses that already outline the Anglo-Saxons publications, leaders of international scientific exchange.

KEYWORDS: argumentation, linguistic attenuation, impersonalization, objectivity, enunciative responsibility.


 

 

Introducción

En los últimos decenios, la noción de que el discurso científico es objetivo e impersonal y de que los científicos elaboran textos que representan fielmente una realidad "externa" ha ido perdiendo peso. La remplaza otra perspectiva: como en cualquier otro discurso, el científico no puede ser asépticamente informativo; en tanto la interacción entre escritores y lectores, involucra un esfuerzo persuasivo de los primeros y constituye un medio para reconocer, construir y negociar relaciones sociales. Por otra parte, numerosas investigaciones lingüísticas actuales (marcadas, como toda la lingüística contemporánea, por una consideración multimensional del lenguaje -cognitiva, simbólica y social-) han demostrado que "el locutor del discurso científico (incluso el de las llamadas "ciencias duras") deja huellas de su presencia y que su discurso no es ni monológico ni neutro".(1) Sin embargo, en las publicaciones científicas se aprecia una dualidad de opiniones: algunas aconsejan el uso de mecanismos lingüísticos que ocultan al emisor (impersonalidad) en pos de ser más "objetivos", otras dan prioridad a las formas personales y recomiendan no abusar de la impersonalidad.

Las razones que llevan a los primeros a optar por tal indicación son fundamentalmente las siguientes: la impersonalidad conlleva mayor objetividad y es más cortés (resulta inmodesto y pedante usar la primera persona gramatical); en la ciencia predominan los procesos por sobre las acciones (borrar al enunciador ayuda a enfatizar en los procesos). Los segundos argumentan que la impersonalidad es una manera de evitar responsabilidades (el ocultamiento del agente es contrario al grado de compromiso que se espera de los científicos en cuanto a sus afirmaciones); las marcas de persona favorecen la economía lingüística; las estructuras impersonales son imprecisas (no se sabe quién ejecuta la acción verbal); la impersonalidad no asegura la objetividad (no hace al discurso más objetivo, sino que aporta una falsa imagen de despersonalización) y, finalmente, que mantener un discurso completamente impersonal es imposible (por mucho que se esfuercen, los emisores siempre dejan su rastro en el discurso).

No sin razón, algunos se cuestionan en qué medida el peso de la tradición finalmente consiga que la balanza se incline en un sentido u otro. Al parecer, los manuales de estilo de los países de habla hispana se inclinan a recomendar la aparentemente neutral impersonalidad,(2) mientras que los manuales de estilo para el inglés, desde hace decenios, se van mostrando más favorables a la aparición explícita del emisor y, de hecho, reclaman que este se haga responsable de lo que dice de manera manifiesta.(3) Pero debo añadir que los manuales de estilo en español ?que comenzaron a publicarse hace relativamente poco? llevan cierto desfase respecto a los manuales anglosajones, de los cuales se nutren:

As we said before, it is only in the early 1990s when style manuals to write academic papers in Spanish started making their appearance on the Spanish-speaking market. [….] It is also very interesting to note, on the one hand, that some of these style manuals are translations into Spanish of manuals originally written in English [….] and, on the other, that most references mentioned in these texts are English-written sources.(4)

Aun así, sobre ese tema considero importante observar varios aspectos: en primer lugar, una revisión diacrónica de cómo han cambiado la figura del autor y la disensión en la prosa científica, también en español; en segundo lugar, las condiciones actuales de internacionalización de la información científica y, en tercer lugar, el carácter argumentativo de los géneros prototípicamente científicos. Finalmente, es imposible dejar de considerar que la propia evolución de los estudios lingüísticos ha echado por tierra la concepción de que el lenguaje pueda ser objetivo y ha demostrado que las marcas deícticas no indican subjetividad, entendida esta como la valoración personal del sujeto del discurso.

La inscripción explícita del autor: análisis diacrónico

Ante todo, es importante no perder de vista que los rasgos actuales de las publicaciones científicas son expresión de las modificaciones que les ha impuesto la transformación de la sociedad y de la propia ciencia. Numerosas cuestiones relativas al estilo científico solo pueden ser explicadas desde una perspectiva histórica, tomando en consideración el contexto cultural y social en el cual los textos son escritos. En efecto, solo considerando tal estrecho vínculo es posible dar cuenta de por qué ciertas regularidades estilísticas surgen, evolucionan y desaparecen, por qué los autores eligen determinadas estrategias, y por qué estas parecen ser recomendables para tantos miembros de la comunidad discursiva que comienzan a usarlas regularmente y llegan a convertirse en práctica institucionalizada.(5)

Según Charles Bazerman, el estilo científico no es estático ni atemporal:

Varieties of scientific writing have developed historically in response to different and evolving rhetorical situations, aiming at different rhetorical goals, and embodying different assumptions about knowledge, nature, and communication. The form of the experimental report, in particular, solves a changing rhetorical problem: given what we currently believe about science, scientists, the scientific community, the scientific literature, and nature, what kind of statement about natural events can and should we make? To treat scientific style as fixed, epistemologically neutral, and transcending social situation is rhetorically naive and historically wrong.(6)

Sépase que las primeras publicaciones científicas modernas vieron la luz en el siglo XVII, lideradas en 1665 por la revista médica Journal des Sçavans de la Académie Royale, y The Philosophical Transactions de la Royal Society inglesa.(7) Desde entonces hasta nuestros días, la evolución del estilo, relacionada con el grado de inscripción de los autores en los textos, podría mostrarse como sigue:(8)

Siglo XVII:

  • El editor tiene un control férreo sobre los artículos.
  • La voz del autor es débil, pero deja unas pocas referencias a otros autores (básicamente de agradecimiento).

Siglo XVIII:

  • La figura del editor se debilita.
  • El carácter epistolar de muchos artículos aumenta; estos se abren a una mayor interactividad.
  • Las citas formales a los trabajos de otros colegas aumentan.
  • Aparecen los "matizadores" y el "lenguaje aproximativo", especialmente a la hora de mostrar desacuerdo.

Siglo XIX:

  • El editor se hace prácticamente invisible.
  • La voz y la personalidad del autor aumentan en los artículos.
  • La interactividad mediante citas formales parentéticas o mediante notas al pie se mantiene.
  • El desacuerdo se muestra de forma atrevida y, en consecuencia, se reduce el lenguaje aproximativo.

Siglo XX:

  • La figura del autor vuelve a debilitarse y a fortalecerse la del editor.
  • El número y el valor de las citas formales parentéticas se incrementan.
  • Se fija la tradición de incorporar al final del texto una lista exhaustiva de todas las referencias citadas.

Durante las dos primeras centurias hubo una gran proliferación de publicaciones científicas en el mundo anglosajón, que se constituirían en clave del desarrollo de la ciencia durante esos siglos y los venideros. La primera revista médica española no apareció sino hasta el siglo XIX (en 1820),(9) y la primera cubana fue publicada en 1840.(10) En general, según Salager-Meyer,(11) estas publicaciones se caracterizaban por los aspectos siguientes (tabla 1):

  • Una retórica arrogante, críticas eminentemente abiertas y directas (incluso con destaques tipográficos).
  • Expresiones de cortesía reparadoras (no profilácticas).
  • Una responsabilización entera y apasionada del acto crítico.

En la primera mitad del siglo XX los artículos tienen autoría única y los autores se refieren de forma explícita a los destinatarios de sus críticas, incluso con sarcasmo e ironía(12) (tabla 1). Ya para finales de siglo, aproximadamente después de 1960, la mayoría de los artículos son escritos por colectivos de autores y se evidencian los siguientes cambios retóricos(13) (tabla 1):

  • Aunque todavía categórica, la crítica es menos agresiva y menos personal.
  • Está dirigida no a un científico en particular, sino a la comunidad científica como ente colectivo. Dicho de otro modo, se refiere a "lagunas" existentes en la bibliografía.
  • Los criticados no aparecen en el cuerpo del artículo, sino que se sustituyen por números que remiten a referencias bibliográficas (referencias no integradas).
  • La formulación lingüística de la crítica empieza a modularse, aunque sigue siendo bastante directa. Dicha modulación se suele realizar mediante "escudos lingüísticos", es decir, elementos atenuadores, tales como verbos modales y epistémicos y adverbios de probabilidad.
  • El autor que critica pasa a ocupar un segundo plano y traspasa su responsabilidad a algo inanimado (por metonimia), reduciendo así su compromiso ilocutivo.
  • Desde la última década del siglo, la investigación llevada a cabo empieza a ocupar una posición temática prominente, mientras que la persona del autor aspira a quedarse agazapada en el trasfondo del escrito, como si este no naciera de él. La intervención del elemento personal pretende desaparecer en un intento de ajustarse al "ideal" de objetividad científica.
Tabla . Ejemplos de la evolución retórica científica ene las publicaciones en español (14)

No obstante, debo destacar que los autores de habla hispana no recurren con tanta frecuencia a esta última estrategia como sus homólogos anglosajones. Estos últimos ya habían comenzado a atenuar su discurso desde la tercera década del siglo, momento signado por los grandes cambios sociales que siguieron a la Primera Guerra Mundial. Fue precisamente en 1930 cuando comenzaron a publicarse los primeros manuales de estilo científico para el inglés,(15) y fue también por esos años cuando se produjo una explosión de revistas científicas especializadas que competían entre sí. Los científicos se vieron abocados a "publicar o perecer" y, en un grado hasta entonces no visto, la ciencia se situó en el mercado, ahora con el sello de la cultura promocional y el consumismo.

No resulta extraño que para esa fecha los autores de habla inglesa comenzaran a atenuar marcadamente su voz en los artículos con el principal afán de que aceptaran sus publicaciones. Sépase que las arremetidas más directas de los científicos anglosajones eran mucho más mitigadas que las más atenuadas críticas indirectas de sus homólogos hispanos.(16) Es más, el español podía situarse entre los idiomas menos atenuados, hasta que a mediados del siglo XX esta situación comenzó a cambiar y se agudizó considerablemente para los años noventa.

¿Por qué se produce un cambio en la retórica científica a partir de la década de 1960? Pues por la indiscutible hegemonía política, militar, económica y también científica de los Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial y la exportación del american way of life, con todo lo que ello implica, lo cual en la ciencia ha llegado no solo a una suerte de monolingüismo científico internacional, sino también a la importación de prácticas discursivas propias del inglés, reconocidas en aquel momento por la acentuada modulación de su crítica.

En efecto, hoy los investigadores de habla hispana difícilmente consultan bibliografía en español, y hasta la educación superior, tanto en América como en España, utiliza fundamentalmente traducciones(17) de textos que fueron escritos en inglés. Por añadidura, los primeros manuales de estilo científico hechos en español se basaban en los manuales ingleses e incluso la mayoría de sus referencias eran obras escritas en inglés. En consecuencia, la comunidad científica hispana ya no solo estaba en mayor contacto con el inglés, sino que era instruida a imitar el tono despersonalizado que tanto éxito había dado a los colegas anglosajones.

Poco a poco los autores hispanos, que antes se involucraban con vehemencia en sus textos -lo cual se manifestaba incluso por el uso frecuente de los pronombres de primera persona gramatical y de expresiones intensificadoras emocionalmente muy cargadas- comenzaron a imitar, conscientemente o inconscientemente, a sus homólogos anglosajones. La lectura sistemática de bibliografía en inglés, el creciente número de manuales de estilo científico basados en el inglés y la introducción, incluso, de cursos de redacción científica en inglés sentaron las bases para una transferencia retórica(18) -y no solo léxica y sintáctica como fuera inicialmente- del inglés al español.

Internacionalización actual de la información

Las condiciones actuales de internacionalización no solo de las relaciones económicas y políticas, sino también de la ciencia, y en general de la información como activo económico de tanto valor agregado como la transferencia misma de bienes y servicios, refuerzan la necesidad de una normalización de los elementos que canalizan el intercambio: las unidades básicas de transferencia y los sistemas de almacenamiento y recuperación de la información.(19) En consecuencia, la expresión lingüística, por ejemplo, de los artículos de investigación en las distintas lenguas ha ido experimentando con el paso del tiempo un proceso de uniformación, del cual es buen ejemplo el esquema estructural IMRyD (introducción, métodos, resultados y discusión).(20)

En ese contexto, los principales manuales de estilo científico en lengua inglesa,(21) líderes de la creación científico-técnica y de la transferencia de conocimientos, así como las más importantes asociaciones internacionales de editores científicos,(22) comienzan a reclamar un estilo más comprometido. Por ejemplo, las normas del American National Standards Institute (ANSI) -cuyos estilos de referencia bibliográfica sirven de base para el conocido "estilo Vancouver" de las publicaciones biomédicas- regula, entre otras cosas, que los autores deben delimitar claramente sus aportes y diferenciarlos de los de otros autores, así como ser escrupulosos a la hora de incluir pruebas contradictorias. Añaden las reglas del ANSI que los autores deben evitar el uso de verbos en tercera persona y la voz pasiva cuando se trate de acciones propias, principalmente en los estudios experimentales. No obstante, reconocen que el uso constante de la primera persona no es recomendable, pues distrae al lector del tema. Robert Day (1989; 2008) -cuyo manual de escritura científica es de los más celebrados- considera errónea la idea de que no es adecuado usar la primera persona gramatical e insta a los jóvenes científicos a renunciar a la falsa modestia de sus predecesores, que en su opinión resulta pretenciosa, verbosa e imprecisa.

Los propios científicos comienzan a reclamar una posición más abierta.(23) Se basan en que esta construcción despersonalizada de una imagen de "científico objetivo"(24) resta transparencia a los textos, que son casi imposibles de entender para los no especialistas e incluso para los científicos noveles. Según Marie-Claude Roland,(25) la comunicación científica promedio (oral y escrita) ha degenerado en un estilo que esconde las ideas, las intenciones y el carácter de los autores. Sus encarnaciones, el plagio y la cita incorrecta se han difundido en tal magnitud que crean ambigüedad y, en muchos casos, ilegibilidad y contrasentido, lo cual ella considera una suerte de fraude. En su opinión, tal parece que los animales usados en los experimentos son los que se autoinvestigan, o como refiere una editora cubana ante la oración Los pacientes se examinaron con minuciosidad en la consulta externa: ¿quiénes los examinaron?, ¿los médicos?, ¿ellos mismos entre sí?(26)

Este creciente reclamo nació nada más y nada menos que en el atenuado y "políticamente correcto" mundo anglosajón, lo cual permite avistar un nuevo cambio en la retórica científica. Ello ocurrirá primero en el inglés, por supuesto, pero no es difícil vaticinar que las publicaciones científicas en español terminarán por ajustarse a los "nuevos" estándares si desean ganar visibilidad y aceptación en las grandes bases de datos internacionales. Paralelamente, los países de habla hispana (y con otras lenguas de cultura) saben que sus publicaciones científicas pueden incorporarlos al mundo industrializado, toda vez que los intercambios de conocimientos y la transferencia de información -y con ella, de tecnología- se producen en los foros científicos, donde necesitan relacionarse sin limitaciones.

Carácter argumentativo del discurso científico

Por otra parte, la ciencia no es neutral. En buena parte del siglo XX y en lo que va del XXI se ha querido presentar al discurso científico como una suerte de código lingüístico privilegiado y reducirlo a un mero mecanismo de transmisión lineal de conocimientos desde un dominio de autoridad (en el emisor), que selecciona y difunde contenidos apodícticos (de aplicación universal), hasta un destinatario que recibe la información científica de manera indiferenciada y pasiva,(27) idealizando de esta manera el método científico e ignorando, en primer lugar, que la ciencia es una actividad sujeta a controversia y que todo resultado que se obtiene es tentativo.(28) Recuérdese que, como diría Locke, la ciencia es "a re-presentation of a concept, not a presentation of the real",(29) y por tanto es interpretación.

Si el discurso científico fuera solo informativo se limitaría a ofrecer datos, más o menos bien estructurados, sobre las características de un fenómeno determinado; es decir, a transmitir conocimiento especializado. Nada más lejos de su real propósito comunicativo: convencer acerca de un planteamiento teórico, demostrar una teoría, hacer que el interlocutor asuma determinada actitud epistémica. A diferencia de los didácticos, los textos científicos no son meros transmisores de conocimiento especializado, sino vehículos para la construcción social del conocimiento especializado. Dicha construcción es una actividad colaborativa y competitiva compartida por autores, lectores, editores y revisores -o sea, aquellos que ejercen control sobre la investigación y la aceptabilidad de la comunidad científica-,(30) algo muy diferente de lo que ocurre con discursos menos especializados, como el didáctico y el de divulgación científica. Como apunta Alcíbar:

toda afirmación con vocación de instalarse en el acervo de conocimientos científicos debe ser sancionada por la comunidad de expertos; no puede considerarse como factual la información original en el mismo momento de su publicación, aunque esta haya superado la criba de la revisión por pares. Antes bien, debe ser recibida, discutida y modificada en reuniones, artículos y revisiones.(31)

No es de extrañar que, si "la aceptación de una teoría científica no depende de su verismo sino de su verosimilitud",(32) la credibilidad del científico depende, a su vez, de su poder de argumentación y persuasión. Así, los artículos de investigación se convierten en foros, espacios de intercambio y de diálogo, ágoras donde se crean y mantienen organizados los círculos de científicos, que validan o no, como conocimiento, las tesis presentadas. Para ello la ciencia tiene que ser retórica, solo que -como afirma en su blog Alejandro Tapia- es una retórica altamente institucionalizada, que "se constituye de marcos teóricos, justificaciones metodológicas, ópticas de observación y medición, estadísticas, ejemplos, pruebas experimentales, patrones de medición, citas bibliográficas, aparatos críticos, editoriales reconocidas y formas de mostrar la relevancia de las conclusiones".(33)

Sin embargo, tanto en los manuales de estilo tradicionales como en la mayoría de los contemporáneos, y en obras de autores como Herrero Cecilia(34) o Douglas Biber,(35) se asocia el discurso científico con modelos de organización discursiva eminentemente expositivos, lo cual nace tal vez de la consideración desacertada de que el discurso especializado es un conjunto textual homogéneo. Empero, la propia lingüística textual parte de que los textos son unidades multifuncionales, multidimensionales y heterogéneas, también desde el punto de vista secuencial, lo cual quiere decir que puede que predomine algún modo de organización discursiva, pero que necesariamente este se combina con secuencias de otro tipo. Afirmar que todo el discurso científico sea informativo, expositivo o explicativo -no importa qué sinónimo se use- es ofrecer una visión simplificada de la realidad. En general, los textos especializados pueden ser más o menos impersonales o polifónicos, en función de diferentes variables de orden comunicativo: las características de los emisores, el tratamiento de la temática especializada, la función textual dominante y el ámbito donde se produce la comunicación.

Por otra parte, ningún enunciado se limita a su contenido informativo explícito, sino que constituye además un acto de habla que refleja necesariamente unas intenciones o por lo menos un posicionamiento determinado por parte del locutor. En efecto, la dimensión argumentativa del discurso científico viene dada también porque es lenguaje en uso, lo cual significa que hay mucho más que la mera transmisión de información, y que ese contenido que se transmite está inmerso en un contexto concreto y determinado por factores políticos, económicos, sociales e incluso personales. Así, por muy especializado que sea su contenido, no deja de ser la puesta en escena del trabajo de investigación de un autor que busca implícitamente el reconocimiento y la adhesión del lector que, en este caso, es la comunidad científica.

Deixis y subjetividad

Llegado este momento es importante recordar que el empleo del yo en el ámbito público deviene un uso arriesgado, puesto que el locutor no solo se responsabiliza del contenido del enunciado, sino que al mismo tiempo se impone a los demás.(36) Por otra parte, no siempre es elegante. Pero en el ámbito científico, el mayoritario reparo en usar deícticos de primera persona del singular, e incluso del plural, obedece especialmente a la consideración de que, al incluirlos, el discurso se torna subjetivo.

Esta asociación epistémica entre lo subjetivo y lo deíctico es posiblemente resultado de una interpretación errónea del postulado de Benveniste, para quien "los pronombres personales son el primer punto de apoyo para este salir a la luz de la subjetividad del lenguaje".(37) Sin embargo, este se refería a la subjetividad estrictamente lingüística como "la capacidad del locutor de plantearse como "sujeto"" de su discurso, lo cual "se determina por el estatuto lingüístico de la "persona""(38). De hecho, a él se debe el haber otorgado a la noción de subjetividad un estatuto verdaderamente lingüístico.(39)

En realidad, los deícticos solo incluyen en su matriz semántica un punto de orientación de naturaleza egocéntrica, puesto que reflejan la orientación del acto discursivo respecto al yo del discurso.(40) Según Kerbrat Orecchioni,

la subjetividad deíctica es de naturaleza enteramente diferente de la subjetividad afectiva o evaluativa. El empleo de los deícticos, aun siendo solidario de la situación enunciativa, reposa [….] en un consenso indiscutible: en una determinada situación todo el mundo estará de acuerdo en reconocer que el empleo de "aquí" o de "ahora" es apropiado o inadecuado. Por el contrario, el empleo de los evaluativos puede siempre discutirse, en una determinada situación enunciativa, pues depende de la naturaleza individual del sujeto de la enunciación.(41) Si se decide, restrictivamente, no llamar "subjetivas" más que a las modalidades del discurso que implican una visión y una interpretación totalmente personales del referente, entonces los deícticos, aunque no dejan de ser enunciativos, deberán considerarse "objetivos".(42)

Por otra parte, la comunicación no opera cuando el sentido es inteligible, pero la referencia permanece oculta,(43) y de hecho, asignar referentes a las expresiones referenciales es una de las primeras cosas que hacemos al decodificar una proposición. Usando el ejemplo de Kerbrat,(44) a nadie se le ocurriría arrojar al mar un mensaje que dijera: "Venga aquí mañana". Las marcas de primera persona apenas son puntos de referencia a la situación de enunciación, a su origen o eje de coordenadas, que es el yo-aquí-ahora del emisor.

Consideraciones finales

En materia de objetividad o subjetividad epistémicas no hay razones para evitar la primera persona gramatical puesto que, a diferencia de la subjetividad afectiva, evaluativa o incluso epistémica,(45) la deíctica no refleja la valoración personal del locutor sobre el contenido proposicional de su enunciado. Además, ciñéndonos estrictamente al ámbito científico, "la investigación, en todas las áreas del saber, tiene sentido en la medida en que se toma posición sobre la materia que interesa y sobre la forma en que se deja constancia de la voz propia en los textos, producto de la actividad investigativa".(46)

A diferencia de la modalización epistémica, necesaria en la ciencia por cuanto permite distinguir lo potencial de lo real, lo inferido de lo conocido, la ausencia extrema de un locutor responsable del discurso priva a los científicos del placer de la argumentación y del gusto por la controversia. Más aún, hace que los científicos no asuman riesgos, lo cual es una práctica que tiene consecuencias desastrosas para la ciencia. Pero, si fuera poco, crea condiciones para la manipulación y la malinterpretación de la información, y como sostiene Roland es una actitud que de seguro está erosionando la confianza de la sociedad en la veracidad de los resultados científicos y en su integridad.(47)

En cambio, con la primera persona gramatical el científico (sujeto empírico) "se adjudicaría la autoría de sus argumentos, de la toma de decisiones vinculadas con el proceso de investigación y de su posición en relación con los temas investigados".(48) Su intervención demarcaría su propio trabajo respecto a las investigaciones anteriores, algo crucial en la atribución del conocimiento, en la protección de la propiedad intelectual y, por tanto, en la lucha contra el plagio. Los autores ganarían credibilidad al proyectar una identidad envestida de autoridad individual, mostrando seguridad en sus evaluaciones y compromiso con sus ideas,(49) y los lectores encontrarían a un colega inteligente y bien informado que da la impresión de que hay un sujeto real que piensa, y no un "humilde servidor"(50) de su disciplina.

No es necesario llenar el texto de yoes. Lo elegante, lo hábil -al menos en los artículos firmados-, es alternar las fórmulas, como afirmó el maestro Martín Vivaldi:

el arte de escribir ?la habilidad? consiste a menudo en saber jugar con varias fórmulas posibles, sin abusar de ninguna. Así, si el abuso del yo resulta pedante, y el excesivo empleo de nosotros puede prestarse a equívoco, el impersonal uno muy repetido puede resultar inelegante, de mal gusto, casi diríamos de tono plebeyo. [….] Todo esto ?se dirá? no es más que habilidad. Reconocido. Pero ¿qué es, en esencia, el arte de escribir sino una habilidad más o menos inspirada y siempre disciplinada por el trabajo, para conseguir el buen hacer?(51)

Es cierto que las convenciones discursivas están motivadas socialmente y que son relativas a las tradiciones de una cultura específica, pero también lo son a un momento histórico particular y, cómo no, a las necesidades cambiantes de las diferentes subculturas, entre las cuales se encuentra el ámbito científico. Si consideramos que esta práctica discursiva de ocultar al sujeto del discurso científico no siempre existió en español, que la internacionalización de la información científica lleva implícita la normalización internacional también de las prácticas discursivas, que en las publicaciones que dominan el intercambio científico internacional ya se exige mayoritariamente que los científicos delimiten claramente sus juicios y sus aportes, es claro que la actual situación de las publicaciones científicas en español está abocada a un cambio, del cual ojalá seamos testigos.

Por otra parte, no hay diferencia entre hacer ciencia y comunicarla; es más, sin publicarse la ciencia está muerta. Y, si en efecto "es demasiado importante para ser comunicada de otra forma que no sea con palabras de significado indudable",(52) los implícitos no pueden ser científicos. Más que de imponer convenciones, de lo que se trata es de incorporar prácticas discursivas menos ambiguas y más claras, más honestas y comprometidas, puesto que la comunicación de la ciencia ha de ser tan rigurosa como la ciencia misma.

 

 

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RECIBIDO:15/7/2014

ACEPTADO: 29/7/2014

 

 

 


Diana Elena Prieto Acosta. Editorial Ciencias Médicas,La Habana, Cuba. Correo electrónico: dianae@infomed.sld.cu

 

 

NOTAS ACLARATORIAS

1. María Marta García Negroni: "Subjetividad y discurso científico-académico. Acerca de algunas manifestaciones de la subjetividad en el artículo de investigación en español", p. 6. En este artículo de García Negroni hay múltiples referencias bibliográficas a dichas investigaciones.

2. Muy pocas publicaciones en Cuba recomiendan usar la primera persona del singular y prácticamente todos los comités académicos exigen su eliminación.

3. Cfr. Asociación Europea de Editores Científicos (EASE): "Directrices de la EASE para los autores y traductores de artículos científicos".

4. Françoise Salager-Meyer, María Ángeles Alcaraz Ariza y Nahirana Zambrano: "The Scimitar, the Dagger and the Glove: Intercultural Differences in the Rhetoric of Criticism in Spanish, French and English Medical Discourse", p. 18.

5. Cfr. Charles Bazerman: Shaping Written Knowledge. The Genre and Activity of the Experimental Article in Science, p. 315.

6. Ibídem, p. 258. El destaque tipográfico es mío.

7. Cfr. Robert Day y Barbara Gastel: Cómo escribir y publicar trabajos científicos, p. 8.

8. Cfr. Sangiago Posteguillo Gómez y Jordi Piqué-Angordans: "El lenguaje de las ciencias médicas: comunicación escrita", pp. 169-170; Ellen Valle: "Reporting the Doings of the Curious: Authors and Editors in the Philosophical Transactions of the Royal Society of London, 1675-1975: A Sociohistorical Discourse Analysis"; Luciana Sollaci y Mauricio Pereira: "The Introduction, Methods, Results and Discussion (IMRAD) Structure: a Fifty-Year Survey".

9. Cfr. Ibídem, p. 170.

10. Cfr. José Antonio López Espinosa: "Cuatro reliquias bibliográficas de la medicina cubana".

11. Cfr. Françoise Salager-Meyer: "El lenguaje de la crítica en el discurso médico español: una perspectiva histórica", p. 2.

12. Cfr. María Ángeles Alcaraz Ariza y Françoise Salager-Meyer: "¿Cómo ha cambiado la disensión en la prosa médica española durante el período 1930-1999?", p. 66.

13. Cfr. Ibídem, pp. 68-69; Françoise Salager-Meyer, María Ángeles Alcaraz Ariza y Nahirana Zambrano: Ob. cit.

14. El destaque tipográfico es de los originales.

15. Cfr. Ibídem, p. 13.

16. Cfr. Ibídem, p. 8. La autora se cuestiona incluso en qué medida dar crédito a la vieja creencia de que los latinos son más apasionados que los ingleses.

17. Añade Salager-Meyer que muchos de estos son, por desgracia, malas traducciones del inglés.

18. Así la denomina Salager-Meyer: rhetorical transfer (p. 20). Para Gutiérrez Rodilla, este tipo de transferencia que trasciende el plano léxico (préstamos léxicos ha habido siempre) es mucho más peligroso, porque "atenta contra el edificio de la lengua, contra su arquitectura", "altera [….] su modo de funcionar, dinamita su esqueleto.…" (cfr. "El lenguaje de la medicina en español: cómo hemos llegado hasta aquí y qué futuro nos espera", p. 91). Esta autora se refiere a que, en esta transferencia de modos de decir, también han llegado al español usos no propios del gerundio y frecuencias de uso no propias de la voz pasiva, conversiones de verbos intransitivos en transitivos, usos erróneos de las preposiciones y de los posesivos, y la importación de estructuras sintácticas ajenas al español.

19. Cfr. M. Chantal Pérez Hernández: "Explotación de los córpora textuales informatizados para la creación de bases de datos terminológicas basadas en el conocimiento".

20. Sollaci y Pereira refieren que, desde el surgimiento de los documentos públicos de comunicación científica (scientific papers) en 1665 y hasta finales del siglo xix, la carta y el reporte de experimentos coexistieron de manera hegemónica. La superestructura IMRyD comenzó a aparecer a partir de 1940, y su frecuencia creció aceleradamente después de la Segunda Guerra Mundial. Para 1950 llegó a estar presente en poco más del 10 % de los textos científicos, y durante la década de 1970 se convirtió en la más frecuente forma de publicación de resultados científicos (80 % de las publicaciones especializadas en medicina). Los autores atribuyen este auge a que fue impuesta por los editores de las revistas especializadas. Robert Day y Barbara Gastel añaden que los editores la impusieron para reemplazar el estilo "descriptivo" cronológico que imperaba en las primeras revistas científicas, y garantizar así la reproducibilidad de los experimentos (toda vez que comienza a ser obligatoria una sección de metodología), y cómo no, también para ahorrar espacio (y gastos). Además, "facilitaba las cosas a los directores y árbitros" puesto que hace un índice de las principales partes del manuscrito.

21. Por ejemplo, la obligada obra de Robert Day.

22. Cfr. ANSI: American National Standard for the Preparation of Scientific Papers for Written or Oral Presentation; Asociación Europea de Editores Científicos (EASE): "Directrices de la EASE para los autores y traductores de artículos científicos".

23. Cfr. Carol Norris: "The passive voice revisited"; Marie-Claude Roland: "Publish and Perish. Hedging and Fraud in Scientific Discourse"; Kaj Sand-Jensen: "How to Write Consistently Boring Scientific Literature".

24. Greimas la llamó camouflage objectivant puesto que los científicos camuflan su subjetividad eliminando al sujeto hablante. Para que el discurso sea aceptado como verdadero, intentan que aparezca no como el de un sujeto, sino como el puro enunciado de las relaciones necesarias entre las cosas (cfr. Algirdas Greimas: "Le savoir et le croire: un seul univers cognitif", citado en Joelle Rey: "La argumentación en la divulgación científica", p. 117).

25. Cfr. Marie-Claude Roland: Ob. cit.; Gonzalo Claros Díaz: "Ideas, reglas y consejos para traducir y redactar textos científicos en español".

26. Cfr. María Elena Jiménez Arias: "¿Qué trato merece la redacción científica?".

27. Cfr. Miguel Alcíbar: "Del laboratorio al público: la comunicación tecnocientífica en los centros de investigación", p. 277.

28. Cfr. Ibídem, p. 282.

29. David Locke: "Science as Writing", citado en Gustavo Mendiluce-Cabrera: Estudio comparado inglés/español del discurso biomédico escrito: la secuenciación informativa, la matización asertiva y la conexión argumentativa en la introducción y la discusión de artículos biomédicos escritos por autores nativos y no-nativos, p. 59.

30. Cfr. Carlos Arturo Muñoz Torres: Análisis contrastivo y traductológico de textos médicos (inglés-español). El género caso clínico, p. 300.

31. Miguel Alcíbar: Ob. cit., p. 296.

32. Gustavo Mendiluce Cabrera: Ob. cit., p, 62. Ello recuerda, además, la opinión de que lo que se hace en la ciencia es recurrir a la demostración, no a la argumentación. Sin embargo, como afirma Haidar, "la demostración implica un sistema axiomático que constituye su apoyo" (criterios de verdad), "mientras que la argumentación supone considerar premisas compartidas por los sujetos y la situación comunicativa" (criterios de verosimilitud) (citada en Juan Carlos Carmona Sandoval: "Discurso científico: una aproximación retórica", p. 129). En realidad, ambas cosas se mezclan (demostración y argumentación).

33. Alejandro Tapia: "Retórica de la ciencia".

34. Cfr. Juan Herrero Cecilia: Teorías de pragmática, de lingüística textual y de análisis del discurso, p. 134.

35. Cfr. Douglas Biber (1989), citado en Oscar Loureda Lamas: Introducción a la tipología textual, p. 59.

36. Cfr. Helena Calsamiglia Blancafort y Amparo Tusón Walls: Las cosas del decir. Manual del análisis del discurso, p. 139.

37. Emile Benveniste: "De la subjetividad en el lenguaje", p. 183.

38. Ibídem, p. 180.

39. Cfr. Patrick Charaudeau y Dominique Maingueneau: Diccionario de análisis del discurso, p. 538.

40. Cfr. Juan Antonio Vicente Mateu: La deixis. Egocentrismo y subjetividad en el lenguaje.

41. Kerbrat se refiere a unidades lingüísticas con rasgos semánticos afectivos y evaluativos, axiológicos o no.

42. Catherine Kerbrat-Orecchioni: La enunciación. De la subjetividad en el lenguaje, pp. 191-s192. (Las cursivas son del original).

43. Cfr. Emile Benveniste: "Los niveles del análisis lingüístico", p. 155.

44. Cfr. Catherine Kerbrat-Orecchini: Ob. cit., p. 78.

45. Se refiere a la actitud del hablante respecto a su propio enunciado, específicamente al grado de certidumbre sobre lo que aserta (expresiones como sin duda o al parecer, verbos modales que indican posibilidad como puede que llueva y otros como saber, pensar o suponer que apuntan a cierta inseguridad del sujeto hablante en el contenido proposicional de sus enunciados).

46. Alexander Arbey Sánchez Upegui: Manual de redacción académica e investigativa: cómo escribir, evaluar y publicar artículos, p. 35.

47. Cfr. Marie-Claude Roland: Ob. cit.

48. Ana Karina Savio: "Las huellas del autor en el discurso académico: un estudio sobre tesis de psicoanalistas argentinos", p. 566.

49. Cfr. Ken Hyland: "Authority and Invisibility: Authorial Identity in Academic Writing".

50. Es la expresión que usa Ken Hyland para referirse a este anonimato (cfr. "Humble Servants of the Discipline? Self-mention in Research Articles").

51. Gonzalo Martín Vivaldi: Curso de redacción. Teoría y práctica de la composición y del estilo, p. 174.

52. Robert Day y Barbara Gastel: Ob. cit, p. 4.

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