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Universidad de La Habana
versión On-line ISSN 0253-9276
UH no.281 La Habana ene.-jun. 2016
ARTÍCULO ORIGINAL
Perspectiva histórica social del conflicto angolano: entorno regional e internacional
Social Historical Perspective of the Angolan Conflict: Regional and International Context
LIBERATO GONÇALO FERREIRA
Facultad de Filosofía e Historia. Universidad de La Habana, Cuba.
RESUMEN
El presente artículo pretende, en primer lugar, ofrecer una visión de la evolución y circunstancias políticas del desarrollo del conflicto armado angolano del siglo xx en el entorno regional e internacional y, en segundo lugar, abordar la repercusión interna y externa de la extensión del conflicto. En tal sentido se argumenta que los actores de la internacionalización del conflicto no pueden ser analizados estandarizadamente, sino que deben ser adecuados de manera flexible a las necesidades de liberación nacional de la República Popular de Angola.
PALABRAS CLAVE: conflicto, internacionalismo, negociación, Angola.
ABSTRACT
The present article attempts to, first, provide a view of the evolution and political circumstances of the armed conflict's development in the regional and international context in the 20th century, and, secondly, to address the domestic and external consequences of the conflict's extension. In this sense, the present paper states that the actors in the conflict's internationalization cannot be analyzed in a standardized way, but they should be suited, in a flexible manner, to the national liberation's needs of Angola's Popular Republic.
KEYWORDS: conflict, internationalism, negotiation, Angola.
Evolución histórica y circunstancias políticas en que se desarrollan los principales actores del conflicto
En lo que se ha dado en llamar la Primera Guerra de Liberación Nacional de Angola se movieron actores que imprimieron al conflicto un elevado grado de complejidad tanto en el plano interno como en el externo. Dicha lucha se ha inscrito, desde el punto de vista geopolítico y militar, en el contexto del antagonismo Este-Oeste. Aunque centenares de conflictos armados han tenido escenario en el mundo entero, pocos han traspasado, como el angolano, las fronteras de la más tensa y cambiante correlación mundial de fuerzas de las últimas décadas del siglo XX. La presencia de varios estados involucrados en la guerra de Angola convirtió este conflicto armado en uno internacionalizado (Coser, 1970, p. 78).
Hasta nuestros días crecen cada vez más las tensiones sociales fronterizas y los choques interétnicos en muchas partes de Tercer Mundo. El fin de la Guerra Fría, que para muchos significaría el comienzo de soluciones para algunos conflictos regionales vinculados con el Este-Oeste, no ha implicado, en la práctica, que exista un clima más relajado que propicie soluciones políticas, al menos para África (Bolaños y Mesas, 2008, p. 22).
Al valorar los principales actores que interactúan en el conflicto armado angolano en el período que transcurre de 1961 a 2002 es necesario referenciar los antecedentes económicos, políticos y sociales que ubicaban a los portugueses por un lado y a los angolanos que se les resistían por el otro, lo que provocó que durante la primera mitad del siglo xx los angolanos se enfrentaran y derrotaran en varias oportunidades al ejército portugués. La victoria sobre el fascismo en la Segunda Guerra Mundial influyó positivamente en el desarrollo de los movimientos de liberación nacional, por lo que en la década de los 50 se produjeron importantes avances libertadores en el continente africano. Asimismo, el contexto internacional se hacía cada vez más complejo debido al fortalecimiento de los países socialistas europeos y la paridad nuclear alcanzada por la Unión Soviética (Dahrendorf, 1962, p. 102).
Debido a lo anterior se produjo en toda África un despertar del nacionalismo independentista en el que tuvieron un importante papel los partidos políticos surgidos en aquel entonces. El régimen colonial fascista que Portugal aplicó en sus colonias dificultó el desarrollo del nacionalismo moderno en Angola, pues los partidos políticos tuvieron que constituirse en la clandestinidad, lo que suponía una tarea extremadamente ardua para la cual no se tenía experiencia.
En 1953 surgieron los primeros partidos políticos clandestinos, y el 10 de diciembre de 1956, de la fusión del Partido de la Lucha Unida de Angola (PLUA) y del Movimiento de Independencia de Angola (MIA) y más tarde del Movimiento de Independencia Nacional de Angola (MINA) y del Partido Comunista de Angola (PCA), surgió el movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) (VV. AA., 1989, p. 2).
En aquellos momentos el MPLA se trazó el objetivo de movilizar al pueblo angolano para aniquilar al colonialismo portugués y alcanzar la independencia, e instaurar un gobierno angolano democrático y popular. La creación de la vanguardia del pueblo angolano representó un acto de gran coraje si tenemos en cuenta la feroz represión colonial que castigaba actos semejantes con la muerte, la deportación o la cárcel. En respuesta a estos sucesos el colonialismo portugués organizó en 1957 la siniestra Policía Internacional de Defensa del Estado (PIDE) que reprimió cruelmente a todos los sectores de la población opuestos al régimen.
Un papel clave en el enfrentamiento al colonialismo lo asumió Agostinho Neto como líder del MPLA (Ríos, 1982, p. 5). En diciembre de 1962, en la Primera Conferencia Nacional del MPLA, Neto es elegido presidente y desde entonces se convierte en el portavoz de la independencia angolana y encabeza la lucha en todos los terrenos. Durante los 14 años que duró la guerra libertadora, Neto reveló sus valores como revolucionario, intelectual y guerrillero, en medio de constantes maniobras foráneas que intentaban imponer una alternativa neocolonialista al país.
La década de los años 60 para Angola fue extremadamente tensa como resultado del incremento de la represión colonial. Por esta fecha, en la Cámara de los Comunes de Londres, el MPLA anunció al mundo su decisión de pasar a la acción armada directa. Como consecuencia, el 4 de febrero de 1961 los comandos del movimiento realizaron su primera acción al atacar la prisión política en Luanda. Esta acción fue frustrada, pero los sobrevivientes se retiraron a las montañas de Dembos y Nambuagongo, donde se constituyeron los primeros destacamentos guerrilleros del MPLA. Esta guerrilla, unida a los combatientes clandestinos en las ciudades, no dio tregua a los colonialistas portugueses. La lucha se desarrolló ininterrumpidamente y tuvo como momentos más importantes la apertura de la Segunda Región Guerrillera de Cabinda en 1964; de la Tercera Región en Moxico y Cuando-Cubando en 1966; de la Cuarta en Luanda y Malanje en 1967; y de la Quinta en Bie y Huambo en 1969.
Al detenernos en el tratamiento del desarrollo del conflicto angolano a partir de los años 60 no resulta suficiente hacerlo a través del estudio del enfrentamiento entre los colonialistas y MPLA. Al analizar internamente este conflicto se deben tener en cuenta otros actores de la parte angolana cuyos intereses no eran coincidentes con los del MPLA y propugnaban una solución neocolonial al problema, cuyas directrices no provenían precisamente de Angola, sino del exterior (Fagundes, 1994, p. 48).
Hay que destacar que el MPLA, además de enfrentarse a los colonialistas portugueses en desigual lucha en cuanto a recursos, armamentos, comunicaciones, etcétera, tuvo que combatir a los traidores y a los títeres del imperialismo y la reacción. Desde el principio de la lucha armada estuvieron presentes los destacamentos fantoches de la Unión de Poblaciones de Angola (UPA) dirigidos por el agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Holden Roberto, quien organizó con propósitos contrarrevolucionarios el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA) en 1962 y creó, en abril del propio año, en Kinshasa (Zaire), el Gobierno Revolucionario de Angola en el Exilio (GRAE) del cual se convirtió en presidente, posición de la cual se aprovechó para enriquecerse personalmente con los fondos que la Organización de Unidad Africana (OUA) destinaba para el movimiento revolucionario. En 1971, tras las denuncias de sus actividades, el GRAF dejó de ser reconocido por la OUA (Documentos del MPLA-Partido del Trabajo, 1977).
La otra organización contrarrevolucionaria con la que tuvo que luchar el MPLA, sostenida y financiada también por la CIA, fue la Unión Nacional por la Independencia Total de Angola (UNITA). Fundada por Jonas M. Savimbi en 1966 en Zambia, no tuvo prácticamente ninguna participación en la guerra de liberación, a no ser sirviendo directamente a las tropas portuguesas en la delación de las actividades del MPLA y en operaciones militares en su contra. A estos actores dentro del complejo escenario angolano habría que agregar el Frente de Liberación del Enclave de Cabinda (FLEC), el cual, junto al Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA) y la UNITA, se pronunciaban por una solución neocolonial del conflicto (Documentos del MPLA-Partido del Trabajo, 1977).
Asimismo los Estados Unidos, a través de los regímenes sudafricano y zairense, llevaron a cabo una política que pretendía buscar una solución neocolonial del problema para intentar debilitar el papel de la URSS. Cuba y la URSS, junto con otros países socialistas, al apoyar decididamente al MPLA se convertían también en actores importantes dentro del marco de los intereses cardinales del pueblo angolano. Con esto se buscaba, naturalmente, el debilitamiento del dominio imperialista en una región económica y políticamente importante (Ríos, 1982).
La participación cubana en el conflicto de Angola se inscribía en los fundamentos internacionalistas de la política exterior de la Revolución cubana. Esta cooperación alcanzó un nivel más significativo a partir de agosto de 1965, momento en el que el Comandante Ernesto Che Guevara participó en la lucha en el Congo y colaboró con el entrenamiento militar de unidades guerrilleras del MPLA y del Partido de Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC) dirigido por Amilcar Cabral (Entralgo, 1989).
Las circunstancias políticas en que se desarrolló la primera etapa de la lucha nacional libertadora significaron un fortalecimiento del MPLA como actor principal en el conflicto armado. No obstante, debido a la presencia de otras fuerzas, se conformaban circunstancias políticas que, aun cuando favorecían a los grupos más avanzados del movimiento de liberación nacional, encontraban la permanente interferencia de intereses foráneos imperialistas.
Portugal desesperadamente trataba de mantener sus posiciones coloniales en África. Sin embargo, en el interior de la metrópoli transcurría un proceso de cambio que inevitablemente conduciría a poner fin de una vez y por todas a su dominación colonial en el continente (Arrighi y Saúl, 1972, p. 111). La guerra degastaba al régimen fascista portugués, el presupuesto destinado a reprimir la lucha libertadora en sus colonias ascendió en los primeros años de la década de los 60 a 215 millones de dólares anuales, lo que desangraba la débil economía portuguesa. El aumento sucesivo de los efectivos militares movilizados alcanzó, casi hacia el final de la guerra, cifras que oscilaban entre 60 y 80 mil hombres, 25 mil guardias rurales, 10 mil adscritos a cuerpos de seguridad y unos 12 mil "flechas" (tropas especiales de contrainsurgencia, integradas por reos africanos de delitos comunes y desertores de la guerrilla) (Arrighi y Saúl, 1972, p. 111).
Al profundizar en lo referente a la política colonial portuguesa y su tozudez en el mantenimiento de una prolongada guerra en sus colonias, se hace evidente que la metrópoli no constituía un sector aislado, sino que detrás de ella actuaban fuertes intereses dirigidos hacia Angola y las demás colonias portuguesas. Los acontecimientos de abril de 1974 en Portugal marcaron una tendencia al cambio respecto a la relación entre este país y sus posesiones de ultramar. Durante este período, el Presidente Spinola llevó a cabo maniobras dilatorias respecto a la descolonización y estimuló a la ultraderecha que se apoyaba en Sudáfrica para mantener el control de Angola, tratando de reeditar lo sucedido con Rhodesia.
Estas nuevas circunstancias políticas fueron atendidas por el MPLA, el cual llevó a cabo gestiones unitarias con el FNLA y la UNITA en función de lograr un acuerdo de cooperación que permitiese emprender negociaciones conjuntas con el gobierno de Portugal. De esta forma, el MPLA enfrentaba con inteligencia las maniobras de la metrópoli.
A través de la OTAN llegaron a Angola equipos pesados modernos de fabricación norteamericana, francesa y germano occidentales. Mientras, Suráfrica suministraba también armas y ponía a disposición de Portugal bases de helicópteros, oficiales y soldados. Además, en el enclave de Cabinda participaron oficiales estadounidenses.
Las negociaciones que dieron lugar unos días después a los acuerdos de Alvor sirvieron de base para avanzar hacia la independencia. Así, se estipuló la instalación de un gobierno transitorio en el que cada una de las organizaciones ocuparía tres ministerios, con una presidencia colegiada y bajo la dirección suprema de un alto comisario portugués. Se crearía, asimismo, un ejército integrado por las tres fuerzas y se convocaría tres meses después a la Asamblea Constituyente y a posteriores elecciones generales que culminarían con la proclamación de la independencia el 11 de noviembre de 1975 (Ríos, 1982, p. 8). No obstante, si se analiza con detenimiento el contenido de los acuerdos de Alvor y se presta atención a la forma en que se distribuía las fuerzas de las tres organizaciones allí representadas, no sería difícil concluir que el MPLA quedaba en desventaja.
Los acuerdos de Alvor, a pesar de todo, se registran como unos de los primeros procesos negociadores del conflicto angolano. No obstante, aunque el 11 de noviembre de 1975 se proclamara la independencia, lo que significó la culminación de lo que el MPLA reconoce como la primera guerra de liberación nacional, esto no constituyó la conquista de la paz para el pueblo angolano (González et al., 1967, p. 70). Se cerraba así una triste página de la historia de Angola, pero se abrían nuevos peligros y otras circunstancias políticas que acentuaban una aguda contradicción entre los que pugnaban por el mantenimiento de un status neocolonial y que buscaban luchar por una verdadera independencia.
La múltiple intervención de actores durante la guerra y posteriormente a lo largo del proceso de descolonización solo se puede entender si se tiene en cuenta el marco económico. De todo lo anterior se desprende que en torno al conflicto angolano no solamente se movía Portugal, sino además las grandes transnacionales económicas con presencia en el país y los círculos de poder de numerosas potencias occidentales, elementos todos que se incorporan a la complejidad de los actores en el conflicto (Guerra, 1975, p. 23).
Los actores de la internacionalización del conflicto
La participación de fuerzas externas en el drama del pueblo angolano tomaría mayor importancia a partir de marzo de 1975, momento en el que el FNLA se lanzó abiertamente a sabotear los acuerdos de Alvor y a tomar el poder en Luanda mediante ataques armados a las oficinas y contra militantes del MPLA. Las armas y la asesoría técnica, junto a una brutal campaña de terror, corría, naturalmente, por parte de la CIA.
Los enfrentamientos culminaron en julio cuando el MPLA tomó por las armas la capital de país y se asentó en 12 de los 16 distritos de Angola como resultado de la indetenible ofensiva militar, la cual obligó a los efectivos militares del FNLA a replegarse hacia Zaire. Por otra parte, la UNITA, que durante algún tiempo había utilizado la táctica de equidistancia respecto al MPLA, decidió retirarse a Bié y Huambo, enarbolando la tesis secesionista de zona de influencia, al tiempo que se aliaba definitivamente al FNLA (Documentos del MPLA-Partido del Trabajo, 1977).
Ante el fracaso experimentado por los agentes neocolonialistas internos, se implementó una escalada injerencista del imperialismo aún mayor. La evolución de los acontecimientos conducía inevitablemente a la internacionalización del conflicto, pues Estados Unidos y su aliada Sudáfrica pasarían directamente a buscar la aplicación práctica de lo que habían convenido anteriormente.
El 23 de octubre de 1975 se inicia una acción combinada; mientras Luanda es atacada por el norte por las organizaciones de Holden Roberto y Zaire, las tropas regulares de Sudáfrica penetran por el sur hasta una profundidad de 600 a 700 km del territorio angolano. De esta forma queda de manifiesto el accionar del imperialismo como actor fundamental dentro de las fuerzas que pugnaban por el poder y que trataban de impedir la consolidación de un evidente gobierno angolano dirigido por el MPLA.
Las circunstancias políticas que se conformaron ante la agresiva escalada bélica provocaron que el MPLA, ante el peligro de que se frustrara la proclamación de la independencia del 11 de noviembre de ese año y en uso del principio de legítima defensa que aparece plasmado en la Carta de la ONU en su artículo 51, solicitó al Gobierno de la República de Cuba la intensificación de la ayuda militar a fin de enfrentar la agresión a que estaba sometida (Jornal de Angola, 1975). Un factor de extraordinaria importancia en el análisis de estos acontecimientos lo constituyó la acertada dirección ejercida por el presidente Agostinho Neto, quien ante la difícil situación en que se encontraba su patria, supo tomar las decisiones que condujeron a impedir que se consumaran los planes del imperialismo.
En lo que a Cuba concierne, el 5 de noviembre de 1975 el Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) acordó tomar acciones eficaces contra la intervención militar extranjera en Angola, lo que dio comienzo a la operación "Carlota", hecho bélico de carácter complejo en que las fuerzas armadas de Cuba participarían en la defensa del territorio angolano invadido por tropas regulares de Suráfrica y Zaire (Granma, 1975). La histórica victoria del pueblo angolano, junto a las tropas internacionalistas que acudieron en su ayuda, permitió que en medio de la agresión se proclamara la independencia de la República Popular de Angola a las 12:20 am del 11 de noviembre de 1975.
La naciente República independiente desplegó una intensa actividad diplomática con el objetivo de contrarrestar las maniobras imperialistas. En ese sentido, fue un rotundo triunfo la condena a la agresión sudafricana el 30 de marzo de 1976 en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. La Resolución aprobada por 9 votos a favor, ninguno en contra y 5 abstenciones, exigía al régimen de Pretoria que no continuara utilizando el territorio de Namibia como punto de partida para organizar actos de provocación y agresión contra Angola o cualquier otro país del área. Además, se llevaron a cabo intensos intercambios con las cancillerías de los países de la Línea del Frente y con otros países africanos y organizaciones, como la Organización de los Pueblos del Sudeste Africano (SWAPO), la Unión Nacional Africana de Zimbawe (ZANU) y el Congreso Nacional Africano (ANC). Las políticas coordinadas entre Angola, Cuba, la URSS y otros países socialistas en los diferentes foros internacionales contribuyeron ostensiblemente a neutralizar las acciones del enemigo. Los gobiernos legítimos de Angola y Cuba, principales actores en el enfrentamiento con las fuerzas agresoras, mantuvieron una diáfana y constructiva posición en pos de favorecer una solución negociada al conflicto que, a su vez, permitiera encontrar espacios a la independencia de Namibia, en línea con los acuerdos de la ONU.
Los cambios que se comenzaron a producir a mediados de los ochenta en el sistema de relaciones internacionales no dejaron de tener un impacto en África Austral y en particular en Angola. Durante la década de los ochenta del siglo XX el PCUS, con un nuevo enfoque de la problemática internacional, comienza a aplicar un cambio sustancial en los fundamentos de la política exterior que variaba el criterio con que la Perestroika manejaría el problema de los conflictos regionales.
"La nueva mentalidad" en la política exterior soviética partía de dar primacía a los problemas globales ante los cuales se enfrentaba la humanidad. Así, tendrían un perfil de menor importancia aquellos conflictos regionales donde la URSS estaba implicada en el contexto del antagonismo Este-Oeste (Fagundes, 1994, p. 67). En la práctica se abandonaba de forma gradual la política exterior clasista que el estado soviético había implementado durante décadas.
La tesis acerca de la "desideologización de las relaciones internacionales" servía de cobertura para tratar de mejorar las tensiones con los Estados Unidos y lograr que Occidente en su conjunto adoptara una nueva actitud hacia la Unión Soviética. Esta posición debía, en la lógica de los dirigentes soviéticos, permitir una importante contribución occidental a los planes de reconstrucción de la economía soviética (Fagundes, 1994, p. 67). El triunfo de las fuerzas conjuntas angolanas y cubanas obligó a Sudáfrica y a los Estados Unidos a la firma de los acuerdos tripartitas de Nueva York en 1988 y dio curso a la independencia de Namibia, lo que hace de estos acuerdos uno de los más justos, equitativos y sobresalientes de la solución a un conflicto regional.
Por tanto, para el caso angolano, quedó confirmado el vínculo de la guerra con la destrucción económica, el atraso social, la parálisis de su aparato productivo y la disminución de la ayuda externa. Se demostró que era una condición imprescindible solucionar el conflicto para dar paso a la estrategia de reconstrucción nacional y de integración económica. Nunca antes la tesis de la guerra versus desarrollo tuvo una confirmación más cabal y dramática como en Angola.
El desarrollo y solución negociadora del conflicto político militar más importante de la historia de África en el siglo XX constituye un referente político ideológico obligado en los esfuerzos por dirigir la atención al uso de la diplomacia multilateral para la solución de los acuciantes conflictos actuales. Al preservar Angola la paz y garantizar el desarrollo, establece una mayor proyección en la región del África Austral, en beneficio de la estabilidad regional, lo cual se traduce en sus esfuerzos actuales de integración política, económica y social.
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RECIBIDO: 1/3/2015
ACEPTADO: 14/5/2015
Liberato Gonçalo Ferreira. Facultad de Filosofía e Historia. Universidad de La Habana, Cuba. Correo electrónico: liberato@ffh.uh.cu