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Revista Cubana de Educación Superior
versión On-line ISSN 0257-4314
Rev. Cubana Edu. Superior vol.34 no.2 La Habana mayo-ago. 2015
ARTÍCULO ORIGINAL
Enseñar a leer literatura en la era de las tecnologías de la información y las comunicaciones
Teaching to read literature in the new era of technologies and ITCs
Mercedes Rodríguez Menéndez
Universidad de Guantánamo, Cuba.
RESUMEN
Desde tiempos inmemorables es reconocido el valor de la literatura para el crecimiento espiritual de todo ser humano; sin embargo, en la actualidad, ella ocupa un lugar poco privilegiado dentro de las actividades de los jóvenes. Son múltiples los factores que inciden en esta situación, por lo que este trabajo se ocupa solo de uno de ellos: los métodos que emplean algunos docentes para la formación y desarrollo de la lectura. También se proponen algunas de las actividades que pueden desplegar los docentes para formar la competencia literaria.
PALABRAS CLAVE: docentes, estrategia de aprendizaje, jóvenes, lectura, obra literaria.
ABSTRACT
For many years, literature's value has been widely regardedas a mean for the spiritual growth of every human being; however, this type of reading is neither common nor paramount for a large number of children and young people at present. There are many factors influencing such situation; this paper deals with only one of them: methods used by some professors regarding reading formation and development. Besides, the present work suggests some activities to be performed by professors towards literary competence.
KEYWORDS: professors, learning strategies, youngsters, reading, literary work.
Introducción
La lectura es una de las primeras actividades que realizara el hombre, y una de las pocas que brinda la posibilidad de conocer otros tiempos, lugares y personas sin siquiera movernos del sitio donde nos encontramos. Muy pocos conocen que la libertad de lectura de la que hoy gozamos es el resultado de una ardua lucha por parte de aquellos que defendieron el valor del libro. Durante mucho tiempo la lectura fue un privilegio reservado para una minoría, en primer lugar, porque había pocos textos impresos y su circulación era muy limitada y, en segundo, debido a que la Iglesia y el Estado decidían cuáles obras podían ser leídas y cuáles estaban prohibidas, y castigaban con la prisión o la pena de muerte a los que incumplían con tales disposiciones. Durante los siglos XVIII y XIX el mayor pasatiempo y expresión de arte que existió para los que pertenecían a las más altas esferas sociales fue la lectura de romances. Frescos e historias reflejan a hermosas jóvenes inmersas en una apasionada lectura, al viajero que se entretiene con un libro, al joven que expresa su amor a través de la recitación de un poema, al cazador que, para vencer el tedio y hacer más llevadera la espera, lee tumbado a la sombra de un árbol. En nuestros días la lectura constituye una actividad practicada de forma libre y espontánea, y una de las más seductoras. Sin embargo, ¿por qué ya no es común ni primordial para los niños y jóvenes, y ocupa tan reducido espacio dentro de sus actividades? Sin pretender ofrecer una respuesta acabada, aventuremos unas reflexiones.
Es incuestionable que vivimos en una nueva era en la que lo masivo y lo digital son los elementos culturales que dominan la vida pública y privada; donde, para la llamada joven generación, lo común es navegar por Internet y comunicarse virtualmente con conocidos y desconocidos, jugar Play Station y resolver el nuevo juego de la semana, ver la última serie en DVD, subir fotos a Flickr y enviar mensajes a Twitter. La relación con textos virtuales y televisivos es mayor que con una obra literaria en su forma tradicional, que demanda concentración y horas de inactividad. Los jóvenes dedican mucho más tiempo a ver a sus héroes imaginarios a través de la pantalla de cine o la televisión que a leer sus aventuras en una novela; a escuchar canciones que a leer poemas; a practicar juegos de combate virtuales que a imaginarlos a través de leyendas, epopeyas y relatos. Únase a ello una dinámica social marcada por el escaso tiempo libre y las pocas condiciones creadas por la familia para que niños y jóvenes encuentren en la lectura una fuente de aprendizaje y esparcimiento desde la más temprana edad. Al respecto comenta Felipe Garrido:
La lectura auténtica es un hábito placentero, es un juego -nada es más serio que un juego-. Hace falta que alguien nos inicie. Que juegue con nosotros. Que nos contagie su gusto por jugar. Que nos explique las reglas. Es decir, hace falta que alguien lea con nosotros. En voz alta para que aprendamos a dar sentido a nuestra lectura; para que aprendamos a reconocer lo que dicen las palabras. Con gusto, para que nos contagie. La costumbre de leer no se enseña, se contagia.1
Por otro lado, y no menos importante, está el hecho de que hoy se forman en las escuelas personas para que cumplan con el proceso de decodificación de los textos de estudio obligatorio, pero no para que consideren la lectura como una actividad para toda la vida que, a la par que instruye y enseña, recrea y deleita. Al respecto Mauricio Ostria asevera:
En este marco de cambios culturales profundos cuyo horizonte no alcanzamos a percibir del todo, debe situarse lo que se ha llamado la crisis del libro y la lectura y, por ende, de la práctica literaria, entendida como el circuito comunicativo de escritura-lectura. A nuestro juicio, se trata de la crisis de ciertas formas tradicionales de entender y fomentar la lectura de textos literarios y, no, necesariamente, de una crisis de la lectura en general.2
Ante todo esto, es innegable la necesidad de, sin desechar las prácticas ancestrales en la enseñanza de la lectura, comenzar a implementar los cambios que se han operado en todos los campos de la ciencia, la tecnología y las comunicaciones.
Literatura artística. Posible enunciación
Definir literatura resulta harto difícil debido a la imposibilidad de un consenso histórico sobre el término y su estudio, pues cada perspectiva teórica se ha fijado en tal o cual característica de lo literario -el lenguaje, el contenido, la forma, el contexto, el destinatario, los efectos, las causas- para ofrecer un concepto.
Mientras los diccionarios apuntan a definirla como una ciencia a través del uso del habla, en los estudios literarios se debaten por precisar qué es lo literario, para posteriormente hacer de esa selección de textos o de obras, su objeto de estudio. Empero, no hay una unidad en sus definiciones y ello se debe a que, sincrónicamente, la palabra literatura está en un continuo evolucionar, y los elementos que antes no se consideraban, ahora, más que nunca, pueden ser una pieza indiscutible para conformar el corpus de lo literario.
Literatura deriva, etimológicamente, del latín littera, que significa "letra" o "lo escrito", sin embargo, no nos podemos circunscribir a este significado para su definición, pues deja fuera la primera manifestación literaria conocida: la transmisión oral. Aristóteles la calificó como "el arte de la palabra", y la caracterizó como una manifestación artística que se relaciona con otras artes y tiene una finalidad estética. Para los formalistas rusos la literatura está conformada por palabras y no por emociones. Consideraban que los temas siempre habían sido los mismos, que lo que cambiaba era la manera de expresarlo y, por tanto, lo importante a nivel literario no estaba en el contenido de lo expreso, sino en los medios utilizados para decirlo.
Los estructuralistas, por su parte, pensaban que podría estudiarse la organización del contenido en cuanto respondía a un sistema ideológico, lo que correspondería a otro nivel de análisis estructural. Wolfang Kayser, a mediados del siglo xx, propuso cambiar el término de literatura por el de "bellas letras" (Belles Lettres), diferenciándolas del habla y de los textos no literarios, en el sentido de que los textos literarios son un conjunto estructurado de frases portadores de significados, donde los significados se refieren a realidades independientes del que habla, y crean así una objetividad y unidad propia.
Intentando salir de la esfera decodificante del estructuralismo nacieron las llamadas corrientes posestructuralistas. Para estas el significante podía ser leído de múltiples maneras; ya que el significado no es único, los sentidos del significante pueden ser rastreados efectiva y estéticamente. La lectura del significante se hizo de carácter plural, problemática, subversiva; la intención no era comprender el código, sino hacerlo estallar. Por su parte, la llamada semiótica de la recepción puso en primer plano al lector, que resultó más importante que el texto, que el código y que el propio autor; y desde la concepción marxista se entendió la literatura como arte y como ciencia, una forma de expresión artística resultado de la actividad estética del hombre.
En una conceptualización que relacione los aspectos antes mencionados se ha de entender la literatura artística como el arte de la palabra. Un arte a través del cual se expresan ideas, sentimientos, anhelos y vivencias individuales. Se trata de una actividad humana creadora, fruto de la fantasía, del ingenio, cuya percepción se basa en el supuesto de que la literatura debe interesar y eventualmente divertir. En la literatura predomina lo subjetivo y la imaginación por encima de lo objetivo y de la razón, y la función estética por encima de la apelativa o de la representativa. Se centra en la forma del mensaje, pues interesa no solo lo que se dice, sino cómo se dice. En la literatura artística el lenguaje tiene un carácter connotativo, pues la significación del texto varía según el individuo o grupo social de una comunidad, es tendencioso, pues no es indiferente socialmente.
Leer obras literarias. Importancia
Cuando una obra literaria realiza plenamente su función, el saber y el placer no solo coexisten, sino que se funden. El placer estético, que es la actividad superior del espíritu, radica en el significado; supone el desarrollo de la capacidad de apreciación; permite al hombre interpretar, comparar, criticar y tomar posiciones y decisiones, así como representar de una manera más minuciosa su propia historia a partir de su creatividad.
La lectura de obras literarias, además de que interviene de una forma determinante en la formación y mejora de la expresión oral y escrita del individuo, en tanto fortalece y enriquece su lenguaje, permite que este sienta los matices y sensaciones transmitidas por la palabra y que con ello desarrolle su sensibilidad. Constituye una herramienta extraordinaria de trabajo intelectual que pone en acción las funciones mentales y agiliza la inteligencia, la capacidad de análisis y comprensión y el pensamiento abstracto. Leer favorece el aumento del bagaje cultural y el perfeccionamiento de las virtudes morales al establecer modelos para admirar e imitar, despierta aficiones e intereses y fomenta la disciplina al exigir una colaboración de la voluntad, participación activa, actitud dinámica y poder de concentración.
Es importante fomentar la lectura de textos literarios porque "estos actúan no solo sobre el intelecto, la memoria y la imaginación, como cualquier otro, sino también sobre estratos más profundos, como los instintos, los afectos y la intuición, y en consecuencia, consolidan una inclinación mucho más intensa hacia la lectura".3 Las personas que ejercitan la lectura de poemas, cuentos, novelas y ensayos, descubren nuevas situaciones y comprenden mejor cualquier otro tipo de texto técnico, científico, económico, médico, legal, entre otros.
Enseñar a leer obras literarias
Para incentivar la lectura la labor del docente siempre ha sido vital, pero en esta época adquiere dimensiones particulares, pues implica acercamientos creativos, plurales y críticos que provoquen en los estudiantes la reflexión, discusión y crítica. El docente debe apoyarse en la información que dominan los estudiantes y en sus habilidades para leer otros códigos que no son los impresos. Sin embargo, ¿estamos los docentes preparados para ello? Lo cierto es que muchos maestros continúan empleando como principal vía la explicación oral; el cuestionario con preguntas, que generalmente tiende a la reproducción mecánica; y la consulta de determinada bibliografía para encontrar datos del autor. Este proceder, en el mejor de los casos, tiene como objetivo que los educandos sepan ubicar la obra y su autor en los contextos correspondientes; que reconozcan los recursos, movimientos y estilos literarios; diferencien géneros y formas genéricas y analicen determinadas categorías literarias. Esta práctica pedagógica, si bien es válida en algunos aspectos, muchas veces impide que el lector tenga que acercarse necesariamente a la obra literaria en busca de las respuestas, ya que las encuentra en los comentarios que aparecen en manuales y textos de la literatura pasiva. Por otro lado, tiene una gran carga de racionalidad y de obligatoriedad que resulta nociva para el logro de un diálogo verdaderamente libre y fructífero con el texto. Para desarrollar las competencias literarias y el hábito de lectura entre los educandos, el docente ha de poseer nuevas competencias; cabe considerar:
- Preparación científica en las esferas de la historia literaria, la teoría literaria y la metodología que le permita ofrecer caminos y otras alternativas al estudiante en el proceso de aprehensión del texto.
- Capacidad para respetar las interpretaciones y puntos de vista de cada lector sobre el hecho literario y para estimular el debate, la crítica, la reflexión y la valoración personal.
- Habilidad para crear, innovar, reavivar recursos didácticos que estimulen la lectura y la búsqueda de respuestas a situaciones problémicas.
Si bien la palabra del maestro y sus acertadas explicaciones nunca pasarán de moda, no son las únicas vías a emplear cuando de motivar a niños y jóvenes se trata. La clase de literatura ha de ser un espacio para la recreación, nótese que este término se usa en el sentido de "volver a crear", pues como señala Jones Powell: "La enseñanza creadora suscita celo por aprender y estimula el pensamiento selectivo y la acción deliberada. Avanza con la convicción de que en toda persona hay impulsos necesitados de estímulos y aliento. Lo importante es que el alumno por sí y trabajando a su modo, produzca algo que pueda ratificar".4
Es vital aprovechar los saberes que poseen niños y jóvenes de esta generación para hacerlos protagonistas de sus propias lecturas. Ello implica que los educandos reciten, dramaticen y lean en voz alta, pero también que inspirados en un movimiento, en un escritor, en la obra que acaban de estudiar, o en cualquier otro asunto relacionado con el mundo de la literatura, redacten un ensayo, un poema, un cuento, una canción; ilustren o musicalicen una poesía; realicen entrevistas a autores; elaboren una multimedia o un sitio web; resuelvan un juego didáctico, etcétera. Por ejemplo, el profesor puede proponer algunas metáforas, hasta tanto los alumnos sean capaces de elaborarlas por sí mismos:
- En el jardín de la poesía
- El personaje camaleónico de esa historia
- La novela, cuadro impresionista
- Una nube gris envuelve el alma del autor
- El poema, jinete en plena carrera
La metáfora desempeña un papel especial en las clases literatura, ya que la lectura y análisis de un poema, un ensayo o cualquier otra expresión narrativa se convierte a menudo en un estudio de la metáfora. Muchos profesores piden a los alumnos que analicen la metáforas, con lo que infunden en algunos de ellos la errónea idea de que las metáforas se generan analíticamente; lo más aconsejable es preguntarles qué les sugiere, qué imágenes, sonidos o sentimientos les estimula, y al hacerlo, trabajar a partir de la experiencia y de las asociaciones de los alumnos.
El pensamiento visual es una estrategia de aprendizaje poco empleada por los que imparten literatura, pues desconocen que cuando se presenta información, tanto de modo verbal como visual, los alumnos que son principalmente procesadores visuales tienen una posibilidad mucho mayor de triunfar en clase. Las capacidades mentales esenciales tales como clasificar, generalizar y abstraer, pueden desarrollarse con materiales visuales y verbales, de esa forma los estudiantes, en la misma medida que se convierten en observadores avezados, se transforman en lectores cuidadosos.
Hay numerosas técnicas para la representación gráfica que el profesor de literatura puede utilizar en sus clases: palabras clave, diagramas, tablas, gráficos, mapas, mapas de agrupamiento o ideogramas, esbozos de ideas, historietas, dibujos expresivos y construcciones. Cada una tiene su valor para representar información de un tipo particular, y el uso de cada una extiende y amplía el punto de vista de quien la usa. Dar a los estudiantes la posibilidad de que disfruten puestas en la televisión, películas, coreografías, óperas, pinturas, esculturas e historietas, inspiradas todas en textos literarios, favorece el cotejo con la obra original y la posibilidad de aplicar nuevas prácticas que les permitan considerar la existencia de lo literario en la sociedad. Pedir a los educandos que realicen un dibujo inspirado en determinadas imágenes literarias, en un personaje o en un escritor, contribuye a adiestrarlos en la observación, no solo del todo, sino de las partes, y es otra vía para desarrollar en ellos el pensamiento visual. Estas y otras acciones benefician, no solo el interés por la lectura, sino además la reflexión intercultural, el desarrollo de la creatividad y la creación de un ambiente de participación. Al respecto, Octavio Paz recuerda:
Todos los elementos y formas de expresión que aparecen aislados en la historia de la poesía: el habla y la escritura, el recitado y la caligrafía, la poesía coral y la página iluminada del manuscrito, en suma: la voz, la letra, la imagen visual y el color, coexisten en los modernos medios de comunicación. Pienso claro está, en el cine y en la televisión. Por primera vez en la historia, los poetas y sus intérpretes y colaboradores -músicos, actores, tipógrafos, dibujantes y pintores- disponen de un medio que es, simultáneamente, palabra hablada y signo escrito, imagen sonora y visual, en color o en blanco y negro.
Además, en las pantallas del cine o la televisión aparece un elemento completamente nuevo: el movimiento.5
No se tratará nunca de sustituir la lectura del texto literario por alguna de estas expresiones, sino de contextualizar la obra y provocar un primer acercamiento que ocasione la indagación en la fuente primaria.
Hoy las tecnologías de la información desempeñan un papel esencial en la docencia, en tanto permiten aplicar enfoques novedosos y activos. Valiéndose de herramientas como el power point o de un software como la multimedia, el profesor de literatura puede compartir información sobre periodos históricos, movimientos y categorías literarias, géneros y formas genéricas, fotos e imágenes de autores, personajes de obras y portadas de libros, lo que hará el proceso de aprendizaje más atractivo.
La fantasía es una vía de aprendizaje que cobra especial significado en las clases de Literatura, pues estimula la implicación y con ello la motivación de los alumnos por leer. Esta ofrece un nuevo punto de vista y un nuevo medio para recordar información, y puede producir una comprensión mucho más profunda a nivel interior, que se recordará durante más tiempo que la presentación verbal de un texto o una conferencia.
Las posibilidades de una fantasía de identificación son casi ilimitadas. La experiencia de cada alumno es única y la diversidad de reacciones puede constituir la base para unas discusiones en clase que sean a la vez vivas y estimulantes. Toda buena fantasía de identificación generará puntos de vista divergentes. Puesto que los alumnos comparten sus fantasías en clase, todos se benefician de las contribuciones. Ello inspira y al mismo tiempo sirve de modelo para otros alumnos, ya que las percepciones generadas en dichas fantasías quedan a la disposición de todos. Hay que resistir la tentación de alabar las fantasías más destacadas en plena clase; hacerlo introduce una forma de evaluación que puede inhibir a otros alumnos, en vez de estimularlos.
El profesor de Literatura puede emplear la fantasía de identificación y solicitar a sus estudiantes que se "conviertan" en determinado personaje (animado o inanimado), en un paisaje, un narrador, un poeta; para ayudarles a comprender y asimilar conceptos, introducir nuevas materias y estimular la redacción de textos. Las excursiones culturales constituyen una vía del aprendizaje multisensorial que ofrecen grandes oportunidades para aprender. Para que den resultados el profesor debe planificarlas con antelación y tener claros sus objetivos. Un enfoque para los alumnos es el que consiste en facilitarles una guía por escrito que les oriente hacia diferentes puntos, y les pida que observen unos detalles definidos o que contesten preguntas específicas.
Propiciar la visita de los educados a bibliotecas, librerías, ferias y exposiciones de libros, la participación en lanzamientos de libros, recitales de poesía o seminarios que ofrecen escritores y críticos, consiente un acercamiento más directo con el autor y su creación, y contribuye a despertar el interés por la lectura del texto que acaban de conocer. Cada una de las acciones y actividades realizadas por el maestro deben preparar al lector para:
- Percibir la literatura como una situación comunicativa real y como un hecho cultural compartido.
- Disponer de libros adecuados a sus intereses culturales.
- Constituirse en un colaborador, personaje, creador de proyectos vinculados con la obra, polemista comprometido, testigo presencial, relator de gustos y vivencias.
- Construir el significado de manera compartida.
- Efectuar interpretaciones cada vez más complejas que rehúyan del tecnicismo o la repetición memorística de nociones prefijadas.
- Relacionar la literatura con la vida.
- Recuperar el texto literario como entidad que provoca, sobre todo, goce estético.
De lo que se trata es de provocar en la más joven generación los deseos para que lean cada vez más y mejor, defiendan sus opiniones, desarrollen su creatividad, y adquieran una cultura integral que les prepare para la vida en sociedad.
Conclusiones
La enseñanza de la disciplina Literatura mantiene salvo raras excepciones un carácter preferentemente expositivo, sin embargo, la realidad impone el empleo de otras vías que faciliten el intercambio activo y participativo del estudiante-lector con la obra, lo que demanda la presencia de polemistas, enérgicos, intuitivos, sensibles y respetuosos. En un mundo donde son evidentes la globalización, el impacto de las tecnologías de la información y la comunicación, la administración del conocimiento y la necesidad de patrocinar y gestionar la diversidad, hay que guiar a los estudiantes a leer de una forma donde el conocimiento no esté reñido con el placer del texto, y la lectura sea fuente no solo de información, sino además de gozo y diversión.
El propósito final de enseñar a leer textos literarios ha de ser la formación de hombres y mujeres que siempre tengan la imperiosa necesidad de aproximarse a un buen libro porque encuentran en este los ingredientes necesarios e imprescindibles para el desarrollo de una vida fructífera en el plano espiritual y moral.
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RECIBIDO: 15/2/2014
ACEPTADO: 5/7/2014
Mercedes Rodríguez Menéndez. Universidad de Guantánamo, Cuba. Correo electrónico: mechy@cug.co.cu
NOTAS ACLARATORIAS
1. Felipe Garrido: El buen lector no se hace, no nace. Reflexiones sobre lectura y formación de lectores, p. 35.
2. Mauricio Ostria González: "La enseñanza de la literatura en los tiempos que corren", p. 1.
3. Felipe Garrido: Ob. cit., p. 36.
4. Jones Powell: El educador y la creatividad del niño, p. 51.
5. Octavio Paz: Hombres en su siglo y otros ensayos, p. 91.